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lunes, octubre 18, 2010

Los 23 mitos del capitalismo

Tapa en inglés de "23 cosas que no le dijeron sobre el capitalismo"

Marcelo Justo

BBC Mundo

"Los países ricos recetan la medicina que ellos no se tomaron, dice el economista Ha-Joon Chang"

El estallido financiero de 2008 dejó desnudo un ídolo que parecía indestructible desde la caída del muro de Berlín: el capitalismo.

El economista surcoreano de la Universidad de Cambridge, Han-Joon Chang, autor de dos libros traducidos a decenas de idiomas -el recién publicado las "23 cosas que no le dijeron del Capitalismo" y "Malos Samaritanos, El mito del libre comercio y la historia secreta del capitalismo"- se encuentra entre los más destacados críticos del rumbo neoliberal adoptado desde los '80.

A pesar de esta postura crítica, Chang no es un anticapitalista."El capitalismo es el peor sistema, si uno quita al resto", ironiza.

BBC Mundo entrevistó a Chang durante una visita suya a Londres para promover la publicación de su libro.

¿Qué son entonces estas 23 cosas que no nos dicen del capitalismo?

La verdad de los mitos

Según Ha-Joon Chang esta es la realidad de algunos mitos difundidos por el capitalismo.

1 - El libre mercado no existe.
2 - La máquina de lavar transformó más el mundo que el internet.
3 - El libremercado raramente hace rico al pobre.
4 - El capital no es trasnacional: tiene nacionalidad.
5 - No vivimos en una era postindustrial.
6 - EE.UU. no tiene el más alto nivel de vida del mundo.
7 - La educación por sí misma no garantiza la riqueza de una nación.
8 - A pesar de la caída del comunismo somos sociedades planificadas.
9 - La igualdad de oportunidades es desigual.
10 - Los mercados financieros tienen que ser menos y no más eficientes.
11 - La gente en los países ricos es menos emprendedora que en los pobres.

A uno le puede gustar o no el capitalismo, pero todo el mundo asume que sabe de qué se trata. Lo que intento mostrar es que muchas de las premisas que se usan para el capitalismo son medias verdades o directamente mitos.

La idea del libre mercado, por ejemplo. El mercado libre no existe. Todo mercado tiene reglas y límites que restringen la libertad de elección.

¿Por qué un chofer de autobús de Suecia gana 50 veces más que uno de Nueva Deli? Porque el de Nueva Deli no puede ir a Suecia pues hay límites a los flujos migratorios.

Otro mito es que cuando más libre mercado y menos gobierno, más riqueza. Esto no es así. Se vio claramente en el caso de la desrregulación del sistema financiero que tomó lugar desde la década del '80 que, como se vio en la crisis financiera de 2008, destruyó mucha riqueza.

Por eso digo también que los mercados financieros tienen que ser menos eficientes: una mayor eficiencia intensificaría la especulación y el cortoplacismo de las inversiones.

En el libro que publicó en 2008, "Malos Samaritanos", usted examina otro tipo de mitos: los que hay en torno al desarrollo económico.

El libre comercio es uno de los mitos. Los países desarrollados dicen que los países en desarrollo tienen que permitir el libre flujo de capitales y mercancías para desarrollarse.

Esta posición ignora la política adoptada históricamente por los mismos países desarrollados.

Tomemos el caso del Reino Unido, cuna de la Revolución Industrial. En el siglo XVII, Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe, que era también empresario y espía, publicó una historia sobre el comercio inglés que muestra el proteccionismo aplicado desde el siglo XV.

Esta política sigue hasta el siglo XIX, cuando el Reino Unido se vuelve partidario del librecomercio porque ya ha desarrollado plenamente su industria, de modo que no necesita protegerla.

Lo curioso es que inmediatamente borra su propia historia y pregona lo que no practicó para desarrollarse, es decir, le exige al resto del mundo que adopte el Libre Comercio.

Estados Unidos no siguió el ejemplo que pregonaba el Reino Unido.

En el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, EE.UU. fue el país más proteccionista del mundo. Eso sí, una vez que desarrolló plenamente su industria, exigió al resto que se convirtieran al Libre Comercio.

La lista de países que usaron una estrategia similar es muy larga: Francia, Japón, Alemania, Finlandia, Italia, Noruega, Austria, entre otros.

En su libro usted menciona el caso de su propio país, Corea del Sur.

Nací en 1963. En esos años, el ingreso per capita de Corea del Sur era menos de la mitad del de Ghana.

En 1977 el ingreso per capita ya era de US$1.000 y el país se había convertido en un gran exportador de coches, semiconductores y otros productos de alta elaboración manufacturera.

Corea del Sur aplicó todas las recetas que los países desarrollados dicen que no hay que aplicar: subsidios, proteccionismo, planes estatales, intervencionismo.

No digo que esta política sea una varita mágica. Lo que digo es que si uno estudia la realidad de los países en desarrollo de la posguerra, la historia oficial que pregona el neoliberalismo con el FMI y el Banco Mundial a la cabeza, no se condice con la realidad.

El milagro japonés es un ejemplo bien claro, pero también lo es China o Corea del Sur.

Se habla, por ejemplo, de los años '60 y '70 como "la época negra del proteccionismo" en el Tercer Mundo.

El ingreso per capita durante esa "época negra" de México fue del 3,1 %. Entre 1985 y 1995, el período en que empieza la liberalización económica, fue del 0,1% y con el supuesto paraíso de libre comercio del NAFTA, creció un 1,8% entre 1995 y 2002.

¿No cambia esto con transacciones en los mercados financieros que se hacen en microsegundos gracias a la revolución tecnológica?

Uno de los mitos del capitalismo que analizo es precisamente esta idea de que la globalización es inevitable debido a internet.

El telégrafo en el siglo XIX produjo una revolución de las comunicaciones mucho mayor que internet.

Antes del telégrafo se tardaba dos semanas en barco transmitir un mensaje transatlántico. Con el telégrafo, se redujo a siete minutos.

Y si se compara ambas épocas, el mundo del barco a vapor y el telégrafo, estaba mucho más globalizado que el de los años '40, '50 y '60 del siglo XX, a pesar de la enorme diferencia tecnológica.

Es cierto que las transacciones financieras que se hacen en segundos, pero ¿por qué son posibles esas transacciones? Porque los mercados financieros fueron desrregulados.

El recurso a la tecnología es una manera de negar que en realidad se trata de una decisión política.

domingo, mayo 09, 2010

EE.UU. en eterna cruzada económico-religiosa

Barómetro Internacional

Miguel Ángel del Pozo

El siglo XXI, definitivamente, nos ha traído cambios profundos en todo el escenario internacional: profunda crisis del sistema capitalista en su relación “capital-trabajo”; expresiones sociales en crecimiento, en perfectibilidad continua; redistribución del Poder Global con crisis en la unipolaridad imperialista en la figura de los Estados Unidos de América; superación de las tesis del “realismo socialista-socialismo real” impulsada por las tesis en praxis de la Revolución Bolivariana; emergencia de líderes socialmente comprometidos con sus sociedades y allende sus fronteras; y, fundamentalmente, la “nueva conciencia social-colectiva” sustentada en las pasadas experiencias y errores teórico-prácticos; en resumen, la manida frase de que el “mundo está cambiando” pareciera, por las evidencias cotidianas, se está realizando con el lógico escenario de la confrontación entre “lo pasado, lo presente y el futuro promisor”. Esas nuevas realidades tienen como primera víctima, evidentemente, a los Estados Unidos de América porque las políticas diseñadas en el Congreso norteamericano en la segunda mitad del siglo XIX (1852), ejecutadas, en primera instancia histórica, con el Comodoro Matthew Calbraigth Perry y la firma de la Convención de Kanagawa bajo el argumento impuesto por los Estados Unidos de América de: “the common good of free trade” (“el beneficio mutuo del libre comercio”) con su desarrollo hacia el desplazamiento de los imperialismos europeos, concretamente, el victoriano Imperio Británico, teniendo como ápice de su política imperialista en las decisiones alcanzadas con la Conferencia de Washington (1922).

El proceso de la “Guerra Fría” además de la confrontación ideológica, fue una confrontación geopolítica donde los Estados Unidos de América, aparte de la “Crisis de los Misiles” (Cuba), la “Invasión a playa Girón”, en el marco del escenario en el Caribe, el “kow tow” de Rómulo Betancourt en Punta del Este (“Ministerio de las Colonias”), no confrontó mayores ni fundamentales problemas en el control de las “materias primas”, “mercados controlados”, “rutas económicas marítimas” y finanzas. Es evidente que el propio proceso del Imperialismo norteamericano logró su “éxtasis” con la llamada “Caída del Muro de Berlín”. Aquellas tesis de James Monroe, Henry Clay y John Quincy Adams eran nutridas con las tesis de Francis Fukuyama y Samuel Huntington (“Pensamiento Único”) cuando, en tesis teológica, aseveraron que el “paraíso terrenal” era realidad terrenal-capitalista gracias a aquella tesis impuesta al Imperio japonés por el Comodoro Perry, arriba citada. Pero “Dios escribe derecho sobre líneas torcidas” y llegó la “Crisis de Wall Street”.

El mundo de Walt Disney se comenzó a derrumbar; las ideologías jolibudenses de los cinco del Patíbulo comenzaron a buscar justificaciones ideológicas para aminorar la “crisis en las mentalidades” en la sociedad norteamericana. La “middle-class” norteamericana comenzaba a comprender a las llamadas “minorías sociales”, es decir, los afro-americanos, los “american native”, los hispanos y los migrantes (chinos, coreanos, vietnamitas, filipinos y los indeseados musulmanes). La crisis internacional se había convertido en crisis nacional (y/o ¿fue viceversa y/o ambas se convirtieron en diálogo dialéctico, es decir, retroalimentándose?). La sociedad norteamericana se sentía “tocada” por la crisis, había pasado ¡fronteras estadales!, se extendía de Nueva York a San Francisco, de Miami a Washington DC, los cowboys se tenían que refugiar en el Pentágono para servir de “carne de cañón” en Iraq, Afganistán, servir en Colombia y beber pisco en Perú, dar un “golpe de estado” en Honduras; pero nada de ello aminoraba las realidades internas, no se estaba en “épocas pretéritas”, el inquilino de la Secretaría de Estado no era Henry Kissinger ni el “polaco”, no había comunismo ni URSS pero si Cuba pero ponerse a la altura de Cuba era reconocer el “comienzo del fin” del Imperialismo norteamericano y de la política imperial del “back yard” de Monroe. La crisis era tanto estructural aunque pudiera aminorarse temporalmente con el aumento de las exportaciones y superestructural por la crisis de los principios básicos teológicos sobre los cuales los Padres fundaron la Nación en “pleno desarrollo”. ¿Era necesario un Plan Marshall a la inversa? Imposible que la Comunidad Europea pudiera venir al rescate del Imperio porque la crisis estructural en el seno de la Comunidad “estallaría” en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia como así ha sucedido con el país más oriental de Europa: Grecia. La “crisis griega” es de tal dimensión que en twitter del Departamento de Estado se comunica a la “comunidad” que los “líderes norteamericanos” siguen con detenimiento la actual “crisis griega”. No es Troya ardiendo, es la nación griega en “hard landing” que pareciera “arrastrará” a Portugal y España en “¿mild crisis?”; es de tal impacto que los pronósticos electorales en Gran Bretaña y Alemania podrían cambiar “radicalmente” las realidades geopolíticas de toda Europa y EuroAsia. En sencillas palabras: los costos del Estado norteamericano para el rescate de sus sistemas financieros privados son de tal magnitud que solamente imprimiendo mas “verdes” logrará alcanzar un respetable equilibrio en la deuda pública; el impacto de la crisis financiera por la “burbuja inmobiliaria” de consecuencias aun en “pleno desarrollo” está impactando a la Comunidad Europea, a Australia que ha tenido que aprobar aumentos en impuestos a las ganancias y a la minería, mientras China comienza a tomar medidas para el control de sus finanzas y regresar a las políticas financieras de “soft landing” aplicadas en su tiempo por Zhu Rongji.

¿Cómo se soluciona la actual crisis global geopolítica? Permítasenos especular. En primer lugar, la reingeniería de todo el sistema capitalista; cuando, específicamente, señalamos que debe ser de “todo” el sistema, precisamos, tanto lo estructural como lo superestructural. Quizás en ese camino estaría tratando de realizarlo Barack Obama: sistema de salud, nueva política de educación, nueva realidad con Wall Street; pero la Comunidad Europea está inmersa en su propia crisis. En segundo lugar, relacionado directamente con el “mercado internacional”, alcanzar acuerdos en la relación: producción/precios de las “materias primas” conjuntamente con acuerdos firmados con la finalidad de alcanzar equilibrios en una “posible y justa” distribución de la producción de dichas materias primas; en tercer lugar, “bájense de esa nube” porque por los “vientos que soplan” cada quien anda en sus propios objetivos geopolíticos lo cual querría decir que toda la anterior lucubración es solo eso: el mundo fantástico de Walt Disney.

Y ahí entramos nosotros los que estamos viviendo al sur del río Bravo y nuestra realidad-relación con el Imperio y el Imperialismo de los Estados Unidos de América. Los procesos revolucionarios hasta la presente fecha “han machacado” hasta el cansancio las denuncias de las tropelías imperialista de Washington en la Región americana gracias a la “Doctrina Monroe” pero no hemos reiterado las razones de fondo que produjeron y aun ejercen esas políticas que han ido de la subyugación, pasando por la sumisión de factores entreguistas, la humillación y el permanente rechazo de sectores sociales nacionalistas. Estados Unidos, prácticamente, desde su nacimiento como nación ha determinado convertirse, como lo alcanzó, en, primeramente, una potencia mundial para, posteriormente, transformarse en “la Potencia Mundial”. Ese proceso histórico fue muy bien diseñado y desarrollado. Primeramente, buscaron consolidar su espacio geopolítico, es decir, todo aquel espacio geográfico que colindara con sus costas, a decir: el Mar Caribe y, por ende, todos los espacios territoriales que ocupaban ese espacio incluyendo lo que llamamos Centroamérica. La Política-Poder (Müller Rojas dixit) estaba tan perfectamente consciente de sus objetivos estratégicos que invadió el norte de México (quizás el actual Plan Mérida sea una remembranza de aquella política: http://www.america.gov/esp/seguridadciudadana.html). Una vez aprobada la “Doctrina Monroe”, en perfecta claridad de competencia con los imperialismos europeos, decidieron mandar al Comodoro Perry bajo el mandato de imponer la esencia misma del capitalismo: “apertura de los mercados” japoneses. Es necesario reconocer la “objetividad geopolítica” de Washington cuando para llegar al mercado chino (segunda mitad del siglo XIX), hace “cabeza de playa” en el archipiélago nipón (es curioso e importante rescatar la adición del sector militar norteamericano por las islas-portaviones). Pero la propia evolución del capitalismo-industrial desarrolla las variables del sector primario de la economía: materias primas: petróleo convertido en kerosene proveniente de Rusia (demanda en el mercado sobre el río Yangtze, siglo XIX); hierro; cobre; plata; oro; carbón, etc. En ese marco, América Latina ofrecía (y ofrece) suficientes reservas de materias primas, prácticamente, no extensamente explotadas; quizás ello se haya debido al control de Washington y la política de la “Dependencia” que se fue desarrollando en profundidad posterior a la derrota del Imperio español en decadencia en Cuba por la marina norteamericana y Roosevelt. Podríamos comentar que durante todo el siglo XX, la influencia y la sumisión de las oligarquías latinoamericanas al Centro (Washington) fue total (no estamos ignorando las realidades nacionalistas que se manifestaron durante todo el siglo XX como tampoco las expresiones revolucionarias triunfantes y/o en retroceso temporales).

En este orden de ideas, es necesario tener presente el desarrollo del sistema capitalista fundamentalmente post-Caída del Muro de Berlín como es importante tener presente en nuestro análisis las decisiones políticas del Gobierno de William Jefferson “Bill” Clinton con respecto a su política de expandir el conocimiento de la Informática entre los “white collar” y su política comercial con China. Es evidente y demostrable el impacto que ha tenido el crecimiento sostenido de la economía china en los últimos 20 años, aproximadamente. Ese impacto ha causado alteraciones muy importantes en los mercados de las materias primas; si a ello le agregamos la economía en crecimiento de la India y se calcula y adiciona la demanda india por materias primas, fácilmente, podríamos llegar a la conclusión que aquella sumatoria-demanda impacta, diariamente, los precios en la oferta de materias primas. Con ese simple ejemplo, podríamos concluir que dichas realidades deben estar afectando, seriamente, la economía industrial además de la financiera norteamericana en cuanto oferta-demanda de materias primas se refiere sin necesidad de entrar en otras variables económicas, por ahora. Frente a estas narradas realidades, los países de la Comunidad Europea, como países capitalistas, se han tenido que incorporar a dicha dinámica y competir en los mercados internacionales; ello, necesariamente, ha desarrollado las contradicciones a lo interno de la dinámica actual del capitalismo. ¿Colapsó una de las realidades del capitalismo, concretamente, el financiero? ¿Sigue siendo el tráfico, consumo y lavado de dinero producto de la economía de la droga a nivel internacional lo que “empareje” la crisis industrial-financiera norteamericana? ¿Es importante la reingeniería de toda el sistema económico norteamericano para permanecer como Potencia-Imperialista pero compartiendo esas realidades geopolíticas con los BRIC? ¿Logrará la Comunidad Europea “salir de la crisis” y/o tendrá que llegar a importantes acuerdos con Rusia? ¿Cuál será las relaciones de los imperialismos decadentes con el mundo musulmán? ¿Tendrá Israel que negociar una salida honorable en su crisis permanente geopolítica con el mundo árabe y/o comenzará, de nuevo, el extrañamiento de la “Tierra Prometida”?

La complejidad geopolítica mundial, de niveles de gravedad vista los movimientos militares de los llamados países de democracias representativas (léase: Afganistán, Irak, bases en Colombia, Panamá, Perú, Honduras, Antillas Holandesas, Okinawa, Taiwán, Corea del Sur, etc.), podrían afectar el “Proyecto UNASUR” de desarrollo sostenido y socialmente comprometido. Las realidades naturales al sur del rio Bravo son, según Washington, la “tabla de salvación” de sus políticas imperialistas; por ello, los continuos viajes de relaciones públicas apoyado en las políticas que viene impulsado la USAID, por todo el continente hispano-portugués-lenguas nativas americano, del chileno, Subsecretario, Arturo A. Valenzuela.

delpozo14@gmail.com

sábado, febrero 27, 2010

The Great American Bank Robbery

How did the big banks nearly take down the entire economy and still continue to profit? Nobel Prize-winning economist Joseph Stiglitz explains.

The following is Part I of a two-part excerpt from Freefall: America, Free Markets, and the Sinking of the World Economy by Joseph Stiglitz ( W.W. Norton & Co., 2010). Read AlterNet's recent interview with Stiglitz by Zach Carter.

Bankruptcy is a key feature of capitalism. Firms sometimes are unable to repay what they owe creditors. Financial reorganization has become a fact of life in many industries. The United States is lucky in having a particularly effective way of giving firms a fresh start—Chapter 11 of the bankruptcy code, which has been used repeatedly, for example, by the airlines. Airplanes keep flying; jobs and assets are preserved. Shareholders typically lose everything, and bondholders become the new shareholders. Under new management, and without the burden of debt, the airline can go on. The government plays a limited role in these restructurings: bankruptcy courts make sure that all creditors are treated fairly and that management doesn't steal the assets of the firm for its own benefits.

Banks differ in one respect: the government has a stake because it insures deposits....The reason the government insures deposits is to preserve the stability of the financial system, which is important to preserving the stability of the economy. But if a bank gets into trouble, the basic procedure should be the same: shareholders lose everything; bondholders become the new shareholders. Often, the value of the bonds is sufficiently great that that is all that needs to be done. For instance, at the time of the bailout, Citibank, the largest American bank, with assets of $2 trillion, had some $350 billion of long-term bonds. Because there are no obligatory payments with equity, if there had been a debt-to-equity conversion, the bank wouldn’t have had to pay the billions and billions of dollars of interest on these bonds. Not having to pay out the billions of dollars of interest puts the bank in much better stead. In such an instance, the role of the government is little different from the oversight role the government plays in the bankruptcy of an ordinary firm.

Sometimes, though, the bank has been so badly managed that what is owed to depositors is greater than the assets of the bank. (This was the case for many of the banks in the savings and loan debacle in the late 1980s and in the current crisis.) Then the government has to come in to honor its commitments to depositors. The government becomes, in effect, the (possibly partial) owner, though typically it tries to sell the bank as soon as it can or find someone to take it over. Because the bankrupt bank has liabilities greater than its assets, the government typically has to pay the acquiring bank to do this, in effect filling the hole in the balance sheet. This process is called conservatorship. Usually the switch in ownership is so seamless that depositors and other customers wouldn't even know that something had happened unless they read about it in the press. Occasionally, when an appropriate suitor can’t be found quickly, the government runs the bank for a while. (The opponents of conservatorship tried to tarnish this traditional approach by calling it nationalization. Obama suggested that this wasn’t the American way. But he was wrong: conservatorship, including the possibility of temporary government ownership when all else failed, was the traditional approach; the massive government gifts to banks were what was unprecedented. Since even the banks that were taken over by the government were always eventually sold, some suggested that the process be called preprivatization.)

Long experience has taught that when banks are at risk of failure, their managers engage in behaviors that risk taxpayers losing even more money. The banks may, for instance, undertake big bets: if they win, they keep the proceeds; if they lose, so what? They would have died anyway. That's why there are laws saying that when a bank’s capital is low, it should be shut down or put under conservatorship. Bank regulators don't wait until all of the money is gone. They want to be sure that when a depositor puts his debit card into the ATM and it says, "insufficient funds," it's because there are insufficient funds in the account, not insufficient funds in the bank. When the regulators see that a bank has too little money, they put the bank on notice to get more capital, and if it can't, they take further action of the kind just described.

In order to read the complete article HERE.

jueves, junio 25, 2009

Chomsky y los "mitos" del libre comercio

El lingüista y activista Noam Chomsky respondió a los lectores de BBC Mundo (y III)

BBC Mundo

"Una de las formas de socavar a la agricultura mexicana es inundando el mercado con exportaciones de Estados Unidos, que sobreviven con subsidios que datan del período Reagan. Eso no es libre comercio".
Noam Chomsky respondió a los lectores de BBC Mundo en una entrevista en la que tocó desde el "interés estatal" de Washington en castigar a Cuba hasta la imagen de "demonio" que se pinta de Hugo Chávez en EE.UU, pasando por los "mitos" del libre comercio", tema principal de esta tercera y última parte de esa conversación.

Lingüista, activista, filósofo, Chomsky ha sido durante cuatro décadas uno de los más feroces críticos de la política exterior de su país.

Con 80 años, el académico estadounidense también advierte contra los peligros de repetir términos sin preguntarnos realmente qué significan. Por ejemplo, ¿es el Tratado de Libre Comercio para América del Norte realmente un tratado de libre comercio?

A lo largo de estas tres entregas Noam Chomsky respondió a esa y otras preguntas desde la ciudad de Boston, donde enseña desde hace más de medio siglo en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussetts. La entrevista fue conducida por Dalia Ventura.

NAFTA Y EL MITO DEL LIBRE COMERCIO
Algunos lectores preguntan qué piensa usted de los acuerdos de libre comercio.

Cuando la gente me pregunta sobre libre comercio, me acuerdo de un comentario que hizo Gandhi cuando le preguntaron qué pensaba de la civilización occidental. Y su respuesta fue : "sería una idea interesante", y lo mismo sucede con el libre comercio.

Lo que se suele llamar libre comercio en realidad tiene muy poco que ver con libre comercio. De hecho, a veces una gran parte nisiquiera tiene que ver con comercio.

Consideremos, por ejemplo, el tratado de libre comercio entre EE.UU. y México, (Tratado de Libre Comercio para América del Norte, TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés). Tiene toda clase de elementos altamente proteccionistas para beneficio corporativo. Incluye medidas que no tienen que ver con comercio, como las condiciones especiales de derechos de inversión.

El comercio, en el sentido de intercambio a través de fronteras, sí aumentó después del NAFTA, pero ese comercio es en gran medida una construcción ideológica.

En los tiempos de la Unión Soviética si una fábrica manufacturaba componentes de autos en Leningrado, los mandaba a Varsovia para ser montados y luego a Moscú para ser vendidos, nosotros no llamábamos a eso comercio, aunque se atravesaban fronteras. Todo se daba dentro de una economía dirigida.

Y una parte sustancial del comercio entre EE.UU. y México es dentro de economías dirigidas. Así que si General Motors fabrica componentes en Indiana, los envía al norte de México para ser montados y luego venden los autos en Los Angeles, a eso le llaman comercio en ambas direcciones, pero todo tiene lugar dentro de una economía dirigida.

No tenemos cifras exactas, las corporaciones guardan secretos, pero probablemente más de la mitad de lo que se llama comercio, no es libre comercio.

Aparte de eso, una de las formas de socavar y probablemente destruir a la agricultura mexicana es inundando el mercado con exportaciones agrícolas de Estados Unidos, que sobreviven con importantes subsidios del gobierno que datan del período Reagan. Eso no es libre comercio.

Es más, una buena parte de la economía estadounidense está basada en el sector estatal, incluyendo sus sectores líderes como la computación e Internet, que fueron desarrollados en el ámbito estatal durante décadas. La fabricación y exportación de aviones es, por ejemplo, una industria surgida en gran medida a partir de la Fuerza Aérea.

DE HAITÍ A MÉXICO
Así que lo que se llama libre comercio, es un cierto intercambio con elementos de mercado, pero no es libre comercio.

Y esto se nota. El año pasado, por ejemplo, la gran crisis de alimentos en gran parte del mundo en desarrollo, en el primer lugar donde se dio en forma severa fue en Haití, donde hubo disturbios porque la gente no tenía qué comer.

Hasta hace no demasiado tiempo Haití era autosuficiente en su producción de alimentos, pero esta producción se destruyó por medidas de libre comercio que le fueron impuestas, por ejemplo, cuando Clinton decidió acabar con el terror en Haití, que él mismo había apoyado, decidió que no podía permitir el regreso de Aristide e impuso medidas muy estrictas, neo liberales. No se le permitió a Haití establecer tarifas arancelarias para proteger su economía.

Los agricultores haitianos son productores de arroz bastante eficientes, pero no pueden competir con las industrias de alimentos de EE.UU. que obtienen gran parte de sus ganancias de subsidios estatales.

En el caso de México esto sucede con la producción de maíz.

No deberíamos dejarnos engañar por el termino "libre comercio". Es como dijo Gandhi, tal vez el libre comercio sea una buena idea, pero no es el régimen que se está imponiendo.

PROTECCIONISMO DE E.E.UU.
De hecho, el verdadero libre comercio nunca ha sido puesto en práctica por los países ricos salvo por períodos muy cortos cuando les convenía.

EE.UU. por ejemplo, durante su período de rápido desarrollo en el siglo XIX y hasta después de la Segunda Guerra Mundial era probablemente el país más proteccionista del mundo con tarifas muy altas para bloquear el ingreso de bienes de calidad superior del Reino Unido o Japón u otros países.

En la década del 50 EE.UU. tenía la mitad de la riqueza del mundo, ganaba en cualquier competencia, así que se movió en dirección del libre comercio pero temporalmente.

A Reagan se lo ha considerado el profeta del libre comercio cuando en realidad fue el presidente más proteccionista en la historia de posguerra en EE.UU. Duplicó las barreras proteccionistas para intentar salvar a la industria estadounidense de bienes de mejor calidad provenientes de Japón.

Mucho de lo que se dice sobre estos temas es mito y realmente es necesario desmantelar estos mitos antes de siquiera comenzar a hablar seriamente sobre estos temas.

Especialmente en el caso de Reagan hay una organización que se llama El legado de Reagan que ha inventado una figura magnífica, un poco como Kim Il Sung (el líder norcoreano), que no tenía nada que ver con la realidad.

Reagan también fue responsable de muchas muertes, prácticamente destruyó cuatro países en América Central y apoyó las atrocidades cometidas por Sudáfrica en Mozambique y Angola, que causaron la muerte probablemente de un millón de personas. Es un récord bastante espantoso.

http://www.bbc.co.uk/mundo/participe/2009/06/090618_participe_chomsky_librecomercio_3.shtml

domingo, marzo 01, 2009

Que el fraude electoral jamás se olvide

Gerardo Fernández Casanova
Obama, Calderón y el Mercado

Resulta muy ilustrativo el análisis comparativo de las distintas formas de enfrentar la crisis financiera y económica, particularmente en lo que se refiere a los enfoques con que se atiende en los Estados Unidos y en México. Procedo.
1.- Barack Obama, en su primer discurso ante el Congreso, definió su postura en el sentido de asumir la responsabilidad del Estado para corregir los defectos del libre mercado, dada la incapacidad de éste para garantizar el progreso de la nación en el mediano y largo plazos, vista su natural tendencia a la búsqueda de ganancias fáciles e inmediatas. Entre otros elementos, ha privilegiado la función del gasto público como detonador de la actividad económica, incluyendo la condicionante de incorporar el requisito de origen nacional a las compras del sector público; también ha impulsado una actitud del público consumidor para preferir la compra de bienes elaborados en ese país (buy american) en una suerte de proteccionismo contra la competencia de las importaciones y, además, ha dispuesto que los apoyos del rescate a bancos y empresas adopte la figura de las nacionalizaciones parciales, en términos de evitar que tales apoyos se conviertan en beneficios para los dueños y los administradores de bancos y empresas. Tales decisiones no son cosa simple; significan un sólido golpe de timón respecto del modelo impuesto por el neoliberalismo desde la época de Reagan y que tantos perjuicios causó a la economía mundial, particularmente a la de los países emergentes.
2.- Un aspecto sobresaliente del esquema adoptado para el rescate bancario es el condicionante de que sirva para reanudar el flujo del financiamiento a la actividad productiva y desalentar a la especulativa. La reacción de quienes se ven afectados en su ejercicio libérrimo devastador se ha manifestado por la caída permanente de las bolsas de valores, instrumento del tradicional chantaje de los grandes capitales sobre las decisiones de Estado. Pareciera que Obama optó por liberarse de tal chantaje y sostiene el proyecto a contrapelo del gusto de los operadores bursátiles.
3.- Más difícil está resultando la oposición China al proyecto proteccionista, habida cuenta de que afecta seriamente a su economía, en alto grado fincada en la exportación al mercado norteamericano. Vale recordar que China es el principal acreedor de la muy endeudada economía gringa. Como quien dice, le dan una sopa de su propio chocolate. Por el Consenso de Washington y la implantación del libre mercado, los Estados Unidos se dieron la seguridad de disponer del mercado de sus satélites para sus exportaciones, hundiendo en la ruina a sus economías, mediante una ventajosa competencia. En ese depredador modelo, el imperio fungía como paladín del libre mercado y de su muy particular definición de democracia consumista. Indudablemente, en las actuales circunstancias, China está tomando el papel imperial que, otrora, jugaron los gringos, con grave riesgo para la paz mundial. No por nada el primer viaje de Hillary Clinton fue a China para intentar conciliar posturas.
4.- Desde luego, Obama funciona estrictamente en términos del interés de su país y de ningún otro. Busca protegerse contra las importaciones, pero encargó a su secretario de comercio lograr condiciones para que los productos gringos llegaran hasta los hogares de los países más remotos (mencionó a Santiago que, me imagino ha de ser el de Chile, pues el de Cuba queda demasiado cerca y está bloqueado). Su lógica es la de evitar que me vendan pero seguir obligando a que me compren y, para sus intereses, es correcta.
5.- La que resulta incorrecta, ilógica e incomprensible es la actitud del espurio Calderón que, en aras de defender las exportaciones mexicanas, critica el proteccionismo gringo y se viste de torero para ser el nuevo paladín del libre mercado, sin ver que las importaciones han destruido la planta productiva nacional. Baste considerar que la balanza comercial es crónicamente deficitaria en su conjunto, aunque sea superavitaria con respecto a los Estados Unidos; asimismo, es contundente el hecho de que los empleos generados por el sector exportador no compensan, ni remotamente, los perdidos en el campo y la industria doméstica. El desempleo se agrava con la crisis norteamericana, pero desde hace más de veinte años ha sido el talón de Aquiles de la economía mexicana, aun con aquella en plena boyantía.
6.- Desde luego que será importante tratar de proteger las exportaciones mexicanas, pero resulta más importante proteger la producción nacional y fortalecer el mercado interno, capaz de recuperar el afán por el pleno empleo. La oportunidad la brinda el propio Obama, cuando en campaña ofreció la reforma del TLCAN; habría que tomarle la palabra y entrar de lleno en la revisión y renegociación, en términos de corregir los efectos negativos sobre la industria y el campo mexicanos, así como también los que resulten para los gringos.
7.- Contrario a la lógica, el espurio avanza en el proceso de destrucción del país y, de manera absurda, elimina los aranceles a la importación de aceites comestibles y llantas, condenando a la desaparición por ruina de las empresas que los elaboran y las que les suministran los insumos, incluido el campo productor de oleaginosas. El argumento es el mismo: resulta más barato lo importado que lo producido en el país. Otra rayita al tigre.
Ya no me da el espacio para seguir pintando rayas al tigre, tampoco queda tigre para más rayas. Ya parece puma.

Correo electrónica: gerdez999@yahoo.com.mx

domingo, febrero 01, 2009

El “Acuerdo”: autoritario, inútil e insultante

Si algo caracteriza al calderonista Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo (ANFEFE) son, antes que nada, sus ausencias; después, la pobreza de su contenido. Y, finalmente, la obsesión de la elite empresarial y política por mantenerse fieles a un modelo capitalista amenazado por el fantasma de la depresión a escala mundial, y cuyos gobernantes y promotores se ven obligados a recurrir a las políticas económicas keynesianas para tratar de salir de su propia crisis, ocasionada en su insana fe en el bastardo “mercado libre”. Bastardo en el sentido de que nunca ha existido ese tipo de mercado que supuestamente se ajusta automáticamente, como si su destino fuera regido por una mano divina o por la “ética” empresarial, sino que siempre uno y otro han requerido de la intervención estatal, que protege, subsidia y solapa las tropelías cometidas por los inversionistas, a quienes deja hacer lo que se les pega la gana para acrecentar sus ganancias por cualquier medio y los rescata, a costa de las mayorías, cuando hunden el barco.
Recientemente escribió, en el diario español El País, el economista Joseph Stiglitz: “Ahora somos todos keynesianos. Incluso la derecha en Estados Unidos se sumó al bando keynesiano con un entusiasmo desenfrenado y en una escala que, en algún momento, habría sido verdaderamente inimaginable. Lo que está sucediendo ahora es un triunfo de la razón y la evidencia sobre la ideología y los intereses”.
Sin duda, Stiglitz exageró las cosas. Primero porque se volvieron keynesianos por necesidad, no por convicción y, además, nada es permanente. La depresión de la década de 1930 obligó a abandonar el fundamentalismo del “libre mercado”, luego de que había provocado el desastre. Sin embargo, después retornó arropado bajo el monetarismo, las “expectativas racionales” y otros credos económicos como los que profesan desde Miguel de la Madrid hasta Felipe Calderón, de Pedro Aspe y Miguel Mancera a Agustín Carstens y Guillermo Ortiz. Ahora vuelven a ser cuestionados, pero pueden volver a retornar. Luego, porque no todos se han travestido de keynesianos. Felipe Calderón, Agustín Carstens y Guillermo Ortiz son la evidencia de que aún subsisten cruzados fieles, pese a que de momento se han quedado solos entre los escombros en su búsqueda del platónico paraíso perdido del “mercado libre”. Se niegan a apartarse un centímetro de su fundamentalismo, de su abnegación por las recetas del “consenso” de Washington, aunque Bush nunca lo haya impuesto plenamente en su país y Barack Obama tampoco ha “recomendado” al resto del mundo que abandone el devastador neoliberalismo.
El ANFEFE es una parodia de los “pactos” neoliberales salinistas. En sus formas corporativas, Carlos Salinas simuló que los “acuerdos” de clase, que impuso autoritariamente desde arriba, fueron compartidos por el propio gobierno, los empresarios y los trabajadores que, supuestamente, aceptaron distribuir “equitativamente” los sacrificios y los beneficios. En el despotismo “democrático” calderonista, nadie, salvo el gobierno, se comprometió en algo. Sólo fueron invitados de piedra escenográficos. Sólo el gobierno decidió aplicar ciertas medidas a “favor” de la “economía familiar y el empleo”, pero ambiguamente, al no aventurar plazos y resultados específicos ni mecanismos de sanción ante su incumplimiento, ni formas de participación de los demás sectores supuestamente “involucrados”. Los empresarios no se constriñen a nada. A los trabajadores, como en el salinismo, no se les consultó ni se les tomó en cuenta, quizá con excepción de los líderes corporativos que han negociado –con el pago de sus servicios– con el calderonismo para salvaguardar sus intereses tribales y sus parcelas de poder. Para los neoliberales priistas y panistas, los asalariados no existen; los ocupados en la industria pesquera lo ilustran. Sólo se les concede otra vez el papel de víctimas propiciatorias. En un año electoral, a los damnificados de la crisis neoliberal autóctona les dará algunas cuantas monedas, si alcanzan, para que ver si, agradecidos, votan este año por el partido de la derecha clerical. Calderón, Carstens y Ortiz se plagian el estilo del panista Hilario Ramírez, alcalde de San Blas, Nayarit, que, para “apoyar a la gente”, degrada a los niños aventándoles 5 mil, 10 mil, 100 mil pesos en monedas. O al panista Fernando Urbiola, parásito de la comisión de la familia del Congreso queretano, quien, ante el ruina neoliberal, recomienda a la población “aprender a economizar, buscando una dieta alimenticia (sic) con la ayuda de la actividad, por decirlo así, nutricionalmente”.
Dice Stiglitz: “La teoría económica keynesiana se había dedicado a explicar, durante mucho tiempo, por qué los mercados sin obstáculos no se autocorregían, por qué se necesitaba regulación, por qué era importante el papel que jugaba el gobierno en la economía”. Pero hasta el momento los “nuevos” keynesianos no han reestablecido las reglamentaciones ni modificado la estructura de funcionamiento del modelo. Obligados por las circunstancias, se han limitado a aplicar políticas monetarias (recorte de los réditos) y fiscales (gasto público y baja de impuestos) keynesianas, sin preocuparse por la magnitud del déficit estatal, la disponibilidad de recursos y la inflación, contenida por la brutal caída del ingreso de la población, del alto desempleo y la mayor pobreza mundial. Todo es válido para tratar de rescatar a los responsables de la hecatombe y al capitalismo, aún cuando los resultados han sido desalentadores y sólo un milagro evitará el hundimiento del sistema en una deflación.
Si los neoliberales son parcialmente “conversos”, ¿por qué debemos esperar a que los calderonistas sigan el ejemplo? Ellos también esperan el prodigio, pero sin defeccionar. Son leales a las elites que los encumbraron y a sus creencias. Su nuevo “acuerdo” contra la crisis reafirma su militancia neoliberal y su entusiasmo, que no es mucho, por actuar hasta donde las reglas del “libre mercado” lo permitan. Por ello, en los cinco “pilares” y los 25 puntos de su ANFEFE no consideró necesario:
1) El activismo fiscal. No reestructurará ni consolidará los ingresos públicos. No elevará la recaudación ni reducirá la petrodependencia tributaria ni recuperará su perfil redistributivo: mayores impuestos a los ricos y recortes para los pobres para atenuar la pérdida de su poder adquisitivo, debido a la crisis y la inflación que el gobierno estimula. No modificará la naturaleza del gasto, no lo utilizará anticíclicamente. No recobrará la rectoría estatal del desarrollo. Las finanzas públicas seguirán subordinadas al tótem del balance fiscal cero. Los “pilares” cuatro y cinco, con sus siete puntos, son burda bisutería. El presupuesto que se ejercerá en infraestructura no tiene nada de novedoso. Ya había sido programado por el Congreso desde diciembre, y su ejercicio efectivo dependerá de que no haya un desplome brusco de los ingresos petroleros y no petroleros, debido a la mayor contracción esperada en los precios del crudo, el consumo, la producción y el empleo, y que los “empresarios”, en un escenario de crisis, participen en la “inversión impulsada”. El dinero que le prestará el gobierno a los inversionistas para realizar las obras públicas no establece las condiciones: plazos, intereses, etcétera. El uso de los excedentes petroleros sigue opacado por la discrecionalidad. Respecto de la oportunidad y la “transparencia” presupuestal, los calderonistas no tienen por qué comprometer su honor. Están obligados por ley. Que no se ciñan a ella y que nadie la imponga es otra cosa. La aplicación del gasto ha sido arbitraria y se observa en el doloso subejercicio. En el “transparente” manejo de los recursos nadie duda. Es tan claro como el dinero desviado de la Secretaría de la Reforma Agraria a la dirigencia del Partido Acción Nacional-Distrito Federal. Es tan impoluto como el parasitismo de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
2) El cambio de la política monetaria. El banco central no se compromete a nada. No se modificará su ley orgánica. Mientras que Estados Unidos, la Unión Europea o el Reino Unido han reducido los réditos nominales a 0 por ciento –negativos en términos reales– para tratar de superar la crisis de liquidez y de solvencia y evitar la quiebra de más empresas y el aumento del desempleo, para reactivar la demanda por medio del crédito a la inversión y el consumo, Guillermo Ortiz, el amigo de los especuladores, actúa en sentido contrario, premia a los inversionistas financieros con altos intereses reales. En promedio, en 2008 los internos fueron, al menos, tres veces mayores que los pagados en Estados Unidos. A Guillermo Ortiz sólo le preocupa la inflación y la estabilidad cambiaria, sostenidas por los flujos de capital. Y el único método que conoce es mantener altos los réditos que encarecen el costo del dinero, medida que, adicionalmente, le ayudaba a atraer capitales que abarataban el dólar y el precio de los bienes importados. Así, junto con la esterilización parcial de la liquidez, pudo bajar temporalmente la inflación, pero a costa de afectar la inversión, el consumo y la posibilidad de crear nuevos empleos. Pero todo se salió de control en 2008: la inflación local se disparó por el aumento especulativo de los precios de los bienes importados, la especulación financiera interna y externa, la manipulación de las cotizaciones internas por parte de Carstens y los “empresarios”. La devaluación, que entre julio de 2008 y enero de 2009 llegó a 34 por ciento, terminó por descontrolar la inflación y destruir el esquema de Guillermo Ortiz. La política monetaria perdió su eficacia.
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