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domingo, abril 17, 2011

Falacias educativas

Alumnos en educación primaria.

MÉXICO, D.F., 14 de abril.- Cuando se comparan los resultados y el desempeño de los sistemas educativos alcanzados por otros países, o la manera como desarrollan innovaciones tecnológicas, inventos, patentes y nuevos conocimientos, la pregunta obligada es: ¿Por qué esto no ocurre en México?

La respuesta, por supuesto, no es el carácter de los mexicanos, ni sus creencias, ni lo que come, ni las condiciones en las que vive, porque todo ello, siendo importante, no es determinante. Las causas centrales han sido y son las decisiones y políticas que se han definido en materia de prioridades y estrategias a nivel gubernamental, así como las concepciones, interpretaciones y acciones en el ámbito de lo educativo.

En ese sentido, en el país se padece de una gran cantidad de decisiones equivocadas, que se han vuelto falacias repetidas sin descanso y que explican los magros alcances que se tienen en la educación, en la investigación y en el desarrollo tecnológico. Aquí señalamos algunas de ellas.

Las políticas y las decisiones educativas han sostenido la idea de que lo único que se tiene que hacer es garantizar el acceso y la permanencia de niños y jóvenes en el sistema de educación formal. Con todo y que los niveles de desigualdad e iniquidad en el acceso a la educación son verdaderamente alarmantes (34 millones de mexicanos no han alcanzado a cubrir lo que se considera “educación básica”), lo principal se ha dejado al garete, esto es, que el derecho a la educación es sobre todo el derecho a aprender.

Quienes se encuentran en el sistema escolar pueden decir que pasan pruebas o suben escalones de grado a grado, pero no que están aprendiendo conocimientos fundamentales para su vida, para sus relaciones sociales y económicas, ni valores para su futura ciudadanía. Los que alcanzan a culminar una licenciatura tienen tan pocos aprendizajes polivalentes y tan elementales capacidades, que apenas egresan ya deben empezar a tomar cursos de actualización o de reciclaje, y se enfrentan a un mercado laboral y a una sociedad que les parecen muy alejados respecto de lo que se les inculcó de forma rígida en sus planes y programas de estudio.

Se ha creído, también, que repartiendo becas a diestra y siniestra se garantiza la permanencia en los estudios y se abate la deserción. Hasta ahora esto no ha ocurrido de forma sostenida, porque intervienen factores múltiples que no pueden resarcirse con una mensualidad. Y aunque algunos, con o sin beca, pueden tener permanencia en los estudios, ello no incide ni en la calidad de los mismos ni garantiza una trayectoria escolar exitosa ni permanente.

La idea de que con ciertas exenciones fiscales o devolución de impuestos mejorará la educación es también una falacia, al igual que la creencia de que el nivel educativo se elevará haciendo muchas pruebas y evaluaciones. Tampoco esto es cierto, porque mientras no se usen las evaluaciones para poner en marcha cambios en los componentes que sí inciden en la calidad de los aprendizajes (currículum, desempeño de los profesores y su profesionalización, infraestructura, gestión de los conocimientos, y puesta en marcha de programas masivos para superar las deficiencias de origen socioeconómico con un aprendizaje significativo y para toda la vida), las cosas no van a cambiar por más pruebas que se realicen.

El modelo de formación de profesores tampoco cambiará sólo con la aplicación de pruebas controladas, y que nadie sabe cómo se evalúan, para la asignación de plazas. La única manera será orientando la práctica profesional de los docentes a la resolución de problemas centrados en la escuela, en el desarrollo de una nueva estrategia de descentralización que haga posible integrar su formación con su práctica, en propiciar el trabajo de equipos combinados, y en el impulso a la investigación educativa que apoye la innovación académica, pero no la que sirve para justificar decisiones burocráticas o políticas.

Las falacias que se inventan y reproducen en el país han ocasionado que el derecho a la educación no se cumpla para todos en igualdad de condiciones y calidad, que el acceso y la permanencia en la escuela sea para los menos y no para los más, y que el derecho de aprender para toda la vida sea un privilegio limitado, al punto de que con el paso del tiempo no han mejorado los indicadores de desarrollo humano. Ocurre exactamente lo contrario: Las decisiones políticas en materia educativa apuntan a un modelo de país cada vez más antihumano, anticivilizatorio, de ficción y, efectivamente, de telenovela…l

sábado, febrero 12, 2011

Politiquería contra educación

Lujambio y Gordillo. Sumisión.

Axel Didriksson

MÉXICO, D.F., 10 de febrero.- La manipulación electoral, los operadores políticos y los porros, el uso de los recursos para la distribución de las despensas y las becas, las promesas de campaña, los compromisos que se desvanecerán con el tiempo, es en México lo prioritario. Y lo secundario: la inversión en educación, las políticas y los programas para lograr cambios fundamentales en los aprendizajes, el apoyo sin restricciones a la escasa investigación científica. Ni aun en campaña, ni por demostración de coherencia, los políticos profesionales buscan demostrar que pueden encauzar el desarrollo y el bienestar general desde las bases de una sociedad moderna y democrática. Vivimos en un país volteado de cabeza.

Pero también todo tiene sus límites, porque resulta verdaderamente injurioso el nivel al que ha llegado la simbiosis del SNTE y la SEP, en lo que es apenas el inicio de los actuales tiempos electorales. Las evidencias publicadas sobre el despliegue de propaganda del Panal dentro de las escuelas, la movilización de operadores y mapaches electorales con maestros que deberían estar dando clases (o mejor ni eso), y los recursos que se reparten para garantizar que quienes se alían con la cúpula del SNTE-Panal obtengan beneficios electorales, confirman que no les preocupan la iniquidad y el atraso que se padecen en el sistema educativo nacional.

Que los movilizados sean maestros o directores pagados con doble plaza y comisionados para actividades que nada tienen que ver con la educación, poco importa. Y es esto lo que se ve todos los días en los procesos electorales de Guerrero, de Baja California Sur, y así será en los que vienen en cinco entidades, sobre todo en el Estado de México y aun para el interinato en el Gobierno del Distrito Federal. Da pena ajena, verdaderamente.

El caso del Distrito Federal es aberrante. Con todo y que los representantes democráticos de la Sección IX del SNTE ganaron a ley las pasadas elecciones sindicales para integrar su Comité Ejecutivo, se sigue dando manga ancha y promoción al comité espurio, ahora desconocido por la misma Secretaría del Trabajo. Pero ninguna autoridad le hace frente. Este grupo de “charros” sindicales opera bajo el cobijo del Panal en todas las escuelas de la ciudad, y tiene cobijo y auspicio en la Administración de Servicios Educativos del Distrito Federal, y ahora hasta en la misma Secretaría del Educación del Gobierno del DF. Doble pena ajena.

En el reciente Informe de la UNESCO sobre la Ciencia en el mundo (UNESCO, Science Report, 2010) se puede encontrar otro ejemplo dramático del trastocamiento de la realidad que se padece en México. Mientras en muchos países (no sólo en los que se denominan desarrollados, sino también en algunos de África, Asia o América Latina) la ciencia tiene un alto nivel de interés público, hay avances insólitos en donde se pensaba que nunca serían alcanzados tales niveles de competitividad científica, y en donde los indicadores dan cuenta de que hay prioridades distintas. En contraste, los datos referentes a México revelan el actual estado de enajenación política y gubernamental y evidencian la poca trascendencia que, durante décadas, han mantenido las políticas públicas en materia de investigación científica.

De acuerdo con el Informe de la UNESCO, en los últimos cinco años países como China, Brasil, India, Corea del Sur, Sudáfrica, Vietnam, Singapur y algunas naciones de la ex Unión Soviética han despegado de forma sorprendente en materia de ciencia y tecnología, pero México mantiene su estancamiento y no destaca ni para bien ni para mal en el panorama mundial como actor significativo.

En esos países se están alcanzando notables tasas de crecimiento en el número de investigadores, en la creación de universidades de clase mundial, en la difusión ampliada de bases tecnológicas –de banda ancha, telefonía celular e internet–, en el mejoramiento continuo de la organización de la investigación, en el crecimiento de empresas de investigación y desarrollo, en el incremento de la inversión pública y privada en conocimientos y en educación superior, así como en el aumento de graduados con estudios en nuevas áreas del conocimiento. Esto, al punto de que están sobrepasando indicadores de las otrora potencias de la ciencia y la tecnología. Se trata de las nuevas economías emergentes. México no sobresale en ninguna de las anteriores variables.

Pero sí destaca en corrupción y en manipulación electoral, en el abandono de los niños y jóvenes, en el incumplimiento del derecho a la educación universal, en programas que etiquetados como educativos sólo sirven para buscar la imagen favorable de algún candidato, y en la desidia y desinterés con la que se actúa cuando llega el momento de decidir sobre una política de Estado a favor de la educación superior y la ciencia. Siempre se da preferencia a lo inmediato. Lo importante es para después, y así llevamos años y años...

lunes, septiembre 20, 2010

Improvisación educativa

Evaluar por evaluar.

Axel Didriksson

MÉXICO, D.F., 17 de septiembre.- La gravedad de la tragedia que se está presentando en el sistema educativo del país, y que entraña una profunda crisis de aprendizajes y conocimientos, es abordada con frivolidad por los encargados de atender el problema, quienes últimamente se hallan envueltos en pleitos eminentemente políticos debido a que México vive una sucesión presidencial adelantada por la incapacidad del Ejecutivo en turno.

Los resultados de los estudios sobre las capacidades y conocimientos de alumnos y maestros, realizados año con año, dan cuenta del sistemático abandono del sector y de la falta de reformas sustanciales, pues aunque ha habido varias modificaciones legislativas, no se han definido programas para acometerlas desde las aulas y las escuelas. La tendencia dominante sigue siendo evaluar por evaluar, controlar recursos y reproducir una visión cortoplacista, que se refleja en el constante cambio de personajes encargados de las distintas Secretarías de Educación, quienes se instalan en ellas con negligencia y baja altura de miras.

El impacto que esto tiene en la sociedad está a la vista: descomposición social, violencia, niños y jóvenes en el abandono escolar, altas tasas de deserción desde la educación básica y media, capacidades medianas o francamente mediocres, y burócratas que pasan de una Secretaría a otra como si pudieran entender cualquier asunto o problema.

Desde la óptica de este tipo de funcionarios, la educación se encuentra reducida a la retórica sobre las tendencias estadísticas, los recursos financieros y las mercancías, cuando el problema es que se trata de personas, de la formación de sus valores, del desarrollo de sus capacidades para construir su futuro social y laboral, y de la perspectiva cultural de su vida. Más grave aún, se está presentando un tipo de educación que tiende a fomentar el miedo, la insatisfacción personal, la represión y la prevención para un eventual estallido social.

Las comparaciones internacionales muestran que el haber incidido de forma sistemática y desde visiones de mediano y largo plazos en reformas educativas sustanciales impacta de manera positiva en la cohesión social y en el mayor desarrollo económico, en una mayor legitimación del Estado y en el fortalecimiento general de las instituciones. (Véase, por ejemplo, el reciente estudio editado por Simon Schwartzman y Cristian Cox, Politicas Educacionais e Coesao Social –una agenda latinoamericana–, Editorial Elsevier, Brasil, 2010.)

Los autores del estudio proponen desarrollar políticas educativas que se concentren en una agenda de transformación de las capacidades relacionadas con los desempeños docentes, los directivos de los centros escolares y el aprendizaje de los alumnos.

De acuerdo con lo que se ha estudiado sobre el sistema educativo, es ya evidente que, en este ámbito, no puede haber improvisados ni tampoco definiciones individuales. Las políticas educativas, o son participativas y llegan a involucrar a los actores directos del proceso, o carecen de sustancia, como ocurre ahora.

domingo, julio 12, 2009

La educación pública: de Vasconcelos a Gordillo

Lejos quedaron los tiempos en que el país formaba a sus ciudadanos con base en contenidos humanísticos y en valores sociales y éticos; hoy, todo gira en torno a evaluaciones constantes que sólo buscan ganar puntos para parecer competitivos. Alberto Arnaut, investigador de El Colegio de México, hace un recuento de aportes y retrocesos de los secretarios de Educación Pública desde José Vasconcelos hasta nuestros tiempos, cuando el control de la SEP ha sido entregado a Elba Esther Gordillo.

El contenido humanista en la educación básica que impulsó José Vasconcelos cuando estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en los años veinte, se ha visto menguado hoy ante las hiperevaluaciones de los programas de estudio que privilegian las habilidades técnicas y cognitivas sobre la formación en los aspectos sociales y éticos de los alumnos.Otro importante cambio se produjo en la educación básica que imparte el Estado: ya no va dirigida al México rural y analfabeta de tiempos de Vasconcelos, sino a un país urbano cuyos nuevos marginados son, sobre todo, los migrantes de todo tipo y las poblaciones hacinadas en los cinturones de miseria.Alberto Arnaut, investigador de El Colegio de México y uno de los más prestigiosos historiadores de la educación en nuestro país, comenta:“Actualmente, las evaluaciones se han convertido en el parámetro principal para medir la calidad y los resultados educativos. ¡Hay mil maneras de evaluar! Y esas evaluaciones privilegian los aspectos cognitivos, como el cálculo y la lecto-escritura. Son metas cuantitativas para ganar puntajes. Tan mala es la falta de evaluación como la aberrante hiperevaluación que hoy estamos padeciendo.“Ésta puede producir el efecto perverso de que se abandonen los contenidos humanísticos y los valores esenciales de la educación –relacionados con la convivencia social y con aspectos morales– en aras de obtener una buena calificación en las evaluaciones nacionales e internacionales a que está sujeto nuestro sistema educativo. ¡Es algo escandaloso y alarmante! La evaluación debe ser un instrumento, no un fin para mejorar la educación.”Arnaut es autor de La federalización educativa en México, historia de una profesión; los maestros de educación primaria en México, así como de La evolución de los grupos dominantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.Asegura el especialista que, inspirado en la labor educativa de Justo Sierra, “José Vasconcelos es el fundador del sistema educativo posrevolucionario. Y durante su paso por la Secretaría de Educación Pública, de 1921 a 1924, puso énfasis en la expansión de la llamada Escuela Rural Mexicana”.Aquel era un México rural y analfabeta, enfatiza. “Por eso Vasconcelos emprendió una rápida alfabetización del pueblo, imponiendo un modelo pedagógico con un fuerte contenido social, pese a que, en términos personales, le interesaba mucho más la educación superior y el fomento a la cultura y el arte”.
–¿Era muy distinto el papel del maestro?
–Sí, pues entonces los maestros rurales no sólo debían enseñar, sino también consolidar la integración nacional. El maestro era una figura polifacética: hacía las veces de agrónomo, ingeniero, abogado, gestor y líder de la comunidad, con el fin de mejorar la calidad de vida de la población. Era otro México. Y la escuela rural se convirtió en una de las creaciones más originales de los primeros gobiernos salidos de la Revolución.El sucesor de Vasconcelos, José Manuel Puig Casauranc, consolidó el proyecto de la Escuela Rural Mexicana, para pasar luego a la “escuela socialista” implantada en el período del general Lázaro Cárdenas, que va de 1934 a 1940:“Durante el cardenismo, la Escuela Rural Mexicana se radicalizó y se politizó. Dio paso a la educación socialista. Ya no sólo tenía como tarea enseñar, mejorar la calidad de vida de las comunidades y contribuir a la integración nacional, como en la década de los veinte, sino también contribuir al cambio en las estructuras sociales, particularmente en la estructura de la propiedad de la tierra.“De esa manera, los maestros se convirtieron en asesores y líderes de las comunidades que solicitaban reparto agrario. Fueron también aliados del gobierno en frentes como el de la expropiación petrolera y la organización sindical.“El cardenismo fue, además, el período en el que se consolidó la organización sindical de los maestros. Después de una etapa de multiplicación de las organizaciones sindicales, para la segunda mitad del régimen quedaron sólo dos grandes organizaciones: la Federación Mexicana de Trabajadores de la Educación (FMTE) y el Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana (STERM). El sindicalismo magisterial llegaría para quedarse como uno de los interlocutores principales de los secretarios de Educación.”Y uno de los más destacados entre ellos fue Jaime Torres Bodet, quien, de 1943 a 1946, durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho, estuvo por primera vez al frente de la SEP.“Escritor y poeta de prestigio, de joven Torres Bodet había sido colaborador de Vasconcelos en la SEP. Era un hombre conciliador y con experiencia en la diplomacia. Asumió el cargo el mismo día en que se fundó el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Incluso, su primer discurso como secretario fue en la asamblea constitutiva del sindicato”, dice Arnaut.Torres Bodet revivió la campaña contra el analfabetismo, fundó la Escuela Normal Superior y el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM), en el que los maestros en servicio podían completar sus estudios y titularse, mediante cursos orales y a distancia. De ese instituto egresaron decenas de miles de maestros durante las tres décadas siguientes, por lo que se le consideró la normal más grande del mundo.Y aún más, “Torres Bodet actualizó los contenidos en la enseñanza primaria. También igualó los planes de estudio de las escuelas rurales con los de las escuelas urbanas. Una homogenización que, creo, no fue benéfica para el sistema educativo porque, entre otras cosas, acabó con aquella oferta de educación primaria distinta para los sectores rurales, que era una de las partes más ricas del sistema educativo posrevolucionario.“Junto con Vicente Lombardo Toledano, Torres Bodet logró que se eliminaran las aristas más controvertidas del artículo tercero constitucional. Por ejemplo, se eliminó la definición de la educación pública como educación ‘socialista’, que quedó plasmada durante el cardenismo. También se suprimieron las alusiones anticlericales, en las que se decía que la educación sería antidogmática y lucharía contra el fanatismo.”No obstante, ratificó el carácter laico y la rectoría del Estado, señalando que la educación debe ser laica, gratuita y obligatoria. “Fue una reforma con un contenido social muy fuerte, pues definía a la democracia como el constante mejoramiento económico, social y cultural de los grupos más pobres. Una definición que no se limitó a la forma de gobierno”, dice. Arnaut indica que “no hubo nada digno de mencionar” en materia educativa durante los dos sexenios que vinieron después, el de Miguel Alemán (1946-1952) y el de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), a no ser “la crisis” por la que atravesó la escuela rural, cuando “empezó a perder su impulso inicial como instancia de mejoramiento de las comunidades y agente de transformación social. Los mismos maestros dejaron de ser los únicos agentes del Estado en el mundo rural, pues comenzaron a llegar los enviados de los bancos de crédito ejidal, de la Secretaría de Agricultura, de la Secretaría de Salud y de otras instituciones de gobierno. México se convertía en un país urbano, con una explosión demográfica impresionante que, por consiguiente, provocó que aumentara muchísimo la demanda educativa”.
Vaivenes burocráticos
Vino después la segunda gestión de Torres Bodet como secretario de Educación Pública, de 1958 a 1964, durante el sexenio de Adolfo López Mateos.Refiere Arnaut que entonces puso en marcha el Plan de Once Años, cuyo objetivo fue expandir y mejorar la enseñanza primaria ante la explosiva demanda educativa que se generaba en las ciudades. Y creó el Consejo Nacional Técnico de la Educación, un órgano colegiado donde estaban representadas las principales instituciones educativas y cuya función fue reformar los planes y programas de estudio.Pero su obra más importante, recalca, fue crear la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Conaliteg), en 1959, que produjo los libros de primaria, y con ellos “se terminó de un plumazo con una de las grandes desigualdades entre los niños que tenían libros de texto y los que no podían tenerlos”, pues la mayoría no tenía recursos para comprarlos a las editoriales privadas.Ante eso, “la Iglesia, el Partido Acción Nacional y la Coparmex realizaron grandes movilizaciones en contra del libro de texto gratuito, pues les molestó su contenido laico y el hecho de que las empresas editoriales privadas perdieran sus jugosas ganancias con la edición de libros para primaria, que eran muy costosos y desiguales”.De “gris” califica el período del escritor Agustín Yáñez al frente de la SEP, durante el régimen de Gustavo Díaz Ordaz. Al novelista jalisciense le pesó mucho la sombra de Torres Bodet y el conflicto estudiantil del 68 con el que tuvo que lidiar. Sin embargo, durante su gestión empezaron las transmisiones de las primeras telesecundarias, enfocadas a los pueblos aislados que difícilmente tienen acceso a las escuelas regulares.Quien sí tuvo una labor destacada, comenta, fue Víctor Bravo Ahuja, a cargo de la SEP durante todo el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976). Promulgó una nueva Ley Federal de Educación, reformó planes y programas de estudio en educación básica, renovó los libros de texto gratuito –los llamados “libros de segunda generación”–, dándoles un contenido progresista y crítico.“Bravo Ahuja tuvo la fortuna de que, durante su gestión, se aumentaron considerablemente los recursos a la educación”, dice Arnaut.Igual le ocurrió a Fernando Solana, al frente de la secretaría durante parte del sexenio de López Portillo y en los mejores años de la bonanza petrolera. Comenta el investigador que “con Solana se dio el primer impulso a la educación preescolar y se crearon las 31 delegaciones estatales de la SEP, con lo que ésta se fortaleció”.Pero señala que Miguel González Avelar, secretario de Educación en tiempos de Miguel de la Madrid, impulsó una postura muy “conciliadora” con el SNTE, al que le “entregó espacios” que la SEP había recuperado para sí. Después, ya en el sexenio salinista, a Manuel Bartlett le tocó afrontar el conflicto magisterial que terminó con la caída del líder Carlos Jongitud y la llegada de la maestra Elba Esther Gordillo a la dirigencia del SNTE.Ernesto Zedillo, quien también había sido titular de Educación durante el salinismo, llegó a la Presidencia de la República y dio “una fuerte continuidad a la líneas reformistas” del sexenio anterior.Arnaut señala que, en 2000, cuando el PAN ganó la Presidencia con Vicente Fox, “muchos temían un cambio traumático y radical en la política educativa, ya que históricamente el PAN es el más severo crítico del artículo tercero constitucional, de la educación pública y laica y de los libros de texto. Pero Fox, contra todos los pronósticos, dio continuidad a la política educativa”.
–¿Por qué no daría el golpe de timón?
–Sobre todo, influyó la designación de Reyes Tamez como secretario de Educación para que no se haya dado un cambio traumático. Tamez no era el típico político panista, sino un académico que provenía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la que fue rector, y dejó las principales subsecretarías en manos de personas con experiencia en el ámbito educativo. Señala que el “cambio significativo” en materia educativa lo vino a dar más bien Felipe Calderón, el segundo presidente panista, al poner a Elba Esther Gordillo y a su sindicato “en un primer nivel” dentro de la administración educativa federal.“Debido a una alianza político-electoral de alto nivel entre Calderón y Elba Esther, el presidente entregó al sindicato la Subsecretaría de Educación Básica, que hoy ocupa ni más ni menos que el yerno de Gordillo. Con esto, quedaron atados de manos los dos secretarios de Educación que, hasta ahora, ha puesto Calderón: Josefina Vázquez Mota y Alonso Lujambio.”
–¿Las componendas políticas entre Calderón y la maestra repercuten en la calidad educativa?
–La omnipresencia del sindicato en la administración educativa dificulta la construcción de un proyecto en educación. Hace más difícil la construcción de consensos y las negociaciones con gobernadores, investigadores, maestros y autoridades educativas estatales. Todo se realiza bajo una mayor tensión.Indica que el último alarde de poderío de Elba Esther es la transmisión de Todo el mundo cree que sabe, el programa televisivo de concursos que trasmite Televisa y es pagado por el SNTE. “Ese programa tiene más una intencionalidad política que educativa. Y, en todo caso, suplanta una iniciativa que debió salir de la SEP, no del sindicato”, dice Arnaut. A diferencia del México rural y analfabeta que le tocó a Vasconcelos, recapitula, “hoy tenemos un país urbano y alfabetizado, con una tasa promedio de ocho grados de escolaridad. Es un cambio radical”. Sin embargo, indica, han aparecido nuevas formas de exclusión: “Están los marginados urbanos, las grandes masas que emigran de un lado a otro del país y necesitan recibir educación, la población indígena que ya no sólo se encuentra en zonas rurales, sino también en las grandes ciudades. Hay una diversidad social, cultural y étnica que necesita atención educativa.”

sábado, abril 11, 2009

Ocupa México último lugar de OCDE en gasto en educación por alumno


MÉXICO, D.F., 10 de abril (apro).- México ocupa el último sitio en gasto por alumno de los 30 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Al dar a conocer los indicadores educativos de este año, el organismo precisa que, a pesar de que en el Presupuesto de Egresos de la Federación, el rubro que más gasto representa para el gobierno es el de la educación, el desembolso para ese ramo es insuficiente.Y menciona que por cada uno de los 27 millones de estudiantes que hay en el país, el Estado destina al año sólo 37 mil pesos, cuando la media de las naciones que integran la organización es de 117 mil pesos.


El estudio de la OCDE, con sede en París, Francia –país con el mayor número de miembros del continente europeo, además de Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Canadá y México–, indica que en cuanto al número de egresados de secundaria, México también ocupa la última posición, ya que sólo 41% de los inscritos concluye sus estudios. Además, sólo 39% de los mexicanos de entre 25 y 34 años ha terminado la preparatoria, lo que representa el segundo nivel más bajo de las naciones afiliadas a esta entidad de cooperación internacional.
México, agrega, exhibe una gran disparidad entre la cantidad destinada a la educación superior y a la básica, ya que esta última recibe tres veces más y, a diferencia de las naciones que asignan montos similares a ambos rubros, este desequilibrio cierra las puertas a muchos jóvenes que desean cursar estudios profesionales.
A la fecha, la Secretaría de Educación Pública no ha logrado aumentar la cobertura de jóvenes inscritos en el nivel superior, que apenas alcanza 23.7%, pese a que el presidente Felipe Calderón prometió cubrir por lo menos 30% de esta demanda, subraya la OCDE.

La organización sostiene que los niveles requeridos para el gasto en educación, según los estándares internacionales, debe ubicarse al menos en 8% del PIB, pero en los últimos cinco México ha invertido en el rubro apenas el equivalente a 4% de este indicador.
Más aún, revela que en el país hay 4 millones 100 mil niños sin educación básica –primaria y secundaria–, lo que representa 14.4% de la población de entre 6 y 15 años.
En lo que respecta a educación media superior, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos puntualiza que el sistema educativo mexicano sólo atiende a 55.7% de la población en edad de cursar ese nivel.

Para ver todas la graficas AQUI.