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sábado, febrero 05, 2011

En aumento analfabetismo en el mundo

Más de 72 millones de niños en el mundo no cuentan con escuela. Pero la cifra podría incrementarse en los próximos años. La agudización de la pobreza y la nueva revolución tecnológica profundizan la desigualdad entre las naciones en materia educativa. Los Objetivos del Milenio cada vez más parecen utopías.

El Informe de seguimiento de educación para todos 2010 (EPT) alerta que existen 72 millones de niños en el mundo sin escolarizar, y los impactos de la crisis global amenazan con elevar esa cifra.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y organizaciones no gubernamentales (ONG) intensifican su labor para convencer a los gobiernos de la importancia de la enseñanza para el desarrollo económico, ambiental y el logro de las metas del Milenio.

La educación para el éxito económico fue el tema central en el reciente Foro Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), celebrado en Londres, Inglaterra.

Irina Bokova, directora general de ese ente de la ONU, insiste en que no se puede permitir el surgimiento de una generación de niños sin una educación que les permita salir de la pobreza.

En los últimos años, prevaleció el modelo económico neoliberal, y los recortes al sector de la formación de las nuevas generaciones y a la salud fueron las primeras medidas de los gobiernos para reducir el gasto público, los patitos feos del Estado.

Según un informe del Banco Mundial, la educación es uno de los elementos decisivos del desarrollo humano y un instrumento poderoso para reducir la pobreza.

También, continúa el texto, resulta fundamental para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), y es un eficaz hilo conductor hacia el progreso de las personas y las sociedades, al mejorar la salud, la igualdad de género, la paz y la estabilidad.

Sin embargo, unos 28 millones de niños permanecen sin escolarizar en países afectados por conflictos, lo cual constituye uno de los principales obstáculos para la conquista de la enunciada EPT y para alcanzar en 2015 los ODM.

Los conflictos bélicos constituyen uno de los mayores problemas que en materia de desarrollo afronta la comunidad internacional.

Las guerras en Afganistán, Irak, Somalia y otros países son fuentes de pobreza, desigualdad y estancamiento económico. En tales condiciones, es imposible pensar en educación para todos.

Leer articulo completo AQUI.

viernes, enero 28, 2011

Norte de Veracruz, desastre social

En los poblados de los municipios de Actopan y Alto Lucero –aledaños a la nucleoeléctrica de Laguna Verde– se incrementan los casos de cáncer entre los jóvenes. Además, aumentan los casos de desnutrición infantil, se agudiza la pobreza extrema y escalan la extorsión y el secuestro. Pero sobre miles de pobladores de esa región pende otra amenaza: la destrucción de manantiales y de la biodiversidad a causa del plan minero Caballo Blanco.

Nydia Egremy

Alto Lucero, Veracruz. Abel, Santiago y Camila son primos y viven en el Ensueño. Ése es el nombre idílico de un caserío veracruzano situado entre el Golfo de México y la carretera federal que limita al Norte con Tamaulipas y Texas, Estados Unidos, y al Sur con Oaxaca. A 14 kilómetros hacia el Sureste, opera la nucleoeléctrica de Laguna Verde. La noche del 5 de agosto del año pasado, la unidad uno del reactor tuvo una falla de arranque y se dio la alerta de evacuación para los habitantes de Alto Lucero y Actopan, los municipios más cercanos. Luego de que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) asegurara que los sistemas de seguridad funcionaron adecuadamente, los pobladores volvieron a su vida cotidiana.

La radiación que genera la primera planta nuclear del país podría ser la causa del incremento en casos de jóvenes que enferman y mueren por cáncer en 15 municipios de la zona aledaña. El cáncer cervicouterino, de piel, tiroides y en pulmones se manifiesta con más intensidad en las comunidades que se ubican en un radio de cero a 18 kilómetros alrededor de la nucleoeléctrica.

Hace dos años, hubo 17 casos en la comunidad del Cedro, municipio de Actopan. Recientemente, en Buena Vista, municipio Emiliano Zapata, otras 18 personas manifestaron ese mal. “Hay malformaciones y muertes”, replicaban los representantes de 40 mil familias de esa zona a Rafael Vega Lara, subgerente de Vinculación y Coordinación de la nucleoeléctrica.

El encuentro del 15 de septiembre pasado entre representantes civiles y personal de la nucleoeléctrica se centró en dos ejes: que la CFE “ahora sí” cumpla con el compromiso que asumió hace dos años de enviar a la zona un equipo médico que valore el origen de esa incidencia de cáncer y cumpla con dar mantenimiento a las rutas de evacuación en Alto Lucero en caso de emergencia radioactiva.

Se trata de vías muy deterioradas, laberínticas y sin salida, imposibles de transitar cuando se ordene la evacuación de miles de habitantes de la zona aledaña a la planta. Recuerdan los asistentes a esa reunión que ésta se desbordó cuando Vega Lara sostuvo que no existe peligro de radioactividad, pues él vive con su familia en el Farallón y no han tenido ningún problema.

Los ánimos se caldearon pues nadie los representaba –sus diputados de distrito, Silvio Lagos y Karime Aguilera, no asistieron– ni obtuvieron las garantías de la CFE que esperaban. En el ambiente, flotaba el recuerdo de lo ocurrido apenas un mes atrás, cuando falló el arranque de la unidad uno del reactor.

Veneno nuclear

El funcionamiento de la primera planta nuclear del país siempre ha suscitado polémica por el temor a una fuga de radiación. Su objetivo, desde que se construyó en 1976, fue aumentar la producción de electricidad del país. Ahora genera el 3.6 por ciento de la electricidad del país

La preocupación por los efectos de la radioactividad en la salud de niños, como Abel, Santiago y Camila, se incrementa cuando se conoce el resultado de una investigación que realizó el físico matemático Bernardo Salas Mar sobre la existencia de radionúclidos antropogénicos en aguas del Golfo de México. Esos átomos inestables de cobalto-60 y cesio-137, que producen las plantas nucleares y la medicina nuclear, pueden causar envenenamiento o contaminación en los seres vivos si estuvieron expuestos por largo tiempo o en grandes cantidades.

El estudio de Salas Mar encontró radionúclidos antropogénicos frente a la nucleoeléctrica Laguna Verde y esto tiene efectos en la salud, ya que ambos son agentes cancerígenos, destaca Leslie Cristina Campos, socióloga por la Universidad Nacional Autónoma de México, en su tesis Los movimientos ambientalistas contemporáneos: el caso del grupo antinuclear de madres veracruzanas.

En la entrevista que Campos sostuvo con Salas Mar, en noviembre de 2010, el experto sostiene que él y su equipo sí encontraron radionúclidos antropogénicos en las muestras recabadas en arena y agua de mar en Villa Rica y Chachalacas. Sobre todo, en las muestras de Laguna del Llano (a 5 kilómetros de la planta).

Cuando pretendieron tomar muestras a menos de 1.5 kilómetros, los límites de la nucleoeléctrica, se los impidió el teniente de fragata Víctor Ochoa Monroy, pues es zona federal bajo custodia de la Armada de México. El oficial sólo permitió tomar muestras a una distancia más lejana.

Bernardo Salas Mar, crítico de la corrupción y los manejos turbios en la nucleoeléctrica, describe que, como suele ocurrir periódicamente, en la segunda mitad de 2010 repotenciaron los reactores de Laguna Verde. A ese proceso, los habitantes del Ensueño y Palma Sola lo conocen como “la recarga” y trae aparejada una temporada de derrama económica en la región que todos festejan sin profundizar en el significado y riesgos del mismo.

El físico matemático describe que, en esta ocasión, “el costo de la repotenciación fue de 800 millones de dólares”. El objetivo era aumentar 20 por ciento la capacidad del reactor. Subraya que, en cambio, el mismo proceso en la planta estadunidense de Vermont Yankee costó “sólo 120 millones de dólares”.

La diferencia radica en que la licitación para realizar la recarga no la obtuvo General Electric –fabricante de ambos reactores–, sino Iberdrola, “donde es un alto ejecutivo Rafael Fernández Murrieta, hijo de Rafael Fernández de la Garza”. La investigación de Salas Mar, divulgada en congresos de energía nuclear en España, Perú y Portugal, es poco conocida en México.


Oro y devastación

Sobre los habitantes de los municipios del centro y Norte de Veracruz, pende otra amenaza: la degradación ambiental que traerá consigo la operación del plan minero Caballo Blanco, de la empresa canadiense Goldgroup Mining. El objetivo es extraer oro y cobre de los cerros de los Metates y los Atlixcos, situados a unos 3 kilómetros de la planta Laguna Verde y a unos 4 kilómetros de Palma Sola, municipio de Alto Lucero.

Aunque las excavaciones prospectivas en la zona comenzaron desde 1996, se mantuvieron lejos del conocimiento público. Sin embargo, en noviembre de 2010, días antes de concluir su gestión como gobernador, Fidel Herrera Beltrán se reunió con Francisco Escandón Valle, director de esa empresa en México. El clima de ese encuentro se ilustra en una fotografía que publicó un medio local donde el exejecutivo estatal hace una caravana al representante de la multinacional.

Los caminos de terracería se comenzaron a abrir en 1996 y por ahí llegaron después quienes elaboraron los mapeos geológicos, los que hicieron barrenación exploratoria, levantaron las muestras geoquímicas y realizaron estudios geofísicos. Los opositores a este plan de la minera citan que estudios de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) hablan de “trabajos de exploración minera con base en la NOM-120 Semarnat, Registro y Supervisión Sistemática de 2007 a la fecha”.

El 6 de enero de 2007, en un informe interno, la empresa (entonces era Almaden) reportó su “complacencia” por el resultado de las exploraciones de la víspera: se encontró oro a 33.6 metros de profundidad. En la copia de ese documento –del que Contralínea tiene copia–, se lee el lema de esa firma: “Invertir en nuestras ideas, beneficio por su potencial”.

De acuerdo con datos de la empresa propietaria, en marzo de 2010 Goldgroup compró la firma NGEx’s (anteriormente Canadian Gold Hunter Corporation) con opción de adquirir el 70 por ciento de sus intereses en el proyecto Caballo Blanco. Las excavaciones se extenderán a lo largo de 15 kilómetros, entre el Cerro la Cruz y el Cerro la Paila.

A lo largo de 14 años, la minera obtuvo 18 concesiones para explotar 19 mil 344 hectáreas. Ahora se sabe que por cada tonelada de tierra que remueva, la empresa canadiense apenas extraerá 1.5 gramos de oro. Esa operación requerirá el empleo de sustancias tóxicas (mercurio y cianuro de sodio), así como constantes explosiones, cuyas vibraciones –asegura la Red de Información y Acción Ambiental de Veracruz– representan un peligro para “la inestable” operación de la nucleoeléctrica Laguna Verde.

La extracción de oro a cielo abierto representa un riesgo ambiental para las comunidades el Viejón, Tinajitas, Farallón y Palmas de Abajo, del municipio de Actopan. La remoción de grandes cantidades de tierra, árboles, pastizales, cultivos de todo tipo y potreros privará de su hábitat natural a las especies endémicas de flora y fauna.

De igual forma, resultará afectada la biodiversidad de las rancherías de Boca Andrea, Arroyo Agrio, Yerbabuena, el Ojital y la Luz, del municipio de Alto Lucero. Las zonas arqueológicas de Zempoala y Quiahuiztlán también sufrirán por el impacto de las explosiones.

El oro que la minera trasnacional extraiga de suelo veracruzano no servirá para construir las escuelas que necesitan los niños de los municipios pobres de Alto Lucero y Actopan; tampoco se utilizará para dotar de clínicas de primer nivel a las comunidades. Este metal viajará los países desarrollados bajo el modelo económico imperante del capitalismo en su vertiente extractiva.


Foco rojo social

A pesar del permanente riesgo de una fuga de radioactividad en Laguna Verde, ningún habitante del Ensueño o Palma Sola –a sólo 7 kilómetros de la única planta nuclear del país y con mayor población de la zona– ha participado, en los últimos años, en simulacros de emergencia radiológica ni se le ha practicado pruebas de contaminación. La mayor preocupación de estos hombres y mujeres es el cobro excesivo de luz, emplearse, aunque sea como peones y sirvientas, y que, en la próxima temporada de calor, sus hijos sufrirán los cíclicos ataques de dengue, difteria, gripes o diarreas hemorrágicas.

El Ensueño pertenece a Alto Lucero, uno de los 212 municipios de Veracruz. De acuerdo con el censo de 2005 (único dato oficial vigente), ese ayuntamiento –de 25 mil 893 habitantes– tiene un índice “alto” de marginalidad. La mayor parte de las casas tiene piso de tierra; persiste la desnutrición y el analfabetismo entre los menores; los jóvenes están desempleados. Las autoridades se muestran incapaces de hacer frente a la escalada de la delincuencia.

Cada vez son más comunes los casos de extorsiones a comerciantes, secuestros y robos a pasajeros de autobuses que recorren el tramo Palma Sola-Santa Ana. Ningún delito se denuncia porque se presume la complicidad entre infractores y autoridades. “Sólo cuando se voltea un carro, ahí sí van corriendo los federales”, afirma sonriente Ernesto García, un antiguo campesino que ahora trabaja para los ganaderos.

Palma Sola tiene la mayor población de la zona y está a 7 kilómetros de la planta nuclear. Su actividad comercial es intensa y ahí los hombres del Ensueño hacen la compra de víveres y después beben alcohol de baja calidad en los burros (burdeles) y consiguen mujer para un rato. Así toleran el calor de unos 28 grados centígrados que, en promedio, tiene ese lugar.

Ese pueblo creció al lado de la carretera federal hace cuatro décadas. Ahora, el paisaje se llena con decenas de tráileres de doble caja estacionados anárquicamente sobre la vía pública, así como camiones repartidores y una que otra flamante camioneta de la CFE que transporta a “los ingenieros” de la planta nuclear cuando se dirigen a comer.

No hay banquetas y los peatones transitan por la tierra para evadir a los autos y las enormes pozas de agua estancada que se formaron desde septiembre por el paso del huracán Karl. Nadie limpia, sacude o barre; ahí predomina la indolencia.

No hay un solo parque, cine, cafetería o lugar de recreación para jóvenes o familias. Además de una clínica para consulta externa del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la única obra de infraestructura pública es el Centro de Observación y Adaptación Social para Niños y Niñas en Conflicto con la Ley Penal, que se construyó en 2008 y que costó 61 millones de pesos, según informó Fidel Herrera Beltrán en su Informe de gobierno de ese año.

Luego de que se inauguró este centro, se observó el arribo masivo a Palma Sola de familiares de los internos; decidían vivir ahí para estar más cerca de ellos. La primera reacción fue de rechazo: “¿Qué vienen a hacer acá? Les enseñaron a robar”. Aunque luego triunfó la visión comercial, ya que eran clientes potenciales para las fondas, hoteluchos, tendajones y para los burros.

En Palma Sola hay tres negocios prósperos: el de materiales para construcción con dos locales sobre la “calle principal”; el de las grúas, que creció por los constantes accidentes –frecuentemente mortales?, que ocurren en la curva de Corralillo, a unos 7 kilómetros. Para imponer el orden (o disputar el botín de los accidentados, se burlan los pobladores del Ensueño), hace unos años que se instaló junto a las grúas un destacamento de la Policía Federal.

Otra empresa boyante es la práctica médica particular. Aunque la clínica del IMSS presta sus servicios desde hace dos décadas, los habitantes de Palma Sola y las comunidades cercanas prefieren a los doctores privados, cuya consulta es muy cara y no siempre atinada, además de que son propietarios de la mayoría de las farmacias locales.

En Alto Lucero, el municipio al que pertenece Palma Sola, la delincuencia actúa de forma organizada y certera. El 21 de diciembre de 2010, Petróleos Mexicanos (Pemex) admitió que el oleoducto de 24 pulgadas del tramo Nuevo Teapa-Cadereyta, en el kilómetro 335, fue objeto de robo. En la zona conocida como rancho Monte Calvario, del ejido Boca de Loma, se localizaron niples, válvulas de cierre rápido y 10 metros de manguera de alta presión; todas, piezas de la instalación.

Insalubridad más pobreza

Aunque Veracruz tiene la mayor reserva de agua dulce, con 35 por ciento, los pobladores del Ensueño batallan por ese recurso. Como lo obtienen de un manantial cercano, muchos la beben sin hervir. Esa falta de higiene se extiende a otros hábitos: en la treintena de viviendas, apenas unas cuatro tienen baño; el resto de los vecinos orina y defeca al aire libre. Además, arrojan alrededor de sus propias casas las bolsas con basura.

Hace unos 15 años, cuadrillas de trabajadores sanitarios visitaban periódicamente ése y otros poblados rodeados de potreros. Orientaban a sus habitantes para construir letrinas, encalar las paredes de sus chozas y así contener la proliferación de garrapatas, mosquitos y otros insectos transmisores de enfermedades. Pasantes de la Universidad Veracruzana los instruyeron para crear compostas. Nada perdura ahora de ese conocimiento.

Para no gastar sus magros ingresos en gas, algunas mujeres cocen el nixtamal con leña y deciden cortar árboles sanos. Los hombres, desempleados o, en su mayoría, peones de los ganaderos locales arremeten contra las palmas para techar palapas “turísticas” y ganarse así el alimento.

A la falta de esos programas de prevención sanitaria y protección ambiental efectiva, se suma la apatía de la propia población. Lo que fue un rico y generoso ecosistema se transforma en tierras baldías y basureros.

Los padres de Abel, Santiago y Camila pertenecen a una generación de veracruzanos que sintetiza las contradicciones sociales de una entidad que hace 25 años no mostraba signos de retraso como ahora, según el seguimiento del investigador Adolfo Sánchez Almanza, del Instituto de Investigaciones Económicas, a la transformación económica y social del país.

Esa evolución socioeconómica se manifiesta en el tejido social del Ensueño. Estela es la madre de Abel; lo tuvo cuando ella tenía 13 años. Ahora, a sus 15 años, es la mujer de un desempleado de 21 años que aspira a ser soldado o elemento de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), porque, según su cuñado Esteban, “ahí es bien fácil tener dinero y ya no te ven menos”.

Alba, madre de Santiago, estudió bachillerato abierto en Palma Sola; en Veracruz, aprendió mecanografía. Nunca encontró un trabajo en el que le fueran útiles sus estudios, ni en el poblado ni en la nucleoeléctrica Laguna Verde. Intentó poner una lonchería, pero no pudo pagar la renta tan alta, por lo que se empleó como niñera con uno de los principales ganaderos de la zona. Tiempo después, se embarazó. Su expectativa de vida es que llegue el fin de semana para encontrarse con el padre de su hijo –un longevo y rico exfuncionario gubernamental– y recibir la magra ayuda que le da.

Julia es la madre de Camila y también estudió bachillerato. Quiso ser maestra del Consejo Nacional de Fomento Educativo y con el esfuerzo económico de sus padres, tomó algunos cursos en Ciudad Cardel, pero enfermó de apendicitis; fue operada y perdió la posibilidad de ingresar al sistema. Sus padres quedaron tan gastados que ella los ayudó trabajando como mesera, hasta que conoció a Esteban y se embarazó. Vive en el Ensueño, el nombre con el que su abuelo bautizó a esta franja de tierra en la que habitan peones de pudientes ganaderos, hombres que fueron campesinos y hoy son albañiles y construyen, a unos 1 mil metros de su caserío, un exclusivo centro recreativo.

La palapa que aloja la escuela primaria del Ensueño sólo recibe a un puñado de alumnos. La mayoría de los niños y niñas de ese caserío prefiere colegios religiosos, como los de Santa Ana o Vega de Alatorre, donde los profesores piden cuotas por todo. A Marisa le pidieron 250 pesos en su práctica de cómputo por una memoria USB para que grabara un archivo en Word La premisa de educación laica y gratuita cada vez se aplica menos en esta entidad.

Peones, albañiles, sirvientas, niñeras o meseras son las únicas ofertas de trabajo digno que tienen los habitantes del Ensueño. No importa su grado escolar o capacitación laboral, no hay otras opciones. Sólo quienes tienen más suerte o alguna recomendación se colocan como dependientes de tiendas en los poblados cercanos. Ninguno de esos oficios les concede derechos laborales como servicio médico, día de descanso, vacaciones, aguinaldos o prima vacacional. En el caso de las mujeres que sirven en las fincas y ranchos, son constantes los acosos sexuales.


El mar como cloaca

Al Sur del caserío, languidece la Laguna de Corralillo, un cuerpo de agua dulce que antaño albergó mojarras, tilapias, ostiones, cangrejos ermitaños y que era la fuente del recurso para los miles de aves que emigran hacia tierras más cálidas en el invierno. Desde que aumentó la población del Ensueño, esta laguna comenzó a sufrir el deterioro por el constante desgaste de su fauna y del flujo acuático.

Mangueras negras de unos 30 centímetros de diámetro que provienen de algunas casas del poblado descargan las aguas negras en esta, otrora, laguna limpia. En los últimos dos años, su potencial se redujo hasta 30 por ciento, y ahora es común que la mayor parte del año los desechos domésticos cierren su salida al mar.

A 100 metros al Sur de esa laguna, se construye lo que algunos vecinos describen como “centro de recreación para unos cuantos”. Entraron aplanadoras que derribaron decenas de robustos árboles que eran refugio de aves (águilas, pájaros carpinteros, guineas y gorriones). Ninguna autoridad municipal o estatal da cuenta de esta depredación, a pesar de que, a unos metros, se sitúa una casa que construyó el Programa de Protección para la Tortuga Marina de la Semarnat. Esa casa vacía simboliza el abandono del Estado.

Infancia desnutrida

Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), en México se incrementó la pobreza. Uno de sus efectos más notorios fue que las familias no tuvieron acceso a todos los productos de la canasta básica.

La investigación, difundida el 25 de octubre de 2010, refiere que, en México, 4 millones 480 mil 100 niños menores de cinco años presentaron algún grado de desnutrición y de ellos, 800 mil –que equivalen al 25.2 por ciento– ya presentaban desnutrición de alto riesgo. También destaca que las entidades con mayor pobreza presentan mayor incidencia en desnutrición infantil: Chiapas, con 142 mil 561 casos, y Veracruz, con 110 mil 608.

El Reloj de la Desnutrición en México, de la Dirección de Nutrición del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, reportó, en 2010, que esa situación se presenta en los municipios de Actopan, 33; la Antigua; Juchique de Ferrer, 98; Papantla, 2 mil 220, y Paso de Ovejas, 101.

Los doctores Abelardo Ávila Curiel, Adolfo Chávez Villasana, el biólogo Marco Antonio Ávila Arcos y la nutrióloga Marlén García Meza señalan en su evaluación que los municipios de Alto Lucero, Nautla, Úrsulo Galván y Cuitláhuac no registraron casos de desnutrición infantil. En su opinión, esto podría ser porque las remesas contribuyeron a mejorar la alimentación de los niños.

En la década de 1970, se registró un 42 por ciento de pobres en Veracruz; 38 años después, especialistas del Coneval y Consejo Nacional de Población detectaron que 50 por ciento de la población carece de ingresos dignos y acceso a servicios de salud, educación y agua potable, particularmente los indígenas que habitan en zonas rurales.

“La pobreza sigue creciendo”, afirmaron economistas de la Universidad Veracruzana y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social del Golfo, que examinaron la información en la mesa de diálogo Desigualdad y Pobreza, del Coloquio Veracruz 2010.

Fuente: Contralínea 217 / 23 de enero de 2011


lunes, diciembre 13, 2010

Las niñas prostitutas de Haití

Implacables, todas las calamidades que se puedan tener como concebibles en la humanidad –mal gobierno y corrupción, miseria y hambre, epidemias y desastres naturales, violencia endémica…– han caído sobre Haití, país cuyos habitantes no tienen tiempo ni para pedir clemencia: ocupados como siempre lo han estado en la batalla por sobrevivir, deambulan sinsentido en un espacio donde la fe y la esperanza no significan nada. En esta lógica infrahumana, la prostitución infantil, que ahora cobra índices infames en esa nación, no suele verse ahí como algo distinto de lo que es: un recurso más para no morir de hambre.
Kristina. Drama social

Alejandro Saldívar

PUERTO PRÍNCIPE, 13 de diciembre (Proceso).- Kristina tiene 11 años y el esmalte azul de sus uñas aún puede olerse. Tiene una falda tan corta que cuando se sienta puede verse su ropa interior. Su color favorito es el morado, como sus tacones. Su olor favorito: el mar. La piel del vientre, tersa y morena, sin estrías. Ninguna señal de que hubiera sido madre. Una lolita haitiana.

Su padre falleció en 2006 tiroteado por ladrones. Le entraron siete balas en el pecho y murió desangrado en la banqueta, cuenta Kristina. Su madre es desempleada y adicta a la cocaína; ella está tirada detrás de una lámina mirando un televisor cuya imagen apenas se ve.

Kristina es de esas mujeres que aspiran el humo del cigarro entrecerrando los ojos. Es una niña pero actúa como una mujer fatal. Y aunque no ha comido en todo el día, guarda una cajetilla en uno de sus bolsillos. Se prostituye para ayudar a su madre. Confiesa que atiende entre seis y 10 clientes al día, pero dice que a veces no le pagan.

Si bien no existen estadísticas fidedignas sobre la incidencia de las agresiones sexuales en Haití, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) declaró que día tras día aumentan las violaciones de mujeres y niñas en los campamentos de damnificados por el terremoto que en enero sacudió al país, y manifestó su preocupación por el incremento de los embarazos no deseados.

Mendy Marsh, especialista del organismo mundial, advierte que la proliferación de ese tipo de asentamientos en esta capital, los cuales se cuentan por decenas, potencia el riesgo de que se disparen los episodios de violencia de género.

La gravedad del problema llevó también a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a expresar a mediados de noviembre su preocupación “por los desalojos forzados y la violencia sexual contra mujeres y niñas”.

Merlinde Louis, de 14 años, tiene relaciones por 20 gourdes (la moneda haitiana). Es una muchacha de cabello aborregado. Su mano juega con un cairel sobre su oreja. Su pantomima erótica atrae la mirada de algunos haitianos. Menea sus caderas entre las carpas del UNICEF, de las ONG y de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Es un ángel con la cara sucia.

A su padre lo encoleriza que su hija hable con desconocidos. “¡No hables con los blancos!”, le grita. Él la prostituye con tal de sobrevivir. “Aquí nadie ayuda a nadie. Ellos venden a sus hijas y a ellas no les queda otro camino más que obedecer”, cuenta Carlos Brinol, de 28 años, líder del campamento Toussaint, situado frente al Palacio de Gobierno.

–¿No le tienes miedo al sida? –se le pregunta a Merlinde.

–No. Aquí no hay eso –contesta.

Carlos se ríe. Según un estudio de la Universidad de Arizona, hay indicios de que el sida comenzó a extenderse en Haití desde 1966. El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH-sida (Onusida) estima que en ese país hay 120 mil personas que viven con el virus y que más de la mitad son mujeres.

Según una proyección epidemiológica, para este año “la infección por sida podría alcanzar (en Haití) entre 9.4 y 13.4% de la población en las zonas urbanas y entre 5.4 y 7.8% en las rurales”.

De acuerdo con Onusida, la tasa anual de infección en Haití es de 2.2% entre la población de entre 15 y 49 años. Se trata del porcentaje más alto en América, aunque es menor que el del África Subsahariana, donde el promedio es de 5%, en contraste con el 24% de Botswana y el 33% de Suazilandia.

Casimin tiene 15 años. Su silueta es boceto de una mujer atractiva pero empobrecida. Vive con su madre desempleada. Ambas se prostituyen pues arguyen que es el único modo de sobrevivir en Puerto Príncipe. Junto a ellas, una hilera de 10 baños portátiles desprende una peste de corral. Casimin tiene don de madre: arrulla a uno de los niños huérfanos en sus brazos. Su mirada se pierde en un enjambre de moscas sobre un charco verdoso.

Nadesh cobra un dólar por cada servicio sexual, tiene 25 años y es madre soltera de cuatro niños. Una pequeña mocosa gatea por el suelo grasiento. Se llama Jennifer y tiene siete meses.

–¿Cómo va tu vida? –se le pregunta a Nadesh.

–Tengo hambre –responde.

–¿Qué piensas de los candidatos?

–Ningún candidato puede cambiar esto. No tienen corazón. Todos son ladrones. Manigat y Martelly son ladrones, pero Celestine es el diablo –afirma mientras su hija recoge una bola de pelusa y se la lleva a la boca.

El terremoto destruyó su casa. “Antes yo vivía bien”, dice. “Ahora cada que llueve, se inunda. Adentro (un cuarto de dos por dos metros) vivimos mis cuatro hijos y yo”. Allí los hombres se abalanzan sobre su cuerpo encima de una cobija con el estampado de un elefante.

Todos los males, juntos

Un informe de Amnistía Internacional (AI) –No abandones a las niñas: violencia sexual contra las niñas en Haití, publicado en noviembre de 2008– revela que la violencia sexual contra mujeres y niñas en Haití “es omnipresente y generalizada”, y agrega que el país “refleja la tendencia mundial de que el hogar y la comunidad son los lugares donde las mujeres y las niñas corren más riesgo de ser víctimas de esta violencia”.

El informe indica que las violaciones han sido también un arma política en Haití, con especial incidencia tras el golpe de Estado de Raoul Cédras, que en 1991 derrocó a Jean-Bertrand Aristide.

Añade: “Investigaciones sobre los abusos contra los derechos humanos cometidos entre febrero de 2004 y diciembre de 2005, publicadas en la revista médica The Lancet, calculaban que 19 mil de cada 100 mil niñas fueron violadas en Puerto Príncipe y su periferia durante ese periodo.”

En 1996, restituido Aristide en la presidencia, la Comisión Nacional para la Verdad y la Justicia declaró que la violación fue usada sistemáticamente para infundir miedo entre los sectores sospechosos de apoyar al gobierno democrático.

De las 105 violaciones reportadas en el informe de AI, 55% corresponde a menores de 18 años.

En el parque Toussaint viven 2 mil 800 personas en un campamento; 700 de ellas son menores de 18 años. La plaza huele a coladera y a lechugas, como una huerta confundida en la ciudad. Todos los días cientos de campesinos venden sus productos sobre el piso.

“Toussaint Louverture, precursor de la liberación de la raza negra. Fue un genio”, dice una placa al pie de la estatua del héroe haitiano. En su basamento hay carteles: “Protegernos a nosotros mismos, para prevenir el cólera”.

Según Carlos Brinol, en este campamento se han enfermado de cólera 40 personas; dos han muerto. Aquí la gente ya no bebe el agua de la cisterna de 5 mil litros abastecida por pipas. Sólo la ocupan para bañarse y asear un poco el campamento.

Nathalie es una bebé de siete meses. Toda la mañana ha tenido diarrea, dice su madre. La niña yace tirada bocabajo con las piernas repletas de moscas aferradas al excremento. Lleva puesto un vestido de mezclilla y reposa sobre un par de franelas rojas.

Su madre come arroz con pollo de una cubeta con la orilla carcomida y el asa oxidada. Al mismo tiempo disuelve en un biberón un sobre de suero oral. No ha llevado a su hija al hospital pues la consulta cuesta entre 40 y 50 dólares. Su familia vive en una choza tan pequeña que no hay espacio para una sala.

Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el sismo del 12 de enero dejó al menos medio millón de personas sin techo sólo en Puerto Príncipe, donde llenaron 447 campamentos improvisados. El del parque Toussaint es uno de ellos.

En medio del parque hay un monumento “a la libertad” con la estatua en bronce de un esclavo. En la pierna derecha tiene un candado que lo aprisiona; pero ahora de su cuello pende un cable eléctrico y sus brazos sirven de tendedero. Junto a la efigie hay una motocicleta sobre ladrillos, enmohecida, sin asiento, y también está Edmond, delincuente confeso que apenas puede articular una frase entre risas cínicas: “Aquí no hay gobierno”, dice mientras sorbe un trago de ron.

Ahí cerca, Carlos resume la especialidad criminal de Edmond: robo de motocicletas, asalto a transeúntes, homicidio… “Es el diablo ese pigeon (palomita)”, dice mientras se aleja de él.

Explica: “Antes del terremoto ibas al parque y encontrabas las estatuas sin problemas. Estaba sucio, pero nunca como ahora. No veías tanta basura, jeringuillas tiradas en la fuente ni mujeres prostituyéndose por unos cuantos gourdes”.

En los campamentos circula droga. “La policía no pone orden aquí”, dice Carlos, y señala a un grupo de pandilleros que según él controlan el negocio de las drogas y “matan mucha gente”.

Con el tedio de quien repite un nombre muchas veces, Carlos prefiere referirse al presidente de Haití, René Préval, como “el diablo”. “Así como estamos ahora llevamos desde febrero, después del terremoto”.

–¿Y el UNICEF?

–No viene.

–¿Los de la Minustah (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití)?

–No saben bien cómo está la situación.

–¿Y la policía?

–No, nadie viene. Acá matan a la gente por un cuartucho. Hay mucha corrupción. Los policías están con los criminales, que vienen de Cité Soleil, Grand Ville, Bel Air (tres de los barrios miserables de Haití); eran presos y la policía los busca pero no los atrapa. Tienen automóviles, motocicletas. Viven bien, tienen todo.

Carlos hace un inventario de la criminalidad en su campamento: “14 niños de entre ocho y 10 años roban. Hay nueve vendedores de cocaína y mariguana. Por 40 gourdes puedes comprar una dosis de esas drogas”.

Carlos tiene los ojos saltones. Su padre murió en el terremoto del 12 de enero. Tenía 57 años cuando una carga de grava lo aplastó. Era pescador y de vez en cuando trabajaba en República Dominicana. Él fue el que le enseñó a hablar español.

Carlos creció en Cité Soleil junto con su hermano Evans, a quien califica como “un gran delincuente”. “Vivíamos juntos pero mi familia ya no habla con él, es un loco: ha matado policías, no tiene miedo de morir”.

“Para que le ayudara a ganar adeptos, Jude Celestin –candidato considerado como el “delfín” de René Preval– le dio un cuarto a mi hermano en Cité Soleil. Y gracias a mi hermano mucha gente votó por Celestin. Le tienen mucho miedo”.

Un gato negro sale debajo de una lona y camina blandamente hacia un montículo de basura. Carlos cuenta que la noche anterior desalojaron a un grupo de pandilleros. Señala una fuente sin agua: “En las noches venían muchos delincuentes. Se sentaban ahí a beber y a drogarse con sus armas en las piernas. Traían M14, 38 milímetros, 9 milímetros… Nadie les decía nada. A veces se les escapaban disparos cuando estaban muy drogados y discutían por cualquier cosa. En la mañana sólo veías el suelo repleto de jeringas usadas”.

La casa donde los pandilleros venden la droga es una choza de tablarroca. Ahí se puede comprar una dosis de piedra por 40 gourdes. “Es muy temprano, pero viene mucha gente de Puerto Príncipe a comprar aquí”.

El cabello de Carlos es cenizo. Chamuscado como el infierno. De su boca salen hilos de humo mientras señala al palacio de gobierno derrumbado: “Aquí no hay gobierno, hay diablo”.

En el campamento que se ubica frente al palacio gubernamental unas sábanas son el telón que oculta la choza donde viven seis niños huérfanos. A uno de ellos apenas se le han caído los dientes de leche. Viste una camisa Polo que le llega hasta los pies y tapa todo su cuerpo. No tiene zapatos y no ha comido en toda la mañana.

Jean, el líder de los seis, lleva una olla de agua encima de la cabeza, dando tumbos. Nadie sabe sus nombres. No van a la escuela.

Según el informe del UNICEF titulado Haití: Infancia en peligro, “más de la mitad de los niños carecen de un certificado de nacimiento, sin el cual son más vulnerables a la exclusión de servicios esenciales, como la atención de la salud y la educación, la protección contra el matrimonio precoz y el trabajo, y, cuando crecen, el acceso al crédito y el derecho a votar”.

El documento señala que, en comparación con otros países de la región, “Haití tiene la mayor tasa de huérfanos (niños y niñas que han perdido a uno o a ambos progenitores): 16% de la población de menores de 18 años”.

Agrega: “A algunos niños los obligan a hacerse miembros de las bandas, otros consideran la vida en las bandas como un camino para obtener alimentos, refugio, protección y prestigio. En las principales ciudades de Haití las bandas armadas reclutan a niños y niñas para que sean mensajeros, para que cometan crímenes y para que luchen contra los rivales. La negativa a obedecer las órdenes conlleva el riesgo de sufrir un castigo. Para las niñas, las bandas representan la amenaza de la prostitución forzada o la violación”.

La epidemia de cólera es una calamidad más en una ciudad que cuando no es arrasada por terremotos, los es por huracanes, golpes de Estado, invasiones armadas, corrupción e impunidad… Los haitianos viven, sí, pero eternizados en la miseria, en la desesperanza, en la batalla por la sobrevivencia…

El cielo de Puerto Príncipe comienza a tornarse plomizo. Una mujer agita los brazos en el aire. Tiene una Biblia en la mano y reza, reza… Puerto Príncipe es un péndulo desquiciado entre el infinito y el espanto, un enjambre de moscas sobre un charco verdoso. l

martes, agosto 03, 2010

Niños y menores de edad en la “guerra” de Calderón

La “guerra” contra el narcotráfico ha cobrado la vida de más de 900 niños. Además, 30 mil se han incorporado a la delincuencia organizada y un número indeterminado de reclutas menores de edad son utilizados por las Fuerzas Armadas mexicanas para erradicar cultivos de enervantes. Organizaciones civiles advierten sobre las violaciones a los derechos de los niños que viven un conflicto armado singular. “El Estado privilegia el combate al crimen organizado por encima de la protección a los más vulnerables”: Redim

De diciembre de 2006 a diciembre de 2009, la supuesta guerra del gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa cobró la vida de 823 niños. Sólo en los primeros cuatro meses de este año, otros 90 menores han sido asesinados, señala la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

En el Informe alternativo sobre protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados se asienta: “El número creciente de víctimas de la violencia, generada por criminales, e incluso en ocasiones por la respuesta incontrolada de la policía o de las Fuerzas Armadas, motiva a revisar la viabilidad de la política de seguridad del gobierno actual”.

El protocolo busca identificar qué debe corregirse de la legislación para que los niños no tengan ningún vínculo con enfrenamientos armados y violentos. De esta manera, toca temas como el reclutamiento militar voluntario u obligatorio y la participación en las hostilidades.

“Aunque la ‘guerra’ contra el narcotráfico no está considerada formalmente como un conflicto armado –comenta Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Redim–, debe considerarse como tal”. Argumenta que la capacidad de fuego de los grupos criminales es más amplia y potente que la del Estado, y los “daños colaterales” que ha padecido la población civil hacen de la lucha contra el crimen organizado un conflicto armado singular.

Más allá de las muertes, la Red alerta sobre la situación de los menores de edad que están siendo reclutados por el Ejército y el crimen organizado. De acuerdo con el Tercer informe de labores de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), durante 2009, en la erradicación de cultivos de mariguana y amapola, participaron jóvenes que realizaban su servicio militar nacional de manera anticipada (menores de 18 años) y acudían a escuelas militares.

En tanto, hasta 30 mil niños cooperan con los grupos criminales y están involucrados en la comisión de delitos, como el tráfico de drogas y la trata de personas. La Redim sostiene que la respuesta del gobierno federal, que se acerca más a criminalizar que a la prevención, aleja aún más el acceso de los menores a sus derechos, ocasionado que quienes ya están enganchados en la violencia respondan con más agresividad.

Hace 20 años que el gobierno mexicano firmó la Convención sobre los Derechos de los Niños y aún no existen disposiciones que garanticen la protección de ellos en un conflicto armado singular. El Estado mexicano privilegia la “guerra” contra el narcotráfico y pasa por encima de los derechos de la población más vulnerable, afirma la asociación civil.

Niños reclutados

El reclutamiento de niños está prohibido en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional; sin embargo, en la legislación mexicana, no es una conducta tipificada. Mientras el Código de Justicia Militar es pobre respecto de los crímenes de guerra, ni el Código Penal Federal ni ninguna otra ley sancionan el alistamiento de menores de edad.

Por el contrario, la legislación militar permite su reclutamiento obligatorio y voluntario, advierte el Informe alternativo sobre protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados.

La Ley del Servicio Militar, en sus artículos 5 y 11, contempla la excepción por la que adolescentes de 16 y 17 años puedan anticipar su incorporación para cumplir con sus obligaciones militares. Además, en el Ejército se pueden admitir voluntarios en activo menores de 18 años y mayores de 16, en las unidades de transmisiones para su preparación como técnicos, mediante un contrato con el Estado.

La Redim observa que la Sedena enfatiza los beneficios del reclutamiento voluntario: el servicio médico integral para el militar y sus derechohabientes; prestaciones; casa habitación; periodos vacacionales; pensión; servicios turísticos, y becas escolares. Puesto que los jóvenes que se alistan en el Ejército tienen limitadas oportunidades de educación y empleo, “seguramente, en un país como México, esos beneficios representan un incentivo considerable”, expone la asociación civil.

Niños en el crimen organizado

Según el Informe, hasta 30 mil niños cooperan con los grupos criminales y están involucrados en la comisión de 22 tipos de delitos, desde el tráfico de droga hasta secuestro y trata de personas.

Progresivamente, apunta, los niños terminan sus carreras criminales en tareas de mayor importancia y violencia. Es así que los más pequeños trabajan como vigilantes, mientras que los mayores se ocupan del traslado de la droga; y a partir de los 16 años, son contratados como sicarios.

Violencia e impunidad


Desde que se inició la guerra contra el narcotráfico, más de 900 niños han perdido la vida, estima la Redim. En Baja California, Chihuahua, Durango y Sinaloa, sedes de los grupos del crimen organizado, han aumentado los homicidios dolosos contra adolescentes, de entre 15 y 17, años hasta en un 543 por ciento.

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martes, noviembre 04, 2008

Desnutridos el 20% de niños mexicanos

MÉXICO, D.F., 3 de noviembre (apro).- Uno de cada cinco niños mexicanos padece cierto grado de desnutrición o algún nivel de anemia, reconoció este lunes el titular de la Secretaría de Salud (Ssa), José Ángel Córdova Villalobos.Al encabezar la presentación de los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006, en el Auditorio Miguel E. Bustamante, de la Ssa, el funcionario federal dijo que la mala nutrición también ha fomentado la obesidad y el sobrepeso, que se ubican entre los problemas de salud pública más importantes.En México, agregó, 30% de los niños, más de un tercio de los adolescentes y 70% de los adultos padecen trastornos de alimentación.Y las carencias nutrimentales, específicamente la anemia por deficiencia de hierro, señaló, subsisten como un reto importante que debe enfrentar el país, sobre todo en los menores de cinco años y mujeres embarazadas, independientemente de su ubicación geográfica."Los dos primeros años del desarrollo mental de los niños son los más importantes para evitar que una anemia grave pueda traer como consecuencia problemas o falta de desarrollo", dijo Córdova Villalobos.El secretario mencionó que al comparar los resultados de esta encuesta con la anterior, en 1999, el mayor descenso de anemia fue en los menores de un año.Sobre los casos de desnutrición en el país, señaló que en 15 de los 32 estados de la República los niños en edad preescolar, es decir, de 0 a 5 años, tienen prevalencias moderadas de baja talla.El mayor número de casos de peso y talla bajos en menores de cinco años se observa principalmente en Chiapas, Hidalgo, Oaxaca, Guerrero y Yucatán.Y en los niños de entre 5 y 11 años, la región sur sigue siendo la que mayores prevalencias de talla baja presenta, expresó.En lo que se refiere a la obesidad y el sobrepeso, aumentó en todos los grupos de población a partir de la edad escolar, sin distinción de área de residencia, entidad federativa o zona del país.En los adultos, dijo, las prevalencias son de las más elevadas del mundo, "y esto es importante si se considera que el sobrepeso y la obesidad se asocian con diabetes, hipertensión y padecimientos cardiovasculares, que tienen implicaciones futuras en la calidad de vida de la población".Por su parte, Juan Rivera, director de Centro Nacional de Nutrición y Salud, del Instituto Nacional de Salud Pública, precisó que la desnutrición crónica o talla baja afecta a casi 13% de los mexicanos, sobre todo en la zona sur del país.Rivera reconoció que "la desnutrición en México ha disminuido durante las últimas dos décadas", pero "persiste inequidad con altas prevalencias en la región rural del sur", donde se ubica la población más pobre, mayoritariamente indígena.Así mismo, señaló que persisten situaciones heterogéneas, ya que mientras los estados de Guerrero, Chiapas y Oaxaca tienen prevalencias de desnutrición por arriba de 20%, otros como Nuevo León, Chihuahua y Baja California tienen menos de 5%, "de ahí que se deban redefinir las acciones para combatir en forma efectiva el problema en regiones con situaciones nutricionales distintas".