Mostrando las entradas con la etiqueta Michel Balivo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Michel Balivo. Mostrar todas las entradas

martes, mayo 12, 2009

Cuando dios nos da la espalda…

Michel Balivo

(Buscando a tientas en las sombras de lo desconocido)

Hubo algún momento, más sicológico que espacio temporal o histórico, en que la acumulación de experiencia en memoria generación tras generación, se aceleró al punto de hacernos sentir que caminábamos y caminábamos sin movernos realmente, porque los ciclos naturales se repetían y repetían dándonos la sensación de estar siempre en el mismo lugar.
Los más aventureros recorrieron el mundo completo para terminar uniendo el punto de llegada con el de partida una vez que cerraban el círculo. Y aunque en ese recorrido conquistaran medio mundo y todos los honores humanos, terminaban sintiéndose hombrecitos como todos, a los que solo les esperaba un cajoncito de madera y la descomposición de su cuerpo bajo tierra.
Entonces surgió la imperiosa necesidad de una dirección trascendente al rítmico repetirse de las estaciones cual reloj biológico. Una referencia cierta de avanzar, crecer, ganar terreno realmente. Una expresión de ese deseo fue aquella sentencia de la lógica racional, de que A siempre es igual a A y no puede jamás convertirse en B.
Lo cual es una abstracción imaginaria de la experiencia natural, donde todo se transforma y la vida misma huele a muerte, a descomposición, a retorno de los elementos a su sencillez original. Estas bases rudimentarias del pensamiento científico permitieron la acumulación de conocimiento, el desarrollo de lenguajes y escrituras especializados, que ya no se referían a la experiencia en el mundo, sino a lo que pensábamos, reflexionábamos, racionalizábamos de ella.
De ese modo las nuevas generaciones, en la medida de su acceso al conocimiento y su aplicación, se fueron liberando de las anteriores al no ser ya dependientes de la transmisión de boca a oído. Este conocimiento nos permite por ejemplo, construir un cohete y ponerlo en un punto del tiempo y el espacio que desconocemos, del que solo tenemos coordenadas imaginarias dentro de una red mental que hemos proyectado sobre el cosmos.
Y para todo ello no hacen falta ni tienen ninguna utilidad los sentimientos, la moral, el honor, la dignidad ni nada eso. Basta el necesario conocimiento y recursos, el evitar errores técnicos y todo el mundo puede repetir y constatar la experiencia. Parece pues una serie de reglas de universal validez. Por eso es un conocimiento pragmático.
Eso nos lo deja en claro la señora Hilary Clinton, cuando ante el senado responde que el intento de aislar al presidente Chávez por ocho años no dio muy buenos resultados. El es muy amigable y se fue a otras partes en búsqueda de negocios, y consiguió amigos que no convienen a nuestros intereses.
Así que ahora le estrechamos la mano, le sonreímos, le damos unos golpecitos en el hombro ante las cámaras como señal de beneplácito, y el da espaldas a nuestros enemigos y se viene con nosotros. Porque a fin de cuenta, como todos, lo que busca es hacer buenos negocios. ¿Y con quien más se puede y desearía cualquiera hacer negocios, que con los más ricos y poderosos, casi con el mismo Dios?
Todo eso de solidaridad y complementación entre los pueblos, no son más que cosas de personas y pueblos pobres e impotentes. Solo un disfraz para sus verdaderos intereses e intenciones. El presidente Obama, remata diciendo que en verdad no cree poner en peligro los intereses de EEUU dándole la mano amablemente, porque su poder de armamento es muchas veces superior al de Venezuela. Más claro hay que echarle agua.
Y lo mejor, es que no están mintiendo sino relatando su experiencia. Ellos aprendieron a planificar a futuros mediatos y lejanos y a concretar sus objetivos. No hablamos de 5 o 10 años, sino de cien, doscientos o quinientos si fueran necesarios según la amplitud del reto. Y pragmáticamente se convirtieron en la primera potencia del primer mundo. ¿O no?
¿Va quedando claro entonces cuales son los intereses de EEUU? ¿Vamos entendiendo qué es lo que reacciona ante nuestros intentos de soberanía? Estamos ante la visión y la fe de un pueblo. (Una raíz cultural tan mesiánica por ejemplo, como la milenaria visión que continúa guiando a Israel a futuro. Solo que expresada en términos racionales ya que en ese entorno se forjó. Fue la primera que hizo una separación entre la iglesia y el Estado laico por ejemplo).
Una visión a largo plazo. Fundamentada en herramientas que han demostrado hasta la saciedad su operatividad. Fueron el fundamento racional que pusimos en medio de la ciclicidad natural de nuestros cuerpos y sus sentidos. Nos dieron una dirección superadora y comprobable en los hechos, que abrió un camino y una referencia cierta “fuera de lo natural” y sus limitaciones. Ese conocimiento nos llevó a revolucionarnos económica y culturalmente.
Sin importar cuales fueran nuestras creencias, bastaba reiterar esas fórmulas para obtener los mismos resultados. ¿No es eso pura magia para una mentalidad sujeta a los determinismos de la ciclicidad natural? Hay que darse cuenta que en medio de esa mentalidad cíclica, surgió la visión de un futuro posible. Y esa visión fue concibiendo y creando las herramientas necesarias para traerlo a ser, para hacerlo presente y experimentable.
Sus resultados concretos los tenemos ante nuestras miradas y los experimentamos en este mundo moderno de transportes y comunicaciones, que aceleran el movimiento reduciendo cada vez más los tiempos y distancias iniciales de esa mirada. Hay que entender ese maravilloso proceso que desde la impotencia hizo posible desplazar la energía vital, sicológica, hasta lograr que esas visiones de futuro se sintieran posibles y nos movilizaran a la acción.
En pos de algo que solo existía en nuestra mente, en nuestra imaginación. Porque es obvio que en el paisaje, en el mundo no existía nada de eso. Era y sigue siendo aunque nos pase desapercibido, una maravillosa creación mental. Un salto desde el predominio de la memoria ancestral hacia el futuro imaginado. Que a su vez no era sino proyección de lo reconocido en nuestra experiencia. Pero era un salto intuitivo, una inspiración profunda. Era una iluminación, un elevado vuelo de la mente humana, que acelerada íntimamente, con la misma materia prima elaboraba una mirada totalmente diferente, nueva.
Sin embargo, si bien la mente cíclica, natural, tiene sus limitaciones, también la racional las tiene. Porque pese a todos sus logros, depende de un cuerpito que no importa cuales sean sus logros y cuantas veces recorra el mundo que hoy le muestran esos apéndices de sus ojos, los satélites, va a terminar nuevamente a los elementos desde los cuales se organizó.
Además parece que los seres humanos somos resistentes a abandonar por la fuerza nuestros sentimientos, creencias y hábitos. Y pese a todo el respeto que nos inspiran sus logros económicos y tecnológicos, sus recursos y su poder, no logran manejarnos como dóciles y predecibles piezas de su pragmático mecano o rompecabezas.
Ni siquiera con sus técnicas de manipulación sicológica, potenciada por los medios masivos de comunicación, logran imponer sus objetivos. Eso no puede estar más claro en el Medio Oriente por ejemplo. Donde la violencia desatada en Irak y Afganistán se está desplazando a Pakistán. Y resulta que Pakistán y La India, por esas veleidades de los poderosos, disponen de armamento nuclear y ya se han enfrentado tres veces en guerras.
Por lo que si el desorden y la violencia se generalizan, la situación se les va de las manos y de nada les sirve su conocimiento pragmatico, su poder se vuelve humo y comienza a devolverse contra ellos. A tal punto ha llegado el descontrol, que la OEA ha propuesto el retorno de Cuba, y la ONU le ha impuesto sanciones económicas a Israel por la destrucción en Palestina.
Y EEUU le ha exigido, al menos ante las cámaras y para que todos lo escucharan por tanto, que tiene que haber dos Estados. Aunque a muchos no les guste tienen que dejar de construir y abandonar asentamientos, tienen que respetar los acuerdos alcanzados, no con declaraciones de buena fe, sino mostrándole hechos.
Pareciera entonces que esa dirección mental precisa, capaz de concebir futuros y traerlos a ser, concretarlos en los hechos, esa visión pragmática que considera al planeta como un buen mercado donde hacer negocios, tampoco es del todo una dirección cierta de crecimiento y realización.
Se le ha pasado por alto y desconocía por ejemplo, que los recursos naturales resultarían limitados al incrementarse el nivel de consumo más allá de su capacidad para reprocesarlos. Y una civilización que no es capaz de generar sus propios recursos no es evidentemente viable ni autosuficiente, sino altamente dependiente, vulnerable y parásita.
Al llegar a estas circunstancias extremas, da la impresión de que los sentimientos no eran tan despreciables ni prescindibles, como nos parecieron en un principio de euforia por las enormes posibilidades que se abrían. Tal vez a nivel sentido, hasta corporal, como función natural que somos, sabíamos o intuíamos emocional y moralmente lo que no podíamos conocer entonces racional o lógicamente.
Resulta paradójico encontrarnos hoy en día el renacer de la sensibilidad humana, la declaración del día de la Madre Tierra o Pacha Mama, y enterarnos de que muchos pueblos dejaron asentados en sus tradiciones, con mucha precisión, más de la esperada “en unos supersticiosos”, los acontecimientos y hasta las fechas posibles de lo que hoy estamos presenciando, experimentando boquiabiertos.
Volviéndonos un poco románticos, podríamos hasta decir que en nuestros cuerpos como en el ecosistema, estaba escrita, dibujada la arquitectura interna de la existencia. Por lo cual podíamos de modos diferentes al racional, presentir, conocer esencialmente sin tanto desarrollo especializado, nuestra estrecha e interdependiente relación con todo lo existente, y las inevitables consecuencias de la violencia, de dañar lo viviente.
Pero por la vía del desarrollo del conocimiento racional, nos tomó cientos, miles de años, desarrollar en visiones, en imaginación, en pensamiento y comprobar en los hechos lo que ya sabíamos intuitivamente. Y así, como aquél que caminando hacia el norte recorrió el mundo entero para volver al sur, estamos de nuevo en el punto de partida, aunque un poco más resabidos.
Creemos en cielos que son moradas de los dioses y que serán premios post mortem para los que cumplan con las leyes divinas. Concebimos y construimos ingenios que nos llevan con precisión a la luna, sondas que nos informan las condiciones de Marte. Pero destruimos la Tierra y esclavizamos sus criaturas. Producimos alimentos y enseres como nunca, pero condenamos a miles de millones al hambre, la enfermedad y la muerte.
Da la impresión de que pese a todo lo que sabemos, continuamos aún buscando a tientas en lo desconocido una dirección cierta de crecimiento. La filosofía se vuelve impotente ante las exigencias de un mundo fáctico, y la ciencia y su tecnología lo hacen ante nuestros anhelos íntimos de felicidad, de paz, justicia, hermandad.
Por eso tras muchos caminos, tras una larga huella que podemos ver al mirar atrás, todo este recorrido de aciertos y errores, de dolores y placeres, vuelve a soñar un nuevo hombre, un mundo mejor. Esta vez ya no estamos en una época materialista sino energética. Esas energías a las que dimos formas y nombre de dioses, de fuerzas naturales.
Energías síquicas que se han manifestado creativamente transfigurando la faz del mundo cíclico, fuerzas naturales que la ciencia nos ha permitido manejar y canalizar para convertirlas en el movimiento acelerado del ser humano y su mundo a punto de revolucionarse. Y sin embargo, paradójicamente no sabemos que cosa sean esas energías y fuerzas. Como no sabemos que es la vida ni qué somos nosotros.
En estos días veíamos, gracias al satélite Vensat o Simón Bolívar, lanzado hace unos meses desde China y con su colaboración, en imágenes que parecían casi interplanetarias por la secuencia en que llegaban, la inauguración y “el fogonazo” del primer pozo de gas en plataformas marinas, aguas afuera. Lo cual marca un hito histórico para Venezuela.
En medio de la lógica celebración, “vi” la Venezuela del futuro que estamos trayendo a ser. Una Venezuela rica en energía y por tanto reservorio planetario para el desarrollo del siguiente siglo. Pero a diferencia del siglo anterior, un futuro que viene acompañado de una nueva sensibilidad, tal vez resultado del escarmiento de la experiencia sufrida, del círculo cerrado.
El futuro ya no lo vislumbramos como un mecano insensible de piezas reemplazables. Sino como la indispensable solidaridad y complementación entre los hombres, pueblos y naciones, que verdaderamente nos permitirá dejar atrás una organización generadora de fuerzas centrífugas, disipadoras, desintegradoras.
Para entrar en una generadora de fuerzas centrípetas, integradoras, que posibilitarán un desarrollo endógeno. Desde el centro de gravedad hacia la periferia. Solo que el centro de gravedad esta vez no es la visión del mundo, sino el ser humano postergado. La liberación del creador encadenado a sus máquinas e instituciones, esclavizado a sus creaciones.
Así la vida, la historia, el tiempo, sean lo que sean, giran una vez más sobre sí mismos para recomenzar. En su corazón un poderoso presentimiento, una intuición que la ciencia en muchos sentidos ayudó a develar. No es lo mismo una morada celestial post mortem cual premio de una vida de obediencia a incomprensibles leyes.
No, no es lo mismo que reconocer, ser concientes que nuestras emociones profundas, aunque no podamos entenderlas racionalmente, dan testimonio de lo que la existencia es, de lo que somos. Ahora sabemos que ir contra la vida, fue estúpido e ignorante y estaba condenado al fracaso desde su mismo primer paso. Porque es igual que ir contra nosotros mismos.
Sabemos que crecer implica reconocernos iguales a todo lo existente, tratarnos con la misma consideración y respeto. Lo supimos siempre, desde niños. Hoy lo conocemos también como dato y experiencia racional. Por eso las emociones y lo femenino vuelven a ser incluidas en la conciencia, como iguales o hermanas del intelecto, como iguales del cuerpo.
Es un cierre de ciclo, una moraleja y un nuevo principio. El entusiasmo de la nueva aventura comenzará a ser sentida como posible e irá sustituyendo progresivamente al fastidio y cansancio por lo agotado. Sentir la inmensidad ilimitada del espacio y del tiempo, una vez nos pase el susto y la sorpresa, nos liberará de la estrecha cárcel del ego en que nos sentimos atrapados, paralizados, casi sin poder respirar.
En el tiempo que viví en la Gran Sabana, tuve oportunidad de convivir con los indígenas originarios de esas tierras. Ellos me narraron que sus tradiciones dicen que la Pacha Mama es un ser vivo que se anonadó a su mínima expresión para que el ser humano, una de sus criaturas, pudiera jugar libremente en el jardín de su imaginación.
Pero los tiempos han de llegar y están llegando, en que la Madre Tierra comience a elevar su vibración y a evidenciar su movimiento, su vitalidad, su ser viviente, que es también el de todas sus criaturas claro está. Esa es la razón de la “inevitabilidad” de los fenómenos naturales y sociales que hoy presenciamos y experimentamos.

lunes, mayo 04, 2009

El imperio se desinfla


Michel Balivo

(Bosquejando al gran desconocido)

Lo he dicho muchas veces y seguramente lo diré muchas más. Porque me parece fundamental para dinamizar la conciencia, para revolucionar la siquis, el pensamiento. Sin lo cual no hay verdadera revolución posible. O como dicen, sin revolucionarios no hay revolución. Nosotros somos la revolución, el espíritu, el principio de todo cambio.
Si no nos reconocemos el verbo de todo sujeto y adjetivo, si no nos revolucionamos no hay posible revolución. ¿Quién haría la revolución? ¿Las instituciones, el dinero, las máquinas, la burocracia y los negociantes, la inercia de los hábitos y creencias que solo quieren seguridad, continuidad de sus privilegios y por tanto se oponen y resisten a todo cambio, a toda justicia, a toda igualdad?
“Todo es y vale según con qué lo comparemos”. Creo que no hay mejor demostración de eso que la ecuación de la relatividad, donde masa, energía, velocidad, espacio, tiempo, son totalmente interdependientes entre si. Si alteras cualesquiera de esos componentes, variables o elementos, alteras todos los demás.
En consecuencia, ninguno de esos elementos es un principio, ninguno es en y por si mismo, no pueden definirse sino en relación, relativamente a los demás. Por lo tanto todos son simultaneidades, concomitancias, ninguno es el originador, la causa de los demás, ninguno puede autodefinirse. Todos son manifestación de un principio aún desapercibido, no reconocido.
Y en el mismo sentido la revolución bolivariana, boliviana, ecuatoriana, son simultaneidades de una misma causa estructural. El Alba, los tratados de justo comercio entre los pueblos, Petro Caribe, y todas las iniciativas de complementación, son importantes o intrascendentes según con qué los compares y el momento en que lo hagas.
Si miras por ejemplo el intercambio comercial del primer mundo, o inclusive el de Argentina y Brasil en términos cuantitativos económicos puramente, de seguro que toda la iniciativa de complementación solidaria entre pueblos parecerá muy pobre, escuálida. Sin embargo en un segundo momento, resulta que la economía de los países desarrollados se ralentiza, comienza a desmoronarse, las fábricas quiebran y los trabajadores se quedan en la calle.
Mientras que en Venezuela continúa disminuyendo el desempleo, se mantiene y aumenta en algunos casos la inversión social y los sueldos, se decreta inamovilidad laboral, se continúan las obras de infraestructura. Y no es que Venezuela no sea afectada por la crisis económica global. ¿Cómo podría no serlo si el petróleo en pocos meses ha pasado de 150 dólares a 30, y es su principal fuente de ingresos?
Se trata de que las pérdidas por desvíos y creciente concentración en cada vez menos manos del capital productivo, por explotación y especulación, no se socializan, no las pagan los trabajadores, los pobres. Por el contrario el capital se reorienta crecientemente hacia su verdadera función, financiar fuentes productivas para satisfacer las necesidades esenciales de quienes producen. Empresas sociales.
Para un pensamiento orgánico un hecho es un hecho y punto. Las variables que en él participan ya son miradas construidas histórica y generacionalmente, con los elementos que cada época cree reconocer en un fenómeno que percibe y de algún modo experimenta. Con las relaciones lógicas o analógicas que luego establece entre las variables que cree reconocer.
Por ejemplo hablamos de energía y siquis desde hace siglos, no son términos modernos. Sin embargo hasta hace muy poco no disponíamos de aparatos, de apéndices que ampliaran nuestros sentidos, hasta el punto de poder comprobar nuestras concepciones o creencias en los hechos.
Por eso, esas cualidades se asignaron a los dioses, a la naturaleza y a los seres humanos alternativamente. Pero los hechos siguen siendo los hechos y el creer que suceden de un modo u otro no cambia nada. Lo realmente importante es poder reproducir las condiciones en que ellos suceden y reiterarlos a voluntad.
Porque entonces se convierten en herramientas operativas que mejoran nuestra calidad de vida, en eficiencia que ahorra esfuerzo, que multiplica nuestro poder de acción, de transformación de las relaciones económicas y culturales. En los hechos entonces, trascendemos nuestros hábitos y creencias. En los hechos trascendemos los determinismos naturales y humanos a que estábamos sujetos y ejercemos, ampliamos nuestra libertad de elegir entre alternativas.
Los aparatos anticonceptivos nos dieron muchas más alternativas, cambiaron y dinamizaron mucho más la organización, instituciones y las relaciones sociales, que todas las creencias y hábitos ancestrales al respecto. Podremos opinar que antes o ahora es mejor o peor, pero a nivel de hechos, eso ya es una alternativa posible y opera cambios, sobre todo para la mujer.
Ahora bien, en medio del desmoronamiento de nuestras creencias y hábitos ancestrales, centenarios, milenarios, ¿cuánto vale, cual es la dimensión de una dirección de acción social que está demostrando en los hechos que es viable, que complementa el hacer y las capacidades de los pueblos en lugar de enfrentarlos en interminable violencia destructiva?
Porque nuestra historia parece un juego cíclico de construcción y destrucción. De hecho parece que no supiéramos cambiar sin destruir todo lo trabajosamente edificado primero. Aunque también es cierto que para el desconcierto de nuestras creencias y apegos a las cosas, han sido accidentes trágicos los que han activado y desplegado verdaderas capacidades de pueblos. Como el de Japón tras la destrucción inimaginable de la bomba atómica.
Hoy los hechos ponen al descubierto, al desnudo para que podamos ver a través de nuestras creencias, un modelo estructural que colapsa y se destruye a si mismo desde dentro. Un tropismo cuya misma inercia acumulada en una dirección, pone inevitablemente en evidencia sus contradicciones, limitaciones y alcances inherentes.
Su arquitectura interna, mental, no permite ya su viabilidad, sus resultados lo hacen ahora visible para todo el que mira sin anteojeras. Tanto la nueva sensibilidad que aflora y se hace reconocible en la voluntad para llevar a los hechos, las siempre postergadas ideologías también centenarias de justicia, paz, hermandad.
Como la resistencia del viejo mundo, (llamado desarrollado), que se desmorona, son diferentes caras del mismo modelo o paradigma mental, del mismo hecho estructural y sus posibilidades implícitas que ya han llegado a su máxima expresión. Y no me refiero solo a la economía. Las variables en acción desbordan toda imaginación de resultados posibles.
La aceleración de hechos desencadenada va por delante del conocimiento disponible, de la imaginación lanzada a aprehender posibles consecuencias o futuros. Tenemos la alteración irreversible de los llamados elementos naturales, climáticos, que implican también la de la producción de alimentos, que solo es posible dentro de un marco estacional estable.
Tenemos los múltiples virus en continua mutación, más allá de la especulación del tratamiento mediático que se les de. Tenemos las hambrunas y muertes, no solo en los países subdesarrollados. Porque los desarrollados ya emprendieron ese camino también, además de que no están libres de las devastadoras catástrofes naturales.
Todas estas variables interactúan simultánea y estructuralmente, haciendo imposible imaginar no ya el futuro distante, sino las novedades con que despertaremos cada día, no solo colectiva sino también personalmente. Por tanto la alternativa no es si el ecosistema y nosotros como función suya que somos, vamos a cambiar.
Ya estamos en pleno cambio sin importar con que tipo de ante o tapa ojeras, pesimistas u optimistas, temerosas o alegres lo estemos observando, interpretando. El viejo modelo ya se está desintegrando, muriendo, estamos viviendo y experimentando sus estertores. El tema, la alternativa entonces, parece más bien ser si estamos dispuestos y en capacidad de despertar de las viejas creencias y hábitos, que se apoyaban y sustentaban en, que eran el correlato de condiciones ya inexistentes.
Para comprender estos fenómenos sicológicos, de los que tanto hablamos sin entender ni poder en consecuencia hacer demasiado, hace falta preguntarse por ejemplo, ¿por qué el imperio nos parecía un gigante invencible, y de repente hace agua por todas partes, surgen y se implementan múltiples visiones alternativas, y por mucho que grite desaforadamente o haga gentil show mediático, cada vez se le nota más su impotencia y menos asusta?
Esa es justamente la secuencia de las creencias desbordadas y desgastadas por la fuerza de los hechos, que impactan y afectan directamente, sin intermediarios, sin importar lo que creamos o digamos, nuestras formas de vida. Obligándonos a reaccionar adaptativa o desadaptativamente, aflorando una dormida y soterrada sensibilidad.
Esa secuencia se aprecia claramente si prestamos atención al interés, al deseo sexual. Hay un momento donde el sistema de tensiones creciente se traduce a imágenes de intimidad sexual. En esos momentos experimentamos sensaciones que no tienen un correlato en sentidos externos. Sentimos un enorme y poderoso pene que cual espada o columna puede atravesar lo que sea. Una cálida, húmeda y prometedora de todos los placeres caverna en la cual penetrar. Casi como volver al paraíso perdido, al hogar infantil.
Estaríamos dispuestos a hacer cualquier barbaridad, a dar la misma vida por concretar ese sueño. Pero consumado ese acto, descargadas las tensiones, en un segundo momento, todo el sueño desaparece y solo queda la percepción externa, tal vez acompañada por la frustración de la enorme y ya desinflada expectativa anterior. Algo similar nos sucede cuando magnificamos a un imperio, o lo que es lo mismo, cuando proyectamos nuestra sensación de pequeñez e impotencia como su grandeza y poder.
Por eso decía que, todo es según con qué lo compares y el momento en que lo hagas. Abusando de las analogías, podríamos entonces tal vez decir que el imperio es como una muñeca inflable, y por tanto también desinflable según cambie el trasfondo sicológico y fáctico. Podríamos decir que no es la fuerza del imperio quien decrece o cede, sino la nuestra la que se incrementa.
Pero digamos lo que digamos, los hechos siguen siendo los mismos. Hoy en día nos dicen que somos una civilización materialista, apegada a los objetos, consumista. Tal vez sea así, pero a mi me surgen serias dudas cuando veo como destruimos todo lo que tanto esfuerzo nos ha costado edificar.
Tal vez sea destruir para volver a construir lo que nos apasione. Tal vez sea la libertad de elegir entre alternativas, reconocer y superar los determinismos ancestrales, cambiar las aburridas rutinas entre las que quedamos desapercibidamente atrapados, lo que realmente nos guste y deseamos. Solo que aún no hemos logrado descubrir como hacerlo sin violencia.
Como yo lo veo, sin importar demasiado lo que unos y otros creamos, estamos todos montados en un tren de hechos que avanza acelerándose inexorablemente. Mas que de mirar cada cual en la dirección que nos imponen nuestras anteojeras, se trata entonces de mantener la dirección y el equilibrio del movimiento para que no se descarrile.
Despertar de los hábitos y creencias, abrir los ojos o deshipnotizar nuestras miradas de las imágenes que las seducen, implica volver a proporcionar la minusválida o discapacitada imágen de nosotros mismos, de lo humano. Es un poco como el cuento del genio atrapado por largos siglos en una botella, cuya fuerza creativa es capaz de complacer todos los deseos de quien lo libere.
¿Quién concibe, crea, cree y queda atrapada luego dentro de sus propias concepciones? ¿Quién siente la fuerza de los dioses o de la naturaleza y les da forma, les pone nombre, les construye imágenes a su propia semejanza? ¿Quién se arrodilla luego y adora la grandeza o pequeñez de sus propios sentimientos y creaciones externalizada?
Como dije al principio, nosotros somos la grandeza o pequeñez de nuestras concepciones y obras. Si el creador no se reconoce a si mismo se convierte en esclavo de sus creaciones, si el revolucionario no se reconoce motor de todo acontecer, si no se reconoce en las consecuencias de sus propios hechos, entonces no puede haber revolución.
Porque la revolución no solo es la aceleración del ritmo evolutivo habitual, sino el deseo de realizarlo intencionalmente. De ampliar su conocimiento y manejo, es decir su conciencia. Ya el Ché Guevara hablada del nuevo hombre y de la revolución continua, que no dependiera de circunstancias externas que van y vienen.
Es en la conciencia, según los niveles que operen y las funciones que estos cumplan, que se organizan formas, objetos de conciencia, con las sensaciones o información de sentidos internos y externos. Es en la conciencia que se produce esa particular alquimia.
Así por ejemplo, defendiendo la inercia del sueño, el mismo sistema de tensiones e imaginería que en la vigilia se dispara cual acto o conducta sexual, con sensaciones de cuerpos y materia resistente al tacto, en el sueño se expresa cual “sueños húmedos” que cumplen la misma función de descarga y sin los inconvenientes de los objetos fijos e intenciones vigílicas.
Pero también en la conciencia se organizan los ideales de El-Ella, ya los llamemos Adán-Eva o Lilith-Abraxas. Intangibles modelos que caminan delante de la humanidad guiándola a futuro, hacia su destino.
También en la conciencia se organizan los mitos, sueños o ideales de hermandad, justicia y paz, que tras cientos, a veces milenios se conductualizan en pueblos que no tienen relación aparente con aquellos que los plasmaron en formas, pero que comparten de algún modo sus sistemas de tensiones y los modos de traducirlos a imagen.
Y aquél principio desapercibido o aún no reconocido de toda manifestación y variables posibles, de que comencé hablando, no es entonces sino el ser humano que se busca e intenta conocerse midiendo, pesando, extendiendo en el tiempo las secuencias de objetos que su conciencia organiza y a las cuales termina creyendo sin embargo “cosas externas” existentes por si mismas, deseando poseerlas para completarse.
Es justamente por eso, que con la acumulación de carga apropiada los eventos pueden extenderse o contraerse, acelerarse o volverse difusos en vitalidad en ese otro intangible que llamamos espacio tiempo. Es justamente por eso que una experiencia puede extenderse en miles de años y llamarse historia, pero también revolucionarse y sintetizarse en décadas y hasta en instantes, despertando del tiempo cual categoría organizadora de eventos.
Creo que están llegando los tiempos en que habremos de atrevernos a aceptar nuestra grandeza, dejar de proyectarla y pretender luego encontrarla y atraparla cual atributos de las cosas que organizamos y manifestamos. Creo que está siendo ya el momento de que reconozcamos que así como somos la revolución somos también la paz.
No hay otro modo de llegar a ella que reconociendo serla y manifestándola. Todo otro camino es su postergación y por tanto generador de un estado, de una atmósfera de tensión y violencia interna, que se traduce a múltiples paisajes y caminos que no hacen sino conducirnos de frustración en frustración, de desilusión en desilusión, evidenciando finalmente su raíz.
Una vez más. Nosotros somos la revolución, nosotros somos la fuerza del acontecer. Pero para la conciencia que queda atrapada en sus creencias y hábitos, ese acontecer puede sumirla en la total frustración. Al perder su dinero o simplemente sentir que toda su visión de vida se vuelve imposible, no ver más camino que el suicidio personal y/o la muerte de otros.
Pero, para quien siente y asume esa fuerza y grandeza, para quien siente la posibilidad abriendo su conciencia al mundo como el ábrete sésamo de Aladino, para quien con fe se atreve a plasmar su intangible sentir cual dirección creciente, generosa de acción.
Para quien desobedece sus viejos temores, hábitos, fantasmas, y emprende alegremente el ilimitado futuro, la calidez de un nuevo sol amanece en el horizonte. Somos herederos de la historia, dejemos atrás ahora la prehistoria y pongamos los cimientos del nuevo acontecer. Esos cimientos no son sino una radiación de conciencia ampliada de lo que somos y podemos.

domingo, abril 26, 2009

Narciso y la Pacha Mama

Michel Balivo

(Produciendo al hombre cosa)

Escuchando los discursos de Evo Morales y Leonardo Boff en la ONU en el día de la Madre Tierra, recordé que hace años que vengo escribiendo que la existencia es una estructura de funciones interdependientes, que interactúa en simultaneidad. En sencillo eso quiere decir que todo está interactuando y relacionándose, accionando y reaccionando aquí y ahora, en presente.
Quiere decir que cualquier pequeña alteración afecta a todo el ecosistema orgánico completo y exige que todas sus funciones se ajusten y equilibren a cada alteración. Hablar de funciones en relación presente implica hablar de procesos, de dinámica. Lo cual hace incompatible nuestra concepción de cosas o personas aisladas, existentes allí afuera y siempre iguales a sí mismas.
Quiere decir que la existencia se comporta como un todo orgánico y no como un rompecabezas de partes o piezas que hay que ir armando. El “mecano” es simplemente la concepción de un pensamiento mecánico, una representación o imagen del mundo que se ha ido construyendo a medida que hemos ido cayendo en cuenta de esas interrelaciones.
Pero si la vida, cuerpos incluidos, fuese un mecano que opera o reacciona por partes, una por vez, sencillamente no existiríamos. Ya sea que pensemos en los miles de funciones que realiza simultáneamente un organismo para mantener su integridad, su equilibrio. Ya sea por la sensibilidad de una madre a las necesidades del recién nacido, eso resulta evidente.
En otras palabras, el “mecano” es una acumulación histórica social, una construcción generación tras generación de experiencia y conocimiento, que proyectamos mentalmente sobre la percepción del paisaje, sobre el mundo percibido, visto, olido, saboreado, palpado. Pero que obviamente no existe “en el mundo externo”, o en la información que los sentidos externos entregan y la conciencia organiza y relaciona en imágenes, en objetos.
Basta mirar atrás para enterarse que hace solo quinientos años en la transición medioevo-renacimiento, se ponen los fundamentos rudimentarios para el pensamiento científico. Antes predominaba el pensamiento mítico, dogmático, analógico, alegórico, asociativo, sin categorías racionales. El mundo y el ser humano no se pensaban ni trataban, no se medían como cosas, no se intentaba sacar el mayor provecho de ellos.
No estoy sacando conclusiones, ni diciendo que antes era mejor o lo es ahora, esa es una actividad que cada conciencia ha de realizar con plena libertad, porque caer en cuenta de lo que sentimos, pensamos y hacemos, ser concientes de nosotros mismos es la función superior y decisiva del ser humano dentro del ecosistema planetario. Y llegaron los tiempos de experimentar en carne propia, tomar decisiones, elegir direcciones de vida y dejar de preguntarle a papá lo que es mejor o peor para los niños.
Decía Leonardo Boff en su alocución, que hubo un tiempo en que la Madre Tierra o Pacha Mama era experimentada, sentida y pensada, tratada como una madre proveedora y protectora justamente, como un hogar, como un refugio. Pero llegó un momento en que comenzamos a sentirla como naturaleza salvaje, insensible, como un lugar agresivo e inhóspito. Y en consecuencia a querer conquistarla, domarla, doblegarla, controlarla.
Si observamos nuestra experiencia cotidiana esa transición no resulta tan extraña ni antigua. Porque eso es exactamente lo que experimentamos en la adolescencia. El hogar parental de la ingenua infancia se convierte ahora en algo demasiado estrecho, la madre, de cómoda y protectora pasa a ser anticuada y limitativa.
El padre, de ser un admirado dios todopoderoso se convierte en un simple humano, y muchas veces un mentiroso fracasado al que no deseamos parecernos por ningún motivo. Esa desilusión no se debe a cambios en los padres, sino a la activación de la sexualidad intracorporal.
Una poderosa energía cambia nuestros sistemas de tensiones y nos impulsa hacia el sexo opuesto, hacia el mundo. Se activa nuestra intencionalidad, deseamos tomar la iniciativa, experimentar de primera mano, hacer las cosas a nuestro modo. Ese es el fundamento biológico para la sustitución de lo viejo por lo nuevo, la renovación generacional.
Y claro está, a medida que el conocimiento se acumula y la ciencia produce más y más sofisticados ingenios, la educación se masifica e incluye al sexo femenino, la brecha generacional se acelera y amplía. No hace muchos decenios aún vivíamos una vida cíclica, campesina, y el pater familia administraba los bienes de la gran familia.
Hasta que no moría o se volvía incapaz de hacerlo, los hijos, nietos o bisnietos no podían tomar decisiones, las nuevas generaciones, casadas, con hijos y nietos o no, estaban sujetas a las viejas y su transmisión de hábitos y creencias. Termino de leer un artículo de cómo crían hoy en día a los animales domésticos.
Se busca la mayor eficiencia, la mayor transformación de alimentos en gramos de carne. Por lo cual los animales se inmovilizan en jaulas, se ilumina el ambiente para que no duerman, para que no pierdan tiempo en ir al matadero excitando aún más nuestra impaciencia. El resto no se los cuento, si les interesa busquen artículos al respecto para que s enteren de lo que es la eficiencia.
Tal vez ese es uno de los motivos de que las nuevas generaciones se estén volviendo vegetarianas. Comento esto porque hoy en día se habla de “formar y producir al hombre nuevo”. Yo ya nos imagino dentro de jaulas con juegos de luces, músicas, aromas y colores estudiados para estimular los efectos deseados.
Pero “la máquina de instituciones de transmisión cultural” de la etapa cíclica campesina, o de las modernas oficinas y fábricas en serie, no me parece muy diferente como intencionalidad de lograr nuestra máxima eficiencia en lo que sea que se desee y espere “sacar de nosotros”, incluyendo la conveniencia de reproducirnos o no.
Todo ello podría estudiarse como la intención de dar dirección a ese plus energético sexual adolescente e indómito, que ha de ser domado, reprimido. En última instancia esa parece ser una de las funciones con que cumple la memoria y la transmisión generacional de cultura. Y en los tiempos modernos, los medios masivos de comunicación que nos sugestionan poderosamente con su capacidad de impresionar visual y auditivamente en simultaneidad.
Si eso fuese así, una de las medidas del cambio anhelado habría de ser masificar más aún la educación, ampliar más aún la brecha generacional para poner las bases de la discontinuidad de una transmisión cultural hipnótica. En la que hoy estallan el temor, la violencia y sus fantasmas.
Pero más allá de ello estimular el caer en cuenta, la libertad de expresar lo que se siente y piensa cuando ello no implique daño para la vida. Más aún, la libertad de caer en cuenta de cómo lo que pensamos y hacemos, reproduce y nos encadena a los resultados que heredamos socialmente de generación en generación.
Entonces tal vez sería más interesante prestar atención, para caer en cuenta de cómo es que frustramos y postergamos el anhelo profundo de libertad humana, y terminamos produciendo al hombre cosa, encadenado a reproducir la continuidad de instituciones negándose a sí mismo. No es extraño que aumente la sicosis colectiva, la drogadicción, el alcoholismo, la corrupción y la delincuencia, cuando soñando libertad y felicidad, producimos cadenas más gruesas y pesadas cada día.
El señor Evo Morales, expresó ente muchos loables pensamientos y sentimientos, que la Pacha Mama era inclusive más importante que el ser humano, que ella podía arreglárselas perfectamente para existir sin nosotros, mientras que nosotros no. Por ende “nosotros éramos el problema, la piedra de tranca en el camino del planeta”.
Yo no lo expresaría exactamente así. De hecho cuando hablamos de la existencia como ecosistema orgánico, como estructuralidad de funciones que interactúan en simultaneidad, ya estamos dando por hecho que todas las funciones son manifestación simultánea, presente e imprescindible. En ese sentido ninguna es superior ni inferior, porque todas se afectan mutuamente y la continuidad de la existencia depende de su integridad.
Continuar hablando de partes separadas, externas, independientes, prescindibles, es claramente un arrastre y rezago de pensamiento mecánico, de mecanos mentales ajenos al testimonio que da la existencia. De hecho, hemos tomado miles de años para llegar nuevamente a tomar conciencia de que vivimos en un ecosistema planetario y declarar un día para recordarlo y festejarlo. O tal vez sufrirlo.
Esa ausencia absoluta de conciencia del espacio en el que somos, existimos y nos expresamos, se parece mucho al cuento o mito de Narciso que mirándose en el espejo de un lago se enamoró de su propia imagen, (se hizo una imagen de sí, se auto concibió), se ensimismó olvidando a su compañera que en venganza le hizo un hechizo o conjuro.
La interrelación entre todos los elementos del ecosistema del que os alienamos, es hoy evidente en la alteración del clima. Y el despertar del hechizo podríamos verlo como que creíamos que la dilapidación de recursos y el consumismo eran el mismo paraíso. Pero resulta que los recursos naturales no pueden reproducirse al ritmo que los consumimos y nos espera un agitado despertar del sueño y un necesario y veloz cambio de actitud y dirección de acción.
En consecuencia nuestra separación del ecosistema es solo una ilusión, sueño o mito mecanicista más, un error de concepción. Porque una vez más, los hechos demuestran que somos un ecosistema estructural de funciones interdependientes que interactúan en simultaneidad. No solamente en lo orgánico y natural como lo llamamos.
También la historia, (el conocimiento y la experiencia, las direcciones colectivas de acción), es acumulativa y se acelera produciendo la revolución económica y cultural y la sociedad global, continental y mundial. Es por eso que chocando con la fuerza de hechos desencadenada por nuestra ciencia y tecnología, llegamos inevitablemente a caer en cuenta de que vivimos en un ecosistema orgánico del que somos función, y hemos de reconocerlo y respetarlo, hemos de crecer en armonía como un todo estructural en dinámico proceso viviente.
Y en medio de, como concomitancia de esa actividad o acontecer global, ya que hablamos de simultaneidad, despierta una nueva sensibilidad que se manifiesta en los últimos diez años como nacionalizaciones de recursos naturales y servicios, como intencionalidad de distribuir mejor los dividendos públicos para palear la galopante pobreza y miseria social.
Su contra cara es un modelo económico de explotación y parasitismo, de creciente esclavitud del ser humano a sus instituciones sociales, de privatización de lo público y concentración de todos los recursos cada vez en menos manos. De crecientes hambrunas y desmoronamiento de un modelo, que de productivo se había convertido en especulativo.
Ahora, en medio de la caída libre de la economía mundial, se puede apreciar que todo ello no eran sino concomitancias de un mismo acontecer estructural, que no puede ser percibido ni entendido recogiendo y pegando pedacitos en el tiempo. Se pone en evidencia que nuestro modelo de la realidad, de la existencia, no es muy coherente con lo que la velocidad e intensidad de los hechos está forzando a entrar en el horizonte de conciencia.
Dentro de lo viejo que agotado está muriendo, y de lo nuevo que intenta nacer y desplazarlo se pueden apreciar dos tendencias básicas. La resistencia y autoafirmación de lo viejo, de la inercia némica, las instituciones culturales, los hábitos y creencias que se niegan a morir, a cambiar, y en consecuencia intentan generar la violencia y caos que los sustenta, que es su raíz, su método impositivo, autoritario.
De ese modo, particularmente en los países que intentan el cambio, poniendo al ser humano por prioridad, pero también en los que se prestaron a servir de base a la represión y persecución de lo nuevo, como en las décadas de los 60, 70 y 80, se pueden apreciar y reconocer los mismos métodos que antes nos pasaron desapercibidos a la gran mayoría.
Venezuela, Bolivia, Ecuador pueden servir de ejemplos más evidentes de lo primero, como en otro tiempo lo fueron Cuba, Nicaragua, Granada o Panamá. Mientras que México, Colombia y Perú se prestan a la paramilitarización, comercio de drogas y armas, expulsión de los campesinos de sus tierras, falseado de las elecciones, represión descarada, torturas y asesinatos. Manipulación de la información donde el victimario es presentado como la víctima.
Nada de ello es nuevo, solo que como sucede simultáneamente en muchos lugares y a velocidad e intensidad crecientes, es decir se globaliza; el contraste de las dos tendencias se hace evidente a la mirada de una misma generación, que despierta del ensueño en el que ha vivido y comienza a tomar conciencia del alcance de su dirección colectiva de acción.
Por eso digo que en esencia se trata de caer en cuenta, de conciencia de nuestras propias actividades, de conciencia de sí. De reconocimiento y revolución de nuestro pensamiento mecánico, de nuestras culturas e instituciones como fábricas y transmisoras de esclavitud, de cadenas.
Como modelos mentales, tropismos de pensamiento y conducta, hábitos y creencias que adoptamos ingenua, pasivamente, o que se imponen a base del conocido método de zanahorias y garrote, es decir por temor al castigo o la presión de chantajes emocionales variados.
Caer en cuenta de cómo es que soñando e intentando libertades y felicidades, hermandad, paz y justicia social, terminamos acumulando y encadenándonos a frustraciones, resentimientos, en fin sufrimiento mental. Todo ello es un tema de conciencia de los métodos de transmisión de experiencia y conocimiento generacional. De educación.
Y en esencia se trata de reconocer que un estado mental de temor y la cultura de la violencia resultante, se reproducen desapercibidamente por contagio. Alegorizando un poco podríamos decir que se transmiten en el aire que todos respiramos, de aliento a aliento, casi de boca a boca, de intimidad a intimidad.
Así que no se trata tanto de que estemos separados y solos en un mundo insensible, estúpido, agresivo e inhóspito. Sino que la inercia de violencia interna acumulada en memoria y transmitida de generación en generación, nos incapacita para la calidez y ternura, nos disciplina más bien para la subordinación y rigideces de un ejército social, que se mueve como un autómata sin conciencia al son de marciales marchas.
Se trata de que nuestra educación no ha puesto la prioridad en sentir, pensar, expresarnos con libertad, apuntando a caer en cuenta de la bondad o conflicto de los resultados. Materia prima de la cual la conciencia se nutre para discernir lo que le abre o cierra caminos en el mundo, decidiendo en consecuencia corregir o afirmar y desarrollar sus imágenes del mundo.
Sino más bien en respetar la autoridad, o más en concreto el temor al castigo de desobedecerla. En tragar los modelos heredados de transmisión de organización social, de lo bueno y lo malo, y repetirlos como loros, sin digerirlos. Para recibir el aplauso y beneplácito de la autoridad que se supone nos abre las puertas del mundo haciéndonos respetable y amables. Nos hace todo menos nosotros mismos. Es decir nos hace un remedo de lo que somos, una falsa o virtual construcción.
Dicho en otro lenguaje, hemos sido niños ingenuos en la madre naturaleza, hemos sido adolescentes que sentían fuerte presión interna hacia el mundo heredado, experimentado entonces como una limitación irritante, en cuyo espejo aprendimos a vernos reflejados, a auto concebirnos y crearnos imágenes de nosotros mismos. Tradujimos toda esa fuerte tensión intracorporal a racionalización, a temporalidad.
Ahora nos toca volver a ser niños, pero esta vez conscientes de si, de cómo canalizamos los niveles crecientes de tensión, de energía vital. Concientes de las relaciones trascendentes al pensamiento o concepción mecánica y el maquinismo, el industrialismo resultante en que convertimos la vida y el mundo.
Todo este pensamiento puede aún resultarnos extemporáneo a la gran mayoría, pero no sería la primera vez que ello sucede. Basta ver en el espejo retrovisor cuantas veces hemos cambiado de modos de pensar creyendo que teníamos la felicidad al alcance de las manos, a Dios tomado por las barbas.
Y si queremos un nuevo hombre y mundo, un buen principio sería orientarnos a reconocer como hemos concebido y producido esta presente imagen de nosotros mismos, esta organización social o modelo mental. Porque si por acaso resultara que hemos sido sus ingenuos creadores, entonces verdaderamente estaríamos en capacidad de reconcebirnos, de recrearnos.
Otro tema que hoy resulta difícilmente compatible con la racionalidad, es el de la religión y el amor. Porque en un mundo de pedacitos, de piezas reemplazables de máquinas en continuo y chirriante conflicto y desgaste, pareciera que solo la lucha y el caos sin fin son nuestro inevitable destino.
Sin embargo, para un pensamiento orgánico, el todo y sus funciones o partes son estructurales, interdependientes, simultáneas e inevitablemente uno. Jamás se han separado ni dividido salvo en la concepción humana, sus creencias y hábitos resultantes.
Por lo tanto amor o unidad puede ser la sustancia y el nombre de la existencia, y religión la visión y la praxis por la cual la conciencia alienada puede reconocerlo y volver a experimentarlo, resolviendo y liberándose de sus sobre tensiones, espejismos y alucinaciones.

martes, abril 21, 2009

La solución y el problema son hermanos siameses

Michel Balivo

(La danza del pulpo)

Todos tendemos a tener una opinión apoyada en un sistema de intereses o tensiones fijas que buscan resolución, no importa cuanto los disfracemos o cuan desapercibido nos resulte. La Cubre de las Américas no podía ser la excepción. Sin embargo por mucho que superpongamos una opinión intelectual o un sistema de intereses disfrazado, las vísceras, las emociones, las motricidades no pueden dejar de existir y operar.
Porque de hacerlo no podríamos satisfacer nuestras necesidades, nos desintegraríamos, dejaríamos de existir. Estamos entonces en tiempos donde lo necesario no es confrontar diferencias de ideologías, opiniones, discursos o intereses, sino reconocer que la existencia de algo no niega la existencia de otro algo, sino que la complementa.
La lógica, la razón, el signo por ejemplo, son complementarios con la alegoría, la analogía, lo irracional. De hecho si prestamos atención, notaremos que son los intereses los que se visten de razón y la usan como más les conviene, es decir que nuestra personalidad es acomodaticia y está al servicio de nuestros sueños, temores y deseos.
Nada de eso deja de existir y operar porque le superpongamos razones. Nada de eso se procesa ni resuelve porque fijemos nuestra atención y la reduzcamos a contenidos superficiales. Todas las funciones siguen operando en estructura, porque todas son necesarias y no podemos existir ni expresarnos si falta alguna de ellas.
Lo único que cambia al reducir el foco atencional, es que su relación sigue sucediendo pero ahora en copresencia atencional, resultando desapercibida para una mirada fijada en contenidos, que cree que puede elegir unos y rechazar otros, como si todo no fuese parte de ella. De nada de ello puedes prescindir ni dejarlo por el camino, solo conseguirás que te siga como la sombra tuya que es, que opere traducidamente.
Y si niegas, reprimes o traduces tus vísceras, emociones y sexualidad por ejemplo, si las sujetas a patrones ideales de un modelo social en el que han de encajar para satisfacer tus necesidades, ¿adónde crees que puedes llegar con ello? Pues es muy simple e inevitable. Te estrellarás con eso que crees que por negarlo o reprimirlo deja de existir.
Porque una vez más la vida es una estructuralidad de funciones indisoluble, porque todas ellas son necesarias, imprescindibles. A nadie se le ocurre que quitándose una pierna, brazo, ojo o riñón funcionaría mejor que con todos sus órganos o sentidos. A nadie se le ocurre dejar de usar un miembro o un sentido a pesar de disponer de él.
Sería estupido amarrarse un pie o un brazo o caminar con muletas pese a estar sano, un handicap innecesario. Sin embargo nos parece normal prescindir de o reprimir el sexo, las emociones, lo irracional, y obligar toda esa copresencia inevitable a traducirse a modelos racionales. De hecho solo lo logramos generando dolor con castigos, amenazas, chantajes, en fin negocios de pérdidas y ganancias, de palos en una mano y zanahorias en la otra.
Todo el show que montamos en una Cumbre de mandatarios, de representantes de todo aquello que negamos, reprimimos, reducimos a fríos conceptos y números, no es más que una traducción obligada de esa copresencia. Del mismo modo que un rey y su corte de nobles de sangre azul, es solo una representación de algo más elevado, digno, superior.
De “algo” que le de sentido o metas a la vida, al cíclico y sinsentido accionar para satisfacer necesidades, algo que proyecte valores sobre todo el aquelarre de esfuerzos que solo conduce a la muerte. Sin importar si la rodeamos de un florido y decorado ritual, o simplemente la vivimos y experimentamos sin intermediación, al desnudo.
Luego estamos en capacidad de imaginarnos reyes, o de suponer como los reyes desde su autoridad nos observan, y entonces sentir y mirar desde esa superioridad, así como los niños juegan a ser autoridad con sus muñecos o soldaditos. Y de ese modo incorporamos diferentes miradas desde las cuales observarnos y observar al mundo alternativamente.
¿Que son los reyes y su corte? ¿Qué representan realmente? ¿Podrían subsistir si los lacayos y la plebe no creyeran que ellos son algo especial adónde tal vez algún día podrían llegar, sin que aceptaran por un motivo u otro someter su libertad a la autoridad de algo supuestamente superior, sin que aceptaran mantener su holgazanería con su trabajo y sudor?
Tal vez en algún momento esos reyes y cortes, representaron funciones superiores que ya resonaban en la sensibilidad colectiva. Como la libertad de elegir, como la capacidad de intencionar y decidir qué dirección darle a nuestras acciones. Tal vez esa función luego fue mejor encarnada por los rudimentos del pensamiento científico, que en la edad media nos permitió concebir ingenios que multiplicaban nuestra fuerza, reducir el esfuerzo, liberarnos de él en cierta medida. Surgió entonces lo que llamamos el maquinismo, la industrialización.
Tal vez esta cumbre de las Américas represente también una nueva sensibilidad. Porque luego de que las funciones que con su esfuerzo sostuvieron el desarrollo del conocimiento, que por acumulación de los aportes de todos los pueblos y generaciones se aceleró hasta propiciar la revolución económica y cultural, hoy tiende a complementar ese esfuerzo y sudor motriz con la capacidad abstracta intelectual de elegir las mejores direcciones de acción, las mejores visiones o ideas fuerza creativas para todos.
Allí podría estar la paradoja de que nos hayamos sometido a miles de años de oprobiosas esclavitudes, para que hoy finalmente, desarrollada la capacidad de discernir direcciones de acción colectivas complementarias, útiles y buenas para todos. Sin discriminaciones de ideologías ni creencias, sin inferioridades y superioridades azules, verdes, amarillas o rojas, extraer finalmente de entre tanta ideología y ensueños, algo verdaderamente simple, bueno y útil.
En todo caso en la cumbre se mezclan los show mediáticos, el “american idol”, en fin los productos de laboratorio. Que son creados intencionalmente como cualquier hit musical, estudiando gestos y discursos y promoviéndolos, publicitándolos.
Si queremos un claro ejemplo, bastó con que el presidente Chávez le haya regalado ante las cámaras a su homólogo Obama, el libro de Galeano “Las venas abiertas de Latino América”, para que todos saliéramos corriendo a comprarlo y ya se encuentre en el número dos de los más vendidos. Y no es la primera ni la última vez que lo hace y sucede.
Pareciera que ahora los dioses y los reyes han sido encerrados en una cajita de TV, que sabe lo que es bueno para todos, nos lo aconseja y salimos corriendo sin respirar siquiera a hacerlo. Sus imágenes son como las mismas revelaciones divinas, tratadas con sacrosanto respeto y devoción por los fieles en otros tiempos.
Nadie puede negar que en esta cumbre se respiró otra atmósfera, aunque solo haya sido una representación para las cámaras y un discurso estudiado para producir los efectos deseados, algo debe haber cambiado, las circunstancias del encuentro han de haber sido diferentes para que se considerara necesario ese cambio de actitud.
Los hechos, que son el ineludible apoyo en que se sustenta y al que intenta dar dirección acorde a su conveniencia el show y la prestidigitación mediática, han de ser diferentes para que la escenografía difundida simultáneamente en tiempo real a todo el mundo, haya cambiado tanto. Si lo que se dijo coincidirá luego también con la dirección de hechos, es otra cosa.
Eso dependerá de los mismos hechos y de las actitudes de los representantes, del fundamento en hechos que tengan sus exigencias. No es el presidente Obama ni EE.UU. solamente lo que lo decidirá. Allí hay un pulpo de múltiples brazos de intereses que interviene.
Empresas, consorcios y monopolios trasnacionales, medios de comunicación, instituciones de espionaje y planificación, de financiamiento como el FMI, BM, o como la NED para financiar grupos sociales o paramilitares, estudiantes, sindicaleros o lo que fuere, entrenados para producir en los hechos los efectos de alteración y conflicto del orden social y la gobernabilidad, son una compleja trama de intereses que no necesariamente tiene los mismos objetivos todo el tiempo.
Porque todos tienden a conservar sus sueldos y privilegios. Por ello concebidos como la solución para los intereses que defienden, se convierten la mayoría de las veces en el problema. Deslindándose de esos intereses originales, ahora defienden la inercia de su continuidad. Se convierten en un nuevo interés que ya no coincide con su objetivo inicial.
Terminamos de presenciar como la inercia de los intereses financieros, que tiende mecánicamente a la concentración en cada vez menos manos y decisiones, colapsó el sistema económico mundial. Presidentes y representantes populares de todos los niveles, se evidenciaron prisioneros de esos capitales que son los que financian toda actividad.
Por tanto se vieron obligados a “salvar” una arquitectura económica parásita, desprotegiendo a los que supuestamente representan. Ahora el pueblo, el verdadero perdedor, ha de pagar “la pérdida”, además de quedarse sin empleos, ahorros ni viviendas. De ese modo la solución, la función especializada para financiar las actividades, se convirtió en el problema.
Ahora toda la sociedad, todo el ecosistema, lo viviente está a su servicio, presa de su continuidad. Por lo cual dentro de toda esta compleja red de intereses que interactúan simultaneamente tenemos uno más. Los crecientes números de gente desocupada, sin hogar, alimento ni servicios de salud, que no pueden satisfacer sus necesidades.
Es de suponerse entonces que por la misma fuerza, velocidad, intensidad de los hechos desencadenados, han de ordenarse e imponerse prioridades. ¿O acaso es posible que el show mediático, el sueño americano, el rating, el american idol y toda esa venta de imágenes insustanciales e inútiles, todo lo secundario que ha ocupado el lugar de lo esencial, siga hipnotizando, hechizando la mirada colectiva, cuando las vísceras duelen, gritan y lloran?
La actitud firme y decidida que ha ido sustituyendo en esta última década, la asustada y ferviente complacencia servil en la mayoría de los representantes del tercer mundo que acudieron a la cumbre, es señal clara de que las condiciones fácticas cambiaron. No podemos decir que hemos crecido lo suficiente para pararnos de igual a igual.
Hay multiplicidad de señales de que aún creemos relacionarnos con mayores, que han de darnos permiso o reconocernos como iguales, de que aún esperamos que alguien nos salve o ayude a hacer lo que estamos ya en perfecta capacidad de hacer. Sin embargo, era unánime de que aquellos tiempos cambiaron y ya no se nos puede tratar igual ni respondernos tonterías como a niños ignorantes, ingenuos, crédulos e impotentes.
El presidente Evo Morales contó en la cumbre del ALBA, que había leído los documentos donde en la OEA se excluye a Cuba por comunista. El se declaró comunista y marxista y dijo que si ese anacronismo era la razón, que lo excluyeran y embargaran ahora a Bolivia.
Al señor Insulza no le quedó más remedio que poner sus barbas en remojo, y proponer la desarticulación de esa ridícula decisión para la próxima reunión de la OEA. ¿Por qué ahora sí? Cuando la ONU hace muchos años que viene decidiendo por aplastante mayoría la injusticia y el final de ese embargo?
Hay que cambiar la estructura financiera mundial, hay que crear nuevas monedas internacionales que no estén en manos de ningún particular. Hay que impulsar la solidaridad, la complementación, el respeto por el medio ambiente. Ya no es un asunto de gustos o disgustos, sino de despertar del sueño mediático y darnos cuenta que está en juego la supervivencia.
Y no son solo palabras. A la cumbre de las Américas llegaron los mandatarios de la cumbre del ALBA desde Cumaná, en las costas de Venezuela, enfrente a Trinidad Tobago y a unas pocas millas marítimas. Y ya funciona un Banco del Alba que financia múltiples proyectos complementarios sin exigencias, desde el mutuo respeto y soberanía de decisiones.
Venían de aprobar el Sucre, como moneda virtual de intercambio entre los países que la componen, a los cuales se suma Ecuador y pidió su integración San Vicente y las Granadinas. Ninguno de ellos aceptó la declaración “negociada” de la cumbre de las Américas, un dinosaurio extinguido de la época de Bush. Así habrá sido la disidencia que para no hacer un papelón, el presidente anfitrión tuvo que firmarla solito en nombre de los demás.
¿Qué sucederá ahora? Habrá que observar como se mueven los múltiples tentáculos de intereses del monstruo internacional, despertándose del hechizo de las bellas palabras e imágenes mediáticas preparadas para la ocasión. Las direcciones de hechos siempre son visibles y medibles, porque ningún producto se esfuma en el aire, siempre va a parar a los bolsillos de alguien.
Ese es el problema real para los prestidigitadores y creadores de sueños, que ya no resulta tan fácil tras miles de años, convencernos de que les entreguemos el oro y la plata por vidrios de colores, alcohol y armas. Ya no nos impresionan tanto sus pomposas galas y rituales, ya no creemos que nuestra desnudez e ignorancia de sus malas artes y mañas, sea señal de nuestra inferioridad.
Si ellos sacrificaron, reprimieron su sexualidad y emociones en pos de futuras ilusiones e ideologías, ese es su tema. No pueden culparnos a nosotros de su sequedad, vaciedad, inmovilidad de caderas, insensibilidad de miradas que convierte todo lo que tocan en estatuas sin vida. No somos los culpables de que teman y odien todo lo que reprimieron y obligaron a traducirse, de que ahora deseen y adoren un mundo de cosas erotizado, fetichizado.
Liberémonos del hechizo del Dios dinero, de las cosas y el consumismo, y volvamos a la dulzura de movimiento de nuestros vientres y caderas, a la tibieza y amable alegría de nuestras relaciones, danzas y cantos, no intermediadas por sueños que solo nos han generado inútil dolor y sufrimiento mental. Y desde esa sencillez y sinceridad volvamos a reconocernos y expresar lo que realmente somos.
No nos neguemos, reprimamos y posterguemos más por cosas inexistentes y secundarias, que llevamos miles de años persiguiendo sin jamás llegar a ninguna parte, porque todo lo insustancial se nos diluye entre las manos como sueños a la luz del despertar. Llegó la hora de comprender que somos todo lo que existe, y que ese todo es estructural y complementario.
No podemos partirnos en pedazos, quedarnos con unos y desechar otros. Porque como sombras o fantasmas nos acompañarán adónde nuestra imaginación nos lleve. El cuerpo es un vehículo complementario de la mente y viceversa, como la femenino lo es de lo masculino y lo negro de lo blanco, lo superior de lo inferior. Lo uno sin lo otro no tiene sentido ni existencia.
Simplemente unos protagonistas se visten más llamativamente y adquieren roles de prima donna según las exigencias de cada momento. Pero no pueden hipnotizarse ni quedarse pegados de ello, porque al momento siguiente el baile de disfraces se termina y todos volvemos a quedar desnuditos. Algunos bailes duran miles de años, cientos, otros décadas y aún solo segundos. Pero bajo ellos siempre seguimos desnuditos, siendo lo que somos.

lunes, abril 20, 2009

Crisis es el nombre del cambio


Michel Balivo

(La revolución es una nueva canción)

Hoy en Venezuela se habla casi con naturalidad de disociación sicótica, refiriéndose a los que no logran reconocer que vivían dentro de un modelo de explotación. Por lo cual actúan como oposición a la revolución bolivariana que intenta desplazar ese modelo hacia uno más justo, equitativo, que tenga al ser humano como prioridad en lugar de apéndice secundario, utilizado según conveniencia de los que ostentan un tipo u otro de poder.
Pero la disociación es mucho más amplia y tiene raíces más profundas, que ahora con la voluntad de una nueva sensibilidad que intenta el cambio de dirección, se actualizan e intensifican con mayor fuerza e irrumpen de lo sicológico a lo público, haciéndose evidente el contraste. Esa disociación puede por ejemplo apreciarse en el momento que abstraemos el dinero o capital, de las fuerzas de trabajo y procesos de transformación de materias primas que representa.
El dinero es solo una representación, un dedo que señala hacia aquello que representa, y tiene por función facilitarlo, agilizar su intercambio. Cuando ese dinero deja de invertirse en nuevos procesos de transformación o industrias agrícolas y pecuarias para convertirse en capital especulativo. Cuando se comienza a imprimir dinero sin ningún tipo de respaldo ni control.
Cuando el capital financiero circulante multiplica diez o veinte veces lo que realmente producimos y se puede comprar y vender, cuando especulando compra y vende “paquetes” de productos inexistentes que nadie abre ni pregunta que son, y finalmente termina desmoronando toda esa arquitectura económica que negociaba con aire, ¿qué está representando entonces? ¿Qué función está cumpliendo?
Nos dicen desde el norte que la banca hizo negocios demasiados riesgosos, que hay que supervisar y regular más y mejor sus transacciones. Pero, ¿no se trataba de que el libre mercado era el mejor regulador y productor de ganancias, el verdadero posibilitador del sueño americano? ¿No se promovieron como paraísos fiscales los territorios a salvo de toda ley reguladora de capitales, decretando el fin de la historia?
¿Cuál es ese sueño americano? ¿Que el mundo y la sociedad sean una ruleta en la que todos puedan lanzar su bolita, para que uno de cada treinta y seis pueda convertirse por azar en tejanos petroleros multimillonarios con inmensas haciendas, como en “los Beberly ricos o Dallas”? Hasta donde sabemos es la fuerza del trabajo, de la experiencia y el conocimiento acumulado por las generaciones, aplicada cual tecnología a las materias primas, la que produce lo necesario a la existencia.
Sin embargo, promovemos el libre mercado de capitales financieros como el mayor productor de riquezas, es decir liberamos, desregulamos todo control sobre sus movimientos para vivir en el mejor de los mundos posibles. ¿No es eso también disociación sicótica? Si desatendemos la producción de lo necesario para la existencia en pos de fáciles ganancias especulativas, ¿Adónde se supone que nos conduce ese camino?
Yo entiendo que necesitamos producir para que todos los que participen puedan cubrir holgadamente sus necesidades, entiendo que esas cuentas puedan facilitarse traduciéndolo a números y representándolo en dinero. Pero también entiendo que cuando disociamos el dinero de aquello a lo cual representa, entonces llegamos como ahora a miles de millones de personas que no pueden satisfacer sus necesidades.
Ya sea porque no se producen ni hay alimentos disponibles, ya sea porque no tienen el dinero necesario para acceder a ellos. Si seguimos caminando por esta vía donde solo importa el dinero aunque sea producto de la usura o especulación, y todos aspiramos a abandonar el trabajo productivo, ¿qué compraremos con él? A medida que cada vez menos produzcamos, ¿comeremos y beberemos papeles de colores?
También entiendo que los robots de todo tipo pueden ser incluso más eficientes que los seres humanos en muchas tareas mecánicas. ¡Aleluya! ¡Que nos sustituyan! ¿Pero eso significa decir que ya somos inútiles y hemos de morir de hambre? Es este pensamiento que nos cosifica y nos vuelve piezas reemplazables y desechables dentro de los mecanismos, lo que está detrás de todo esto. Lo mismo puede decirse de las burbujas.
Las burbujas que antes o después chocan con un alfiler, con algo más consistente que su estructura y estallan llenándonos con su vacío, no son solo los paquetes financieros, sino todas las ilusiones y/o creencias de las que tarde o temprano la dinámica de las relaciones y los hechos nos despiertan. Todo aquello que creemos sólido, eterno, seguro y de repente se desmorona poniendo en evidencia que solo es memoria con carga, una fijación sicológica.
En ese sentido podríamos decir que todo un modelo económico y cultural que se desmorona, es un paquete de hábitos y creencias, desfasado con la dinámica de los hechos en relación con nuestro entorno humano y natural. Lo cual pone en evidencia que la estructura de la vida, de la realidad en que creíamos firmemente, de la cual éramos fieles devotos, no es coherente con lo viviente.
Habituarse, dormirse y despertar de un sueño, de una fijación sicológica, es entonces parte inevitable de la evolución. No podemos por ende hablar de revolución económica y cultural sin incluir la revolución sicológica, mental. Bueno, poder hablar podemos si eso es lo que queremos, lo que no es posible es lograrla.
En todo caso simultáneamente con el desmoronamiento de una ilusión, aflora una nueva sensibilidad continental, mundial, que pone en evidencia la acumulación de insatisfacción del ensueño, de la burbuja que estalla, en comparación con lo que poníamos en y esperábamos de ella. Ambos componentes son contra caras estructurales de las mismas circunstancias.
En ese sentido la crisis del cambio trasciende lo local, lo nacional, lo geográfico, lo personal. Ahora nos toca reconocer que nuestro planeta es un barco en el que todos navegamos por el infinito y desconocido espacio, del mismo modo que hace quinientos años venimos cayendo en cuenta de que el mundo es redondo y gira en torno al sol, que hay infinitos soles y galaxias.
En el universo, en el cosmos todo, absolutamente todo es interdependiente, es un pequeño pañuelo en el que cada acción en una dirección acumula inercia hasta que afectando los umbrales de tolerancia, interactúa con sistemas mayores, irrumpiendo nuevas variables. ¿Qué tiene que ver esto con lo que vivimos cada día, con lo que me dice o hace mi pareja?
Bueno, explícame tú los cambios que sobrevinieron luego del Renacimiento o de la teoría de la relatividad, que no eran más que fríos conceptos o suposiciones. Pero también una ampliación de la imagen del mundo, de lo que creían y les importaba en aquellos momentos, y que se vio alterado por los ingenios resultantes de la multiplicación de las relaciones implícitas en aquellas fórmulas, hasta producir las revoluciones económicas y culturales que vivimos hoy en día.
¿No es la constatación de esas más amplias y cósmicas relaciones, lo que impulsa este mundo interconectado por las tecnologías de producción, transporte y comunicación? ¿Cómo hicimos para procesar al petróleo que es el movimiento de nuestra civilización? ¿Y lo electro magnético cual veloces comunicaciones? ¿No te enteras y sufres hoy más intensa y velozmente de lo que opina tu pareja y vecino? Entonces velocidad e intensidad, son dos componentes ineludibles de lo que hoy igual que ayer sucede.
En realidad, es la velocidad e intensidad a la que hoy todo sucede, lo que hace la diferencia. La concepción mecánica de la vida, de cosas que se relacionaban con otras cosas en el tiempo, siendo unas las causas y otras las consecuencias, se apoyaba justamente en la lentitud y vitalidad difusa de los cambios.
Muchas veces pasaban decenas de generaciones antes de que un hábito o una creencia cambiaran. Por lo tanto el cambio ha sido hasta ahora más un hobbie de moda que un tema real, algo de lo que se habla en las reuniones sociales, sobre todo cuando uno no ha realizado durante el día tareas agotadoras y tiene mucha energía disponible que necesita distraer u ocupar en algo.
El cambio era un tema de películas y teatros, de obras dramáticas imaginarias, donde la intensidad se representaba con increscendos musicales. En esos guiones a los protagonistas les sucedían y debían dar respuesta en un solo o unos pocos días, a lo mismo o más que a cualquier persona normal en toda una vida
Pero hoy el cambio golpea directa, intensa, aceleradamente nuestros hábitos, creencias, cuerpos, necesidades, formas de vida. Ya no se trata de algo para hablar, sino de eventos que nos afectan y exigen una velocidad e intensidad apropiada de adaptación. Exigen respuestas concretas para equilibrar la conciencia y la vida con esa dinámica o fuerza de hechos desencadenada.
Ya no hace falta representar tragedias griegas, ni que las orquestas interpreten trasfondos musicales dramáticos, para transmitir esos tonos de agitación a nuestras emociones y cuerpos. Hoy esa misma intensidad y velocidad de eventos es ya parte de la vida, y ese dramatismo ya es parte de nuestros cuerpos, ya se expresa en el tono de voz de los que lo estamos viviendo.
Ya no hace falta que lo inventemos ni que salgamos con los violines y las flautas a las plazas o a los trabajos, porque ya vivimos a ese ritmo y tonos. Aunque en verdad sería preferible que paseáramos armados de instrumentos musicales y canciones en lugar de pistolas y gases lacrimógenos.
Creo sin embargo, que los líderes del primer mundo desarrollado no se han dado cuenta todavía, de que el guión pasó del teatro al escenario real de la vida, que mucha gente se queda sin trabajos ni viviendas, sin medicina, estudios ni alimentos. Y siguen reuniéndose en cumbres y vendiendo imágenes en reality show. Hablando, hablando y prometiendo, prometiendo.
Pero ya pasó el tiempo de las caras bonitas y las buenas intenciones. Ya no hay tiempo para show, el imperio de las circunstancias exige respuestas concretas e inmediatas. El ser humano convertido en cosa, en apéndice secundario de un sistema mecánico, al que lo único que le interesa es su continuidad, ya no acepta ni tolera más esas circunstancias.
Las calles se van convirtiendo en turbulentos ríos de vida, en corrientes de seres humanos que expresan atronadoramente sus necesidades y exigen justicia. Si creyeron que el ser humano era un juguete manipulable sin consecuencias y eternamente engañable, se van a llevar una gran decepción y susto. Porque como cualquier fuerza de la naturaleza, de la vida, más allá de ciertos umbrales se vuelve incontrolable y destructiva, arrasa todo lo que se le pone delante.
No falta mucho para que la apariencia de racionalidad y sensatez social, se la lleve la velocidad e intensidad de los eventos. De allí la relevancia de las nuevas alternativas concretas, las nuevas direcciones que se van decidiendo pero que sin embargo los medios de comunicación invisibilizan para mantener la mirada pasiva, hipnotizada con lo viejo.
Para que pueda hablarse realmente de alternativas, de nuevas direcciones, lo fundamental es que tengan en cuenta al ser humano, que le den prioridad sobre las cosas, sobre la mecanicidad de los sistemas y su continuidad. En otras palabras hay que invertir todo el movimiento, hay que liberar al ser humano de su dependencia y esclavitud, de ser apéndice de un tropismo de hábitos y creencias que lo pisotea y masacra para perpetuarse.
El ser humano no es una cosa, no puede ser reducido a ni tratado como una cosa. Y es porque no terminamos de aprender eso que vivimos en una dialéctica histórica, generacional, que repite una y otra vez los mismos conflictos y luchas. Ser humano es amar la libertad y odiar los determinismos. Ese es el centro, el guión de todos nuestros argumentos dramáticos.
El núcleo central de la vida no es racional. Si lo fuese, es difícil explicar como lo que dijo e hizo Jesús hace dos mil años, Simón Bolívar hace doscientos o el Ché Guevara hace solo unos añitos, se reúnen y ocupan lugares estelares en la dirección de los presentes eventos. Pareciera como si la atmósfera de otros tiempos irrumpiera de repente en estos, trayendo y dándoles un sabor diferente, añejo y conocido, recordado, pero fresco, vital y nuevo a la vez.
Pareciera que aquellos acontecimientos tan distantes en el tiempo, tienen sin embargo un presentimiento similar que los nuclea, que de algún modo anticipa y profetiza estos tiempos, y en algún sentido hasta los trae a ser. Como si aquellas personas, sabiéndolo o no, no solo hablaban y actuaban para su época, sino que eran profetas y parteros de la nuestra, de nosotros.
Por otra parte es “el sueño americano” lo que se desmorona y muestra inviable, y es la conciencia colectiva la que “sueña un nuevo hombre y mundo” una vez más. Por lo cual es de suponerse que el núcleo esencial de los acontecimientos, es mucho más profundo que las razones que de él podemos dar, que tiene más que ver con úteros y vísceras de la historia o la Pacha Mama, que con cabezotas sumergidas en livianos y vacíos tiempos modernos.
En todo caso, todo esto se me parece más a un sueño que tras mucho hablarse y pensarse pasa finalmente a vivirse, a encarnarse. A una simple y sutil fragancia que comienza a poder verse y palparse. Solo que para escuchar la nueva canción tienes de deshipnotizar, desprogramar tus ojos y oídos, de la ruidosa inercia del viejo sueño.
El viejo sueño es una máquina gastada y chirreante a punto de colapsar. Obama puede ser una muy buena persona y vendedor de imagen, sin duda tiene más rating que su predecesor. Pero la máquina impone sus mecanismos y ruidos, camina hacia su autodestrucción. Las palabras bonitas van por un lado y los hechos del viejo tropismo por otro.
Las nuevas direcciones son humildes y sutiles, en comparación con el orgullo de las superestructuras de lo viejo y el ruido que harán al desmoronarse junto con todo un sistema de hábitos y creencias. Hay que despertar de ese sueño para poder ver con miradas simples y frescas lo que está naciendo. Lo nuevo es vital, pleno y sorprendente.
Lo nuevo no pueden ser papeles amarillos de tiempo y garabatos, sino hojas en blanco aún por escribir. Lo nuevo requiere libertad del pasado para elegir lo por ser. Lo nuevo habita en el corazón del ser humano, ha de ser visto y conductualizado para que pueda habitar también en los cuerpos, en el mundo.
Lo nuevo es fuente de vida y no de abstracciones, no puede nacer de las instituciones, sino de lo viviente. De una conciencia activa, creativa, despierta, revolucionada, conciente de si. Capaz de reconocerse y recrearse. Capaz de ejercitar su libertad, de saborear y compartir sus frutos.

jueves, abril 09, 2009

Pasión, muerte, resurrecciones y nuevos terrorismos

Michel Balivo

(Querer y poder ser revolucionarios)

Hace solo unos días vi unas fotos de familiares a los que hace mucho tiempo no veo en persona. Me sorprendieron sus canas, arrugas y barrigas, supongo que también hace mucho que no me miraba al espejo. Pensé entonces como uno se queda con un sentimiento y una imagen propia o ajena detenida en el tiempo, pese a que el mundo se acelere y cambie a cada instante.
Supongo que lo mismo les debe pasar a las élites que aún mandan en EE.UU. Hace mucho tiempo que su moneda no tiene ningún tipo de respaldo sustancial, es decir que son solo papeles de colores que imprimen a voluntad respaldados por el poder que tuvieron en un momento dado, con lo cual les bastó para comprar el mundo y mandar a su antojo en el.
Hace mucho tiempo que su productividad, sus materias primas, su petróleo disminuyen, y está endeudado su PIB casi completo. Hace mucho tiempo que no son dueños de su economía porque el Medio Oriente, Japón, China, invirtieron, compraron y son hoy acreedores de toda su deuda. Sus industrias ya no son las más productivas ni eficientes en el mundo.
Prueba de ello es que pese a los cientos de miles de millones de dólares que les inyectan siguen en caída libre. Como también ya hace tiempo que conocen esas circunstancias, quisieron compensar su improductividad especulando con burbujas, con paquetes artificiales financieros que vendieron por todo el mundo.
Y como el capital especulativo mundial algo tiene que comprar y vender “para que los engranajes de la máquina económica no se detengan”, aunque se trate de aire enlatado, pues lo compran y venden al mejor postor. Pero las burbujas de aire antes o después chocan con algún alfiler y estallan, salpicando con su vacío a todo el mundo. ¿Y ahora qué?
Ahora intentan recurrir a su viejo prestigio de león desmelenado, para imponerle al mundo que compre su déficit y que todo siga igual. Pero el mundo está patas arriba y los “manda más” tienen que cuidar sus espaldas por no decir otra cosa. ¿Estarán dispuestos a ser fieles hasta la muerte al desmelenado y desdentado león? ¿O harán leña del árbol caído?
Yo creo que cuando fuiste pisoteado e irrespetado, solo estás esperando la señal para resarcirte. ¿Hay alguien que no haya sido sujeto a esos tratamientos por EE.UU.? No lo creo. Así que lo único que les cabe esperar, ahora que tienen la soga o el agua al cuello y dependen de los maltratados, es algún milagro.
Tal vez que todavía sus rugidos desteñidos o sus siempre incumplidas promesas asusten o tienten a algún desavisado, tan dormido en sus recuerdos como ellos. Pero la ley de la historia dice que hay 99,99% de posibilidades de que la pelota se les devuelva. Así que lo sensato es que se preparen para lo que les viene, que se despierten de sus viejos álbumes de recuerdos y fotos y comiencen a ajustarse a las nuevas circunstancias, por muy doloroso que pueda ser confrontar los recuerdos con la actualidad, los sueños con las consecuencias de lo hecho.
Las viejas coronas de laureles ya se secaron y huelen mal. Hoy no queda más camino que establecer unas normas más justas y sensatas de intercambio. Por mucho forcejeo y ruido que hagan todos saben que las cosas irán caminando en esa dirección. Nadie estará dispuesto a pagar las cuentas de la irresponsabilidad ajena. Si se durmieron en sus laureles, lo sentimos mucho. Lo que es igual no es trampa.
Cuando uno comienza a tomar conciencia de la circunstancias críticas a que hemos llevado al ecosistema y a la especie humana, comprende que la reacción del llamado tercer mundo no es ninguna casualidad o azar, sino una consecuencia, una simultaneidad estructural e inevitable de esas circunstancias críticas que ya no admiten marcha atrás.
La reacción que aspira a un mundo más justo, podría llamarse perfectamente aspiración a seguir existiendo. La contra reacción de los que esperan que pese a todo nada cambie, pese a ser también inevitable, podría llamarse perfectamente ignorancia, desestructuración mental y hasta ciega locura de un tropismo.
Pero en medio de acciones y reacciones de unos y otros, las cosas han de ir tomando día a día caminos viables, porque nada funciona ni existe en el recuerdo ni en el vacío de las burbujas. Todos tenemos que respirar aire puro, beber agua potable y comer algo nutritivo. Y cuando digo todos, me refiero también a las grandes mayorías que se van quedando sin trabajo en el mundo desarrollado y no tienen otro modo de acceder a satisfacer sus necesidades.
Cuando una crisis es global y afecta a todo un planeta no se puede pensar ya solamente en luchas entre países, porque como estamos viendo crecientemente en todas partes comienza la reacción de los trabajadores o asalariados de todos y cada país. Por tanto los mandatarios se ven obligados a elegir entre represión creciente o alguna nueva dirección verdadera de cambio.
No serán entonces extrañas las guerras civiles en países cuyos gobiernos se resistan a los cambios exigidos y pretendan continuar imponiéndose por temor al castigo. Pero paradójicamente, en los que si tienen la voluntad y apuestan al cambio y la mejor calidad de vida, también se producen alteraciones continuas y crecientes del orden constitucional.
Porque las élites privilegiadas del mundo no desean perder lo que creen sus derechos divinos heredados o adquiridos. Por lo cual utilizan todos los medios a su disposición, que son muchos en un mundo donde los bienes y servicios del estado han sido crecientemente privatizados y los funcionarios del gobierno son cómplices y capataces en su gran mayoría de estos caciques.
En conclusión más allá del show mediático de cumbres y cumbrecitas, donde unos pretenden la menor pérdida posible en medio del desmoronamiento inevitable y otros ver como pescan en río revuelto para mejorar un poco su posición en el ranking de países, el conflicto seguirá intensificándose y expandiéndose en medio de esta interacción estructural.
No nos podemos caer a cuentos y seguir jugando a que lo que sucede es una casualidad inesperada e incomprensible. (Todo esto lo cantaba en lenguaje popular del sur, hace ya décadas el tango “Cambalache”). En una economía parásita donde unos crecen a costa de otros, por un lado el conflicto interno y externo es continuo e inevitable, porque todo ser humano aspira con sus esfuerzos a mejorar la sociedad en que vive, y por tanto reacciona cuando estalla en sus narices exactamente lo contrario.
Por otra parte en todo sistema parásito, llega el momento en que el parasitador también se ve afectado al ser parte o función constituyente del organismo. No otra cosa es el desmoronamiento de la economía de los países desarrollados que presenciamos. Lo mismo que el tercer mundo viene sufriendo por centurias.
El tema es que ahora la tecnología hace que todo eso sea global y simultáneo, no habiendo espacio ni tiempo a salvo de ello. Por lo cual no solo la especie humana ya no tolera estas circunstancias límites para la existencia, sino que también el ecosistema depredado, contaminado se resiente, reacciona, da señales de su agotamiento.
En estas circunstancias no puede sino esperarse creciente conflicto, alteración que cumple con la función de traer a conciencia la necesidad de comprender como llegamos y porqué estamos en este punto. Así como lo que es necesario hacer para comenzar a cambiar la dirección de nuestras miradas y conductas, para ampliar las alternativas de elección y bajar el elevado nivel de tensiones y peligro para la vida. Eso no sucederá por arte de magia.
También es paradójico escuchar al presidente Chávez en su gira por Asia y los países árabes, hablando sin eufemismos y llamando a cada cosa por su nombre, mientras en el primer mundo los mandatarios continúan con el show mediático de mentiras, disfrazando los acontecimientos a placer. Quien puede advertir estas circunstancias, no puede evitar preguntarse si la sinceridad o la mentira triunfarán, tomarán la mente y el escenario público humano.
Pero no hay que olvidar que no vivimos dentro de una TV, sino en relación con otros seres humanos y un ecosistema natural. Las circunstancias harán imposible olvidar que heredamos un modelo mental, un tropismo conductual que sigue repitiendo un mismo guión milenario, por muchos discursos y sermones con que pretendamos justificarlo, culpar a otros, desviar la atención de lo obvio e inmediato.
Desde que sufrimos necesidades que nos hacen vivir en estrecha dependencia con nuestro entorno, a cada momento hemos de elegir y dar respuestas. Esas respuestas pueden ser simples reacciones o automatismos, hábitos y creencias que viven, se reproducen y continúan de generación en generación. O podemos comenzar a tomar conciencia de esa reactividad que nos conduce y mantiene en las presentes circunstancias, e intentar el cambio de dirección.
Así es como sucede el proceso que vivimos en Venezuela y hemos llamado la revolución bolivariana. Decidimos darnos una nueva constitución y dejar atrás la cuarta república. Pero es ingenuo pedir o esperar que el perro no ladre o muerda, que los imperialistas y las élites se vuelvan revolucionarias y renuncien a sus privilegios.
Es a los que nos decimos y queremos ser revolucionarios, que nos corresponde aprender a renunciar a nuestros irrealizables sueños y expectativas de enriquecimiento personal, para desplazar nuestras conductas hacia la solidaridad y el compartir nuestras capacidades En lugar de seguirles poniendo precio y hacer complicadas cuentas para ver lo que es justo o injusto intercambiar.
Es a los revolucionarios a lo que nos corresponde caer en cuenta, de que son nuestros temores y sistemas de intereses correspondientes los que le ponen precio a todo y desvirtúan la vida, convirtiéndola en un esfuerzo, en una batalla, en lugar de un simple vivir compartiendo aquí y ahora. No porque la ley nos obliga o nos promete un premio, sino simple y libremente porque así lo sentimos y deseamos. Porque nos reconocemos un organismo interdependiente como todo lo viviente. Porque reconocemos que vivir no tiene precio, es un don.
¿Y en qué escenario es donde podremos afirmar la fidelidad en los hechos a ese sentir, frente a qué resistencias? Obviamente frente a los que se resisten a compartir y se alienan en sus temores e intereses, se entrampan en un supuesto tiempo que nunca ha de llegar. ¿Cómo podría llegar, si todos lo esperamos todo de los demás y ninguno está dispuesto a dar? ¿Podrían crecer las nuevas criaturas si las anteriores generaciones no lo compartieran todo con ellas? ¿Podría existir el Alba, Petrocaribe o Petrosur, o las alianzas con China, Rusia, Irán, si no hubiese alguien dispuesto a dar el primer paso para compartir aquello de lo que dispone y otros necesitan? ¿Y qué le sucede a los que comparten, ya sean personas o instituciones? ¿Se empobrecen?
Bueno a la vista está el ejemplo de Venezuela, hasta ahora ningún complot para obligarlo a cambiar de decisión ha dado resultado, y me atrevo a decir que es el país menos golpeado por la quiebra de la economía global. Pero para discernir eso hay que ser capaz de diferenciar entre dichos mediáticos y hechos, y de renunciar a los intereses personales cual único punto de mira y valoración. Hace falta un cambio moral y cultural. Una revolución de la conciencia.
En otras palabras, podemos reconocer y acusar al evidente explotador de este momento e intentar cambiar las relaciones de poder global con alianzas múltiples. Pero no es suficiente. Porque además tenemos que cambiar la dirección egoísta de acción y encerramiento en los propios intereses y temores preventivos, que hasta esta situación nos ha traído.
Y si así lo reconocemos, también tenemos que tener la fuerza interna y la permanencia para mantenernos en esa dirección, pese a todas las inevitables resistencias que actualizará la inercia del camino recorrido a nuestra intención de cambio. Porque una vez más, es solo en relación y en los hechos donde podemos concretar, materializar lo que sentimos y deseamos. Solo los frutos de nuestras conductas, dan testimonio veraz de lo que afirmamos verbalmente.
Viene la semana santa, y con este comunismo que sufrimos en Venezuela, diez y seis millones de almas se aprestan a salir a la carretera y las pasiones se agitan. Los muertos como el FMI, una simple herramienta del sistema económico que agoniza, pretenden ser resucitados en lugar de enterrarlos como corresponde. Es lógico que así sea, porque una economía parásita, piramidal, de centro manifiesto, que creció alimentándose de los demás, no sabe sino transferir o socializar sus pérdidas hacia las amplias bases o periferia.
Ahora no les queda sino mostrarnos como funcionan las reglas del libre mercado. Es simple. La banca hace lo que se le da la gana con los papeles sin respaldo de ningún tipo que imprime el Estado, hasta que vacía los ahorros de los depositarios. Porque son nuestros ahorros con los que juegan al azar, ¿verdad? Pero no hay problema.
Cuando ya se los robaron todos, el Estado se los repone con más fondos públicos. Que una vez más, son nuestros ahorros e impuestos. ¿Qué importa? ¡Al final solo son papeles! ¡Es un juego divertido! ¡Y cuidado si algún Estado se protege de este cáncer! ¡Será sancionado! En otras palabras, tienes que comerte y digerir su déficit o convertirte en Estado terrorista o forajido. Díganme uds. si no es simple, cuando las inevitables consecuencias de sus hechos les quitan todos sus disfraces y eufemismos.
Pero por mucha palabrería inútil y show mediático que realicen. Por mucha gira que hagan por Centro y Sudamérica intentando nuevamente dividir al patio trasero para mejor manejarlo, por mucho que entremos en semana santa. No podemos convertir papeles, representaciones, por muy bonitos que sean sus dibujitos y slogan, en sustanciales panes y peces para comerlos.
Esos muertos no resucitarán porque solo son entidades abstractas, instituciones manejadas por las intenciones e intereses de grupos cada vez más reducidos. Y cuando los estómagos comienzan a hacer ruido las gargantas gritan, las miradas despiertan de su hipnosis y las virtualidades se estrellan contra las necesidades, contra el dolor. Todo tiene su tiempo, y el de las virtualidades superpuestas a los organismos llega a umbrales de tolerancia, a su fin.
Tal vez las instituciones globales no cambien nada, pero las regiones comenzarán a intercambiar inevitablemente en moneda local, eludiendo el patrón dólar. Tal vez el mundo desarrollado y privilegiado prefiera reprimir que cambiar de dirección, pero solo intensificará la resistencia interna de su pueblo conduciéndolo a crecientes conflictos, hasta a guerras civiles.
Mientras tanto los Estados que son representación real de sus pueblos, van cambiando la dirección de zozobra en medio de las turbulentas aguas. Como dije, hay que comer, respirar, protegerse del frío. Eso es todos y cada día. Eso no lo puedo hacer yo por ti ni tú por mí. Eso no sucede en la imaginación ni en el tiempo, no es una virtualidad. Es dolor, fuego interno, intensidad creciente que hay que apagar o aliviar aquí y ahora.
Son tiempos de pasión, muerte y resurrección. Solo que lamentablemente nos hemos quedado en la muerte y hasta allí llegan nuestras experiencias. Sobre la resurrección solo hemos sabido hasta ahora soñar, teorizar, virtualizar. Pero hay muchos modos de contar o alegorizar una experiencia trascendente. Ya son los tiempos en que la bella durmiente ha de despertar de su sueño... solo que tal vez el príncipe y el beso no sean exactamente los que esperamos.