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jueves, junio 10, 2010

Israel, peligro para la humanidad

José Steinsleger
La Jornada

Sólo los judíos humanitarios, progresistas y revolucionarios podrán frenar la furia homicida del Estado de Israel. Otras fuerzas están coadyuvando: Hamás en Gaza, Hizbulá en Líbano, países como Irán y Siria o la corrompida Autoridad Nacional Palestina de Cisjordania inclusive, resisten las embestidas del pueblo elegido.
Sin embargo, sobre los judíos conscientes (y en particular los de Estados Unidos) empieza a recaer el peso mayor para contener a la bestia alimentada por Washington. La creciente incidencia del movimiento antisionista internacional pregunta qué va primero: ¿ser judío, o ser humanitario, progresista y revolucionario?

Ser o no ser. ¿Ser qué? ¿No ser qué? Nuestra escala de valores coincide con la inculcada por Arnulfo Romero, Leónidas Proaño, Samuel Ruiz o, sin ir lejos, el padre Miguel Concha, quienes enaltecen las convicciones y fe de las personas que, sobre sus credos, consagran los valores de la dignidad y la decencia.

Que la premisa nos permita reiterar que los gobernantes de Israel no son judíos. Son asesinos. Asesinos que lejos de velar por la seguridad de su Estado, o de transmitir la filosofía de tolerancia del judaísmo, responden al mesianismo financiero de Wall Street y a la agenda imperial de Estados Unidos en el mundo.

Bajo la dictadura de Hitler, no ser nazi era exponerse a ser considerado un alemán a medias. Y en Israel, progresivamente, se fue implantando la idea de que el buen judío sólo podía ser sionista. Hay que terminar, entonces, con la doctrina que asocia judaísmo y sionismo para justificar las atrocidades de un Estado terrorista.

Hace sólo 65 años, luego de que la ex Unión Soviética pulverizó a los invencibles ejércitos de Alemania, las democracias del llamado mundo libre consintieron en realizar lo impensable: disolver y juzgar al Estado nazi, por genocidio y crímenes de guerra.

Hoy, lo impensable es imaginar que el Estado sionista será disuelto y juzgado por iguales motivos. ¿Hay otra salida? Desde su fundación, Israel ha boicoteado todas las iniciativas de paz, usándolas como zanahoria para encubrir y avanzar en su política anexionista.

Dos estados… observemos el mapa de Palestina y preguntémonos si tienen viabilidad. Para ganar tiempo y ocupar territorios, Israel forjó una piel de leopardo cartográfica, en la que ya resulta imposible precisar qué pedacito de tierra le correspondería a uno u otro Estado. Con temor, algunas almas nobles apoyan el proyecto de dos estados. Y omiten la exigencia de Israel: que uno de los estados carezca de fuerzas armadas, aeropuertos, controles sobre su territorio o partidos políticos que califica de fundamentalistas.

Las nuevas generaciones de israelíes (palestinos y árabes incluidos) requieren cohabitar en un Estado seguro. O sea, liberado del sionismo. Porque el enemigo principal no está fuera de las fronteras imprecisas de Israel, sino en la ideología pervertida que hizo de Dios, su Dios, el primer soldado de la seguridad nacional y el pueblo elegido.

La idea de pueblo elegido consiste en negar al otro. Naturalmente, en distintas etapas de la historia no han faltado los imperios que, manipulando los credos religiosos, se sintieron elegidos. ¡Dios lo quiere! En efecto. Sólo que Israel posee un arsenal de bombas nucleares para demostrarlo.

En agosto de 1945, las imágenes de los hongos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki perturbaron y quitaron el aliento a la humanidad. Ahí están los documentos filmados y los informes que describen las consecuencias, el día después, ampliamente divulgados. Pero en comparación, se trata de imágenes que corresponden al paleolítico de la tecnología bélica moderna.

Las grandes potencias han venido usando sus arsenales nucleares para negociar posiciones geopolíticas. Juego irracional y demente que, con todo, conlleva matices racionales. Pues ya no estamos en 1945, cuando un solo país disponía de la bomba.

¿Quién duda aún acerca de lo que Hitler (encarnación de otro pueblo elegido) hubiese hecho en caso de haber tenido la bomba? De modo que si los políticos al frente de la nave global continúan practicando la política del avestruz, demos por seguro dos cosas: 1) que Israel usará sus armas nucleares sin remordimiento alguno, y 2) que Washington dirá que Israel tenía derecho a defenderse.

No se trata de un asunto lejano, o del odio entre árabes y judíos, tal como sostienen los espíritus ligeros, desinformados o cómplices por omisión de los crímenes del sionismo. No. Israel está listo y, en cualquier momento, puede atacar con armas nucleares a sus enemigos. Momento a partir del cual empezaremos a mirar con nostalgia este mundo que hoy nos parece irracional.

La derrota del sionismo será posible cuando los judíos de Estados Unidos emplacen a los políticos guerreristas que los representan, poniendo punto final a las impunidades del terrorismo israelí. No es imposible. Lo imposible es discutir con Dios. Y más cuando, a pesar de su poder, se siente víctima, débil y agredido.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/06/09/index.php?section=opinion&article=021a2pol

miércoles, febrero 03, 2010

Haití, Cuba y la ley primera

José Steinsleger

La tiranía mediática silencia las grandes verdades porque no son relativas: cuando el terremoto del 12 de enero pasado arrasó con Haití, los médicos cubanos llevaban más de 10 años allí. Y cuando el show de la ayuda humanitaria apague sus luces, los médicos cubanos seguirán estando allí.

Veamos ahora qué entiende la enciclopedia virtual Wikipedia por ayuda extranjera en Haití: Los Estados Unidos solos han proporcionado mil 500 millones de dólares (1990-2003). Venezuela y Cuba también (sic) contribuyen con algunas (sic) ayudas a la economía de Haití.

Los perezosos del intelecto aseguran que Wikipedia es tan libre, que cualquiera puede meterle mano. Metámosle. Desde diciembre de 1998 han circulado por Haití 6 mil 94 médicos cubanos. Tareas realizadas: 14 millones de consultas médicas, más de 225 mil cirugías, más de 100 mil partos, 47 mil 273 operaciones de la vista, 570 haitianos graduados en medicina y 541 que aún cursan la carrera en Cuba.

Cálculos módicos: si Cuba cobrase 10 dólares por consulta, podría juntar 140 millones; a 100 por cirugía, más de 22 millones; a 50 por parto, 5 millones; a 25 por operaciones de la vista, un millón; a 5 mil por graduado en especialidades médicas, 5 millones y medio, a 500 mensuales por 11 años de salarios, 41 millones. Total aproximado: 215 millones de dólares.

¿A Cuba le sobran 215 millones de dólares, o la idea es compartir lo que se tiene? En 2008 la isla fue arrasada por tres huracanes consecutivos y los precios mundiales del níquel (uno de sus principales ingresos) cayeron en picada. No voy a tocar el bloqueo yanqui (condenado por todos los países, con excepción de Israel y dos islotes independientes de Oceanía), flagelo que a su economía le representó pérdidas por 100 mil millones de dólares desde 1962.

La inquietud, más bien, gira en torno a los que se preguntan qué pasará en Cuba después de Fidel, y frente a los obispos de todas las ideologías que nos explican el socialismo o la democracia pensada por los clásicos. ¿Hay muchas dudas? Si “después de…”, Cuba hace a un lado la ley primera, el futuro de todos (sin necesidad de terremotos y huracanes) se dibujará en cuadros infinitamente más desoladoras que los de Haití.

¿Qué es la ley primera? En un texto intitulado Haití y el paradigma cubano de solidaridad, el profesor Ernesto Wong Maestre recuerda que las páginas de la Constitución cubana se abren con unas palabras de Martí: Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

Ideales del romanticismo, dirán algunos. Posiblemente. Pero el 5 de noviembre de 1797 (14 de brumario del año VI), en un informe al Directorio, el ex esclavo y ex cochero Toussaint L’Ouverture (precursor de la independencia de Haití) le tomó la palabra a los sabios de la revolución francesa: “… cualquier retorno a la esclavitud, cualquier compromiso de los principios, sería imposible. Una declaración de libertad es irreversible: ¿Piensan ustedes que los hombres que han disfrutado la bendición de la libertad verán con calma que les es arrebatada?...”

Al igual que las primeras juntas emancipadoras en América española, L’Ouverture no aspiraba a la total independencia de Haití. Esto vino después, cuando el progresista Napoleón restauró la esclavitud en las colonias y los imperios de Europa (junto con la naciente democracia estadunidense) congelaron momentáneamente sus diferencias para sofocar y dividir a los revolucionarios haitianos.

Otros datos para los chicos libres de Wikipedia: el trabajo esclavo en las colonias americanas hizo posible el capitalismo en Europa. Al final del siglo XVIII, los productos del trabajo esclavo representaban un tercio del valor del comercio europeo. Por tanto, las potencias de la civilización no tenían interés alguno en abandonarlo.

Libertad, igualdad y fraternité para los white only. L’Ouverture pagó cara la osadía de globalizar en su patria los ideales universales de la revolución francesa. Y si a la postre el capitalismo abandonó el modo de producción esclavista, no fue por razones económicas. La rebelión política de los esclavos haitianos se había convertido en contrapoder y en referente de las masas explotadas.

A más de la exclusión física y territorial, sólo cabía excluir a los haitianos desde el punto de vista del pensamiento y los valores. O sea, el racismo. Y ahí radican las causas profundas y reales de la pobreza y el subdesarrollo crónico de Haití, y de ahí la solidaridad racional de Cuba con Haití.

En oda “A Touissant L’Ouverture”, el inglés William Wordsworth (1770-1850) avizoró las dimensiones de la tragedia haitiana, anunciándonos el único porvenir posible:

Aunque te han derribado, para que no vuelvas a alzarte,
vive y anímate. Porque has dejado detrás de ti
poderes que trabajarán por ti; aire, tierra y cielos;
no habrá ni un soplo del viento común
que te haya olvidado; tienes grandes aliados;
tus amigos son las exultaciones, las agonías,
y el amor, y la mente inconquistable del hombre.

miércoles, julio 22, 2009

América Latina (1760-2010)

José Steinsleger/ II y última

En los últimos 20 años de nuestra América, los pueblos emprendieron la marcha final en pos de la segunda independencia, y para decidir de una vez sobre sí mismos. Caracas (febrero de 1989) y Chiapas (enero de 1994) oxigenaron los nuevos modos de entender la emancipación social efectiva. Ambos estallidos no surgieron del repollo. En coincidencia con el bicentenario de Simón Bolívar (1983), un grupo de oficiales del ejército venezolano fundaron una célula revolucionaria antimperialista, y en el simbólico 1992 los indígenas chiapanecos derribaron la estatua del conquistador español Diego de Mazariegos erigida en el centro de San Cristóbal de las Casas.

Ciegas a la historia, de espaldas a los pueblos, las oligarquías sólo atinaron a mirarse el ombligo. Y mientras a finales de 1989 un tal John Williamson presentaba el documento que sería conocido como Consenso de Washington, los venezolanos ya habían recordado, en las calles, la advertencia de El Libertador contra las “… formas democráticas tomadas en préstamo de Europa, que carecían del fundamento social que había en Europa, y no había en América” (Carta de Jamaica, 1815).

En Guadalajara, los demócratas de importación celebraron la primera reunión cumbre de presidentes iberoamericanos (1991). Años después, sin chistar, se adhirieron a la Alianza para el Libre Comercio de las Américas (Alca. Miami, 1994). En tanto, los intelectuales independientes (o sea, sumisos) sólo tenían ojos para especular, embobados, acerca de la más que previsible implosión del llamado socialismo real.

La respuesta no se hizo esperar. En sendas movilizaciones populares, ocho presidentes elegidos (más tres de carácter interino y un pelele golpista en Caracas) fueron derrocados: Fernando Collor de Melo (Brasil, 1992), Carlos Andrés Pérez (1993), Abdalá Bucaram (Ecuador, 1997), Raúl Cubas (Paraguay, 1999); Jamil Mahuad (Ecuador, 2000), Fernando de la Rúa (Argentina, 2000), Gonzalo Sánchez de Losada (Bolivia, 2003) y Lucio Gutiérrez (Ecuador, 2005).

Luego, las urnas consagraron a un ramillete de gobernantes que, con mayor y menor énfasis, cuestionaron el capitalismo salvaje. Tales fueron las posturas de Hugo Chávez (1999), Néstor Kirchner y Lula da Silva (2003); Evo Morales (2005), Manuel Zelaya y Daniel Ortega (2006); Cristina Fernández y Rafael Correa (2007). Y, con menor énfasis, Tabaré Vásquez (2004), Michelle Bachelet (2006), Fernando Lugo, Álvaro Colom, Leonel Fernández (2008) y Mauricio Funes (2009).

En consonancia con el espíritu de El Libertador, Venezuela emprendió la agenda solidaria: Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba, 2004), Banco del Sur y Consejo Energético del Sur (2007), Unión de Naciones del Sur (Unasur), Parlamento Suramericano y Consejo de Defensa del Sur (propuesto por Brasil), incorporación de Cuba al Grupo de Río (2008), derogación de las medidas que en 1961 expulsaron a Cuba de la OEA (San Pedro Sula, Honduras, 2009).

A mediados de mayo de 2008, un grupo de expertos de Washington concluyó que en América Latina se había acabado la hegemonía de Estados Unidos. Semanas después, el secretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Thomas Shannon (actual embajador en Brasil), arriesgó la peregrina idea de que la atención dada por su país a otras partes del mundo (léase Irak), abrió espacios en la región para un líder como Chávez.

Si lo primero se presta a duda, lo segundo es falso. George W. Bush y Hillary Clinton, Barack Obama y Condoleezza Rice siempre creyeron en la ideología neogolpista, prevista en la Carta Democrática de la OEA, y adoptada un tenebroso 11 de septiembre de 2001. La carta dice lo que Obama dijo con respecto a Chávez: La democracia va más allá de las elecciones. Pero todos sabemos que él no gobierna democráticamente. ¿Quiénes son todos?

En todo caso, el imperio cuenta con muchos brazos para imponer su concepción de democracia: el brazo político (Fundación Nacional para la Democracia: NED, por sus siglas en inglés, 1983), el electoralista (Fundación Internacional para Sistemas Electorales, IFES, 1987), el empresarial (Centro para la Empresa Privada Internacional, CIPE), el asistencialista (Agencia Internacional para el Desarrollo, USAID), el gangsteril (Fundación Cubano Americana), los brazos académicos y de cooperación, y un sinfín de brazos mediáticos (Sociedad Interamericana de Prensa, grandes cadenas de televisión). Y, por supuesto, con el Comando Sur y la CIA, par de brazos mayores que acaban de restaurar el orden democrático en Honduras.

El golpe contra Manuel Zelaya, presidente legítimo de Honduras, ha suscitado múltiples interrogantes. ¿Vuelta a los viejos tiempos? No lo creo. En otras épocas los militares daban un golpe y en menos de 48 horas dominaban la situación. No parece ser el caso de Honduras. Bautizados por el hambre crónica y el despojo sistemático de sus productos y riquezas, los hondureños están dando pruebas de que jamás volverán a vivir como extranjeros en su propia tierra.

miércoles, julio 15, 2009

América Latina (1760-2010)

José Steinsleger/ I

En Honduras y América Latina el enemigo es, cómo no, Hugo Chávez y la revolución bolivariana. Y antes de Hugo, Fidel y la revolución cubana. Y antes, los chicos de Moscú. Y antes, los nacionalistas populares. Y antes, los liberales desmelenados. Y antes, los caudillos de la independencia. Y siempre, ayer y hoy, los pueblos de color.

Identifiquemos las cuatro semillas de nuestra identidad política moderna: el impacto de las reformas borbónicas en América española (1760-1788); la independencia de Estados Unidos (1776); la revolución francesa (1789); la lucha antiesclavista y anticolonial de Haití (1791-1804). Y a riesgo de ser esquemáticos, fijemos los cinco periodos que zarandearon el proceso emancipador de nuestros pueblos:

1790-1830. Los hijos rebeldes de las elites criollas se adhieren a las ideas de la Ilustración y a los ideales de la Constitución estadunidense. Cuando Napoleón invade España (1808), los criollos forman juntas emancipadoras (1809-10). Hidalgo, Bolívar y Artigas serán sus líderes más esclarecidos. La guerra no tarda en llegar. Con excepción de Cuba y Puerto Rico, España pierde sus posesiones en América (batalla de Ayacucho, 1824). México y Buenos Aires se desentienden de la independencia. Las oligarquías más tenaces y racistas se hacen fuertes en Colombia, Venezuela y Perú.

1830-1870. Luchas entre liberales y conservadores. Washington piensa la doctrina Monroe (1823) contra la Santa Alianza europea, pero la dirige contra México, que pierde la mitad de sus territorios (1848). En el decenio de 1860 (sacando partido de la guerra civil de Estados Unidos), Francia interviene en México. En tanto, Inglaterra financia la guerra que reduce a cenizas el recio nacionalismo de Paraguay (guerra de la Triple Alianza: Argentina, Brasil, Uruguay, 1865-70).

1870-1910. Los liberales sueñan con ser progresistas. No obstante, su racismo científico los condena a ser meros gerentes del capital extranjero. En Chile, Londres estimula el expansionismo oligárquico-militar: Bolivia queda sin mar (Guerra del Pacífico 1879-84).

En Ecuador, el liberal Eloy Alfaro emprende una revolución laica y anticlerical (1895). Más al sur, las grandes migraciones europeas modifican el mapa demográfico subregional. Estados Unidos ocupa Puerto Rico, interviene en la guerra independentista de Cuba contra España, apoya la independencia de Panamá y ocupa la estratégica zona del canal interoceánico. A inicios del nuevo siglo, las cañoneras del imperio imponen su voluntad en las naciones de la cuenca caribeña.

1910-1950. En coincidencia con el primer centenario de la independencia, México estremece al mundo y a los pueblos de América con una revolución de amplios alcances políticos y sociales. Sus ideas llevan sello liberal, pero sus acciones son revolucionarias porque surgen del llano y responden a paradigmas desconocidos por la cultura universal.

Inquietos por el México bronco, los yanquis aprietan las tuercas de la dominación en América Central y el Caribe. No obstante, en Nicaragua muerden el polvo de la derrota a manos de Augusto C. Sandino. De filiación liberal, Sandino será la primera expresión concreta de lucha nacional, popular y antimperialista.

Simultáneamente, el impacto de la crisis capitalista mundial (1929) desconcierta a las oligarquías feudales y a las burguesías gerenciales del capital extranjero. Pero también a otros sectores que, inspirados en la revolución rusa (1917), creen en la universalidad de las burguesías y los proletariados. En México, Argentina y Brasil, otras corrientes se plantean si es posible defender la soberanía y la justicia social, sin desarrollar la industria nacional.

1950-1990. Con mayor y menor intensidad, América Latina ensaya distintas experiencias de industrialización. Los tecnócratas imponen nuevos eufemismos: desarrollo y crecimiento. Pero el crecimiento se hará a expensas del desarrollo social. Golpes militares proyanquis, luchas políticas interoligárquicas, centrifugaciones ideológicas burguesas. Cuba proclama el carácter socialista de su revolución (1959-61). Grandes movilizaciones obreras, insurgencias populares armadas. Triunfo de la Unidad Popular en Chile (1970).

Violento freno a la industrialización. Terrorismo de Estado. Estabilización macroeconómica, ajustes estructurales, crisis del petróleo y recomposición de la economía mundial, vía revolución tecnológica. La deuda se dispara. América Latina, exportadora de capitales. El Estado: obra de demolición del sector público. Economía mundial de mano de obra barata, aparición del sector informal, hiperinflación y aparición del narcotráfico. La pobreza como sistema: el neoliberalismo desmantela los avances relativos en salud, empleo, alimentación, educación y vivienda.

En el decenio de 1990 el llamado Consenso de Washington ordena: el mercado –y no la política– tomará las decisiones. Crecimiento hacia afuera, volatilización del dinero, privatizaciones, desagrarización, corrupción institucional. No pocos sectores de izquierda se tragan el cuento: fin de la historia y de las ideologías. Dictadura mediática, inseguridad y criminalización de la lucha social.

domingo, julio 12, 2009

Necesario defender a Morett; Calderón la entregará a Colombia, dice Steinsleger

*Analizan expertos en un encuentro proyectos de emancipación en América Latina
*Abordan también el golpe de Estado en Honduras
*Los movimientos sociales deben reflexionar

Lucía Morett, sobreviviente del bombardeo del ejército colombiano en un campamento de las FARC en Sucumbíos, Ecuador

El periodista José Steinsleger manifestó ayer que es fundamental cerrar filas para defender a la estudiante universitaria Lucía Morett, porque de lo contrario el gobierno de Felipe Calderón la va a entregar a Colombia.
Al participar en el primer Encuentro Nuestroamericano. Articulando y consolidando caminos de emancipación, agregó que si no se consigue revertir políticamente este trámite, no quedará otro camino que la movilización y agotar el procedimiento jurídico.
Sobre el golpe de Estado en Honduras, indicó que fue promovido por integrantes de la mafia cubano-americana y ex funcionarios del gobierno de George W. Bush, entre los que se encuentran Otto Reich, ex subsecretario de Estado para América Latina.
Juan Arancibia, integrante del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, dijo a su vez que en el golpe participó toda la oligarquía hondureña apoyada en sectores del imperio. En este contexto, calificó como impresionantes las declaraciones del ex canciller del gobierno de facto Enrique Ortez, quien en alusión al presidente Barack Obama, señaló que ese “negrito” no sabe nada, y no tiene idea de dónde queda Tegucigalpa.
El investigador cuestionó la posibilidad de dichas expresiones si no hay un apoyo del stablishment de Estados Unidos, el cual ha tenido un doble discurso sobre lo ocurrido en el país centroamericano.
Por su lado, Dolores González, directora de Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz), se refirió a la militarización que se registra en el país con motivo de la lucha contra el narcotráfico, y denunció que se han presentado operativos del Ejército, como en los años 70, cuando los soldados detenían a todos los varones de una comunidad.
Resaltó que el Estado ha colocado a la sociedad en la disyuntiva de seguridad o derechos humanos, ante lo cual, la opción definitivamente debe ser la defensa de las garantías fundamentales. Sin embargo, destacó que a nivel de la población esto no queda tan claro y hay un consentimiento social para afectar los derechos humanos.
Para revertir esta situación, señaló que los movimientos sociales deben hacer un ejercicio de traducción, de sus propias identidades; quién son, qué quieren, por qué y hacía dónde van, pues hoy, la sociedad no entiende qué es lo que plantean los diferentes agrupamientos. En vista de lo anterior, tienen que comenzar a colocar un discurso ante la opinión pública desde códigos de comunicación muy distintos, añadió.
Durante el encuentro, en donde se analizaron los proyectos de emancipación en América Latina y los retos que enfrenta la movilización social, Dolores González puntualizó que hay un enorme descontento entre la población y que ello constituye una fuente integradora de fuerza social muy importante.
Agregó que existen muchos movimientos comunitarios que expresan su inconformidad de diversas maneras. El reto es establecer lazos comunicantes de información y reconocimiento mutuo entre ellos, y a partir de eso procesar la posibilidad de la articulación, subrayó.

miércoles, diciembre 31, 2008

Contra la ingravidez intelectual

José Steinsleger

Se ha probado reiteradamente el absurdo de negar la realidad con subterfugios cobardes. Los pilotos de guerra que causaron la carnicería en Gaza portaban documentos de identidad. Nacionalidad: israelí. Religión: judía. Valga la redundancia, aclaro que esta aclaración quede bien aclarada, pues no es motivada por el “odio”, sino por la indignación y los hechos.

Tales documentos son extendidos por las autoridades del enclave neocolonial y terrorista llamado “Israel”, diferenciando “puros” de “impuros”. Y esto no es antisemitismo intelectual, sino el “realmente existente”. Lo demás, que siga dirimiéndose en los círculos elitistas de México, país que “encabeza” (vaya) la tabla mundial de decapitados, y se pide una cabeza más: la de Alfredo Jalife-Rahme.

La irresponsable denuncia pública contra el autor de Bajo la Lupa, virtualmente calificado de “antisemita” en un desplegado de La Jornada (19/12/08), me toca en parte. Algunos de los firmantes me han tratado de “neonazi” y de self-hating jew (judío que reniega de sí mismo). Sólo que en “chingaquedito”, estilo que dominan a la perfección.

Según el profesor canadiense Yakov M. Rabkin (que no pertenece al credo de Sai Baba), esos calificativos son utilizados contra quienes “ponen en entredicho la legitimidad del sionismo y del carácter sionista del Estado de Israel” (La amenaza interior, Historia de la oposición judía al sionismo, Ed. Hiru, Hondarriba, 2006, traducción Irene Selser, p. 49).

Con su permiso de usted, y en vista de que los apellidos cuentan para conocer el pedigrí, apunte los míos: Steinsleger Rodríguez Miller Montes Klinger Sánchez Alexander Bradley, ciudadano mexicano sin credo de fe conocida, descendiente de judíos bielorrusos, gentiles asturianos, puritanos de Nueva Inglaterra y, por línea directa, del primer senador del estado de Vermont (Stephen R. Bradley, “Class III”, 1791-95).

Se dice que el señalado confunde “israelí” con “judío”. Bullshit. Hay que conocer, primero, la pusilánime ley de población de Israel (1965), que implícitamente diluye ambos gentilicios. Y mejor si los judíos revistan en las filas del “Ejército de Defensa” (sic), donde no hay testigos de Jehová: recibirán grados y condecoraciones por cada niño palestino torturado, asesinado, o calcinado con sus bombas. Esto es nazismo.

De Jalife-Rahme incomoda su brújula periodística: la coincidencia de la crisis capitalista mundial con los descomunales atentados terroristas que en los ocho años de Bush alcanzaron cotas superlativas de destrucción. ¿Nada más? Alfredo es parte del equipo de Andrés Manuel López Obrador en asuntos de petróleo y energía.

Revisemos la nómina del documento “Contra el antisemitismo”: algunos trataron de justificar la matanza de Acteal; otros callaron las violaciones de las mujeres de Atenco, y todos dicen estar dolidos por la muerte de una conciudadana en el acto terrorista de Bombay. ¿Y los jóvenes mexicanos asesinados por el ejército colombiano en Ecuador? ¿Y la seguridad de la conciudadana Lucía Morett, con causa abierta por la extrema derecha mexicana, ecuatoriana y colombiana?

Alfredo no es antisemita. Según Adolfo Gilly, está loco. Ocasión ideal para que Gilly nos hable de Humberto Cristaldi (su jefe de 30 años en la Cuarta Internacional trostkista-posadista), quien recomendaba el Frente Unido de los comunistas en caso de una eventual invasión extraterrestre, prueba de civilizaciones avanzadas. ¿Nos reímos de todos, o sólo de Jalife-Rahme?

El sicoanalista Alberto Sladogna recordó a Gilly el papel del chiste entre los judíos: lo cómico es lo serio, y a partir de una mentira se dice la verdad. Freud y Lacan estudiaron la seriedad del chiste. V.gr.: un judío pregunta a otro si las relaciones que mantiene con su mujer son por amor o interés. El aludido responde: “creo que es por amor. Nunca percibí interés”.

Jalife-Rahme no podría ser “antisemita” porque es parte del tronco semítico, en el que una de sus ramas, los judíos, se sienten “pueblo elegido”. Ofuscación similar a la doctrina puritana del Destino Manifiesto, por mediación de la cual los “cristianos renacidos” de Bush (reborn christians) usurpan el nombre “América”, de origen maya-quiché.

Alfredo tampoco es hipócrita. Cuando supo de mi segundo apellido esbozó una sonrisa de oreja a oreja: “¡no eres ‘judío puro’!” Para mis adentros, pensé: tá’ de madre… igual dicen los judíos. Eso sí, debo cuidarme de Mustafá, mi dentista palestino en Quito. Cuando enciende el torno, me dice con ojos arábigamente desorbitados: “ésta es mi oportunidad, brimo”.

En adelante, resta lo rutinario: articulistas que seguirán escribiendo vaguedades contra los “fanatismos de formas tenues” y criticando “algunas políticas israelíes”. Como si hubiese sido “ético” críticar “algunas” políticas de Alemania nazi.

Agradezco a los autores de Contra el antisemitismo, la parte que también me toca como editorialista “serio”. Trato de serlo, pero no soy “imparcial”. Alzo la copa por el 50 aniversario de la revolución cubana, el primer cuarto de siglo de La Jornada y un beso grande, muy grande, para todas las madres de Gaza. Sin énfasis: feliz Año Nuevo.