lunes, enero 01, 2007

La revolución de la conciencia. 7. El respeto.

Sique

"Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz". (Benito Juárez).

Una de las sentencias más pronunciada y menos cumplida de las que haya escuchado. Hace más de un siglo venimos repitiéndola, convirtiéndola en lugar común y devaluando su significado. ¿Será que es imposible para el ser humano respetar los derechos del otro? ¿Será que nuestra conciencia misma nos impide concederle al otro respeto así como exigirlo para sí mismo? ¿Será que nuestro afán de dominio supera la conciencia de que eso nos perjudica y nos hace infelices?

Respeto a la libertad del otro, respeto a la vida del otro, respeto a las creencias del otro, respeto a la preferencia sexual del otro, respeto al espacio del otro, respeto al cuerpo del otro, respeto a las pertenencias del otro, respeto al compromiso del otro, respeto al tiempo del otro, respeto a las decisiones del otro, respeto a la forma de vivir del otro, respeto a los intereses del otro, respeto a la integridad física del otro, respeto al dolor del otro, respeto a la muerte del otro...

El respeto está vinculado a la concesión que hacemos al otro de su capacidad para vivir y responder a las consecuencias de sus elecciones. Significa valorarlo como ser humano y cederle el terreno que le corresponde dentro de la vida que le pertenece a él y a nadie más.

Según se comentó en el apartado de libertad, un bebé no es capaz de vivir por sí mismo ni de responder a las consecuencias de sus elecciones. Eso lo va adquiriendo a partir de su proceso de maduración, sin embargo, salvo en este rubro en el que también se necesita respetar el proceso de maduración que va otorgándole la libertad de ir eligiendo sobre terrenos más amplios, merece respeto como ser humano.

¿Cuántas veces no se le pega a un niño? Según datos de Unicef, “En la región de América Latina y el Caribe, no menos de 6 millones de niñas, niños y adolescentes son objeto de agresiones severas y 80 mil mueren cada año por la violencia que se desata al interior del núcleo familiar”

¿Cuántas veces no se respeta su espacio, sus pertenencias, sus elecciones, su tiempo, sus intereses, su cuerpo? Integrantes de la iglesia católica han violado los cuerpos de un sinnúmero de niños y niñas, sin embargo, el jerarca de dicha institución, Norberto Rivera protege a los violadores, los menos no pasamos de criticar esa situación en vez de acusarlo ante las autoridades y exigirles que lejos de hacerse cómplices, lo sancionen. Ya tiene la tercera llamada para que se presente ante las autoridades en Estados Unidos y él sigue paseándose por la república predicando sobre "moralidad y política" y dando misa los domingos.

El derecho a la educación, vivienda, salud y alimentación de los niños, niñas y jóvenes mexicanos, es nulo si consideramos que en México hay 50 millones que viven en pobreza y pobreza extrema. Las calles de la ciudad están inundadas de niños y niñas que no tienen derecho a nada más que a una lata de cemento para drogarse y olvidar su condición. Todos somos corresponsables de esa situación porque no exigimos al gobierno que se haga cargo de resolver ese problema que nos denigra a todos.

Miles de jóvenes quedan fuera de las universidades porque no hay cupo para ellos. Jóvenes, adultos y adultos mayores no tienen derecho al trabajo, los índices de desempleo se incrementan pero cuando el gobierno espurio dice que no habrá empleos a pesar de que fue eso en lo que basó su campaña, dos terceras partes de la población se queda callada y acepta que le falten al respeto engañándolos. Alrededor de un centenar de personas nos roban a todos los mexicanos nuestro patrimonio y nos hacen pagar sus deudas, ya sea por ignorancia o por un espíritu de sacrificio mal entendido no hacemos otra cosa que tolerarlo y pagarlas. O quizás sea porque el robo es una práctica cotidiana entre los mexicanos, "ladrón que roba a ladrón". Ha costado mucho iniciar el camino para que se respete el derecho de los ancianos y las ancianas a una vida digna cuando han pasado su vida trabajando y cuando sus facultades ya no les permiten hacerlo, surgen opositores por todas partes. En fin...

Todos hemos faltado al respeto a los otros así como nos han faltado al respeto. Y así continuamos toda la vida queriendo imponer en los otros nuestras decisiones, nuestras elecciones y nuestra forma de vivir la vida negándoles a los demás sus derechos. Es un constante deseo de dominar al otro y un constante sometimiento a los deseos de los demás. Esto último indica que también nos faltamos al respeto a nosotros mismos.


Resulta paradójico que un mexicano haya tenido la idea principal que genera la paz y seamos tan reacios a seguirla en nuestra conducta. Las autoridades no respetan a los ciudadanos que supuestamente las eligieron, violan todos sus derechos: sus vidas, sus cuerpos, sus elecciones, sus espacios, sus creencias, sus preferencias, sus tiempos, sus pertenencias, etc...

Los ciudadanos no parecen sentirse tan agraviados como para exigir ese respeto porque como en el caso de la verdad no tienen la autoridad moral para hacerlo. Si constantemente le faltan el respeto a sus hijos, a sus familiares, a sus amigos y a sí mismos sería contradictorio que no permitieran que hagan con ellos lo que están acostumbrados a hacer. Entre las parejas es frecuente que ambos se falten al respeto desde el orden físico hasta una constante intervención en sus preferencias, sus deseos, sus intereses, sus espacios, sus tiempos y su forma de pensar y de ser.

La revolución de la conciencia implica introyectar dentro de los paramétros de nuestra conducta el respeto al derecho ajeno, sólo así podremos exigirlo con la fortaleza y la firmeza necesarias. No podemos aspirar a la paz dentro de una constante falta de respeto a los demás.

Nuestra condición actual y la lucha que nos proponemos para que respeten nuestros derechos tendrá una mayor eficacia si dentro de nuestra vida personal ejercemos el principio de respeto a quienes nos rodean.

Comencemos hoy, 1 de enero de 2007 a estar alertas de nuestras actuaciones para ejercer el respeto que merecen las personas con quienes nos relacionamos y a exigir el que merecemos. Seamos congruentes con ese principio poniendo el ejemplo de lo que demandamos.

Próximamente, 8. El amor.


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