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viernes, julio 05, 2013

DE Edward Snowden

¿ A que le temen ?
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@EJosephSnowden: The iron fist of Barack Obama is shuttering a free press. 
AP President: Government chills Press Sources
@EJosephSnowden: Corporatist Jackals in the United States want Public Television to Shut Up. But they won't. 
TOO HOT FOR PBS: 'CITIZEN KOCH' Trailer

jueves, octubre 13, 2011

La farsa de los debates en Estados Unidos

Los candidatos de los partidos políticos que anhelan conquistar la Casa Blanca fueron sometidos en el pasado a la ruda prueba de los debates abiertos, en directo y ante las cámaras televisivas, para el gran regocijo e interés de los ciudadanos. Pero esta esencia democrática de interrogar a los aspirantes presidenciales ya no existe más. Los grupos financieros y comerciales han tomado el control e impiden toda pregunta que cuestione los verdaderos problemas y desafíos de la nación.

George Farah/Red Voltaire

Las candidaturas de Barack Obama y de John McCain negociaron un detallado contrato secreto que estableció los términos de las contiendas durante la campaña presidencial de 2008. El acuerdo incluyó quiénes asistirían a las discusiones, qué temas deberían tratarse y la estructura del formato de cada debate.

Desde 1987, la empresa privada creada por y para los partidos Republicano y Demócrata, llamada Comisión de Debates Presidenciales (CPD, por su sigla en inglés) patrocina las controversias de los candidatos y pone en práctica las estipulaciones de éstas. Para blindar de cualquier crítica a los aspirantes de los dos principales bandos, la CPD no da a conocer públicamente el contenido del tratado.

En 1986, los comités nacionales republicano y demócrata ratificaron un acuerdo para “asumir el control de los debates presidenciales” de la Liga de Mujeres Votantes, entidad no partidaria. Quince meses después, incorporaron a la jefatura de la CPD a Frank Fahrenkopf, del Partido Republicano, y a Paul Kirk, del Partido Demócrata, quienes todavía comparten la jefatura de la Comisión y cada cuatro años ejecutan y encubren los acuerdos elaborados en común por los candidatos de ambos partidos.

Antes de la formación de la Comisión, la Liga de Mujeres Votantes actuó como un patrocinador auténticamente independiente de los debates entre 1976 y 1984, al asegurar la inclusión de aspirantes independientes populares y prohibir a los dos grandes partidos efectuar operaciones de manipulación de los formatos de las contiendas.

En 1980, la Liga invitó al postulante autónomo John B Anderson a que participara en una polémica, pero el presidente Jimmy Carter rechazó con firmeza su colaboración. Cuatro años más tarde, cuando las campañas de Ronald Reagan y de Walter Mondale vetaron 68 proposiciones de los miembros del panel para eliminar las preguntas difíciles, la Liga denunció abiertamente a los aspirantes por “abusar totalmente del proceso”. La protesta pública que vino enseguida persuadió a los candidatos a aceptar a los integrantes de la división de la Liga para la controversia siguiente.

En 1988, cuando las campañas de George W Bush y de Michael Dukakis elaboraron el primer contrato secreto del debate –un “memorándum de entendimiento” dictado por quienes iban a participar, sobre quién haría las preguntas e incluso la altura de los podios– la Liga declinó llevarlo a cabo. En su lugar, ésta difundió un comunicado de prensa que señalaba: “Las exigencias de ambas organizaciones de campaña perpetrarían un fraude contra el votante estadunidense”.

Los dos partidos principales, sin embargo, no quisieron más un patrocinador que limitara el control de sus candidatos. En consecuencia, crearon la Comisión para ejecutar los debates. Y desde que tomó el control en 1988 obtiene un financiamiento mediante contribuciones de grandes corporaciones. Las trasnacionales interesadas en verse favorecidas por los reguladores que se elegirán para el Congreso donan millones de dólares en contribuciones a ésta y las locaciones del debate se convirtieron en carnavales corporativos, donde las compañías patrocinadoras comercializan sus productos, servicios y agendas políticas.

El gigante tabacalero Phillip Morris USA fue el principal patrocinador en 1992 y 1996. Otro importante contribuyente fue Anheuser-Busch Companies, que financió debates presidenciales en su ciudad sede de Saint Louis, Missouri, en 1996, 2000, 2004 y 2008. No es asombroso que la Comisión haya podido incrementar en millones de dólares las contribuciones corporativas. Fahrenkopf y Kirk, copresidentes y controladores de la CPD, son lobbystas registrados de dichas compañías trasnacionales. El último obtuvo 120 mil dólares por hacer lobby en favor de Hoechst Marion Roussel, una empresa farmacéutica alemana. Fahrenkopf gana aproximadamente 900 mil dólares anuales como principal cabildero de la industria del juego, que mueve 54 mil millones de dólares en Estados Unidos. Como presidente de la Asociación Estadunidense del Juego, envía enormes contribuciones financieras a los candidatos importantes del Partido Republicano y satura los medios de información con testimonios de “expertos” que exaltan las “muchas ventajas” del juego. Fahrenkopf aseguró que “no vamos a disculparnos por intentar influir elecciones políticas”.

“Éstos son los individuos que deciden quién conseguirá participar en los foros políticos más importantes de Estados Unidos”, señala el periodista George Farah a la organización Open Debates. Añade: “Las prácticas de cabildeo de Kirk y Fahrenkopf demuestran su buena voluntad para proteger los intereses corporativos a expensas de los votantes. Esto no resulta sorprendente desde que las dos sillas de la copresidencia de la CPD están dispuestas a preservar las valiosas utilidades de ambos partidos en detrimento de los ciudadanos”.

La estructura actual permite que las corporaciones donen dinero a los bandos Demócrata y Republicano, que en esencia apoyan su duopolio sobre el proceso político y excluyen las voces de terceros que puedan resultar hostiles para el poder corporativo.

Históricamente los postulantes terceros han desempeñado papeles críticos en la democracia estadunidense por introducir al conocimiento popular los grandes problemas que de manera eventual fueron cooptados por los dos grandes partidos, como la abolición de la esclavitud, el derecho al voto de las mujeres, seguridad social, leyes de trabajo infantil, escuelas públicas, elección directa de senadores, vacaciones pagadas, compensación por desempleo y formación de sindicatos. Con la exclusión del discurso de los aspirantes, éstos no pueden romper el silencio de los dos partidos en donde hay un desacuerdo de los bandos principales con la mayoría de los ciudadanos estadunidenses.

Respecto a los últimos debates, Farah cuestiona “¿por qué en un país donde las corporaciones constituyen la fuerza política y económica dominante, éstps se hicieron sin mencionar la palabra “corporación”? ¿Por qué no hay preguntas sobre reformar el financiamiento de las campañas? ¿O del crimen corporativo? ¿La devastación ambiental? ¿Pobreza infantil y falta de viviendas? ¿Libre mercado y globalización? ¿Concentración de la propiedad de los medios? ¿Gasto militar? ¿Inmigración? ¿Libertades civiles y derecho a la privacidad?”.

Durante las dos últimas décadas en que la Comisión patrocina los debates presidenciales, se han excluido las cuestiones desafiantes, los moderadores enérgicos y pertinentes, el seguimiento de las preguntas, las interrogaciones de candidato a candidato y las refutaciones. Típicamente, los formatos de la CPD impiden un examen profundo de asuntos críticos y permiten que los candidatos (y futuros presidentes) reciten una serie de frases memorizadas.

El legendario periodista y conductor de noticiarios Walter Cronkite –fallecido en 2009– dijo que los debates presidenciales patrocinados por el CPD son un “fraude injusto”.

Fuente: Fuente: Revista Contralínea 253 / 2 de octubre de 2011

sábado, julio 02, 2011

Corporaciones compran Congreso estadunidense

El Congreso de Estados Unidos, la “imagen de la democracia”, es en realidad una de las instituciones más corruptas del planeta. La compra de conciencias y votos se realiza todos los días. Y de manera “legal”. Grupos especiales, más conocidos como lobbies, gastan en promedio 32 mil 523 dólares por legislador cada día de sesión del Congreso. Esta actividad, que podría ser considerada criminal en diversas partes del mundo, es admitida como un simple business en el país defensor de la “democracia”. El estudio más reciente, con datos hasta 2009, revela que la “industria de la salud” es la que más invierte en promover sus intereses en el poder legislativo estadunidense.

Lindsay Renick Mayer / Red Voltaire

Proyecto censurado

Los “intereses especiales” (eufemismo que designa a los grupos de presión que influyen en los poderes públicos de Estados Unidos: Congreso, Casa Blanca y Poder Judicial) pagaron 3.2 mil millones de dólares a los lobbies (o cabilderos) de Washington en 2008, más que en cualquier otro año estudiado, informa el Centro para la Responsabilidad Política. El aumento fue de 13.7 por ciento respecto de 2007, que a su vez había superado el 7.7 por ciento de incremento respecto a 2006.

El Centro calcula que los grupos de interés gastaron 17.4 millones de dólares diarios en cabildeo por cada jornada en que hubo sesión del Congreso en 2008, o 32 mil 523 dólares diarios por legislador. Sheila Krumholz, directora del Centro, dice: “El gobierno federal está asignando miles de millones de dólares cada día y esto significa un trabajo seguro para los cabilderos capaces de ayudar a conseguir un pedazo de la torta a las corporaciones y a las industrias”.

El grupo de intereses de la “industria de salud” gastó más que cualquier otro sector económico en cabildeo federal. Su “inversión” de 478.5 millones de dólares le garantizó la corona por tercer año consecutivo, por encima del sector financiero, aseguradoras y bienes raíces, que desembolsó 453.5 millones de dólares en sus actividades de lobby o cabildeo. La industria de productos farmacéuticos/salud contribuyó con 230.9 millones de dólares, elevando su total para los últimos 11 años por encima de 1.6 mil millones de dólares.

El segundo mayor gastador de dinero en lobby entre las corporaciones durante 2008 fue el rentable sector de las empresas eléctricas, que pagó 156.7 millones de dólares en cabildeo, seguidas por los seguros, que gastaron 153.2 millones, y el petróleo y gas, que pagaron a los lobbies 133.2 millones. Los grupos pro israelíes, las empresas de transformación de alimentos y la industria del petróleo y gas fueron quienes más aumentaron el porcentaje de sus gastos en cabildeo entre 2007 y 2008.

Las finanzas, seguros e inmobiliarias estuvieron compitiendo para conseguir del Congreso un buen pedazo del paquete de ayuda urgente de 700 mil millones de dólares aprobado a fines de 2008. Las compañías que redujeron el cabildeo son aquellas que se declararon en quiebra o cuyo control fue asumido por el gobierno federal y paralizaron sus operaciones de cabildeo. “Aunque algunos intereses financieros, de seguros y de propiedad inmobiliaria se retiraron el año pasado, todavía manejaron más de 450 millones de dólares gastados como sector para cabildear por políticas de mercado. Ese dinero puede comprar mucha influencia, y es una fracción de lo que a cambio el sector financiero está cosechando con el programa de ayuda urgente del gobierno”, dijo Krumholz.

Los negocios, asociaciones y coaliciones de propiedad inmobiliaria están entre las organizaciones ascendentes en la rampa de los mayores gastos de cabildeo de 2008. La Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios aumentó el gasto en un 25 por ciento, de 13.9 a 17.3 millones de dólares. La Asociación Americana de Banqueros gastó 9.1 millones de dólares en 2008, con un aumento del 47 por ciento respecto de 2007. Otros grupos industriales que pagaron más en 2008 incluyen al Consejo Privado de la Equidad, la Asociación de Banqueros Hipotecarios de Estados Unidos y la Mesa Redonda de Servicios Financieros.

La Cámara de Comercio estadunidense siguió siendo el principal gastador en lobbies en 2008, al pagar casi 92 millones, más de 350 mil dólares por cada día laborable, con un aumento del 73 por ciento comparado con 2007, en gestiones a favor de los intereses de sus miembros. Las asociaciones pro empresariales en conjunto aumentaron su gasto en cabildeo en un 47 por ciento entre 2007 y 2008.

Según los registros del gasto en lobbies, algunas industrias hicieron recortes severos y pusieron freno al dispendio, pero no interrumpieron la práctica. Las compañías automotrices disminuyeron en 7.6 por ciento la cantidad que pagaron a los cabilderos, desde 70.9 millones a 65.5 millones de dólares. Éste fue un gran cambio respecto de años anteriores; los fabricantes y distribuidores de automóviles aumentaron su gasto en cabildeo en 21 por ciento entre 2006 y 2007. Entre 2007 y 2008, la Alianza de Fabricantes de Automóviles, cuyos tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) atestiguaron ante el Congreso para pedir ayuda en 2008, rebajó en un 43 por ciento su cabildeo conocido, de 12.8 a 7.3 millones de dólares.

Entre los tres grandes, solamente la Ford aumentó sus esfuerzos en lobbies, aunque no mucho: de 71 millones a 77 millones, un 8 por ciento.

Entre las empresas de lobby de Washington, Patton Boggs (que significa “volando muy alto”) divulgó sus ingresos, los más elevados registrados en cabildeo por quinto año consecutivo: 41.9 millones de dólares, con un aumento de más del 20 por ciento respecto de 2006.

Entre los clientes más lucrativos de la empresa figuran la financiera privada Cerberus Capital Management, el fabricante de dulces y alimentos para animales Marte, el grupo de comunicaciones Verizon, los fabricantes farmacéuticos Bristol-Myers Squibb y Roche y la Asociación Americana para la Justicia (llamada antes Asociación de Abogados Litigantes de Estados Unidos).

Actualización de Lindsay Renick Mayer (de Open Secrets)

Parece un anuncio clasificado: “¿Despedido y buscando trabajo? ¡La industria del lobby lo necesita!”. Desde que publicamos esta historia en OpenSecrets.org en enero de 2008, sólo la industria del cabildeo ha continuado creciendo, incluso mientras otras industrias han continuado encogiéndose en el país, llevando al desempleo a centenares de miles de estadunidenses. Este crecimiento se podría atribuir en parte a la economía en sí misma, porque muchos ejecutivos están buscando una cierta ayuda del gobierno para mantener a flote sus negocios. Otros simplemente están sacando ventajas de las oportunidades que presenta la crecida de los paquetes del gobierno. Pero mientras exista un gobierno federal dispensando fondos, los cabilderos gastarán cada vez más anualmente en seducir a sus clientes que fabrican leyes.

Año tras año vemos incrementos efectivos en los gastos de lobbies, más del ciento por ciento en la última década, y la ráfaga de actividad durante los primeros tres meses de 2009 indica que la tendencia no acabará en un futuro cercano. De acuerdo con los expedientes de la Oficina de Registros Públicos del Senado, el independiente Centro para una Política Receptiva (CRP, su sigla en inglés) encontró precisamente eso entre enero y marzo: un crecimiento leve del cabildeo comparado con el mismo periodo del año anterior, de por lo menos 2.4 millones de dólares. Las uniones, organizaciones y compañías pagaron por lo menos 799.7 millones de dólares en lo que va de este año en mandar vendedores ambulantes de influencia al Congreso de Estados Unidos, en comparación con 797.2 millones de dólares gastados durante el mismo trimestre de 2008.

Esto puede parecer un pequeño aumento comparado con los miles de millones gastados cada año en esta actividad, pero en una época de turbulencia económica constituye una fuerte corriente de ingresos para una sola industria. Dicho esto, las industrias que aparecen en la mayoría de los titulares relacionados con la ayuda, sea porque han pedido o recibido fondos del gobierno federal, realmente disminuyeron la cantidad gastada en cabildeo en los primeros tres meses de 2009 comparados con 2008.

Los beneficiarios del dinero en efectivo repartido por el programa de rescate de activos financieros del gobierno federal (Troubled Asset Relief Program, TARP, literalmente Programa de Alivio para los Activos en Problemas) distribuyeron menos dinero entre los cabilderos que en cualquier trimestre de 2008, quizás en parte porque hicieron frente a nuevas reglas que restringían sus contactos de lobby con los servidores públicos respecto del programa de ayuda urgente.

El CRP encontró que los beneficiarios del TARP habían gastado 13.9 millones de dólares en cabildeo hasta el primer trimestre de 2009, comparados con los 20.2 millones desembolsados entre enero y marzo de 2008 y los 17.8 millones del último trimestre de ese mismo año. Con el gobierno repartiendo hacia fuera cientos de miles de millones de dólares, estas sumas resultan pálidas respecto a las ventajas que están cosechando las corporaciones.

Fuente: Contralínea 239 / 26 de junio de 2011

domingo, junio 13, 2010

A Warning From Noam Chomsky on the Threat Posed By Elites

As America’s economy and politics continue to unravel, it is clear that the elite mentality and the system it has created will produce more and more victims in the years to come.


Truthdig / By Fred Branfman

Noam Chomsky’s description of the dangers posed by U.S. elites’ “Imperial Mentality” was recently given a boost in credibility by a surprising source—Bill Clinton. As America’s economy, foreign policy and politics continue to unravel, it is clear that this mentality and the system it has created will produce an increasing number of victims in the years to come. Clinton startlingly testified to that effect on March 10 to the Senate Foreign Relations Committee:

Since 1981 the United States has followed a policy until the last year or so, when we started rethinking it, that we rich countries that produce a lot of food should sell it to poor countries and relieve them of the burden of producing their own food so thank goodness they can lead directly into the industrial era. It has not worked. It may have been good for some of my farmers in Arkansas, but it has not worked. It was a mistake. It was a mistake that I was a party to. I am not pointing the finger at anybody. I did that. I have to live every day with the consequences of the lost capacity to produce a rice crop in Haiti to feed those people, because of what I did, nobody else.

Clinton is to be praised for being the first U.S. president to take personal responsibility for impoverishing an entire nation rather than ignoring his misdeeds or falsely blaming local U.S.-imposed regimes. But his confession also means that his embrace of the International Monetary Fund, the World Bank, the World Trade Organization and NAFTA “neo-liberalization” destroyed the lives of many more millions well beyond Haiti, as U.S. support for heavily subsidized U.S. agribusiness damaged local agricultural economies throughout Latin America and beyond. This led to mass migration into urban slums and destitution, as well as increased emigration to the U.S.—which then led Clinton to militarize the border in 1994—and thus accelerated the “illegal immigration” issue that so poisons U.S. politics today.

Clinton might also have added that he and other U.S. leaders imposed such policies by force, installing military dictators and vicious police and paramilitary forces. Chomsky reports in “Hopes and Prospects” that in Haiti, semiofficial thugs empowered by a U.S.-supported coup murdered 8,000 people and raped 35,000 women in 2004 and 2005 alone, while a tiny local elite reaps most of the benefits from U.S. policies.

Clinton’s testimony reminded me of one of my visits with Chomsky, back in 1988, when, after talking for an hour or so, he smiled and said he had to stop to get back to writing about the children of Haiti.

I was struck both by his concern for forgotten Haitians and because his comment so recalled my experience with him in 1970 as he spent a week researching U.S. war-making in Laos. I had taken dozens of journalists, peace activists, diplomats, experts and others out to camps of refugees who had fled U.S. saturation bombing. Chomsky was one of only two who wept openly upon learning how these innocent villagers had seen their beloved grandmothers burned alive, their children slowly suffocated, their spouses cut to ribbons, during five years of merciless, pitiless and illegal U.S. bombing for which U.S. leaders would have been executed had international law protecting civilians in wartime been applied to their actions. It was obvious that he was above all driven by a deep feeling for the world’s victims, those he calls the “unpeople” in his new book. No U.S. policymakers I knew in Laos, nor the many I have met since, have shared such concerns.

To read the article HERE.

lunes, noviembre 24, 2008

How the Rich Are Destroying the Earth


We've got to think about our choices for the future collectively, seeking cooperation rather than competition.
The following is reprinted from the new book How the Rich Are Destroying the Earth by Herve Kempf and published by Chelsea Green.
There is an emergency. In less than a decade we will have to change course -- assuming the collapse of the U.S. economy or the explosion of the Middle East does not impose a change through chaos. To confront the emergency, we must understand the objective: to achieve a sober society; to plot out the way there; to accomplish this transformation equitably, by first making those with the most carry the burden within and between societies; to take inspiration from collective values ascribed to here in France by our nation's motto: "Liberty, ecology, fraternity."
What are the main obstacles that block the way?
First of all, received wisdom -- prejudices really -- so loaded that they orient collective action without anyone really thinking about them. The most powerful of these preconceived ideas is the belief in growth as the sole means of resolving social problems. That position is powerfully defended even as it is contradicted by the facts. And it is always defended by putting ecology aside because the zealots know that growth is incapable of responding to the environmental issue.
The second of these ideas, less cocky although very broadly disseminated, proclaims that technological progress will resolve environmental problems. This idea is propagated because it allows people to hope we will be able to avoid any serious changes in our collective behaviors thanks to technological progress. The development of technology, or rather of certain technical channels to the detriment of others, reinforces the system and fosters solid profits.
The third piece of received wisdom is the inevitability of unemployment. This idea is closely linked to the two previous ideas. Unemployment has become a given, largely manufactured by capitalism to assure the docility of the populace and especially of the lowest level of workers. From a contrary position, the transfer of the oligarchy's wealth for the purpose of public services, a system of taxation that weighed more heavily on pollution and on capital than on employment, sustainable agricultural policies in the countries of the South, and research into energy efficiency are immense sources of employment.
A fourth commonly associates Europe and North America in a community of fortune. But their paths have diverged. Europe is still a standard-bearer for an ideal of universalism, the validity of which it demonstrates by its ability to unite -- despite problems -- very different states and cultures. Energy consumption, cultural values -- for example, the critical significance of food -- the rejection of the death penalty and torture, less pronounced inequality and the maintenance of an ideal of social justice, respect for international law, and support for the Kyoto Protocol on climate are some of the many traits that distinguish Europe from the United States.
Europe must be separated from the obese power and draw closer to the South, unless the United States shows it can really change.
The Oligarchy Could Be Divided
Then there are the forces at work.
The first, of course, is the power of the system itself. The failures that will occur will not in themselves be sufficient to undo the system, since, as we have seen, they could offer the pretext to promote an authoritarian system divested of any show of democracy.
The social movement has woken up, however, and may continue to gain power. But it alone will not be able to carry the day in the face of the rise of repression: it will be necessary for the middle classes and part of the oligarchy -- which is not monolithic -- to clearly take sides for public freedoms and the common good. The mass media constitute a central challenge. Today they support capitalism because of their own economic situation. They depend, for the most part, on advertising. That makes it difficult for them to plead for a reduction in consumption.
On top of that, the development of free papers that depend solely on advertising further increases the pressure on widely distributed paid newspapers, many of which have entered the stables of big industrial groups. It's not certain that the information possibilities generated by the Internet, although immense -- and for as long as these remain open -- will be adequate to counterbalance the weight of the mass media should it wholly become the voice of the oligarchy.
Nevertheless, not all journalists are totally enthralled yet, and they could be galvanized around the ideal of freedom.
The third, wobbly force is the left. Since its social-democratic component became its center of gravity, it has abandoned any ambition of transforming the world. The compromise with free-market liberalism has led the left to so totally adopt the values of free-market liberalism that it no longer dares -- except in the most cautious terms -- to deplore social inequality. On top of that, the left displays an almost cartoonish refusal to truly engross itself in environmental issues.
The left remains pickled in the idea of progress as it was conceived in the nineteenth century, still believes that science is produced the same way it was in the time of Albert Einstein, and intones the chant of economic growth without the slightest trace of critical thinking. Moreover, "social capitalism" rather than "social democracy" is undoubtedly the more apposite term.
Nonetheless, can the challenges of the twenty-first century be addressed by the currents of tradition other than the one that identified inequality as its primary motive for revolt?
This hiatus is at the heart of political life. The left will be reborn by uniting the causes of inequality and the environment -- or, unfit, it will disappear in the general disorder that will sweep it and everything else away. And yet, let us be optimistic. Optimistic, because there are ever more of us who understand -- unlike all the conservatives -- the historical novelty of the situation: we are living out a new, never-seen-before phase of the human species' history, the moment when, having conquered the Earth and reached its limits, humanity must rethink its relationship to nature, to space, to its destiny.
We are optimistic to the extent that awareness of the importance of the current stakes becomes pervasive, to the extent that the spirit of freedom and of solidarity is aroused. Since Seattle and the protests against the World Trade Organization in 1999, the pendulum has begun to swing in the other direction, toward a collective concern about the choices for the future, seeking cooperation rather than competition.
The somewhat successful, although still incomplete, battle in Europe against GMOs, the international community's continuance of the Kyoto Protocol in 2001 despite the United States' withdrawal, the refusal by the peoples of Europe to participate in the invasion of Iraq in 2003, and the general recognition of the urgency of climate-change challenge are signs that the wind of the future has begun to blow. Despite the scale of the challenges that await us, solutions are emerging and -- faced with the sinister prospects the oligarchs promote -- the desire to remake the world is being reborn.