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miércoles, diciembre 30, 2009
2010, naufragio panista
MÉXICO, D.F., 30 de diciembre (apro).- Sin haber creado una institución que funcione en una década al frente del país, el PAN ha confirmado lo que alguna vez dijo uno de sus principales fundadores, Manuel Gómez Morín, que este partido nació para oponerse y proponer, no para gobernar. Todo parece indicar que así pasará a la historia en estas fechas memorables.
Emblemático, el año entrante el país celebra dos fechas claves para la historia nacional: el centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia. Pero para la posteridad el 2010 podría pasar como el fracaso de la transición democrática mexicana.
Lamentablemente para el país la llegada del PAN al poder no significó ninguna transformación social, política o económica como se anhelaba tras 70 años de régimen autoritario del PRI, sino todo lo contrario, una profunda decepción.
De esta manera y aunque no ha transcurrido mucho tiempo, apenas tres años, el gobierno de Vicente Fox ya es recordado como el de la desilusión pues muchos de los que votaron por él veían la real posibilidad del cambio político e incluso se llegó a pensar en una transición radical del país mediante un gran pacto político entre todas las fuerzas y poderes.
Pero nada de esto sucedió, Fox dejó pasar una oportunidad histórica y no hubo acuerdos políticos con los poderes emergidos del PRI para cambiar el sistema sino que se reafirmaron las viejas alianzas sindicales, económicas y hasta de corrupción dando lugar a una enorme decepción entre los mexicanos.
Lo mismo ha ocurrido con Felipe Calderón quien, si no da un giro completo a su gobierno, será invocado como el presidente del fracaso pues sus principales propuestas han resultado ser eso, un enorme chasco pues no ha generado el empleo que prometió, ni establecido la paz ni la tranquilidad anhelada por millones de ciudadanos sometidos diariamente al terror del narcotráfico y la delincuencia organizada.
Metido cómodamente en el papel de oposición el PAN nunca se preparó para gobernar el país. Sin cuadros políticos suficientemente capacitados, carentes de preparación y de visión para toma decisiones de largo plazo, Fox y Calderón se sentaron en la silla presidencial sólo para intentar administrar el presente.
Y con ello echaron por la borda la esperanza representada en muchos de los votos que recibieron para ganar dos veces seguidas las elecciones presidenciales. Su fracaso viene a confirmar la teoría de que llegaron al poder no por el crecimiento del su partido el PAN sino por el hartazgo de la ciudadanía o por el miedo de los grupos de poder (empresarios, iglesia católica, sindicatos, etc.) de la llegada de un presidente ajeno y opositor a sus intereses.
Los gobiernos panistas vinieron a confirmar una triste realidad para los mexicanos: que las prácticas de impunidad, corrupción, mentira y traiciones que tanto criticaban del PRI, en realidad forman parte de la cultura política nacional. O sea, que no hay diferencias entre derecha, izquierda y centro en la geometría política del país.
Confirmada esta sospecha el regreso del PRI como “un partido que si sabe gobernar” parece lo más natural para los próximos años. Ahora no importa lo que digan y critiquen de los priistas, total todos los políticos son iguales o peores porque no saben gobernar.
Bajo esta idea de “nosotros si sabemos gobernar” si el PRI gana es probable que se vean cambios en el estilo o en la forma de hacer las cosas. Una de ellas, el combate al narcotráfico.
Es posible que al recobrar el PRI el poder presidencial veamos que los niveles de violencia y las formas en que se ha expresado el poder del crimen organizado sean menos graves o evidentes que las que experimentamos actualmente. Pero no es porque los priistas vayan a acabar con el narcotráfico pues saben que es imposible ya que se trata de un problema internacional con intereses profundos en los Estados Unidos, sino que le apostaran a controlarlo y para ello no duden que lleguen a acuerdos con algunos grupos como ya lo hicieron en el pasado.
2010 plantea entonces para el país muchos retos, pero el principal sacarlo del hoyo en que se encuentra, de la crisis económica, política y social al que ha sido llevado por los gobernantes panistas en quienes se fincó la enorme ilusión del cambio o el reto de la transición pero que sólo mostraron incapacidad para gobernar.
viernes, noviembre 27, 2009
Salinas nunca se ha ido: Diego Fernández
En “Transiciones” se escudriña en la esencia de dos figuras que fueron punta de lanza en la historia de Acción Nacional, uno es “El Jefe”, el otro el ex dirigente nacional Manuel Espino Barrientos .
Diego, el operador, el jefe
Desde joven, Diego Fernández de Cevallos tuvo un papel protagónico en vida del PAN, y en la primera parte del sexenio de Salinas fue el operador panista en Los Pinos. Lo relata así:
“Don Luis (H. Álvarez) fue quien llevó el diálogo con el Presidente. No sé si tuvo un total de una o dos docenas de encuentros durante el sexenio. Yo, posiblemente cien o doscientas, porque era quien operaba todas las cuestiones de orden práctico”.
Despertó el recelo de sus compañeros que pretendieron que a Los Pinos no fuera solo.
A todos contestó: “A mí no me manden con chaperones para tenerme confianza, porque eso es una estupidez”. Hay espacio para la tracalada, y “no me importa lo que digan los demás; me importa lo que diga mi conciencia”.
Así, con vigor resuelve en la entrevista puntos duros. Dice que después del debate presidencial, el cual ganó, Televisa le cerró espacios, de acuerdo con Salinas.
Asegura que Manuel Clouthier murió en accidente; que Salinas fue perjudicado con el asesinato de Colosio; defiende a José Córdoba Montoya de su leyenda negra, y revela que “lo sigo tratando”. Rechaza que Enrique Peña Nieto sea un invento de la televisión, pues “tiene carisma”.
“Siempre se habla del regreso de Salinas”, le suelta su interlocutora, y Diego exclama: “¡Pero si nunca se ha ido! En todas partes y a todas horas el señor está operando: Está cerca de Peña Nieto, de Beltrones, de Beatriz Paredes, y con gente del PRD. Está impulsando un proyecto”.
Espino contra corriente
El presidente del PAN entre 2005 y 2007, en el desafuero y la campaña presidencial de Felipe Calderón, Manuel Espino cuenta lo que ha visto, como que “la gente se decepcionó rápido de la democracia”, al tiempo que con Fox “hubo una declinación de las convicciones del partido”.
Una muestra: Culpa a Felipe Bravo Mena, presidente entonces del PAN, de haber dejado crecer las aspiraciones presidenciales de Marta Sahagún, algo que “sacudió al país”, pero no movió a los dirigentes del partido.
“Ni en los tiempos de mayor autoritarismo del PRI se vio que la esposa de un mandatario anduviese buscando la candidatura para suceder a su marido”.
Le tocó introducir el tema con Fox en Los Pinos y ahí se acabó la reunión y no volvió a ser invitado. Se enojó el Presidente.
Después, cuando estaba perdida la causa del desafuero de Andrés Manuel López Obrador, Espino volvió al circuito foxista con la idea básica de salida, y hasta las paces hizo con Marta.
El Universal
Las relaciones del PAN y del PRI tienen uno de los periodos más intensos durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y, luego, cuando Vicente Fox gana la Presidencia, el partido de Manuel Gómez Morín y una generación de luchadores por la democracia, enfrenta los problemas de la política real, desgastarse por ejercer el poder.
Es el periodo de reconocimiento de triunfos electorales panistas, a pesar de las rabietas priístas; de aplicación de la agenda política del PAN, en el gobierno de Salinas de Gortari.
Luego, a lo largo de los nueve años en que el PAN ha ocupado la Presidencia de la República, ha habido presencia del salinismo en Los Pinos.
Es historia fresca. Hablan con Carmen Aristegui, en sendas entrevistas uno de los más famosos panistas, Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial, y Manuel Espino, un dirigente nacional del PAN que entrega a la periodista revelaciones que lo pintan como un renuente a complacer al poderoso, así haya sido Fox o Calderón.
Es un par de entrevista a la mitad del volumen de 291 páginas del libro Transición, que este sábado presentará Carmen Aristegui en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, junto con el fotógrafo Ricardo Trabulsi, quien logró retratos de ambos políticos que detienen la atención del observador.
Como el resto de los entrevistados que dialogan con Aristegui y posan para Trabulsi, Fernández de Cevallos y Espino dieron tiempo para el ejercicio de comparecer a las preguntas de la opinión pública mediante de una reconocida periodista.
Es el periodo de reconocimiento de triunfos electorales panistas, a pesar de las rabietas priístas; de aplicación de la agenda política del PAN, en el gobierno de Salinas de Gortari.
Luego, a lo largo de los nueve años en que el PAN ha ocupado la Presidencia de la República, ha habido presencia del salinismo en Los Pinos.
Es historia fresca. Hablan con Carmen Aristegui, en sendas entrevistas uno de los más famosos panistas, Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial, y Manuel Espino, un dirigente nacional del PAN que entrega a la periodista revelaciones que lo pintan como un renuente a complacer al poderoso, así haya sido Fox o Calderón.
Es un par de entrevista a la mitad del volumen de 291 páginas del libro Transición, que este sábado presentará Carmen Aristegui en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, junto con el fotógrafo Ricardo Trabulsi, quien logró retratos de ambos políticos que detienen la atención del observador.
Como el resto de los entrevistados que dialogan con Aristegui y posan para Trabulsi, Fernández de Cevallos y Espino dieron tiempo para el ejercicio de comparecer a las preguntas de la opinión pública mediante de una reconocida periodista.

Desde joven, Diego Fernández de Cevallos tuvo un papel protagónico en vida del PAN, y en la primera parte del sexenio de Salinas fue el operador panista en Los Pinos. Lo relata así:
“Don Luis (H. Álvarez) fue quien llevó el diálogo con el Presidente. No sé si tuvo un total de una o dos docenas de encuentros durante el sexenio. Yo, posiblemente cien o doscientas, porque era quien operaba todas las cuestiones de orden práctico”.
Despertó el recelo de sus compañeros que pretendieron que a Los Pinos no fuera solo.
A todos contestó: “A mí no me manden con chaperones para tenerme confianza, porque eso es una estupidez”. Hay espacio para la tracalada, y “no me importa lo que digan los demás; me importa lo que diga mi conciencia”.
Así, con vigor resuelve en la entrevista puntos duros. Dice que después del debate presidencial, el cual ganó, Televisa le cerró espacios, de acuerdo con Salinas.
Asegura que Manuel Clouthier murió en accidente; que Salinas fue perjudicado con el asesinato de Colosio; defiende a José Córdoba Montoya de su leyenda negra, y revela que “lo sigo tratando”. Rechaza que Enrique Peña Nieto sea un invento de la televisión, pues “tiene carisma”.
“Siempre se habla del regreso de Salinas”, le suelta su interlocutora, y Diego exclama: “¡Pero si nunca se ha ido! En todas partes y a todas horas el señor está operando: Está cerca de Peña Nieto, de Beltrones, de Beatriz Paredes, y con gente del PRD. Está impulsando un proyecto”.
Espino contra corriente
El presidente del PAN entre 2005 y 2007, en el desafuero y la campaña presidencial de Felipe Calderón, Manuel Espino cuenta lo que ha visto, como que “la gente se decepcionó rápido de la democracia”, al tiempo que con Fox “hubo una declinación de las convicciones del partido”.
Una muestra: Culpa a Felipe Bravo Mena, presidente entonces del PAN, de haber dejado crecer las aspiraciones presidenciales de Marta Sahagún, algo que “sacudió al país”, pero no movió a los dirigentes del partido.
“Ni en los tiempos de mayor autoritarismo del PRI se vio que la esposa de un mandatario anduviese buscando la candidatura para suceder a su marido”.
Le tocó introducir el tema con Fox en Los Pinos y ahí se acabó la reunión y no volvió a ser invitado. Se enojó el Presidente.
Después, cuando estaba perdida la causa del desafuero de Andrés Manuel López Obrador, Espino volvió al circuito foxista con la idea básica de salida, y hasta las paces hizo con Marta.
sábado, septiembre 19, 2009
“Acción Nacional es un equívoco”
Tal es el título que el católico ultraortodoxo Jesús Guiza y Acevedo utilizó para su libro (Ed. Polis, 1966), cuando renunció a 25 años de militancia en el PAN, a pesar de haber sido un distinguido miembro fundador. Guiza y Acevedo fue, además, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y autor de numerosos libros y artículos.
El texto citado es una de las diatribas más violentas escritas contra el PAN. A pesar de las descalificaciones y denuestos, Guiza identifica, temprana y acertadamente, algunos problemas congénitos al partido. Cabe mencionar dos: “Acción Nacional declara no ser de izquierda, ni de derecha, quiere ser sólo de hoy, y rechaza cualquier continuidad histórica”. Y en efecto, el PAN, al igual que muchos otros partidos de derecha en el mundo, intenta negar su filiación histórica con los conservadores del siglo XIX. El rechazo oficial nunca impidió que varios de sus líderes, como Efraín González Luna, candidato presidencial en 1952, defendiera en la revista del partido el pasado colonial y a Lucas Alamán. Felipe Calderón, a la sazón presidente del PAN, vitoreó a Agustín de Iturbide un 15 de septiembre en el Ángel de la Independencia.A pesar de estas manifestaciones, la línea oficial fue la señalada por Guiza y Acevedo: ser sólo de hoy. El esfuerzo por ignorar un pasado rico en enseñanzas trajo aparejado un desconocimiento de la naturaleza de los problemas actuales del país que resumieron y simplificaron en la falta de democracia. Esta actitud se tradujo en sus plataformas electorales, durante seis décadas, caracterizadas más por posiciones éticas que políticas. La tónica cambió con Fox, ya que las plataformas, incluyendo la última, parecen haber sido redactadas por agencias de publicidad abocadas al hoy, hoy, hoy.La segunda crítica importante de Guiza y Acevedo también fue pertinente: “Acción Nacional no es sólo un equívoco. Es, también, un retraimiento, una vacilación en cuanto a las formas o formalidades de su actividad política y una vituperable, execrable traición en cuanto al fondo. Es rémora y pala (en su acepción de engaño), pero pala de ‘palero’”.El motivo inmediato del enojo del autor fue la participación del PAN, con Adolfo Christlieb, en la reforma electoral de 1963 que estableció los diputados de partido (el PAN obtuvo 18 de un total de 183) y el reconocimiento, por vez primera, del triunfo en las urnas del presidente Díaz Ordaz. Ello implicaba el reconocimiento de facto de la legitimidad del régimen revolucionario. Este fue el motivo de fondo que resultó inaceptable para el ultramontano escritor que, al igual que muchos otros panistas de la primera hora, concebían al PAN más como un movimiento antisistema que como un partido político de oposición, tal y como lo pensó Gómez Morín. Resabios de esta actitud antisistema se manifestaron cuando Luis H. Álvarez luchó arduamente en el Consejo Nacional, durante 18 meses, para que después de una década se aceptara recibir el financiamiento público que la reforma de Reyes Heroles otorgó a los partidos. Desde la otra acera, la liberal, don Daniel Cosío Villegas también denunció el equívoco que significaba el PAN, desde una perspectiva política. En su famoso ensayo La crisis de México, publicado casi 20 años antes que el de Guiza y Acevedo, escribió: Para combatir la corrupción “que ha rajado el tronco de la Revolución Mexicana”, hay que considerar la posibilidad de la alternancia política y de que Acción Nacional llegara al poder. Esta eventualidad lo aterra, ya que estima que la Iglesia, “con su incurable oscurantismo”, perseguiría a los liberales e impediría resolver los problemas del país. Pero más le preocupaba la incapacidad del PAN para gobernar: “Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno… no cuenta ni con principios ni hombres… se ha gastado en una labor de denuncia, pero poco o nada ha dicho sobre cómo organizaría las instituciones del país”.El PAN nada decía porque el poderoso núcleo católico, que había expulsado de Acción Nacional a uno de sus primeros diputados, el liberal Aquiles Elorduy, por defender el laicismo educativo, aún se concebía como movimiento antisistema y soñaba con sustituir al régimen de la Revolución. Por supuesto que Gómez Morín mantuvo a raya a los ultras, aunque les concedió la cabeza de Elorduy y un buen número de puestos dirigentes a los militantes provenientes de la Acción Católica, como Alfonso Ituarte Servín y José González Torres, que sucedieron a Gómez Morín después del período de Gutiérrez Lascuráin.El libro de Guiza y Acevedo fue el epitafio de los que aún pensaban en el PAN como movimiento antisistema. La Iglesia y los empresarios se habían acomodado cabalmente en el nuevo régimen (el reinado de Ortiz Mena) y el PAN se había consolidado como partido de “leal” oposición sin que el adjetivo se emplee con connotaciones peyorativas. Las reformas electorales de 1963 y 1978 le permitieron aumentar sustancialmente el número de diputados federales y locales, y el avance democrático, tanto del gobierno como de los gobernados, le facilitaron que ganara numerosas presidencias municipales importantes. Sin embargo, subsistió un equívoco fundamental: ¿el partido realmente se proponía y se preparaba para conquistar el poder?Nada indica que haya sido el caso, ya que en los actos iniciales para conmemorar los 50 años del partido, en febrero de 1989, su presidente Luis H. Álvarez se vio obligado a sostener: no tenemos por qué “tener miedo” de luchar por el poder… “Acción Nacional tiene que asumir el riesgo de ejercer responsablemente la cuota de poder que sus electores le dieron”. Esta actitud condicionó el triunfo del PAN en el año 2000 y ha sido fuente de ambigüedades e indecisiones. El poder ha revelado la estatura del PAN. En tan sólo nueve años mostraron que desconocían la naturaleza del poder, sus exigencias y servidumbres, así como la condición humana. Más aún, su ignorancia acerca de los problemas del país, de los intereses en juego y de las fuerzas políticas les hizo pensar, en un primer momento, que tenían carta blanca para proceder, a falta de programas, de acuerdo a sus ocurrencias. Pasada la euforia inicial, llegó el segundo tiempo y toparon con pared. Desde entonces se encuentran en un callejón sin salida, pasmados y en ocasiones aterrorizados. No se equivocó Cosío Villegas en 1947 al profetizar que el PAN se “desplomaría al llegar al poder”, lo que no implica su desaparición. Tampoco erró Guiza y Acevedo al sostener que el PAN es un “equívoco”. Cuando César Nava habla de “reinventar” al PAN les otorga la razón. l
* Investigador de El Colegio de México y autor del libro El miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN (Océano, 2009).
La deuda del PAN con la cultura
El Partido Acción Nacional llega a sus 70 años de vida con la propuesta legislativa más pobre de su historia en materia de cultura: En tan sólo cinco líneas expresa una deshilvanada iniciativa sin diagnóstico ni análisis. Y es que la deuda que el partido fundado por Manuel Gómez Morín y otros intelectuales tiene con la cultura se debe en parte al desánimo de sus militantes por desarrollar esta actividad, por el desinterés de la propia institución por fomentarla y, como tercer factor, al abandono del partido de sus mejores talentos a lo largo de su historia, por motivos de carácter ideológico. Las mentes más brillantes terminaron realizando una labor intelectual destacada –generalmente en el campo de las letras– fuera del PAN. Fue el caso de la generación incómoda expulsada en los años sesenta, integrada por Hugo Gutiérrez Vega, Manuel Rodríguez Lapuente, los hermanos Ignacio y Carlos Arriola y Alejandro Avilés. Otros optaron por renunciar, como el artífice de la reproyección de principios de doctrina de 1965, Efraín González Morfín; el historiador del PAN y padre del actual presidente de México, Luis Calderón Vega; y quien redimensionara e internacionalizara al partido –además de dotarlo de sus actuales fundaciones de estudio y análisis–, Carlos Castillo Peraza. Y recientemente, el destacado parlamentario y sociólogo José Francisco Paoli Bolio, quien el pasado 20 de agosto envió su renuncia al Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
La propuesta legislativa del PAN (2009-2012) en materia de cultura, titulada “Promovemos la cultura y el arte”, plantea en tan sólo cinco líneas favorecer, apoyar e incentivar a los creadores artísticos a través de una “Ley de Fomento al Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural para que mediante mecanismos fiscales y mecenazgos se apoye con recursos públicos y privados a los artistas, creadores e investigadores”. Una propuesta así debería incluirse en una ley general de cultura, o bien en la actual Ley del ISR. Más aún: Olvida el PAN que ya en otras legislaturas ha propuesto el tema del mecenazgo por separado (véase la plataforma legislativa 1994-1997), en la que propuso un proyecto de ley de mecenazgo y fundaciones, a fin de que la sociedad civil impulse la creación cultural a través de bonificaciones fiscales. Un proyecto que finalmente fue desechado antes de ser presentado al pleno del Congreso. Su propuesta de “Ley de Fomento al Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural con mecanismos fiscales y mecenazgo” no precisa su característica de ley federal; no dice qué pasaría con la actual Ley sobre Monumentos, y evade el tema relativo a los “mecanismos fiscales” (hay que recordar que el IETU, promovido y aprobado por el mismo partido, desaparece los regímenes especiales y exenciones fiscales). Si este impuesto se queda como único, el apoyo a la creación que se pretende será imposible. Todo lo anterior resulta lamentable, teniendo en cuenta que el PAN lleva 30 años presentado plataformas legislativas. La intención de Castillo Peraza en 1979, al elaborar la primera de ellas, era precisamente mostrar un diagnóstico, un análisis y una propuesta al electorado.
La gestión cultural de Gómez Morín
Existe la creencia de que el PAN no estableció desde su fundación iniciativas de carácter cultural, pero Gómez Morín fundó y colaboró estrechamente en proyectos que siguen teniendo vigencia. Una de las gestiones culturales más importantes y menos conocida es el impulso de las primeras giras de la Orquesta Sinfónica de México (OSM) de Carlos Chávez. Lo hizo como parte de su anhelada descentralización cultural en 1937, esto es, antes incluso que la organización del PAN (1939). La red de promotores que conformó en el país para impulsar la OSM se integró con destacados miembros fundadores de la naciente estructura del PAN. En Guadalajara, por ejemplo, se apoyó en los abogados Efraín y Víctor González Luna; en Monterrey, en José G. Martínez y Bernardo Elosúa Frías; en Querétaro, con Luis Álvarez y Carlos Septién García; en Michoacán, con Miguel Estrada Iturbide y Miguel Bernal Jiménez; en San Luis Potosí, con Isaac Guzmán Valdivia; en Tampico, con Samuel Melo Ostos, y en Torreón, con Salvador de Lara y Domingo Valdez Villarreal. Resulta lamentable que ni los propios panistas ahora sepan que antes de fundar el partido, Gómez Morín había echado a andar la primera organización musical del país. Un desconocimiento sobre la labor cultural del PAN comparable a otro en la actualidad: muchos panistas desconocen que el recientemente legislado derecho de acceso a la cultura en México fue planteado ya por Adolfo Christlieb Ibarrola en los años setenta y retomado por Castillo Peraza –cuyo noveno aniversario de muerte se cumplió el pasado miércoles 9– en la primera plataforma legislativa del PAN en 1979.
La “generación Mexicanto”
Existe una generación denominada por Castillo Peraza la generación tardía, la que no llegó en su tiempo, al mando de Manuel Clouthier y con Francisco Barrio y Vicente Fox. Esa generación cubrió en cierta forma el enorme hueco que dejó la generación incómoda. Esta generación fue duramente atacada bajo el mote de “neopanistas” por sus ideas pragmáticas, aunque pese a todo siguió adelante hasta conquistar el poder. La salida del PAN de la generación incómoda abrió una profunda grieta que vinieron a revestir grupos ajenos a la doctrina del partido. La salida de esta brillante cantera hizo al PAN presa fácil de diversos grupos empresariales con intereses ajenos a su doctrina, pues se fueron quienes pudieron apuntalar un proyecto cultural dentro del partido. Esto tiene un antecedente memorable: el de José Vasconcelos, el único hombre que ha sido capaz de desarrollar una política cultural en el país. De esto da cuenta Emmanuel Carballo en Protagonistas de la literatura mexicana (1994); al preguntar a Vasconcelos sobre su distanciamiento con el PAN, éste respondió: “los fifís de la política nunca me quisieron, es más, me echaron de la oposición”. La cultura está tan mal concebida en el PAN, que en una de las entregas del periodista Álvaro Delgado a este semanario, el entonces presidente del PAN, Manuel Espino, manifestó que existe un “consejo nacional de intelectuales”, refiriéndose a lo que en realidad es el Consejo de Cultura, integrado en su mayoría por personajes del espectáculo y de la farándula, como Maribel Fernández La Pelangocha, Isabel Martínez La Tarabilla, Pompín Iglesias, Evita Muñoz Chachita, Irma Lozano y el mago Ednovi.Llama la atención el caso del compositor David Filio –compañero de bohemia del actual presidente de la nación–, pues ha sido el inspirador de la que podríamos llamar la generación Mexicanto, puesto que la música de este virtuoso dueto amenizaba los encuentros de la Secretaría Juvenil del partido, cuando Felipe Calderón era su jefe juvenil nacional. Pertenecerían a ella el actual presidente del partido, César Nava; su antecesor, Germán Martínez; el subsecretario de Energía, Jordi Herrera; la exdiputada federal Karla Rochín; el exsecretario general José Espina; los exdiputados Cristian Castaño y Tarsicio Rodríguez; y por supuesto, Margarita Zavala.
Pero el presente y el futuro de la cultura en el PAN deben construirse más allá de una generación inspirada en Mexicanto y en el elenco de su Consejo de Cultura. Se deberían recuperar de la memoria histórica los mejores referentes. Nadie puede desarrollar lo que no ha concebido. En esa condición llega el PAN a sus 70 años en materia de cultura. De continuar así después de este aniversario reflexivo, esta vez, como dijera Castillo Peraza, “recordar no será volver a vivir, sino comenzar a morir de nuevo”. l
* Militante del PAN y asesor cultural en la Cámara de Diputados.
Indigna el presupuesto para cultura
Para los trabajadores de la cultura la austeridad, la crisis económica y el recorte de 11% al presupuesto para 2010, no son nuevos. Desde hace más de 20 años enfrentan bajos salarios, disminución de prestaciones, incertidumbre laboral, falta de herramientas y materiales para su desempeño y, sobre todo, el deterioro de sus centros de trabajo que constituyen –nada menos– el patrimonio cultural del país.Reunidos con Proceso en la sala de juntas del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de las Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), un grupo de representantes sindicales de este instituto, Antropología e Historia (INAH), Centro Nacional de las Artes (Cenart) y Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública (SEP), lanzan un reto al Ejecutivo:Si de verdad quiere ahorrar recursos y adelgazar el aparato burocrático, como se supone hizo al fusionar la Secretaría de Turismo con la de Economía, debe desaparecer al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) para eliminar, de una vez por todas, la duplicidad y hasta triplicidad de funciones que por ley corresponden a INAH e INBA.El Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) enviado esta semana por Felipe Calderón a la Cámara de Diputados para el 2010, es de 8 mil 510 millones de pesos para el sector cultura. Representa 3 mil 141 millones de pesos menos que en 2009, cuando el Ejecutivo planteó dar 9 mil 651 millones de pesos, pero hubo una ampliación de 2 mil millones, con lo cual el total fue de 11 mil 651.De “regresión” califica la medida el exdiputado Alfonso Suárez del Real, expresidente de la Comisión de Cultura en la pasada legislatura, la medida. Lamenta que, en cambio, se hayan incrementado en más de 500 millones de pesos los recursos destinados a la “implementación de operativos para la prevención y disuasión del delito”. Recuerda que la cultura es “una garantía constitucional”, por tanto el presupuesto no debería depender de la voluntad “individual o colectiva del Ejecutivo en turno o de su programa de gobierno”, sino responder a lo señalado en la Constitución.Aun antes de darse a conocer el PEF, la amenaza de recortes comenzó a movilizar a la comunidad cultural. En correos electrónicos se hacía un llamado para impedirlos. La historiadora y crítica de arte Irene Herner alertó:“Sería terrible que sólo importe armar al Ejército, encerrar a la gente en sus casas ante una televisión lineal, vertical y de mala calidad, ante campañas electorales caras y ajenas a todo sentido de identidad cultural y, seguramente, ante festejos del Centenario con puras luces de bengala. Frente a la crisis económica, política, social y de salud que vivimos, la elaboración artística, cultural, mítica, simbólica, imaginaria y del ingenio son salidas que debemos procurar más que nunca para no perder, además, el sentido de la existencia.”Otro grupo de creadores, conformado en el Frente en Defensa del Arte y la Cultura, se pronunció el martes 8 contra el recorte, considerando que la labor cultural es preventiva del delito y ofrece alternativas de inclusión comunitaria, democrática y participativa. Y convocó a los grupos parlamentarios y a la sociedad a no permitir el “atropello a la expresión artística y cultural” del país, y al Ejecutivo federal a enmendar “su error”.La senadora perredista María Rojo, presidenta de la Comisión de Cultura en el Senado, presentó un punto de acuerdo para exhortar al Ejecutivo, al titular de la SEP y a los diputados a no disminuir el presupuesto.Tras aclarar que la cultura no sólo es el disfrute de bienes tangibles e intangibles y de expresiones artísticas, destaca su cualidad de generar derrama económica, además de fortalecer la identidad y la integridad social. Por ello “los recortes en la cultura, sumados a los previsibles en la educación, serán mucho más empobrecedores que cualquier otra afectación al presupuesto”.
Monstruo de mil cabezas
Los trabajadores del sector –representados por Luis Vázquez Chávez, del Cenart; Adriana Salazar Jiménez, de Bibliotecas de la SEP; Virginia Barrera, José Luis Guzmán y Pablo González, del INBA, y José Manuel Figueroa, del INAH– cuentan que desde su creación por decreto presidencial de Carlos Salinas de Gortari del 7 de diciembre de 1988, el Conaculta absorbe buena parte del presupuesto cultural. Y se ha señalado reiteradamente la duplicidad de funciones en el sector:Existen, por ejemplo, varias dependencias que fomentan el libro y la lectura. En materia de patrimonio la labor está en el INAH, el INBA, y en el Conaculta existen la Dirección de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, la Coordinación Nacional de Patrimonio Cultural y Turismo, y un Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Ferrocarrilero. Son sólo unos ejemplos, la enumeración de todas las dependencias dedicadas a objetivos similares ameritaría varias páginas. La sola estructura orgánica “operativa” del organismo, con sus coordinaciones, jefaturas de asesores, secretarías particulares y privadas, subdirecciones, unidades y departamentos ocupa 16 páginas.Hace falta, dice Barrera, evaluar si la institución es viable o no, si cumple una función o no. Para ella es claro que debe desaparecer y fortalecerse con sus recursos la labor sustantiva de los institutos. Refiere entonces que en el consejo hay casi 2 mil 700 trabajadores, de los cuales 599 “son mandos de alto nivel que ganan cerca de 2 millones de pesos al año”.Las percepciones brutas de Consuelo Sáizar, presidenta del organismo, son –por ejemplo– de 190,021.30 pesos mensuales. El sueldo base es de 23,667.18 más una compensación “garantizada” de 166,277.12 pesos, y tiene además autorizados hasta dos vehículos; 6 mil 750 pesos de gastos de celular, y 6 mil 500 para gastos de alimentación. Los directores de los institutos tienen a su vez un sueldo bruto de 171,901.34 pesos, más sus prestaciones. Si es verdad, como lo anunció Calderón, que nadie ganará más que el Ejecutivo (146,830.21 pesos), a partir del siguiente ejercicio presupuestal esos sueldos deberán disminuir.Los salarios contrastan con los 4 mil a 8 mil pesos que Barrera dice recibe un investigador del INBA, o los 5 mil de un bibliotecario de la SEP, cuyo representante sindical está pidiendo una homologación con el sueldo de otros trabajadores del sector cultural, con lo cual –señala– podrían ganar 5 mil 500 pesos.Afirman que desde 2009 se había autorizado en la Cámara baja un monto para la homologación y retabulaciones salariales, pero al no haberse etiquetado las autoridades lo están destinando a otros rubros.Sus peticiones van más allá de lo laboral y salarial. Piden que no se dé al Conaculta un marco jurídico; que no se separe en el proyecto de nación la cultura y la educación; y no se cree una Ley General de Cultura, como se prevé se hará en la próxima legislatura, sin un diagnóstico certero (no les satisface el presentado hace unos meses por la UNAM) y sin consultar a todos los involucrados en el sector.Les preocupa el estado de sus centros. Acusan, por ejemplo, el deterioro de las instalaciones del Cenart, cuyos problemas en la infraestructura se señalaron desde su inauguración (goteras, pisos no adecuados para las distintas áreas artísticas en el caso de danza, o espacios poco ventilados para el uso de solventes en el caso de las artes plásticas). Sin olvidar su problema jurídico, pues las labores de enseñanza e investigación que se realizan en sus espacios corresponden por ley al INBA.El balón del PEF está ahora en la cancha de la Cámara de Diputados. l
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