domingo, octubre 09, 2011
FALSAS PROMESAS entre Israel y Palestina
http://youtu.be/mKMcjvhEmtg
El conflicto árabe-israelí es aquel entre el Estado de Israel y sus vecinos árabes, en particular los palestinos. Su definición, historia y posibles soluciones son materia de permanente debate, y los problemas que incluye varían con el tiempo. Al día de hoy, las principales cuestiones son la soberanía de la Franja de Gaza y Cisjordania, la eventual formación de un Estado palestino en dichas áreas, el estatus de la parte oriental de Jerusalén, de los Altos del Golán y de las Granjas de Shebaa, el destino de los asentamientos israelíes y de los refugiados palestinos, el reconocimiento de Israel y Palestina y de su derecho a existir y vivir en paz al abrigo de amenazas y actos de fuerza, así como la relación de Israel con Siria y el Líbano. Actualmente Israel tiene tratados de paz vigentes con Egipto y Jordania que garantizan su convivencia pacífica.
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sábado, febrero 12, 2011
"EEUU sigue en Egipto su libreto habitual"
En las últimas semanas, los levantamientos populares en el mundo árabe lograron la salida del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Alí, la inminente caída del régimen de Hosni Mubarak, un nuevo gobierno en Jordania y el compromiso del dictador yemení de dejar el poder cuando termine su mandato. El profesor Noam Chomsky analizó qué significa esto para el futuro de Medio Oriente y la política exterior de Estados Unidos para la región.
-¿Cuál es su análisis de lo que está sucediendo y cómo puede repercutir en Medio Oriente?
-En primer lugar, lo que está pasando es espectacular. El coraje, la determinación y el compromiso de los manifestantes son destacables. Y, pase lo que pase, éstos son momentos que no se van a olvidar y que seguramente van a tener consecuencias a posteriori: abrumaron a la policía, tomaron la plaza Tahrir y se están quedando allí a pesar de los grupos mafiosos de Mubarak. El gobierno organizó esas bandas para tratar de expulsar a los manifestantes o para generar una situación en la que el ejército pueda decir que tuvo que intervenir para restaurar el orden y después, quizás, instalar algún gobierno militar. Es muy difícil predecir lo que va a pasar.
Los Estados Unidos están siguiendo su libreto habitual. Ha habido muchas veces en las que un dictador “cercano” perdió el control o estuvo en peligro de hacerlo. Hay como una rutina estándar: seguir apoyándolo tanto tiempo como se pueda; cuando se vuelva insostenible -especialmente, si el ejército se cambia de bando-, dar un giro de 180 grados y decir que siempre estuvieron del lado de la gente, borrar el pasado y después hacer todas las maniobras necesarias para restaurar el viejo sistema pero con un nuevo nombre. Presumo que eso es lo que está pasando ahora. Están viendo si Mubarak se puede quedar. Si no aguanta, pondrán en práctica el libreto.
-¿Qué opina de la apelación de Obama a que se inicie ya la transición en Egipto?
-Cuidadosamente, Obama no dijo nada. Mubarak también estaría de acuerdo con que debe haber una transición ordenada. Un nuevo gabinete, algunos arreglos menores en el orden constitucional no es nada. Está haciendo lo que los líderes norteamericanos generalmente hacen.
Los Estados Unidos tienen un poder abrumador allí. Egipto es el segundo país que más ayuda militar y económica recibe de Washington. Israel está en primer lugar. El mismo Obama se mostró muy a favor de Mubarak. En el famoso discurso en El Cairo, el presidente estadounidense dijo: “Mubarak es un buen hombre. Ha hecho cosas buenas. Mantuvo la estabilidad. Seguiremos apoyándolo porque es un amigo”.
Mubarak es uno de los dictadores más brutales del mundo. No sé cómo después de esto alguien pudo haberse tomado en serio los comentarios de Obama sobre los derechos humanos. Pero el apoyo ha sido muy grande. Los aviones que están sobrevolando la plaza Tahrir son por supuesto estadounidenses. EE.UU. es el principal sostén del régimen egipcio. No es como en Túnez, donde el principal apoyo era Francia. Los Estados Unidos son los principales culpables en Egipto y también Israel, que junto con Arabia Saudita fueron los que prestaron apoyo al régimen cairota. De hecho, los israelíes estaban furiosos porque Obama no sostuvo más firmemente a su amigo Mubarak.
-¿Qué significan todas estas revueltas en el mundo árabe?
-Este es el levantamiento regional más sorprendente que puedo recordar. A veces, lo comparan con Europa del Este, pero no es contrastable. Nadie sabe a lo que llevarán estos levantamientos. Los problemas por los que los manifestantes protestan son de larga data y no se van a resolver fácilmente. Hay una pobreza tremenda, represión, una falta de democracia y también de desarrollo. Egipto y otros países de la región recién pasaron por el período neoliberal, que trajo crecimiento en los papeles junto con las consecuencias habituales: una alta concentración de la riqueza y de los privilegios, un empobrecimiento y una parálisis de la mayoría de la población. Y eso no se cambia fácilmente.
-¿Cree que hay alguna relación directa entre estos levantamientos y las filtraciones de Wikileaks?
-En realidad, la cuestión es que Wikileaks no nos dijo nada nuevo. Nos dio la confirmación para nuestras razonables conjeturas.
-¿Qué pasará con Jordania?
-En Jordania, recién cambiaron al primer ministro. Fue reemplazado por un ex general que parece ser moderadamente popular, o al menos no es tan odiado por la población. Pero esencialmente no cambió nada.
* De Democracy Now. Especial para Página/12.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/02/06/noam-chomsky-eeuu-sigue-en-egipto-su-libreto-habitual/
martes, febrero 01, 2011
Egipto: la apuesta al gatopardismo
En el día de ayer Hillary Clinton declaró ante la prensa que lo que había que evitar a toda costa en Egipto era un vacío de poder. Que el objetivo de la Casa Blanca era una transición ordenada hacia la democracia, la reforma social, la justicia económica, que Hosni Mubarak era el presidente de Egipto y que lo importante era el proceso, la transición. A diferencia de lo ocurrido en otra ocasión, el Presidente Obama no exigiría la salida del líder caído en desgracia. Como no podría ser de otro modo, las declaraciones de la Secretaria de Estado reflejan la concepción geopolítica que Estados Unidos ha sostenido invariablemente desde la Guerra de los Seis Días, en 1967, y cuya gravitación se acrecentó después del asesinato de Anwar el-Sadat en 1981 y la asunción de su por entonces vicepresidente, Hosni Mubarak. Sadat se había convertido en una pieza clave para Estados Unidos e Israel -y de paso confirió a Egipto la misma categoría- al ser el primer jefe de Estado de un país árabe que reconoció al Estado de Israel al firmar un Tratado de Paz entre Egipto y ese país el 26 de Marzo de 1979. Las dudas y los rencores que aún abrigaban Sadat y el primer ministro israelí Menájem Begin como consecuencia de cinco guerras y que tornaban en interminables las negociaciones de paz fueron rápidamente dejados de lado cuando tanto ellos como el Presidente James Carter se notificaron que el 16 de enero de ese año un estratégico aliado pro estadounidense en la región, el Sha de Irán, había sido derrocado por una revolución popular y buscó refugio en Egipto. La caída del Sha fue seguida por el nacimiento de la república islámica bajo la conducción del Ayatolá Ruhollah Jomeini, para quien Estados Unidos y toda la “civilización estadounidense” no eran otra cosa que el “Gran Satán”, el enemigo jurado del Islam.
Si la violenta eyección del Sha sacudía el tablero de Oriente Medio, no eran mejores las noticias que provenían del convulsionado traspatio centroamericano: el 19 de Julio de 1979 el Frente Sandinista entraba a Managua y ponía fin a la dictadura de Anastasio Somoza, complicando aún más el cuadro geopolítico estadounidense. A partir de ese momento, el delicadísimo equilibrio de Oriente Medio tendría en Egipto el ancla estabilizadora que la política exterior estadounidense se encargó de reforzar a cualquier precio, aún a sabiendas de que bajo el reinado de Mubarak la corrupción, el narcotráfico y el lavado de dinero crecían a un ritmo que sólo era superado por el proceso de pauperización y exclusión social que afectaba a sectores crecientes de la población egipcia; y que la feroz represión ante los menores atisbos de disidencia y las torturas eran cosas de todos los días. Por eso suenan insoportablemente hipócritas y oportunistas las exhortaciones del presidente Obama y su Secretaria de Estado para que un régimen corrupto y represivo como pocos en el mundo -y al cual Estados Unidos mantuvo y financió por décadas- se encamine por el sendero de las reformas económicas, sociales y políticas. Un régimen, además, donde Washington podía enviar prisioneros para torturar sin tener que enfrentar molestas restricciones legales y la estación de la CIA en Cairo podía operar sin ninguna clase de obstáculos para llevar adelante su “guerra contra el terrorismo.” Un régimen, además, que pudo bloquear la internet y la telefonía celular y que apenas si despertó una mesurada protesta por parte de Washington. ¿Habría sido igual de tibia la reacción si quien hubiera cometido tales tropelías hubiese sido Hugo Chávez?
Dado que Mubarak parecería haber cruzado el punto de no retorno, el problema que se le presenta a Obama es el de construir un “mubarakismo” sin Mubarak; es decir, garantizar mediante un oportuno recambio del autócrata la continuidad de la autocracia pro estadounidense. Como decía el Gatopardo, “algo hay que cambiar para que todo siga como está.” Esa fue la fórmula que sin éxito alguno Washington intentó imponer en los meses anteriores al derrumbe del somocismo en Nicaragua, apelando a la figura de un personaje del régimen, Francisco Urcuyo, presidente del Congreso Nacional cuya primera y prácticamente última iniciativa como fugaz presidente fue la de solicitar al Frente Sandinista, que venía aplastando a la guardia nacional somocista por los cuatro rincones del país, que depusiera las armas. Lo depusieron a él al cabo de pocos días, y en el habla popular nicaragüense el ex presidente pasó a ser recordado como “Urcuyo, el efímero.” Lo que ahora está intentando la Casa Blanca es algo similar: presionó a Mubarak para que designara a un vicepresidente en la esperanza de que no reeditase el fiasco de Urcuyo. La designación no pudo haber sido más inapropiada pues recayó en el jefe de los servicios de inteligencia del ejército, Omar Suleiman, un hombre aún más refractario a la apertura democrática que el propio Mubarak y cuyas credenciales no son precisamente los que anhelan las masas que exigen democracia. Cuando estas ganaron las calles y atacaron numerosos cuarteles de la odiada policía y de los no menos odiados espías, soplones y organismos de la inteligencia estatal, Mubarak designa al jefe de estos servicios nada menos que para liderar las reformas democráticas. Es una broma de mal gusto y así fue recibida por los egipcios, que siguieron tomando las calles convencidos de que el ciclo de Mubarak se había terminado y que había que exigir su renuncia sin más trámite.
En la tradición del socialismo marxista se dice que una situación revolucionaria se constituye cuando los de arriba no pueden dominar como antes y los de abajo ya no quieren a ser dominados como antes. Los de arriba no pueden porque la policía fue derrotada en las luchas callejeras y los oficiales y soldados del ejército confraternizan con los manifestantes en lugar de reprimirlos. No sería de extrañar que alguna otra filtración tipo Wikileaks devele las intensas presiones de la Casa Blanca para que el anciano déspota abandone Egipto cuanto antes para evitar una re-edición de la tragedia de Teherán. Las alternativas que se abren para los Estados Unidos son pocas y malas: (a) sostener el régimen actual, pagando un fenomenal costo político no sólo en el mundo árabe para defender sus posiciones y privilegios en esa crucial región del planeta; (b) una toma del poder por una alianza cívico-militar en donde los opositores de Mubarak estarán destinados a ejercer una gravitación cada vez mayor o, (c) la peor de las pesadillas, si se produce el temido vacío del poder que sean los islamistas de la Hermandad Musulmana quienes tomen el gobierno por asalto. Bajo cualquiera de estas hipótesis las cosas ya no serán como antes, pues aún en la variante más moderada la probabilidad de que un nuevo régimen en Egipto continúe siendo un fiel e incondicional peón de Washington es sumamente baja y, en el mejor de los casos, altamente inestable. Y si el desenlace es el radicalismo islamista la situación de Estados Unidos e Israel en la región se tornará en extremo vulnerable, habida cuenta de que el efecto dominó de la crisis que comenzó en Túnez y siguió en Egipto ya se está dejando sentir en otros importantes aliados de Estados Unidos, como Jordania y Yemen, todo lo cual puede profundizar la derrota militar estadounidense en Irak y precipitar una debacle en Afganistán. De cumplirse estos pronósticos, el conflicto palestino-israelí adquiriría inéditas resonancias cuyos ecos llegarían hasta los suntuosos palacios de los emiratos del Golfo y la propia Arabia Saudí, cambiando dramáticamente y para siempre el tablero de la política y la economía mundiales.
lunes, diciembre 07, 2009
Detrás de “la crisis de Dubai”
*Detrás de “la crisis de Dubai”
*¿Asfixiar a Irán (y al petróleo)?
Ya indagábamos (ver Bajo la Lupa, 02/12/09): ¿Qué hay de trascendental detrás de la quiebra de Dubai, en esta coyuntura, en cuyo rescate participan en forma perturbadora los banqueros esclavistas atávicos Rothschild?”
Pues nada menos que el portal Debka (04/12/09), presunto portavoz del Mossad (los célebres servicios de espionaje israelíes), aclama la caída financiera de Dubai “con un enorme (sic) potencial político y militar (sic) para crear alrededor (léase: en el Golfo Pérsico) una superlativa (sic) crisis internacional”, y donde “Irán podría perder su puerta trasera para sortear las sanciones”.
El muy controvertido portal israelí, que no pocas veces propicia la desinformación, aduce que Dubai corre el riesgo de una “anexión” de parte del principal emirato de la federación tribal de los Emiratos Árabes Unidos (EAU): Abu Dhabi, sexta potencia petrolera mundial y con grandes reservas de dinero en la forma de “fondos soberanos de riqueza” (WSF, por sus siglas en inglés) por un millón de millones de dólares (un trillón, en anglosajón).
La crisis de Dubai “ofrece a Washington su primera oportunidad en una década para realmente golpear a Irán mediante las sanciones” que no han funcionado debido a “su alta muralla que protege la economía del castigo (sic) exterior”.
El “muro protector” de Irán se lo proporcionan las tres instalaciones portuarias y aeroportuarias para sus importaciones y exportaciones y las cuales usa ad libitum: 1. Los puertos Rashid y Jabal Ali (éste, el mayor puerto artificial del mundo); 2. El aeropuerto internacional Al Maktoum: la mayor encrucijada (“hub”) en el Medio Oriente y África, sexto mas frecuentado por pasajeros en el mundo y el onceavo para carga; y 3. La mirífica “zona libre de Jebel Ali”.
El portal israelí amenaza que, “sin tales instalaciones, Irán sería rasurada (sic) de sus conductos primarios para evadir las sanciones”.
La familia reinante del Sheikh Ahmed bin Saeed al-Maktoum, quien “concedió a Irán el uso irrestricto (sic) de los puertos y aeropuertos de Dubai, así como su zona libre, podría perder el control de tales instalaciones”, que pasarían a manos de Abu Dhabi. En ese momento, “EU y Occidente (sic) tendrán la primera (sic) oportunidad de cortar, o por lo menos reducir, el sistema de soporte vital del régimen iraní”.
Debka asevera que “sin Dubai, las sanciones pueden cerrar las líneas vitales de apoyo de Irán”, ya que hasta ahora “sus Guardias Revolucionarios y su infame (sic) Brigada Qods, la rama terrorista (sic) de espionaje exterior, han sido impermeables a los esfuerzos (sic) para dañar su infraestructura financiera, gracias a la asequibilidad inmediata de las instalaciones comerciales y de transporte”.
Debka añade una grave acusación que evidencia el hipócrita blanqueo británico y del G-7 –en la que no tiene nada que ver Irán– sobre los “ríos de dinero para Al-Qaeda”, cuya “mayoría de fondos es canalizada en Dubai, el centro primario de la encrucijada (hub) de las remesas de hawala (Nota: pagarés islámicos) de las redes del mundo musulmán”.
Según Debka, “en fechas recientes, Teherán ha recurrido a los hawalas para transferir y recibir fondos cuando los bancos occidentales rechazan cada vez más realizar negocios con las instituciones bancarias iraníes, como resultado de la presión directa de EU”.
El portal, que forma parte de la red multimediática israelí-anglosajona de la “guerra sicológica” contra Irán, dramatiza el efecto de las sanciones por venir: “Teherán contaba con los puertos y aeropuertos como un seguro contra la amenaza del embargo del Consejo de Seguridad de la ONU sobre las ventas de gasolina, diesel y productos refinados del petróleo y un posible (sic) bloqueo de EU y Occidente (sic) a los puertos”.
A su juicio, con el desplome de Dubai han sido arrinconados ”los expertos internacionales de petróleo y transporte de Irán (…),quienes habían empezado a organizar frenéticamente la nueva infraestructura para sortear las sanciones en los puertos”.
¿Fue Dubai una bomba financiera durmiente creada por la banca británica y el sionismo financiero (presuntamente encabezado por los banqueros Rothschild) para destruir a su periferia del Golfo Pérsico en el momento oportuno?
Viene la parte relevante: Debka conjetura que “Abu Dhabi tiene grandes planes para comprar a Dubai y convertir a su gobernante en una marioneta”, maniobra en la que estarían implicados EU y Arabia Saudita (AS) con el fin de perjudicar a Irán.
Sobredimensiona a Abu Dhabi, quien acabaría por adueñarse del destino integral de los EAU: “segundo país más rico y el más poderoso (sic) en el Golfo Pérsico, rico en petróleo, detrás de AS”. Esta aseveración se volvería muy discutible si se incluyese al gas de Qatar e Irán, pero no nos vamos a desviar.
Debka reduce trivialmente la lucha tribal entre primos: los Maktoum, de Dubai, contra los Nahayan, de Abu Dhabi, donde el Sheikh Khalifa bin Zayed al-Nahayan emergería como el gran vencedor mediante la “anexión virtual” de Dubai, para júbilo de Israel, EU y “Occidente”, y, quizá, de AS.
El portal israelí asevera que el gobernante de Abu Dhabi “promete pisar sobre la misma línea que Washington en referencia a Irán” y que “su plan” de anexión virtual de Dubai cuenta “con el apoyo tranquilo (sic) de EU y AS”.
Viene el amarre de navajas balcanizador y vulcanizador de la tripleta israelí-anglosajona para que se maten entre sí sunnitas y chiítas, así como árabes y persas, lo cual solamente favorece el retroceso general de todos los habitantes autóctonos del Golfo Pérsico para beneficiar a Israel, EU y Gran Bretaña, y, por extensión, al G-7, con el fin de controlar su inmensa riqueza de hidrocarburos: “los sauditas anhelan” que Abu Dhabi siga la línea de Riad en la Península Arábiga y en el Golfo Pérsico y “le ayuden en su conflicto contra los rebeldes de Yemen apuntalados por Irán” (Nota: en referencia a la rebelión secesionista de los chiítas árabes de la tribu Houthi combatidos, además del gobierno yemení y el ejército saudita, por fuerzas especiales de Jordania y un contingente simbólico de Abu Dhabi).
Concluye en forma perentoria que AS “tiene por consecuencia (sic) fuertes motivos para terminar el papel de Dubai como puerta de salida logística y financiera de Irán”.
Naturalmente que las sanciones duelen, pero en caso de resultar correctas las afirmaciones temerarias de Debka, entonces el estallido cronometrado de la burbuja inmobiliaria, es decir, la bomba financiera durmiente de Dubai, hubo tenido en la retaguardia como objetivo principal asfixiar a la teocracia chiíta de Irán, así como especular con el precio del petróleo.
Como EU, Gran Bretaña, Israel y “Occidente” no juegan solos en esta partida de ajedrez financiero-militar que se escenifica en todo el Golfo Pérsico (con alcances primarios en el mar Rojo y el océano Índico) –la principal fractura tectónica de la geopolítica a inicios del siglo 21–, falta ver cuál será el revire de Irán, que tampoco está manco y conserva muchos ases deletéreos bajo la manga.