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Es cierto que la “partidocracia” es la que domina la vida política de México para favorecer los intereses de Estados Unidos y de la oligarquía pro yanqui. En este sistema de partidos –que ha impuesto Washington como “modelo único de democracia”?, las cúpulas tienen el monopolio de la selección de candidatos; son financiadas con el dinero de nuestros impuestos; se ponen al servicio de las grandes corporaciones mayoritariamente extranjeras a cambio del apoyo a sus campañas; colocan los intereses de las mafias y las elites por encima y en contra del interés de nuestra patria.
Al defender los intereses de las corporaciones, pisotean la Constitución y los derechos de los mexicanos, las garantías individuales, los derechos laborales, los derechos de los pueblos indígenas, de la mujer, etcétera. Para imponer sus intereses, han militarizado al país. En este sistema, las decisiones las toman las grandes corporaciones capitalistas y las cúpulas gubernamentales a su servicio, usando los medios de comunicación para desinformar y engañar a la mayoría sobre los verdaderos fines y consecuencias de sus decisiones. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) y sus partidos satélites únicamente operan decisiones que vienen de “arriba”. Los diputados y senadores sólo son levantadedos para aprobar leyes que favorecen a los más poderosos. Nos venden este modelo como “democrático” y lo imponen a sangre y fuego en todo el mundo, cuando en realidad es absolutamente antidemocrático y contrario a los intereses de las mayorías. La crítica a la “partidocracia” y a los partidos tiene un profundo impacto y aceptación en la sociedad mexicana. Las prácticas de corrupción imperantes en la actual clase política provocan un gran rechazo entre la población contra los actuales partidos y los actuales políticos; además, se toma conciencia de la necesidad de controlarlos. Es por esto que Rafael Barajas, el Fisgón, ha propuesto una auditoría nacional a todos los políticos mexicanos para que transparenten sus cuentas.
La democracia significa que el pueblo manda. Una tarea por impulsar en este siglo es desarrollar la verdadera democracia. Es urgente e importante la renovación democrática para que el pueblo tenga el poder de decisión y control del rumbo del país, que sea el elector quien seleccione a los candidatos, financiando el proceso electoral y no a los partidos, realizando campañas equitativas, sin ataques, compra de votos ni anuncios, con tiempos iguales para que todos los candidatos presenten sus propuestas y que los representantes lleguen a desarrollar el proyecto aprobado por los electores, para que manden obedeciendo y en el que exista el mecanismo de revocación de mandato para los que no cumplan.
Gracias a la renovación democrática, el pueblo puede tener el control y ejercer el poder en beneficio del desarrollo de México y el bienestar de la población. Así habrá paz, justicia y dignidad.
En la lucha actual, la primera tarea es derrotar al PRIAN, que representa la moderna dictadura del capital. El pueblo de México ya no admite un dictador que dure 30 años. Por eso, el imperio estadunidense ha implantado con astucia la alternancia bipartidista. Así, durante 30 años, cinco presidentes y dos partidos (PRI y PAN) han monopolizado el poder, impulsando la misma línea neoliberal que ha sumido al país en la violencia y el caos y puesto nuestras riquezas y trabajo al servicio de las grandes corporaciones, principalmente extranjeras. De modo que cambia todo en apariencia para que nada cambie en realidad y prevalezcan los mismos intereses para enriquecer a las corporaciones a costa del pueblo.
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The democracy uprising in the Arab world has been a spectacular display of courage, dedication, and commitment by popular forces -- coinciding, fortuitously, with a remarkable uprising of tens of thousands in support of working people and democracy in Madison, Wisconsin, and other U.S. cities. If the trajectories of revolt in Cairo and Madison intersected, however, they were headed in opposite directions: in Cairo toward gaining elementary rights denied by the dictatorship, in Madison towards defending rights that had been won in long and hard struggles and are now under severe attack.
Each is a microcosm of tendencies in global society, following varied courses. There are sure to be far-reaching consequences of what is taking place both in the decaying industrial heartland of the richest and most powerful country in human history, and in what President Dwight Eisenhower called "the most strategically important area in the world" -- "a stupendous source of strategic power" and "probably the richest economic prize in the world in the field of foreign investment," in the words of the State Department in the 1940s, a prize that the U.S. intended to keep for itself and its allies in the unfolding New World Order of that day.
Despite all the changes since, there is every reason to suppose that today's policy-makers basically adhere to the judgment of President Franklin Delano Roosevelt’s influential advisor A.A. Berle that control of the incomparable energy reserves of the Middle East would yield "substantial control of the world." And correspondingly, that loss of control would threaten the project of global dominance that was clearly articulated during World War II, and that has been sustained in the face of major changes in world order since that day.
From the outset of the war in 1939, Washington anticipated that it would end with the U.S. in a position of overwhelming power. High-level State Department officials and foreign policy specialists met through the wartime years to lay out plans for the postwar world. They delineated a "Grand Area" that the U.S. was to dominate, including the Western hemisphere, the Far East, and the former British empire, with its Middle East energy resources. As Russia began to grind down Nazi armies after Stalingrad, Grand Area goals extended to as much of Eurasia as possible, at least its economic core in Western Europe. Within the Grand Area, the U.S. would maintain "unquestioned power," with "military and economic supremacy," while ensuring the "limitation of any exercise of sovereignty" by states that might interfere with its global designs. The careful wartime plans were soon implemented.
It was always recognized that Europe might choose to follow an independent course. NATO was partially intended to counter this threat. As soon as the official pretext for NATO dissolved in 1989, NATO was expanded to the East in violation of verbal pledges to Soviet leader Mikhail Gorbachev. It has since become a U.S.-run intervention force, with far-ranging scope, spelled out by NATO Secretary-General Jaap de Hoop Scheffer, who informed a NATO conference that "NATO troops have to guard pipelines that transport oil and gas that is directed for the West," and more generally to protect sea routes used by tankers and other "crucial infrastructure" of the energy system.
Grand Area doctrines clearly license military intervention at will. That conclusion was articulated clearly by the Clinton administration, which declared that the U.S. has the right to use military force to ensure "uninhibited access to key markets, energy supplies, and strategic resources," and must maintain huge military forces "forward deployed" in Europe and Asia "in order to shape people's opinions about us" and "to shape events that will affect our livelihood and our security."
To read more HERE.MÉXICO, D.F., 29 de diciembre.- Pocas cosas producen tantas consecuencias nefastas y peligrosas como el dinero: diputados que sin ningún conflicto ético aceptan que la Cámara solvente desde cuestiones personales (como la peluquería) hasta obligaciones ciudadanas (como sus impuestos); cúpulas partidarias que impiden la creación de nuevos partidos políticos (pues habría que repartir entre más el pastel de la subvención); empresarios que eluden de mil maneras pagar sus impuestos y que escatiman a sus trabajadores la repartición de utilidades; personas que se venden por dinero (y no hablo sólo del comercio sexual); narcotraficantes que atentan contra la sociedad por dinero; cómplices “decentes” que “lavan” ese dinero, y, final y aterradoramente, sicarios que secuestran y matan por dinero. Money makes the world go round, dice la canción. Lo que no aclara es en qué pavorosa dirección lo hace girar.
¡Habría tanto que decir sobre el dinero! Todos necesitamos ganar dinero, y no se trata únicamente de ambición o de codicia. Tener dinero se plantea como una necesidad fundamental para asegurarse dónde vivir, para vestirse y alimentarse, para educar a los hijos, para pagar medicinas, en fin, para vivir decorosamente. Sin embargo, hay un porcentaje ínfimo de personas –los multimillonarios– para quienes el dinero parece ser otra cosa.
Georg Simmel ha dicho que el dinero, por ser un equivalente universal de todos los bienes, se parece a Dios. Y Simmel encuentra gran similitud entre el deseo de absoluto que es propio de la experiencia religiosa y el deseo de tener más y más dinero. Ese deseo del absoluto que el dinero promete parece ser lo que impulsa a los empresarios y financieros de éxito a seguir y seguir acumulándolo, sin saciarse.
El caso de Slim es paradigmático. Personalmente él ya no necesita más; sin embargo, sigue y sigue haciendo dinero. ¿Qué busca? Probablemente lo que Simmel apuntó: el absoluto que la posesión del dinero parece prometerle. De otra manera no se explica que una persona inteligente como él siga acumulando millones que no necesita para cubrir sus necesidades (por muy lujosas que éstas sean). Salvo que Slim esté poseído de ese deseo de absoluto del que habla Simmel, no resulta fácil comprender por qué en lugar de subir la calidad de sus productos y abaratar su costo (el servicio telefónico, la comida de Sanborns, etcétera) persiste en exprimir hasta el fondo a sus consumidores y a sus trabajadores más vulnerables. ¿Por qué no le interesa, por ejemplo, que las meseras y el personal de cocina de Sanborns estén mejor pagados? ¿O que las personas que enfundadas en unos trajes amarillos y que venden en la calle tarjetas Telcel tengan prestaciones en lugar de comisiones? ¿Por qué no se preocupa por subir el nivel de vida de sus trabajadores y sus consumidores? ¿Qué otra cosa sino el deseo de absoluto, confundido en este caso con el dinero, puede llevarlo a ese extremo de rapacidad?
Slim es un empresario “filantrópico”, que dona cantidades importantes y beca a miles de estudiantes. Pero esa buena actitud no basta. No es por maldad, sino por compartir la “lógica de mercado” que este magnate tiene un desinterés vital respecto a la posibilidad de transformar sustantivamente la situación de la mayoría de las personas en nuestro país.
Pero no hay que personalizar. También otros empresarios y, más aún, los financieros, corredores de la Bolsa o banqueros que trabajan a manos llenas con esa abstracción que es el dinero, se confunden ética y políticamente. Parecería que todos ellos creen, por tener dinero a manos llenas, que tienen, aunque sea por un momento, el absoluto. Y cuando se tiene el absoluto, ¿por qué detenerse en detalles nimios, como la situación de los demás, los trabajadores y consumidores, incluso de aquellos que dependen directamente de ellos?
La acción política es la única capaz de modificar este esquema de acción de los multimillonarios. No hay suficiente dinero de la recaudación de impuestos para financiar buenos servicios públicos. ¿Acaso es justo que los millonarios paguen el mismo porcentaje de impuestos que los profesionistas de clase media, el 35%? Los políticos, que supuestamente trabajan para la sociedad, tendrían que poner reglas más estrictas a quienes tienen más. Sí, en teoría los políticos deberían tener eso que Weber llamó la ética de la responsabilidad. Pero nuestros diputados y políticos (con honrosas excepciones) están más interesados en “proteger” los intereses de los empresarios y financieros que en hacer leyes que apunten a una mejor redistribución de la riqueza y de la seguridad: En una sociedad más equitativa, con buenos servicios sociales, no hay necesitad de guaruras ni existe el miedo al secuestro.
Habrá que revisar el vínculo impuestos/seguridad en el marco de ser el país con el hombre más rico del mundo y, al mismo tiempo, con un índice brutal de desigualdad y pobreza. Hay que hablar de dinero, de cuántos impuestos pagan los que tienen más y de cómo esos impuestos se transforman –o no– en servicios públicos. Hay que hablar de qué significaría que todos los ciudadanos tuvieran una renta básica, o sea, un ingreso ciudadano mínimo y contaran con una seguridad social de calidad. Sí, el año que viene habrá que hablar más del dinero, del supuestamente privado y del público, pero mientras tanto les deseo que tengan un buen inicio de año, sin problemas de dinero.
Sabe Vd. que el volumen de negocios de una sola multinacional es superior al producto interior bruto de muchos países, incluidos Austria o Dinamarca? ¿Cuál es el papel de los paraísos fiscales que dan cobijo al dinero del crimen o al de la corrupción? ¿Por qué se permiten la existencia de esto territorios sin ley? ¿Cuál es el papel real de organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio? ¿Qué pasó realmente en la Argentina para que u economía se viniera abajo? Estos y otros temas se analizan en el primer capitulo de la serie Voces contra la globalización, de la 2 de Television Española, a través de las voces de José Saramago, Pérez Esquivel, Carlos Taibo, Eduardo Galeano, Jean Ziegler, José Vidal Beneyto, Sami Naïr, Ignacio Ramonet, José Bové, María José Fariñas, Francoise Houtart, Manu Chao, Giovanni Sartori, Casaldáliga, Toni Negrí, Avi Lewis, Mayor Zaragoza, Fatema Mernissi, Vitorio Agnolletto y David Held.
Voces contra el modo en el que se está llevando a cabo en el mundo el modelo de globalización.