lunes, noviembre 17, 2008

En un intento por comprender

A veces, los sábados, vamos al cine. En general estoy incluida en el paquete del padre y los nietos púberes. La madre, la abuela materna y la nieta forman parte de otro paquete. Y así estaba establecido que iba a ser el sábado y mi hijo en el trayecto, luego de recogerme en mi piso, me vendió las bondades de la película que nosotros veríamos: la última producción de James Bond, el agente 007, película basada en una anécdota de una de las primera novelas de Ian Fleming, que seguramente había leído yo a la edad de mis nietos, porque a un catalán exiliado se le había ocurrido, en catalán, editarlo, al lado de Faulkner. Y algunas de esas novelas, de ambos autores, incluso llegaron a mis hijos y presumiblemente también las leerán mis nietos.

Por María Teresa Jardí

Pero el sábado, mi nieta me dijo que quería que entrara con ella y como la película elegida empezaba más tarde entramos a ver una anunciada como mexicana, aunque es una coproducción también gringa. Un refrito, el tema, de otras películas. Se titula Navidad S.A. y ya imaginarán, los que no la han visto, seguramente también se exhibe en Mérida, que un duende malo quiere acabar con el espíritu navideño que Santa significa. Aburrida y larga película que se vende como “La Película” contra el consumismo. Tibio cuestionamiento se hace del mismo y alguna puntada como la de ver a Pedro Armendáriz, disfrazado con un traje de mariachi rojo, salvan el tedio que produce la misma.Algunas veces ambos bandos entramos juntos a ver la misma y unas cuantas semanas atrás, a raíz del cumpleaños de la nieta y de ahí la explicación de los equipos integrantes para ver las películas, quiso llevar a sus amiguitos, a ver una ya vista en la que yo no estuve incluida. Esa mala chorrada que se titula “Un chihuahueño en Beverly Hills”, en la que aparece Plácido Domingo prestándole su voz a un perrito peludo que sale como jefe de los chihuahueños que, en medio del desierto, en el norte de la República tienen un santuario, en medio de las mismas Pirámides donde Plácido canta en el Sur.Es decir, además, de churros, son culturalmente desinformativas y es difícil comprender que, por algo más que por el dinero que les pagan, tanto Placido Domingo como Armendáriz, se presten en ellas a aparecer o a prestar la voz.Pero creo que es más triste aún la cosa.Es obvio que tanto el gran cantante como el gran actor lo hacen por un dinero, que al menos en el caso del cantante no necesita.No importa que busquen para que tanto uno como el otro puedan justificarse: en una filtrar tibios mensajes, que los niños no entienden y presumo que la mayor parte de los padres que los acompañan tampoco, contra el consumismo. Y en la otra, que se diga al final que se trata de que se adopten perros abandonados como mascotas. Luego de que han visto, aunque sea vía computadora, cómo se maltrata a los animales.El sentimiento que me queda —y del que estoy convencida que impera en ambos personajes— es el de que a final de cuentas así lo hacen todos.Y es así como presumo que se van desarmando las instituciones para quitarles la ética a los hombres y mujeres que hacen que las instituciones funcionen al servicio del pueblo soberano.A ver si me explico. Como todo es corrupción, se va cayendo en el juego del sistema que necesita involucrar a todos de alguna manera. Como algunos de la manera burda, ejemplificada por la Gordillo, no caerían, entonces se busca motivaciones, que de todas maneras se sabe que no van a filtrar el intelecto de aquellos a los que van dirigidas, para enviar el mensaje de que se encuentran del mismo lado, lo que hasta puede ser que así sea, por otro lado.Y es así que, frente a la impotencia vencida por el desgano, va cayendo la mayoría en lo que el sistema capitalista exige. A los otros, cuando no los asesina los mete a la cárcel y hasta impide que las madres los visiten.Y por eso es, me parece, que los intelectuales a modo, incluso algunos de buena fe, están convencidos de que la representada por “los Chuchos” es una “izquierda moderna”.Un desarme ético brutal y generalizado es el que enfrentamos y aunque a algunos todavía no les guste verse en el espejo de los que no estamos dispuestos a avalarlo, cada vez son más los que se dan por vencidos y tirando la toalla van aceptando prestar su voz o su imagen a sabiendas de que los chihuahueños no son peludos y de que las pirámides están en Sur y de que con la vestimenta roja de charro se avala lo peor del sistema que es, justamente, la contracultura que se busca taladrar en las cabezas de los niños para cancelar el que para lo futuro sean una esperanza.

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