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martes, enero 04, 2011

Gobiernos y trasnacionales desplazan a pobres de territorios seguros

Cada año, desde las principales capitales del mundo, varias agencias de inteligencia actualizan su relación de territorios que se salvan de las inminentes sequías o inundaciones por el calentamiento global. Esos espacios se revalorizan y sus habitantes son obligados a emigrar. Las políticas estatales que apoyan a las agroindustrias y la acción paramilitar que sostienen las nuevas elites locales son el instrumento de esa ambición territorial.

Las zonas del mundo con la menor incidencia en desastres “naturales” están en la mira de las empresas de bienes raíces, instituciones gubernamentales, aseguradoras y organismos financieros internacionales que “mapean” esos territorios para tasarlos a precios más costeables para ellos. Localizar en cuáles regiones es menor el impacto de los terremotos, huracanes y tornados, dónde se registran temperaturas de calor extremo o hay volcanes activos ocupan a los centros de inteligencia en medio de las crisis política y social que representa la amenaza por el cambio climático mundial.

Andrés Barrera, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que los miles de campesinos desplazados o la posibilidad de que las inundaciones y sequías dejen millones de muertos “no son materia de discusión entre los políticos que dialogaron en la Cumbre Mundial contra el Cambio Climático”.

El doctor en sociología advierte que la crisis por contaminación química o por la expansión salvaje de las urbes ante el desmantelamiento rural acusa situaciones de guerra. A su juicio, esto muestra un escenario planetario en el que hay “un vuelco en el valor de uso de los territorios del planeta”, que debe discutir la sociedad, ya que hace tiempo está bajo la consideración de los grandes centros de inteligencia.

Actualmente, el Panel Intergubernamental del Calentamiento Global pone el acento en dos temas centrales: las medidas de mitigación y las medidas de adaptación al cambio climático. Para Barreda Marín, esto sucede porque ya se están haciendo mapas pormenorizados de todas las zonas en el mundo que se inundarán por la elevación del nivel del mar.

En el centro del debate, está la eventualidad, cada vez más real, de que entre 2010 y 2050 la temperatura global aumente entre 3 y 4 grados. Esto significa un caos territorial planetario porque acarreará inundaciones, desplazamientos, muerte. En este caos, insiste el analista, nunca se especifica cuántos muertos habrá.

Los centros de poder político ponen el énfasis en que, con 2 grados más de temperatura, se derretirán todos los glaciares, desaparecerán el casquete polar, los bancos de corales y las fuentes de biodiversidad. Subrayan que, frente a ese fenómeno, se van a “estresar” las fuentes de agua. “Siempre hablan de efectos en escenarios naturales; nunca se detienen en los efectos devastadores en los escenarios sociales”.

El también economista político sostiene que estos datos implican muerte, pues este año ya hubo miles de fallecimientos por el cambio climático. “¿De cuántas personas estaremos hablando en 2011, de decenas de miles? En 10 años, ¿de cuántos, de cientos de miles? ¿Y en 50 años, de cuántos; y después, de miles de millones?”, pregunta.

Explica que ese cambio de política no se discute ampliamente entre la sociedad; tampoco se debate cómo se modifica la estructura de los Estados ni de la actuación articulada de los paramilitares en las comunidades rurales. Ahora, afirma, “sólo se tiene una visión totalmente nazi del cambio climático”.

Ocupación territorial

Barreda Marín advierte que, en México, ya existe un problema de polarización extrema entre la sociedad: los que trabajan por la defensa del medio ambiente en grupos organizados y los gobiernos que “atacan desde el cambio climático”. Un escenario de esta pugna es Michoacán, al que califica como un punto paradigmático de este país.

Refiere que mientras los gobiernos y las organizaciones discuten sus concepciones sobre la defensa ambiental, las organizaciones del crimen organizado “están deforestando grandes extensiones con motosierras provistas de silenciador”. También sucede que cuando las comunidades defienden sus bosques de la deforestación, esos grupos los amenazan con metralletas.

Algo similar ocurre con los productores de aguacate. En el momento de la cosecha, llegan los grupos del narcotráfico y se llevan la mitad de lo que recogieron. El académico afirma que “esa ocupación territorial ya se instauró no sólo en Michoacán, sino en otras partes del país”. Advierte que esas fuerzas ya controlan los territorios rurales, los ocupan y avanzan.

Insiste en la necesidad de vincular los nuevos escenarios de la geopolítica del cambio climático –no totalmente cartografiados? con los escenarios de paramilitarización y desmantelamiento de los recursos. Anticipa que cualquier actividad de resistencia, por mínima que sea, que defienda un bien público será criminalizada, ya que la paramilitarización y el ataque contra los derechos territoriales de las comunidades están escalando.

Estudioso de la economía, Barreda describe que este complicado panorama ocurre en medio de un planeta que enfrenta tres picos: el petrolero, el hídrico y el minero. De acuerdo con el informe más reciente del Servicio Geológico Estadunidense, se han agotado ya más de 50 de los casi 80 minerales (metálicos y no metálicos) del mundo.

Las rocas de alta ley de mineralización prácticamente dejaron de verse y ahora ya no hay más que rocas de muy baja ley. Como resultado, se masificó la minería a cielo abierto y esta práctica se traduce en un ataque intensivo contra la geografía local.

“Es la geopolítica del agotamiento de los minerales”, que coincide con el pico hídrico; el de la energía y el de la biodiversidad, que desembocará en un gran colapso. Barreda Marín caracteriza la situación ambiental como resultado de la crisis de la política de los Estados por el control y ocupación de los territorios.

Búsqueda de espacio

El 6 de abril de 2007, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático presentó su informe en el que las hambrunas, la sequía, olas de calor, incendios, tormentas y la proliferación de enfermedades infecciosas figuraban como las grandes amenazas del calentamiento global. Tres días después, los senadores estadunidenses Richard Durbin (demócrata por Nebraska) y Chuck Hagel (republicano por Illinois) solicitaron que se elaborara la Estimación nacional de inteligencia sobre los retos de seguridad en materia de cambio climático.

Esa evaluación involucró a 16 agencias de inteligencia estadunidenses ?entre ellas, la Agencia Central de Inteligencia, la Oficina Federal de Investigación y diversas áreas de la inteligencia militar?. El trabajo conjunto, que se estimó entre tres y seis meses, proporcionaría los datos para tener una visión clara de esa amenaza. Aunque esto significaba una inversión significativa de tiempo y recursos, era un tema de seguridad, pues, según Durbin, las consecuencias del cambio climático son un claro peligro para Estados Unidos y una potencial “amenaza multiplicadora para la inestabilidad en todo el mundo”.

Extranjerización de la tierra

La gran extensión territorial que necesitan los monocultivos de soya y palma de aceite en Argentina, Colombia y Brasil acarrea especulación de tierras, desplazamiento de comunidades y alteraciones en la biodiversidad, sostienen analistas.

La tierra, antes de propiedad común, se privatiza cuando las agroindustrias determinan el proceso de producción de determinados cultivos. El ciclo monocultivo-privatización-éxodo se mantiene gracias a políticas públicas que alientan la industrialización agraria.

“Actualmente, los desplazamientos territoriales masivos tienen más que ver con las amenazas paramilitares y por presiones de las agroindustrias que por los desastres naturales que ocasiona el cambio climático”, sostiene Eduardo Correa, profesor del posgrado de derechos humanos de la UNAM.

Los enclaves con abundantes recursos naturales (agua, minerales, fauna y flora abundante) son reservas mundiales de gran valor. Ya sea por su potencial extractivo o porque las nuevas elites aspiran a habitar un determinado entorno, la puja por zonas rurales se convierte en una verdadera guerra de posiciones estratégicas.

Negocio de bancos y seguros

El 23 de noviembre de 2010, la Junta de Directores del Banco Mundial (BM) aprobó lo que llamó “paquete de tres iniciativas” por valor de 713.24 millones de dólares para reforzar el “esfuerzo verde” de México en energía, transporte y ambiente. Al anunciar este préstamo, el organismo financiero internacional destacó que esos rubros son “estratégicos” por su cercanía con los efectos del cambio climático.

El “paquete” del BM se divide en un préstamo por 401 millones de dólares para impulsar políticas públicas que promuevan los esfuerzos gubernamentales para alcanzar los objetivos de mitigación y adaptación al cambio climático contemplados en su Programa Especial de Cambio Climático.

Leer articulo completo AQUI.

domingo, diciembre 05, 2010

Diez años de desilusión

“Este es el invierno de nuestro descontento”, anuncia el duque de Gloucester en la obra shakesperiana Ricardo III. Y vaya que lo es en México tras 10 años de gobiernos panistas en la Presidencia: 10 años con logros como la estabilidad macroeconómica, la expansión de las libertades, el crecimiento de la vivienda, la consolidación del programa Oportunidades, algunas reformas obtenidas en el Congreso. Logros sin duda, pero demasiado pequeños para el tamaño de los retos que México tiene enfrente y que ha ignorado. Mientras tanto, Felipe Calderón convoca a impedir la “tragedia” que significaría el regreso del PRI a Los Pinos, y las encuestas colocan a Enrique Peña Nieto a 40 puntos de ventaja sobre cualquier adversario.

La verdadera tragedia es que el PAN mismo ha contribuido a crear ese escenario. Lleva 10 años produciendo presidencias que no han podido o no han querido pelear por la modernización de México y han preferido conformarse con su inercia; celebrar su estancamiento; darse palmadas en la espalda por las crisis que evitaron y por los riesgos que no tomaron. Vicente Fox será recordado en gran medida por todo lo que pudo hacer y no hizo. Felipe Calderón, por la primacía que le dio a una guerra que no pudo ganar. Por todo lo viejo del antiguo régimen que sigue vivo entre nosotros.

Ambos se convirtieron en presidentes que no quisieron lidiar con los vicios del viejo sistema y erradicarlos. Dos líderes que no pudieron encarar a los peores demonios del PRI como forma de vida y encontrar la manera de exorcizarlos. Incapaces de entender que con la transición tenían ante sí la posibilidad de transformar y no sólo de preservar. Alguien como Vicente Fox, quien había denunciado a las tepocatas, a las alimañas y a las víboras prietas para después tomarse la foto junto a ellas.

Vicente Fox prefirió vender antes que gobernar. Prefirió promover antes que cambiar. Prefirió viajar a lo largo del país antes que comprender lo que debía hacer para echarlo a andar. Prefirió conformarse con la estabilidad macroeconómica, sin pensar en lo que tendría que haber hecho para construir una economía más dinámica sobre sus cimientos. Prefirió mirar el vaso medio lleno, sin ver que la mirada mundial lo ve cada vez más vacío. Un país económicamente estable pero paralizado, subsidiado por su petróleo y sus migrantes. Quizás mejor que ayer para algunos, pero igual que ayer para muchos.

Un país que –en términos de reformas profundas y necesarias– lleva 10 años dormido. Ignorando los retos que la globalización exige: una economía más competitiva, una mano de obra más productiva, una población más educada, un capitalismo más dinámico que genere riqueza y –al mismo tiempo– tenga los incentivos para distribuirla mejor. Un país con logros que palidecen ante el peso de los problemas que Vicente Fox y Felipe Calderón dejarán tras de sí.

Un México más libre pero más polarizado. Un México con más crédito pero con más crimen. Un México con más vivienda pero con más narcotráfico. Un México con más Oportunidades del cual un número creciente de personas decide emigrar. Un México con un Estado más descentralizado pero más acorralado por intereses particulares cada vez más poderosos. Un México con baja inflación y alta concentración de la riqueza. Un México dividido en un Norte violento y un Sur estancado. Un México que va perdiendo la ventaja competitiva de su cercanía con Estados Unidos, mientras lamenta el surgimiento del antimexicanismo que su letargo y su violencia han contribuido a desatar.

Quizás Vicente Fox y Felipe Calderón no son responsables de esta larga lista de sinsabores, ya que el PRI como partido mañoso y obstructor también carga con una parte de la culpa. Pero en muchos casos los presidentes panistas han exacerbado los problemas existentes. Por acción y por omisión. Por lo que hicieron y por lo que dejaron de hacer. Por las viejas reglas del juego que no modificaron y con las que permitieron que los poderosos y los privilegiados en México siguieran jugando. Por todo aquello frente a lo cual Vicente Fox cerró los ojos o volteó la mirada. Por la frivolidad desplegada que su propia esposa fomentó. Por las negociaciones difíciles que debió haber emprendido y eludió. Por el vacío de poder que produjo y que otros llenaron. Porque a lo largo de seis años Fox fue un candidato permanente pero un presidente intermitente. Fue un porrista de tiempo completo pero un jefe de Estado que llevó a éste a su debilitamiento.

Y ese probablemente es el peor legado foxista con el cual Felipe Calderón no ha podido lidiar. Un Estado que en rubros cruciales ha perdido la capacidad para serlo. Un Estado que existe para proteger la seguridad de la población pero no puede hoy asegurarla. Un Estado que existe para gobernar en nombre del interés público que ha sido rebasado por los intereses fácticos. Un Estado acorralado por las fuerzas que debería articular pero frente a las cuales se ha rendido. Un Estado arrinconado por los múltiples “centros de veto” que constriñen su actuación. Los monopolistas rapaces y los líderes sindicales atrincherados y las televisoras chantajistas y los empresarios privilegiados y los movimientos sociales radicales y los priistas saboteadores que ofrecen pactar pero sólo para diluir. Todos los que ejercen el poder informal en México. Todos los que han llenado el hueco que la Presidencia encogida deja allí.

En días recientes, Felipe Calderón ha argumentado que sería una “tragedia” volver al pasado con la corrupción, las complicidades y la opacidad que lo caracterizaron. El problema es que la tragedia ya está aquí entre nosotros. Encarnada en cada momento en que Felipe Calderón pactó con Elba Esther Gordillo, protegió a Juan Camilo Mouriño, salvó a Juan Molinar, se negó a entregarle datos al IFAI, se doblegó ante Televisa y no encaró a Carlos Slim. La tragedia de dos presidentes panistas: uno que sacó al PRI de Los Pinos y otro que lo regresará allí. Dos presidentes que salen relativamente mejor librados que sus peores predecesores, pero eso es poco decir. Dos figuras que sembraron esperanzas pero ahora cosechan reclamos. Al juicio de la historia le corresponderá aclarar si las presidencias desilusionantes de Vicente Fox y Felipe Calderón se explican por constricciones estructurales al margen de su temperamento o si ellos mismos las exacerbaron. Por miedo o flojera o ausencia de audacia o falta de experiencia. Sea cual sea la respuesta, el último presidente panista a dos años de terminar su periodo está inmerso en una tragedia como la definió Albert Schweitzer: “lo que muere dentro de un hombre mientras él sigue vivo”.

lunes, noviembre 22, 2010

Un mundo sin mando: ¿Multipolaridad o anarquía?

Barack Obama, presidente de E.U.

Orlando Delgado Selley

MÉXICO, DF, 19 de noviembre (apro).- La Cumbre del G-20 realizada la semana pasada en Seúl fracasó. Las diferencias entre China y Estados Unidos impidieron que se alcanzaran acuerdos que detuvieran la ‘guerra de divisas’. Ni siquiera pudieron lograrse definiciones precisas para instrumentar la aplicación del acuerdo logrado en Basilea el mes pasado sobre las grandes empresas financieras. La cumbre ha evidenciado que hay más diferencias que acuerdos, pero ha mostrado algo de mayor importancia: en este mundo globalizado no hay mando. El reinado de Estados Unidos se terminó. Hay diversos agrupamientos de países, pero circunstanciales, como el formado frente a la decisión de la Fed, o el que busca mayor representación en el FMI y en el Banco Mundial, o el de la unión monetaria europea.

Estos grupos tienen acuerdos específicos, momentáneos. Lo que no hay es acuerdos de largo plazo. Por eso, puede decirse que está en cuestión si el propio G-20 tiene sentido. Este organismo, aunque nació en 1999 para enfrentar la inestabilidad financiera provocada por la crisis asiática de aquellos años, fue reanimado por Estados Unidos como un foro con mayor capacidad y representatividad que el G-7, que reunía a los grandes países desarrollados (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá), y también que el G-8, que sólo crecía con la incorporación de Rusia. El G-20 podía actuar coordinadamente ante el estallido de agosto de 2008.

El G-20, curiosamente, no está constituido por 20 países sino por 19 más la Unión Europea. Los países miembros son 16 de los 18 de mayor tamaño en el mundo actual (Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Brasil, Canadá, Rusia, India, Australia, México, Corea del Sur, Turquía e Indonesia, ordenados por su PIB en dólares), más otros tres de menor peso económico (Arabia Saudita, Sudáfrica y Argentina). A este grupo se ha sumado a empujones España, que no fue convocado, pero que desde la primera reunión se hizo invitar por la Unión Europea y, a fuerza de asistir, ya se considera invitado. (En la foto oficial, sin embargo, Rodríguez Zapatero siempre sale atrás, junto con los titulares del FMI, OCDE, OIT, Banco Mundial y otros organismos multilaterales).

Convocados por Estados Unidos, el grupo se reunió en Washington en noviembre de 2008, dos meses después de que Lehman Brothers, el banco de inversión estadunidense número dos del mundo, cayó en quiebra y provocó que en un día se perdieran 500 mil millones de dólares. Esa reunión, que por primera vez tuvo la asistencia de los jefes de Estado del grupo, llegó a dos acuerdos: uno que resultó de gran importancia y que contradecía la ortodoxia económica hasta entonces dominante en el mundo, y que consistió en inyectarle a las economías 2 billones de dólares, dos millones de millones de dólares. La novedad radicaba en que esa cantidad de dinero no se inyectaría en operaciones de los bancos centrales, sino con gasto público. El otro acuerdo fue reformar al sistema financiero internacional para reducir su vulnerabilidad.

Estímulo económico al viejo estilo: no para los bancos sino repartido entre consumidores y empresas productivas. En la declaración de Washington, los jefes de Estado anotaron que “hemos tomado medidas duras y significativas para estimular nuestras economías, proveer liquidez, fortalecer el capital de las instituciones financieras, proteger el ahorro y los depósitos, enfrentar las deficiencias regulatorias, descongelar los mercados de crédito…”

La heterodoxia se justificaba ya que las economías iban en picada y lo urgente era detener la caída. La cantaleta de que el mercado era capaz de corregir los problemas ya no funcionó. Había que actuar y lo que el G-20 logró fue que los gobernantes de los países miembros aceptaran que, primero, había que estimular fiscalmente la demanda interna y, después, cuando la recuperación se consolidara, ocuparse de la sustentabilidad fiscal.

La situación en el momento de esa reunión en Washington era claramente desesperada. Con facilidad se construyó un acuerdo, en el que participaron incluso los promotores mundiales de la ortodoxia, los del Fondo Monetario Internacional, que hasta cambiaron de discurso.

En la siguiente reunión, en Londres, en marzo de 2009, ya con el presidente Obama en la Casa Blanca, la crisis no solamente se mantenía, sino que empeoraba. Aunque había quién decía que esta crisis era apenas la mitad de la de 1929, se pudo demostrar que era mucho peor. Un artículo que se hizo famoso, escrito por Barry Eichengreen y Kevin O’Rourke en esas fechas, mostró que la trayectoria de la crisis era bastante peor.

En esa segunda reunión, de Londres, de nuevo se reconoció que “la expansión fiscal está proveyendo un apoyo vital al crecimiento y al empleo. Actuando juntos fortalecemos el impacto de las excepcionales medidas anunciadas, las que deben implementarse sin demora. Estamos comprometidos a mantener el esfuerzo el tiempo necesario para restaurar el crecimiento…”

El otro acuerdo para reformar el funcionamiento de las empresas financieras se mantenía, pero al entrar en detalles las diferencias afloraron: los de la Unión Monetaria Europea que demandaban la aplicación rápida de mayores controles, fueron detenidos por Estados Unidos y el Reino Unido. En esta reunión surgió un tercer acuerdo: modificar la estructura de gobierno del FMI y del BM para dar mayor voz y representación a las economías emergentes.

En Pittsburg, la siguiente reunión, el discurso cambió. La declaración de los jefes de Estado era elocuente: “Nos encontramos en medio de una transición crítica entre la crisis y la recuperación que dé vuelta a la página de una era de irresponsabilidad y que adopte una serie de políticas, regulaciones y reformas que enfrenten las necesidades de la economía global del siglo XXI”. Aunque aún se carecía de información dura que permitiera afirmar que la crisis se estaba superando, ya era claro que la acción fiscal de los gobiernos del mundo desarrollado y en desarrollo empezaban a lograr su principal cometido: detener la crisis.

Hubo, por supuesto, gobiernos como el mexicano que prefirieron mantener sus finanzas públicas “sanas”, ignorando los acuerdos que suscribió, pese a que la crisis golpeaba duramente a sus poblaciones, con los resultados que conocemos: reducción del PIB mexicano en 2009 de 6.5%.

Hubo señalamientos especialmente duros: “Debemos asegurarnos que nuestros sistemas regulatorios bancarios reinen sobre los excesos que condujeron a la crisis. No podemos permitir que se mantenga el comportamiento descuidado y carente de responsabilidad que condujo a la crisis en el sistema bancario”. Una consecuencia de este razonamiento fue plantear que se incrementaran los requerimientos de capital para los bancos, se discutiera la implementación de medidas para que hubiera prácticas compensatorias y terminara la toma excesiva de riesgos, mejorara el mercado de derivados y se desarrollaran mejores herramientas para evitar que las grandes empresas tomaran riesgos mayores.

El tema de las grandes empresas que no podían quebrar (las llamadas TBTF, too big to fail) apareció. Un problema era la discusión sobre si esas TBTF debían existir, esto es, los gobiernos podrían plantearse evitar la concentración de grandes empresas financieras, de modo que al no existir no habría que ocuparse de esas grandes entidades con enorme peso sistémico. El asunto de la modificación de la participación en el gobierno del FMI y del Banco Mundial tomó ya números: aumentar por lo menos 3% el peso del voto de los países en desarrollo y en transición (los antiguos países miembros de la URSS).

La cumbre de Toronto, de junio de 2010, emplazada con una crisis en remisión, ya no fue capaz de producir resultados importantes. La diferencia mayor fue para determinar la prioridad del momento: mantener los estímulos fiscales o bien ocuparse de inmediato en corregir las finanzas públicas. En esa reunión el tema de la deuda griega dominó: desde el mes de diciembre anterior, el nuevo gobierno griego había sido notificado que las agencias calificadoras, preocupadas por la posibilidad de que si no pudieran renovar su deuda al mismo precio tendrían dificultades para cumplir con sus compromisos, rebajaban su calificación. Esa rebaja hizo que las dificultades ‘posibles’ se concretaran, elevando inmediatamente el costo de renovación hasta en 9 puntos porcentuales su diferencial respecto a la deuda alemana.

La historia de la crisis griega, desatada en febrero y enfrentada por los países de la zona euro hasta mayo, puso en primer lugar el tema de las finanzas públicas: déficit y deuda. Las medidas de austeridad, bien conocidas en América Latina desde los años ochenta del siglo pasado, se impusieron en los países de la periferia europea: Portugal, Irlanda, Grecia y España y también en los países fuertes: Alemania, Francia y, meses después, en el Reino Unido. Así que los europeos llegaron a la cumbre de Toronto con la espada desenvainada, pero no pudieron imponer su visión de la escala de prioridades. Estados Unidos y los países emergentes, destacadamente Brasil, China, India y Rusia, plantearon que la prioridad seguía siendo la recuperación. Al final la conclusión de Toronto fue “patear la pelota hacia adelante.”

En la reciente reunión de Seúl se pensaba que se resolverían los problemas de coordinación internacional para que la recuperación económica pudiera dinamizarse. No ocurrió. Al contrario, las diferencias aumentaron. El punto de partida ya no fue la crisis griega, sino la “guerra de las divisas” y la decisión de la Reserva Federal estadunidense de inyectarle 600 mil millones de dólares a su economía. El tema de las divisas, abiertamente discutido en la reunión conjunta del FMI-BM de finales de septiembre, sólo quedó en esa ocasión en la declaración de intenciones futuras para corregir los desequilibrios. Esos desequilibrios no involucran a China solamente, sino que incorporan a Alemania, Japón, Corea, Brasil, Rusia, India. De modo que cuando Timothy Geithner, secretario del Tesoro estadunidense, dijo que había que limitar los superávit comerciales a 4% del PIB, no demandaba que China devaluara, sino que los otros grandes exportadores quedaran bajo el control del FMI.

Era una confrontación entre Estados Unidos y esos países superavitarios. Ya una vez, en 1985, en una reunión celebrada en el hotel Plaza en Nueva York, Estados Unidos forzó a que los entonces países superavitarios, Alemania, Francia, Japón y Gran Bretaña, devaluaran 50% sus monedas para que el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos disminuyera. Eran los tiempos en que este país podía imponer “acuerdos”. Pero esos tiempos ya pasaron. En 2010 no puede hacerlo: China no es Japón, ni Alemania está en la misma posición que hace 25 años. El mundo unipolar surgido de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe de la URSS duró poco. La historia no terminó. En realidad está empezando una nueva historia, cuya trama es desconocida, pero está claro que no habrá un solo papel estelar sino muchos tendrán papeles estelares.

Comentarios: o_selley2001@yahoo.com

miércoles, septiembre 24, 2008

Crisis, polarización y pleitos

Luis Linares Zapata

Después de más de un cuarto de siglo de inmovilizadora y torpe gestión de los asuntos, públicos y privados, el país ha entrado en una fase agravada de crisis, esta vez bastante generalizada. La imposición de un modelo de gobierno impertinente con el desarrollo y la justicia es la causa eficiente del deterioro que se padece en todos los órdenes de la vida organizada. En una de las esquinas de tal crisis se halla, qué duda cabe, la postración y la desarticulación del aparato productivo nacional. Pero la descomposición social aparece, con frecuencia inusitada, como la vertiente de mayor peligro, aunque, desde la dilecta cumbre decisoria, ésta sea poco apreciada y, menos aún, atendida como indicaría la prudencia.

Décadas de ralo crecimiento desembocan no sólo en la carencia de empleo, sino en la precariedad de cualquier otro medio de subsistencia al alcance de las mayorías. Cerrados horizontes de oportunidades para crecientes grupos de población se enseñorean por doquier y merman la indispensable renovación de la esperanza en un futuro asequible. A su vez, la falta de equidad contamina, hasta su mismo núcleo reproductivo, el indispensable ensanchamiento del mercado y mejoría a los consumidores. Lo que debía consolidarse como una fábrica nacional de alcances masivos se vuelve, con el paso de los días, en una maquinaria importadora de todo lo imaginado, lo deseable y hasta lo más indispensable.

La descomposición de las relaciones sociales tiene, en la incontenible violencia, una medida precisa del estancamiento económico y la involución que han sufrido las relaciones humanas, familiares y comunitarias. La incapacidad del sistema productivo para dar cabida a todo aquel que lo requiera, obliga a expulsar a crecientes contingentes de mexicanos (un millón 300 mil en los dos últimos años del desgobierno del señor Calderón, un récord inhumano). Creciente número de municipios en la República se han convertido, por el abandono y la marginación en que se debaten, en grotescos talleres donde se incuba y entrena la delincuencia. De ellos van saliendo los miles de reclutas que cada año solicita el crimen organizado. Un efectivo y reciclable ejército que recibe cursos de capacitación a su paso por las atiborradas prisiones. Este ciclo reproductivo ya inició su fatal ronda.

Aun así, la cúpula decisoria del país todavía insiste en continuar por el mismo sendero que marca el decadente y disolvente modelo vigente. No sólo pretenden conservar los privilegios instalados como motores de la inequidad, sino que los ensanchan de manera cotidiana y salvaje. El fisco se ha convertido en su refugio predilecto para sus deleites y enriquecimiento. La oportunidad de un recambio se perdió en medio de la frivolidad, la incapacidad y el torrente de tonterías, dispendio y corrupción que se enseñoreó durante el sexenio de Fox. Ese ranchero nailon que todavía aparece en la escena pública por la inoperancia de un panismo de pequeños actores. Y, en su turno, Calderón pretende continuar, a pesar de los gritos del ¡sálvese el que pueda!, que se oyen por doquier.

El coro de difuminadores mediáticos que secunda al oficialismo crece y se encorajina ante los retobos de una sociedad cada vez más polarizada. Esta polarización no tiene, según ellos, base de apoyo e historia. Saltó de repente por la necedad de alguien a no plegarse al dictado de las urnas, aunque éstas no dieran clara sentencia y sí despertaran sospechas y constancias de un fraude cierto. Insisten en catalogarla como fruto de un predicador de la división en que convierten a López Obrador en sus denuestos y exorcismos cotidianos. Los alcances de sus alegatos, faltos de ética periodística, apenas tocan los oídos de algunos incautos. La gente, esa buena gente que tanto desprecian, ya no les cree ni sigue sus alocados silogismos e invenciones. Busca, en cambio, sus propios asideros, saca sus conclusiones y ensancha sus percepciones. La gente, esa buena gente para ellos tan desconocida, rechaza la continuidad de un modelo que los empobrece y encauza sus energías renovadoras hacia la construcción de un movimiento de renovación nacional. Un simple llamado a la unidad por parte del señor Calderón debía, según ese su coro, borrar tan acendrada herida en el cuerpo de la nación. Cuánta incapacidad de penetrar en el análisis de los fenómenos colectivos y dar rienda suelta a sus temores e intereses.

En medio de todo este conjunto de errores y olvidos, de necedades, sufrimientos generalizados, temores desatados y apañes en gran escala, una parte de la elite política se ensarta en pleitos de poca monta. Mientras el escenario completo donde discurren millones de almas se tambalea y cruje, ellos siguen con sus desplantes de rijosos sin darse cuenta de la tragedia. Lamentos y dolores pasan desapercibidos a sus serenas miradas de conductores en que se han entronizado. Sólo hay cabida para las propias pasiones, para los reacomodos y empujes de sus personales intereses. Así, los de arriba, se traban en la puja por los favores de unos cuantos concesionarios de la radio. El señor Calderón sale, de improviso pero con saña, al paso de una ley que el priísmo cupular quiere promulgar para regalar concesiones de FM. El objetivo de ambos es congraciarse con unas cuantas cadenas de mandones de la radio. La riña es cuerpo a cuerpo, directa, sin tapujos.

Allá enfrente, ante sus ambiciones desatadas, aparecen las elecciones de 2009. Los bienes públicos, una vez más, serán asignados a los favorecidos de siempre. Se alega que los concesionarios de AM ya no hacen negocio, no reciben publicidad y hay que rescatarlos a costa del erario. En el rejuego no aparecen cifras, pero algunos las sitúan en cientos de millones. Se intenta, de nueva cuenta, situarse dentro del grupo de los triunfadores como haiga sido. Detrás de ellos ruge el abismo, pero eso poco importa, será una pena más de los desvalijados que insisten en serlo.