

En medio de la crisis de violencia y la incapacidad de un gobierno fallido que conduce el panista Felipe Calderón, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es violada todos los días y muchos mexicanos consideran que llegó la hora de que el presidente renuncie.
A la letra y en los hechos, las garantías individuales consagradas en la Constitución prácticamente han perdido su fuerza y su valor porque el Poder Ejecutivo dejó de respetarlas. Los sentimientos de la nación hoy sangran y mueren lentamente. Se vive, de esta forma, bajo el control de un gobierno federal que ha dejado de cumplir con sus responsabilidades básicas y la situación, al final de esta administración – impugnada desde las elecciones de 2006 – no sólo resulta insostenible sino preocupante para el futuro de millones de mexicanos que han perdido casi todas sus libertades: el libre derecho de tránsito por el territorio nacional, las garantías de seguridad jurídica, la libertad de expresión y, sobre todo, el derecho a tener un futuro digno.
Los casi 40 mil mexicanos muertos y la falta de investigaciones e integración de expedientes por cada uno de ellos, sólo revela la impunidad y falta de justicia que vive el país, en donde la Constitución parece más estorbar a los gobernanetes en turno que hacer uso de ella para volver a la calma y seguridad social.
Las desapariciones forzadas de millones de personas y la falta de respuesta por parte del gobierno, marcaran a Felipe Calderón como un presidente omiso, negligente y obstinado con una guerra contra el crimen organizado que desde el inicio estaba destinada al fracaso.
En ese contexto el gobierno de Calderón ignora las garantías individuales de los mexicanos y deja al Poder Ejecutivo en una situación crítica y de repudio social, pues hoy como nunca el miedo, la inseguridad, la desconfianza y la violencia tienen a la población secuestrada.
A esa crisis hay que sumar la corrupción gubernamental que ha inundado a las instituciones porque lo importante, lo legal, ha dejado de tener importancia.
Hace dos años escribimos en este espacio que Felipe Calderón tenía la obligación moral y constitucional de aplicar en su gobierno y en su fallida estratégica contra el crimen organizado, el Artículo 29 de la Constitución, que establece claramente que, en caso de “invasión, perturbación grave de la paz pública o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos, de acuerdo con los titulares de las Secretarías de Estado y la Procuraduría General de la República y con la aprobación del Congreso de la Unión, podrán suspender en todo el país o en lugar determinado las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente rápida y fácilmente a la situación”.
La Constitución establece, sin embargo, que dicha suspensión deberá darse por un tiempo limitado por medio de prevenciones generales y sin que ello se contraiga a determinado individuo. Llevamos casi cinco años de terror.
Pues mal, Felipe Calderón no asumió su responsabilidad y, como ha caracterizado a su gobierno, los agravios contra la población carecieron de esa declaratoria constitucional, le han permitido una y otra vez cambiar el discurso: ha pasado de la guerra a la batalla, de su responsabilidad asociada a la intervención del Ejército al deslinde de culpas hacia los gobiernos estatales y municipales.
Calderón ha perdido también la oportunidad de hacer valer la soberanía nacional al solicitar el aval y el apoyo económico del gobierno de Estados Unidos, para combatir problemas nacionales generados por la permisividad del país más poderoso del mundo, frente a sus adictos y a su propio crimen organizado que envía armas a territorio mexicano para terminar con millones de mexicanos.
La felicitación de Felipe Calderón al gobierno de Barack Obama tras la tortura, persecución y ejecución de Osama Bin Laden sólo revela la confusión de su administración. ¿Lo felicitó por violar las leyes y la soberanía de un país como Pakistán? ¿Acaso México no está en la misma situación? ¿Pedirá también Calderón la intervención de las fuerzas estadounidenses en territorio mexicano para combatior al narcotráfico?
Mientras tanto, en México el imperio de la impunidad está presente y han sido los medios de comunicación los que han dado cuenta de cómo el gobierno federal calderonista ha violado de forma sistemática las garantías constitucionales consagradas en la Constitución.
Calderón no hizo partícipe al Congreso de esta responsabilidad, pero tampoco de analizar con los legisladores la estrategia fallida contra el crimen organizado que, al final, se transformó en un bumerang contra mexicanos inocentes. Pero el Congreso tampoco está a salvo de responsabilidades, porque desde la tribuna también pudieron llamar a cuentas a Calderón, frenar la escalada de violencia y dar un nuevo sentido a las soluciones: aprobar, por ejemplo, presupuestos históricos para la educación, para la generación de fuentes de empleos y para reducir la enorme desigualdad de una economía que genera grandes fortunas, pero también las más tristes historias de injusticia y desigualdad.
Los mexicanos, en resumen, con la guerra de Felipe Calderón como “jefe supremo de las Fuerzas Armadas”, han perdido las garantías de igualdad – por que ahora se declaran buenos y malos sin que medie un proceso judicial, se les asesina sólo con la presunción de culpabilidad –; han perdido también las garantías de libertad – porque las desapariciones forzadas y los secuestros ya no importan, aunque se denuncien ante las autoridades “competentes” –; los mexicanos han perdido las garantías de propiedad — porque en los tribunales civiles campea la corrupción y sólo se respeta una palabra, la del dinero– , y finalmente porque las garantías de seguridad pública simplemente se han olvidado y el aislamiento social amenaza a estados como Guerrero, Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua, Michoacán, Durango, Sinaloa, en donde la violencia se ha apoderado de pueblos y ciudades, sin que autoridad alguna pueda hacer algo al respecto.
En estops momentos de crisis es omento de abrir y usar la Constitución, y el gobierno tiene la obligación de respetarla, pues de lo contrario la poblacion podría tomar en sus manos la justicia y ya hay muchos ejemplos en el mundo de lo ocurrido.
En el Artículo Sexto, la Constitución establece que la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público.
En este gobierno, sin embargo, representantes del Poder Judicial se han atrevido a manipular y tergiversar este derecho de los mexicanos, al dictar resoluciones resoluciones contrarias a derecho que satisfacen a poderes fácticos generados al amparo de la corrupción. Con lo cual se violan la libertades de expresión y de prensa, y se deja vulnerable a la poblacion para estar bien informada.
El Artículo Séptimo también se ha visto vulnerado porque “es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna Ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más limites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. en ningún caso, además, podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito”, dice nuestra Constitución.
Y cuando vemos retenes, revisiones y, sobre todo, la amenaza de un arma de alto poder en las calles de la ciudad, tenemos que recordar el Artículo 11 constitucional que a la letra dice: “Todo hombre tiene derecho para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvo-conducto u otros requisitos semejantes. El ejercicio de este derecho, no obstante, estará subordinado a las facultades de la autoridad judicial, en los casos de responsabilidad criminal o civil, y a las de la autoridad administrativa”.
Este artículo nunca habla del Ejército. Esta es, de hecho, una de las peticiones del poeta Javier Sicilia al encabezar durante tres días este histórico movimiento de la población civil: “Que el Ejército regrese al cuartel y que Calderón cambie la estrategia pero ya”.
Aún más, el Artículo 17 de nuestra Constitución señala claramente que ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho. Porque toda persona, “hasta los malos” –como los llama Calderón – tienen derecho a que se les administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial.
Y finalmente, en el terreno económico, Felipe Calderón también está transitando como un presidente fallido en los términos del cumplimiento de la Constitución. El Artículo 25 asegura que corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que este sea integral y sustentable, que fortalezca la soberanía de la nación y su régimen democrático y que, mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta Constitución.
El Estado, por lo tanto, planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional, y llevara a cabo la regulación y fomento de las actividades que demande el interés general en el marco de libertades que otorga esta Constitución.
Al final, después de revisar estas garantías individuales, queda claro porque Calderón falló: el modelo económico de México también padece la falta de soberanía, sujeto y sumiso a las necesidades de la economía estadounidense que también está fallando, porque sus empresarios no invierten, sus consumidores no compran y su gobierno sólo ofrece pírricas victorias como la captura y muerte de Osama Bin Laden.
A Calderón se le acaba el tiempo y la sociedad civil puede tener la última palabra, mientras los políticos panistas han demostrado su incapacidad para conducir al Estado y hacer valer la Constitución.
oficiodepapel@yahoo.com.mx
1. Las transgresiones de Calderón al orden constitucional para lograr el objetivo de militarizar el país, tal y como lo pactó con Estados Unidos, han sido múltiples, pero basta señalar algunos de sus rasgos para comprender la gravedad de lo que acontece: a) el Ejecutivo ha asumido facultades que constitucionalmente no tiene, como si viviésemos en una monarquía, para lanzar esta guerra
dejando al Congreso como una comparsa; b) se han suspendido de hecho las garantías individuales en casi la mitad de las entidades, en violación a lo prescrito por el 29 constitucional, que prevé que esto sólo puede acontecer mediante una ley votada por el Congreso; c) el sistema federal y la autonomía municipal están siendo reducidos a escombros, teniendo como eje de todo esto, d) al Ejército y a la Marina, que están actuando como policías al margen de la ley, pasando por sobre los derechos de los mexicanos en una subordinación cada vez mayor a Washington, y e) como corolario, se están entregando funciones del Estado mexicano a las agencias estadunidenses, que ya dan órdenes en el territorio nacional.
2. La iniciativa de modificaciones constitucionales y legales en materia de seguridad que Calderón envió en 2010 al Congreso a fin de hacer constitucional
la política de violencia a la que ha llevado a México parece haber sido elaborada por una mente desquiciada, pues, con el pretexto de aprobar una Ley de Seguridad Nacional, se busca establecer un discrecionalismo presidencial para utilizar a las fuerzas armadas, hacer legal
la actuación del Ejército y la Marina en funciones judiciales y colocar a ambos cuerpos como un poder por encima de la Constitución, abrir la vía a la represión de los movimientos sociales, dejar en manos del Ejecutivo la posibilidad de decretar por su sola voluntad la suspensión de las garantías, legalizar
de paso el intervencionismo de Estados Unidos y, en suma, sentar las bases para un Estado militarizado.
3. Las luchas sociales del pueblo mexicano, como las de la mayor parte de los pueblos de la Tierra, han tendido a dos cuestiones fundamentales íntimamente vinculadas, a) el hacer valer sus derechos fundamentales, empezando por el derecho a la vida y el derecho a la felicidad, y b) el acotar al mismo tiempo las funciones de quienes gobiernan, entendidos como sus representantes, y estos dos aspectos los reduce a nada la iniciativa bárbara de Felipe Calderón.
4. En los tres periodos de nuestra historia independiente en que la extrema derecha ha pretendido gobernar
a México, y que han sido desastrosos para los mexicanos por su fanatismo depredador, los rasgos han sido los mismos. Al igual que en la primera república centralista (1836-1842) y que en la segunda (1843-1845), en la actual alternancia panista (2000-2011) el desprecio a la legalidad que evidencia un gobierno sustentado en los poderes eclesiástico y castrense y en las clases privilegiadas es absoluto.
5. Un proyecto tan descabellado como el que de Los Pinos se envió al Congreso, que trastoca por completo el orden constitucional y contraviene el marco legal internacional en materia de derechos humanos, se entendió desde hace meses que no iba a ser aprobado por las cámaras y que era sólo una moneda de negociación del gobierno panista para seguir abriendo, mediante una que otra contrarreforma, la vía a la entrega del país mediante el fortalecimiento de las atribuciones presidenciales y la legalización
de las acciones bárbaras de las fuerzas armadas. Pero la información publicada por La Jornada el miércoles 20 y el jueves 21, en el sentido de que un sector de priístas y algunos perredistas están actuando ya en subordinación al panismo para intentar dar un albazo el lunes 25, aprobando buena parte de las exigencias calderonianas, ha alarmado a amplios sectores.
6. El móvil fundamental de esta estrategia de endurecimiento de las políticas oficiales está a la vista y no puede esconderse. La extrema derecha mexicana ha llevado hasta sus extremos su ambición de mantenerse en el poder para satisfacer una serie de intereses privados y no le preocupa destruir el precario estado de derecho ante los que entiende como riesgos para sus objetivos transexenales, el principal de los cuales es el descontento manifiesto de la administración Obama ante la forma en que se han implementado las políticas de militarización en función de la Iniciativa Mérida.
7. La iniciativa de Calderón sobre seguridad obedece a la ideología ultraconservadora del régimen, a los indicadores económicos que evidencian una agravación de la crisis generada por las políticas neoliberales, a la demanda de un sector de militares embravecidos por las críticas a su actuación, al miedo sicopatológico de los funcionarios panistas al pueblo y, desde luego, a la sique alterada de quienes están ejerciendo los cargos de responsabilidad estatal ante el escenario del 2012, pero sobre todo a las exigencias estadunidenses, que se manifiestan en los continuos señalamientos del fracaso de la instrumentación que han hecho los panistas de “la guerra contra el narco”, y de la ineptitud y corrupción de las fuerzas armadas mexicanas para cumplir tareas policiales.
8. La propuesta de modificaciones constitucionales y legales de Calderón no va a ser aprobada tal cual, desde luego, pero de no ser detenida y enviada a la congeladora
por un grupo de legisladores conscientes, aquello que se apruebe de la iniciativa original, por muy poco que sea, va a ser desastroso para el país; de ahí la alerta en la sociedad.
9. El aspecto más grave de las políticas de militarización desbocada del territorio nacional no ha sido que éstas se lleven a cabo coartando de manera flagrante los derechos de los mexicanos y trasgrediendo principios centrales del marco constitucional, sino que esto haya sido posible por la corrupción de los legisladores, que no cumplieron con su función de frenar los desvaríos irracionales de un Ejecutivo al margen de la legalidad y, sobre todo, de los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que no han cumplido con el mandato de ser garantes de la constitucionalidad de las leyes y de los actos de la administración y son corresponsables de que México se halle hundido en la ilegalidad y en la barbarie.
10. El único freno posible a la irracionalidad de la clase política
tiene que ser así, una vez más, el pueblo organizado, que una y otra vez le espete al gobierno de Felipe Calderón y a sus políticas de violencia un enérgico: ¡Ya basta!
obstáculo a la seguridad interior
desarrollo, está siendo
una disputa crucial contra la construcción de alternativas de vida de los pueblos originarios, que pugnan desde hace años por el reconocimiento de su autonomía como pueblos, en el marco de la libre determinación, y que en la práctica ejercen en su proceso autonómico. Esto sostiene la “declaración mundial en apoyo a los indígenas tzeltales de San Sebastián Bachajón, adherentes a la otra campaña”, que se dará a conocer en breve.
Estos pueblos “conservan históricamente sus recursos naturales y su territorio desde un equilibrio de relación racional y humana; en esa lucha de supervivencia se encuentra la resistencia civil de las y los ejidatarios de San Sebastián, adherentes a la otra campaña en la zona de Agua Azul”.
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Presidencia del empleo: la base del programa económico calderonista
es la informalidad y la precariedad del trabajo.
El CAM, en un addendum a su Reporte de investigación número 89 (Empleo y desempleo durante el desgobierno de Felipe Calderón 2006-2011), elaborado por Luis Lozano Arredondo, David Lozano Tovar, Javier Lozano Tovar y Nubia M. Conde Menchaca, advierte que “el actual gobierno federal, con diferentes pretextos, oculta y/o retrasa la publicación de los datos absolutos de su política económica –que por ley debe dar a conocer–, e intenta ocultar en el mundo de los porcentajes la realidad que vive el país”, toda vez que el desempleo real (con base en la metodología de la Organización Internacional del Trabajo) se aproxima a 15.5 por ciento de la población económicamente activa, proporción equivalente a más de 8 millones de mexicanos (contra 2.1 millones reconocidos oficialmente).
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Uno se pregunta si la extremada violencia física y sicológica exhibida en el Viacrucis puede ser edificante para alguien; al menos, si se juzga a posteriori de más de dos mil años, y a la vista de lo que ocurre en México en este complicado 2011, no ha sido de gran utilidad para redimir, y ni siquiera para escarmentar. Gracias a la ley de la máxima ambición, a la degradación moral intrínseca al neoliberalismo y a la monumental irresponsabilidad del gobierno, el amor del cuchillo a la carne
está más desatado que nunca, y los agentes de la violencia enloquecida superan en crueldad, y por mucho, a los centuriones romanos y a la chusma linchadora de Jerusalén. Eso vale para delincuentes que exterminan a sus rivales, para militares y policías que liquidan sin mayor trámite a presuntos culpables, para grupos paramilitares con dominio territorial que masacran a sujetos reducidos de súbito a la condición de esclavos, y para la perversión, el nerviosismo o la simple lógica de exterminio de cualquiera de los bandos ante simple gente que pasa por allí.