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miércoles, enero 05, 2011

La traición de Obama

Barack Obama, presidente de E.U.

John M. Ackerman

MÉXICO, D.F., 4 de enero.- Después de su contundente derrota en las elecciones legislativas del pasado 2 de noviembre, Barack Obama tuvo 50 valiosos días en los que todavía la mayoría demócrata controlaba ambas cámaras del Congreso estadunidense. Esta fue su última oportunidad para jugar a la ofensiva e impulsar proyectos prioritarios antes de que el Partido Republicano pudiera volver a tomar el control de la Cámara de Representantes y a consolidar su posición en el Senado para el próximo periodo de sesiones.

Frente al reto de decidir las iniciativas prioritarias de esta crucial coyuntura, Obama dio la espalda a los mexicanos indocumentados al dejar morir por inanición la llamada Dream Act (“Ley de los Anhelos”). Durante las sesiones lame duck del Congreso, el presidente estadunidense luchó y venció la férrea oposición de la derecha más retrógrada frente a una serie de iniciativas muy polémicas. Recortó impuestos para las clases medias y populares, logró la aprobación de un nuevo tratado con Rusia para limitar la proliferación de armas nucleares y remató con una victoria histórica al legalizar la participación de personas abiertamente homosexuales en las Fuerzas Armadas.

Pero el presidente titubeó de manera imperdonable ante el reto de defender el derecho a la esperanza de los cientos de miles de jóvenes mexicanos que hubieran sido beneficiados por la iniciativa “de los anhelos”. De esta forma, Obama una vez más traiciona la gran esperanza que el pueblo mexicano había cifrado en su arribo al poder.

Durante su campaña de cortejo del voto “latino”, Obama prometió transformar lo que él mismo llamó un “sistema migratorio disfuncional y roto”. Ya como presidente, reiteró este compromiso en sus múltiples encuentros con Felipe Calderón que, por lo visto, han sido completamente infértiles.

El primer presidente afroamericano del país vecino había atribuido la falta de avances en la materia al hecho de que simplemente “no contaba con los votos” necesarios en el Congreso. También quiso evitar el tema migratorio en la antesala de las elecciones legislativas de noviembre. Pero hoy queda claro que el verdadero problema de Obama es falta de voluntad política. En los últimos meses ha demostrado que puede construir coaliciones ganadoras para temas que generan aún más rechazo entre la derecha, pero en el caso de los millones de indocumentados el presidente simplemente no quiso gastar su capital político.

La Dream Act no es de ninguna manera una reforma integral, la famosa “enchilada completa” que tanto hace falta. Ésta únicamente hubiera beneficiado a unos 800 mil de los más de 10 millones de inmigrantes indocumentados que trabajan, estudian y construyen cotidianamente el país vecino. Solamente serían elegibles para el programa jóvenes menores de 35 años que llegaron al país antes de cumplir 16 años, que tuvieran cinco años de residencia sin antecedentes penales, que estuvieran inscritos en alguna universidad acreditada o que hubieran participado en las fuerzas armadas. Son los migrantes mexicanos menos “peligrosos” a los ojos de los racistas: jóvenes estudiosos, bien portados, disciplinados, bilingües y asimilados culturalmente. El de Eric Balderas, estudiante de alto rendimiento de biología en la Universidad de Harvard, quien está en peligro de ser deportado por no tener documentos, es apenas uno de cientos de miles de casos similares.

La reforma había generado un apoyo social importante. Destacados personajes la respaldaron desde el principio, incluyendo rectores de algunas de las universidades más importantes del país. De acuerdo con las encuestas, una clara mayoría de la población apoyaba la iniciativa, incluso millones de republicanos. Un fuerte movimiento de la comunidad “latina” había generado incontables marchas, demostraciones y protestas. Hubo inclusive valientes cierres simbólicos de las oficinas de legisladores por los mismos jóvenes estudiantes “ilegales” que pueden ser deportados en cualquier momento.

La Cámara de Diputados aprobó la reforma el miércoles 8 de diciembre por un cerrado margen de 216 a 196 votos. En el Senado, la iniciativa también recibió el voto de la mayoría, pero le faltaban los cinco votos adicionales necesarios, incluyendo cuatro del Partido Demócrata, para forzar una votación sobre el tema antes de la materialización de la reconquista de los republicanos del Congreso en enero. Los demócratas que vergonzosamente votaron en contra de la iniciativa fueron: Mark Prior, de Arkansas; Ben Nelson, de Nebraska, y Jon Tester y Max Baucus, del estado de Montana.

Por su parte, el gobierno de Calderón ha mantenido una pasividad también vergonzosa que lo hace cómplice de esta gran derrota. Una vez más revela que en sus relaciones con Estados Unidos se encuentra más preocupado por negociar la siguiente entrega de sus “juguetes” de guerra que por el bienestar de los connacionales indocumentados.

Pero los indocumentados no se dejarán vencer tan fácilmente. Planean escalar el movimiento en las calles y defender sus derechos por todas las vías posibles. Se inspiran en la lucha histórica por los derechos de los afroamericanos durante los años sesenta que acabó con el apartheid estadunidense, el cual corroía el tejido social, y abrió la puerta para que alguien como el mismo Obama pudiera llegar a gobernar en Washington. La lucha apenas se inicia.

Desde México existirían muchas maneras para apoyar esta justa causa. Ante el desinterés del gobierno federal, es hora de que los legisladores federales y las entidades federativas construyan una nueva política de Estado para apoyar a los jóvenes desamparados por el fracaso del Dream Act. Se podría crear un fondo especial para financiar sus estudios, tal y como el gobierno apoya hoy a miles de jóvenes mexicanos que estudian en el extranjero. Asimismo, se presenta una gran oportunidad para estimular a estos jóvenes mexicanos para que se desarrollen profesionalmente en México una vez que hayan culminado sus estudios. Habría que convertir la “fuga de cerebros” en un camino de dos sentidos. l

www.johnackerman.blogspot.com/
twitter: @JohnMAckerman

viernes, noviembre 12, 2010

EU: El embate que viene

MÉXICO, D.F., 11 de noviembre (Proceso).- Hoy que el Partido Republicano ha reconquistado la Cámara de Representantes y expandido su poder en el Senado del país vecino, se esfuma la tenue esperanza que todavía algunas mentes ingenuas albergaban de que la llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos iba a implicar una mejora en el trato político hacia México y los mexicanos. Hoy como nunca, la clase política mexicana tendría que defender enérgicamente los intereses nacionales frente al embate que se acerca.

Desde el principio de su mandato, Obama mostró un notable desinterés sobre el bienestar del pueblo mexicano. En las dos ocasiones que visitó nuestro país se limitó a participar en breves reuniones burocráticas y no hizo esfuerzo alguno por mostrar mayor diplomacia ciudadana o por buscar interlocución con la pluralidad de la clase política. Asimismo, las dos visitas que Felipe Calderón hizo a Obama en Washington estuvieron repletas de protocolo y buenos deseos, pero en ambas ocasiones el mandatario mexicano regresó con las manos vacías.

En general, ha habido un estancamiento en las relaciones bilaterales y una clara continuidad de las políticas de George W. Bush hacia México. Bajo la administración de Obama, la cantidad de deportaciones de connacionales sin papeles ha llegado a un récord histórico, se ha militarizado al extremo la frontera y se han “estrechado los lazos” en materia de cooperación militar como nunca en la historia.

A partir de ahora, sin embargo, la situación podría empeorar aún más. Antes, el Partido Republicano todavía jugaba con la posibilidad de incorporar a los “latinos” dentro de sus filas, apelando a la importancia de la religión y del concepto de familia tradicional que supuestamente compartirían con este sector de la población. Como parte de dicho proyecto, hace años el mismo senador John McCain impulsó una importante iniciativa que habría permitido la legalización de millones de mexicanos en Estados Unidos.

Pero hoy, frente al resurgimiento del racismo y el repudio generalizado a las supuestas políticas “estatistas” de Obama, México y los mexicanos una vez más se han convertido en “un peligro” para los estadunidenses. La utilización de la figura de Calderón en anuncios electorales recientes de EU para denostar a México demuestra el extremo al que ha llegado el repudio para todo lo mexicano. La xenofobia hoy es tal que los estadunidenses ni siquiera se dan cuenta de que Calderón es el mejor aliado que podrían tener para su proyecto de reconquistar México y controlar sus recursos naturales.

Sin embargo, en este contexto de mayor agresividad que ya raya en las ofensas personales, el gobierno mexicano parece decidido a seguir adoptando la misma actitud servil y sumisa de siempre. De manera increíble, Calderón ni siquiera tuvo la valentía de apoyar la iniciativa número 19 en California que hubiera legalizado el consumo, la cosecha personal y la venta de mariguana a ciudadanos mayores de 21 años. Esta reforma a todas luces hubiera implicado grandes beneficios para el pueblo mexicano al reducir significativamente los ingresos de los narcotraficantes y obligar al gobierno a enfocar sus esfuerzos de seguridad pública en la persecución de los delitos más graves, como asesinatos, secuestros, posesión de armas y fraude fiscal, en lugar de dirigirlos contra la venta y el transporte de la planta intoxicante.

Un apoyo público decidido de parte del presidente de México a la iniciativa de California bien pudo haber propiciado su victoria en las urnas. Pero en lugar de priorizar los intereses de los mexicanos, Calderón ha preferido cuidar sus “buenas relaciones” con Washington y, para no perder la costumbre, otra vez intervenir directamente en los procesos electorales.

El pasado 2 de noviembre, Calderón envió a Alejandro Poiré a dar una improvisada conferencia de prensa para ratificar la oposición del gobierno mexicano a la iniciativa 19. “Los delincuentes no transformarán su comportamiento (...) porque una de sus actividades criminales deje de estar prohibida”, afirmó Poiré. Pero lo que no menciona el vocero es que al ver reducida una parte importante de sus ingresos, será mucho más difícil para el crimen organizado cometer cualquier tipo de delito. El hecho de que la legalización no sea la panacea, no quiere decir que ésta no sea una parte importante de la solución.

Lo que sí es cierto es que en los hechos la mariguana ya es legal para uso medicinal en una docena de estados del vecino país. Asimismo, hace apenas unas semanas el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, firmó una nueva ley que reduce de manera significativa las penas por posesión y consumo de mariguana. Las multas por esta falta administrativa son ahora equivalentes a las de una simple violación de tránsito. De acuerdo con The Huffington Post, el martes 2 los partidarios de la iniciativa número 19 encendían sus cigarros de mariguana mientras observaban la llegada de los resultados electorales en las pantallas de la casa de campaña. En los próximos años, otros estados también tendrán elecciones sobre iniciativas similares para legalizar la posesión y el consumo de la droga.

Sin embargo, perdura la hipocresía, sobre todo entre los votantes más viejos de Estados Unidos. Mientras apoyan la reducción de penas para los que consumen mariguana y están de acuerdo con su uso medicinal, no impulsan ninguna acción contra el encarcelamiento de los que la venden y distribuyen, quienes normalmente provienen de las “minorías” afroamericanas, “latinas” o asiáticas, a quienes el “sueño americano” no les ha dejado otro camino. Y los votantes estadunidenses menos están dispuestos a hacer su parte para evitar la violencia en México por medio de una prohibición de la venta de las peligrosas armas de asalto.

Pero en lugar de confrontar esta hipocresía y abogar por un cambio radical en las políticas de Estados Unidos, así como de exigir respeto a los derechos humanos de los mexicanos, Calderón se contenta con seguir haciendo el trabajo sucio a los vecinos. Ha llegado la hora de una nueva política exterior que proyecte de manera decidida y autónoma los intereses nacionales, en lugar de seguir apostando a recibir las migajas del norte a cambio de un “buen comportamiento”. El imperio nunca respetará a quienes no se dan a respetar. l

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Twitter: @johnack

lunes, noviembre 01, 2010

El solitario de la Casa Blanca

Pasada la efervescencia popular que lo catapultó a la presidencia en 2008 y desplomadas las expectativas que su triunfo electoral generó, el presidente Barack Obama concluye dos años de administración vilipendiado por la derecha, castigado por la izquierda y abandonado por el centro. “En una democracia grande y compleja todas las cosas toman su tiempo, y nuestra cultura no se basa precisamente en la paciencia”, declaró el mandatario a Peter Baker, reportero de The New York Times, quien en vísperas de las elecciones legislativas de este 2 de noviembre describe el ambiente en la Casa Blanca y recoge las reflexiones críticas de colaboradores cercanos a Obama. Con autorización del diario neoyorquino, Proceso reproduce el texto de Baker.
Obama. Popularidad a la baja.

Peter Baker

WASHINGTON, 1 de noviembre (Proceso).- Aunque esa tarde de finales de septiembre había mucha actividad en el ala oeste de la Casa Blanca, Barack Obama se veía relajado y sin prisas cuando se sentó en un sillón de cuero café recién retapizado en la Oficina Oval. Acababa de regresar del Salón Este, donde había firmado la Ley de Empleo de los Pequeños Negocios de 2010. Esta ley será la última pieza de la significativa legislación económica de su administración, antes de que los votantes den su veredicto sobre sus primeros dos años en el cargo.

Sin embargo, para efectos prácticos, el primer capítulo de la presidencia de Obama ha terminado. El segundo empezará el próximo 2 de noviembre, día de los comicios intermedios.

El presidente que impulsó en el Congreso la agenda interna tal vez más ambiciosa en una generación está vilipendiado por la derecha, castigado por la izquierda y abandonado por el centro. Entra a la recta final de la campaña de las elecciones intermedias con visos de repudio, en tanto que los votantes se preparan para entregarle un Congreso que, aun en el caso de que los demócratas mantengan el control, será con seguridad mucho menos amistoso con el presidente que el anterior, con el que ha pasado dos años librando luchas de lodo.

Aunque orgulloso de sus logros, Obama ha empezado a reflexionar sobre qué salió mal y lo que debe hacer para modificar el rumbo durante los próximos dos años. Uno de sus asistentes asegura que ha pasado “mucho tiempo hablando sobre Obama 2.0” con su nuevo jefe interino de gabinete, Pete Rouse, y su jefe de gabinete adjunto, Jim Messina.

“Lecciones tácticas”

Durante la hora que pasamos juntos Obama insiste en que no se arrepiente de la orientación general de su presidencia, pero identifica lo que llama “lecciones tácticas”: permitió que se le viera como “el mismo demócrata liberal de siempre con su vieja política de impuestos y gastos” y reconoce que tal vez no debió proponer moratorias fiscales como parte de su programa de estímulos, “sino dejar que los republicanos insistieran en su recorte de impuestos” para que pudiera aparecer como un acuerdo bipartidista.

Sobre todo, asegura, aprendió que pese a su retórica anti-Washington debe jugar con las reglas de Washington si quiere ganar en la capital y que no basta su gran convicción de que está en lo correcto si nadie más está de acuerdo con él. “En vista de lo que se nos venía encima –dice Obama–, probablemente pasamos mucho más tiempo tratando de enderezar las políticas que de enderezar la política. Probablemente hay un orgullo perverso en mi administración y asumo la responsabilidad por ello, pero estaba claro que haríamos lo correcto aun si en el corto plazo era impopular”.

Lo impactante del autodiagnóstico de Obama es que, de acuerdo con su propia interpretación, descuidó la “inspiración” una vez que fue electo. Para empezar, acepta, no se mantuvo conectado con la gente que lo colocó en el cargo. En vez de ello decepcionó a quienes lo consideraban encarnación de un nuevo movimiento progresista, así como a los que esperaban que cruzara la brecha para marcar el comienzo de una época pospartidista.

Cuando Obama aseguró la nominación demócrata en 2008, dijo a una multitud de seguidores: “Algún día seremos capaces de mirar hacia atrás y contar a nuestros hijos que este fue el momento en que empezamos a dar asistencia a los enfermos y buenos empleos a los desempleados; que fue el momento en que la subida de los océanos empezó a detenerse y nuestro planeta comenzó a sanar; que este fue el momento en que terminamos una guerra, le dimos seguridad a nuestro país y restauramos nuestra imagen como la última y mejor esperanza sobre la Tierra”.

Le leo estas líneas a Obama y le pregunto cómo suena esa retórica de altos vueltos en estos días en que su gobierno está alicaído. “Suena ambicioso. ¿Pero sabe qué? Avanzamos en cada uno de estos frentes”.

–¿Pero… salvar al planeta? Si usted promete salvar al planeta, ¿no podría la gente pensar realmente que usted lo va a salvar?

El presidente ríe antes de regresar al tema de la esperanza y la inspiración. “No pido disculpas por haberme fijado altas expectativas para mí mismo y para el país porque creo que podemos alcanzarlas”, aclara. “Pero hay una cosa que quiero decir, que anticipé y que puede ser difícil de entender: en una democracia grande y compleja como ésta, todas las cosas toman su tiempo. Y nuestra cultura no se basa precisamente en la paciencia”.

Durante mi recorrido por el ala oeste no sólo conversé con Obama sino con casi dos docenas de sus asesores –algunos hablaron con autorización y otros no– para entender cómo ven la situación. La perspectiva desde dentro de la administración parte de un mantra fundamental: Obama heredó los peores problemas para un presidente en años. O en generaciones. O en la historia de Estados Unidos. Impidió otra Gran Depresión al tiempo que colocaba los cimientos para un futuro más estable. Pero esto le exigió tomar medidas impopulares que inevitablemente tendrían un costo para él.

Sin embargo, a muchos funcionarios les preocupa que los mejores días de la presidencia de Obama pudieran haber pasado ya. Se preguntan si no sería el momento de dar el siguiente paso. En los sondeos realizados por The New York Times y CBS News los niveles de aprobación de Obama habían caído, de 62% que tenía cuando asumió el cargo, a 45% en septiembre último; es decir, sólo un punto por encima de donde estaba Clinton en 1994 antes de perder el Congreso, y tres por arriba de Reagan antes de que los republicanos perdieran en 1982 dos docenas de bancas en la Cámara de Representantes.

Pese a todo, el equipo de Obama está orgulloso de haber cumplido tres de las cinco principales promesas que planteó en su discurso de abril de 2009 en la Universidad de Georgetown como pilares de su “nueva fundación”: las reformas a la salud y a la educación y la re-regulación financiera. Y también destaca las decisiones de dar por terminada la misión de combate en Irak e intensificar la guerra en Afganistán.

Pero es posible ganar el juego interno y perder el juego externo. En sus momentos más oscuros los asesores de la Casa Blanca se han preguntado en voz alta si para un presidente moderno existe siquiera la posibilidad de tener éxito, sin importar cuántas iniciativas logre firmar.

Todo parece conspirar contra esta idea: una oposición implacable, con muy poco interés en colaborar, si es que tiene alguno; unos medios noticiosos saturados de trivialidades y conflictos; una cultura que exige soluciones para ayer y un cinismo social que mantiene muy baja estima por el liderazgo.

En este contexto algunos colaboradores de Obama han llegado a la conclusión de que ante estas condiciones cualquier presidente moderno, en el mejor de los casos, sólo podrá tener un desempeño promedio.

“Problemas de comunicación”

El cálculo más errado entre la mayoría de los asesores de Obama fue creer que éste sería capaz de tender un puente sobre una capital polarizada y construir coaliciones auténticamente bipartidistas. “Si creímos que los republicanos simplemente iban a transitar por él, estábamos terriblemente equivocados”, me dice Tom Daschle, mentor y asesor externo de Obama.

El gobernador de Pennsylvania, Ed Rendall, está entre los demócratas que critican con dureza al presidente por no haber sido lo suficientemente hábil frente a la oposición. Él opina que la legislación de salud constituye “un logro increíble” y que el programa de estímulos fue exitoso en grado extremo, pero considera que Obama permitió que estas victorias se vieran empañadas por las críticas.

“Perdieron las batallas de la comunicación en las dos principales iniciativas y las perdieron muy pronto”, considera Rendall, ferviente partidario de Hillary Clinton y que después apoyó a Obama.

Este estribillo también se escucha con frecuencia dentro de la Casa Blanca: “Es un problema de comunicación”. Cuando algún político está en dificultades argumenta que los problemas son de comunicación y no de otra índole.

Las críticas hacia Obama pueden ser confusas y muy contradictorias: mientras la derecha lo considera un fanático liberal, la izquierda lo ve como un pusilánime acomodaticio. Hay quienes creen que es un socialista anticapitalista que tiene relaciones demasiado estrechas con Wall Street; asimismo se le ve como un apologista de la defensa no violenta de Estados Unidos que ha adoptado las implacables tácticas antiterroristas de Bush, a expensas de las libertades civiles.

“Cuando hablaba de ser un presidente transformador, se refería a su idea de restaurar la fe del pueblo estadunidense en sus instituciones de gobierno”, dice Ken Duberstein, exjefe de gabinete de Ronald Reagan que en 2008 votó por Obama. “Lo que ahora sabemos es que esto no funcionó. Por el contrario, ahora la gente duda todavía más de nuestras instituciones, en especial del gobierno… Francamente yo dejaría atrás aquellos días. Olvidaría al presidente transformador y mejor intentaría ser un presidente negociador, alguien con quien se pudiera acordar. Me parece que hay una rigidez ideológica que el pueblo estadunidense no había percibido antes”.

Otros, por el contrario, desearían mayor rigidez ideológica. Norman Salomon, activista del campo progresista y presidente del Institute for Public Accuracy, dice que “Obama ha desperdiciado totalmente esta gran oportunidad” de reinventar a Estados Unidos al no ser suficientemente agresivo en temas como la opción de la salud pública. “Se ha mostrado tan reflexivo desde que fue elegido que sólo ha cedido y cedido terreno”, sostiene Salomon.

Aporreado por ambas partes Obama se ve claramente frustrado y, en ocasiones, a la defensiva. “Congénitamente los demócratas tienden a ver el vaso medio vacío”, declaró Obama hace un mes, en un acto para reunir fondos en Greenwich, Connecticut.

Y añadió: “Si sacamos adelante una histórica Ley de Salud, bueno, está bien, pero no incluye la opción de la asistencia pública. Si logramos que pase una inciativa de reforma financiera, entonces, bueno, yo no entiendo de estas normas derivativas y no estoy seguro de si me satisfacen. Y, ¡válgame Dios!, no hemos logrado aún la paz mundial. Yo pensé que eso iba a ser más rápido”.

Rahm Emanuel, primer jefe de gabinete de la Casa Blanca de Obama, quien renunció en septiembre, dice que las crisis en cascada que afectó los días iniciales del gobierno cobró una cuota permanente. “Las semillas de sus actuales dificultades políticas fueron plantadas cuando dio sus primeros pasos”, comenta.

Funcionarios de la Casa Blanca coincidieron en que no debieron dejar que el proceso de la reforma de salud se alargara tanto tiempo esperando un apoyo republicano que nunca llegaría. “La gente siente que no envió a Obama a Washington para ser legislador en jefe”, comenta uno de sus principales asesores. Y precisa: “Esto se prestó a que surgiera la percepción de que no estaba haciendo nada en favor de la economía”.

Escenarios

Melody Barnes, asesora presidencial en política interna, asegura que el mayor problema fue que después de ocho años de gobierno de Bush los partidarios de Obama estaban muy ansiosos de cambiar todo cuanto antes. “Había una exigencia multiplicada en todas las áreas temáticas (ciencia, educación, asistencia médica, inmigración). Un enorme deseo de que todas las cosas se hicieran finalmente. Cada segmento de la población tenía algo que pedir y que consideraba de la mayor importancia. En verdad quería que llegara a la meta.”, explica.

Los asistentes de Obama se mostraron más optimistas frente a las elecciones de 2012 que ante las de 2010 porque creen que el Tea Party hará que se reelija Obama al empujar al candidato republicano demasiado a la derecha. Dudan que Sarah Palin se postule y piensan que Mitt Romney no puede obtener la nominación republicana porque hizo aprobar su propio programa de salud cuando fue gobernador de Massachusetts. Si tuvieran que adivinar hoy, algunos en la Casa Blanca dirían que Obama se verá contendiendo con Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas.

Obama expresa su optimismo de que podría hacer causa común con los republicanos después de las elecciones intermedias de noviembre. “Podría ser que, independientemente de lo que ocurra en esta elección, se sientan más responsables ya sea porque no obtengan tan buenos resultados como esperaban –y eso quiere decir que la estrategia de sólo decir no a todo y arrojar bombas desde la orilla no les funcionó– o porque tengan resultados razonablemente buenos, en cuyo caso el pueblo estadunidense esperará que ofrezcan propuestas serias y que trabajen conmigo de una manera seria”.

Pero aun si una alianza de esta naturaleza llegara a emerger, los siguientes dos años serán para cimentar lo que Obama hizo en los dos primeros y defenderlo frente a los desafíos del Congreso y de las cortes. En palabras de uno de los principales asesores, “habrá muy pocos incentivos para plantear grandes cosas en los próximos dos años, a menos que surja algún tipo de crisis”.

No obstante, los colaboradores de Obama aún miran con desdén la limitada disposición a ejercer reformas que Bill Clinton asumió después de las elecciones intermedias de 1994. Emanuel comenta: “No soy de la opinón de no hacer nada. Creo que uno debe tener una agenda”.

¿Pero qué tipo de agenda? Ni tan amplia ni tan provocadora, sostienen algunos de los asesores. “Ésta tendrá que limitarse y enfocarse a los asuntos que son alcanzables y que constituyen una alta prioridad para los estadunidenses”, afirma Dick Durbin, el demócrata número dos en el Senado. Daschle considera que Obama tendría que extenderle la mano a sus adversarios.

Rendall piensa de otro modo. “No preocuparse tanto por el bipartidismo si los republicanos continúan negándose a cooperar. Haz lo que tengas que hacer y defiéndete. Deja de estarte quejando de lo que heredaste. Después de la elección, yo diría que ya no hay que estar señalando hacia atrás, acusando de todo a la administración Bush. Está bien hacerlo durante la campaña, pero luego hay que parar. Seguir haciéndolo constantemente, como nosotros lo hacemos, suena a disco rayado. Y después de dos años tienes que asumir tu propia responsabilidad”, plantea.

Obama tendrá que asumir esa responsabilidad dos años más, o seis si logra encontrar el camino para seguir adelante. Como escritor Obama sabe apreciar los ritmos de una trama tumultuosa. Pero, ¿quién es realmente el protagonista? En el fondo este presidente sigue siendo un enigma para muchos estadunidenses. Durante la campaña hizo promoción de sí mismo –o de la idea que tiene de sí mismo– más que de cualquier política en particular. Los votantes se encargaron de completar la historia al gusto de cada uno.

Ahora la historia se sigue escribiendo. Con cada decisión que toma el presidente se sigue definiendo, para bien y para mal, en las mentes de los estadunidenses. Dice que sabe a dónde va y que está incrementando su velocidad, pese a los obstáculos. Así lo comentó ante un grupo de visitantes la primavera pasada: “Empiezo despacio, pero cierro con fuerza”.

Tendrá que hacerlo si quiere que la historia que está construyendo tenga el desenlace que desea. (Traducción: Lucía Luna) l

domingo, enero 24, 2010

Partido del Té: revuelta populista contra Obama y Wall Street

Bajo la Lupa

*Partido del Té: revuelta populista contra Obama y Wall Street

Scott Brown, durante una conferencia de prensa el miércoles pasado en Boston.


Aun año de su presidencia, Barack Obama ha sido sacudido casi letalmente en el bastión demócrata de Massachusetts, donde Martha Coakley, candidata a ocupar la senaduría que dejó vacante el icono Ted Kennedy, fue duramente vapuleada con 5 por ciento de diferencia cuando a finales de año llevaba una ventaja cómoda de 21 puntos.
La catástrofe rebasa los confines de Massachusetts y ha puesto en tela de juicio la capacidad de gestión de Obama, lo cual conlleva profundas implicaciones en la política exterior de Estados Unidos.
Anna Fifield, de The Financial Times (19/1/10), diagnostica correctamente que detrás del triunfo sorprendente del republicano Scott Brown (un óptimo candidato) se encuentra el Partido del Té (The Tea Party), que catalizó a la extrema derecha populista y racista.
Ya habíamos anticipado el ascenso irresistible del Partido del Té (ver Bajo la Lupa, 13/12/09), genuina protesta ciudadana frente a los atracos descarados de los banqueros de Wall Street.
Como hace más de dos siglos, hoy se repite en el mismo Boston la revuelta populista en contra de los excesos de un mal gobierno que ignora el malestar ciudadano.
Anna Fifield pone en relieve que el Partido del Té ha absorbido a la extrema derecha televangelista y racista del Partido Republicano.
Puntualiza que el Partido del Té “está bien organizado, y bien financiado (sic) por una red de grupos conservadores” cuya punta de lanza la constituyen FreedomWorks y Americans for Prosperity, que han congregado masivas manifestaciones en Washington en las que “se oponen a todo (sic), desde la legislación del cambio climático hasta el paquete de estímulo económico”, en donde han insultado con ataques racistas a Obama, tildado de “marxista musulmán” (otros lo han vilipendiado como instrumento de los banqueros israelíes Rotschild).
Cita a Faiz Shakir, del Centro del Progreso Estadunidense, centro de pensamiento cercano a los demócratas, quien considera que las protestas del Partido del Té “persistirán”, debido a su enorme financiamiento proveniente del “sector petrolero (¡súper-sic!) y/o de Wall Street”, quienes saben que no serán favorecidos por Obama, por lo que “usan la furia popular para sus propios intereses empresariales”. ¿Pues qué se esperaban los ingenuos demócratas?
Anna Fifield asevera que la influencia del Partido del Té es ya “muy significativa en la política interna de Estados Unidos” y que está apoyado por Sarah Palin, la fracasada candidata a la vicepresidencia, y Rush Limbaugh, “el incendiario conductor de Fox News”.
Mas que votar por el Partido Republicano y/o el Partido del Té, el iracundo electorado estaría votando en contra de Obama, quien ha sufrido una transmogrificación (transformación a una forma extraña) al actuar más como presidente del statu quo del establishment que como “el presidente del cambio” del Partido Demócrata que se esperaba, pretendiendo ignorar, a su cuenta y riesgo, la gravedad de la situación económica y financiera de Estados Unidos, que ha martirizado primordialmente a la clase media, ya no se diga a los miserables desahuciados, en beneficio de una caterva de banqueros parasitarios.
El Obama de inicios de 2010 no tiene nada que ver con el candidato de 2008 que tanta esperanza le infundió a Estados Unidos y al mundo.
El Obama de todo el 2009 fue un espejismo insalubre que pretendió engañar con su seductora grandilocuencia desvinculada de sus actos de gobierno y que dejó perdidas sus promesas en el desierto de sus maravillosos discursos de conciliación biosférica en Egipto, Turquía y Trinidad-Tobago.
El ascenso del Partido del Té es imponentemente real, como reflejo de una profunda crisis que se manifiesta más que en otro lado en el cementerio masivo del desempleo: 5 millones de estadunidenses perdieron su trabajo en 2009; solamente en diciembre se alcanzó medio millón de despedidos, mientras los banqueros de la plutocracia parasitaria de Wall Streeet se gratificaban con bonificaciones subvencionadas por los contribuyentes.
La reforma de salud de Obama ha quedado en el aire, mientras en Alemania lo dan por liquidado (Der Spiegel, 21/1/10).
No nos preocupa tanto la elección de “medio término” en noviembre de este año, cuando, en caso de proseguir la tendencia de la justificada revuelta ciudadana, el Partido del Té no solamente le quitaría las mayorías que todavía conserva el Partido Demócrata en las dos cámaras, amén de paralizar la lubricación del Ejecutivo con el Legislativo, sino, peor aún, pudiera llevar a la ominosa defenestración (impeachment) de un Obama pusilánime e irreconocible para sus electores defraudados.
Lo que más nos preocupa es la elección presidencial de 2013, que pudiera colocar a una amazona como Sarah Palin en la Casa Blanca, lo cual acercaría más que nunca al país a una confrontación bélica con Rusia y/o China, cuyos estrategas han de estar perplejos ante la acelerada descomposición doméstica de Estados Unidos.
La única salvación de Obama –y de paso, del mundo– es que regrese a ser aquel candidato que la mayoría de los ciudadanos del planeta anhelaron.
Obama tuvo un pésimo primer año de gobierno cuando fue secuestrado por los banqueros parasitarios de Wall Street y el complejo militar-industrial, mientras reaccionaba con un desprendimiento evasivo ante la gravedad de la situación.
No será tarea fácil su reconversión y pareciera que los tres años que le quedan serán todavía más difíciles después de haber perdido su oportunidad dorada hoy descarrilada por su vacuidad retórica.
Simon Schama, historiador israelí-británico de la Universidad de Columbia, aconseja que Obama “está obligado a jugar al populismo (¡súper-sic!)”, así como realizar un ajuste de sus consejeros, quienes han dejado mucho que desear.
Schama exagera los logros domésticos de Obama, pero considera que tiene una gran oportunidad de resucitar mediante “una reforma regulatoria de las finanzas”, como “su teatro perfecto para reclamar el populismo” y llenar “el vacío de pasión que la extrema derecha ha rugido (sic) con una histriónica furia infecciosa (sic)”.
¿Las múltiples amenazas de muerte a Obama en Facebook lo habrán eviscerado de su mística apasionada?
Son tiempos inéditos cuando la grave crisis financiera y económica global, propalada por el bushismo del Partido Republicano, requiere el ineludible golpe de timón de un gran estadista a imagen y semejanza de Franklin D. Roosevelt, a quien Obama debe emular para bien común de Estados Unidos y del planeta entero. No tiene otra opción y todavía está mínimamente a tiempo para revertir el doble tsunami doméstico e internacional que se le vino encima, ya que de otra manera pasará al basurero de la historia como un intranscendente Gorbachov, el sepulturero de la URSS.
Reconocemos que el daño que exhibe Estados Unidos es estructural y rebasa las contingencias sicoanalíticas de los personajes. Pero justamente los estadistas trascendentales son quienes entienden los ritmos y alcances de los tiempos.
Hoy Obama se encuentra ante un dilema de alcances shakespearianos: ser Roosevelt o Gorbachov. That is the real question.
Por su reciente declaración de guerra a los banqueros de Wall Street, Obama parece que no desea ser un Gorbachov.

domingo, noviembre 08, 2009

Congreso de Estados Unidos aprueba reforma de salud

El Presidente Barack Obama obtuvo su primer gran triunfo político al aprobarse esta noche la reforma de salud que crea un seguro médico administrado por el estado para el público norteamericano. Esto fue buscado por los Demócratas por años sin poder lograrlo.

Redacción/SDP


El congreso de Estados Unidos aprobó por un margen de 5 votos la reforma de salud impulsada por el Presidente Barack Obama y que los Demócratas habían tratado de aprobaro por años, aunque sin éxito.
Aprobada con 220 votos a favor y 215 en contra, la reforma de salud ofrecería un seguro médico manejado por el estado al público de Estados Unidos, algo que no sólo no existía en ese país, sino que durante décadas fue atacado por la industria de las aseguradoras como idea socialista.
La reforma de salud se convierte en el primer gran triunfo político para Barack Obama. El Presidente Bill Clinton intentó aprobar una reforma de salud en los 90’s, pero los Republicanos y la industria médica privada lo impidieron.
Los Demócratas describieron a esta nueva reforma como un logro del tamaño de la creación del Seguro Social y Medicare.
Con esta reforma de salud se recaudarán $1.1 trillones de dólares, principalmente con aumentos de impuestos a los americanos de mayores ingresos, no sólo para un seguro médico del estado, sino también para hacer más accesibles los seguros médicos privados, los cuales han escalado en sus precios.


Pelosi Gavels HEALTH CARE REFORM PASSES (One GOPer Voted Yes)

http://www.youtube.com/watch?v=DvssYTVgl7I

domingo, enero 11, 2009

Nomás Diez Cositas

Nomás Diez Cositas

Jorge Mújica Murias
mexicodelnorte@yahoo.com.mx

Hay compas dentro del movimiento migratorio que creen (confían, más bien), en que de aquí a noviembre va a haber algún tipo de reforma migratoria. No completa, en el sentido de que resuelva toda la problemática de todos los inmigrantes indocumentados (y los documentados, que también tienen broncas), pero si "algunas cosas" en vía a la reforma.
Nosotros, incrédulos hasta el más allá y pesimistas de oficio (dijo Jean Paul Sartre que `un pesimista es un optimista bien informado'), no creemos que se vaya a caminar muy lejos.
Y como noviembre está requetelejos, estamos acortando el período de espera. Queremos que Don Obama nos tire un lazo en los primeros 100 días de su gobierno, que por coincidental coincidencia terminan exactamente el Primero de Mayo.
O digamos que nos tire diez lazos, porque proponemos diez cositas que en realidad no tienen mucho que ver con una "reforma", sino más bien que un alto a la guerra contra los inmigrantes.
Dicho de otra forma, que si no nos arregla, de perdida nos deje como estábamos.
La primera cosita es, todo el mundo está de acuerdo, que pare la campaña de redadas y las deportaciones que lanzó el régimen de Bush desde hace dos años. Eso se puede hacer con una orden ejecutiva como la que emitió Ronald Reagan hace 25 años.
Segunda, que resuelva la bronca de las licencias de manejo. Eso se hace suspendiendo el reglamento de la Ley Real ID que impide dar licencias sin tener papeles "reales".
La tercera es que le pare al uso de las cartas No Match del Seguro Social para cosas de inmigración. En corto, que ordene que se le dejen de enviar a los patrones, que nomás las usan para despedir obreros inmigrantes y no resuelven nada del Seguro Social.
Junto con pegado viene la suspensión del programa E-Verify, también implementado por Bush y que ha ocasionado miles de despidos ilegales de trabajadores inmigrantes. Es un programa voluntario que Bush ha impulsado como si fuera ley, nomás creando confusión y discriminación, pero Obama lo puede parar.
Sin chance de Pretexto
Otro puntito es que Barack pare la Polimigra. Es también un programa que se puede suspender, de perdiz hasta que se revise si funciona o no (nosotros sabemos que no, pero en fin). Luego sigue que pare las acusaciones de "robo de identidad". Obviamente, un migrante que compra una mica chueca no le está robando la identidad a nadie, pero desde la macro-redada de Postville, a los indocumentados ya no se les acusa de no tener papeles sino del crimen federal de usar papeles chuecos.
Eso es causa de otra petición, la de dejar de encarcelar migrantes durante meses o años en vez de deportarlos. O sea, que hay que para el negociazo de las cárceles privatizadas, que reciben 95 dólares por día por cada inmigrante encarcelado.
Pero tampoco vale (y esta es otra petición), seguir usando las "Deportaciones Express" que se usan en la frontera, y que le impiden a los migrantes tener una audiencia con un juez. Este programa viola el proceso legal, y es otro invento de Bush que Obama puede cancelar.
La penúltima es que restaure la Junta de Apelaciones de Inmigración y designe 10 jueces calificados, porque Ashcroft la desapareció sin decir agua va, y desde entonces otros jueces federales que no saben nada de inmigración están a cargo de revisar los casos de inmigración.
La última, aunque aclaro que el orden no es necesariamente debido a la importancia de las demandas, es que le ordene a la Comisión de Igualdad en el Empleo aclare de una vez por todas qué derechos tienen los trabajadores sin papeles, porque desde aquella decisión llamada Hoffman de la Suprema Corte los patrones les han hecho ojo de hormiga todos sus derechos.
Y nótese con toda claridad que en todas las demandas digo "que pare", "que ordene", "que suspenda" y demás, porque todas estas demandas no tienen nada que ver con el Congreso, sino que se pueden resolverse por Orden Ejecutiva.
Ninguna tiene que ver con que "los Republicanos no quieren", con que "no todos los Demócratas están de acuerdo", ni con que "necesitamos 219 votos y nomás tenemos 40".
Ninguna se tiene que cabildear con nadie más. El presidente, como encargado del Poder Ejecutivo, puede dar esas órdenes y firmarlas solito, sin pedirle permiso a nadie. De hecho, igual que las impuso Bush, Obama las puede "des-imponer", revocando las Ordenes Ejecutivas del presidente que ya se va. No hay excusas.
Ninguna medida resuelve completamente la cuestión de la inmigración, pero todas y cada una le quitaría presión a la situación que la comunidad está viviendo.
Y todas y cada una de las diez son responsabilidad de Obama, personalmente.
Y olvídese de noviembre. Queremos todo esto en 100 días. El límite es el Primero de Mayo.

viernes, enero 09, 2009

Democrats Are Cowards in the Face of Israel's Brutality

Democrats Are Cowards in the Face of Israel's Brutality

Democrats have silenced dissent and offered unflinching support for Israeli actions, including gross violations of international law.
The Democratic leadership's strident support for the ongoing Israeli assault on the Gaza Strip underscores how the Democrats suffer from the same illusions as the outgoing Republican administration: that placing an Arab territory under debilitating sanctions that punish the population as a whole, bombarding heavily populated civilian areas -- resulting in widespread casualties among innocent people -- and invading and occupying territories with a long history of resistance to outsiders will somehow lead to greater moderation from those afflicted.
The reality is that Israel's war against Hamas and the Palestinians of the Gaza Strip is no more likely to result in more rational and compromising positions from the Palestinian side than the firing of rockets by Hamas into Israel will lead to more rational and compromising positions from the Israelis.
As a result, the hard-line militaristic position of the Democratic Party does not bode well for a more enlightened Middle East policy after eight disastrous years under President George W. Bush.
On Capitol Hill, resolutions are being prepared in the House and Senate to defend the Bush administration's policy of unconditional support for the Israeli assaults, which as of this writing have led to the deaths of 500 people, at least one-quarter of whom were civilians. Unless there is widespread public opposition, it appears that the overwhelming majority of congressional Democrats will vote along with their Republican colleagues in favor of these resolutions, thereby giving Israel a blank check to continue the carnage and, as a result, give Hamas and other Palestinian militant groups the excuse to continue their attacks against Israeli civilians as well.
Democrats Goad Israel Into War
In June, 38 of 49 Democratic senators -- including Secretary of State-designate Hillary Clinton of New York -- wrote a letter (PDF) to President Bush that Americans for Peace Now, a moderate Zionist group, warned would build "a defense, in advance, for a large Israeli military offensive in Gaza." The letter also urged the Bush administration to block any U.N. Security Council resolution critical of Israel, claiming that United Nations opposition to Israeli attacks against crowded urban areas constituted a refusal to "acknowledge Israel's right to self-defense." An almost identical letter in the House, drafted by House Majority Leader Rep. Steny Hoyer, D-Md., received the signatures of 150 of the body's 230 Democrats.
Americans for Peace Now noted that such an Israeli offensive against the Gaza Strip would likely result in large-scale civilian casualties. In apparent anticipation of the large numbers of Palestinian deaths that would result from such military operations in the Gaza Strip, the House passed a resolution (PDF) in March, during an outbreak of fighting, that claimed, "Those responsible for launching rocket attacks against Israel routinely embed their production facilities and launch sites amongst the Palestinian civilian population, utilizing them as human shields." The resolution goes on to specifically condemn "the use of innocent Palestinian civilians as human shields by those who carry out rocket and other attacks" and yet again makes note of Palestinians who "continue to be utilized as human shields by terrorist organizations."
But according to Joe Stork of the Middle East division of Human Rights Watch, while Hamas failed to take all feasible precautions to protect civilians in the densely populated Gaza Strip, the watchdog group had found no instances of Hamas actually using human shields in the legally defined sense of deliberately using civilians as a means of deterring counterattacks. Despite my contacting the offices of more than a dozen Democratic members of Congress who supported the resolution -- all of whom are members of the so-called Progressive Caucus -- none of them could provide any examples of Hamas actually using human shields. It appears that the Democrats' goal in pushing through this resolution was to convince their constituents that it was the Palestinians, not the Israelis who were attacking them, who were responsible for civilian casualties and who would likewise be responsible for the far greater number of civilian casualties that would inevitably result from the Israeli bombardment and invasion which was to commence later that year.
The resolution also gave unqualified support for the Israeli government's attacks against the Gaza Strip, even as Amnesty International condemned Israel's "reckless disregard for civilian life" in its bombing and shelling of civilian population centers. The AI report also noted how the attacks by Palestinians against civilian-populated areas in Israel, which the report also roundly condemned, "does not make it legitimate for the Israeli authorities to launch reckless air and artillery strikes which wreak such death and destruction among Palestinian civilians."
Not a single one of the 230 Democrats in the House of Representatives voted against the resolution. (There were four abstentions, and 12 did not vote.) This sent a clear signal that there would be no opposition in Congress -- which provides over $4 billion annually in unconditional military and economic aid to the Israeli government -- for an even larger military assault against the Palestinian population of the enclave.

In order to read the complete article HERE.

miércoles, noviembre 05, 2008

Obama, el fin de la guerra sucia

MÉXICO, D.F., 4 de noviembre (apro).- La victoria de Barack Obama representa también la derrota de la mercadotecnia política de la guerra sucia y el inicio de un nuevo estilo de campañas presidenciales: aquellas caracterizadas por el uso intensivo de las nuevas tecnologías convergentes, en especial la oferta simultánea de video, internet y telefonía para generar una nueva comunicación política.Las campañas de miedo y de odio alcanzaron su máxima expresión en Estados Unidos durante la era Bush.Personajes como Dick Morris y Karl Rove, especialistas en convertir los prejuicios de una sociedad tan polarizada como la norteamericana en percepciones paranoicas sobre "los otros" (llámense musulmanes "terroristas", mexicanos "criminales", negros "resentidos" o asiáticos "piratas"), transformaron los dogmas conservadores en absolutos mesiánicos: Dios dictó las irracionales y costosas guerras del petróleo en Afganistán e Irak; la guerra fría fue ganada por el neocapitalismo especulador gracias a que Dios está con las grandes corporaciones; la "democracia a la americana" es una misión militar más allá de las fronteras. Lo peor de este periodo, en el que dominó la propaganda de guerra sucia, con tácticas como los videoescándalos y la manipulación grosera de la información y del derecho a la privacidad (ahí está el Acta Patriótica aprobada durante la era Bush para autorizar el espionaje en la correspondencia privada), es el alto grado de intoxicación mediática, anímica y social que invadió a Estados Unidos durante casi una década. La campaña de Obama fue inusual porque tuvo que enfrentar no sólo la herencia de los neoconservadores, sino también los ataques del establishment demócrata y posteriormente -en la última etapa de su campaña- del fundamentalismo religioso que le impuso el republicano John Mc Cain a su desastrosa compañera de fórmula Sarah Palin.Obama no se dejó intimidar por los ataques más groseros, racistas y sensacionalistas de los spin doctor del miedo.El giro de 180 grados se produjo cuando el derrumbe de los grandes bancos de inversión de Wall Street, a mediados de septiembre, reivindicó el mensaje central que desde hace dos años ha impulsado el sereno y pragmático candidato demócrata: la realidad de Estados Unidos va más allá de las "guerras santas" de Bush; la economía está en un estado desastroso debido a la ineficacia, la avaricia y el abuso de la misma coalición de intereses religiosos y corporativos que sostuvieron al texano, a pesar de las muestras evidentes de fracaso.Como un castillo de naipes se derrumbó el "sueño neoconservador". Ni uniformidad moral ni militarismo fundamentalista ni neoliberalismo a ultranza, y menos el conservadurismo mediático de aliados como la cadena televisiva Fox (propiedad del australiano Rupert Murdoch) o los halcones académicos y republicanos, podrían sacar a Estados Unidos del pantano.Como contrapartida, los mensajes de reconciliación racial, reforma económica con intervención estatal, reforma política para incluir a los ciudadanos excluidos y transformación de la hegemonía norteamericana en un poder compartido y no unilateral, adquirieron una nueva dimensión.Los hechos le dieron la razón a Obama antes de que las urnas le otorgaran la victoria.Los últimos intentos por sembrar la guerra sucia generaron un efecto boomerang contra Mc Cain. Los electores norteamericanos ya no se compraron las historias de un Obama "desconfiable", "amigo de terroristas", "blando frente a Irán", "extranjerizante" y, quizá, hasta un espía embozado de Al Qaeda o de Hussein.Incluso, la utilización grotesca del testimonio de un fontanero se observó como una medida desesperada de los publicistas del republicano para desacreditar la propuesta económica del candidato demócrata.Los neonazis que llamaron a asesinarlo a través de internet sólo demostraron lo lejos que están los grupos más racistas de la América posrepublicana.Peor le fue a la señora Palin. La debacle de Wall Street demostró que Estados Unidos es demasiado importante para dejarle a una hockey mum la posibilidad de dirigir los destinos de la nación con guiños televisivos y una mezcolanza de clichés conservadores.La derrota de la campaña de odio no hubiera sido posible sin la apuesta moderna de Obama hacia las nuevas audiencias masivas y convergentes.Detrás del impresionante aparato publicitario y promocional del candidato demócrata está la apuesta por una audiencia deliberativa, cuyas necesidades y reclamos son tomados en cuenta en una coalición compleja y llena de nuevas energías.Obama no desperdició los más de 600 millones de dólares recaudados durante su campaña (sin necesidad, como en México, de recurrir a los fondos públicos o al sindicato de Pemex para desviar recursos). Articuló una poderosa maquinaria de comunicación política y mercadotecnia electoral que reformará para siempre las campañas electorales. Ojalá en nuestro país aprendamos la lección para este 2009 y no volvamos a importar, como en 2006, a los sembradores de odio y miedo, que desde la guerra de Irak y el fracaso de José María Aznar en España habían demostrado que son un auténtico fraude electoral.
Email: jenarovi@yahoo.com.mx