jueves, mayo 29, 2008

La Fundación de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR)

Dr. Eugenio R. Balari

Viejos deseos y aspiraciones que de repente se convierten en realidad, la fundación de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) puede marcar un hito y definitivamente una nueva situación en esta importante, a su vez contradictoria y subestimada región del mundo.
Debo decir que desde niño he estado escuchando con cierta frecuencia el argumento, bastante recurrente, de que los pueblos de América Latina y el Caribe debían unirse y crear una fuerte comunidad de naciones bajo la identificación de una sola que los integrara, represente, y lograra propiciar el desarrollo equilibrado y fuerte de todos los pueblos latinoamericanos.
Las lecturas sobre Simón Bolívar y otros próceres de nuestra América hispana y mestiza también apuntalaron esta idea.
Si aplicáramos al análisis de la situación política, económica y social de la región las concepciones dialécticas más convencionales, diríamos entonces que la lucha de clases y los intereses antagónicos entre las mismas comienzan a producir los cambios que se originan y vamos apreciando, así como otras cosas más.
No dudo que las contradicciones económicas y sociales, de clases si se quiere, se encuentren influyendo en los cambios políticos que viene experimentando la región, sería caer en la ignorancia y el absurdo el negar el peso de estos aspectos.
Sin embargo, más allá y sin negar estas trilladas o machacadas consideraciones conceptuales, los acontecimientos se han venido desarrollando de una manera distinta, quizás menos académica y mucho más pragmática que teórica.
Las posiciones políticas y los nuevos gobiernos progresistas o de izquierda que han irrumpido en el escenario Latinoamericano y Caribeño han estado actuando con independencia y soberanía, buscando aquellos caminos que les permitan evitar sus crisis económicas, la agudización de los problemas sociales y atenuando los impactos ciudadanos por la elevación de los precios del petróleo, los alimentos u otras cuestiones sensibles.
De la misma forma muchos de esos gobiernos comenzaron a ejercer con firmeza su soberanía, en particular con respecto a las impositivas e injustas instituciones financieras internacionales, logrando además de respeto, ciertos éxitos indiscutibles en ese y otros aspectos importantes.
Así, gradualmente, haciendo sobre todo gala de voluntad y firmeza política, varios de los países de la región fueron evitando crisis y mayores impactos económicos y sociales, superando situaciones económicas, financieras y políticas, que en otras circunstancias hubiera sido sencillamente imposible de evadir.
Después de la desaparición de la URSS y del bloque socialista de la Europa oriental, las organizaciones políticas y sociales de la región tuvieron un mérito indiscutible, porque continuaron muy activamente analizando los problemas y manteniendo las luchas por los derechos y la justicia social de nuestros pueblos.
Ello a mi juicio permitió evitar la quiebra que en política produce el derrotismo y el escepticismo, el que embargó, en cierto momento, a muchos luchadores progresistas que aspiraban a un mundo más justo y mejor para los pueblos de la región.
Más recientemente fueron apareciendo en América Latina y el Caribe, además de la tradicional Cuba, nuevas voces y posiciones contestatarias contra las políticas impositivas y de corte neoliberal que se mantuvieron promoviendo durante años las diferentes administraciones de USA.
Aprovechando además el marco de las condiciones que ofrecen la llamadas democracias representativas, la mayoría de los pueblos de los países de América Latina y el Caribe fueron instalando en el poder a través de las urnas, a gobiernos democráticos de izquierda, aunque todos ellos, como sabemos, con diferentes enfoques y matices político-económicos.
De manera sistemática, pero a la vez prudente y cuidadosa, se han estado impulsando los distintos proyectos integracionistas que venían desarrollándose en el área, unos con más éxitos que otros pero sin subestimar las posibilidades de ninguno.
Finalmente pienso que varias coyunturas políticas y económicas les otorgaron las posibilidades a los países de Suramérica de poder avanzar en la unitaria y vieja aspiración frustrada y otras tantas veces reprimida, soñada, integración Latinoamericana.
Entre otras razones también considero que contribuyeron a hacerla posible cuestiones tales como el rediseño y montaje, (una vez terminada la guerra fría) de las nuevas esferas y bloques de influencia internacional, a partir fundamentalmente de las predominantes tendencias de la globalización neoliberal que se fueron imponiendo por el mundo, donde las agrupaciones o la integración de países y mercados cobró una significativa vigencia.
El rotundo fracaso de las políticas neoliberales en América Latina y el Caribe durante la década anterior, con sus secuelas de estancamiento económico e incrementos del desempleo, la pobreza, la insalubridad y la marginalización en toda la región ha tenido mucha importancia.
Ha habido una gran subestimación en las inversiones y en otros aspectos del comercio, de ello han sido testigos la inmensa mayoría de las naciones del continente latinoamericano y por ende sus reducidos ritmos de desarrollo.
Sólo se consideró conveniente durante años utilizar a la región como fuente de recursos naturales, sobretodo de aquellos que se encontraban ya escaseando, o como área de influencia política o de estrategia militar para USA.
Si a todo ello agregamos que la administración Bush después de los atentados del 11 de Septiembre, orientó todas sus políticas, esfuerzos y recursos hacia las guerras de Afganistán e Irak y las candentes situaciones del Medio Oriente; podemos considerar entonces que sus acciones y políticas con los países de Latinoamérica y el Caribe quedaron a la zaga, desprivilegiadas y, por tanto, reducida considerablemente su esfera de influencia política y económica.
Como todo en política tiene un costo. EEUU de Norteamérica ha tenido el suyo en Sudamérica.
Lo que hemos estado viendo en los últimos años, con el ascenso indetenible de las fuerzas de izquierda o progresistas al poder, es un hecho inobjetable que reafirma estas consideraciones que hoy hacemos.
La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), es la más reciente muestra del despertar de nuestros pueblos, de la voluntad política de sus gobernantes y de la necesidad de la unión de nuestros países para disponer de mayores ventajas, recursos y fuerzas ante el nuevo mundo globalizado que se nos presenta.
No obstante, es indudable que la misma deberá enfrentarse a varios escollos políticos que no se deben ni pueden subestimar, porque en política no pueden convertirse los deseos en realidades sin que se creen las condiciones apropiadas para ello y ese, pienso, será el gran reto de UNASUR en los tiempos inmediatos.
Como es conocido, existen entre determinados países de la región (que no los voy a enumerar y menos analizar ahora) varios conflictos y situaciones de pugnas políticas no resueltas, las que en ocasiones hemos apreciado cómo han subido de tono y se han hecho muy críticas y preocupantes.
También hay países que ahora integran a UNASUR que viven actualmente situaciones muy complejas y desestabilizadoras dentro de sus propias fronteras, asuntos estos que a su vez se encuentran pendientes por resolver.
Todos estos son factores que aunque coyunturales, son conflictivos y peligrosos para la salud y crecimiento de la recién estrenada UNASUR, los que se deben tomar en cuenta y armoniosamente pero con urgencia de tratar de solucionar.
De lo contrario, los riesgos de que no se logren los propósitos esperados con la fundación de UNASUR estarán latentes y serán potencialmente grandes.
Debemos recordar que en este mundo en que vivimos existen poderosas fuerzas disolventes, las que seguramente no ven ni verán con agrado estas positivas iniciativas integracionistas que se manifiestan hoy, y cada vez con más fuerza en Latinoamérica y el Caribe.
Por ello la necesidad de dar pasos firmes, bien meditados y diseñados, pero sobre todo seguros de que las decisiones y medidas que se establecen no languidecerán ni se frustrarán burocráticamente en el camino.
En ese sentido, la región acumula muchas otras lamentables y frustrantes experiencias.
Esperamos que UNASUR no sea más de lo mismo y que los dirigentes que firmaron su fundación no corran ese peligroso riesgo ante la historia y nuestros pueblos.
No obstante, como soy optimista saludo con gran simpatía la fundación de UNASUR, aunque no tengo dudas que queda mucho camino por andar; nada será fácil y mucho menos sin obstáculos e inevitables luchas, pero los cimientos, al parecer, ya han sido hechos.

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