

grave errory afirmó que sus declaraciones divulgadas en la revista Time no reflejaban su sentir. En la publicación dijo:
Amo a Fidel Castro... lo respeto. Mucha gente ha tratado de matarlo durante 60 años... y todavía está ahí. Sus dichos desataron una ola de protestas de organizaciones anticastristas.
poder blando(soft-power), según advierte un articulo de Randal C. Archibold en The New York Times (7/4/12).
Archibold indaga las inversiones inocuas
de China en el Caribe, que van desde el regalo
de un estadio de 35 millones de dólares a Bahamas (a 240 kilómetros al sudeste de Florida), pasando por varios donativos –una escuela de gramática (sic), un hospital reacondicionado y otro estadio– a la isla Dominica (miembro de la Alba), hasta una nueva escuela en Antigua y Barbuda (miembro de la Alba).
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En lo que va del sexenio de Felipe Calderón el salario real de los trabajadores mexicanos ha registrado una pérdida de poder adquisitivo de 42 por ciento, revela un estudio del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM.
Lo anterior es resultado del bajo crecimiento que han tenido los salarios nominales en el país frente al comportamiento de los precios.
El documento refiere que del primero de diciembre de 2006 a mediados de febrero el salario mínimo nominal diario en México pasó de 48.5 pesos a 62.3, mientras que el precio de la canasta alimentaria recomendada (CAR), definida como la canasta de alimentos recomendable ponderada para el consumo diario de una familia mexicana, pasó de 80.8 a 197.9 pesos.
Dicha canasta, que fue elaborada en conjunto entre el Centro de Análisis Multidisciplinario y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán de la Secretaría de Salud, incluye un conjunto de 35 alimentos cuyos nutrientes son los mínimos necesarios para la alimentación de una familia conformada por cinco personas (dos adultos, un joven y dos niños).
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Zósimo Camacho / David Cilia, fotos / enviados
Habitan cavernas y viven alcoholizados: es más fácil conseguir tesgüino que agua potable. En sus propias palabras, “muchas veces es lo único que hay para llevarse a la panza”. Harapientos, su patrimonio es la pila de ramas secas a la entrada de la cueva y lo que llevan puesto. Nacen y mueren sin que exista un registro oficial de ellos. No cuentan con acta de nacimiento ni saben cuántos años tienen. Son hombres, mujeres y niños rarámuris que sobreviven en el corazón de la Sierra Tarahumara , adonde los aventó hace siglos el chabochi o conquistador y, por extensión, el mestizo, de quien siguen huyendo y, despavoridos, corren aunque se les grite que son médicos o maestros quienes esporádicamente los buscan. En la profundidad de las barrancas o en la cima agreste de las montañas, arañan, con rudimentarios instrumentos, las peñas casi desnudas para arrancarles algo de sunú o maíz. Con esta entrega –de un municipio que oficialmente no se encuentra entre los más pobres del país, porque los encuestadores enviados por los gobiernos no llegan a las recónditas comunidades serranas y la cabecera municipal es “próspera”–, Contralínea concluye la publicación del reportaje, en 14 partes, de Miseria Criminal. |
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Batopilas, Chihuahua. El viento parece mecer a los infantes, niños, jóvenes y viejos reunidos entorno a una olla de tesgüino, bebida embriagante de maíz fermentado. Sentados en una viga carcomida o en el suelo, con la barbilla puesta en sus rodillas, divisan los enormes peñascos rosados y grisáceos de esta Sierra Tarahumara, declarada por el gobierno federal “Parque Nacional Barrancas del Cobre”. Abuelos, de alrededor de 50 años, y nietos, quienes rondan los cinco, se pasan la hueja luego de darle algunos sorbos. Todos están borrachos.
La familia de José Rodrigo Torres casi está completa: sólo sus hijas y nueras huyeron al advertir la presencia de chabochis. Convive junto a la milpa en la que han sembrado maíz, frijol y calabaza. Se trata de una pequeña ladera entre los abruptos acantilados de la cadena montañosa. De manera atropellada, y mediante intérprete o español entrecortado, señalan que no saben de edades, que no han recibido nunca atención médica y que comen sólo maíz y frijoles “cuando hay”. Generalmente se alimentan de quelites que buscan entre el monte.
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Pasan años pa´que comamos carne": Entesguiñados
—¿Cuándo fue la última vez que comieron carne?
La pregunta los deja atónitos. Guardan silencio por unos segundos y luego estallan en carcajadas y en una gritería en la que todos hablan al mismo tiempo.
“¿Carne? No, pues muy a lo largo... a lo largo. Pasan años pa’ que comamos carne y solamente cuando alguien nos convida. Los bukes (niños pequeños) ni la conocen”.
Una voz gruesa irrumpe con un lamento. Es la abuela que ha comenzado a cantar “para que llueva, se dé el maicito y tengamos milpa que trabajar”. Ana María Castillo –quien dice haber tenido “como 22 hijos”, de lo cuales “no se lograron” ocho– dirige su canto al cielo y el abuelo se levanta a bailar. Sus pies descalzos golpean lenta y rítmicamente la tierra y levantan polvo rojizo. Los ojos de la mujer, hinchados y acuosos, están cubiertos de una secreción turbia. Dice: “desde hace unos meses ya casi no veo”.
Antes de que oscurezca, se trasladan a su morada: una cueva, abierta como pequeña herida en la montaña. Tambaleándose, caminan por un estrecho sendero en el que cabe una sola persona; de un lado, la roca y los arbustos espinosos; del otro, la barranca de la que apenas se escucha el rumor del río.
El acceso de la caverna mide aproximadamente un metro. Ahí han apilado ramas secas con las que encenderán la fogata. El interior es más amplio y caben alrededor de ocho personas. Su tosco metate sólo es piedra contra piedra; también se observa una botella con agua y dos cobijas. Es el patrimonio de la familia. No todos pueden dormir aquí. Sólo los abuelos, los niños y las mujeres solteras gozan de la protección de la hendidura rocosa. Los demás pernoctan bajo chozas improvisadas con ramas y tierra o a cielo descubierto.
Los niños no van a la escuela, pues “el maestro que vino nomás estuvo dos días y se fue”, dice Antonio, quien tiene cuatro hijos menores de 10 años, “más una que se me murió”.
![]() Antonio en su cueva y junto a su "patrimonio" |
José Guadalupe comenta que “doctor nunca viene. Sabemos que hay brigadas, pero nunca llegan acá. Andan de esa sierra pa’ allá” y señala, a lo lejos, una cordillera de coníferas. “Pasa lo mismo que con eso del Procampo”, añade.
Al lugar se le conoce como La Mesa de Egüis. Se encuentra, aproximadamente, a 60 kilómetros de esta cabecera municipal, que se recorren a pie por alrededor de nueve horas; o cuatro, en camioneta por una brecha accidentada.
Pero no sólo los rarámuris padecen la miseria y la ausencia de servicios. Los ranchos de los campesinos mestizos tampoco cuentan con luz eléctrica, servicios médicos ni tierras fértiles. Son casi tan pobres como los indígenas. La dieta de la familia Egüis, que levantaron sus modestas casas de adobe junto a un arroyo, es casi idéntica a la de los rarámuris; pero pueden comer queso de cabra y café, los cuales comparten algunas veces con los indios.
Munérachi
![]() Munérachi. "Adustos e inmóviles, parecen impacibles ante la tragedia. |
Cuatro pequeños montones de piedras que sostienen una lámina constituyen la “casa” de Federico y Martha. El sol se ha puesto y, como ayer, hoy tampoco comieron nada. “Yo creo que mañana sí encuentro quelites”, dice serenamente Federico, quien tiene aproximadamente 17 años. Su mujer, ligeramente menor que él, amamanta a una bebé de ocho meses. La joven madre ingiere agua de lluvia recolectada en botellas de plástico.
El cielo encapotado y el aire húmedo anuncian los aguaceros nocturnos. Saben que la lámina no les servirá de nada, pero dicen estar acostumbrados: “nomás así siempre la pasamos”.
![]() La "casa" de Federico y Martha. La familia puede pasar dos días sin comer |
Tampoco hay médico en esta comunidad, aunque las brigadas de salud llegan cada uno o dos meses. Los habitantes cuentan con un viejo internado para los niños en el que no hay maestros desde hace medio año. Perros con sarna se pasean por una abandonada cancha de basquetbol. La vieja iglesia es la única construcción que cuenta con gruesas y altas paredes. También se encuentra cerrada y, a través de los orificios de las puertas apolilladas, se advierte un templo rústico y pobre.
Vicente Rivas, el comisario policía de esta localidad, habitada aproximadamente por 600 personas, dice que “aquí lo que más falta hace es clínica con doctor”. La autoridad tradicional expresa que la gente se enferma de neumonía y los niños no están bien alimentados. Agrega que “la gente luego se muere de repente sin saber ni de qué”.
Cuando una persona de esta comunidad cae enferma, sus familiares acuden al sucurúami o curandero, quien “a veces cura la diarrea, la neumonía y la calentura con raíces y cantos”.
Munérachi se encuentra a más de siete horas, recorridas a pie, de la cabecera municipal. Para llegar al centro de salud deben atravesar dos ríos que en temporada de lluvias son imposibles de cruzar.
El agua que ingieren es “del aguaje”, es decir, de una pila dispuesta para captar el agua de lluvia.
Rodrigo Soto Gutiérrez, de alrededor de 50 años, muestra su casa: dos pequeñas habitaciones de adobe con techo de ramas y tierra. Al interior se observan dos petates, dos costales de maíz, una pala, un azadón, un bielgo y un hacha. Además, un altar a la virgen de Guadalupe y a San Judas Tadeo.
Desde lo alto de un peñasco, Rodrigo Soto observa caer la noche. Dice que los sacos de maíz le alcanzarán a su familia sólo para dos semanas más “y el cielo no quiere llover bien”. Erguido y de semblante duro, cruza los brazos. Pareciera estatua de bronce colocada sobre un risco. Se ha quitado la napacha o blusa. El viento le mece el isigura o taparrabos. Sólo escucha el sonido estridente de las chicharras que, luego de la puesta del sol, domina el monte.
Guamuchili
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En lo profundo de la barranca, y a orillas del río Batopilas, está la cueva de José María Layo. El viejo no ve definitivamente de un ojo. Del otro, le escurre una lágrima espesa que “hace que todo se vea empañado”. Camina a pasos cortos ayudado con un bastón; pero se muestra ágil al atravesar los arroyos. Casi no entiende el español y muy pocas frases puede decir “en castilla”.
Llovió toda la noche anterior y el estruendo del río crecido hace que cualquier diálogo sea a gritos. José María no sabe cuántos años tiene, “pero ponle que como 500”, dice con seriedad. Tiene nueve años viviendo en esta cueva. Antes vivía en otra de la sierra. “Me bajé porque aquí tengo cerca el agua”, comenta y, con una mueca, señala al río.
Nunca fue a la escuela y nunca había sido atendido por un médico hasta que se acercó a esta cabecera municipal, hace dos meses, desesperado porque está a punto de perder la vista. Camina cada semana alrededor de 15 kilómetros para que sea revisado por el médico. Ha recibido el apoyo del presidente municipal. Vive con un hijo, su nuera y tres nietos.
La cueva no es profunda y ni siquiera puede resguardarlos completamente de la lluvia. María, de siete años, carga, amarrada por la espalda, a su hermana Rosita, de tres meses. Juega, junto con Juan, de dos años, con el agua verdosa encharcada en el interior de la cueva.
José María ha colocado ramas delgadas para colgar sus pertenencias y con ello evitar que se mojen: el guare o cesto de tortillas, las cobijas, el petate, la hueja o cuchara y las bolsas de ropa que les fueron entregadas en la presidencia municipal.
Guacaibo
Los niños se pasean, descalzos y silenciosos, por las milpas. Infestados de parásitos, su vientre les crece grotesco, aunque el resto de su cuerpo se observe delgado y blancuzco. Porfirio Méndez Enríquez, el comisario policía de la comunidad, sostiene entre sus manos a Óscar Diego, de dos años. El infante, débil y con un estómago de 30 centímetros, no puede sostenerse por sí mismo.
“Éste es el niño más jodidón. Está muy panzoncito. Ya está que revienta. Lo bajamos a Batopilas hace como dos meses y de ahí se lo llevaron hasta Chihuahua. Lo vieron unos doctores y hasta medicina nos dieron; pero ya se acabó y aquí cómo vamos a conseguir. Sí le había bajado su pancita pero ya le creció otra vez. Luego se enferman como de gripa y calentura, que dicen que viene siendo paludismo”, explica Porfirio.
Sin embargo, los niños no son los únicos que muestran vientre abultado. Los adultos también padecen de enormes estómagos sin que sepan cuál es la causa. Beben agua de lluvia que captan en grandes tinacos o extraen de los pozos.
Porfirio Enríquez dice: “He bajado a Batopilas a hablar con la doctora que está ahí para decirle que necesitamos doctor acá. Me dice que no hay presupuesto; pero yo le digo, no le hace que no haya presupuesto: acá hay gente. Primero hicieron que nos ilusionáramos con que sí iban a mandar. Hace como cinco años nos dijeron que era cosa de que nomás hiciéramos la casa de salud. La levantamos de adobe y hasta puertas le pusimos y todo. Nunca llegó nadie y ahora está ahí toda inservible”.
Agrega que “sí se han muerto personas porque no se les atiende. Ya nos conformamos con que viniera un doctor cada mes. Mira a esta otra chiquita: es Jesusita y no quiere crecer”. La niña, de seis años y 16 kilos, se oculta entre las piernas de Porfirio.
La comunidad se encuentra en la parte más alta del municipio. Casi en las cimas de las montañas, gozan de algunas praderas y bosques de ocotes. Sin embargo, el agua no es suficiente.
“Aquí tenemos muchas ganas de trabajar. Necesitamos una presa. Nosotros mismos la hacemos, pero necesitamos material. Con una presa, podríamos tener riego y hasta agua para bañarnos, porque ahorita casi toda es para tomar. Y, a veces ni para eso tenemos”.
El Tablón
El viejo Higinio Osorio Rentería, de 77 años, levanta cuidadosamente su pantalón y descubre su pantorrilla. Las moscas, ligeras, se apeñuscan en una masa tumefacta y sangrante. La herida nunca cicatriza y se extiende apresuradamente. Nadie sabe qué enfermedad lo aqueja ni las causas de ella.
“Me enfermé de llagas. Nomás primero me dolió el empeine; luego llegó la calentura, y a los pocos días me salieron manchas rojas. En julio, cuando estaba desyerbando una matita de maíz, me di cuenta de que ya tenía más manchas y las llagas. Mi otro pie está como adormecido.”
![]() Osorio Rentería, enfermode "llagas". El médico más cercano, a nueve horas. |
Más de 12 horas, a pie por senderos escabrosos, separan al viejo de la cabecera municipal de Batopilas, donde un médico podría atenderlo. “Nunca ha venido un doctor por acá o, por lo menos, a mí no ha tocado verlo y, la verdad, yo ya no puedo bajar”, asegura. Las brigadas médicas tampoco llegan hasta esta ranchería habitada por mestizos.
El anciano vive solo. No cuenta con familiares. Sus vecinos procuran lavarle las heridas con agua y yerbas.
Bacilio Portillo Castillo, de 57 años, lamenta la falta de servicios médicos: “Aquí sí se han muerto. Apenas llevábamos a Batopilas a un chamaquito. Lo vimos enfermo un día en la mañana; le dimos remedios y parecía que se componía. Ya en la noche se puso muy malo y por la mañana lo echamos en el lomo de un burro rumbo a Batopilas; pero como a la hora de camino, se acabó el niño. Tenía seis años”.
El campesino, de sombrero, huaraches de tres puntadas y daga en la cintura, expone que en la ranchería no llega Procampo ni Oportunidades. Tampoco los niños van a la escuela, pues el maestro se fue hace de cinco meses.
“Aquí necesitamos muchas cosas; pero comida es lo que más hace falta. Necesitamos también un puente colgante para atravesar el río, porque en temporada de lluvias no hay siquiera ni cómo ir a conseguir las cosas a otro lado.”
Cuesta abajo, rarámuris salen al paso de los forasteros. No pronuncian una sola palabra ni responden a vocablo alguno que no sea el kuira’, saludo tarahumara. Adustos e inmóviles, parecen impasibles no sólo ante los agrestes clima y orografía sino también ante el hambre, la enfermedad y la tragedia.
Desde las veredas, se observan en las laderas a otros que yacen desmayados y con el rostro sangrante. Son los entesgüinados que, solitarios, despertarán para seguir arañando peñascos y huir, sierra adentro, de la voracidad del chabochi.
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MÉXICO, D.F. (apro).- Otra “medalla” para México, de parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): el ingreso promedio del 10% de los mexicanos con más altas percepciones es 26 veces superior al promedio de los más pobres en el país.
Con ello, México es el segundo país –sólo después de Chile– con la más alta desigualdad en ingresos dentro del conjunto de naciones de la OCDE, cuya diferencia promedio entre los habitantes que más ganan y los que menos es de 27 a 1.
En su reporte sobre desigualdad social, que hoy dio a conocer desde su sede en París, la OCDE señala que en 2008 –últimos datos oficiales disponibles– el 10% de los hogares más ricos tenían un ingreso de 228 mil 900 pesos, 26 veces los ingresos promedio, de 8 mil 700 pesos, que tenía el 10% de hogares más pobres.
Para consuelo, Brasil, que no pertenece a la OCDE, está mucho peor: la diferencia entre los que más ganan y los que menos tienen es de 50 a 1.
Otro dato de la desigualdad, de acuerdo con el organismo, es que en los últimos 25 años, los ingresos de los hogares crecieron así: 1.7% para el 10% de los mexicanos más ricos, contra sólo un 0.8% para el 10% más pobre.
Es decir, los ingresos de los pobres, en ese lapso, crecieron inclusive por debajo de la mitad en que los hicieron los ingresos de los más favorecidos.
Sin embargo, México no es un caso único, ni el peor, en materia de cómo han crecido los ingresos entre ricos y pobres.
Hay países avanzados que muestran diferencias más grandes, aun en los reconocidos por una tradición más igualitaria.
Por ejemplo, en Dinamarca, los ingresos de los menos favorecidos crecieron en los últimos 25 años 0.7% contra un 1.5% de los más ricos.
En Holanda, la diferencia fue de 0.5% para los que menos ganan contra 1.6% –es decir, tres veces– para los que más tienen. En Noruega, 1.4% para el decil más bajo de la población contra 2.7% para el de más altos ingresos.
Se ve más grave el caso de Estados Unidos: los más pobres vieron crecer sus ingresos en ese lapso sólo un 0.5%, mientras los de más altos ingresos crecieron 1.9%. Es decir, los ricos vieron crecer sus ingresos en 3.8 veces los ingresos de los más pobres.
No se queda atrás el Reino Unido: el 10% de la población de más menores percepciones vieron crecer sus ingresos en 0.9%; los ricos en 2.5%, o 2.7 veces.
Suecia, quién lo dijera, está peor: el decil de la población de menores ingresos registró un crecimiento en sus ingresos de 0.4% y el del 10% de la población más favorecida lo hizo en 2.4%. Es decir, el ingreso de los ricos creció ¡seis veces! que el de los habitantes de menores ingresos.
Es mucho, sí, pero hay de pobres a pobres. Nos es lo mismo un “pobre” –que no lo son– de Suecia o Dinamarca, que uno –que lo son, en grado superlativo– de Chile o de México.
De hecho, en aquellos países la diferencia entre los ingresos de los habitantes de altas percepciones y los de menos ingresos es de 6 a 1; no de 26, como en México, o 27 como en Chile.
Aun así, en su informe, la OCDE señala que la brecha entre ricos y pobres en los países de la organización “ha llegado a su nivel más alto desde hace más de 30 años, y los gobiernos deben actuar con rapidez para combatir la desigualdad”.
Reitera que actualmente el ingreso promedio del 10% más rico es cerca de nueve veces mayor que el del 10% más pobre de toda la OCDE.
También dice que la brecho de ingresos ha aumentado incluso en los países tradicionalmente más igualitarios, como Alemania, Dinamarca y Suecia, donde pasó de 5 a 1 en la década de los ochenta a 6 a 1 en la actualidad. Esa brecha es de 10 a 1 en Italia, Japón, Corea y Reino Unido, y aun más, a una brecha de 14 a 1 en Israel, Turquía y Estados Unidos.
Apenas el 22 de noviembre, cuando el Inegi dio a conocer que la economía mexicana creció 4.5% en el tercer trimestre del año –cifra ciertamente inesperada, muy por arriba de lo estimado por los analistas y el propio gobierno–, Calderón se ufanó y gritó a los cuatro vientos lo bien que está el país. Chacoteó en Los Pinos, en una reunión con empresarios de la vivienda:
“Miren nada más: este tercer trimestre, amigas y amigos, para que se den una idea, los bancos, los analistas financieros, los empresarios más picudos, más destacados, todo mundo decía que la economía nacional iba a crecer 3.5% anual en el tercer trimestre… No creció 3.5, creció 4.5% a tasa anual, 1% (sic) arriba de lo que se estaba previendo.”
(De haber hecho bien las cuentas, se hubiera desgañitado en el autoelogio, pues el aumento en la tasa de crecimiento no fue de 1% –sí de un punto porcentual– sino de casi 30%, 28.6% para ser precisos. Es muy común ese error. Un caso paradigmático fue cuando en 1995 el gobierno de Ernesto Zedillo subió la tasa del IVA de 10% a 15%, roqueseñal de por medio. Casi todo mundo dijo: “subió 5% el IVA”, cuando en realidad la tasa subió 50%, o bien, cinco puntos porcentuales. Que no es lo mismo.)
Y eso le sirvió para decir que, “con todo y los líos que hay a nivel internacional”, estamos “en la ruta correcta”, con “una economía más fuerte, más sólida”, que avanza “por la senda del crecimiento y del empleo para las familias mexicanas que tanto queremos”.
Tres días después, el Inegi dio otra “buena” noticia: la tasa de desempleo en octubre fue de “sólo” 5%, contra 5.7% de octubre del año pasado, lo que implicaba que unas 300 mil personas, en un año, de octubre a octubre, habían logrado ocuparse.
Calderón no dijo nada, porque sabe que una tasa de desocupación de 5% de la Población Económicamente Activa significa que 2 y medio millones de mexicanos, y sus familias, siguen sin trabajo, sin ingreso alguno, en el desamparo absoluto.
Y no dijo nada, también, porque el propio Inegi, en el mismo reporte sobre el empleo en octubre, reveló que la tasa de subocupación subió en ese mes a 9.3%, muy por arriba del 8.5% de octubre de 2010.
Eso quiere decir que hay en el país casi 4 millones y medio de mexicanos que, ciertamente, tienen un trabajo, pero que éste no les da para satisfacer sus necesidades básicas, por lo cual andan a la caza de uno o dos trabajos adicionales, o de más horas en el que ya tienen.
Es decir, los trabajos recuperados o logrados por primera vez son tan precarios, sobre todo mal remunerados, que por eso aumenta siempre la tasa de subempleo.
Pero en materia de empleo, el presidente siempre le da la vuelta al tema. La promesa electoral de ser el “presidente del empleo” se fue al basurero desde el primer año. Con crisis y sin crisis económica, en este sexenio se han registrado las tasas de desempleo, de subempleo y de informalidad más altas de la historia económica reciente del país.
Promesas incumplidas
En décadas, son contadas las veces en que el desempleo ha registrado tasas arriba de 5% de la PEA. En esta administración ha sido la constante, con periodos de tasas superiores a 6%, como en 2009, que significaron hasta 3 millones de personas en el desempleo absoluto y no menos de 10 millones –si se cuenta a los familiares de quienes perdieron el trabajo– en el desamparo total.
Ante una realidad que destruyó su promesa electoral, Calderón opta por magnificar el número de empleos formales. La última vez, en Cancún, hace tres semanas: festinó que en el país se han creado, en lo que va del año, 764 mil nuevos empleos, “pese a las adversidades financieras globales”. Pero todos los análisis coinciden, lo mismo entre especialistas que académicos: la mayoría son trabajos precarios, mal remunerados, de corta duración.
Si en el tema del desempleo el presidente nada dijo, de plano enmudeció el pasado 29 de noviembre. Muy temprano, en videoconferencia desde Santiago de Chile, la mexicana Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), daba a conocer el informe Panorama social de América Latina 2011, donde resaltó datos seguramente nada gratos para los oídos del presidente Calderón:
En 2010, de todos los países de la región, sólo en México y en Honduras habían aumentado la pobreza y la indigencia. En los demás se mantenían estables o iban francamente a la baja.
En México, según el informe de la Cepal, 36.3 de cada 100 personas están en condiciones de pobreza, cifra superior a la registrada en 2008, cuando la tasa de pobreza era de 34.8%. Si se considera una población de 112 millones 336 mil habitantes –según el censo nacional de 2010–, eso quiere decir que 46.8 millones de mexicanos son pobres.
En el conjunto de países de América Latina y el Caribe la pobreza se ubicó en una tasa de 31.4%, en promedio. La de México estuvo casi 16% arriba.
Más lacerante aun es el dato del aumento de la indigencia que, según la Cepal, pasó de 11.2% de la población en 2008, a 13.3% dos años después. Es decir, hay en el país 15 millones de mexicanos sumidos en la indigencia. Si se suman las dos cifras, se tiene que hay en México –según la Cepal– casi 62 millones de personas con algún grado de pobreza, es decir, 55% de la población.
Las mediciones que en México hace el gubernamental Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) señalan que para 2010 había 52 millones de pobres, incluidos los de pobreza extrema, que significan 46.3% de la población del país.
El presidente Calderón, dicharachero y jocoso que es con las cifras buenas de la economía, esta vez calló. Aunque la muina y el mal sabor de boca le duraron poco. El miércoles, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, de visita en México, dio una conferencia conjunta con Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, y el secretario de Hacienda, José Antonio Meade. Antes se había reunido en Los Pinos con el presidente Calderón y en Banxico con su Junta de Gobierno.
Sus palabras fueron una melodía de ensueño para Calderón, un canto de sirenas que todos los medios informativos acogieron en sus principales espacios.
Algunos titulares, en portada y en interiores, de diarios y portales en internet: México es el ejemplo a seguir. Buen manejo de las finanzas ante la situación externa. Elogia FMI la conducción económica de México. Lagarde elogia ante Calderón la fortaleza de la economía mexicana.
También: México va bien, pero no puede descuidarse: FMI. Banxico, un paso delante de la Fed (Reserva Federal de Estados Unidos) y el BCE (Banco Central Europeo): Lagarde. FMI: Copia Europa las recetas de Carstens. Reconoce el FMI las políticas fiscal, financiera y monetaria de México. Manejo de crisis de México, ejemplo para países: Lagarde.
Y muchos otros titulares en ese sentido. Como para bailar de gusto. Tanto que se preocupa Calderón por la imagen violenta de México en el mundo. Tanto que se enoja porque en México se habla mal del país. Pero vino madame Christine Lagarde –así la presentaron en la conferencia de prensa– y sus palabras, una sinfonía jubilosa, lo conectaron con las nubes.
Pero la alegría terminó muy pronto. Al día siguiente de que los medios saturaron sus espacios con los dichos de Lagarde, el Coneval echó a perder la fiesta. El viernes 2 presentó los resultados del estudio La medición de la pobreza municipal 2010, realizado por vez primera. Y dejó en claro que la excelsa conducción macroeconómica del país –a decir de Lagarde, los propios funcionarios y aun del presidente– ha sido incapaz de frenar el deterioro de las condiciones de vida de la población.
El dato general de dicho estudio es que de los 2 mil 456 municipios que hay en el país, en mil tres de ellos 75% de su población es pobre. Es decir, tres de cada cuatro habitantes de cada uno de esos municipios es presa de la pobreza.
Pero ese es un promedio. En el detalle, la realidad es aun más dramática. Hay municipios en los que prácticamente ningún habitante se salva de la miseria. Una muestra del Coneval:
En San Juan Tepeuxila, Oaxaca, 97.4% de sus pobladores son pobres. En Aldama y en San Juan Cancuc, ambos en Chiapas, 97.3%. En Mixtla de Altamirano, Veracruz, 97%. Chalchihuitán, Chiapas, 96.8%. Santiago Textitlán, Oaxaca, 96.6%. San Andrés Duraznal, Santiago el Pinar y Sitalá, Chiapas, 96.5%. San Simón Zahuatán y Coicoyán de las Flores, Oaxaca, 96.4%. Santa María Quiegolani, Oaxaca, y Larráinzar, Chiapas, 96.3%. Chanal, Chiapas, 96.1%, y Pantelhó, también en Chiapas, 96%.
De hecho, según el Coneval, son 190 municipios del país, la mayoría en áreas rurales, los que concentran la mitad de la población en situación de pobreza, es decir, tienen carencias graves en más de uno de estos ámbitos: ingreso, educación, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación y grado de cohesión social.
Pero aquellos son los municipios donde prácticamente toda la población es pobre. Hay otros –algunos repiten– donde la pobreza asume grados de marginación extrema, indigencia o pobreza extrema. Como se le quiera llamar a una situación en la que la gente prácticamente se muere de hambre… en un país elogiado internacionalmente por su conducción macroeconómica, con una economía que está dentro de las 15 más grandes del mundo.
“Los logros”
Una muestra del Coneval de los municipios con los más altos porcentajes de población en pobreza extrema es la siguiente:
Cochoapa el Grande, Guerrero, 82.6%. San Simón Zahuatlán, Oaxaca, 80.8%. San Juan Cancuc, Chiapas, 80.5%. Mixtla de Altamirano, Veracruz, 80.3%. Chalchihuitán, Chiapas, 79.8%. Coicoyán de las Flores, Oaxaca, 79.7%. Aldama, Chiapas, 78.8%. Santos Reyes Yucuná, Oaxaca, 77.4%. San Juan Petlapa, Oaxaca, 77.2%. Metlatónoc, Guerrero, 77%. Tehuipango, Veracruz, 76.8%. Huautepec, Oaxaca, 76.5%. Sitalá, Chiapas, 74.6%. Santa Lucía Miahuatlán, Oaxaca, 73.9%, y San Martín Peras, Oaxaca, 73.6%.
Pero como las elogiadas políticas macroeconómicas sí han logrado hacer de México un país más desigual, el Coneval también presentó los municipios con menos cantidad de pobres:
La delegación Benito Juárez del Distrito Federal sólo tiene 8.7% de su población en condiciones de pobreza; San Nicolás de los Garza, Nuevo León, 12.8%; Guadalupe, Nuevo León, 13.2%; la delegación Miguel Hidalgo, Distrito Federal, 14.3%, y San Pedro Garza García, Nuevo León, 15.2%.
De hecho, en las grandes ciudades del país, sobre todo en esos municipios, la pobreza en su dimensión de “extrema” es muy menor, según los datos del Coneval:
En la delegación Benito Juárez, Distrito Federal, y en San Pedro Garza García, Nuevo León, sólo 0.4% de su población está en pobreza extrema. En San Nicolás de los Garza, Nuevo León, y en Miguel Hidalgo, Distrito Federal, 0.5%. En Huépac, Sonora, 0.6%. Villa de Álvarez, Colima, 0.8%. En Guadalupe, Nuevo León; Allende, Coahuila; Corregidora, Querétaro, y en Azcapotzalco, Distrito Federal, 0.9%.
En Aquiles Serdán, Chihuahua, sólo 1% de sus habitantes viven en pobreza extrema. En San Juan de Sabinas, Coahuila, y en Apodaca, Nuevo León, 1.1%. En Monclova, Coahuila, 1.2%, y en Coyoacán, Distrito Federal, 1.3%.
Esos son algunos de los “logros” sociales de la elogiada política económica de México. Otros que vale la pena mencionar, ahora que inicia el sexto y último año de gobierno de Felipe Calderón, son los siguientes:
Cuando inició su gobierno, el Inegi registraba 1.6 millones de desempleados, que eran 3.6% de la PEA. En el tercer trimestre de 2011 –último dato trimestral de la institución–, ya eran 2.76 millones de desempleados, 5.6% de la PEA.
Es decir, Calderón acaba su quinto año de gobierno con más de 1 millón 601 mil desempleados más de los que había al inicio de su administración.
En el subempleo estaban, al final de 2006, 3 millones de personas, 7% de la población ocupada. Ahora hay 1 millón 166 mil 300 más, pues la subocupación –en las que están las personas que no la “libran” con el trabajo que tienen– suma ahora 4 millones 174 mil 327 trabajadores, casi 9% de la población ocupada.
El caso de la informalidad es más revelador del grave problema del empleo en el país. Al término de 2006 había 11.4 millones de informales, 26.6% de la población ocupada. Hoy hay 2.8 millones más en la informalidad, pues ese sector suma ya a 14 millones 200 mil personas, 28.7% de la población ocupada.
Se puede decir también que los empleos de casi tres de cada 10 personas ocupadas son informales, con todo lo que ello implica: sin prestaciones, sin seguridad social, baja remuneración y toda la desprotección posible.
El hecho es grave, pues ya no falta mucho para que la informalidad alcance el número de trabajadores formales, afiliados al IMSS, que suman 15.3 millones de personas.
En materia de salarios, también la Presidencia del empleo sale debiendo. En 2007, primer año de gobierno calderonista, el salario mínimo diario promedio era de 48 pesos con 88 centavos; en 2011 es de 58 pesos con 6 centavos. Un “generoso” aumento nominal de 11 pesos en cinco años.
Pero en términos reales ofende la situación: esos 58.06 pesos de salario mínimo diario de hoy tenían un poder de compra, a octubre pasado, de apenas 10.06 pesos a precios de 1994, según datos de la Secretaría del Trabajo.
Por otra parte, la grandilocuencia con la que las autoridades publicitan la cantidad de nuevos empleos generados choca frontalmente con el dato de que cada vez son más las personas que trabajan y sólo perciben un salario mínimo.
Al terminar 2006, 2 millones 527 mil 451 personas tenían un ingreso de “hasta un salario mínimo”, según los tabulados del Inegi. Al quinto año de Calderón, en el tercer trimestre, ya eran 6 millones 100 mil los que tenían esa magra percepción.
Pues sí, más trabajos, pero mal pagados.
Esos son algunos de los saldos de la exitosa conducción macroeconómica del país, ensalzada por el Fondo Monetario Internacional.
Oaxaca, Oax., 30 de octubre. Los índices de pobreza en México están muy por encima del promedio de América Latina, lo que provoca la exclusión social de miles de jóvenes que no tienen acceso a la educación ni al trabajo y son presa fácil del crimen organizado, advirtió el asesor especial de la Dirección de Políticas de Desarrollo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Bernardo Kliksberg.
Al participar en el Encuentro Empresarial 2011, organizado por la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), el funcionario dijo que entre los pobres de América Latina sólo uno de cada cinco termina la secundaria, requisito sin el cual no son aceptados para trabajar en casi ningún lado.
Está comprobado científicamente que la base social de apoyo del narcotráfico está en los jóvenes expulsados del sistema. En cuanto cortemos realmente la exclusión social del sistema estaremos debilitando la posibilidad del narcotráfico de reclutar jóvenes
, destacó.
El especialista argentino sostuvo que la pelea contra el narcotráfico se debe dar en todas las áreas al mismo tiempo: jurídica, legal, policial, etcétera, pero siempre con miras a profundizar la inclusión social.
Cuanto más se democratice México, cuanto más participe la gente, más las políticas van a responder a las verdaderas necesidades
.
En una ponencia titulada Valores a cuidar y fortalecer en la construcción de la ciudadanía, destacó que mientras los niveles de pobreza en la región alcanzan en promedio a 30 por ciento de la población, en México llegan a 50 por ciento, uno de los mayores niveles del mundo.
Recordó que el lema de las protestas es: Somos el 99 por ciento
, en referencia a que, según cifras oficiales, en Estados Unidos el uno por ciento de la población percibe la cuarta parte del ingreso de ese país, y alrededor de 400 personas poseen una fortuna superior al conjunto de la que tienen 150 millones de estadunidenses, detalló.
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Hasta 1985 defendió sus vocaciones nacionalistas y populistas, pero a partir de entonces y hasta la fecha renunció a cualquier tendencia reformista. En los gobiernos de Salinas y Zedillo se alentó a los monopolios, la concentración del ingreso y a convertir a México en un protectorado de Estados Unidos. El PRI ha sido el principal artífice del neoliberalismo. Todas las leyes que dieron estructura a esa tendencia fueran aprobadas por el PRI aliado en firme al PAN. La preocupación de los priístas fue mantener la impunidad de sus próceres. A cambio de garantizar la de los panistas.
Hoy la propuesta del PRI no implica la recuperación de sus principios originales. El PRI y los priístas se quebraron por dentro al perder su núcleo ideológico. A la desesperación colectiva por la evidente descomposición del país, ofrecen un rescate nostálgico de su hegemonía. Pero los tiempos de la estabilidad priísta no están a 12 sino a 40 años de distancia. El México de hoy es otro país, como señala Virgilio Caballero. El PRI se propone utilizar dos herramientas para ganar el sindicalismo mafioso en que destaca la maestra Gordillo y el apoyo de los medios electrónicos de comunicación: dos personajes que controlan 85 por ciento de todas las señales de televisión de toda la República y 12 familias dueñas casi todas las frecuencias radiofónicas. El futuro que el PRI ofrece es el aumento del poder de los cárteles de las drogas, más impunidad, más violencia, cierre de empresas, desempleo y la incorporación a la vida social de millones de jóvenes sin trabajo y sin escuela, cientos de miles huérfanos de la criminal guerra de Felipe Calderón.