sábado, noviembre 22, 2008

Oración cobriza o los nocivos efectos que la decencia puede tener en la gente

Jorge Lara Rivera

Dios nos libre de la gente “decente”. De orgullosos por ‘tener las manos limpias’ y quienes se ufanan de su ‘estricto apego a la Ley’.
Hay algo monstruoso en esa inhumanidad “heroica” que los recubre posando para la Historia.
Dueños de la verdad, por ostentar su impoluta naturaleza se tornan peligrosos, suelen ser tercos y los efectos de su conducta muy dañinos.
Se dice que la decencia es escasa. No tanto. Uno puede encontrarse con cierta frecuencia muchos y variados prototipos, ya sea dando prédica para librarnos de caer en la tentación o bien, buscando redimirnos ya del pecado y la iniquidad cometidos.
Y es relativamente fácil reconocerlos: conmueven al llanto en ritos funerarios con la retórica del héroe malogrado y el sermón del niño perdido, acostumbran reuniones cumbre para hacer aspavientos retando a que se ceben en sangre social inocente los sicarios y las organizaciones delictivas, porque tienen blindadas sus oficinas hacendarias en el Palacio. Luchan contra el Destino o los espíritus del Mal y aunque siempre –¡oh, injusticia!– se ven defraudados, su lustre les dura bastante.
A veces, sin embargo, el cobre dorado de sus desatinos se nota más pronto de lo esperado. Aunque quienes pagan la factura por los daños causados son los mismos que se dejaron embaucar por las peroratas acerca de superlativos “valores”.
Un ejemplo es ese que, no bien se sentó en la silla de director de Banobras, procuró el bien... propio, autorizándose un préstamo para comprar ¡¡un auto!!, no, fue una casa. El mismo que sólo ser designado Secretario de Energía entregó ocho bloques del territorio nacional (30 mil kilómetros cuadrados) a la iniciativa privada en concesiones exclusivas para exploración petrolera y quien, desde el mismo puesto, permitió la celebración de privilegiados contratos de la empresa familiar de su subalterno de Electricidad, todavía ejecutivo de aquélla, con la paraestatal petrolera; y el que ya integrante de la cohorte oficial de un mitómano embaucador apoyado por el gran capital, favoreció la contratación de la tristemente célebre y millonariamente altruista empresa de su cuñado, cuya contabilidad la revela más filantrópica, desde luego, que el Teletón.
Ese que desde la cúspide republicana, con amiguismo puro y por los viejos y buenos tiempos, designara jefe de gabinete a gente con papeles legales express; no otro que el que ha intentado diluir la seguridad social, “maicear” a los profesores y privatizar el petróleo nacionalista, vía reformas “estructurales” y confirmando “alianzas” de brujería.
Mas insatisfecho con esas “rectificaciones históricas” al derrotero de la vida pública, lleva a su pueblo a una guerra (que dirige gente sospechosa) contra la delincuencia organizada. Precisamente, buscando asociarla con la seguridad pública del país, contrató a un individuo, íntegro también, seguramente, pero que en casi dos años no se percata de que lo rodean colaboradores de dudosa reputación –ahora malandrines “con raíces”–, a los cuales promueve y da ascensos a puestos clave en ¡investigación especializada en delincuencia organizada!
Noé Ramírez Mandujano, agregado procuradurial y, hasta julio, subprocurador de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada es el nuevo desencubrimiento; el Procurador Medina Mora dijo que se le detiene por tener nexos con el cártel del “Chapo”. Sólo el lunes se arrestó a Javier Herrera Valles, crítico de Genaro García Luna (titular de la Secretaría de Seguridad Pública Federal) por su nepotismo e imprevisión mortal, al cual integrantes de la PFP acusan ¡de reunirse con el otro cártel!
Así las cosas, de esta gente “decente” líbranos Dios. Las prendas de honradez y decencia, por lo visto, valen tanto para ella –tanto–, que es capaz de todo para obtenerla; de todo. De todo, literalmente. En eso radica el peligro.

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