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lunes, noviembre 22, 2010

Cuba: cambios y más democracia

por Angel Guerra

El proceso nacional de debate convocado en Cuba entre el 1 de diciembre de 2010 y el 28 de febrero de 2011 es el verdadero inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba(PCC), continuidad de un parlamento obrero, campesino, estudiantil y popular al que la Revolución ha acudido muchas veces desde su llegada al poder. El documento abierto a discusión pública es el “Proyecto de Lineamientos de la política económica y social”(www.cubadebate.cu), elaborado por la Comisión de Política Económicadel Congreso, del cual constituirá el tema principal y el propósito al debatirlo con la ciudadanía es asegurar que de sus propuestas salga el documento definitivo que habrá de someterse a la consideración del máximo órgano de dirección del PCC, a celebrarse en abril de 2011. El proyecto fue puesto hace días a disposición de la población a la vez que el partido celebró un seminario nacional para preparar a los cuadros y especialistas de ese nivel que tendrán la responsabilidad de organizar el debate en las provincias. En una de sus intervenciones en el seminario, que duró cuatro días, el segundo secretario del PCC Raúl Castro orientó: no se trata de convencer sobre lo que está escrito en el proyecto sino de explicar los
asuntos y recoger meticulosamente las opiniones porque en este proceso el que va a decidir es el pueblo(las cursivas son mías). Antes había expresado que la diversidad es fundamental y que la vida se enriquece con las discrepancias, lo que tiene que ser una máxima dentro del partido, idea que reitera con frecuencia. Por ello -subrayó- la participación masiva es cardinal para el éxito del Congreso y puntualizó que las ideas de Fidel están en cada uno de los lineamientos propuestos.

¿Se quiere un ejemplo superior de democracia directa y participativa, raigalmente socialista? Los dos principales jefes de la única revolución que ha luchado por el ideal y las realizaciones socialistas más de cincuenta años ante el embate implacable del imperialismo yanqui someten a escrutinio popular las propuestas del partido, en cuya elaboración han tomado parte personalmente. Una cuidadosa lectura del documento nos pone ante la perspectiva de una imperiosa e ineludible renovación radical del sistema de dirección económica, los mecanismos de redistribución social y los criterios de empleo de la fuerza de trabajo pero sin ceder un ápice en la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción ni en la soberanía nacional sobre los recursos económicos y naturales. Sólo que ahora una parte importante de la propiedad social no sería estatal sino cooperativa, en la agricultura, los servicios y otras actividades, y tanto las cooperativas como las empresas estatales y los gobiernos municipales
pasarían a disponer de crecientes prerrogativas, facultades y recursos que fortalecerían extraordinariamente la democracia participativa, la función del Estado en la planificación socialista y las armas para luchar contra el burocratismo. A la vez un emergente sector privado, debidamente regulado, pasaría a hacerse cargo de tareas que el Estado nunca pudo cumplir. Los
dirigentes cubanos eluden el término “reforma” y prefieren el de “actualización del modelo económico” puesto que no se trata de cambiar la sustancia, el socialismo, sino de dar un gran salto en su perfeccionamiento, en la consecución de sus objetivos y en el paso a una etapa superior del desarrollo económico realizando los cambios que sean necesarios, rectificando errores y modificando reglas que en su momento pueden haber sido indispensables pero hoy constituyen trabas a la construcción socialista. Se trata también de elevar la competitividad y el
nivel de vida del país en las hostiles e imprevisibles condiciones de la crisis más catastrófica en la historia del capitalismo sin dejar a nadie desamparado pues las redes sociales se encargarán de evitarlo.

El proceso de discusión actual no es nuevo y sus antecedentes han sido decisivos para llegar a estas fechas con la formación de una base de consenso popular. Se inició con el debate nacional sobre el discurso de Raúl en Camagüey del 26 de julio de 2007 cuando expresó la necesidad de
introducir cambios estructurales y de concepto en la economía cubana, -y evocando a Fidel “cambiar todo lo que haya de ser cambiado” para, lo que llamó a abrir una discusión pública que lleva ya tres años en curso y ha fomentado otro ciclo de parlamentarismo de calle cuya culminación será justamente el VI Congreso del partido.

(Tomado de La Jornada)

jueves, mayo 13, 2010

La ganancia por encima de todo

Ángel Guerra Cabrera

La mancha de petróleo en el Golfo de México abarca miles de kilómetros cuadrados sin que nada la pueda frenar y amenaza con infligir un daño irreparable a los preciados manglares de Luisiana, a arrecifes únicos pletóricos de crustáceos y moluscos y bancos de peces que dan trabajo a decenas de miles de personas, así como a otros ecosistemas entre los más ricos e importantes de Estados Unidos, como el gran banco de coral de la costa sur de Florida. El caso del Exxon Valdez, aunque menos grave, puede dar una idea: de las 30 especies animales más afectadas 20 no se han recuperado dos décadas después. Nadie puede predecir el efecto económico, social y ecológico que ocasionará el derrame pero no hay duda que será catastrófico. Nadie sabe la cantidad de crudo vertido desde que la plataforma Deep Water Horizon fuera pasto de las llamas seguido de una explosión que mató a 11 trabajadores, y menos a cuánto ascenderá la cantidad total cuando se logre controlar el derrame, una operación que puede tomar de dos a tres meses. Si el promedio diario que dicen los expertos es correcto, la cifra acumulada hasta hoy, a 23 días del siniestro, puede oscilar entre 115 mil y 575 mil barriles de petróleo, pero también advierten que la fuga de crudo puede aumentar exponencialmente en caso que se produzca un colapso del pozo.

Según Richard Charter, de la Organización de Defensa de la Vida Silvestre, el tamaño del derrame de petróleo “es tan grande y se expande de forma tan rápida que va más allá de la efectividad de la respuesta humana… somos testigos del envenenamiento que durará… muchas décadas”.

Cuando uno lee la primera comparecencia en el Senado de Estados Unidos de los representantes de las compañías involucradas en el derrame –British Petroleum (BP), Transocean y Halliburton–, de lo que se extraña es de que no hayan ocurrido anteriormente siniestros semejantes. Además de que todos se echaron la culpa unos a otros, ninguno fue capaz de informar cuánto se dedica por sus compañías a investigación y desarrollo para evitar los derrames de petróleo en aguas profundas. Y es que BP tiene un largo historial de accidentes, explosiones y graves irresponsabilidades, por no hablar del expediente delictivo de Halliburton.

Sin embargo, en un artículo publicado en el Huffington Post por Robert Kennedy Jr., titulado Sexo, mentiras y derrames de petróleo, éste subraya cómo incluso BP cumple en otros países con regulaciones legales relativas a seguridad que no observó en este caso, como es el uso del regulador acústico, que al fallar el manual en la plataforma podría haber evitado la fractura en la tubería del pozo. Kennedy explica la perversa obsequiosidad del gobierno de George W. Bush con las grandes firmas petroleras, al extremo de que en la ley de energía aprobada por éste en 2005 se eliminó la obligatoriedad del uso de la válvula acústica. Más indignación causa el costo de este dispositivo, ascendente a 500 mil dólares, comparado con los más de 100 millones diarios en ganancias captados por BP. Kennedy recuerda las reuniones secretas de Richard Cheney con los jefes de las grandes petroleras a principios de 2001, de las que salieron políticas de la administración dirigidas a complacer servilmente todos los deseos de las corporaciones. Añade que en un clima de tolerancia absoluta a la irresponsabilidad de las petroleras no es raro que BP haya pasado por alto el uso de otra válvula de seguridad en lo profundo del pozo, que también pudo haber evitado el accidente, o su costumbre de perforar en Estados Unidos por encima de los 18 mil pies permitidos por la ley, otra posible causa del derrame. Kennedy describe el grado de descomposición moral a que condujo el ex vicepresidente Richard Cheney al Servicio de Administración Mineral (MMS, por sus siglas en inglés), agencia reguladora de petróleo y minas. Sus funcionarios invertían gran parte del tiempo en francachelas con ejecutivos de las petroleras rociadas con abundante alcohol, cocaína y marihuana. Empleadas de la agencia cambiaban favores sexuales con los ejecutivos petroleros por contratos ilegales. Kennedy cita párrafos de varios informes de 2009 del inspector general de Estados Unidos detallando la relación ausente de ética entre los funcionarios del MMS y los jefes de las petroleras.

Pero por más leyes y regulaciones que se dicten, en el capitalismo siempre termina decidiendo el afán de ganancia por sobre el cuidado de la vida y la salud de las personas y el medioambiente.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, febrero 04, 2010

Venezuela y el cambio en América Latina

Ángel Guerra Cabrera

A 11 años de gobierno de Hugo Chávez la revolución bolivariana cuenta con un saldo muy positivo. No obstante sus brillantes conquista sociales, tal vez el hecho más importante en su haber sea la influencia que ha ejercido en el gran cambio político experimentado por América Latina, la única región del mundo donde se ha establecido un frente de gobiernos y fuerzas populares que se oponen al neoliberalismo y abogan por la independencia, la soberanía, la justicia social, la democracia participativa y la integración solidaria de sus naciones. Sin ese vuelco político continental que tanto ha impulsado, entrelazado y apoyado sin reservas Venezuela, me atrevería a afirmar que la revolución bolivariana –y acaso la cubana– difícilmente habrían podido atravesar solas el desierto ideológico, político y moral dejado por el derrumbe del socialismo real y la implantación de las políticas neoliberales. Cuando se escriba la historia de esta época en América Latina será indispensable valorar cuánto aportó a ella la creativa interacción surgida del compañerismo y la amistad entre Fidel Castro y Hugo Chávez.

Hablemos ahora sintéticamente de los logros del gobierno bolivariano. La aguda visión de Chávez sobre la importancia geopolítica del petróleo se manifestó en la revitalización de la moribunda OPEP bajo su liderazgo, que se tradujo en el aumento del precio desde siete dólares el barril a los 70 actuales. Ello sentó las bases para romper con la subordinación colonial del petróleo venezolano a los intereses del imperio establecida por los gobiernos neoliberales. Quedó completado cuando la derrota del golpe de Estado y de la huelga petrolera retornaron al Estado las palancas fundamentales de decisión sobre la industria. Esto permitió a Chávez convertir al petróleo en un poderoso instrumento de redistribución de riqueza, de verdadero desarrollo económico, de integración latinoamericana y de una política exterior independiente que diversificó sus relaciones políticas y económicas en el mundo. Fue así que pudo disponerse de los fondos para las Misiones Sociales, cuyo efecto ha sido muy benéfico en la elevación de la calidad de vida y de la conciencia política de los mayoritarios segmentos excluidos hasta 1998. Las misiones consiguieron sacar de la pobreza y la miseria a millones, liquidar el analfabetismo, hacer que creciera la matrícula escolar 24 por ciento, incluyendo cientos de miles de adultos egresados de sexto grado, secundaria, bachillerato y carreras profesionales. Las Misiones Barrio Adentro I y II han revolucionado los servicios de salud que ahora están al alcance de todos gratuitamente y cuentan con cientos de centros de excelencia, como los de diagnóstico integral. La misión Mercal ha distribuido millones de toneladas de alimentos a precios subvencionados. Más de 4 millones de escolares reciben alimentos gratuitamente. Venezuela ha pasado a ser un país de desarrollo humano alto, siete puntos por encima de 1998, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Son avances sociales inimaginables antes de la revolución bolivariana pero el propio Chávez no está conforme con ellos pues con los recursos energéticos de Venezuela no debería existir pobreza. Por eso insiste en la necesidad de avanzar hacia el socialismo radicalizando la revolución. De modo que ganar dos terceras partes de la Asamblea Nacional en septiembre es una cuestión de vida o muerte para el Partido Socialista Unido de Venezuela, ya que ello asegura la radicalización de las conquistas sociales e impide que la contrarrevolución desmantele las leyes revolucionarias, como ha alertado Chávez. Lograrlo exige un gran trabajo político pues aunque Chávez sea por mucho el líder más popular de Venezuela, esto no se traslada automáticamente a los candidatos del chavismo, a quienes los electores pueden pasar la cuenta por innumerables rémoras políticas con que carga la revolución a sus espaldas, sobre todo porque el poder popular no ha logrado aún suplantar al Estado burgués.

Pero la contrarrevolución prefiere la violencia a las elecciones –que teme perder, como se ha visto a lo largo de estos 11 años. Ello se inserta en el contexto de la ofensiva de Estados Unidos contra las fuerzas revolucionarias y progresistas de América Latina, que tuvo jalones importantes con las bases en Colombia, el golpe en Honduras y la virtual ocupación militar de Haití, pero cuyo objetivo principal es destruir la revolución bolivariana.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, octubre 29, 2009

El bloqueo y el estilo Obama de pedalear

Ángel Guerra Cabrera

Aunque escribo unas horas antes de ser votada en la Asamblea General de la ONU la resolución Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, estoy seguro que su aprobación habrá sido casi unánime. Aparte del bloqueador, sólo Israel, su hermano siamés, tiene la cara dura de votar en contra. De alguna forma debe pagar los consabidos vetos de Washington en el Consejo de Seguridad a cualquier condena, por pálida que sea, de las fechorías del sionismo. Por que el voto de alguna dependencia semicolonial yanqui del Pacífico no debería ni contarse.

¿Cómo explicar el sucesivo aumento del número de votos en pro de la resolución cubana a lo largo de dieciocho años, que en 2008 llegó a 185 de 192 estados miembros de Naciones Unidas, con únicamente los tres mencionados en contra? La razón es muy sencilla. No existe un embargo bilateral, como cínicamente afirma Washington. Lo que existe es un bloqueo de carácter extraterritorial con el cual Estados Unidos intenta yugular las relaciones económicas internacionales con Cuba mediante amenazas y duras sanciones a terceros e incurre por ello en una violación flagrante de la soberanía de la gran mayoría de los estados miembros de la ONU y de su derecho a comerciar libremente. En suma, un gravísimo atentado al derecho internacional y a la Carta de Naciones Unidas pero no sólo por las razones mencionadas, que afectan vitales intereses hasta de sus aliados más cercanos por más que no sientan simpatía alguna hacia Cuba.

Lo es también por la siguiente razón, muy poderosa desde el punto de vista legal y también ético, y esto es crucial considerarlo. El bloqueo viola el derecho internacional, también y ante todo, por tratarse de una medida genocida según la conocida definición de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio puesto que en el caso de Cuba tienen aplicación todos los actos que expresamente menciona perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional étnico, racial o religioso, como tal. El carácter genocida del bloqueo puede expresarse en hechos terribles repetidos durante casi medio siglo como la muerte cotidiana de cubanos de todas las edades por falta de fármacos o dispositivos oncológicos, cardiológicos y, en general, de alta tecnología, de los que Estados Unidos se niega a vender a la isla pese a saberse el único fabricante; o cuando obliga a poner en peligro la vida de otros cubanos, que, por ejemplo, deben ser sometidos a una operación a corazón abierto por no disponerse de un insumo estadunidense como pueden ser ciertos tipos de stent utilizados en cardiología pediátrica. Pero el bloqueo es mucho más abarcador que estos ejemplos escandalosamente dramáticos y se extiende a los severos daños que ha inflingido a millones de personas en todas las esferas de la vida diaria durante medio siglo. El bloqueo exigió un grado de heroísmo laboral y social sin precedente para sustituir con pura inventiva las refacciones e insumos estadunidenses del equipamiento agrícola, industrial y de servicios de Cuba de un día para otro y luego una mudanza en tiempo récord a otras tecnologías, una experiencia humana sumamente traumática, sobre todo para un país pobre y subdesarrollado.

Si nos adentramos en la historia de las agresiones estadunidenses contra Cuba, puede afirmarse rotundamente, como lo ha propuesto Ricardo Alarcón, que las medidas yanquis de guerra económica comienzan desde enero de 1959 cuando Washington recibe como héroes a los batistianos, portadores de la totalidad del tesoro nacional de la isla, valorado en 400 millones de dólares de entonces. Con ese monumental robo al pueblo de Cuba comenzó a forjarse el gran poder económico de la contrarrevolución emigrada a Miami y ese mismo año Estados Unidos privó a Cuba de la cuota azucarera.

El bloqueo es otra prueba de fuego para el presidente Obama que prometió un nuevo comienzo en las relaciones con Cuba, dio algunos pasos encomiables pero muy modestos y allí se ha quedado. Al extremo que más de un analista asegura que ya hizo todo lo que iba a hacer con Cuba al menos en su primer mandato. Y es probable que así sea si el primer presidente negro y Nobel de la Paz al vapor sigue respecto a la isla la conducta de pedalear hacia atrás que en general observa en otros asuntos frente a los crecientes ataques de la extrema derecha.

jueves, agosto 13, 2009

América Latina: sigue el garrote

Ángel Guerra Cabrera

La instalación de bases militares de Estados Unidos en Colombia es un paso complementario al restablecimiento de la IV Flota y demuestra la prevalencia de la opción militar en su trato con América Latina. Olvídense de la zanahoria. Si el golpe de Estado en Honduras –que sin el aliento de Washington no se habría sostenido 24 horas– no fuera suficiente amenaza para el orden constitucional y el progreso social en nuestra América, la instalación de esas bases militares en un área tan sensible estratégicamente hace de aquel un hecho mucho más grave y amenazante. Chávez no exagera un ápice cuando alerta sobre vientos de guerra en la región. Con las de Aruba y Curazao, serán nueve las instalaciones estadunidenses que cercan a Venezuela. Los golpistas de Honduras, mientras tanto, continúan ganando tiempo con la mediación de Arias, concebida para eso por la señora Clinton.

Lo anterior nos lleva a una evaluación preliminar de la política de Obama hacia América Latina a poco más de seis meses de su estreno como presidente de Estados Unidos. Sin poner necesariamente en duda su sinceridad cuando durante la Cumbre de las Américas habló de una nueva época en las relaciones de Washington con sus vecinos, lo sustantivo es en qué medida esa promesa se ha expresado en un cambio de política. Y puede constatarse que salvo en ciertos aspectos de forma, en el fondo la ejecutoria de esta administración hacia América Latina muestra más continuidad que ruptura respecto a la de George W. Bush.

He aquí algunas pinceladas. Han continuado la arremetida mediática y los planes desestabilizadores contra los gobiernos populares y progresistas de la región, con particular énfasis en Venezuela, Bolivia y Ecuador, pero también en Nicaragua, Argentina, Paraguay y Guatemala. No es sólo el presupuesto de guerra el que ha aumentado con Obama, también el dedicado a la defensa de la democracia en América Latina, distribuido por fundaciones y ONG fachadas de la CIA e íntegramente consagrado a la subversión.

Aunque ha desechado la retórica gansteril y promovido un ambiente relativamente más distendido hacia Cuba, Obama mantiene intactos el bloqueo y la prohibición de viajar a los estadunidenses y sus funcionarios enarbolan a menudo la exigencia de un cambio del sistema político de la isla. Salvo para impedir la visita de sus esposas, Washington hace como que no existieran los cinco antiterroristas cubanos injustamente presos. Continúan en pie las duras condiciones impuestas en el tramo final de Bush a la venta de alimentos a la isla por una excepción al bloqueo y las multas a las empresas que realizan algún comercio con ella, incluso de equipos médicos.

Más allá de las vagas promesas de siempre, no hay ningún avance tampoco en el trato a los inmigrantes en Estados Unidos pese a la enorme importancia de este tema en la agenda política con América Latina. Continúa el fariseísmo de la potencia en lo concerniente al narcotráfico al eludir su cuota máxima de responsabilidad por constituir el primer narcomercado del mundo, de donde fluyen a raudales el dinero y las armas que alimentan el negocio y desangran a nuestros países, como acontece en México. De la misma manera, obvia otras raíces de este flagelo en la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes imperantes en las sociedades latinoamericanas, todas consecuencia de sus prácticas de saqueo y explotación, agravadas al extremo por las desastrosas políticas neoliberales. Y es que las llamadas guerras contra el narcotráfico y el terrorismo no son más que pretextos de Washington –como antes lo fue el comunismo– para redoblar el control militar y la represión de los pueblos de América Latina y el Caribe.

Insulta la inteligencia la explicación de Estados Unidos y Uribe de que van a combatir el narcotráfico y el terrorismo con las nuevas bases. No será, por cierto, el terrorismo del Plan Colombia. La sofisticada tecnología, las aeronaves de combate, portaviones y submarinos nucleares que se desplegarán en Colombia y sus aguas auguran nuevas violaciones a la soberanía territorial de sus vecinos, como ya ocurrió en Ecuador con el ataque al campamento del negociador de las FARC Raúl Reyes. Aquello fue un pequeño ensayo de la guerra a la que Washington empuja a su aliado colombiano contra los movimientos y gobiernos populares, que le garantice también el control de los recursos naturales de la región.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, julio 23, 2009

Honduras: David contra Goliat

Ángel Guerra Cabrera

El derramamiento de sangre y los sufrimientos que los gorilas hacen caer sobre los hondureños podrían haberse ahorrado si Estados Unidos no hubiese adoptado una actitud ambigua y cada vez más complaciente ante el golpe de Estado. Obama reitera en Moscú que reconoce a Zelaya como único presidente legítimo y proclama que la potencia no toma en cuenta las diferencias políticas cuando los gobernantes han sido electos pero horas después, en abierta contradicción con el dicho de su jefe la secretaria de Estado Clinton cantinflea ante la prensa con tal de no calificar el golpe por su nombre, habla por teléfono con el presidente gorila –un tácito reconocimiento–, anuncia el nombramiento como mediador de alguien de tan dudosa credibilidad como el presidente de Costa Rica Óscar Arias y menciona que éste conducirá una negociación entre las partes. Mientras el presidente Manuel Zelaya puntualiza que no hay nada que negociar con los golpistas pues sería traicionar a sus principios y al pueblo que lo eligió y que el único objetivo de la mediación es planificar su salida del poder.

Clinton obvia las resoluciones condenando el golpe de forma terminante votadas por su gobierno en la ONU y la OEA y lo que hay en el fondo es la complicidad de Estados Unidos con la oligarquía y los militares. Después de todo, son sus únicos aliados para impedir la restitución del orden constitucional con un Zelaya políticamente fortalecido, que el imperio aprecia como una nueva resquebrajadura a su hegemonía. Sabe que con el pueblo no puede contar.

Con el golpe se pretendió asestar un duro revés a la unidad e integración de América Latina a través de Honduras, el eslabón más débil del Alba, pero el pequeño centroamericano se ha convertido en una potencia política: en 12 días el pueblo en resistencia pacífica tiene cercada y a la defensiva a una pandilla de gorilas cuyo único recurso es el de continuar derramando sangre valiéndose de la fuerza de las armas. Allí se ha probado que en una coyuntura propicia y con un liderazgo inteligente como el de Zelaya puede en un breve plazo constituirse un gran movimiento popular capaz no sólo de rendir a la dictadura sino con potencialidades para impulsar los cambios democráticos que necesita uno de los países latinoamericanos de ingreso más desigual. Ciertamente, esta fuerza ha podido ser acuerpada tan rápidamente por que ya existían destacamentos y dirigentes populares con propuestas trasformadoras y trayectoria de lucha.

La combativa marcha desde todos los rincones de Honduras hasta el aeropuerto, el desafío a las medidas represivas con que intentaron frenar su desplazamiento, la valentía ante los disparos asesinos de los francotiradores castrenses, y la continuación posterior de la resistencia con la valiente esposa del presidente en primera fila aumentan la admiración que ya sentíamos por ellos millones de latinoamericanos y confirman el acierto político de la decisión del mandatario de regresar junto a su pueblo aunque se le impidiera cumplirla en un primer intento.

Muchos, como la presidente argentina Cristina Fernández, opinan que el golpe en Honduras no está dirigido solamente contra las reformas sociales y políticas que intentaba Zelaya sino responde a una estrategia para minar los cambios progresistas y la democracia en América Latina justo cuando a partir de las promesas de Obama existía la esperanza de un nuevo tipo de relación de Washington con la región. Una estrategia de esta naturaleza no puede proceder más que de la elite estadunidense, principalmente de sus sectores más derechistas, cuyas figuras más visibles por ahora son John Negroponte, Otto Reich, el propio embajador en Honduras Hugo Llorens y los legisladores cubanoestadunidenses, claro está en complicidad con miembros de la jefatura del Comando Sur y la IV Flota –de quienes los generales hondureños son apéndice– y si le creemos a The New York Times hasta con la participación de personeros del Departamento de Estado como el moderado Thom Shannon, seguramente con la colaboración de las oligarquías latinoamericanas.

La solidaridad internacional con el presidente Manuel Zelaya y el pueblo de Honduras, sin precedente en el enfrentamiento a un golpe de Estado, ha sido y continuará siendo un gran estímulo a su lucha, pero lo que finalmente decidirá la partida es su propia capacidad de resistencia. Los hondureños son conscientes de ello.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, julio 16, 2009

Washington y el golpe en Honduras

Ángel Guerra Cabrera

En Honduras se está decidiendo el destino político de América Latina pues si el golpe de Estado llegara a consolidarse, pronto volverían las dictaduras de seguridad nacional en muchos países, o cuando menos los gobiernos quedarían al arbitrio de los gorilas. Sobran por eso sectores económicos, políticos, militares y mediáticos imperialistas animados a fortalecer y extender el experimento hondureño ya que el nuevo rumbo independiente e integracionista tomado por numerosos gobiernos latinoamericanos y caribeños perjudica sus intereses. Más aún, ven como una grave amenaza los gobiernos constitucionales donde exista algún espacio político para opinar y organizarse en un momento que el ánimo levantisco de los pueblos está al alza. No se olvide que el más grave de los delitos achacados al presidente Zelaya por los golpistas y los consorcios mediáticos –justo el que precipitó el golpe– fue su proyecto de consultar al pueblo si aprobaba someter a referendo en las elecciones de noviembre la opción de convocar a una Asamblea Constituyente.

Recientemente, Fidel Castro, en el título de una de sus Reflexiones, sintetizó descarnadamente la dramática disyuntiva que argumentaba: O muere el golpe o mueren las constituciones. Ante el grave peligro denunciado por el líder cubano cabe analizar de qué depende que el golpe se mantenga vivo. Lo primero que destaca es que el Frente Nacional contra el Golpe de Estado no ha cejado en su lucha; ha logrado hostigar a los gorilas cada minuto durante casi tres semanas desde que se produjo la asonada y la excelente cobertura de Telesur y Venezolana de Televisión (al menos hasta la expulsión de su personal por el régimen de facto) ha hecho posible que a pesar de la burda manipulación de CNN y demás consorcios mediáticos se conozca en el mundo la verdad. A la vez, la condena internacional ha sido rotunda después que la conferencia de cancilleres de la OEA, la Asamblea General de la ONU, y recién, la XV Cumbre de los No Alineados, exigieran la restitución inmediata e incondicional de Manuel Zelaya en la presidencia y que la mayoría de los países latinoamericanos y varios europeos retiraran a sus embajadores de Tegucigalpa.

El Frente Nacional contra el Golpe de Estado se ha propuesto ahora impulsar la huelga general como instrumento para derrocar a la dictadura, en frontal desafío al asesinato de líderes populares y la detención de cientos de activistas. También ha exigido a Washington el cambio de su actitud ambigua ante el golpe.Y es que Estados Unidos, por acción u omisión, dilata la solución de la crisis y fortalece a los golpistas: no ha retirado a su embajador, mantiene gran parte de la ayuda económica y militar y sus tropas en territorio hondureño, el departamento de Estado se niega a calificar al golpe por su nombre puesto que de ser así la Casa Blanca estaría obligada por ley a cortar toda la ayuda a los gorilas. Lo mismo puede decirse de la llamada mediación entre Zelaya y la dictadura, propuesta por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y encargada nada menos que a Óscar Arias, ergo encargársela a ella misma. El movimiento antigolpista ha dicho que los gorilas han usado la mediación para ganar tiempo y Zelaya les ha dado un ultimátum para que esta misma semana acaten las mencionadas resoluciones o la daría por fracasada, postura rechazada por Washington argumentando que no deben ponerse plazos artificiales y que hay que dar tiempo a las partes. ¿Dónde queda la inmediata e incondicional restitución de Zelaya” a la que dio su voto en la ONU y la OEA?

Noam Chomsky ha razonado: Sobrepasa la imaginación que Washington no tuviera conocimiento anticipado de lo que se fraguaba en Honduras, país altamente dependiente de la ayuda estadunidense y cuyo ejército es armado, entrenado y asesorado por Estados Unidos. The New York Times reporta que los golpistas concurrieron a las pláticas con Arias acompañados de asesores privados estadunidenses que redactaron sus propuestas. Entre ellos Bennet Ratcliff y Larry Davies, relacionista público y abogado, ligados nada menos que al ex presidente Clinton. Es innegable que al golpe lo mantienen vivo el Departamento de Estado, jefes militares y corporaciones detrás de los cuales está la ultraderecha de Estados Unidos. A menos que Obama modificara este cuadro radicalmente puede olvidarse de su nuevo comienzo en América Latina.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, julio 09, 2009

Honduras: David contra Goliat

Ángel Guerra Cabrera

El derramamiento de sangre y los sufrimientos que los gorilas hacen caer sobre los hondureños podrían haberse ahorrado si Estados Unidos no hubiese adoptado una actitud ambigua y cada vez más complaciente ante el golpe de Estado. Obama reitera en Moscú que reconoce a Zelaya como único presidente legítimo y proclama que la potencia no toma en cuenta las diferencias políticas cuando los gobernantes han sido electos pero horas después, en abierta contradicción con el dicho de su jefe, la secretaria de Estado Clinton cantinflea ante la prensa con tal de no calificar el golpe por su nombre, habla por teléfono con el presidente gorila –un tácito reconocimiento–, anuncia el nombramiento como mediador de alguien de tan dudosa credibilidad como el presidente de Costa Rica Oscar Arias y menciona que este conducirá una negociación entre las partes. Mientras el presidente Manuel Zelaya puntualiza que no hay nada que negociar con los golpistas pues sería traicionar sus principios y al pueblo que lo eligió y que el único objetivo de la mediación es planificar su salida del poder.

Clinton obvia las resoluciones condenando el golpe de forma terminante votadas por su gobierno en la ONU y la OEA y lo que hay en el fondo es la complicidad de Estados Unidos con la oligarquía y los militares. Después de todo, son sus únicos aliados para impedir la restitución del orden constitucional con un Zelaya políticamente fortalecido, que el imperio aprecia como una nueva resquebrajadura a su hegemonía. Sabe que con el pueblo no puede contar.

Con el golpe se pretendió asestar un duro revés a la unidad e integración de América Latina a través de Honduras, el eslabón más débil del Alba, pero el pequeño centroamericano se ha convertido en una potencia política: en 12 días el pueblo en resistencia pacífica tiene cercada y a la defensiva a una pandilla de gorilas cuyo único recurso es el de continuar derramando sangre valiéndose de la fuerza de las armas. Allí se ha probado que en una coyuntura propicia y con un liderazgo inteligente como el de Zelaya puede en un breve plazo constituirse un gran movimiento popular capaz no sólo de rendir a la dictadura, sino con potencialidades para impulsar los cambios democráticos que necesita uno de los países latinoamericanos de ingreso más desigual. Ciertamente, esta fuerza ha podido ser acuerpada tan rápidamente porque ya existían destacamentos y dirigentes populares con propuestas trasformadoras y trayectoria de lucha.

La combativa marcha desde todos los rincones de Honduras hasta el aeropuerto, el desafío a las medidas represivas con que intentaron frenar su desplazamiento, la valentía ante los disparos asesinos de los francotiradores castrenses, y la continuación posterior de la resistencia con la valiente esposa del presidente en primera fila aumentan la admiración que ya sentíamos por ellos millones de latinoamericanos y confirman el acierto político de la decisión del mandatario de regresar junto a su pueblo aunque se le impidiera cumplirla en un primer intento.

Muchos, como la presidente argentina Cristina Fernández, opinan que el golpe en Honduras no está dirigido solamente contra las reformas sociales y políticas que intentaba Zelaya sino responde a una estrategia para minar los cambios progresistas y la democracia en América Latina justo cuando a partir de las promesas de Obama existía la esperanza de un nuevo tipo de relación de Washington con la región. Una estrategia de esta naturaleza no puede proceder más que de la elite estadunidense, principalmente de sus sectores más derechistas, cuyas figuras más visibles por ahora son John Negroponte, Otto Reich, el propio embajador en Honduras Hugo Llorens y los legisladores cubanoestadunidenses, claro está en complicidad con miembros de la jefatura del Comando Sur y la IV Flota –de quienes los generales hondureños son apéndice– y si le creemos a The New York Times hasta con la participación de personeros del Departamento de Estado como el moderado Thom Shannon, seguramente con la colaboración de las oligarquías latinoamericanas.

La solidaridad internacional con el presidente Manuel Zelaya y el pueblo de Honduras, sin precedente en el enfrentamiento a un golpe de Estado, ha sido y continuará siendo un gran estímulo a su lucha, pero lo que finalmente decidirá la partida es su propia capacidad de resistencia. Los hondureños son conscientes de ello.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, julio 02, 2009

Honduras no es excepción

Ángel Guerra Cabrera

El golpe de Estado contra el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, reitera el odio feroz de las oligarquías de América Latina al derecho del pueblo a ser escuchado y a participar en la decisión de su destino. Está lejos de ser una anomalía (Remember 11/4/02 en Venezuela y la sedición separatista en Bolivia) en un contexto, por demás imaginario, de retorno de la democracia a América Latina.

No es riguroso hablar de regímenes democráticos donde reina la desigualdad, el número de millones de pobres va en ascenso y cada vez es mayor el abismo entre una pequeña y opulenta elite que detenta el poder económico y político y la inmensa mayoría de la población.

Ha habido sí crecientes luchas populares por la democracia que han abierto nuevos espacios políticos y cambiado el mapa político regional, y existen naciones en las que se lucha mediante sistemáticas políticas de Estado para cerrar aquella brecha y propiciar que el pueblo pueda expresarse, participar y, sobre todo, influir en la determinación de las políticas públicas, como son los casos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador. No es casual que Zelaya se acercara a Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel y Raúl Castro, y promoviera el ingreso de su país al Alba cuando se dio cuenta de la hostilidad de la oligarquía local y del capital internacional contra sus prudentes proyectos de justicia social y participación.

El primitivismo político y la impudicia de forma y fondo de que ha hecho gala en los últimos días una oligarquía criolla habituada a gobernar a garrotazos y sin rendir cuentas más que al Comando Sur de Estados Unidos ha tenido la virtud de recordarnos la verdadera entraña antidemocrática de las clases dominantes, sin excepción, al sur del río Bravo. No es nuevo que apoyadas más o menos veladamente por Washington, sean capaces de ejercer toda la brutalidad contra el pueblo y de hacer que corra la sangre a raudales cuando ven cerca la posibilidad de reforma social. En fin de cuentas, qué diferencia sustantiva puede argumentarse entre la refinada oligarquía chilena y la bananera de Honduras. Ya lo resumió Rafael Correa cuando llamó pinochetti al dictador impuesto por los espadones de Tegucigalpa, también bautizado por Chávez como goriletti.

Lo que sí hace una diferencia en este caso respecto al pasado es la unánime condena internacional a los golpistas, atribuible a su grotesca actuación con ribetes de vodevil, a todas luces indefendible, pero principalmente al avance de la conciencia política de los pueblos y de la relación de fuerzas en la lucha contra el imperialismo, en primer lugar en América Latina. Tras esta nueva realidad política están el caracazo; el levantamiento indígena de Chiapas; las insurrecciones populares contra los gobiernos neoliberales en Bolivia, Ecuador y Argentina, y los pasos hacia la unidad, integración y concertación política continental. Unasur, el Alba, Caricom y el Grupo de Río son ya centros de coordinación política sin la presencia de Washington que sustancian la independencia latinoamericana. También influyen en este escenario la heroica resistencia palestina contra el nazi-sionismo, el descalabro militar de Estados Unidos en Irak y Afganistán y, como no, su derrota por intermedio del ejército israelí a manos de la resistencia patriótica de Líbano.

El presidente Zelaya ha actuado con gran dignidad y su proyección internacional de hombre honesto y comprometido con los pobres crece en la misma medida que aumenta el repudio contra la pandilla de militares, grandes empresarios, dueños del poder mediático, diputados y jueces, que cohonestó el golpe pisoteando la Constitución de Honduras. Nunca olvidaré el descaro con que ante los ojos atónitos del mundo, en vivo y en directo, se inventaron la supuesta carta de renuncia del presidente constitucional.

La batalla que se libra hoy en Honduras es por la libertad de todos los pueblos de América Latina, y existen todas las posibilidades de ganarla por el pueblo hondureño con el presidente Zelaya al frente, siempre que no se negocie con la cúpula golpista que, al contrario, debe ser sometida a juicio por sus graves violaciones a la Constitución y las leyes. Lo que precipitó el golpe en Honduras fue la lucha del presidente por hacer que el pueblo fuera escuchado, un principio jurídico y político sin cuya observancia no puede hablarse de democracia.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, junio 11, 2009

En defensa de los pueblos amazónicos

Ángel Guerra Cabrera

¿No era el APRA el que se proclamaba adalid de Indoamérica? Al menos, el vocablo y su sustentación, no del todo cuestionables, fueron autoría de su célebre fundador. Pues hete aquí que el gobierno aprista de Lima ha arremetido manu militari contra los pueblos indios de la Amazonia y provocado una matanza atroz de nativos y policías. Los indígenas reclaman el derecho a la autodeterminación, a sus territorios ancestrales y a ser consultados sobre el uso de los recursos naturales que albergan, a defender el medio ambiente y al reconocimiento de su identidad, demandas consagradas en el derecho internacional y plasmadas en las nuevas constituciones de Bolivia, Ecuador y Venezuela. La Amazonia peruana ocupa más de la mitad del territorio nacional y es ubérrima en biodiversidad, recursos hídricos y forestales, hidrocarburos y minerales. Al defenderla de la codicia del capital los nativos prestan un servicio invaluable a Perú y a la humanidad.

Los 56 pueblos amazónicos peruanos poseen una depurada cultura forjada en milenios de relación con la selva tropical. De ella surgió su eficaz estrategia de supervivencia apoyada en la horticultura, la caza, la pesca y la recolección. Su sofisticado e insustituible conocimiento de la flora y la fauna constituye un referente obligado de cualquier proyecto de desarrollo en la Amazonia. No se oponen al progreso, pero sí a que en nombre de éste se les prive de sus derechos y se agreda a la naturaleza, puesto que lo conceptúan desde una perspectiva solidaria, antagónica a la occidental, avariciosa y racista de la oligarquía limeña. Como muchos otros pueblos indígenas rechazan la propiedad privada de la tierra y batallan por no ser sacrificados al dios mercado, más voraz aún por la monumental crisis capitalista.

Los pueblos awajum y wampis, predominantes en Bagua, donde el gobierno lanzó el ataque, son indomables y no pudieron ser reducidos por la Conquista ni por los gamonales caucheros de la república colonialista. Junto con los demás pueblos de la selva enfrentan una coalición de intereses imperialistas cuyos operadores locales son de una ceguera política inaudita. Cómo será, que el neoliberal diario El Comercio, vocero del proyecto de entregar la Amazonia al capital trasnacional, se vio forzado a acusar al presidente Alan García y al Congreso de no propiciar el diálogo con los nativos. El gobierno culpa a Bolivia y Venezuela del conflicto como si los indígenas no fueran capaces de concebir y defender un proyecto de vida propio.

Los pueblos amazónicos en su resistencia han creado complejas formas organizativas muy democráticas y desarrollado un liderazgo con sólidas convicciones, inspiradas en el conocimiento ancestral, pero también en una formación política contemporánea. Este esfuerzo marcó un hito hace tres décadas con la fundación de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), que ha demostrado capacidad de sostener prolongadas jornadas de lucha, espíritu de diálogo con el gobierno y prudencia, pero también gran determinación.

Cuando el Ejecutivo emitió en 2008 decretos que abrían las puertas a la explotación petrolera y depredación salvaje de la selva por las trasnacionales, la Aidesep convocó protestas durante agosto y septiembre, que obligaron al Congreso a derogar uno de ellos y comprometerse a revisar dos más. Pero pasaron los meses y ni el Legislativo ni el Ejecutivo mostraron el menor interés en solucionar el conflicto. El primer ministro dialogaba con la dirigencia indígena, pero desde posiciones intransigentes. Al ver que tampoco el Parlamento cumplía su compromiso, los indígenas decretaron el 9 de abril de ese año un paro en la selva que continuaba el 6 de junio cuando la multitud que mantenía cortada la carretera transamazónica fue agredida por un gran contingente policial apoyado por helicópteros. Asesinados aproximadamente 25 de sus filas, los nativos ripostaron con los medios a su alcance, ocasionando dos decenas de muertos a los agentes.

Un misionero jesuita que convivió con los awajum y wampis escribió: “son siempre pacíficos y buenos amigos cuando se les respeta y no se abusa de ellos y ante la menor injusticia y abuso… se rebelan enseguida…” Así lo confirman numerosas crónicas ignoradas por García y su gabinete, cuya renuncia por este crimen exigen decenas de organizaciones de Perú que han llamado a una Jornada Nacional de Protesta.

aguerra_123@yahoo.com.mx

Toda la población del mundo tiene que defender al Amazonas porque es el pulmón del planeta. Venderle nuestro pulmón a las transnacionales para que lo corten en pedacitos y luego vendan éstos ocasionándonos la muerte es un suicidio. Los pueblos amazónicos están defendiendo nuestra vida en el planeta, no podemos dejarlos solos.

jueves, junio 04, 2009

Rebelión en la OEA

Ángel Guerra Cabrera

La derogación de la resolución que excluyó a Cuba de la OEA hace más de cuatro décadas por la Conferencia de Cancilleres del organismo, celebrada en San Pedro Sula, Honduras, es otra señal del cambio de época que vive América Latina. El acuerdo desestimó los inaceptables condicionamientos que insistentemente pretendía imponer Estados Unidos, reiterativos del sesgo injerencista de la resolución ahora revocada, y constituían una burla al consenso existente en América Latina y el Caribe de rechazar aquel acto ignominioso.

Por lo pronto, lo que evidencia la reunión de la OEA es un trágico conflicto en que se debate Washington. Por un lado, su irrefrenable arrogancia imperial lo impulsa, más allá de cambios cosméticos, a perpetuar la misma actitud punitiva respecto a La Habana que ha mantenido durante medio siglo. Por el otro, la imagen de cambio de política que intenta proyectar al sur del río Bravo al proclamar un nuevo enfoque en el trato hacia sus vecinos no resultará creíble hasta que levante el bloqueo y renuncie a la hostilidad contra Cuba. En este sentido, cabe reconocer que al aceptar finalmente la anulación de la exclusión de Cuba el gobierno de Barak Obama muestra una sensibilidad hacia la nueva realidad de América Latina que habría sido impensable durante el de su nefasto antecesor.

Como ya había ocurrido en marzo en la cumbre de Puerto España, Cuba fue el centro del debate en la reunión de San Pedro Sula aunque no estuviera en la agenda. La Habana ha expresado de manera muy clara que no regresará a la OEA, de modo que lo que estaba en discusión era la reparación por los estados miembros –incluido Estados Unidos– de una aberrante injusticia histórica, como señaló el presidente del país anfitrión, Manuel Zelaya, en un discurso honesto y valiente como pocas veces se ha escuchado en una reunión del obsoleto mecanismo.

La resolución adoptada por los cancilleres pone fin a otra impuesta por Washington a punta de sobornos, amenazas y chantajes, contando de antemano con el voto de dictaduras sangrientas como las de Trujillo, Somoza, Stroessner y otros gobiernos genuflexos. La OEA fue bautizada en aquel momento como ministerio de colonias de Estados Unidos por el ilustre canciller cubano de entonces, Raúl Roa, calificativo ganado ampliamente por la complicidad del ente, antes y hasta hoy, con la criminal política intervencionista de Estados Unidos en la región.

Todos los gobiernos latinoamericanos, sin excepción, tienen relaciones diplomáticas plenas con Cuba, cuyo ingreso al Grupo de Río y participación en la primera Cumbre de América Latina Latina y el Caribe, celebrada en diciembre pasado en Brasil, mostró la voluntad unánime e incontrovertible de sus jefes de Estado y gobierno de reparar definitivamente la exclusión de la isla de los foros regionales. Era muy clara la postura latinoamericana en San Pedro Sula y muy clara también la intención inicial de Estados Unidos de impedirla con condicionamientos que vulneran la propia carta de la organización, como demostró el presidente Zelaya al dar lectura al artículo que reconoce el derecho de los estados miembros a elegir el sistema económico, político y social que decidan, sin interferencia extranjera.

Washington debe entender el trascendental cambio social y político que está ocurriendo en América Latina y olvidarse de que un mero cambio de retórica y estilo en su política exterior, aunque conserve la misma sustancia imperialista, hará deponer los aires de independencia y rebeldía que emanan de las calles, las minas, las veredas y las fábricas de nuestra América. Los cambios en América Latina son de tal naturaleza que la OEA ya no puede funcionarle al imperio como en otros tiempos. La OEA nació del panamericanismo, encarnación de la doctrina Monroe. José Martí la fulminó mucho antes de que naciera, cuando a propósito de la Primera Conferencia Panamericana, en 1889, sentenció: ¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo?

En todo caso, América Latina y el Caribe necesitan una estructura regional propia como lo han reclamado Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, ajena a potencias extraregionales, reivindicadora del ideal bolivariano de independencia, unidad e integración.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, mayo 28, 2009

¿Cuál libertad de prensa?

Ángel Guerra Cabrera

Los llamados medios de comunicación masiva constituyen hoy el arma principal del imperio contra las luchas sociales y los gobiernos populares y progresistas. Sus loas a la libertad de prensa son de dientes para fuera puesto que en lugar de la información veraz y diversa favorecen la noticia y el pensamiento troquelados. Artífices de la esclavitud y la enajenación de las conciencias, sus contenidos son banales, sesgados, eurocéntricos, racistas, culturalmente empobrecedores y distorsionadores de la realidad. Más neoliberalismo es su receta para remediar la crisis del capitalismo.

Excelsos demócratas, han sido actores protagónicos de la desestabilización contra los gobierno de Hugo Chávez y Evo Morales, de la agresión yanqui/uribista a Ecuador y convertido en dogma de fe las mágicas revelaciones de las computadoras del jefe guerrillero Raúl Reyes. Los medios de desinformación masiva (MDM), nombre que se han ganado a pulso, son los arietes principales del sistema dominante en la inducción del terror con el fin de desmovilizar la lucha popular y promover la represión del pensamiento crítico y de la protesta social.

No es casual su feroz animadversión hacia los gobiernos de Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia, e incluso los más moderados de Argentina, Nicaragua, Honduras, Paraguay y Guatemala. En fin de cuentas estos han contribuido a crear en América Latina y el Caribe, junto a los de Brasil, Uruguay, los del Caricom y en alguna medida Chile, un panorama político mucho más favorable a la independencia, la unidad e integración regional y las luchas populares. La Alba y Unasur son sus frutos y ni los gobiernos de derecha han podido separarse del todo de esta corriente regional.

Si el ejemplo de Cuba en solitario alarmaba tanto a los paladines de la democracia y el libre mercado, la aparición de un equipo de líderes latinocaribeños que no se subordina incondicionalmente a Estados Unidos se ha vuelto intolerable para ellos. No ha de extrañar el proyecto que desarrollan para desarticularlo por distintas vías, cuyo componente fundamental son los MDM.

La batalla por los auténticos cambios democráticos y sociales se decide, en última instancia, en el terreno de las ideas, y los MDM participan en ella como escuadras de choque de la derecha, mientras los medios alternativos no han adquirido el desarrollo necesario para contrarrestarlos. La cultura dominante parte con ventaja en esta batalla pues el sentido común de gran parte de las sociedades está moldeado por instituciones que, o son dominio exclusivo de las clases opresoras, o están a su servicio, o reciben gran influencia de sus ideas: el Estado, el sistema educacional, la jerarquía eclesiástica, las clases medias, las tradiciones conservadoras, los aparatos represivos, la inmensa mayoría de los partidos políticos y, por supuesto, los MDM son, como regla, reproductores de aquel sentido común, aunque como se ha demostrado, esto puede sufrir cambios dramáticos como consecuencia de las luchas populares y de los cambios sociales.

La alta peligrosidad de los MDM radica en que en las últimas décadas su influencia se ha vuelto omnipresente en la cotidianidad debido a la flexibilidad de las nuevas tecnologías y a la concentración de la propiedad sobre ellos por seis grupos internacionales, predominantemente estadunidenses, y apenas tres regionales en Latinoamérica, siempre ligados a oligopolios trasnacionales de otras ramas. Para esta minúscula elite la libertad de prensa equivale a la impune dictadura que ejerce sobre los contenidos de los MDM.

Los presidentes Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales han coincidido en catalogar a los MDM como instrumentos de desinformación y desestabilización. Correa ha afirmado que en cuanto asuma la presidencia de Unasur en julio abogará por legislaciones nacionales que protejan a los ciudadanos y a los gobiernos contra esas prácticas. Es una iniciativa valiente, que para prosperar necesita el acompañamiento de las fuerzas populares en una intensa batalla de ideas. Ante todo es crucialmente importante demoler el mito de la inexistente libertad de prensa, que sólo podrá alcanzarse cuando la propiedad de los MDM se democratice y los pueblos conquisten el derecho de decidir y supervisar sus contenidos. Es a partir de esa premisa que se iniciará el tránsito de la etapa de los MDM a la de los Medios de Difusión Democráticos(MDD).

jueves, mayo 21, 2009

Otra amenaza cubana

Ángel Guerra Cabrera

En 2008, el Sydney Morning Herald daba cuenta de la preocupación de los gobiernos de Estados Unidos y Australia por la presencia de personal de salud cubano en el sur de Asia y el Pacífico, una “amenaza –decía– a la seguridad regional”. Es curioso que la potencia hegemónica mundial, embarcada en dos guerras coloniales en Asia, y su principal aliado en el Pacífico sur, se preocupen por un ejercicio de impecable solidaridad humanitaria de un pequeño país de poco más de 11 millones de habitantes, sometido, además, a la perenne hostilidad y la asfixia económica por la primera. A diferencia de las tropas y bases militares de Washington, los trabajadores de la salud cubanos están presentes para salvar vidas donde su concurso ha sido solicitado por los gobiernos nacionales, casi siempre en parajes remotos donde nunca ha ido un médico, sea porque la nación anfitriona carece del personal o porque éste rehúsa trabajar en aquellos.

La cooperación internacional de Cuba en salud no es nueva. Forma parte de la tradición solidaria de la revolución, iniciada en ese campo desde el año 1960 con la presencia de una brigada médica que atendió a las víctimas del terremoto ocurrido entonces en Chile y continuada con el envío de otra a la Argelia recién liberada del colonialismo. Entonces la isla perdió la mitad de su personal médico, estimulado a emigrar a Estados Unidos, pero hoy cuenta con 14 veces más galenos y paramédicos y la proporción más favorable en el mundo de doctores por habitante. Únicamente así podía haber creado y consolidado su sistema de salud gratuita y universal sin precedente, contribución señera a la dignidad de los cubanos al propiciarles el disfrute de este derecho humano fundamental del que está privado gran parte del género humano. De una facultad de medicina que existía al triunfo revolucionario, Cuba cuenta actualmente con 22 universidades de medicina a lo largo de su geografía y además, con la Escuela Latinoamericana de Medicina, donde estudian más de 10 mil jóvenes de 28 países, incluidos caribeños, africanos, árabes, asiáticos y estadunidenses pobres.

Más de 80 naciones reciben colaboración médica cubana y 14 se benefician del Programa de Atención Médica Integral para América Latina, el Caribe, África y Asia, surgido a iniciativa de Fidel Castro cuando a raíz del devastador paso del huracán Mitch fueron enviados varios contingentes de médicos cubanos a países de Centroamérica. Participan de este programa, entre otros, Haití, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia, Laos y Timor Leste.

El caso de Haití es emblemático puesto que el precursor de la independencia y la liberación de los esclavos en América Latina es hoy es una de las naciones más empobrecidos del planeta, sometida a constantes intervenciones militares, precio que le han hecho pagar los grandes poderes por su osadía. Allí la atención médica de 75 por ciento de la población recae en la brigada cubana, que además de lo asistencial enfatiza en la educación para la salud de las comunidades y la medicina preventiva. Como en todos los países donde sirven, los médicos cubanos se abstienen de intervenir en la política local pero coordinan su actividad con los distintos niveles de gobierno, organizaciones populares, barriales e iglesias. Cuba y Venezuela construyen tres Centros de Diagnóstico Integral en otros tantos departamentos (provincias) de Haití –llegarán en el futuro a 10; uno por cada departamento del país–, en los que médicos cubanos y haitianos recién graduados en Cuba prestarán servicios gratuitos de cirugía, cardiología, terapia intensiva, ginecología, laboratorio clínico, radiografía y ultrasonido. Haití sólo cuenta con 2 mil médicos, concentrados casi todos en la capital y predominantemente privados, por lo que sus servicios no están al alcance de la gran mayoría de sus ciudadanos. Este solo dato permite calibrar lo que representa el aporte de los alrededor de 500 cooperantes cubanos de salud y sus colegas haitianos formados en Cuba. Pero en países como Belice la mitad del personal de salud activo es cubano y en Guatemala, Honduras y Nicaragua su cobertura alcanza a varios millones de personas.

Cuba propuso en la ONU un programa para erradicar el sida en África. Recaería totalmente en personal de la isla con un fondo financiero para medicamentos y equipos aportado por los países ricos. Aún se espera su respuesta.

aguerra_123@yahoo.com.mx

jueves, abril 30, 2009

Tres escenarios del cambio social sudamericano

Ángel Guerra Cabrera

La aplastante victoria de Rafael Correa y de las fuerzas populares de su país en las elecciones generales del domingo pasado proporciona un enorme estímulo al ascenso y consolidación de los procesos revolucionarios constituyentes en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Estos pueblos de vigorosas raíces indígenas o africanas, liberados por la espada de Bolívar, cuyo legado veneran, son hoy, en la América austral, las tres principales fuentes inspiradoras del cambio social, el rescate de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y la unidad e integración regional.

Venezuela, Bolivia y Ecuador realizan una valiosísima contribución teórica y práctica a la transformación radical de las repúblicas oligárquicas enseñoreadas en el siglo XIX en América Latina, criticadas a fondo por José Martí, quien advirtiera tempranamente su incidencia en la división de los pueblos de nuestra América y como facilitadoras del expansionismo del naciente imperialismo estadunidense. No es casual que Chávez, Evo y Correa se cuenten entre las voces más lúcidas y dignas que, junto a la del veterano revolucionario Daniel Ortega, se alzaran en Puerto España en irrestricta solidaridad con Cuba, en contra del capitalismo y en defensa de la soberanía de América Latina y el Caribe.

En trance de profundos cambios desde abajo por la rica diversidad cultural y popular de sus sociedades, estos tres procesos revolucionarios han surgido de grandes movilizaciones de masas, legales o extralegales, que operando dentro, o en los márgenes, de la legalidad liberal oligárquica, lograron hacerse gobierno y desde allí iniciar radicales procesos constituyentes. Esto les permitió elaborar y aprobar, con gran participación popular, nuevas y avanzadas constituciones con postulados auténticamente revolucionarios, que constituyen la base de una nueva legalidad antioligárquica, antimperialista, anticapitalista y de orientación socialista, que les franquea el paso hacia sus objetivos liberadores.

En Venezuela (caracazo), Bolivia (guerras del agua y del gas) y Ecuador (derrocamiento insurreccional de presidentes neoliberales) se gestó el parlamentarismo de calle en la misma lucha por desalojar a la oligarquía del gobierno y se ha continuado desarrollando desde aquél, que, llegado el caso, logra el cambio en la correlación en favor de las fuerzas populares.

Estas fuerzas actúan eficazmente a la vez dentro del marco legal liberal en retroceso y el revolucionario en ascenso. Maniobran, con tacto e inteligencia, combinando un genuino respeto por las formas democráticas con creativas e ingeniosas formas de lucha, como la reciente huelga de hambre de Evo, que, unida al desbordante apoyo popular, dobló hace días el brazo a la oligarquía.

Entre sus aportes fundamentales está la redefinición y reconstitución, ajustada a la realidad latinoamericana, del nuevo sujeto histórico de los cambios sociales en nuestro continente y la creciente construcción de poder popular desde las bases, complemento indispensable del primero.

Las generalizaciones corren el riesgo de pasar por alto las particularidades de los procesos. En Bolivia y Ecuador, donde los pueblos indígenas son mayoritarios, ellos han llevado casi siempre el mayor peso de las trasformaciones, antes desde la oposición y luego desde el gobierno, aunque no excluyan la acción destacada de otras fuerzas populares, como el caso de los forajidos en Ecuador. En Venezuela, donde los indígenas son chavistas militantes pero minoritarios, aquel papel les ha correspondido principalmente a otros sectores excluidos o explotados: desempleados, trabajadores, negros y mestizos, militares, amas de casa. Fue allí donde se sentó en 1999 el precedente del pueblo como único poder constituyente.

El quebradero de cabeza mayor de estos procesos para las oligarquías y el imperialismo es su sorprendente capacidad para recuperar, mediante audaces proyectos constituyentes con gran apoyo popular, el poder político, económico, cultural y militar que les fuera enajenado por las clases explotadoras nativas y foráneas; su eficacia en la demolición de las viejas estructuras, instituciones e ideas en que se parapeta la contrarrevolución, a la vez que derrotan sus feroces campañas mediáticas y desmantelan sus planes subversivos.

(Aldabonazo desde Cuba: Raúl responde a Washington que al agredido y bloqueado no le toca hacer ningún gesto.)

jueves, febrero 12, 2009

Febrero en la revolución bolivariana

Ángel Guerra Cabrera

Vuelvo sobre el inminente referendo en Venezuela, pero antes debo una explicación a los lectores. En mi artículo anterior (La Jornada, 5/2/08) apareció 1992, erróneamente, como el año del caracazo. En la revisión final no advertí el gazapo, originado en la síntesis de dos párrafos realizada para ajustarme al espacio asignado. Apuntaban la relación causa-efecto entre ese trascendental alzamiento popular del 27 de febrero de 1989 y la rebelión militar encabezada el 4 de febrero de 1992, tres años más tarde, por el entonces teniente coronel Hugo Chávez. Era indispensable enmendar mi yerro dada la importancia de esas fechas en la historia venezolana y latinoamericana.

El caracazo fue el primer gran estallido en América Latina y en el planeta contra la aplicación de un paquete neoliberal. Decretado por el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y castigada sangrientamente la protesta, como era norma entonces en Venezuela. La rebelión de los militares patriotas respondió apuntando sus armas contra el régimen que había asaltado la república en provecho de unos pocos y reprimido al pueblo por más de tres décadas, “democracia ejemplar del hemisferio”, según Washington. La derrota de los rebeldes devino, empero, rotunda victoria política, puesto que se tradujo en sólidos y crecientes prestigio y popularidad de su líder ante el pueblo. Mientras, el reinado de los partidos “democráticos” se desplomaba rumbo a la insignificancia electoral. Para confirmarlo, siete años después, el 2 de febrero de 1999, Chávez asumía la presidencia después de ser electo dos meses antes con más de 56 por ciento de los votos, cargo en el que sería confirmado en 2000, otra vez en el referendo revocatorio de 2004 por casi 60 por ciento del electorado y de nuevo en 2006 por cerca de 63 por ciento.

No perdió tiempo una vez llegado a la presidencia. Mediante un gran proceso democrático de masas impulsó la aprobación abrumadora de la primera Constitución en América continental contraria al dogma neoliberal (15 de diciembre de 1999). Acto seguido, con apoyo del Parlamento surgido de la república refundada, dictó 49 leyes que ensanchaban la soberanía nacional y popular y abrían el camino al control por el Estado de los hidrocarburos –principal recurso natural venezolano– en beneficio de la sociedad, así como a la reforma agraria y pesquera y a un orden promotor de la justicia social y el bienestar de las mayorías. La nueva Carta Magna establecía el derecho de los electores a revocar el mandato de los funcionarios electos, algo insólito en las democracias representativas.

En virtud de su compromiso con los humildes y su inspiración bolivariana, Chávez ha gobernado bajo la arremetida constante del imperialismo y la oligarquía, que hace más meritorias las conquistas logradas en su mandato. Los avances en educación, cultura, salud, infraestructura, industrialización, reducción de la pobreza, elevación del salario, seguridad social, derechos políticos de los trabajadores, campesinos, jóvenes, mujeres y ciudadanía en general, incluyendo a los opositores, superan lo conseguido por todos los gobiernos anteriores y se colocan a la vanguardia en América Latina. También en la transferencia de poder al pueblo, que cobra vida en los consejos populares, mesas técnicas, cooperativas, empresas socialistas, microempresas y en la autoestima, conciencia política y visión del mundo alcanzada por la población.

Venezuela es hoy uno de los países líderes de la lucha por la liberación, la democracia y el socialismo en nuestra región y en el mundo. La digna ruptura de relaciones diplomáticas con la pandilla sionista en respuesta al genocidio en Gaza es consecuente con su política exterior internacionalista, animada por la solidaridad activa, no sólo con los pueblos de América Latina sino con todos los que luchan y sufren en cualquier parte. Es ridícula la acusación de antisemitismo a Caracas, inserta en la colosal campaña mediática y los planes golpistas de quienes se horrorizan con la victoria del sí en el referendo del próximo domingo. Esta victoria entregaría a la ciudadanía el derecho a la relección continua de los funcionarios que hayan hecho bien su trabajo. Unido al derecho a la revocación, significaría un gran salto civilizatorio. Además, lograría una conquista histórica: que únicamente el pueblo decida hasta cuándo Chávez empuñará el timón de la nave.

jueves, diciembre 04, 2008

México y la solidaridad latinoamericana

Ángel Guerra Cabrera

El primero de diciembre nació en México el Movimiento Nuestra América, iniciativa de destacamentos sociales representativos del magisterio democrático, el movimiento urbano-popular, redes cristianas comprometidas con la justicia social y la solidaridad, y organizaciones de latinoamericanos residentes. Con exergo de José Martí, su manifiesto fundacional afirma que “es la hora del recuento y de la marcha unida y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes… para que no pase el gigante de las siete leguas”, y declara la voluntad de sumar a la solidaridad con los pueblos de América Latina y el Caribe a todas las fuerzas populares y progresistas mexicanas porque “una sola es la lucha del río Bravo a la Patagonia”. Evoca la historia común emancipadora contra el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo y el estímulo del ejemplo de Cuba a la acción de los movimientos sociales contra las políticas neoliberales. Destaca la emergencia de nuevos actores, como los pueblos indígenas y afrodescendientes en procura de su autonomía, que junto a la brega de la clase obrera y otros sectores tradicionalmente explotados y la creciente masa de marginados han propiciado el surgimiento de líderes y gobiernos más independientes de Estados Unidos, y conseguido un cambio en la relación de fuerzas en la región en favor de los pueblos. Asume como propia la lucha de todos los pueblos por un mundo mejor, incluido el de Estados Unidos, valora la importante contribución a la lucha antimperialista de la resistencia de Irak y Palestina y expresa su solidaridad con quienes luchan en cualquier lugar del planeta contra la explotación capitalista, el racismo y la agresión imperialista, y con la independencia de Puerto Rico y de todos los vestigios coloniales. Exige poner fin a los instrumentos de militarización como el Plan Colombia y otros semejantes, y a la reinstalación de la Cuarta Flota y de todas las bases militares extranjeras en la región.

La constitución en México del Movimiento de Solidaridad Nuestra América cobra mayor pertinencia cuando se configura una contrarrevolución a escala latinoamericana dirigida por Washington. Con el concurso de sectores europeos de poder, las serviles elites locales y la jauría mediática pretenden aplastar, preferiblemente antes de nacer, cualquier intento de reforma democrática, no importa si radical o moderado.

Como se confirma nítidamente ante los procesos revolucionarios de Venezuela, Ecuador y Bolivia, pero también en Nicaragua y Argentina, y en la represión creciente a la protesta social en la región, el imperio y las oligarquías locales no dudan en recurrir a métodos fascistas, mientras continúa el bloqueo genocida contra Cuba. Es reflejo de su temor y odio a los esperanzadores logros de los pueblos latinoamericanos citados por el manifiesto de Nuestra América. Que ahora coinciden con una agudización inusitada de la lucha de clases a escala internacional, incentivada por las catastróficas consecuencias para la humanidad de la magna crisis capitalista y la decisión de las potencias imperialistas de descargar sus consecuencias sobre las grandes mayorías y aprovecharla para acrecentar sus privilegios. También, con la clara tendencia estadunidense a conservar su maltrecha hegemonía mundial, usando el chantaje de la fuerza militar, la superioridad de su arsenal nuclear y la ventaja que le confiere una economía mundial todavía dolarizada.

Los movimientos populares latinoamericanos están llamados, más que nunca, a empuñar firmemente la bandera de la solidaridad con los procesos de cambio en la región. En particular, la revolución bolivariana lo necesitará mucho en los próximos meses. Dado el importantísimo papel que desempeña en la consolidación de esos procesos, la suerte que corra es crucial para mantener el vigor actual de la lucha antimperialista y por la unidad de nuestra América. Son evidentes los planes de asesinar o derrocar al presidente Hugo Chávez, a que Washington apuesta todas sus cartas, pues sabe que nadie está en capacidad como él de encabezar victoriosamente aquella revolución. De allí la necesidad de convertir en una causa nuestroamericana el triunfo bolivariano en el referendo constitucional de finales de febrero de 2009 sobre la relección indefinida.

jueves, noviembre 27, 2008

Sí pero sí, ganó (otra vez) el chavismo

Ángel Guerra Cabrera

Los resultados de las elecciones venezolanas del 23 de noviembre han sido presentados como una debacle de la revolución bolivariana por la máquina (des)informativa del imperio. Desde días antes nos lo sugerían sibilinamente CNN, El País, cipayos de la Sociedad Interamericana de Prensa y sus agencias electrónicas y escritas de Venezuela. Pero faltaba cinismo por ver. Cuando el prestigioso Consejo Nacional Electoral publicó los transparentes datos de la votación, los acomodaron a sus vaticinios previos, disparando sin pausa lugares comunes de supuestos expertos, carentes de la más elemental idea de la potencialidad de una revolución popular de veras.

Con una afluencia electoral récord de 65 por ciento, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtuvo 5 millones 600 mil votos contra 4 millones 100 mil, un millón 500 mil más que sus contrincantes. Ganó las gobernaciones de 17 de 22 estados en pugna, casi todos por amplio margen, y 80 por ciento de las alcaldías, entre ellas y de modo contundente el municipio Libertador, corazón de Caracas. Conclusión: el chavismo y Hugo Chávez conservan el respaldo sólido de una holgada mayoría de venezolanos.

No obstante, la oposición retuvo la gobernación de Zulia y la alcaldía de Maracaibo, estratégico estado petrolero bastión del golpismo separatista, fronterizo con Colombia como Táchira, perdido también por el chavismo, y capturó por estrecho margen el industrial Carabobo. También desplazó al chavismo de la gobernación del estado Miranda y la Alcaldía Metropolitana de Caracas, instancia coordinadora que agrupa cinco municipios de la capital y de aquel estado. Pero vamos por partes. En Zulia el PSUV recuperó ocho y retuvo cinco alcaldías más una donde no tocaba realizar comicios, domina ahora en 14 de las 19; entre ellas, San Francisco, segunda en población electoral después de Maracaibo, y todas las fronterizas; en Carabobo ganó 11 de 13 alcaldías y mayoría de legisladores estadales.

En Caracas, aunque perdió la alcaldía metropolitana conservó rotundamente el apoyo de las parroquias populares. Es falso que “los pobres ya no votan por Chávez”. Aristóbulo Iztúriz, el candidato bolivariano a la alcaldía metropolitana, al igual que Jesse Chacón, su homólogo del estado de Miranda, ganaron en las barriadas pobres y marginales, en la capital y en ese estado, incluido el populoso Petare. La derrota allí se debe al voto de castigo por una gestión claramente insatisfactoria de algunas alcaldías chavistas del Gran Caracas, muy bien aprovechada por la oposición de derecha, que consiguió sacar masivamente de sus casas a la clase media y media baja a sufragar contra el chavismo. Igualmente, al cambio de táctica y discurso de los golpistas, que adiestrados y financiados por las fundaciones y ONG fachadas de la CIA aplicaron, perfeccionada, hasta en barrios populares, la demagógica mercadotecnia de las “revoluciones” de colores, ya experimentada exitosamente en Servia, Ucrania y Georgia.

Es evidente que el chavismo subestimó el desastre urbano de Caracas, ocasionado sí por la cuarta república, que las agravó con las políticas neoliberales, pero no atacado a fondo por los munícipes bolivarianos; también que el PSUV no ha logrado diseñar una estrategia que incluya explícitamente en su propuesta socialista a sectores de clase media y descontentos. Por lo pronto, sus candidatos no electos manifiestan la resolución de liderar la oposición en las regiones y municipios ganados por la derecha y ya han anunciado que profundizarán en ellos la participación y el poder popular en los consejos comunales y vigilarán el buen funcionamiento de las misiones sociales. Al PSUV le sobran moral y argumentos para ganar en todas partes la batalla de las ideas apoyada por una buena gestión de sus gobernadores y alcaldes, y la acción resuelta de sus legisladores donde gobernará la oposición. Es perfectamente posible crear el clima político para teñir de rojo las legislativas de 2010 y revocar por el camino a los gobernantes opositores.

En la larga lucha entre revolución y contrarrevolución el desenlace no lo decide ninguna ley objetiva, sino la creación de obra y conciencia socialista, la audacia, creatividad y entrega total de los revolucionarios al pueblo.

jueves, noviembre 13, 2008

La crisis, América Latina y Obama

Ángel Guerra Cabrera

La elección de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos ha sido vista en América Latina con justificado alivio después de los ocho nefastos años de George W. Bush. Sin embargo, si es erróneo subestimar el acontecimiento, también lo es abrigar expectativas infundadas respecto a lo que nuestra región puede esperar de su administración. Aunque cabe suponer un cambio favorable en el estilo y formas de relación de Washington con lo que considera su patio trasero, Obama defenderá los intereses globales del imperio y únicamente sus políticas concretas permitirán juzgarlo.

Es probable que en los primeros meses de su gestión clausure el campo de concentración instalado en la base naval de Guantánamo, sustituya la actitud gangsteril de su antecesor en el trato hacia sus vecinos del sur por una más diplomática, suprima las restricciones a los viajes y remesas a Cuba de los emigrantes de ese origen y derogue al menos una parte de las innumerables disposiciones ejecutivas violatorias de las libertades individuales y los derechos humanos instauradas por aquél. Con ello crearía un ambiente más distendido en el hemisferio.

Sin embargo, no hay señal alguna de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca se proponga derogar el Plan Colombia y demás instrumentos similares, disolver la Cuarta Flota, desmantelar sus bases militares al sur del río Bravo, abrogar los leoninos tratados de libre comercio o poner fin a las acciones desestabilizadoras contra Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador. En ningún momento ha hablado de levantar incondicionalmente el genocida bloqueo a Cuba, aunque cabría esperar graduales pasos en esa dirección dada la debacle económica y crisis de hegemonía que sufre Washington, la clamorosa oposición a la medida en casa y en el mundo y el alto costo político que le acarrea.

En síntesis, por más relevante que sea el resultado de una elección presidencial en la potencia del norte no puede modificar la esencia estructural de su relación con América Latina, centrada en la dependencia y sujeción de nuestras economías y sociedades a su sistema imperialista de dominación económica, política, cultural, militar y geoestratégica. Transformar el carácter de este vínculo depende fundamentalmente de la lucha de nuestros pueblos, como lo demuestra su larga y singular historia de resistencia frente al expolio colonial y neocolonial. Así lo confirman la prolongada batalla de Cuba por la emancipación nacional y el socialismo, y también la alentadora brega latinoamericana de las últimas décadas contra las políticas neoliberales, por su independencia, integración y unidad.

No obstante, el dramático correlato social que traerá para América Latina y el Caribe la crisis económica internacional podría atenuarse e incluso transformarse en oportunidad de consolidar y profundizar su integración. Depende de que sea encarada por sus movimientos populares y gobiernos más independientes en estrecha unión y enérgicamente, con inteligencia y altura de miras, capaces de contrarrestar las presiones y engañosas ofertas que recibirán del norte para dividirlos. Nada favorable pueden esperar de la reunión del G-20 convocada por Bush para los próximos días, si es que logra algún acuerdo sustantivo.

Los pueblos latinocaribeños son pobres en una región del mundo rica como pocas en recursos naturales, diversidad cultural, tradiciones de lucha y empeños comunes. Es la dependencia lo que ha impedido el disfrute por las mayorías de esos bienes, pero la crisis capitalista propicia avanzar hacia su ruptura. De allí la urgencia de desplegar nuevas y más audaces iniciativas de intercambio y complementación económica regional sobre bases solidarias y de lanzar por fin el Banco del Sur, pues la independencia financiera es crucial para lograr una exitosa respuesta nuestroamericana a la crisis.

El gobierno de Obama tendrá que concentrar su atención en la grave situación económica doméstica y dos guerras coloniales que están entre sus causas principales. Un frente común latinocaribeño puede contribuir mucho a forjar un nuevo tipo de relación, más justa y equitativa, con el vecino del norte y al equilibrio internacional que tanto necesita hoy nuestro sufrido planeta.

jueves, octubre 16, 2008

La crisis, hora decisiva de nuestra América

Ángel Guerra Cabrera

Las crisis capitalistas no siempre derivan a una salida revolucionaria o al menos progresista. Ésta es una lección que dejaron los triunfos de Mussolini en la convulsa Italia posterior a la Primera Guerra Mundial y de Hitler en la Alemania hundida por la Gran Depresión de 1929, que empujaron a gran parte de Europa a la derecha y propiciaron la derrota de la república española a manos de la reacción local envalentonada y armada por los fascismos alemán e italiano. No es propósito de este trabajo analizar las causas pero aquello pavimentó el camino a la Segunda Guerra Mundial y pudo haber tenido consecuencias más desastrosas de no ser por la aplastante derrota sufrida finalmente por la máquina de guerra nazi ante el heroísmo y talento militar desplegados por el pueblo soviético y el Ejército Rojo, que unido al esfuerzo de los demás aliados y a la resistencia antifascista cambió el curso de los acontecimientos, aunque a un costo humano incalculable. Gracias a ello, terminada la contienda el capitalismo se vio forzado a una profunda restructuración, temeroso del empuje adquirido por la clase obrera y del prestigio alcanzado por la primera experiencia socialista de la historia, y se consiguieron grandes conquistas políticas y sociales. Sin embargo, la revolución quedó pospuesta.

En cambio, en América Latina la crisis de 1929 estimuló memorables levantamientos populares y el trascendental proceso democrático y nacionalista de México en el sexenio de Lázaro Cárdenas. En 2008, sin embargo, la irrupción de la crisis capitalista ha sido precedida de grandes luchas populares del río Bravo a la Patagonia que han producido ya insólitos cambios sociales y políticos en América del sur y acciones integracionistas que se extienden al Caribe y América Central. Crece por días la conciencia antimperialista y latinoamericanista en el fragor de una lucha social única por su extensión geográfica e inclusión de casi todos los sectores explotados, oprimidos y excluidos. Viene de largas batallas contra las políticas neoliberales que han logrado importantes rupturas en el orden oligárquico en Venezuela, Bolivia y Ecuador, y llevado al gobierno a varios presidentes que cuestionan el Consenso de Washington.

A diferencia de cualquier época anterior, son minoría los gobiernos que pueden considerarse aliados incondicionales de Estados Unidos, constatable en numerosos hechos que podrían resumirse en las palabras del presidente brasileño Luis Inacio Lula da Silva a propósito de la crisis financiera internacional: “Se terminó una América Latina sin voz propia”. Por su parte el venezolano Hugo Chávez se ha referido en los últimos días a cuánto ha cambiado el panorama político regional desde que fuera enterrado el ALCA en Mar del Plata. La combinación de grandes luchas populares y gobiernos surgidos de ellas ha transformado, a partir del caracazo, la situación en que Cuba resistía sola un bloqueo redoblado e intensificado a extremos patológicos pero cuyo costo político puede resultarle pronto insostenible a Estados Unidos, aislado, debilitado y destrozado económica y socialmente por Bush II con sus fracasadas y costosas aventuras militares y prácticas económicas para enriquecer a un puñado de compinches.

De aquellas luchas surgieron el Alba, Petrocaribe y Unasur, y ya se alzan voces favorables a la integración donde menos se suponía. La crisis capitalista ofrece una oportunidad única y difícilmente repetible a la libertad e independencia definitiva y la integración de nuestra América, aunque el imperio tratará de impedirlo con tácticas sutiles o desfachatadas pero siempre monroístas. Es la hora de estrechar filas, de poner el interés mayor nuestroamericano por sobre las diferencias y acelerar la integración de nuestras economías y proyectos nacionales sobre bases de solidaridad y cooperación como las practicadas por el Alba. De poner de una vez en funcionamiento el Banco del Sur, indispensable para canalizar los recursos de América Latina al desarrollo armónico y equitativo regional, y sentar las bases de la moneda única, sin la cual no es posible crear una verdadera unión económica latinocaribeña capaz de lidiar con éxito frente a los tiburones de las finanzas internacionales.

jueves, octubre 09, 2008

La crisis es también oportunidad

Ángel Guerra Cabrera

El sistema financiero internacional se desploma sin remedio y arrastra al mundo a una gravísima tragedia económica y social. El plan Paulson/Bush rescata a los grandes banqueros y especuladores, ahonda las raíces del problema y hará más calamitosa la vida de los estadunidenses, ya endeudados hasta el cuello y empujados al mayor desamparo. Entre las causas de la debacle apenas se mencionan las guerras de rapiña en Irak y Afganistán, el gasto bélico y el consumismo desenfrenados, que, como hemos reiterado en este espacio, hundirían la economía de Estados Unidos. Es indudable la incidencia del megafraude inmobiliario en el desenlace, pero visto en perspectiva no fue más que su detonador pues el fenómeno lleva décadas incubándose desde que Richard Nixon, ante el insoportable costo de la agresión a Vietnam, desligó el dólar del patrón oro y abrió la llave a la inundación del planeta por el dólar chatarra que ha terminado por ahogar su economía.

A ambos lados del Atlántico, quienes exaltaban el libre mercado y el enflaquecimiento del Estado como fórmula única de prosperidad, de un día para otro justifican su intervención sin precedente contra el desastre ocasionado por aquél, y sin que nadie les crea argumentan la necesidad de la regulación y la transparencia. En Alemania el ministro de Economía anuncia el fin de Estados Unidos como potencia financiera y en la prensa especializada inglesa se vaticina la desintegración del andamiaje financiero del orbe. Los directivos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, cuyas recetas cimentaron la crisis, anuncian un largo periodo de estancamiento económico y alza inflacionaria, “especialmente en los países pobres”. Un rapto de esquizofrenia invade los centros de poder del “primer mundo”. Lo que esconde en el fondo es perplejidad y pánico ante un desbarajuste de consecuencias y proporciones que saben mayúsculas y no tienen ni idea de cómo remediar.

No es para menos, aunque no ha sido por falta de advertencias. Economistas marxistas y no marxistas y estadistas revolucionarios como Fidel Castro han pronosticado hace tiempo esta hecatombe, pero estudiosos dentro del establishment también dispararon las alarmas. Habría bastado que los señores del dinero reflexionaran sobre las alertas del premio Nobel Joseph Stiglitz o de Paul Krugman en The New York Times. El manejo de la crisis, sin embargo, está en manos de los mismos fundamentalistas del mercado que la ocasionaron y sus soluciones reiteran la codicia que la origina.

El capitalismo expuso desde el siglo XIX síntomas dramáticos de su naturaleza destructiva e insostenible, comprobada con las guerras mundiales y la Gran Depresión de 1929. A tal grado que los estadistas e ideólogos burgueses llegaron a abjurar del liberalismo económico. Así lo sugerían el New Deal de Franklin Roosevelt y el propio intervencionismo estatal en la Alemania nazi. La edad de oro, el más largo y deslumbrante periodo de expansión económica del capitalismo, que se extendió desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta los años 70 del siglo XX, se logró a contrapelo del liberalismo, aunque a expensas de acentuar el saqueo y la opresión del tercer mundo.

Pero bajo el gobierno de Ronald Reagan se aceleró la demolición, iniciada por Nixon, del pacto económico posterior a la Segunda Guerra Mundial y florecieron las políticas (neo)liberales, caracterizadas por la vorágine especulativa y el flujo internacional incontrolado de capitales ficticios, continuados con Bill Clinton y llevados al paroxismo por W. Bush con la proliferación de las hipotecas basura y los “derivados”, que han implosionado las finanzas internacionales.

La crisis capitalista no es sólo financiera. También alimentaria, energética y medioambiental, que pone a la humanidad a las puertas de las peores calamidades que haya sufrido. Grandes cambios económicos y geopolíticos se avecinan, que si existe rumbo y espíritu de cooperación podrían ser benéficos a la postre.

Si América Latina y el Caribe se unen e integran solidariamente pueden dar el ejemplo y la inédita cumbre de jefes de Estado a celebrarse en Brasil en diciembre próximo les abre la oportunidad.