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lunes, febrero 20, 2012

La de Calderón, una guerra sin sentido, un gran teatro político

Una guerra sin sentido

Procurador del Distrito Federal y subprocurador general de la República en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el jurista René González de la Vega sostiene en este análisis que la guerra declarada por el gobierno de Felipe Calderón contra el narcotráfico es una costosa estrategia de manipulación hacia los mexicanos, “una mera escenificación del gran teatro político que se justificó en un momento de debilidad gubernamental”. González de la Vega es egresado de la UNAM y doctor en derecho, miembro de número de la Academia Mexicana de Ciencias Penales y autor de 20 obras en la materia. Catedrático del Instituto Nacional de Ciencias Penales desde su fundación en 1976 –centro de estudios y de investigación que en 2011 le concedió un doctorado honoris causa–, fue sin embargo excluido de su planta docente poco después de manifestar que Calderón podría ser enjuiciado por delitos contra la humanidad, en una entrevista publicada en la edición 1804 de Proceso.
Elementos de la Marina en Veracruz.


Recuerdo que en mis años de adolescencia acudí algunas veces a observar con cierta fascinación las filmaciones de westerns que se hacían por la zona de Chupaderos, cerca de la ciudad de Durango, tierra de mis mayores. Para mí –como para muchos otros– resultaba una verdad sabida que en las persecuciones entre vaqueros –los que vivían dentro de la ley– y cuatreros, siempre el caballo del bueno –sin fallar una sola vez– alcanzaba a galope tendido al caballo del malo, lo que permitía a aquél someterlo y entregarlo a la justicia. Mi padre me decía que era contraintuitivo o contra sentido pensar que había una relación directa entre la velocidad del caballo y la calidad moral del jinete. Con los años entendí que tenía toda la razón; nada tiene que ver una cosa con la otra.

Ya pasados los años acudí a la representación de una obra del teatro clásico en la que se valían de los artefactos o artilugios que utilizaron los antiguos griegos para montar sus obras escénicas, con el propósito de darle más realismo al montaje moderno. Durante el desarrollo de la pieza una grúa de madera, ubicada fuera del proscenio, levantaba a un actor que personificaba a un dios y elevándolo por las alturas, giraba y lo depositaba en el centro del escenario, como si viniera de arriba, seguramente del Olimpo. A ese efecto se le conoció más tarde como deus ex machina y significa, hoy en día, una incongruencia o falta de coherencia en la trama de la narración; estamos hablando de esos efectos tan manidos por autores y coreógrafos para introducir un factor inexplicable al hilo conductor y que logra fracturar la lógica interna de la secuencia; el abuso o la torpeza en el uso del recurso, dada su calidad externa, puede romper con una buena trama y el público muestra su descontento o desconcierto.

¿Cuántas veces nos pasó en las que disfrutando de un western veíamos azorados que unos pocos vaqueros luchaban a brazo partido –escudándose con un carromato volteado– contra una partida de indios que los asediaban con gritos y disparos, cabalgando frenéticos en derredor de ese grupo heroico que se defendía como podía y se sabía condenado a muerte? De pronto, de la nada, sin aviso previo, se escuchaba el clarín de la caballería –tal vez el séptimo de Custer– que se aproximaba exuberante por la pradera, para apoyar a sus compañeros. Seguramente, metidos de lleno en esa narración, celebrábamos la salvación espontánea e inesperada de los vaqueros de aquel ataque de los indios, pero siempre quedaba la pregunta: ¿Cómo fue?

Ambos circunstantes, el “caballo del bueno” y la cuestión del deus ex machina, rondan estos días mis pensamientos cuando leo y vuelvo a leer las noticias sobre la violencia en México. Hay quienes piensan y aseguran que el caballo de Calderón –dadas las virtudes morales de su jinete– es más rápido que el de los narcotraficantes; ese es un pensamiento contraintuitivo o carente de sentido. Hay quienes vemos en esa guerra desatada por el gobierno federal contra la delincuencia organizada –que ya cuenta bajas en todos los bandos posibles y por decenas de miles– una mera escenificación del gran teatro político que se justificó en un momento de debilidad gubernamental (2006) y se estimó necesaria para incrementar la legitimación –o sea, la gobernabilidad– del poder político. Al inicio (2006) se pensó en el viejo recurso del deus ex machina y se calculó que con un aumento de fuerza y de aparatos de guerra en la confrontación bastaría para vencer y salir airosos del problema. El “dios surgido de la máquina” bélica no funcionó como se esperaba. Ahora (2012) vivimos en el centro de una avalancha incontenible de violencia y ¡ay!, se perdió la gobernabilidad y con ello la ansiada legitimidad. Haber confiado en el recurso clásico del “dios surgido de la máquina” es un pensamiento contraintuitivo. En el centro de esta guerra, ya acosados por todos los frentes, no escuchamos ese clarín de guerra salvador ni aparece la caballería en nuestro auxilio. El Plan Mérida se concibió (2008) muy probablemente como ese factor externo que nos redimiría y lamentablemente no llegó (2012) ni llegará, al menos como se esperaba. Ese pensamiento también es contraintuitivo o sin sentido alguno.

Muchos, ante las noticias de la guerra contra el narcotráfico y todas sus demás vertientes delictivas, y ante la propaganda gubernamental manipulada para hacernos creer que en verdad hay relación directa entre eficacia del mundo causal y sentido moral de las personas, y que hay –además– un dios que emergerá de la máquina de guerra, nos mostramos auténticamente escépticos. Nos sentimos muchos –eso sí– manipulados, y vemos el terror, mientras tanto, en los rostros mexicanos. ¿Algún día terminará esta guerra? ¿Quién la gana y quién la pierde? ¿Hay alguna estrategia de guerra, o sólo nos movemos reactivamente? ¿La guerra era inminente o fue creada? Hay muchas más preguntas en el ambiente.

Se antoja necesario un análisis, aun breve y nunca completo, de todo esto que nos pasa para así, tal vez, estar en condiciones de comprender y asumir respuestas, no sólo acciones. La primera cuestión que nos asalta en nuestras cavilaciones, por razón de terror y de un mínimo de compasión humana, es la cuestión de los muertos como causa directa de esa guerra de las Fuerzas Armadas contra la delincuencia organizada. Esa manipulación propagandística indica que los caídos –mayoritariamente– eran delincuentes, por tanto se lo merecían; o bien, puede asumirse que “algo” malo tendrían o hacían y, por tanto, los asesinaron –hay “merecimientos” para ello, se insiste–. Los “daños colaterales”, como se denominan a los probables inocentes muertos en las refriegas o sin ellas, y sólo por estar en el lugar y momento equivocados, o por tener una fachada sospechosa, no “pintan” mucho en las cuentas finales y se responde que sí se han violado derechos humanos, pero en poca cantidad, como si lo cuantitativo fuera factor a considerar en estas cuestiones de los derechos.

Hay otro aspecto a estimar advertido en las grandes fosas de cadáveres encontradas en diversos predios de estados norteños: no se conoce quién o quiénes asesinaron a esas personas por cientos y después ocultaron –o trataron de hacerlo– sus cuerpos, amontonados, como veíamos en documentales sobre los campos de concentración nazis. Ahí es notable un dato que se ha dado a conocer: se trata mayoritariamente de migrantes nacionales o extranjeros, que se proponían cruzar la frontera norte. En los primeros casos de muertos en la guerra, desde luego que se sabe de crímenes atroces y de lesa humanidad que deben perseguirse y no quedar en la impunidad; en los segundos casos de las fosas, cuya excavación requiere de trabajos y maquinaria mayores, puede pensarse válidamente en actos de genocidio, dada la calidad y perfiles de las víctimas, siempre homogéneos, lo que significa sistematización, aunque se niegue.

En esta última cuestión existen –cuando menos– evidencias de omisión por parte de las autoridades en los esfuerzos de identificación de los cadáveres, investigación de los posibles delitos cometidos y sometimiento a la justicia de los probables responsables. Dicha inacción implica la integración de figuras típicas contempladas en instrumentos internacionales de los que México es parte y que permiten encausar a quienes resulten responsables de la omisión del poder, así se amenace desde el poder a quienes creen que es posible ese juicio internacional, o es –para muchos otros, incluido yo– un mero testimonio, o como se dice internacionalmente, un statement, que se necesita ahora mismo.

La propaganda que tiende a generar una “conciencia de lo real” con criterio de verdad –que pretende ser absoluta– procura distribuir culpas desde un sólo mirador y estimar que si la violencia proviene del Estado se halla justificada, en tanto la otra, de quien provenga, es inmoral. Eso podría ser verdad bajo parámetros legales y constitucionales, pero en esto se hallan ausentes, pues el Ejército no cuenta con facultades para emprender funciones de policía y, además, el principio universalmente aceptado y conocido como Posse comitatus impide el uso de las Fuerzas Armadas en el propio territorio y contra la población autóctona, y el Ejército hace lo que sabe hacer (detener, enfrentar, hacer la guerra), pero el proceso constitucional que ordena investigar los delitos, perseguirlos, enjuiciar a los delincuentes y sancionarlos, ni siquiera integra su acción ni su estrategia.

El argumento oficial esconde, además, algo que provoca azoro, pues se dice soslayadamente: si no intervinieran las Fuerzas Armadas en el conflicto, las personas iban –de cualquier manera– a morir a manos de los delincuentes; por tanto, es lo mismo matar que dejar morir. Este planteamiento no soporta el mínimo análisis moral. Simplemente se está optando por la peor de las respuestas y no por lo preferible desde una necesaria razón práctica que ahora parece tan extraviada.

Según los indicadores que se asumen para detectar falacias lógicas, en el caso mexicano podemos utilizarlos y asumir que en la lucha contra la criminalidad tratan de indicarnos como premisa 1: “si hay más fuerza habrá más muertos”; en la segunda premisa se afirma: “si hay más muertos entonces habrá menos fuerza”; por ende, se concluye con falacia: “si hay más fuerza entonces habrá menos fuerza”, eventualmente. Esto es, sigamos con la guerra, pues es moralmente correcto matar, para evitar más muertes. Eso no se sustenta ni siquiera desde un punto de mira utilitarista, que buscaría la mayor felicidad al mayor número de personas, o en sentido contrario, el menor daño al mayor número de personas, pues en cuestiones bélicas esta última presentación de la ecuación de Bentham resulta aún más evidente.

Se ha recurrido, también, al llamado sofisma populista en otras ocasiones, pues se atribuye la opinión propia de quien gobierna –síndrome de hybris de Owen– a la opinión mayoritaria de la población, y entonces todo lo afirmado debe ser cierto. Eso tendría que probarse, no sólo afirmarse.

Hemos hablado del consecuencialismo y bajo esa perspectiva se nos engaña al partir de un mero “Si A, entonces B”, pero adicionan inválidamente: “B, entonces A”. Así, llegan a la afirmación de la consecuencia, estructurando algo como: “las personas honradas no se ven involucradas en hechos de violencia” (Si A, entonces B). Sin embargo, agregan el “B, entonces A”: “si una persona se involucra en el hecho violento, no es una persona honrada”. De ahí que siempre los caídos en los hechos de violencia “abatidos por las Fuerzas Armadas” –según se dice en los propios comunicados oficiales–, sean presuntos delincuentes y merecían caer ante las armas del Estado, pues implican en sí y por sí la razón moral. Es ese caballo del malo que siempre es más lento que el del bueno. Deus ex machina.

Hemos escuchado hasta la saciedad que: 1. Alguien debía encarar a esta delincuencia, pues en años anteriores nada se hacía; y 2. La actividad antisocial y violenta es una herencia del pasado inmediato. Se encuentra en ambas afirmaciones una forzada correlación de causa y efecto, pues se piensa falazmente que si ocurre A (situación anterior) y correlacionadamente después ocurre B (violencia actual), entonces A ha causado a B. Se conoce como cum hoc, ergo propter hoc y se distingue por ser una conclusión prematura y sin bases ni evidencia; al admitirse diversas posibilidades de respuesta, amén de la presumida en la propaganda gubernamental, se toma esta presentación en tanto una falacia lógica, pues podría admitirse, por ejemplo, que B sea la causa de A, esto es, que la escalada de violencia del último lustro no es resultado de los puntos 1 y 2 anteriores, sino su causa, pues sería claro que una estrategia diferente y más eficaz para contener la violencia de años previos explicaría por qué la violencia actual no se justifica; esto es, lo que ahora se vive sería la causa para explicar la estrategia de años previos.

Simultáneamente podría ser que exista un tercer factor desconocido o no tomado en cuenta y que sea realmente la causa de la relación entre A y B. Así, podría decirse: “la escalada de violencia del último lustro responde a una decisión política para ganar legitimidad”, por lo que esa correlación entre la violencia y los supuestos 1 y 2 anotados no se establece directamente y sólo se trata de una apreciación subjetiva.

Podría ser que la trama de esta guerra contra el narcotráfico sea tan compleja, montada en una especial circunstancia temporal y espacial, y que hubiere pasado de una fase de desarrollo a otra muy novedosa, que entonces la relación entre A y B sería mera coincidencia. En cuarto lugar, puede pensarse que B sea la causa de A y, al mismo tiempo, A sea la de B, esto es, que se esté en presencia de una relación sinalagmática o sinérgica que permite catalizar los efectos. En todo caso debe probarse primero el punto 1 que asevera que en fases anteriores del narcotráfico nada se hizo en décadas anteriores para combatirlo y parece, en demostración de lo contrario, que hay evidencia de respuestas concretas del Estado en ese sentido; y después el punto 2 que infiere herencias de violencia que debían atenderse; no obstante, los indicadores más duros de la estadística muestran que los índices delictivos, al concluir la primera mitad de la primera década del siglo, mantenían una tendencia a la baja.

Hoy se habla de un supuesto “efecto cucaracha”, como signo de éxito en la lucha contra la criminalidad; tan se han logrado las metas de esa lucha –se dice– que los delincuentes cambiaron de lugar huyendo como cucarachas. Eso es otra falacia, pues los expertos no ignoran que en materia de criminología el delito no es erradicable por decisión unilateral, ni por decreto, como sucede con algunas enfermedades. Pensar en que el delito se cancela es una ingenuidad mayor; se le controla, pero no se le desaparece.

En cuestiones de criminalidad, dadas las circunstancias de control, el delito no se desvanece, sólo se transforma o se mueve, y esto, sin los cálculos adecuados, puede resultar peor que la situación anterior. ¿Es posible evitar el robo de vehículos a un 100% en una zona determinada? La respuesta podría ser afirmativa mediante los operativos pertinentes, pero debe siempre preverse que la delincuencia no desaparecerá y tan sólo cambiará, por ejemplo, dejando de robar automóviles, para ingresar al robo de casas-habitación. La cuestión entonces es: ¿qué es preferible en el control?

Para la empresa criminal es conveniente un clima distorsionado, convulso, sin cohesión social y, además, violento. Es claro que un clima social así no le conviene a ningún estado de derecho que actúe de manera racional. Cuando se expresa desde las tribunas gubernamentales que la opción es maniquea: “dejamos a la delincuencia actuar y volteamos para otro lado o la enfrentamos con toda nuestra fuerza”, se colocan las cosas en una situación de muy difícil solución. Implica un todo o nada; la afamada “suma cero” de la teoría de juegos de Nash, que dicta que “uno gana todo y el otro pierde todo”, como si se tratara de una partida de ajedrez o de un juego de futbol. En la vida real donde se presentan conflictos no se responde de esa manera, pues no sólo los riesgos crecen en vez de disminuir, sino que se prolonga un altercado, sin una noción clara de triunfo o derrota.

Debe reflexionarse en torno a las respuestas dadas para combatir a la delincuencia, basadas casi exclusivamente en la presencia y actuación de las Fuerzas Armadas. Con todo el respeto que merecen éstas, es necesario decir que cuando se les utiliza para actuar en el orden de la seguridad pública, es decir, como policías, su trabajo resulta incompleto, pues las organizaciones castrenses “sirven para lo que sirven”, esto es, la fase de detención, confrontación y estrategia militar con todo lo que implica. No obstante, las secuelas jurídicas exigibles que imponen la debida persecución, enjuiciamiento y sanción conforme a la ley de los delincuentes quedan fuera del proceso, y de ahí esa sensación social de inusitada violencia acompañada por una evidente impunidad, según ya habíamos argumentado.

No es descabellado, sino necesario, repensar la estrategia militar. Por supuesto que llegados a este punto de confrontación y pérdida de control social en diversas zonas del país, ese cambio estratégico habrá de ser paulatino y no súbito. La cuestión sobre si era necesaria la intervención del Ejército y la Armada en funciones policiales debió ser tomada en consideración en su momento (2006) y no en éste (2012) en el que se ha llegado, en algunos lugares, a puntos de no retorno, al menos por ahora.

Entre las acciones a asumir de manera inmediata, pues la concurrencia de ciertos circunstantes conspiró para el fortalecimiento de la criminalidad y el avance de la violencia, se hallan, por ejemplo, la revisión a la política fronteriza, tanto en el norte como en el sur, pues la migración –a partir del 9/11– se colocó como tema atractivo para la empresa criminal, dados los altos costos que implicaron las medidas de alta seguridad tomadas por los gobiernos involucrados. Asimismo, la proliferación de casas de apuestas en las principales ciudades –y el caso Monterrey es paradigmático– ha dado pie para que las organizaciones criminales se apoderen de esta actividad con toda su secuela de extorsiones, delitos asociados al vicio, violencia y lucha entre bandas delictivas con consecuencias nefastas, como el incendio intencional del casino Royale, en esa ciudad norteña.

La “monserga” del argumento en favor de los derechos humanos es otro de los clichés de venta del producto gubernamental, pues siempre se argumenta: los delincuentes violentan los derechos de sus víctimas; pues sí, es verdad, en eso consiste un delito, en la vulneración de derechos de manera criminal y, además, no porque alguien violente la regla de convivencia, emerge una autorización para que el Estado violente los derechos. Con esto nos situamos como país en la ilógica presencia de la ecuación: dos errores producen un acierto.

Que no nos confundan: la no intervención de las Fuerzas Armadas y la utilización de otras medidas menos radicales en estos menesteres no implica pactar nada ni sucumbir ante los criminales ni asumir una actitud resignada e impotente. Es, simplemente, buscar que la razón impere por encima de la fuerza. El Estado está obligado a actuar racionalmente y no impulsado por emociones o por motivaciones beligerantes injustificadas; eso parecería más bien un gobierno de los Neanderthal.

Es la hora llegada de reflexionar sobre las diversas experiencias mexicanas –no colombianas, no norteamericanas, no sicilianas– en materia de delincuencia organizada y asumir una posición más parecida a la de Ulises, que se valió de inteligencia, astucia e imaginación, que a la de Hércules. El gobierno de Hércules no puede prosperar, pues sólo es un mito.

lunes, enero 16, 2012

Calderón dejará un Estado hecho pedacitos

Quien haga la crónica del gobierno de Felipe Calderón, cuya gestión termina en menos de 11 meses, tendrá que decir que su publicitada guerra contra la delincuencia organizada resultó un fracaso, pues careció de estrategia, causó decenas de miles de muertes y dejó al país inmerso en una orgía de violencia. El juicio es implacable y proviene del exconsultor de la ONU Edgardo Buscaglia, quien asegura que hoy los grupos criminales se disputan como pirañas los pedacitos del Estado mexicano. E insiste: el problema del narcotráfico sólo se solucionará con un pacto histórico entre las diversas fuerzas del país.

Justo cuando la administración del presidente Felipe Calderón se aproxima a su final –sólo le quedan 11 meses– el balance de la lucha contra el narcotráfico “es muy negativo”, pues él mismo se convirtió “en prisionero de su propia guerra”. Hoy, no sólo no existe ningún viso de éxito en la lucha contra la delincuencia organizada, sino que ésta galopa impune aun más allá del territorio nacional.
Edgardo Buscaglia, experto en temas de seguridad nacional y delincuencia organizada, sostiene que la mal llamada guerra contra el narcotráfico se traduce en una guerra del gobierno contra la sociedad y contra las propias instituciones del Estado.
Para el investigador de la Universidad de Columbia, la gente está muy agraviada y seguramente cobrará la factura en las elecciones presidenciales de este 2012.
“En México –dice– ya hay condiciones para que organismos internacionales actúen y declaren al país en clara emergencia, por las serias violaciones al derecho humanitario; además, en el futuro inmediato veo que Calderón entregará un país plagado de muertos, descabezados y con instituciones fragmentadas por los propios grupos criminales.”
–¿Fracasó Calderón con su estrategia de guerra? –se le pregunta.
–¿Cuál estrategia? Nunca hubo una estrategia. Lo que implementó el presidente fue una acción de fuerza con el Ejército. Creo que el presidente debió leer historia antes de implementar sus acciones. En Italia y en Colombia, por ejemplo, el ejército actuó quirúrgicamente, pero acompañado de otras estrategias. En México, Calderón y el Ejército fracasaron y jamás aprendieron de la experiencia de otras naciones.
Desde un país de Asia en el cual se encuentra comisionado, Buscaglia señala a Proceso que le extraña que algunas voces, como la del exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, actual asesor de Calderón en materia de seguridad, difundan con soltura (revista Nexos, edición de enero) la idea de éxito en la lucha contra la delincuencia organizada.
Hasta ahora, arguye el entrevistado, “no existe ningún sentido científico” ni de política pública para aseverar que la estrategia del presidente contra la delincuencia haya sido exitosa.
Y se explaya: “El balance es muy negativo porque en los países donde estamos evaluando la política de seguridad humana, como en el caso de Malasia, lo que medimos es la forma en que suben y bajan los indicadores de delincuencia organizada.
“En México la delincuencia actúa con 22 tipologías delictivas y no hay vuelta de hoja: cuando llueve, llueve; cuando hay sol, hay sol. Y si los indicadores siguen aumentando, como en México, donde hay extorsión, piratería, tráfico de armas, narcotráfico, contrabando, no hay manera de decir que la estrategia del presidente Calderón ha tenido éxito.
“Los que argumenten eso están en un error. Puedo entender que lo dicen porque están bien pagados por la Secretaría de Seguridad Pública o por Los Pinos.
“No dudo que haya buenas intenciones del presidente (Calderón) y de su equipo, pero con buenas intenciones todos vamos al infierno. La delincuencia organizada ha venido fragmentando al Estado cada vez más y esos indicadores de fragmentación son muy altos: el crimen organizado se alimenta de esos pedazos del Estado y así puede seguir hasta el colapso mismo.”
Según el investigador de la Universidad de Columbia, 71.5% de los municipios del país están controlados por la delincuencia organizada; hay alcaldes, síndicos y regidores que están alineados con algún grupo criminal.
“Y no me refiero –dice– a autoridades de un partido, pues en todos hay casos en que los ayuntamientos que gobiernan sus representantes sirven a los intereses de la criminalidad.”
Y otro elocuente indicador del fracaso del gobierno, insiste Buscaglia, es que actualmente los líderes del narcotráfico mexicano, como Joaquín El Chapo Guzmán, están clasificados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como los personajes más influyentes del narco en el mundo.
“(Recientemente) El Chapo Guzmán fue considerado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro como el narcotraficante más poderoso del planeta. Ante este dato tan contundente, no hay vuelta que darle: Calderón es un fracasado y con su ‘estrategia’ sólo logró elevar al Chapo Guzmán al rango de personaje mundial en el mercado de las drogas.”
Ello se debe, según el entrevistado, a que el poder patrimonial de los grupos criminales mexicanos, entre ellos el cártel de Sinaloa, se ha extendido a 53 países y su presencia es cada vez más frecuente en Asia, África y Europa. Por lo tanto, de ninguna manera puedo estar de acuerdo con la aseveración de que las políticas (calderonistas), mal implementadas, han tenido algún éxito.
“Esto no es una cuestión de interpretación subjetiva en donde, como por ejemplo, a uno le gusta un movimiento artístico y a otras personas no. Lo subjetivo acá no vale. Los 22 tipos de indicadores delictivos siguen aumentando en México y en la región centroamericana, que está tan negativamente afectada por México.
“Por lo tanto, no sólo están aumentando los índices delictivos en México, es evidente que estamos exportando inseguridad humana a países de la región. Y no veo otra salida para el país más que el replanteamiento de la estrategia a través de un acuerdo político más allá del gobierno en turno, que por fortuna ya se acaba.”

La guerra es contra la sociedad

Periodistas, académicos y analistas políticos sostienen que durante muchos años los gobiernos sólo administraron el problema del crimen organizado, sin atacar sus causas. ¿Usted cree que la violencia actual sea consecuencia de esas fallas o existen otras causas, o cree que este señalamiento es un mito más?, se le pregunta a Buscaglia.
–Ésta mal llamada guerra contra el narcotráfico debería ser llamada guerra contra la sociedad y contra el Estado mismo, porque la delincuencia organizada mexicana tiene porciones del Estado y porciones de la sociedad civil trabajando para ella.
“No se le puede llamar guerra a un programa de prevención y combate a la delincuencia organizada porque es como si el Estado tuviese una guerra contra sí mismo y contra la propia sociedad. Lo que sucede en México es justamente lo que ocurrió en Rusia en los años noventa:
“En México se comenzó una transición política desordenada desde hace dos décadas hacia una democracia que nunca llegó a ser participativa, a lo sumo fue electoralista, pues se avanzó hacia una competencia electoral sin instituciones adecuadas.
“La pirámide de comando y control que ejercía el PRI en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta permitía gestionar a los grupos criminales desde abajo, y desde arriba simplemente dejó de existir; además, de manera poco competente el presidente Fox desarticuló a los órganos de inteligencia durante la fallida gestión de Eduardo Medina Mora y de otros funcionarios que pasaron por el Cisen.
“Los gobernadores comenzaron a volverse más autónomos y dejaron de estar sujetos a los controles judiciales, administrativos y a los controles políticos que se ejercían cuando el PRI poseía una pirámide de comando y control autoritario. Por lo tanto, una transición política hacia una democracia que nunca terminó de consolidarse en México generó una fragmentación institucional.
“Como consecuencia, hubo y hay falta de controles judiciales, administrativos y políticos que permitieron a los grupos criminales que existían hacía décadas –y que eran gestionados por el Estado a grado tal que les repartía hasta territorios y mercados– que se toparan con un Estado débil como producto de esa transición política desordenada.”
Buscaglia sostiene que ahora México está peor, pues no existe un sistema judicial que controle la situación; tampoco hay controles políticos. Por lo tanto, la delincuencia organizada pasó de ser gestionada por el Estado autoritario a ser la que gestiona a pequeños fragmentos del Estado que están divididos como un rompecabezas.
Abunda: “En ese ámbito, lo que encontramos es a grupos del crimen organizado que están compitiendo entre sí para capturar a esos pedazos del rompecabezas. Así vemos que el cártel de Sinaloa captura a una fiscalía; Los Zetas se apropian de una corporación policiaca, y los uniformados comienzan a asesinarse y a matar a funcionarios que trabajan para otros cárteles.
“Es claro que México se está debatiendo en una orgía de violencia organizada creciente que alimenta lo que estamos viendo: actos de terrorismo, actos de paramilitarismo, y hasta que esta transición política fallida no se dirima en un pacto histórico entre las fuerzas del país seguiremos viendo que los grupos criminales continuarán capturando, como pirañas, los pedacitos del Estado.”
Para el entrevistado, el fracaso de Calderón tiene ya un alto costo social, económico y político, pues el país se precipita al colapso por los caprichos de un mandatario ciego, cuyas acciones han derivado en una guerra entre cárteles por esos trozos del Estado, lo que potencia la violencia.
–Desde su punto de vista, ¿había razones para utilizar al Ejército en esta lucha contra el crimen organizado? ¿Fue atinada la decisión presidencial? –se le pregunta a Buscaglia.
–Es la decisión más absurda del mundo. Insisto: al presidente le faltó y le falta leer historia. Su ignorancia tiene un alto costo para el país y para la sociedad. El Ejército es un insumo, un ingrediente de la receta. Pero tiene que actuar acompañado de otros ingredientes que hoy están ausentes.
“En Italia, en los años ochenta, se recurrió al ejército en Sicilia; en Colombia también se le utilizó, pero de manera quirúrgica, para controlar una región. Las tropas entraban arropadas con todo un andamiaje de instituciones funcionales: fiscalías, órganos de inteligencia, jueces. Esas instancias no funcionan adecuadamente en México.
“Usar sólo el Ejército como ingrediente de una estrategia es como pretender interpretar la Novena sinfonía de Beethoven con un solo violín: no puede llegar a dar frutos una estrategia donde se solidifica la represión a través de un ejército que corre el riesgo de ser infiltrado por todo tipo de grupos criminales y mientras los patrimonios del crimen organizado sigan intactos y se expandan a otros países.
“Cuando reprimes a los grupos criminales sin quitarles el dinero, lo que hacen es aumentar los niveles de corrupción y de violencia para contrarrestar una posible reacción del Estado; a eso se le llama ‘la paradoja de la represión’, pues genera más represión, más violencia y más corrupción.”
Buscaglia afirma que esta trampa surge cuando no se ataca el andamiaje patrimonial de esos grupos, que va más allá del lavado de dinero que tanto se caricaturiza en la prensa; ellos manejan cientos de empresas y activos físicos que requieren una logística operativa diaria para transportarse y que en México sigue intocada.
Mientras eso permanezca intocado, insiste, el Ejército simplemente se halla en una situación de impotencia aplicando más represión al crimen organizado, que se sigue expandiendo y sigue corrompiendo a las instituciones del Estado.
En esto consiste la política fallida del presidente Calderón, por más buenas intenciones que tenga frente a este complejo problema.

Paz pactada

Exasesor de la ONU en materia de crimen organizado, negociador de conflictos entre países en crisis de seguridad, Edgardo Buscaglia afirma que el hecho de que en algunas regiones del país haya bajado la violencia no es indicador de éxito en la estrategia calderonista contra el crimen organizado.
Y advierte: “¡Cuidado! Nos pueden decir que hay eficacia, pero el fondo es ominoso y preocupante.
“México es una sociedad enferma de violencia que, a diferencia de lo que afirman los voceros del presidente, está más allá de los grupos criminales. La violencia se ha transformado en un mecanismo de comunicación entre las organizaciones delincuenciales.
“Diría incluso que no hay que tomar a los homicidios y a la violencia organizada como un indicador de éxito o de fracaso de una política pública de seguridad.”
Según Buscaglia, en México se está dando el caso similar al de Rusia, donde se ha consolidado una alianza nacional mafiosa alrededor del Estado; allá, dice, la violencia organizada baja porque se consolida una alianza criminal. Y eso es justamente lo que ha comenzado a suceder en algunas regiones de México donde cárteles como el de Sinaloa tienen un fuerte control:
“Ese cártel se está consolidando a través de alianzas criminales y locales, como ha sucedido en Tijuana y Ciudad Juárez, donde la violencia ha bajado drásticamente. La violencia es una tragedia social, una enfermedad social, pero no un indicador de que la delincuencia organizada esté expandiéndose o no. En una región pueden bajar la violencia y los homicidios, pero de manera paralela se consolida un grupo criminal y sus aliados.
“Este es uno de los grandes problemas que no comprenden los círculos cercanos al presidente Calderón. Ellos toman la violencia y los homicidios como un indicio mediático para medir si estamos bien o mal, incluso suelen presentar sus estadísticas como el medidor de éxito o fracaso del presidente.”
Y remata: “No se olvide que hay un alto nivel de paramilitarismo en México. Se trata de grupos pagados por los gobiernos o los empresarios para limpiar las plazas. Y en los países donde se consolidan las alianzas criminales, la violencia desciende de manera automática.
“Por lo tanto, en las regiones donde estamos viendo descenso de la violencia es claro que se está dando la consolidación de un grupo criminal y que tiene capacidad de controlar regiones, territorios completos, pedazos del Estado. Esto también es una mala noticia para la política de Calderón, pues tampoco ha rendido frutos.”
–Entonces, ¿qué fue lo que Calderón combatió en cinco años? Si hay más narco que hace cinco años y estos grupos están mejor consolidados, ¿dónde está la lucha contra el crimen organizado? –se le pregunta.
–No hay lucha ni estrategia ni nada. La guerra se desató contra la sociedad y contra el propio Estado. Cuando han transcurrido cinco años de batalla lo único que veo es a un presidente prisionero de su propia guerra, acotado en su actuar y en medio de un país que se precipita al colapso.
–¿Qué país entregará Calderón a su sucesor en diciembre próximo?
–Un país agotado, una sociedad hastiada de sangre y de desatinos políticos. El prisionero de Los Pinos entregará un territorio plagado de cruces, luto, muertos, descabezados y de nuevos ricos, porque la guerra también fue un gran negocio; no sólo para el crimen organizado, también para los hombres del poder.

domingo, octubre 02, 2011

Los paramilitares, una realidad

La multiplicación de los “paras”

La incapacidad del aparato de seguridad del Estado sigue dando frutos: ahora en el país ya no solamente se enseñorean el narco y la delincuencia organizada en general, sino grupos armados de corte paramilitar. La presentación de los autodenominados Matazetas, quienes se atribuyeron la masacre de 35 personas en Boca del Río, Veracruz, el 20 de septiembre, reavivó en el país el temor hacia el paramilitarismo, a tal punto que el gobierno de Felipe Calderón se apresuró a negar que en el país existan grupos de este tipo, el experto Edgardo Buscaglia asegura que en México operan 167 de ellos. Se trata, dice, de sicarios formados en la milicia o en las policías y que no sólo trabajan para los cárteles, sino para gobiernos estatales o empresarios.

El primer mensaje de 'Los Matazetas' en Youtube.


El vacío de poder que priva en México, la simulación electoral, el financiamiento de las campañas políticas por el narcotráfico y la acelerada pérdida de los controles territoriales por parte del Estado son “el caldo de cultivo más eficaz para la proliferación de los grupos paramilitares en el país”, plantea Edgardo Buscaglia, asesor de las Naciones Unidas, director del Centro de Desarrollo Económico y Derecho Internacional de la Universidad de Virginia y profesor de derecho internacional en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Señala que mientras el presidente Felipe Calderón continúe combatiendo al crimen organizado “de manera sesgada”, sin golpear “el nervio financiero de la mafia”, poderes como el paramilitarismo seguirán arrancando “pedazos del Estado” hasta que México se precipite al abismo, como pasó en Afganistán, Kosovo y, en los años ochenta y noventa, en Colombia, país donde esos grupos se popularizaron con el nombre de “paras”.

A Buscaglia no le sorprende la aparición del grupo paramilitar autodenominado Los Matazetas, que irrumpió en el escenario nacional tras la matanza de 35 presuntos integrantes del cártel de Los Zetas en el puerto de Veracruz, pues afirma que aunque el gobierno federal niegue la presencia de paramilitares en México, este fenómeno existe desde hace mucho tiempo.

Según el experto, en México operan 167 grupos paramilitares que son financiados por empresarios empeñados en proteger “vida y propiedad”, garantías que ya no puede otorgar el Estado mexicano, y en otros casos –asegura– son pagados por los propios gobernadores, quienes ante la incapacidad de otorgar seguridad a la gente, pagan a estos grupos armados para limpiar territorios y salvar los mercados de la droga que hoy ve amenazados el cártel de Sinaloa, la organización criminal que el propio gobierno federal pretende consolidar en el territorio mexicano.

Explica: “Los grupos paramilitares en México existen desde hace mucho tiempo. Los Zetas, por ejemplo, son una expresión del paramilitarismo ligado a un grupo criminal, en este caso al cártel del Golfo. Los Zetas y todo lo que se desprende de ellos –policías, mercenarios y otros grupos – llevan a cabo tácticas militares de protección, control territorial y de mercados, y su función primordial es limpiar los territorios en beneficio de los grupos que les pagan.

“Lo que hoy preocupa, y mucho, es la proliferación de estos grupos paramilitares, que el gobierno quiere ocultar porque ya refleja una fragmentación cada vez mayor de la estructura del Estado. Existen porciones del Estado que han sido compradas al por mayor por grupos empresariales oligopólicos y monopólicos; otros pedazos del Estado están en manos de grupos ilegales desde hace 10 años, cuando inició la caótica transición política que viene conduciendo al país no a una democracia participativa, sino a lo que yo llamo una mafiocratización”.

De acuerdo con Buscaglia –también profesor de Economía y Derecho del Crimen e investigador de la Universidad de Stanford–, el proceso de fragmentación del Estado ha derivado en un rompecabezas en el cual “cada trozo le pertenece a un cártel. Por ello, el gobierno de Calderón no puede proteger vida y propiedad, y ese vacío que deja el Estado es aprovechado por los grupos paramilitares”.

–¿Cómo surgen los grupos paramilitares en México? ¿De dónde vienen? –se le pregunta.

–Muchos son mexicanos, provienen de las propias policías o del Ejército. En otros casos son traídos del extranjero y contratados por los empresarios o algunos gobiernos estatales.

“El caso de las policías municipales que controlan el mercado de migrantes en una determinada región y la práctica de entregarlos a Los Zetas para asesinarlos son ejemplos claros de táctica paramilitar. Su tarea es controlar un mercado y así favorecer a los grupos que les pagan. En México hay una mezcla de grupos paramilitares: los pagados por empresarios, y los tradicionales, que pertenecen a los cárteles de la droga, como fue el caso de Los Zetas del cártel del Golfo”.

Negociador de las Naciones Unidas en países como Afganistán y Nigeria, Buscaglia sostiene que la desarticulación del gobierno y el desorden que priva en todo el país aumenta la percepción de inseguridad entre la gente y en la clase empresarial, a la que hoy ve paralizada y sumida en su interés de proteger sus negocios:

“El escenario de México es harto complicado. Estamos más cerca del abismo que antes, y este proceso está sujeto a un efecto multiplicador, pues cuanta más percepción de inseguridad tienen los empresarios, más están dispuestos a pagar a compañías privadas estadunidenses para que les provean de cinco a 10 mercenarios que protejan su patrimonio y su vida, lo que genera más paramilitarización.”

Según Buscaglia, varios factores favorecen la proliferación de los grupos paramilitares: “El gobierno federal no puede controlar la embestida criminal debido a que su estrategia para enfrentar la tragedia social y política que vive México es mediática. Además, es claro que el presidente Calderón está muy mal asesorado, pues sus asesores extranjeros y nacionales tienden a negar lo que todo mundo ve, y esta postura miope refleja el temor a que se desate un potencial bloqueo del flujo de inversiones extranjeras, con lo cual se les caería el modelo político-empresarial mafioso que prevalece en México desde los años ochenta.

“Y es que hay grandes inversiones en determinados sectores protegidos de la economía que han sido protegidos por el partido en turno, llámese PRI, PAN o PRD, aquí no hay ideología, porque en México la simulación electoral es un deporte nacional, pues los candidatos de todos los partidos están manejados por los mismos focos de poder.

“A mí me han dicho que la simulación electoral es una falacia, porque en México se celebran elecciones. Ante esto yo digo que, en efecto, los candidatos van a elecciones, pero están previamente pridigitados por esos factores de poder que están tras bambalinas, y esos factores de poder son los que han generado la fragmentación del Estado, que es responsable de la paramilitarización que estamos viviendo.”

–En Colombia y otros países de Latinoamérica hay grupos paramilitares desde hace décadas. ¿Qué otras causas dan origen a ese fenómeno desestabilizador?

–En Colombia el paramilitarismo fue auspiciado por el propio Estado; era una paramilitarización centralizada. En México la paramilitarización es un síntoma del Estado débil y fallido, y se prohija por el vacío de poder y la falta de legitimidad del gobierno federal.

“Yo no encuentro palabras para expresar lo que se vive en México. Pienso en casos como el de Rusia, donde hay una delincuencia organizada consolidada y gestionada por el Estado. En ese país, si alguien es víctima de un delito y por causalidad le corresponde al grupo criminal protegido, al agraviado se le puede procesar con una causa penal por denunciar. Ese no es el futuro que se quiere en México, aunque por desgracia la estrategia del gobierno federal, por acción u omisión, conduce al país a una situación similar a la de Rusia.”

Fenómeno de la descomposición

La aparición en Veracruz del grupo paramilitar Los Matazetas causó revuelo en el país y fuera de él, pero no es el único que opera en el territorio mexicano. Desde 2005, la descomposición de las corporaciones policiacas estatales y federales, así como la disputa territorial de los cárteles, han propiciado la formación de los llamados comandos de la muerte o núcleos paramilitares al servicio del narcotráfico.

En 1996, tras desertar del Ejército por razones hasta ahora desconocidas, surgió la organización armada Los Zetas, una de las expresiones más acabadas del paramilitarismo en México. Agrupados en torno del entonces jefe del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas, este grupo comenzó a sembrar violencia.

Pronto dio muestras de su poder: levantones, secuestros, matanzas y extorsiones fueron las modalidades criminales que pusieron en práctica y que hasta hoy los caracterizan, pues fue el núcleo armado ligado al narcotráfico que mejor diversificó sus actividades ilegales. Actualmente son reconocidos por la DEA como un cártel independiente y con presencia en una veintena de entidades.

En 2005 surgió en Guerrero otro núcleo llamado El Comando Negro, liderado por agentes de la Agencia Federal de Investigación (la AFI que encabezaba Genaro García Luna, en aquel tiempo la corporación policiaca “modelo” del sexenio de Vicente Fox). Esos agentes federales estaban adscritos a la delegación de la PGR en Acapulco. Según la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/106/2005, los policías, que actuaban como secuestradores y sicarios en sus tiempos libres, estaban al servicio del cártel de los hermanos Beltrán Leyva.

De acuerdo con la indagatoria citada, los agentes federales participaron en el secuestro de un grupo de zetas que fueron entregados a Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, quien junto con otros pistoleros los interrogó en una casa de seguridad mientras los grababan. En el video, que fue entregado a la PGR y después difundido por internet, se observa cómo alguien encañona a uno de los presuntos zetas y le dispara en la cabeza. Todos fueron asesinados de la misma forma.

Por aquellos años, el cártel de Sinaloa, que encabeza Joaquín Guzmán Loera, creó su propio grupo paramilitar: Los Pelones. Era un equipo armado que se enfrentó a Los Zetas para expulsarlos del estado de Guerrero y así ocupar esa codiciada plaza. En ese estado era común ver a grupos ligados a los cárteles de la droga desatando balaceras y matanzas sin que ninguna autoridad les pusiera freno. Hasta la fecha ocurre.

En 2008 surgió el grupo denominado La Policía del Calendario, cuyos integrantes presuntamente tienen formación militar y están al servicio exclusivo de Ismael El Mayo Zambada, uno de los pilares del cártel de Sinaloa.

Esos paramilitares no aparecieron en video como Los Matazetas. Están mencionados en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/256/2008, integrada por la PGR en contra del presunto narco colombiano Ever Villafañe Martínez o Marco Antonio Espinoza Tovali. La compañera sentimental de éste, Altagracia Espinoza Aguilar, refiere ahí que tanto ella como su novio fueron secuestrados por La Policía del Calendario el 30 de julio de 2008, cuando circulaban por la carretera libre a Cuernavaca, Morelos.

Ella declara que los sicarios al servicio de El Mayo la torturaron al tiempo que le mostraban fotografías de Arturo Beltrán Leyva, capo que presuntamente estaba relacionado con Villafañe y a quien Zambada pretendía eliminar.

Además, a principios del presente año, el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS) denunció que en Chiapas operan grupos paramilitares que tienen asoladas a poblaciones como Las Perlas, en el municipio de Altamirano, y El Carrizal, comunidad de Ocosingo.

En un comunicado, ese frente denunció que los paramilitares están encabezados por Humberto Castellanos y acusaron al gobernador de Chiapas, Juan Sabines, de auspiciar el surgimiento de este tipo de organizaciones en todo el estado “para acallar a los grupos de campesinos disidentes”.

El 23 de septiembre, dos días después de que fueron arrojados 35 cadáveres de presuntos zetas en plena zona turística de Veracruz-Boca del Río, apareció en el portal conocido como El Blog del Narco un video en el que cinco personas encapuchadas, desarmadas y totalmente vestidas de negro hablan sobre ese hecho y hacen pública la existencia de su nueva organización: Los Matazetas.

También dijeron ser miembros del Cártel de Jalisco Nueva Generación, un brazo del cártel de Sinaloa que, según las autoridades, proviene de la célula que encabezó Nacho Coronel, muerto el 29 de julio de 2010 durante un enfrentamiento con el Ejército en el municipio jalisciense de Zapopan.

La aparición de este grupo paramilitar que dice tener la misión de limpiar al estado de Veracruz de los grupos que extorsionan y secuestran –además de “respetar a los poderes ejecutivos” tanto federal como estatal y comprender que las Fuerzas Armadas no puedan actuar al margen de la ley–, causó temor porque aviva la sospecha de que los grupos paramilitares empiezan a suplantar al Estado en tareas de esta naturaleza.

Los Matazetas ofrecieron una “disculpa” al pueblo veracruzano por la violencia que se ha desatado, al tiempo de que se adjudicaron la muerte de los 35 presuntos zetas. Sin embargo, el gobierno de Veracruz niega la existencia del grupo paramilitar y de manera conjunta con la PGR investiga la masacre.

Por su parte, el gobierno federal reconoció la existencia del grupo, pero tuvo el cuidado de no referirse directamente a él como Matazetas. El 27 de septiembre, sin entrar en detalles, el secretario de Gobernación, José Francisco Blake, leyó un comunicado en el que expuso que el gobierno federal es el que encabeza la lucha contra el crimen organizado con fundamento en la ley y a través de las instituciones formalmente constituidas para ello.

Sin nombrar a los Matazetas, cuyo video han visto más de 65 mil personas en internet, Blake Mora añadió: “Cualquier otra expresión al margen de la ley que pretenda erigirse en combatiente del crimen carece de legitimidad necesaria y, con independencia de la causa o motivación, enfrentará la fuerza del Estado”.

Un día después, el 28 de septiembre, Alejandra Sota Mirafuentes, vocera del gobierno federal, negó que en el país operen paramilitares, y se refirió implícitamente a Los Matazetas al reiterar: “Todo grupo que actúa al margen de la ley, que pone en riesgo la tranquilidad, la seguridad y la dignidad de las personas, será perseguido y llevado ante la justicia.

“Veracruz no será la excepción. La ubicación geográfica de Veracruz lo convierte en un punto estratégico para redes criminales. Su infraestructura portuaria y su colindancia con Tabasco y Chiapas, estados fronterizos con Guatemala, y por el otro lado con Tamaulipas, la frontera con el mayor intercambio comercial con Estados Unidos, hacen de la entidad un paso codiciado para el trasiego de drogas hacia el centro y norte del país.”

Edgardo Buscaglia cuestiona que el gobierno federal no reconozca directamente a los grupos paramilitares, pues señala que en varias entidades del país ya suplantaron al propio Estado:

“Hay diversos grupos paramilitares que ofrecen resolver homicidios, cobrar una deuda o investigar casos de desapariciones. Esto es evidente en Guerrero, en Durango y en Sinaloa, bolsones territoriales donde ya es claro el Estado fallido. De seguir esa orgía de corrupción y de financiamiento electoral por parte del narco, y en este caos institucional, no veo para México otro fin que precipitarse a un abismo como el que vive Afganistán.”

–¿Qué pasa con las clases empresarial y política? ¿Están dormida?

–Tratan de proteger sus propios intereses pero no se dan cuenta de que colectivamente están perdiendo todo. Eso en teoría de los juegos se llama “el dilema del prisionero”. La reacción de los empresarios vendrá cuando el narco les penetre sus círculos sociales, les derribe sus aviones o les haga estallar bombas en sus casas o empresas, como pasó en Colombia.

“La clase empresarial actuará cuando sienta tanto dolor y sufrimiento como los padres o las madres de Ciudad Juárez que han perdido a sus seres queridos, y vivan el calvario de no encontrarlos.”

Narcocomunicado de Los Mata-Zetas


http://youtu.be/G_YJOTxp1Tc

lunes, septiembre 26, 2011

Asoman los paramilitares

Javier Duarte, gobernador de Veracruz.


MÉXICO, D.F. (apro).- En medio del empeño de Felipe Calderón por instaurar en México un Estado policiaco militar, cuya más reciente muestra es conculcar derechos en su proyecto de Código de Procedimientos Penales, emergen indicios de un fenómeno siniestro: Los escuadrones de la muerte.

Los 35 cadáveres amontonados en la zona turística de Boca del Río, Veracruz, y otros 14 diseminados por la zona, apuntan a la autoría de un grupo de corte paramilitar, es decir, no un grupo criminal antagónico en sí mismo, sino una fuerza, si no auspiciada, al menos tolerada por la autoridad del estado que encabeza el priista Javier Duarte, un aprendiz de dictadorzuelo.

Las declaraciones de éste, en el sentido de justificar la masacre porque eran delincuentes y que con ello se acabaron las extorsiones –“eso nadie lo dice”–, coinciden con la difusión de un video el 24 de septiembre, cuatro días después de la aparición de los 49 cadáveres, en el que un grupo de cinco encapuchados se presenta como un escuadrón de la muerte denominado “Los Matazetas”.

En el video, uno de ellos, el más robusto, lee un comunicado dirigido a las autoridades federales, estatales y municipales, así como a la sociedad en general, para anunciar el combate al cártel de Los Zetas, la banda más sanguinaria que opera en México.

“Somos guerreros sin rostro, pero orgullosamente mexicanos”, advierte el que parecer ser el jefe mientras los otros cuatro encapuchados, inmóviles, miran a la cámara, que registra el ofrecimiento de disculpas por la violencia que generan y, con cierta ambigüedad, se atribuyen la matanza del 20 de septiembre.

“Si con nuestros actos realizados ofendimos a la sociedad, al pueblo de México y a las corporaciones federales, les pedimos disculpas en nombre del todo el grupo que conformamos. La intención era darle a saber al pueblo veracruzano que este flagelo de la sociedad (Los Zetas) no son invencibles y que ya no se dejen extorsionar”.

Y piden: “Que la sociedad en general esté segura y confíe que nosotros. Los matazetas no extorsionamos, no secuestramos, y nunca afectaremos el patrimonio personal ni de la nación. Respetamos a los poderes Ejecutivos federales, estatales y municipales. Nuestra lucha es en contra de Los Zetas. Si con nuestros actos realizados ofendimos a la sociedad, al pueblo de México y a las corporaciones federales les pedimos disculpas en nombre de todo el grupo que conformamos. La intención era darle a saber al pueblo veracruzano que este flagelo de la sociedad no son invencibles (sic), y que ya no se dejen extorsionar. Cada quien sus luchas y sus miedos, nosotros un solo corazón”.

En el video, los encapuchados se muestran respetuosos también del Ejército y la Marina, y aunque evaden revelar qué clase de agrupación integran, aducen que, “como principio ético, nosotros tenemos prohibido la extorsión, el secuestro, el robo, las vejaciones, y todo aquello que de una u otra forma afecte el patrimonio nacional, familiar, anímico y/o moral”.

Su nebulosa presentación en el video, difundido en el también fantasmal “blog del narco”, sólo deja clara una cosa: Es un escuadrón de la muerte para exterminar a Los Zetas y ante ello es preciso que las autoridades de todos los niveles deben deslindarse, salvo que cuenten con su anuencia.

Ya hubo, el año pasado, un antecedente en Nuevo León, donde el alcalde de San Pedro, el panista Mauricio Fernández, creó un grupo paramilitar para “limpiar” el municipio, cuyos integrantes formaban parte del cártel de los Beltrán Leyva y, aunque tardíamente y sólo por la presión social, el gobierno de Felipe Calderón intervino para su desarticulación.

En otros lugares de México hay tentaciones, si no es que se han materializado ya, de conformar grupos armados de autoprotección, en una lógica que parece desconocer que el paramilitarismo sólo propicia una mayor escalada de violencia y arrebata sobre todo la vida de inocentes.

Por la semejanzas con Colombia, es preciso recordar que las bandas paramilitares en ese país, auspiciadas por empresarios, ganaderos, terratenientes y políticos al más alto nivel, asesinaron a más de 156 mil personas, entre ellos 2 mil 650 niños.

Esta barbarie, documentada por la Fiscalía General de Colombia –que allá sí es autónoma, como el Poder Judicial–, comenzó con la conformación de grupos armados irregulares para enfrentar la guerrilla y el narcotráfico, pero se convirtieron en un monstruo sin control.

Los “paras” no sólo no combatieron a los narcotraficantes, sino que se asimilaron y aun tomaron el control del trasiego de drogas, mientras que asesinaban con toda impunidad a pueblos enteros que creían eran sostén de la guerrilla, a sindicalistas, maestros y periodistas.

Estos escuadrones de la muerte de extrema derecha, a cuyas miles de víctimas destazaban, cremaban o sepultaban en fosas clandestinas, llegaron a superar los 31 mil integrantes, que contaban con la protección al más alto nivel político y militar, como el del expresidente Alvaro Uribe y más de 70 congresistas y gobernadores afines a él.

Según la Fiscalía General de Colombia, que recibió el testimonio de unos 4 mil paramilitares arrepentidos, están identificados como cómplices o coautores de los delitos cometidos unos 95 oficiales y 28 suboficiales del Ejército Nacional, así como 46 oficiales y 47 suboficiales de la Policía.

La enseñanza de Colombia a México es clara: La conformación de escuadrones de la muerte para combatir a grupos criminales, con el auspicio y al menos el disimulo de la autoridad constitucional, sólo conduce a una barbarie que no tiene fin…

Apuntes

Y no hay que olvidarlo: Está documentado que fueron paramilitares, auspiciados desde el Estado, los autores de la matanza de 45 indígenas en Acteal, Chiapas, el 22 de diciembre de 1997, cuando Ernesto Zedillo era presidente de México y el secretario de Gobernación era Emilio Chuayffet, actual presidente de la Cámara de Diputados… Son paramilitares, también, los autores del asesinato –uno más– de la periodista María Elizabeth Macías Castro, jefa de redacción del periódico Primera Hora, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde no gobierna un tal Egidio Torre Cantú, sino los criminales…

Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twiter: @alvaro_delgado

domingo, agosto 28, 2011

México, el Estado Fallido de Felipe Calderón

Un “doliente” Felipe Calderón ante la tragedia de Monterrey, donde 52 personas murieron asesinadas tras un ataque al Casino Royale, tiene como antecedente un mandatario cuya popularidad va en picada y un panismo que se halla en riesgo de perder la Presidencia, un territorio nacional controlado en amplias regiones por narcotraficantes y por políticos corruptos, un Estado, pues, declaradamente fallido. El acto terrorista contra esa casa de apuestas activó las alarmas en el Pentágono, que desplazó de inmediato a expertos militares desde Afganistán e Irak hasta las instalaciones del Comando Norte de Estados Unidos, en Colorado, en prevención de una eventual incursión del narcoterrorismo en su territorio.

El ataque del jueves 25 al Casino Royale, en el centro de Monterrey, consolidó la transformación del narcotráfico en terrorismo en México a escasos 200 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, donde el temor de una mayor violencia narcoterrorista llevó al Pentágono a desplazar de Irak y Afganistán hacia el Comando Norte de Estados Unidos, en Colorado, a militares de alto rango expertos en antiterrorismo.
Altos oficiales de Estados Unidos que participaron en la persecución de Al Qaeda y ahora están involucrados en el combate al narcotráfico, se han dedicado a elaborar material de inteligencia sobre los cárteles mexicanos con un propósito definido: evitar que la violencia se extienda hacia territorio de su país, el principal mercado de drogas ilegales.
Contenida aún al territorio mexicano, la violencia puede escalar más por tratarse de una confrontación entre empresas delictivas que buscan afectar sus respectivos intereses económicos y políticos. No sería extraño, advierte el consultor uruguayo Edgardo Buscaglia, que se incrementen los ataques contra objetivos políticos, como lo hizo la delincuencia organizada en Italia, Colombia y Rusia.
La magnitud del ataque al Casino Royale, con un saldo de 52 muertos, llevó al gobierno de Felipe Calderón a admitir por primera vez la existencia en México de terrorismo vinculado a la delincuencia organizada, a pesar de que, desde el 15 de septiembre de 2008, el primer ataque contra población civil se registró en Morelia, Michoacán, a manos de presuntos zetas.
Un segundo acto de terror ocurrió el 15 de julio del año pasado, al estallar un coche bomba en el centro de Ciudad Juárez en plena hora de actividad. La acción fue adjudicada a La Línea, el grupo armado del cártel de Juárez.
El atentado en Monterrey quintuplicó el número de víctimas mortales causadas en Michoacán y Chihuahua, aunque en el ataque en Morelia, ocurrido durante la celebración del Grito de Independencia, hubo más de 100 heridos.
De acuerdo con Buscaglia, el gobierno de Calderón pudo evitar esa nueva agresión: Si después del ataque en Morelia hubiera solicitado a la ONU incluir a los narcotraficantes mexicanos en la lista internacional de terroristas, se habría desplegado una acción internacional para contener a estos grupos.
“La omisión y la negligencia son imperdonables” porque gobiernos como los de los tres países mencionados llevaron a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a esos grupos para ser perseguidos internacionalmente, dice desde su condición de asesor de esa organización en delincuencia organizada.
A diferencia de la lista que elabora el gobierno de Estados Unidos, la de Naciones Unidas tiene legitimidad. Pero además, facilita recursos y cooperación internacional, con lo que se evita la proliferación de mercenarios estadunidenses, observa el también profesor e investigador que ha trabajado en universidades e institutos de Estados Unidos, de países europeos, de Argentina y de México.
Desde el momento mismo del ataque al casino, el gobierno de Calderón, a través del vocero de seguridad nacional, Alejandro Poiré, lo calificó como un acto de terror.
Como abogado, el presidente Calderón sabe que cuando menciona actos de terrorismo hace una aseveración jurídica, prevista en convenciones internacionales. Ya no tiene mucho espacio para dejar de ir a la ONU y cumplir con esa acción legal plasmada en una Convención ratificada por el Senado mexicano, dice el experto a Proceso.
Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 por parte de Al Qaeda en Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la resolución 1373 en la que, entre otras consideraciones, refiere “la conexión estrecha entre el terrorismo internacional y la delincuencia trasnacional organizada, las drogas ilícitas, el lavado de dinero, el tráfico ilícito de armas y la circulación de materiales potencialmente letales.
Además, los Estados miembros de la ONU están obligados a congelar las fuentes de financiamiento de los grupos terroristas y de las instituciones financieras o empresariales que les den servicio, así como actuar contra los funcionarios públicos y políticos que los apoyen.

Delincuencia de alta intensidad

Si México lleva el caso a Naciones Unidas, “lograríamos una cooperación internacional muy amplia”, como ocurrió en el caso de Colombia contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a las que se les retiraron todos los apoyos en el mundo, empezando por el cierre de las “embajadas virtuales” que tenían en varios países, incluido México.
Pero Buscaglia no ve en Calderón disposición para que el organismo internacional haga esa declaratoria, con la que se tendría la cooperación de las unidades antiterroristas de varios países, no sólo de Estados Unidos: “Tengo la sospecha de que por razones mediáticas no quiere llevar adelante esa acción” por las implicaciones en lo que ha sido su principal acción de gobierno.
Estados Unidos “tampoco está muy entusiasmado” en que los narcotraficantes mexicanos sean incluidos en la lista de la ONU porque “tendría una amenaza formalmente declarada en su frontera sur”. Además, estaría obligado a establecer controles fronterizos que causarían impacto económico y social.
Ni México ni Estados Unidos han querido dar ese paso formal. Washington prefiere manejar el problema sólo como un asunto que tiene con México. El viernes 26, un día después del atentado en Monterrey, el diario The New York Times publicó que Estados Unidos ha permitido a agentes mexicanos encubiertos perseguir a narcotraficantes mexicanos en territorio estadunidense.
Conocida como Operación Boomerang, ese tipo de acciones fue permitido desde hace dos años como consecuencia de la violencia desatada precisamente en el corredor industrial que forman Monterrey y Nuevo Laredo, en Texas.
El diario recuerda que hace pocos meses, el gobierno de Calderón aprobó el establecimiento de agentes de la DEA, operativos de la CIA y militares retirados de Estados Unidos en una instalación militar, precisamente en el norte de México, “para ayudar a conducir operaciones de inteligencia y reforzar el trabajo de una “célula de fusión” similar que ya opera en la Ciudad de México y que fue dada a conocer por Proceso en su edición 1776 en noviembre de 2010. Además, ha permitido la participación de elementos de diversas agencias estadunidenses en investigaciones, detenciones y labores de vigilancia en aeropuertos.
En su edición del viernes 26, el periódico neoyorquino también mencionó la forma en que está operando el Pentágono: “De manera regular revisa las partes de la responsabilidad militar en la lucha contra las drogas, poniendo particular atención en las lecciones de casi una década de operaciones de contraterrorismo en Afganistán e Irak”.
Varios oficiales de alto nivel, con años de experiencia en combatir a Al Qaeda y grupos afiliados fueron movilizados al Comando Norte, como se conoce al centro responsable de las operaciones militares de Estados Unidos en América del Norte, ubicado en Colorado Springs, al norte de Nuevo México. Su nueva tarea es elaborar información de inteligencia sobre las redes de la droga mexicanas.
“Esos militares están tratando de llevar lo que hicieron en Afganistán y hacer lo mismo en México”, citó el diario apoyado en fuentes oficiales no identificadas.
El señalamiento del Times confirma la visión ya expresada por Paul Rexton, quien fue asesor antinarcóticos de la OTAN en Kabul, Afganistán, y que recientemente estuvo en la frontera México-estadunidense para investigar sobre la violencia de los cárteles mexicanos desde la perspectiva de la seguridad nacional de Estados Unidos.
Actual profesor de Estudios de Seguridad Nacional en el Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, Rexton publicó apenas el 12 de junio pasado en el sitio electrónico smallwarsjournal.com el texto: México, un mosaico de la guerra de los cárteles, en el que asegura que el país vive una violencia de alta intensidad que se traduce en un conflicto multidimensional, de múltiples partes y múltiples escenarios de conflicto armado entre grupos criminales que tienen metas esencialmente delictivas… y en el que el Estado es parte del conflicto (Proceso 1815).
Asegura que México vive una delincuencia de alta intensidad por “una guerra motivada por empresarios violentos que buscan predominar sobre otros y el Estado para controlar o tener una porción importante del mercado ilegal hipercompetitivo” de las drogas y otras actividades delictivas. De acuerdo con Rexton, la violencia como la de Monterrey “es un medio, no un fin”.

Por una salida multilateral

En otro texto publicado en el mismo portal el 30 de junio, titulado México: ¿el narco accidental?, Rexton recuerda que durante la Guerra Fría, Estados Unidos apoyó las operaciones antinarco de forma secundaria ante su cruzada anticomunista, pero cuando el gobierno de Bill Clinton desarrolló el Plan Colombia, en el periodo que siguió a la Guerra Fría, “las operaciones de contrainsurgencia fueron conducidas bajo la tapadera de operaciones antinarcóticos”.
Asegura que después de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, las operaciones antidrogas se han subsumido bajo el contraterrorismo. “Cada presidente de Estados Unidos ha estado en condiciones de incrementar o disminuir el perfil de la batalla de Colombia contra el narcotráfico apoyado en el ambiente internacional prevaleciente”. En México, no fue el caso, por lo que se creó la Iniciativa Mérida, que no consideraba ataques como el perpetrado en el Casino Royale.
Son muchos los analistas estadunidenses que insisten en que el combate al narcotráfico en México siga una estrategia militar antidrogas para detener la violencia en su frontera, por lo que piden que Estados Unidos desplace su “imperativo estratégico” de Afganistán e Irak a México.
Edgardo Buscaglia insiste en la salida multilateral: “México debe decirle de manera formal a la ONU las acciones que están realizando los cárteles mexicanos. Eso sería un paso enorme hacia la cooperación internacional. Sin ella, no puede; es un problema que ya se le salió de las manos”.
Una segunda medida que propone es ir contra la base patrimonial de esos grupos, tal como han hecho 17 países que han incluido a grupos armados que cometen actos terroristas.
Son los casos, entre otros, del Medio Oriente, Líbano, Perú, Colombia, Rusia, que al ser incluidos en la lista de la ONU “se les comenzó a desmantelar con una efectividad que no se veía antes. No es un invento. Cuando ha pasado, caen políticos, como en Colombia: No es que desaparezca la delincuencia organizada, sino que se atomiza, se transforma y se vuelve menos violenta”.
Pero en México, “siempre se protege a esas personas”, pese a estar demostrado que el aumento de la violencia se debe a que las organizaciones delictivas atacan las bases patrimoniales y de protección política del grupo adversario.
Ante ello, califica de “mito” la relación que hace Calderón entre el consumo de drogas en Estados Unidos y el aumento de la violencia en México, como lo señaló la mañana del viernes 26 en cadena nacional.
“El consumo de drogas aumentó en Estados Unidos desde hace décadas y antes fue incluso mayor y México no tenía los niveles de violencia que hoy padece. Lo que ha ocurrido es que el Estado mexicano se ha fragmentado y sus recursos ahora son utilizados por los grupos criminales. Cada organización tiene su parte”, dice el consultor que ha trabajado para la ONU en Afganistán y Timor.
Señala “otro mito” de Calderón: pensar que una Ley de seguridad nacional “militarizada, fascistoide, de los años cuarenta”, va a resolver el problema, como también lo hizo ver en su mensaje al reprocharle al Congreso que no haya aprobado su iniciativa de ley.
“El presidente está desesperado. Toma esa ley como un instrumento para delimitar las acciones del Ejército. Es muy miope. Debe replantear las acciones para contener cualquier amenaza que impida al Estado satisfacer la seguridad de la población”, lo cual significa incorporar al Gabinete de Seguridad Nacional a secretarías como la de Desarrollo Social, Hacienda y Economía.
Las Fuerzas Armadas, precisa, son sólo una dimensión de la seguridad nacional, es un enfoque que está a décadas de lo que plantean el propio Estados Unidos o la Unión Europea.
En lugar de eso, “la estrategia miope del gobierno federal ha sido la de esperar que una alianza centrada en el cártel de Sinaloa se consolide en el país. Están esperando lo pasó parcialmente en Tijuana: “pan para hoy, hambre para mañana”.
Buscaglia corrige: “Decir estrategia es un elogio. Se trata de acciones improvisadas, con unas Fuerzas Armadas que no están preparadas para combatir en teatros de operaciones, sin que se actúe contra la protección de los grupos criminales y sin que se haya hecho algo a largo plazo para la prevención social”.
Advierte que la violencia va a seguir escalando, no porque los delincuentes sean irracionales, sino porque se trata de empresas que en su afán de control atacan centros patrimoniales y políticos de sus adversarios. Tan sólo en el caso de los alcaldes, ya son 26 los asesinados.
Insiste: La violencia se mantendrá mientras no se desmantelen las redes de protección a esos grupos, pero peor aún puede dar lugar a escenas que ya se han visto en América Latina con ataques a centros comerciales o bombas en estadios o cines.
Cuando los grupos delictivos se transforman en terroristas y empiezan a atacar objetivos comerciales de grupos rivales, también atacan a políticos, congresistas, jueces; es decir, “el corazón mismo del poder que los ha protegido”.

domingo, julio 31, 2011

La ley la imponen los reos

“Aquí la ley la hacemos nosotros…”

Mientras en las calles de Ciudad Juárez las policías Federal y Estatal tienen desencuentros, fricciones y choques con la Municipal, el interior del Cereso local es un campo de batalla de dos cárteles. El lunes 25 fue escenario de una ejecución masiva disfrazada de motín, luego de la cual hubo un homicidio más, el del presunto líder del ataque, quien en junio pasado había dado una prolija entrevista a Proceso. En ella El Nico habló de su pandilla, Los Artistas Asesinos, y de cómo tienen una guerra a muerte con Los Aztecas para, según dijo, limpiar la ciudad con el apoyo del cártel de Sinaloa.

El pasillo de los "artistas" en el Cereso de Juárez.

CIUDAD JUÁREZ, CHIH. –Dentro del penal, ¿quiénes están más armados?
–Aquí todo mundo mete armas…
Habla Nicolás Frías Salas, El Nico, preso en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de este municipio. Aquí él era líder de Los Artistas Asesinos (AA) y fue el único de esa pandilla –que opera bajo las órdenes del cártel de Sinaloa– que murió la noche del lunes 25 poco después de un ataque en el que su grupo asesinó a 16 integrantes de Los Aztecas.
Con motivo de una edición especial que se prepara sobre Ciudad Juárez, El Nico había dado una amplia entrevista a Proceso el viernes 17 de junio…

Para ingresar al área de Los AA es necesario pasar por dos corredores y tres puertas custodiadas cada una por un celador. Al final está un interno que conduce a la reportera al lugar de la entrevista. Para llegar avanza por un pasillo entre dos dormitorios. El lugar es sórdido, no apesta pero el olor acumulado de muchos cuerpos hacinados permea el ambiente; es oscuro y pequeño para los cerca de 300 reclusos. De los barrotes de las celdas y de los barandales cuelga ropa. Los muros derruidos ayudan a deprimir el ambiente.
El guía pregunta el objetivo de la visita. Se le explica que se trata de conocer el área, ver cómo viven los reos y recabar sus testimonios, sus historias.
La entrevista tiene lugar en el área de lavandería. Está limpia; la luz del sol da de lleno aquí. El Nico recibe a la reportera; está sonriente, tiene 35 años, camiseta blanca y el pelo muy corto. De cuerpo es “amarrado”, es decir, marcado por el ejercicio. En la lavandería hay dos presos. Ahí viven. El Nico les pide que salgan y ellos se retiran de inmediato.
–¿Algo de tomar? –ofrece sonriente cuando se da cuenta de que la reportera nota un refrigerador con el logo de Modelo hasta el tope de latas de cerveza, pero se interrumpe cuando ve que la grabadora ya está encendida. Al principio protesta, pero finalmente accede a que quede prendida.
“Pero no digan nada de eso, por favor”, pide señalando el refrigerador.
–No es un secreto, igual que las drogas –se le hace notar.
Acepta y ríe: “La sociedad no lo entiende… pero esto es necesario para tener un penal tranquilo y estable, para tener control de los internos”.
Y empieza a narrar la vida en el penal: “Algunos se levantan a las cinco o seis de la mañana, hacen ejercicio, arreglan su celda, limpian su sección. Se alistan para vigilar. Hay vigilancia las 24 horas, interna y externa. La interna consiste en que todos estamos listos”.
–¿Qué temen?
–Que ataquen Los Aztecas –responde e inmediatamente corrige–: ¿Miedo? ¿Temor? No. Pero sí es lo que más esperamos y estamos preparados. Antes esta área era de las más pequeñas, éramos como 50; aun así hicimos correr a 400 bueyes (aztecas). Ahora que somos cerca de 300, los hacemos correr porque somos los más perrones.
–¿Lo que pasa en la calle es reflejo de lo que pasa dentro de un penal?
–No. Hace un año que no hay ningún motín, cuando fuimos reconocidos mundialmente por ser el penal más violento y sangriento en 2005, 2006, 2007 y 2008. En el de 2009 no hubo muertos. El último lo realizamos nosotros; fue cuando sacamos a Los Aztecas de esta área. Eso fue en 2008. Luego dividieron el penal con muros.
–¿Tienen una alianza con Los Mexicles?
–Una alianza no. Sólo que el objetivo que perseguimos es el mismo.
–¿Cuándo nacen Los AA?
–No sé. Los que iniciaron este movimiento ya están muertos. A diferencia de la ganga (pandilla) de Los Aztecas, que es muy grande, nosotros somos muy pequeños. Es más fácil ver una multitud que a un grupito. A esos bueyes por donde caminen los miras.
–¿Cuál es la esencia de AA?
–¿Que por qué peleamos? Por las injusticias, los abusos. Nosotros llegamos cuando ellos (Los Aztecas) tenían el control del penal. A todos nos quitaban el dinero, a mí me golpearon horrible… vivo de milagro. Yo conocí a Los Aztecas en el penal. Llevo aquí seis años y medio, ingresé por homicidio de dos personas y tentativa de homicidio contra otra. No me pregunte cómo murieron. Lo que le puedo decir es que policías municipales intentaron quitarme el dinero y me agarré a balazos con ellos.
Suena su celular.
–¡Hable! –ordena a su interlocutor.
Mientras contesta el teléfono la reportera lo apremia para que reanude la entrevista, porque es poco el tiempo que se le concedió.
–¿Le dijeron que 15 minutos…? No se preocupe, el tiempo lo decidimos nosotros –responde y corta la llamada.
“Desde el momento en que uno llega al penal, si quiere estar con nosotros está hasta donde quiere y hasta cuando quiere. Nosotros necesitamos que nos apoye aquí. Si el día de mañana sale y quiere hacer su vida normal, tener su familia… adelante. Si vuelve a delinquir está faltando a su palabra… y el día de mañana va a aparecer por ahí tirado.”
–¿Salen y continúan con su pandilla allá afuera?
–No. Allá no somos nada; frente a ellos somos pocos.
–Entonces, ¿por qué se habla de asesinatos que se cometen en busca de Los Doble A, como el caso de Villas de Salvárcar?
–Existe un barrio afuera que se llama AA, pero nada que ver con nosotros. Eso es algo que ellos ignoran.
Suena nuevamente el teléfono. Al colgar, a manera de disculpa, aclara que se trata de su novia, de 15 años, que acude a visitarlo. No le preocupa la grabadora encendida.
Reanuda: “El que sale aquí tiene que comprometerse a portarse bien y tiene que cumplirlo, porque si reincide y vuelve a caer aquí, lo castigamos. ¿Cómo? Lo recluimos en un cuarto sin visitas, sin nada…
“Si es un asesinato tenemos que ver las causas, el motivo por el que se cometió. Pero aquí no puede llegar por extorsión, secuestro, abusos de ese tipo. Nosotros no secuestramos ni extorsionamos ni hacemos carjacking (robo de auto con violencia). De dos años a la fecha no ha caído ningún Doble A por esos delitos. Ningún delito del fuero común, porque está prohibido. El que entre nosotros nos estemos matando, a la gente (ciudadanos) le vale madre; lo que le está afectando es que le roben su vehículo, que asalten su tienda, secuestren y extorsionen. Lo que estamos haciendo no nos corresponde a nosotros, es trabajo de la policía.”
–¿Una limpia?
–Sí. La policía lo que tiene que hacer es arrestar a esos delincuentes. Lo que hacemos es quitarlos de en medio. Nosotros trabajamos derecho.
–¿Matando?
–Como sea. El orden de los factores no altera el producto, el fin justifica los medios. Nosotros intencionalmente, aunque la sociedad no lo vea, estamos ayudando a quitar la escoria. Como ordenan los señores.
–¿El cártel de Sinaloa?
–Sí, el cártel de Sinaloa.
–¿En qué momento empieza la descomposición, las extorsiones, los secuestros?
–Empezaron aquellos (Los Aztecas). Nosotros los combatimos desde 2007.
–¿Cómo empiezan a pelear Los Doble A para los de Sinaloa? ¿Los llaman? ¿Les dieron una consigna?
–Los Doble A solos empezaron a pelear contra ellos. Doble A contra Los Aztecas. Cuando la gente (cártel de Sinaloa) que andaba peleando miró que AA combatía sus marranadas, empezaron a darnos su apoyo.
–¿Cuánta gente conforma la pandilla en Juárez?
–No sé. Es la célula más pequeña, sí, pero también la más dañina. Es que cuando uno se mete tiene que ser el más cabrón, el más sanguinario; si no, no tiene caso estar ahí, porque estamos peleando contra una banda de miles de gentes, cuando la nuestra nada más son cientos. Si uno solo no se considera como cinco personas, mejor no se meta.
Otra llamada de su joven novia interrumpe la entrevista: “Ya voy”, responde al tiempo que se pone de pie.
Al despedirse comenta que acaba de ver la película Salvando al soldado Pérez. Lo compara con Guzmán Loera. “Es magnífica”, dice riendo.
La reportera interrumpe su salida:
–Espere, profundice en cómo empiezan a limpiar la zona…
Aclara: “¡No!, ¿cuál zona? ¡El estado! Vea los periódicos, las cifras”.
–¿Su versión? –se le insiste.
–Vamos ganando. De los 10 mil muertos en Juárez, más de la mitad son de ellos.
–Pero el cártel de Juárez se queja de que en esta limpia el Ejército y la Policía Federal ayudan al de Sinaloa…
–Si estuvieran ayudando no caeríamos nosotros presos.
–Tienen que caer algunos…
–No. Si a mí me dicen: ‘Tienes que caer’, ¡caigo madres! Agárrenme. Los rumores, lo que escucha la gente son mentiras. Aquí no nos ayuda ninguna ley. La ley la hacemos nosotros. Aquí no se ve al Ejército ni nada. Si tengo que hacer un trabajo y se me atraviesa un militar o un policía, lo tiro también al buey. Somos autosuficientes.
–¿Dentro del penal quienes están más armados?
–Aquí todo mundo mete armas… 
–contesta prácticamente desde la puerta.
Mes y medio después de la entrevista, El Nico apareció muerto en su propia sección, la de Los AA.

Ejecución

Versiones obtenidas por Proceso indican que el ataque después del cual murió El Nico no fue producto de un intento de fuga ni de una riña entre bandas rivales, sino una ejecución. Dos fuentes consultadas que solicitaron el anonimato se basan en primera instancia en el video de los hechos, transmitido por la Fiscalía General del Estado.
El video muestra cómo dos encapuchados de Los AA, con chamarra blanca y pantalón oscuro, conducen a uno de los custodios hasta la puerta del área de Prisión Preventiva, donde había 16 personas relacionadas con Los Aztecas, entre ellas una mujer. Un segundo celador permanece recargado en algo que parece un mostrador.
Ahí uno de los internos se dirige a un tercer custodio que no es captado por la cámara. Al regresar le entrega unas llaves a su compañero, quien abre la puerta de Prisión Preventiva. Por otra puerta su cómplice facilita la entrada de cuatro encapuchados más que portan armas largas. En ese momento los tres custodios abandonan el lugar.
Al salir los celadores uno de los encapuchados corre a asegurar la puerta. Al abrir Prisión Preventiva los encapuchados entran y empiezan a disparar. El video no alcanza el interior del área atacada, pero sí muestra que los encapuchados regresan unos instantes al pasillo y luego vuelven a ingresar disparando.
Internos consultados aseguran que después de la ejecución, los Doble A regresaron a su área. No intentaron ir a otra parte. Se habla de que tenían francotiradores como refuerzo, quienes –de acuerdo con las versiones oficiales– impidieron que entrara en acción el grupo antimotines del penal.
Horas después fue hallado el cuerpo sin vida de El Nico. No se ha precisado cómo murió ni quién lo asesinó.
Un reo entrevistado por Proceso afirma que la supuesta orgía –El Diario de Juárez habló de ella– tuvo lugar una noche antes de la matanza y que no fue precisamente una fiesta, sino una reunión convocada por Los AA para afinar los detalles de la matanza.
Al cierre de esta edición el fiscal de la Zona Norte, Jorge González Nicolás, sin dar nombres informó que dos de los agresores ya habían sido identificados, que al director del penal no se le ha imputado ningún delito y que dos de seis custodios que rindieron su declaración pueden resultar responsables.
González Nicolás insiste en que el móvil del supuesto motín fue un intento de fuga. Varios mexicles aprovecharon la confusión para introducirse a dos túneles que los habrían llevado al área administrativa del penal, la más cercana a la calle.
Agregó que se pudo determinar que en la matanza primero fueron fusilados 10 reos, luego tres y que otros cuatro probablemente murieron en el posterior fuego que intercambiaron los internos con los agentes federales. Dijo que hasta el momento no se ha determinado qué estaba haciendo la mujer que murió en esa área.

Complicidades

Por las grandes cantidades de droga que circulan ahí, al penal de Juárez se le conoce como “el picadero más grande” de Chihuahua. Durante la primera presidencia municipal de Héctor Murguía (2004-2007) ocurrieron en esa cárcel dos revueltas, dos choques entre Los Aztecas y Los Mexicles.
En la primera, el 17 de diciembre de 2005, murieron seis reos. En la segunda, el 20 de junio de 2007, hubo dos muertos. Dos meses después, el entonces director del reclusorio, Fernando Romero Magaña, ante las acusaciones de los custodios del penal de que recibía dinero de Los Aztecas les gritó: “¿Por qué no dicen que a ustedes también les dan?”. Molestos, los celadores lo insultaron y le lanzaron botellazos.
Como las disputas continuaron en el penal, en enero de 2008 el entonces alcalde José Reyes Ferriz mandó levantar bardas de más de 10 metros de alto para dividir a las bandas. De un lado quedaron las habitaciones 1, 2, 3 y 4, donde se concentró a Los Mexicles; del otro lado quedaron las habitaciones 5, 6, 7, 8, 9 y 10, donde están Los Aztecas.
Luego se redistribuyeron las habitaciones: la 11 y la 12 para reos de baja peligrosidad; la 13 para expolicías y exceladores acusados de proteger a Los Zetas; la 14 y la 15 para no imputados y los llamados “cristianos” (reos de diversos delitos que se agrupan en torno a sus creencias religiosas); la 16 y la 17 para La Doble A.
En el recorrido de Proceso por el penal, el 14 y el 17 de junio, se constató que Los Aztecas, Los Mexicles y los cristianos ocupan las áreas más grandes y Los AA la más pequeña.
Los recintos que alojan a las tres pandillas se caracterizan por sus altares: los tres honran a la Santa Muerte. En el penal hay 17 habitaciones, cada una con 38 dormitorios con cupo para entre seis y ocho reos cada uno. Todas tienen área de lavado, comedores, talleres, escuela y salas de billar.
En el área de Los Aztecas, a la que no se permitió el acceso a este semanario, hay una capilla dedicada a San Judas Tadeo, edificada por los mismos pandilleros.
Los AA administran dos pequeños terrenos. En uno tienen un chapoteadero, dos gallinas y un perro. Antes tenían un caballo, pero por falta de espacio lo cedieron a Los Mexicles.
Para llegar a la zona de Los Mexicles hay que pasar tres puertas custodiadas por celadores y por internos. Ahí cada habitación tiene grandes altares a la Virgen de Guadalupe y banderas de México. Administran un amplio terreno con cancha de futbol y una granja con el caballo que era de Los AA, conejos, gallinas y gallos de pelea. Su chapoteadero tiene una tortuga.
En los techos de las habitaciones de Los Mexicles son visibles las varillas de alambrón. Es fácil desprenderlas para fabricar las puntas que tan frecuentemente se decomisan en los penales.
El área de las mujeres es la más apartada. Ellas no están separadas sin importar si pertenecen o no a alguna pandilla. Ahí hay tres bebés de brazos que nacieron aquí. Cada viernes va un sacerdote a oficiar misa.
Otra zona es la destinada a los cristianos y una más a los no imputados. Son las secciones más tranquilas.
Este Centro de Readaptación Social es dirigido actualmente por el abogado Lucio Cuevas Sánchez, exsubinspector segundo de la Policía Federal (PF) con reconocimiento público de la DEA.
El Cereso tiene ahora casi 2 mil 355 internos. De ellos, unos mil 35 son aztecas, 300 de Los AA, 500 mexicles, 250 mujeres, 20 no imputados y 250 cristianos. El 9 de junio trasladaron a 275 internos a las Islas Marías.

Desencuentros policiacos

La matanza de reos en la cárcel evidenció los desencuentros de la PF y la Policía Estatal con la Municipal. En cartulinas y mantas las dos primeras han sido acusadas por el cártel de Juárez de proteger al de Sinaloa, mientras que la Policía Municipal, encabezada por Julián Leyzaola, es señalada por el de Sinaloa de apoyar a la mafia local.
Los desencuentros se sumaron desde enero de este año, cuando el alcalde Murguía acusó a un agente federal de asesinar a uno de sus escoltas, a pesar de que éste se identificó. La PF negó esta versión. En mayo de este año se suscitó un nuevo altercado entre escoltas del alcalde y federales.
El incidente más grave ocurrió el día de la ejecución en el penal. Leyzaola intentaba llegar al Cereso, pero la PF disparó contra su vehículo a pesar de que –según la versión del jefe de la Policía Municipal– iba escoltado por varias patrullas. Sin embargo, el Canal 56 de la televisión local transmitió un video que mostró cómo el vehículo de Leyzaola ignoraba el retén, iba con las luces apagadas.