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sábado, agosto 28, 2010

La guerra de Calderón: cine, hot-dogs y narcotráfico

¿Quién le aconsejó aparecer en la portada de la revista Hola?

Un boleto para entrar al cine, en el Distrito Federal o en Monterrey, cuesta 61 pesos. Un hot-dog, 40. Un chocolate, 42. Una botella de agua, 20. Para comprar la salchicha, la golosina y la bebida, faltan 100 pesos más. El chiste, bajita la mano, sale en 163 pesos. En el DF, el salario mínimo es de 57.5 pesos al día; en Monterrey, de 54.5. Ni aquí ni allá, un trabajador puede gastar íntegramente lo que gana en tres días tan sólo para ver una película (por lo general estadunidense y mala), atiborrándose de comida chatarra.

Hace dos semanas, en este periódico, el investigador y cineasta Víctor Ugalde reveló que de cada 100 mexicanos, 92 ya no van al cine porque carecen de dinero suficiente para darse tamaño lujo. La desigualdad social es rotunda, pero se siente orgullosa de sí misma y se deleita urdiendo espots, cada uno más idiota que el anterior, contra los que compran películas piratas.

Si la religión, como escribió Marx, es el opio del pueblo, el cine, añadió Cabrera Infante, es el opio de los espectadores (y el opio, abundó, el cine de los ciegos). En México, las películas piratas son el cine de los pobres. Tanto en el Distrito Federal como en Monterrey, tres películas de estreno cuestan en la calle 50 pesos. ¿Quién puede rechazar esta oferta? Nadie desde luego, y por eso el auge de la piratería ha hecho de ésta una de las más pujantes ramas de la economía informal.

En Monterrey, sin embargo, con gran visión estratégica, el narcotráfico fue ganando, calle por calle, los puntos de venta de las películas piratas. Primero, obligando a los que atendían los puestos a pagar derecho de piso; después, sustituyéndolos por su propia gente. Esto le proporcionó, al más poderoso de los cárteles que actúa en el área metropolitana de Monterrey, un ejército de al menos 30 mil pandilleros militarmente organizados, que a una sola orden se movilizan con perfecta coordinación.

Si en la época de Emiliano Zapata los pobres de las haciendas de Morelos de repente dejaban de ser campesinos para convertirse en guerrilleros y, a la inversa, cuando llegaba la cosecha, desaparecían como guerrilleros para volver a ser campesinos, en Monterrey sucede algo similar. Los vendedores de películas piratas (y de otras mercaderías, por supuesto), cuando reciben la señal de su jefe cogen la pistola, el tubo o la navaja que tengan a la mano y, atacando en bola, despojan de sus vehículos a choferes de automóviles y autobuses, que en seguida atraviesan y abandonan en los cruceros de las avenidas más importantes.

Cuando Felipe Calderón fue incrustado en Los Pinos, un boleto para entrar al cine, en el Distrito Federal y en Monterrey, costaba 38 pesos. En menos de cuatro años subió a 61. Pero las salas que cobraban cuatro pesos, y que eran mayoritarias en el país, empezaron a desaparecer en el sexenio de Miguel de la Madrid y se extinguieron por completo en el de Zedillo.

Desde hace una década, en México la asistencia al cine pasó a ser privilegio de la clase media alta y de los de más arriba. Pero como durante el zedillato la clase media se empobreció de manera acelerada mientras la distribución de la riqueza se hacía más desigual y absurda, la piratería y la pobreza se fueron juntas a las nubes.

¿Qué defienden, pues, los exhibidores con sus ridículas campañas contra la piratería? No los intereses de los productores y distribuidores de las películas, sino los abusivos precios de la comida chatarra que venden en sus dulcerías. Dentro de un cine, por ejemplo, nos cuesta 20 pesos una botellita de agua que en la calle vale cinco, y 42 un chocolate que afuera se consigue por 10. Parafraseando a Benito Juárez, la victoria de los que luchan de dientes para afuera contra la piratería es moralmente imposible.

Pero en ninguno de los cónclaves de políticos, policías y soldados, que se efectúan cada vez que un nuevo fracaso los obliga a reunirse para fingir que el tema les preocupa, alguien ha sugerido crear circuitos de exhibición cinematográfica a precios populares y accesibles a todos los públicos, para desalentar la venta de películas piratas, esa floreciente actividad informal que hoy por hoy, en buena parte del país, controlan los cárteles del narcotráfico.

Monterrey y la franja fronteriza del noreste son una de las regiones donde se percibe con mayor claridad la supremacía del narco y la derrota política, económica y militar de lo que aún queda en pie del gobierno calderónico. Allí, en el poblado de San Fernando, Tamaulipas, una banda de traficantes de ilegales asesinó esta semana a 72 migrantes centro y sudamericanos.

En los periódicos del sur de América, la espantosa noticia compite con la tragedia de los 33 mineros atrapados a 700 metros bajo tierra en el norte de Chile, y con la guerra, ésta sí en serio, que Cristina Fernández ha emprendido contra los dueños de los periódicos Clarín y La Nación, voceros de la ultraderecha agroexportadora, que desde 2008 no ha cejado en su empeño de derrocarla.

Lo que no se dice en los diarios del cono sur –donde el invierno austral todavía es cosa seria– es que esos migrantes ecuatorianos, salvadoreños, hondureños y brasileños asesinados en Tamaulipas también fueron víctimas, en mil maneras, de los agentes del Instituto Nacional de Migración, que dirige Cecilia Romero, panista y yunquista de abolengo, y de los soldados de la Policía Federal, el ejército personal de Genaro García Luna, quienes sin duda los extorsionaron desde que entraron a México por Tapachula, y mientras viajaban hacinados en los vagones de carga del tren de la muerte, hacia la orilla inferior de Texas.

Según la ONU, el tráfico de indocumentados en México genera utilidades por 7 mil millones de dólares anuales. Parte de esa ganancia termina en las cuentas bancarias de los empleados al servicio de Calderón. Esto los convierte, junto con su mini jefe, en cómplices y corresponsables de la matanza de esos 72 migrantes, que ahora, desde la muerte, serán por toda América Latina embajadores de decenas de millones de mexicanos pobres que se encuentran a merced de la sanguinaria corrupción de un gobierno que en realidad nunca existió y nadie dirige.

De allí que, día tras día, cobre más fuerza la idea de organizar una gran protesta simbólica, al calor del bicentenario estilo Walt Disney con que planean robarnos tres mil millones de pesos más. Y no parece haber un tema, una fuente de angustia y de conflicto capaz de aglutinar al mayor número posible de inconformes, como la del caos del suministro de luz eléctrica en el centro del país. Los trabajadores del SME convocan a asambleas de usuarios, promoviendo una huelga de pagos en contra de la Comisión Federal de Electricidad. Otros insisten en quemar pública y colectivamente los recibos de esa empresa que no tiene contrato de servicio con nadie en esta región. Otros proponen no salir a las calles, ni celebrar nada el 15 de septiembre. Y otras continúan preparando el festival artístico del 26 de septiembre, dentro del penal de Puentecillas en Guanajuato, por la liberación de las mujeres presas por abortar y en solidaridad con las cuales esta columna sigue recibiendo traducciones de la denuncia de su caso a otros idiomas. (Visiten http://presasporabortar.blogspot.com/).

Entre tanto, en Tlalpan, el delegado perredista Higinio Chávez impugnó el fallo del Tribunal Contencioso Administrativo que condenó al gobierno capitalino a demoler una gasolinera construida con permisos chuecos en Insurgentes Sur. Lo que parecía caso cerrado se reabre como una herida que supura y huele mal, muy mal...

martes, enero 26, 2010

La ultraderecha y sus patadas de ahogado...

Si se consuma la fusión de Telmex y Telmex Internacional con América Movil, la nueva acción significaría en volumen el 27.7 por ciento de las operaciones de la Bolsa Mexicana de Valores… Sería la 158 empresa más grande del mundo, pero la 29 con más utilidades… ¿Autorizará la Comisión Federal de Competencia la fusión? ¿Impondrá el gobierno calderonista un alto a lo que podría convertirse en un poderoso gigante de las telecomunicaciones?
Conoce…EL DESAFÍO DE SLIM
Son como el agua y el aceite. Uno no reconoce al otro, y a veces hasta uno le llama “espurio” al otro. Aun así, PAN y PRD parecen estar dispuestos a unirse. Si esta alianza se consuma, ¿rendirá frutos? Hay quienes dicen que los partidos están enfrentando a su propia naturaleza.

El desempleo que provocó la Gran Recesión que inició en 2008 ha causado estragos en los países emergentes y en desarrollo. Por desgracia, varios millones de personas continuarán sin trabajo a pesar de la mejora relativa de la economía global.

Las negociaciones de un acuerdo multilateral que pretende combatir la piratería podría cambiar la manera en que se utiliza la Red. Mientras unos quieren impedir la violación de los derechos de propiedad intelectual, otros ven amenazadas las libertades civiles elementales asociadas a Internet. Y la más importante es la privacidad.
Hasta ahora, las pláticas en torno a este acuerdo se han realizado a puerta cerrada, en secrecía, sin transparencia. Sobre la mesa solo están los argumentos e intereses de una de las partes involucradas. La voz de los usuarios/consumidores ha sido relegada.
¿Qué es ACTA?
En 2007, presionados por la industria de los derechos de autor, Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Suiza y Japón dieron a conocer en forma conjunta el inicio de las negociaciones del Acuerdo Comercial Antifalsificación, conocido como ACTA por sus siglas en inglés.
Según un documento que dio a conocer la UE, el objetivo del ACTA (Anti-Counterfeiting Trade Agreement) es “establecer normas internacionales para la aplicación de los derechos de propiedad intelectual a fin de combatir más eficazmente el creciente problema de la falsificación y la piratería”.
El convenio comprende la “cooperación internacional”, nuevas “prácticas de control” y un “marco legal” para combatir la proliferación de infracciones a la propiedad intelectual.
A esta serie de negociaciones se han sumado Australia, Canadá, Corea, Marruecos, Nueva Zelanda, Singapur y México, país sede de la Séptima Ronda de Negociaciones que se llevará a cabo del 26 al 29 de enero en Guadalajara.
El ACTA se compone de seis capítulos, pero el que ha causado más controversia y debate es el referente a la "Ejecución de los derechos de la propiedad intelectual en los medios digitales". Y esto tiene que ver con la creación de un "Marco legal sobre la observancia de los derechos de propiedad intelectual" en Internet.
El problema
La comercialización de productos piratas o falsificados es una amenaza permanente para la propiedad intelectual.
Esfuerzos bilaterales y multilaterales para erradicar la piratería se han negociado como parte de acuerdos comerciales y de seguridad entre países.
El esfuerzo multilateral más reciente es el ACTA, y los gobiernos involucrados están siendo presionados por los grandes corporativos de la industria del copyright para combatir la falsificación y venta de sus productos, que incluyen desde cosméticos hasta música y películas.
Según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el comercio internacional de productos pirata genera 215 mil millones de dólares anuales. Tan solo en la UE, en 2007 fueron incautados 79 millones de artículos pirata en las fronteras de los países miembros.


La tierra comenzó a sacudirse a las 4 con 53 minutos de la tarde, hora de Haití. Era el martes 12 de enero. El epicentro del terremoto de 7 grados en la Escala Richter se ubicó a tan solo 25 kilómetros de Puerto Príncipe, la capital.
La ciudad de Léogâne prácticamente quedó bajo los escombros con 80 ó 90 por ciento de destrucción. En Jacmel, la devastación fue de 50 ó 60 por ciento, y en Gressier y Carrefour de 50 por ciento.
El último gran desastre natural que sacudió a la isla se registró en 1946, cuando un sismo de 8.1 grados en República Dominicana provocó un tsunami que mató a casi 2 mil personas. Pero lo que ocurrió la semana pasada no tiene comparación.
La explicación geológica es que el sismo ocurrió a lo largo de la falla Enriquillo, que va desde la Bahía de Montego, en Jamaica, hasta la parte sur de la isla, que es compartida por Haití y República Dominicana.
La falla había permanecido más de 250 años en una extraña estabilidad, pero se esperaba que ocurriera un temblor en cualquier momento. Lo que no podían prever los geólogos era si la energía se liberaría en intervalos, poco a poco, o en un terremoto intenso, como el que dejó a Haití en estado de desolación.
Y conforme pasan los días, la magnitud del desastre crece por el número de muertos. Ahora se estima que 200 mil personas perdieron la vida, cifra que ubica a este terremoto muy cerca del tsunami asiático que mató a 226 mil personas en 2004.
Por ahora, y si la cantidad oficial de decesos no aumenta, el sismo de Haití es el tercero más devastador de la historia en todo el mundo.
En 1976, murieron en China 242 mil personas debido a un sismo. En 2004, el tsunami asiático mató a 226 mil. En 2010, se estiman 200 mil víctimas mortales en Haití.
En 2008, China sufrió otro terremoto. Ese año, la cifra fue de 88 mil muertos. Y en 2005, Pakistán, India y Afganistán sumaron 75 mil muertes provocadas por un sismo.


PARA VER REPORTE ÍNDIGO AQUI.

sábado, abril 18, 2009

Somalia: nos mienten sobre los piratas

En CNN (en inglés) llevan más de dos semanas pasando día y noche, hasta la saciedad, la repetición del caso de los piratas somalíes. Como el análisis de la manipulación mediática es imprescindible para avanzar, me preguntaba qué había detrás de esa avalancha de los medios sobre algo que si bien puede resultar noticia no es para que estén constantemente repitiendo las mismas imágenes como si eso fuese lo único relevante que sucede en el mundo. Por ejemplo, la Cumbre del ALBA no se mencionó, sólo ahora que Barack Obama está en la V Cumbre de las Américas ha sido noticia y hasta eso se ha manipulado no pasando las intervenciones más relevantes.

En fin, que este artículo que aparece en Rebelión nos da cierta luz de por donde anda la cosa:

Johann Hari
Global Research

Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll

¿Quién podría imaginar que en 2009, los gobiernos del mundo declararían una nueva guerra a los Piratas? Mientras está leyendo esto, la Marina británica – apoyada por los buques de más de dos docenas de naciones, desde los Estados Unidos hasta China – se está internando en aguas de Somalia para perseguir a hombres que todavía vemos como villanos de circo con un loro en el hombro. Pronto estarán luchando contra buques somalíes y hasta persiguiendo a los piratas en tierras de Somalia, uno de los países más rotos de la tierra. Pero detrás de la extravagancia de este cuento, hay un escándalo por contar. La gente que nuestros gobiernos etiquetan como “una de las grandes amenazas de nuestros tiempos” tiene una historia extraordinaria que contar – y algo de justicia de su parte.

Los piratas nunca han sido exactamente lo que creemos que son. En la “edad dorada de la piratería” – desde 1650 hasta 1730 – la idea del pirata como el ladrón salvaje e insensato que perdura hasta nuestros días fue creada por el gobierno británico en un gran esfuerzo propagandístico. Mucha gente corriente creyó que esto era falso: con frecuencia la muchedumbre les rescataba de la horca. ¿Por qué? ¿Qué vieron entonces que nosotros no vemos ahora? En su libro Villains of all nations (Villanos de todas las naciones), el historiador Marcus Rediker escudriña las pruebas para averiguarlo. Entonces, si te alistabas en la Marina Mercante o en la Marina británica – reclutado en los muelles de Londres, joven y hambriento – terminabas en un infierno flotante de madera. Trabajas a todas horas en un buque angosto y medio muerto de hambre, y si remoloneabas algo, el todo poderoso capitán te azotaba. Si remoloneabas constantemente, te podrían tirar por la borda. Y después de meses o años soportando esto, a veces te timaban en la paga.

Los piratas fueron los primeros en rebelarse contra este mundo. Se amotinaron contra sus capitanes tiránicos – y crearon un modo distinto de trabajar en la mar. Una vez tomado un buque, los piratas elegían a su capitán, y tomaban todas sus decisiones colectivamente. Compartían el botín, lo que describe Rediker como “uno de los planes más igualitarios del siglo dieciocho para aprovechar los recursos disponibles”. Hasta acogían a esclavos africanos y convivían con ellos como iguales. Los piratas demostraron “de forma bastante clara y subversiva – que no hacía falta llevar el buque en la manera opresiva y brutal que lo hacían la Marina Mercante y la Marina británica”. Es por esto que eran populares, a pesar de ser ladrones improductivos.

Las palabras de un pirata de esa edad perdida – un joven británico llamado William Scott – deberían tener eco en esta nueva edad de piratería. Justo antes de que lo ahorcaran en Charleston, Carolina del Sur, dijo: “Lo que hice fue para no perecer. Fui obligado a hacerme pirata para sobrevivir”. En 1991, cayó el gobierno de Somalia, situado en el Cuerno de África. Sus nueve millones de habitantes han estado al borde de morirse de hambre desde entonces – y muchas de las fuerzas más feas del mundo occidental han visto esto como una estupenda oportunidad para robar las provisiones de comida del país y verter nuestros residuos nucleares en sus mares.

Sí: residuos nucleares. En cuanto desapareció el gobierno, llegaban misteriosamente buques europeos a la costa de Somalia, vertiendo enormes barriles en el océano. La población de la costa empezaba a enfermar. Al principio, padecieron extrañas erupciones, nausea, y nacieron niños malformados. Entonces, después del tsunami de 2005, cientos de estos barriles vertidos y con fugas terminaron en la orilla. La gente empezó a enfermar de la radiación, y más de 300 personas murieron. Ahmedou Ould-Abdallah, el enviado de Naciones Unidas a Somalia, declara: “Alguien está vertiendo material nuclear aquí. También hay plomo, y materiales pesados, tales como cadmio y mercurio – o sea, de todo.” Se puede seguir su rastro hasta los hospitales y las fábricas europeos, y se entrega a la mafia italiana para que ésta se deshaga de ello de la manera menos costosa. Cuando pregunté a Ould-Abdallah qué hacían los gobiernos italianos para combatir esto, dijo con un suspiro: “Nada. Ni se ha limpiado, ni ha habido compensación ni prevención.”

Al mismo tiempo, otros buques europeos han estado saqueando los mares de Somalia de su mayor recurso: el marisco. Hemos destruido nuestras propias existencias de pesca por sobreexplotación – y ahora queremos las suyas. Enormes palangreros roban cada año más de 300 millones de dólares en atún, gambas, langosta, etc. al internarse ilegalmente en los mares no protegidos de Somalia. Los pescadores locales han perdido de buenas a primeras su sustento, y se están muriendo de hambre. Mohammed Hussein, un pescador de la ciudad de Marka, a 100 kilómetros de Mogadishu, declaró a Reuters: “Si no se hace nada, pronto no quedará pesca en las aguas de nuestra costa”.

Éste es el contexto en el que han surgido los hombres que nosotros llamamos “piratas”. Todo el mundo está de acuerdo en que eran pescadores corrientes somalíes que primero intentaron disuadir con lanchas veloces a los que vertían residuos desde los palangreros o por lo menos cobrarles un tributo. Se llaman a si mismos los Guardacostas Voluntarios de Somalia – y no es difícil entender por qué. En el transcurso de una entrevista telefónica surrealista, uno de los dirigentes piratas, Sugule Ali, dijo que su propósito era “parar la pesca ilegal y vertidos en nuestras aguas... No nos consideramos bandidos de los mares. Los bandidos son aquellos que pescan, vierten residuos y llevan armas en nuestros mares.” William Scott habría entendido estas palabras.

No, esto no justifica la toma de rehenes, y sí, algunos son evidentemente gángsteres – especialmente aquellos que han retenido los suministros del Programa Mundial de Alimentos. Pero los “piratas” tienen el apoyo abrumador de la población local por algo. El sitio web de noticias independiente somalí WardherNews encuestó a la población local sobre su opinión del tema – un 70 por ciento “apoyó la piratería como forma de defensa nacional de las aguas territoriales del país”. Durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, George Washington y los padres fundadores pagaron a piratas para proteger las aguas territoriales de su país porque no tenían marina ni guardacostas propios. La mayoría de los estadounidenses los apoyaron. ¿Es esto tan diferente?

¿Esperábamos que los somalíes hambrientos nos mirasen pasivamente desde sus playas o mares en medio de nuestros residuos nucleares mientras robábamos sus peces para comerlos en los restaurantes de Londres, París y Roma? No actuamos cuando se cometían estos crímenes - pero cuando algunos pescadores respondieron interrumpiendo el pasillo de tránsito del 20 por ciento del suministro de petróleo mundial, empezamos a gritar sobre la “maldad”. Si de verdad queremos ocuparnos de la piratería, necesitamos erradicar su causa – nuestros crímenes – antes de mandar los cañoneros para erradicar a los criminales somalíes.

La guerra contra la piratería, también ésta de 2009, fue resumida por otro pirata que vivió y murió en el cuarto siglo antes de Cristo. Se le capturó y llevó ante Alejandro Magno, que quiso saber “qué quería decir con guardar el mar”. El pirata sonrió y respondió: “Lo que quiere decir Vd. con apoderarse de toda la tierra; pero como yo lo hago con un barco insignificante, soy un ladrón, mientras que a Vd., que lo hace con una gran flota, lo llaman emperador.” Una vez más, nuestras grandes flotas imperiales navegan hoy - ¿pero quién es el ladrón?

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=13193

Es decir, que no dan paso sin guarache, ahora con la cuestión de los "piratas somalíes" los europeos y los gringos podrán apropiarse de las aguas somalíes y explotar sus recursos, tranquilamente, al fin que la opinión pública ya se tragó a costa de repetición lo "malos que son esos piratas" que secuestran al capitán del barco gringo aunque éste haya salido ileso. Hubo varios muertos pero... al fin que esos eran piratas. El mismo cuento de "los terroristas" a los que hay que invadir para robarles a los pueblos sus recursos naturales, destruir y contaminar sus países sin que haya mención alguna de ello.