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domingo, octubre 16, 2011

La cosa más importante del mundo

Naomi Klein

Si algo sé, es que el uno por ciento ama una crisis. Cuando la gente entra en pánico y está desesperada, y parece que nadie sabe qué hacer, es el momento ideal para lograr que se apruebe su lista de deseos de políticas pro empresariales: privatizar la educación y la seguridad social, recortar los servicios públicos, deshacerse de las últimas restricciones al poder empresarial. En medio de la crisis económica, esto es lo que actualmente sucede en todo el mundo. Sólo hay una cosa que puede bloquear esta táctica, y, afortunadamente, es grande: el 99 por ciento. Y ese 99 por ciento está tomando las calles, desde Madison hasta Madrid, para decir: No, no pagaremos tu crisis.
Esa consigna comenzó en Italia, en 2008. Rebotó en Grecia y Francia e Irlanda, y finalmente llegó a la milla cuadrada en la que la crisis empezó.
¿Por qué protestan?, preguntan los perplejos expertos en la televisión. Mientras, el resto del mundo pregunta:¿Por qué se tardaron tanto?, Nos preguntábamos cuándo iban a aparecer. Y, sobre todo dice:Bienvenidos.
Mucha gente hace paralelismos entre Ocupa Wall Street y las llamadas protestas contra la globalización, en Seattle, en 1999, que atrajeron la atención mundial. Esa fue la última vez que un movimiento descentralizado, global y encabezado por jóvenes, apuntó directamente contra el poder empresarial. Y me enorgullece haber sido parte de lo que llamamos el movimiento de movimientos.
Pero también hay importantes diferencias. Por ejemplo, elegimos a las cumbres como nuestros blancos: la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el G-8. Las cumbres son transitorias por naturaleza, sólo duran una semana. Eso hizo que nosotros también fuéramos transitorios. Aparecíamos, llegábamos a los titulares mundiales, y luego desapareceríamos. Y, en el frenesí del hiperpatriotismo y militarismo posterior a los ataques del 9/11, fue fácil borrarnos del mapa, al menos en Norteamérica.
En cambio, Ocupa Wall Street eligió un blanco fijo. Y no ha puesto fecha límite a su presencia en este lugar. Eso es sabio. Sólo cuando te mantienes fijo puedes echar raíces. Esto es crucial. Es un hecho, en la era de la información, que demasiados movimientos brotan, como hermosas flores, pero rápidamente mueren. Es porque no tienen raíces. Y no tienen planes de largo plazo de cómo se van a sostener. Cuando llegan las tormentas, el agua se las lleva.
Ser horizontal y profundamente democrático es maravilloso. Estos principios son compatibles con el duro trabajo de construir estructuras e instituciones que sean lo suficientemente robustas para que puedan sobrellevar las tormentas que vienen. Tengo mucha fe en que esto pasará.
Algo más que este movimiento hace bien: se comprometieron con la no violencia. Se rehúsan a darle a los medios las imágenes de ventanas rotas y luchas callejeras, que tanto anhelan. Y esa tremenda disciplina ha implicado que, una y otra vez, la historia sea la deplorable y no provocada brutalidad policiaca. De la cual vimos más todavía el miércoles (día 5) por la noche. Mientras, el apoyo a este movimiento crece y crece. Más sabiduría.
Pero la gran diferencia, tras una década, es que en 1999 nos enfrentábamos al capitalismo en la cúspide de un frenético auge económico. La tasa de desempleo era baja, las carteras de acciones tenían un alto valor. Los medios estaban borrachos de dinero fácil. En aquel entonces se trataba de comenzar negocios, no cerrarlos.
Hicimos notar que la desregulación detrás del frenesí tenía un precio. Era dañino a los estándares laborales. Era dañino a los estándares medioambientales. Las empresas se volvían más poderosas que los gobiernos y eso era dañino para nuestras democracias. Pero, para ser honesta con ustedes, mientras fueran buenos tiempos, enfrentarse a un sistema económico basado en el egoísmo era una tarea difícil, al menos en los países ricos.
Diez años más tarde, parece que ya no hay países ricos. Sólo un montón de gente rica. Gente que se enriqueció saqueando la riqueza pública y agotando los recursos naturales en el mundo.
El punto es que hoy, todos pueden ver que el sistema es profundamente injusto y se sale de control a toda velocidad. El egoísmo sin restricciones ha destrozado la economía global. Y también está destrozando al mundo natural. Sobrepescamos nuestros océanos, contaminamos nuestra agua con la fracturación hidráulica y las perforaciones en aguas profundas, nos enfocamos en las formas más sucias de energía en el planeta, como las arenas bituminosas de Alberta. La atmósfera no puede absorber la cantidad de carbono que le metemos, con lo cual creamos un peligroso calentamiento. El nuevo modelo de lo normal son los desastres en serie: económico y ecológico.
Estos son los hechos. Son tan evidentes, tan obvios, que es mucho más fácil conectarse con la gente de lo que era en 1999, y construir rápido el movimiento.
Todos sabemos, o al menos intuimos, que el mundo está de cabeza: actuamos como si no tuviera fin lo que en realidad es finito: los combustibles fósiles y el espacio en la atmósfera para absorber sus emisiones. Y actuamos como si hubiera estrictos e inamovibles límites a lo que abunda: los recursos financieros para construir el tipo de sociedad que necesitamos.
La tarea de nuestro tiempo es darle la vuelta a esto: retar esta falsa escasez. Insistir en que tenemos los recursos como para construir una sociedad incluyente y decente, y al mismo tiempo respetar los verdaderos límites que la Tierra puede aguantar.
El cambio climático implica que tenemos una fecha límite para hacerlo. Esta vez, nuestro movimiento no puede distraerse, dividirse, agotarse y ser borrado del mapa por los acontecimientos. Esta vez tenemos que triunfar. Y no hablo de regular los bancos e incrementar los impuestos a los ricos, aunque eso es importante.
Me refiero a cambiar los valores subyacentes que gobiernan nuestra sociedad. Eso es difícil de acomodar en una sola demanda, amigable para los medios. Y también es difícil resolver cómo hacerlo. Pero, no por ser difícil se vuelve menos urgente.
Eso es lo que veo que ocurre en esta plaza. En la manera en que se alimentan unos a otros, se dan calor unos a otros, comparten información libremente y se proveen de servicios de salud, clases de meditación y talleres. Mi letrero favorito aquí es: Me importas. En una cultura que entrena a la gente a evitar la mirada del otro, a decir, deja que se muera, eso es una declaración profundamente radical.
Peleamos contra las más poderosas fuerzas económicas y políticas del planeta. Eso asusta. Y conforme este movimiento crezca, de fortaleza en fortaleza, asustará cada vez más. Siempre estén concientes de que habrá la tentación de cambiar de blanco, a uno más chico, como, por ejemplo, la persona a tu lado. No caigas en la tentación. Esta vez, tratémonos como si planeáramos trabajar uno al lado del otro, en la lucha, durante muchos, muchos años. Porque la labor que tenemos ante nosotros demanda nada menos que eso.
Tratemos a este hermoso movimiento como si fuera la cosa más importante en el mundo. Porque lo es. Realmente lo es.

www.naomiklein.org.Twitter: @naomiaklein.

Este texto es el discurso que dio el pasado 6 de octubre en la Plaza Libertad, ante los participantes en Ocupa Wall Street. Fue publicado en el periódico que editan los manifestantes,The Occupied Wall Street Journal.Traducción: Tania Molina Ramírez.

sábado, abril 25, 2009

MUY IMPORTANTE: Darle una releída a la "Doctrina del Shock"

En estos momentos de "influenza" valdría la pena darle una releída a la "Doctrina del Shock" de Naomi Klein. En este libro la autora plantea las estrategias de shock de los gobiernos capitalistas para que las sociedades se sometan a políticas que si no estuviesen en shock no aceptarían. El shock reduce a un estado infantil, pues induce regresión de la personalidad. Se es más susceptible a la sugestión y hay mayor propensión a obedecer a quien promete protegernos.

Hoy aparecen titulares preocupantes: Antivirales, no vacuna, solución si no hay contagio masivo: Ssa Se vive una situación de emergencia, dice Calderón ante el Consejo de Salubridad OMS advierte que brote de gripe porcina es muy grave. EE.UU. advierte de que no podrá contener virus de la gripe porcina. La confirmación de la peor pesadilla para México..., Hasta ahora, 68 muertos por epidemia de influenza (este titular miente pues en el texto dice que sólo son 20 los muertos por el virus porcino).

A pesar de estos titulares alarmantes tenemos que en San Luis Potosí no se han tomado las medidas del DF a pesar de que también ha habido casos. Por otra parte la OMS, que advierte sobre la gravedad de la probabilidad de la pandemia, concluye su reunión de emergencia sin que se asumieran decisiones. En estos momentos, la OMS sitúa los casos de gripe porcina en el grado 3 de alerta pandémica, cuando se considera que existe "poca o muy poca transmisión del virus de persona a persona". Es indudable que las informaciones son contradictorias. A la fecha, después del anuncio, no se ha confirmado que haya más de los 20 muertos que reportaron al inicio, ya que los otros muertos reportados sólo son "sospechosos". ¿Es posible que ya identificado el virus no se haya podido determinar si los 68 fallecimientos tuvieron como causa este tipo de influenza? No sé acerca de enfermedades virales pero de que consiguieron pánico, lo consiguieron. Ahora queda saber si ese pánico (shock) realmente tiene una sustentación científica.

Acostumbrados a la mentira gubernamental y a las matrices de opinión que los medios, sirviendo a las oligarquías, tratan de implantar para que las poblaciones acepten las decisiones arbitrarias que se toman, no se sabe qué pensar.

"Los políticos aprovechan el momento después del shock para imponer de golpe todas las políticas más dolorosas antes de que la población recobre de nuevo el equilibrio", dice Naomi Klein. El estado de shock en el que están los mexicanos puede verse:




El estado de shock es temporal y el mejor modo de resistir el shock es permanecer orientados, es saber qué es lo que nos está sucediendo y porqué. La INFORMACIÓN ES LA RESISTENCIA CONTRA EL SHOCK.

Sin dejar de cumplir con todas las recomendaciones sanitarias para evitar contagios, tomemos esto en consideración y mantengámonos serenos y atentos.

Una síntesis de la Doctrina del Shock puede verse en este link: http://www.paidos.com/ficha.aspx?cod=45151

domingo, abril 19, 2009

Glosario del desencanto

Naomi Klein
The Nation

Traducido para Rebelión por S. Seguí

No todo va de maravilla en Obamafanland, y no está muy claro a qué puede ser debido el cambio de humor. Quizás sea debido al rancio aroma que emana del último rescate bancario realizado por el Departamento del Tesoro. O a la noticia de que el principal asesor económico del presidente, Larry Summers, ganó millones de dólares con los mismos bancos y fondos de alto riesgo de Wall Street a los que ahora protege de una nueva regulación. O quizás comenzó antes, con el silencio de Obama durante el ataque de Israel a Gaza.

Sea cual sea la gota que colmó el vaso, un creciente número de entusiastas seguidores de Obama están comenzando a entrever la posibilidad de que su hombre no vaya, en realidad, a salvar el mundo, por mucha esperanza que pongamos en ello.

Lo que, después de todo, es una buena cosa. Si la cultura de superfans que llevó a Obama al poder ha de transformarse en un movimiento político independiente con suficiente fuerza para producir programas capaces de hacer frente a la actual crisis, vamos a tener que dejarnos, todos, de esperanzas y comenzar con las demandas.

No obstante, un primer paso consiste en comprender totalmente esa tierra de nadie en que se hallan muchos movimientos progresistas estadounidenses. Para conseguirlo, necesitamos una serie de nuevos términos, específicos para este momento de Obama. Ahí van unos cuantos.

Resaca de esperanza. Al igual que la otra, la resaca de esperanza proviene de un exceso de alguna sustancia que en su momento tenía buen sabor, pero que a fin de cuentas no era muy saludable, y que ha llevado a sentimientos de remordimiento e incluso de vergüenza. Frase tipo: “Cuando escuché el discurso económico de Obama el corazón me arrebató. Pero más tarde, cuando intenté contarle a un amigo los planes del presidente para los millones de despidos y ejecuciones hipotecarias me di cuenta de que no tenía nada que decir. Tengo una resaca de esperanza de mil demonios.”

Montaña rusa de esperanza. Como las otras montañas rusas, ésta describe las emocionantes subidas y bajadas de la era de Obama, los virajes que llevan de la alegría de tener un presidente que promueve la educación sobre sexo seguro al desaliento de ver que se ha descartado la posibilidad de alcanzar un sistema de salud de pagador único, precisamente en un momento en que podría hacerse realidad. Frase tipo: “Flipé cuando Obama dijo que iba a cerrar Guantánamo, pero ahora quieren asegurarse de que los prisioneros de Bagram no disfrutan de ningún derecho. ¡Paren esta montaña rusa que me apeo!”

Nostalgia de esperanza. Como en la más corriente, la gente afectada por la nostalgia de esperanza es intensamente nostálgica. Echa a faltar el subidón de optimismo de la campaña electoral y sigue intentando volver a capturar ese cálido y esperanzado sentimiento; generalmente, utiliza para ello la exageración del significado de acciones decentes relativamente leves realizadas por Obama. Frase tipo: “Estaba realmente afectado de nostalgia de esperanza por la escalada en Afganistán, cuando vi un vídeo de YouTube con Michelle en su huerto de cultivo orgánico y tuve la sensación de que estábamos de nuevo en el día de toma de posesión. Pero unas horas más tarde, cuando me enteré de que el gobierno de Obama iba a boicotear una importante conferencia de las Naciones Unidas sobre el racismo, la nostalgia de esperanza regresó con toda su fuerza. Así que me dediqué a mirar fotos de Michelle vestida con ropas diseñadas por modistas independientes de diferentes orígenes étnicos. Algo de ayuda sí fue.”

Colgados de la esperanza. A medida que retrocede la esperanza, el colgado de la esperanza, como el colgado de la droga, vive en el recogimiento, intentando cualquier cosa para apartarse de la sustancia en cuestión. (Se trata de un estado relacionado con la nostalgia de la esperanza, pero más grave y que afecta sobre todo a varones de mediana edad). Frase tipo: “Joe me ha dicho que está convencido de que Obama metió a Summers deliberadamente en todo esto para que meta la pata con lo del plan de salvamento bancario, lo que dejaría a Obama con la excusa que necesita para hacer lo que realmente quiere hacer: nacionalizar los bancos y convertirlos en cooperativas de crédito. Está realmente colgado (de la esperanza), este Joe.”

Esperanza destrozada. Como el amante que está con el corazón destrozado, la fan de Obama con la esperanza destrozada no está enfadada, sino terriblemente triste. Proyectó en su ídolo una serie de poderes mesiánicos y ahora está desconsolada en su desencanto. Frase tipo: “Creía sinceramente que Obama nos obligaría, por fin, a hacer frente al legado del esclavismo en este país, y a iniciar una conversación nacional seria sobre cuestiones de raza. Pero, ahora, resulta que nunca menciona el tema, y está utilizando argumentos legales bastante retorcidos para no afrontar siquiera los crímenes de los años de Bush. Cada vez que lo oigo decir “Sigamos adelante”, me destroza la esperanza otra vez.”

Retroceso de la esperanza. Como cualquier otro retroceso mecánico, se trata de un cambio de dirección de 180o de todo lo relacionado con Obama. Los que sufren esta dolencia fueron en su día los evangelistas más apasionados de Obama, y hoy son sus más acerbos críticos. Frase tipo: “Por lo menos, con Bush todos sabíamos que era un cretino. Ahora tenemos las mismas guerras, las mismas cárceles sin ley, la misma corrupción en Washington, pero todos estamos tan pirados como esos personajes de The Stepford Wives. Vaya un retroceso de la esperanza.”

Al comentar estas dolencias relacionadas con la esperanza, me pregunto qué diría el recientemente fallecido Studs Terkel de nuestra resaca de esperanza. Sin duda nos hubiera recomendado no ceder al desánimo. Hace poco eché mano de uno de sus libros, Hope Dies Last (La esperanza es lo último que muere), y no tuve que ir muy lejos: el libro comienza con estas palabras: “La esperanza nunca ha goteado desde arriba, siempre ha surgido de la base.”

Con esto queda todo dicho. La apelación a la esperanza fue un lema estupendo para un candidato presidencial que no contaba entre los favoritos. Pero como postura del presidente del país más poderoso de la tierra, es peligrosamente deferente. La tarea que tenemos a medida que seguimos adelante –como le gusta decir a Obama– no es abandonar la esperanza, sino encontrar lugares más apropiados para ella: fábricas, vecindarios y escuelas, lugares en los que las tácticas de las sentadas (sit-ins) y las ocupaciones de instalaciones están viviendo un resurgimiento.

El politólogo Sam Gindin escribía hace poco que el movimiento obrero puede hacer algo más que proteger el statu quo. Puede exigir, por ejemplo, que las fábricas de automóviles que han sido cerradas se conviertan en futuras fábricas verdes, en las que se puedan fabricar vehículos de transporte público basados en sistemas de energía renovables. Gidin escribe: “Ser realista implica retirar la esperanza de los discursos y ponerla en las manos de los trabajadores.”

Lo cual me lleva a la última entrada de este glosario:

Esperanza por la base: Frase tipo: “Ya va siendo hora de dejar de creer que la esperanza nos vendrá dada desde arriba, y comenzar a impulsarla desde abajo, por la base.”

http://www.thenation.com/doc/20090504/klein?rel=hp_currently

jueves, febrero 12, 2009

MEJOR QUE SE VAYAN TODOS

Naomi Klein, economista canadiense, una de los gurus de la era Global

Viendo a las multitudes en Islandia blandiendo y golpeando ollas y cacerolas hasta hacer caer a su gobierno me acordaba yo de una popular consigna coreada en los círculos anticapitalistas en 2002: "Ustedes son Enron; nosotros, la Argentina".

Su mensaje era suficientemente simple. Ustedes –políticos y altos ejecutivos amalgamados en alguna que otra cumbre comercial­ son como los temerarios estafadores ejecutivos de Enron (claro que entonces no sabíamos ni la mitad de lo ocurrido)­. Nosotros –el populacho mantenido al margen­ somos como los argentinos, quienes, en medio de una crisis económica misteriosamente parecida a la nuestra, salieron a la calle con ollas y cacerolas al grito de: "Que se vayan todos". Forzaron la dimisión de cuatro presidentes en menos de tres semanas. Lo que hizo única la rebelión argentina de 2001-2002 fue que no iba dirigida contra ningún partido político concreto, ni tampoco contra la corrupción en abstracto. Su objetivo era el modelo económico dominante: fue la primera revuelta de una nación contra el capitalismo desregulado de nuestros días.Ha tomado su tiempo, pero, finalmente, desde Islandia hasta Letonia, pasando por Corea del Sur y Grecia, el resto del mundo está llegando al mismo resultado: ¡que se vayan todos!Las estoicas matriarcas islandesas que sacaban sus cacerolas mientras sus hijos buscaban proyectiles en el frigorífico (huevos, desde luego, ¿también yogures?) reproducen las tácticas que se hicieron famosas en Buenos Aires. Un eco de la rabia colectiva contra unas elites que destruyeron un país otrora próspero pensando salir de rositas. Como dijo Gudrun Jonsdottir, una oficinista islandesa de 36 años: "Estoy hasta el moño de todos esto. No me fío del gobierno, no me fío de los bancos, no me fío de los partidos políticos y no me fío del FMI. Teníamos un país estupendo, y se lo han cargado".Otro eco: en Reikiavik, los manifestantes no se conforman con un mero cambio de rostros en la cúspide (aunque la nueva primera ministra sea una lesbiana). Exigen ayudas al pueblo, no a los bancos; investigación penal de la debacle; y una profunda reforma electoral.Parecidas exigencias pueden oírse en Letonia, cuya economía ha experimentado la contracción más drástica dentro de la Unión Europea y en donde el gobierno se halla al borde del precipicio. Durante semanas, la capital se ha visto sacudida por protestas, incluidos unos disturbios en toda regla el pasado 13 de enero. Como en Islandia, los letones están indignados por la negativa de sus dirigentes a aceptar la menor responsabilidad por la catástrofe. Preguntado por la Televisión Bloomberg por las causas de la crisis, el ministro de finanzas letón soltó displicentemente: "ninguna en especial".Pero los disturbios letones sí son especiales: las mismas políticas que permitieron al "Tigre Báltico" crecer a una tasa del 12% en 2006, están ahora causando una violenta contracción que se estima del 10% para este año: el dinero, emancipado de toda barrera, viene tan prontamente como se va, tras rellenar, eso sí, algunos bolsillos políticos. No es casual que muchas de las catástrofes de hoy sean los "milagros" de ayer: Irlanda, Estonia, Islandia, Letonia.Pero todavía hay algo más argentinesco en el aire. En 2001, los dirigentes argentinos respondieron a la crisis con un brutal paquete de austeridad dictado por el FMI: 9 mil millones de dólares de recorte del gasto público, señaladamente en sanidad y educación. Lo que se reveló un error fatal. Los sindicatos de los trabajadores realizaron una huelga general, los maestros sacaron sus clases a la calle, y por doquiera proseguían las protestas.Esa misma negativa de los de abajo a ser inmolados en la crisis es lo que une hoy a muchos manifestantes de todo el mundo. En Letonia, buena parte de la cólera popular se ha centrado en las medidas gubernamentales de austeridad –despidos masivos, recorte de servicios sociales y brusca disminución de los salarios en el sector público­ tomadas para hacer méritos ante el FMI, de quien se espera un préstamo de urgencia: no, definitivamente, nada ha cambiado. Las revueltas del pasado diciembre en Grecia fueron desencadenadas por el asesinato a tiros por la policía de un adolescente de 15 años. Pero lo que las mantiene vivas, con los agricultores recogiendo el testigo de los estudiantes, es la general cólera que despierta en el pueblo griego la respuesta del gobierno a la crisis: se ofrece a los bancos un rescate por valor de 36 mil millones de dólares, mientras se recortan las pensiones de los trabajadores y se da a los campesinos poco más que nada. A pesar de las molestias causadas por el bloqueo de carreteras de los tractores, el 78% de los griegos opina que las exigencias de los agricultores son razonables. Análogamente en Francia, en donde la reciente huelga general –desencadenada en parte por los planes del presidente Sarkozy de reducir espectacularmente el número de profesores­ se atrajo el apoyo del 70% de la población.Acaso el hilo más robusto que atraviesa a toda esa revuelta global sea el rechazo a la lógica de la "política extraordinaria", por emplear la expresión acuñada por el político polaco Leszek Balcerowicz para describir el modo en que los políticos acostumbran ahora a ignorar las disposiciones legislativas para avilantarse a "reformas" de todo punto impopulares. Un ardid que está dejando de funcionar, como acaba de descubrir ahora el gobierno de Corea del Sur. En diciembre pasado, el partido gobernante trató de servirse de la crisis en curso para lanzarse a un más que discutible acuerdo de libre comercio con los EEUU. Llevando a nuevos extremos la política de puertas cerradas, los legisladores se cerraron a cal y canto en la Cámara para poder votar en privado: defendieron la puerta con mesas, sillas y butacas. Los políticos de la oposición no se dejaron impresionar: con martillos percutores y sierras eléctricas, echaron la puerta abajo y entraron en el Parlamento organizando una sentada que habría de durar doce días. Se aplazó el voto, a fin de permitir un mayor debate. Una victoria para un nuevo tipo de "política extraordinaria".Aquí, en Canadá, la política es notoriamente menos pronta a escenas chocarreras que terminan en YouTube, pero tampoco ha estado exenta de sorprendentes acontecimientos. El pasado octubre, el Partido Conservador ganó las elecciones nacionales con un programa sin ambición. Seis semanas después, nuestro primer ministro tory se sacaba de la chistera un proyecto presupuestario que privaba del derecho de huelga a los trabajadores del sector público, abolía la financiación pública de los partidos políticos y no contenía el menor atisbo de estímulo económico. Los partidos de oposición replicaron con la formación de una coalición histórica, que no consiguió hacerse con el poder sólo porque se suspendió abruptamente la sesión parlamentaria. Los tories han regresado ahora con un presupuesto revisado: las políticas extremistas de derecha han desaparecido, y hay un paquete de estímulos económicos.La pauta es clara: los gobiernos que responden a la crisis creada por la ideología de libre mercado con una acrecida dosis de la desacreditada medicina, no sobrevivirán al intento. Como están gritando en la calle los estudiantes italianos: "No pagaremos por vuestra crisis".Naomi Klein es autora de numerosos libros, incluido el más reciente The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism .

domingo, enero 11, 2009

¿Quiere acabar con la violencia en Gaza? Boicotee a Israel

Naomi Klein
The Nation

Traducido para Rebelión por LB

Ha llegado el momento. Hace mucho que llegó. La mejor estrategia para poner fin a la cada vez más sangrienta ocupación es convertir a Israel en objetivo del tipo de movimiento mundial que puso fin al régimen de apartheid en Sudáfrica.

En julio del 2005 una gran coalición de grupos palestinos diseñó planes para hacer justamente eso. Hicieron un llamamiento a "la gente de conciencia de todo el mundo para imponer amplios boicots y adoptar contra Israel iniciativas de desinversión similares a las adoptadas contra Sudáfrica en la época del apartheid". Había nacido la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).

Cada día que Israel aplasta a Gaza más conversos se adhieren a la causa del BDS y las pláticas de alto el fuego no hacen que disminuya el ritmo de ese movimiento.

La campaña de boicot a Israel está comenzando a recibir apoyos incluso entre los judíos de Israel. En pleno ataque a Gaza unos 500 israelíes, decenas de ellos conocidos artistas y académicos, enviaron una carta a los embajadores extranjeros destacados en Israel. En ella hacían un llamamiento para "la inmediata adopción de medidas restrictivas y sanciones" y dibujaban un claro paralelismo con la lucha antiapartheid. "El boicot contra Sudáfrica fue eficaz, pero a Israel se la trata con guantes de seda... Este respaldo internacional debe cesar".

Sin embargo, incluso ante estos inequívocos llamamientos muchos de nosotros no podemos ir allí. Las razones son complejas, emocionales y comprensibles. Y simplemente no son lo suficientemente buenas. Las sanciones económicas son las herramientas más eficaces de que dispone el arsenal de la no violencia. Renunciar a ellas raya en la complicidad activa. A continuación exponemos las cuatro principales objeciones que se hacen a la estrategia del BDS, acompañadas de sus correspondientes refutaciones.

1. Las medidas punitivas no servirán para persuadir a los israelíes sino para acrecentar su hostilidad. El mundo ha intentado lo que solía llamarse "compromiso constructivo" y ha fracasado estrepitosamente. Desde 2006 Israel ha ido aumentando constantemente su nivel de criminalidad: ampliando asentamientos, iniciando una atroz guerra contra el Líbano e imponiendo un castigo colectivo a Gaza a través del brutal bloqueo. A pesar de esa escalada Israel no ha sufrido ningún castigo, sino todo lo contrario. Las armas y los 3.000 millones de dólares anuales de ayuda que los USA envían a Israel son solo el principio. A lo largo de este período clave Israel se ha beneficiado de una notable mejora en sus actividades diplomáticas, culturales y comerciales con gran número de aliados. Por ejemplo, en 2007 Israel se convirtió en el primer país no latinoamericano en firmar un acuerdo de libre comercio con Mercosur. En los nueve primeros meses del 2008 las exportaciones israelíes a Canadá aumentaron el 45%. Un nuevo acuerdo comercial con la Unión Europea duplicará las exportaciones israelíes de alimentos procesados. Y el 8 de diciembre los ministros europeos "mejoraron" el Acuerdo de Asociación UE-Israel, una recompensa por la que Israel suspiraba desde hace mucho tiempo.

Este es el contexto en el que los dirigentes israelíes comenzaron su última guerra confiando en que no les iba a suponer costos significativos. Es notable que tras más de siete días de guerra el índice de referencia de la Bolsa de Valores de Tel Aviv haya subido un 10.7%. Cuando no funcionan las zanahorias es preciso recurrir a los palos.

2. Israel no es Sudáfrica.

Por supuesto que no lo es. La relevancia del modelo sudafricano es que demuestra que las tácticas del BDS pueden ser eficaces cuando medidas más suaves (protestas, peticiones, cabildeos) han fracasado. Y en los territorios palestinos ocupados se detectan inequívocos y profundamente angustiosos ecos del "apartheid" de Sudáfrica: documentos de identidad y permisos de viaje de colores distintos, viviendas arrasadas y expulsiones forzosas, carreteras para uso exclusivo de los colonos judíos. Ronnie Kasrils, un destacado político de Sudáfrica, dijo que la arquitectura de segregación que observó en Cisjordania y Gaza es "infinitamente peor que el apartheid". Eso fue en el 2007, antes de que Israel comenzara su guerra total contra la prisión a cielo abierto que es Gaza.

3. ¿Por qué elegir a Israel como único objetivo de la campaña BDS, cuando los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países occidentales hacen lo mismo en Irak y Afganistán?

El boicot no es un dogma sino una táctica. La razón por la que la estrategia del BDS deba ser intentada contra Israel es de tipo práctico: en un país tan pequeño y dependiente del comercio podría dar resultados.

4. Los boicots cortan los canales de comunicación; lo que necesitamos es más diálogo, no menos.

Voy a responder a esta objeción con una historia personal. Durante ocho años mis libros han sido publicados en Israel por una casa comercial llamada Babel. Pero cuando publiqué The Shock Doctrine quise respetar el boicot. Con el asesoramiento de activistas de BDS, entre ellos el maravilloso escritor John Berger, me puse en contacto con una pequeña editorial llamada Andalus. Andalus es una editorial militante profundamente involucrada en el movimiento de lucha contra la ocupación israelí y la única editorial israelí dedicada exclusivamente a la traducción al hebreo de libros árabes. Redactamos un contrato para garantizar que todos los ingresos procedentes de la venta del libro sean destinados al trabajo de Andalus, sin reservarme nada para mí. En otras palabras, estoy boicoteando la economía israelí pero no a los israelíes.

Sacar adelante nuestro modesto plan de publicación requirió docenas de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes instantáneos entre Tel Aviv, Ramallah, París, Toronto y la ciudad de Gaza. Lo que quiero decir es lo siguiente: desde el momento en que se empieza a aplicar una estrategia de boicot el diálogo aumenta dramáticamente. Y ¿por qué no debería hacerlo? Para construir un movimiento se requiere un flujo de comunicación incesante, como recordarán muchos activistas de la lucha antiapartheid. El argumento de que apoyar los boicots significará romper los lazos entre unos y otros es particularmente engañoso habida cuenta de la variedad de tecnologías de la información que tenemos al alcance de las manos a precio módico. Estamos inundados de formas para transmitir nuestros argumentos a través de las fronteras nacionales. No hay boicot que nos pueda detener.

Justamente ahora muchos orgullosos sionistas se están preparando para obtener beneficios récord. ¿Acaso no es cierto que muchos de esos juguetes de alta tecnología proceden de parques de investigación israelíes, líderes del mundo en infotecnología? Sí, es cierto, pero no todos ellos van a salir beneficiados. Varios días después de iniciado el asalto israelí contra Gaza, Richard Ramsey, director gerente de una empresa británica de telecomunicaciones especializada en servicios de voz via Internet, envió un correo electrónico a la empresa de tecnología israelí MobileMax: "Como consecuencia de la acción emprendida por el gobierno israelí en los últimos días ya no estamos en condiciones de considerar seguir haciendo negocios con usted o con ninguna otra empresa israelí".

Ramsey dice que su decisión no fue política. Simplemente, no quieren perder clientes. "No podemos permitirnos el lujo de perder a uno solo de nuestros clientes", explica, "de modo que se trata de una decisión comercial puramente defensiva".

Fue este tipo de frío cálculo empresarial lo que llevó a muchas empresas a retirarse de Sudáfrica hace dos décadas. Y es precisamente el tipo de cálculo sobre el que se asienta nuestra esperanza más realista de lograr la justicia negada durante tanto tiempo a Palestina.

Fuente: http://www.alternet.org/story/118332/

sábado, noviembre 22, 2008

Elogio a una turbulenta transición

Naomi Klein

Mientras más detalles son revelados, más obvio resulta que el manejo de Washington del rescate de Wall Street no solamente es incompetente. Raya en lo criminal.

En un momento de gran pánico, a finales de septiembre, el Departamento del Tesoro estadunidense promovió de manera unilateral un cambio radical en los impuestos pagados por las fusiones de bancos, un cambio que la industria durante mucho tiempo buscó obtener. A pesar de que esto privará al gobierno de hasta 140 mil millones de dólares en ingresos fiscales, los legisladores se enteraron ya que estaba consumado el hecho. Según The Washington Post, más de una docena de abogados fiscales coincidieron en que “no era competencia del Departamento del Tesoro emitir una notificación [de un cambio fiscal]”.

También son de dudosa legalidad los acuerdos de activos que el Departamento del Tesoro negoció con muchos de los bancos de Estados Unidos. Según el congresista Barney Frank, uno de los arquitectos de la legislación que permite los acuerdos, “cualquier uso de estos fondos para un propósito distinto a los préstamos (para bonificaciones, para indemnizaciones por despido, para dividendos, para adquisiciones de otras instituciones, etcétera) es una violación de la ley”. Sin embargo, así es como se están usando los fondos.

Luego están los casi 2 billones de dólares que la Reserva Federal entregó como préstamos de emergencia. Resulta increíble que la Reserva Federal no haya revelado qué corporaciones han recibido estos préstamos o qué ha aceptado en garantía. Bloomberg News opina que este secreto viola la ley y ha presentado una demanda federal para que se dé a conocer la información.

A pesar de toda esta potencial delincuencia, los demócratas defienden la administración o se rehúsan a intervenir. “Sólo hay un presidente a la vez”, escuchamos decir a Barack Obama. Es cierto. Pero cada privilegiado acuerdo del débil periodo final de la administración de George W. Bush amenaza con menguar la habilidad de Obama de cumplir con su promesa de un cambio. Por mencionar un caso, los 140 mil millones de dólares ausentes del ingreso fiscal son casi el monto programado para el programa de energías renovables de Obama. Éste le debe a la gente que lo eligió llamarlo por su nombre: un sigiloso intento de minar el proceso electoral. Sí, sólo hay un presidente a la vez, pero ese presidente necesitaba el apoyo de demócratas con poder, incluyendo a Obama, para que se aprobara el rescate. Ahora que queda claro que la administración de Bush está violando los términos que ambos partidos acordaron, los demócratas no sólo tienen el derecho, sino la grave responsabilidad de intervenir enérgicamente.

Sospecho que la verdadera razón por la cual los demócratas hasta ahora han fracasado en tomar acción tiene menos que ver con el protocolo presidencial que con el miedo: miedo de que la bolsa de valores, que tiene el temperamento de un niño consentido de dos años de edad, hará otro de sus berrinches capaces de sacudir al mundo. Revelar los nombres de quiénes reciben los préstamos federales, nos dicen, podría provocar que el irritable mercado apueste en contra de esos bancos. Si cuestionas la legalidad de los acuerdos de activos pasa lo mismo. Si retas el regalo fiscal de 140 mil millones de dólares podría pasar lo mismo. “Ninguno de nosotros quiere ser culpado de arruinar estas fusiones y crear una nueva Gran Depresión”, explicó un asesor legislativo que mantuvo el anonimato.

Los demócratas, incluyendo a Obama, parecen pensar que la necesidad de calmar al mercado debería gobernar todas las decisiones económicas clave en el periodo de transición. Ésta es la razón por la cual, justo días después de la eufórica victoria del “cambio”, el mantra repentinamente cambió a “una suave transición, sin complicaciones” y “continuidad”.

Tomemos como ejemplo la elección del jefe de equipo. A pesar de que los republicanos cacarean acerca de que es ferozmente partidista, Rahm Emanuel, el demócrata de la Cámara baja que recibió la mayor cantidad de donativos del sector financiero, envía un indudable mensaje tranquilizador a Wall Street. Cuando se le preguntó en This week with George Stephanopoulos [Esta semana con George Stephanopoulos, en ABC News. N de la T] si Obama entraría rápido en acción para incrementar los impuestos de los ricos, como prometió, Emanuel deliberadamente no contestó.

Esta misma lógica de consentir al mercado debería, nos dicen, guiar la elección del secretario del Tesoro. Stuart Varney, de Fox News, explicó que tanto Larry Summers, quien tuvo ese cargo bajo la administración de Bill Clinton, como el ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker “darían gran confianza al mercado”. Aprendimos de Joe Scarborough, de MSNBC, que Summers es el hombre “que a la Calle [se refiere a Wall Street. N de la T] más le gustaría”.

Que quede claro por qué. “La Calle” ovacionaría la asignación de Summers por la misma razón que el resto de nosotros deberíamos temerla: porque los corredores de bolsa asumirán que Summers, campeón de la desregula- ción financiera durante la administración de Clinton, ofrecerá una transición tan suave que prácticamente ni cuenta nos daremos de que ocurrió. En cambio, alguien como Sheila Bair, presidenta de la FDIC [la agencia federal de seguro de depósitos], despertaría miedo en la Calle, por todas las razones correctas.

Sabemos una cosa con certeza: que el mercado reaccionará con violencia a cualquier señal de que hay un nuevo sheriff en el pueblo que podría imponer regulaciones serias, invertir en la gente y suspender el dinero gratuito a las corporaciones. En pocas palabras, se puede confiar en que los mercados voten exactamente en el sentido contrario del que los estadunidenses acaban de hacerlo. (Una reciente encuesta de USA Today/Gallup encontró que 60 por ciento de los estadunidenses está muy en favor de imponer “regulaciones más estrictas a las instituciones financieras”, mientras que sólo 21 por ciento está en favor de apoyar a las empresas financieras.)

No hay manera de reconciliar el voto del público por un cambio con el clamor del mercado por más de lo mismo. Las buenas noticias son que una vez que quede claro que las nuevas reglas se aplicarán a todos los niveles y con imparcialidad, el mercado se estabilizará y se ajustará. Además, esta turbulencia no puede ser más oportuna. En los pasados tres meses, nos han conmocionado tan frecuentemente que la estabilidad del mercado sería una mayor sorpresa. Eso le da a Obama una ventana para ignorar los llamados en favor de una transición sin dificultades y para primero hacer lo difícil. Pocos lo podrían culpar de una crisis que claramente comenzó antes o echarle la culpa por cumplir con los deseos del electorado. Mientras más se espere, sin embargo, más se diluyen las memorias. A la hora de transferir el poder de un régimen funcional y digno de confianza, todos favorecen una transición suave. Cuando se sale de una era marcada por la delincuencia y por una ideología en bancarrota, un poco de turbulencia al principio sería una muy buena señal.

© Naomi Klein 2008

Traducción: Tania Molina Ramírez

domingo, noviembre 02, 2008

El rescate, saqueo final de Bush

Naomi Klein*

En los días finales de la campaña presidencial, muchos republicanos parecen haberse dado por vencidos. Pero eso no significa que estén descansando. Si quieren ver verdadero trabajo duro republicano, vean la energía que le pusieron a sacar por la puerta grandes porciones del rescate de 700 mil millones de dólares. En una reciente sesión de la comisión bancaria del Senado, el republicano Bob Corker estaba obsesionado con esta tarea y con una clara fecha límite en mente: la toma de posesión presidencial. “¿Cuánto crees que pueda gastarse de aquí al 20 de enero o algo así?” Le preguntó Corker a Neel Kashkari, el ex banquero de 35 años encargado del rescate.

Cuando los colonizadores europeos se dieron cuenta de que no tenían de otra más que entregar el poder a la población originaria del lugar, muchas veces se enfocaron en despojar a la tesorería local de su oro y llevarse el valioso ganado. Si eran realmente desagradables, como los portugueses en Mozambique a mediados de los años 70, vertían concreto por los huecos de los elevadores. La pandilla de Bush prefiere instrumentos burocráticos: subastas de “activos en riesgo” y el “programa de adquisición de acciones”. Pero no se vayan con la finta: la meta es la misma que la de los derrotados portugueses: un último frenético saqueo de la riqueza pública antes de entregar las llaves de la caja fuerte.

¿De qué otra manera serían lógicas las bizarras decisiones que han dominado la asignación del dinero del rescate? Cuando la administración de Bush anunció que inyectaría 250 mil millones de dólares a los bancos estadunidenses a cambio de acciones, el plan fue descrito por muchos como “nacionalización parcial”: una medida radical que se necesitaba para que los bancos comenzaran de nuevo a prestar dinero. De hecho, no ha habido ninguna nacionalización, parcial o no. Los contribuyentes no han adquirido un control significativo, razón por la cual los bancos pueden gastarse su inesperada ganancia como quieran (en bonificaciones, fusiones, ahorros…) y el gobierno no puede hacer otra cosa que rogar que utilicen una parte en préstamos.

Entonces, ¿cuál es el verdadero propósito del rescate? Me temo que es algo mucho más ambicioso que un regalo que se da una sola vez a los grandes negocios: este rescate está diseñado para seguir saqueando al Departamento del Tesoro durante años. Recuerden, la preocupación principal entre los grandes jugadores en el mercado, en específico los bancos, no es la falta de crédito sino los maltrechos precios de sus acciones. Los inversionistas han perdido la confianza en la honestidad de los bancos, y con razón. Aquí es donde el capital del Departamento del Tesoro rinde frutos.

Al comprar acciones en estas instituciones, el Departamento del Tesoro lanza el mensaje al mercado de que son una apuesta segura. ¿Por qué segura? Porque el gobierno no puede darse el lujo de que fracase. Si estas compañías se meten en problemas, los inversionistas pueden suponer que el gobierno seguirá encontrando más dinero, ya que permitir que se derrumben significaría perder sus primeras inversiones de capital (nomás miren a AIG). Esa atadura del interés público a las compañías privadas es el verdadero propósito del plan de rescate: el secretario del Tesoro Henry Paulson le está entregando a todas las compañías que son admitidas en el programa –que podrían ser miles– una implícita garantía del Departamento de Tesoro. Para inversionistas asustadizos en busca de lugares seguros para meter su dinero, estos acuerdos de capital serán aún más reconfortantes que una calificación Triple A de Moody’s.

Un seguro como ese no tiene precio. Pero para los bancos, la mejor parte es que el gobierno les paga –en algunos casos miles de millones de dólares– por aceptar su aprobación. Para los contribuyentes, en cambio, todo el plan es muy riesgoso, y podría costarle significativamente más que la idea original de Paulson de comprar 700 mil millones de dólares en deuda tóxica. Ahora los contribuyentes no solamente están enganchados por las deudas sino, podría decirse, por el destino de cada empresa que les vende capital.

Resulta interesante que tanto Fannie Mae y Freddie Mac disfrutaron de este tipo de garantía tácita. Durante décadas el mercado comprendió que, debido a que estos jugadores privados estaban enredados con el gobierno, el Tío Sam siempre saldría al rescate. Era el peor de todos los mundos. No sólo se privatizaban las ganancias mientras los riesgos se socializaban, sino que además el respaldo gubernamental implícito creaba poderosos incentivos para hacer imprudentes inversiones.

Ahora, con el nuevo programa de adquisición de acciones, Paulson tomó el desacreditado modelo de Fannie y Freddie y lo aplicó a una enorme franja de la industria bancaria privada. Y una vez más, no hay razón alguna para rehuir de apuestas riesgosas: sobre todo ya que el Departamento del Tesoro no le ha exigido a los bancos que dejen los instrumentos financieros de alto riesgo a cambio de los dólares de los contribuyentes.

Para documentar nuestro optimismo, el gobierno federal también reveló ilimitadas garantías públicas para muchas cuentas de depósito bancarias. Ah, y por si esto no fuera suficiente, el Departamento del Tesoro promueve que los bancos se fusionen entre sí, asegurándose así de que las únicas instituciones que queden en pie sean “demasiado grandes como para fracasar”. Se le está diciendo, de tres maneras distintas, al mercado fuerte y claro que Washington no permitirá que las instituciones financieras del país se responsabilicen de las consecuencias de su comportamiento. Puede ser que ésta sea la innovación más creativa de Bush: el capitalismo sin riesgos.

Hay un atisbo de esperanza. En respuesta a la pregunta del senador Corker, al Departamento del Tesoro se le dificulta distribuir los fondos del rescate. Pidió cerca de 350 mil millones de los 700 mil millones de dólares, pero la mayor parte de éstos todavía no sale por la puerta. Mientras tanto, cada día queda más claro que el rescate fue promovido de manera fraudulenta. Nunca consistió en conseguir que los préstamos fluyeran. Siempre en convertir el Estado en una gigantesca compañía de seguros para Wall Street: una red de seguridad para la gente que menos lo necesita, subsidiado por la gente que más lo necesita.

Esta grotesca duplicidad es una oportunidad. Quien sea que gane la elección del 4 de noviembre tendrá una enorme autoridad moral. Puede ser utilizada para hacer un llamado a frenar la distribución de los fondos del rescate, no después de la toma de posesión sino ahora mismo. Todas las acuerdos deben ser renegociados inmediatamente, y que esta vez sea el pueblo el que obtenga las garantías.

Es riesgoso, claro, interrumpir el rescate. Al mercado no lo gustará. Nada podría ser más riesgoso, sin embargo, que permitir que la pandilla de Bush le dé este regalo de despedida a los grandes negocios, el regalo del que continuaría tomando.

* Naomi Klein es autora de La doctrina del shock. www.naomiklein.org.

Copyright 2008 Naomi Klein. Este texto fue publicado en The Nation.

Traducción: Tania Molina Ramírez.

jueves, septiembre 25, 2008

La ideología del libre mercado está lejos de su fin

Naomi Klein
The Guardian/Znet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Sea cual sea el significado de los eventos de esta semana, nadie debiera creer las afirmaciones exageradas de que la crisis del mercado representa la muerte de la ideología del “libre mercado.” La ideología del libre mercado ha servido siempre los intereses del capital, y su presencia sube y baja según su utilidad para esos intereses.
Durante los tiempos de la bonanza, es rentable predicar el laissez faire, porque un gobierno ausente permite que se inflen las burbujas especulativas. Cuando esas burbujas revientan, la ideología se convierte en un obstáculo, y se adormece mientras el gran gobierno parte al rescate. Pero tranquilizaos: la ideología volverá con toda su fuerza cuando los salvatajes hayan terminado. Las masivas deudas que el público está acumulando para rescatar a los especuladores pasarán entonces a formar parte de una crisis presupuestaria global que será la justificación para profundos recortes en programas sociales, y para un nuevo ímpetu para privatizar lo que queda del sector público. También nos dirán que nuestras esperanzas de un futuro verde son, lamentablemente, demasiado costosas.
Lo que no sabemos es como reaccionará el público, Hay que considerar que en Norteamérica todo el que tiene menos de 40 años creció mientras se le decía que el gobierno no puede intervenir para mejorar nuestras vidas, que el gobierno es el problema no la solución, que el laissez faire es la única opción. Ahora, repentinamente, vemos a un gobierno extremadamente activista, intensamente intervencionista, aparentemente dispuesto a hacer cualquier cosa que sea necesaria para salvar de ellos mismos a los inversionistas.
Este espectáculo provoca necesariamente la pregunta: ¿si el Estado puede intervenir para salvar a corporaciones que tomaron riesgos imprudentes en los mercados de la vivienda, por qué no puede intervenir para impedir que millones de estadounidenses sufran inminentes ejecuciones hipotecarias? De la misma manera, si 85.000 millones de dólares pueden ser puestos a disposición instantáneamente para comprar al gigante de los seguros AIG ¿por qué la atención sanitaria de pagador único – que protegería a los estadounidenses de las prácticas depredadores de las compañías de seguro de salud – parece ser un sueño tan inalcanzable? Y si cada vez más corporaciones necesitan fondos públicos para permanecer a flote ¿por qué no pueden los contribuyentes exigir a cambio cosas como topes a la paga de ejecutivos, y una garantía contra más pérdidas de puestos de trabajo?
Ahora, cuando quedó claro que los gobiernos pueden ciertamente actuar en tiempos de crisis, les será mucho más difícil pretender impotencia en el futuro. Otro cambio potencial tiene que ver con las esperanzas del mercado en cuanto a futuras privatizaciones. Durante años, los bancos globales de inversión han estado cabildeando a los políticos a favor de dos nuevos mercados: uno que provendría de la privatización de las pensiones públicas y otro resultante de una nueva ola de carreteras, puentes y sistemas de agua privatizados o parcialmente privatizados. Esos dos sueños acaban de hacerse mucho más difíciles de vender: los estadounidenses no están de humor para confiar una mayor parte de sus activos individuales y colectivos a los imprudentes tahúres de Wall Street, especialmente porque parece más que probable que los contribuyentes tendrán que pagar para recuperar sus propios activos cuando reviente la próxima burbuja.
Ahora, con el descarrilamiento de las conversaciones en la Organización Mundial de Comercio, esta crisis también podría ser un catalizador para un enfoque radicalmente alternativo a la regulación de los mercados y sistemas financieros mundiales. Ya estamos viendo un movimiento hacia la “soberanía alimentaria” en el mundo en desarrollo, en lugar de dejar el acceso a los alimentos a la merced de los caprichos de los negociantes de materias primas. El momento puede haber llegado finalmente para ideas como impuestos al comercio, que retrasaría la inversión especulativa, así como para otros controles del capital global.
Y ahora, cuando nacionalización ya no es una palabrota, las compañías de petróleo y gas debieran tener cuidado: alguien tendrá que pagar por el giro hacia un futuro más verde, y tiene mucho sentido que el grueso de los fondos provengan del sector altamente rentable que tiene la mayor responsabilidad por nuestra crisis climática. Ciertamente tiene más sentido que crear otra peligrosa burbuja en el comercio de carbono.
Pero la crisis que estamos presenciando pide cambios más profundos. El motivo por el que se permitió que proliferaran esos préstamos chatarra no fue sólo porque los reguladores no comprendieron el riesgo. Es porque tenemos un sistema económico que mide nuestra salud colectiva exclusivamente sobre la base del aumento del PIB. Mientras los préstamos chatarra alimentaban el crecimiento económico, nuestros gobiernos los apoyaron activamente. De modo que lo que hay que cuestionar realmente debido a la crisis es el compromiso indiscutido con el crecimiento a todo precio. Esta crisis debiera llevarnos a un camino radicalmente diferente en la forma en la que nuestras sociedades miden la salud y el progreso.
Nada de esto, sin embargo, sucederá sin una inmensa presión pública sobre los políticos en este período crucial. Y no se trata de un cabildeo cortés sino de una vuelta a las calles y al tipo de acción directa que produjo el Nuevo Trato en los años treinta. Sin eso, habrá cambios superficiales y un retorno, lo más rápido posible, a los negocios como si tal cosa.

http://www.zcommunications.org/znet/viewArticle/18889