Aspe, Córdoba y Levy, los “Cerebros” de Peña Nieto
En la lógica que supone la necesidad de apuntalar la candidatura de
Enrique Peña Nieto ante las limitadas capacidades políticas del
candidato presidencial del PRI, tres tecnócratas salinistas operan como
“cerebros” de su campaña. Se trata de Pedro Aspe, José Córdoba Montoya y
Santiago Levy. El primero actúa como inspirador de la apertura total
del sector energético; el segundo como promotor del fin de la
representación proporcional, y el tercero como estratega en materia de
política social. Peña Nieto deja claro así su “embelesamiento” con el
neoliberalismo heredado por Carlos Salinas de Gortari.
José Córdoba Montoya y Pedro Aspe, los principales “cerebros” del modelo
político y económico del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña
Nieto.
Jenaro Villamil
Convertidos en consultores, accionistas o cabilderos de
trasnacionales de los ramos energético, eléctrico y manufacturero; en
asesores e intermediarios entre gobiernos estatales y la banca para
“renegociar” las millonarias deudas locales, los dos colaboradores más
importantes del sexenio salinista Pedro Aspe y José Córdoba Montoya
están de vuelta. Son los “cerebros” del candidato presidencial del PRI,
Enrique Peña Nieto.Pilares de la tecnocracia mexicana,
sobrevivientes en la disputa entre Carlos Salinas y su sucesor Ernesto
Zedillo, los dos integrantes del grupo compacto formado en la Secretaría
de Programación y Presupuesto durante el sexenio de Miguel de la
Madrid, operan fuera de reflectores.
Hoy, Aspe y Córdoba influyen en
las principales propuestas de gobierno del candidato priista. Su trabajo
consiste en convencer al empresariado para que apoye a Peña Nieto, pero
sobre todo definen el tono ideológico del mexiquense que aspira a ser
el presidente de los “compromisos cumplidos” y del “gobierno eficaz”.
El
vínculo entre Aspe, autor de la frase “la pobreza es un mito genial”, y
el equipo de Peña Nieto viene de su relación con Luis Videgaray: el
coordinador general de la campaña es su alumno, además de socio en la
consultora Protego Asesores, rebautizada el lunes 2 de abril como
Evercore Casa de Bolsa, “empresa líder en banca de inversión”.
Fundada
en 1996 por Aspe, la firma ha restructurado más de 100 transacciones de
banca de inversión, como “colocaciones de capital privado,
financiamiento de proyectos de energía, reestructuraciones financieras,
fusiones y adquisiciones y financiamiento a estados y municipios”. Entre
esas entidades cuya deuda renegociaron están el Estado de México y el
Distrito Federal, así como decenas de municipios importantes como
Tijuana, sede del poder de Jorge Hank Rohn, el hijo incómodo del
profesor Carlos Hank González.
Más discreto, desde una casona de la
colonia Roma, en la Ciudad de México, Córdoba Montoya, jefe de la
Oficina de la Presidencia durante el gobierno de Salinas y artífice de
la estrategia política para lograr las reformas económicas y la apertura
comercial, es el principal ideólogo del “gobierno eficaz” de Peña
Nieto.
Defensor de un presidencialismo fuerte y enemigo de los
“gobiernos divididos”, Córdoba menosprecia la necesidad de una reforma
política para incorporar elementos parlamentarios al modelo mexicano;
también es artífice de una propuesta para eliminar 100 diputados
plurinominales, uno de los tres primeros compromisos que el candidato
priista firmó al arrancar su campaña en Guadalajara el 30 de marzo
último.
Un tercer “cerebro” en el equipo de Peña nieto es Santiago
Levy, director del Seguro Social en el gobierno de Vicente Fox. Antes,
en el sexenio de Zedillo, fue subsecretario de Hacienda. Junto con Luis
Téllez, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens, Javier Lozano, Jesús Reyes
Heroles y otros tecnócratas de origen priista, se sumó a la ola del
cambio panista, pero ahora regresa para terminar su proyecto de política
de combate a la pobreza.
Fue Levy quien le vendió a Peña Nieto la
idea de crear el Sistema de Seguridad Universal, que supondría un costo
total menor a 4% del Producto Interno Bruto (PIB), pero implicaría
reformas constitucionales importantes, así como un IVA generalizado en
medicamentos y medicinas, propuesta que hasta ahora no ha hecho pública
el aspirante presidencial priista.
En sus mítines, Peña Nieto suele
decir que mantendrá los programas para eliminar la pobreza, empezando
por Progresa y Oportunidades, creados precisamente por Levy. Desde el
sábado 14 de abril, en Guanajuato y Morelos, Peña Nieto incorporó en
este esquema al Pronasol, el programa consentido del sexenio de Salinas.
La
cátedra de Aspe
“El candidato que tenga 22 prioridades no tiene
ninguna. Yo planteo sólo tres modernizaciones”: la del sector
energético, la del sector educativo y la de ciencia y tecnología; quizá
le agregaría la reforma laboral, afirmó Aspe en una conferencia de tres
horas la tarde del miércoles 18.
Operador de las modernizaciones de
la era salinista –sinónimo de la política de privatizaciones–, el
exsecretario de Hacienda dictó cátedra ante los integrantes de la
Academia Mexicana de Auditoría Integral al Desempeño. Ante ellos Aspe se
explayó en su análisis de “La recuperación mexicana y el resto del
mundo”. No hubo prensa en el evento; sólo estuvo presente Proceso.
Seguro
de que en el próximo sexenio habrá en México una “explosión de
consumo”, el conferencista recomendó expandir el modelo de Tratado de
Libre Comercio con las naciones emergentes de Asia-Pacífico y
Latinoamérica; expuso también la necesidad de culminar la tarea iniciada
hace un cuarto de siglo por el sexenio salinista: el “nuevo paradigma”
de la liberalización y la productividad.
Aunque discreto en sus
opiniones políticas, Aspe no ocultó sus coincidencias con Peña Nieto
sobre la urgencia de aprobar una reforma energética, tal como el
candidato la expone en su libro México, la gran esperanza.
No es
casual el énfasis de Aspe y su consultora en relación con la
privatización energética. El 2 de marzo pasado, mediante una transacción
de entre 45 y 50 millones de dólares, Protego-Evercore adquirió 20% de
Grupo Diavaz, cuyas principales actividades son extracción de petróleo y
gas, así como distribución de gas natural. En 2008, Grupo Diavaz ganó
la licitación para la explotación de crudo en un campo maduro en Ébano,
San Luis Potosí.
En su conferencia Aspe palomeó a Peña Nieto y a
Josefina Vázquez Mota por plantear la apertura en el sector energético.
Dijo que en materia de modernización educativa y de ciencia y tecnología
“existe una baja productividad porque la cobertura y la calidad de la
educación, así como la inversión en investigación, innovación y
desarrollo tecnológico, son elementos que tienen un impacto directo en
la productividad de la economía”. Las mismas palabras que aparecen en la
página 64 del libro de Peña Nieto.
No son las únicas coincidencias
entre el peñismo y el exfuncionario salinista, quien ese día defendió
ante los auditores el Tratado de Libre Comercio con América del Norte
(TLCAN), la herencia más importante del sexenio de Salinas; expuso
también que México será más competitivo que China en la próxima década
por sus salarios más bajos.
Cuestionado sobre la crisis de las deudas
estatales, como la de Coahuila, Aspe afirmó que “es un tema importante,
pero no es sistémico, no puede desequilibrar el país”. Argumentó que la
deuda histórica acumulada de los estados apenas representa 2.7% del
PIB. Algunos auditores le recordaron que su empresa Protego fue artífice
de las renegociaciones en varios estados.
Ese es el origen del
vínculo entre Aspe y el Estado de México. Su socio en Protego Asesores,
Luis Videgaray, fue contratado para reestructurar y refinanciar la deuda
de la entidad en 2004, que ascendía a 2 mil 500 millones de dólares. A
partir de 2006, Aspe pasó a formar parte del Consejo de Administración
de Televisa, la empresa que ha impulsado de manera abierta la carrera
presidencial del mexiquense.
Con el respaldo de Aspe, Videgaray se
convirtió en secretario de Finanzas del gobierno peñista. En 2009 llegó a
la Cámara de Diputados, donde presidió la Comisión de Presupuesto. Dos
años después, buscó la candidatura de su partido al gobierno del Estado
de México; tras perder, se sumó a Eruviel Ávila, el exalcalde de
Ecatepec, e incluso coordinó su campaña.
Desde noviembre de 2011,
Videgaray es el coordinador general de la campaña de Peña Nieto. Es el
responsable de la estructura paralela de 18 coordinadores sectoriales,
32 por entidad federativa, y cinco por cada circunscripción electoral.
La
huella de Córdoba Montoya
La huella de Córdoba Montoya se dejó
sentir desde el primer día de la campaña de Peña Nieto. La propuesta de
eliminar el principio de representación proporcional de ambos es
idéntica. En abril de 2010, el exasesor salinista escribió un extenso
artículo sobre el tema en la revista Nexos y en el periódico Reforma,
justo el año que se aprobó la Ley Peña en el Congreso mexiquense para
bloquear las candidaturas comunes de los partidos opositores.
La
tesis de Córdoba es muy simple: en regímenes presidencialistas como el
mexicano, el principio de representación proporcional no ha permitido
gobiernos eficaces, sino gobiernos divididos, porque “fragmenta la
representación partidaria y otorga a las minorías un poder excesivo”.
“El
parlamentarismo puede convivir con el principio de mayoría, pero el
presidencialismo no funciona eficazmente con el principio de
representación proporcional. La razón es clara: el incentivo para
construir una coalición partidista es muy superior en un régimen
parlamentario –puesto que de esa coalición sale el Ejecutivo– que en uno
presidencial. La historia de México en los últimos 13 años lo
confirma”, sentenció Córdoba.
En el último párrafo, el asesor
salinista e impulsor de las candidaturas de Luis Donaldo Colosio,
primero, y de Ernesto Zedillo, después, lanzó incluso un juicio polémico
en su colaboración para Reforma, titulada Contra el proporcionalismo,
publicado el 11 de abril de 2010:
“El régimen político mexicano
siempre ha sido presidencial. Actualmente, el sistema electoral mexicano
es de representación mixta con preponderancia mayoritaria. Pero lo que
hacen las fórmulas vigentes de integración de la Cámara de Diputados no
es atemperar los excesos del principio de mayoría, sino violentar su
esencia, que consiste en darle el derecho temporal de legislar al
partido que obtiene la mayoría absoluta de diputados de mayoría…
“Lo
artificial es topar la ‘sobrerrepresentación’ en 8%, como ocurre hoy,
para forzar gobiernos divididos y despojar al partido más grande de su
eventual derecho a legislar. Ciertamente, la cláusula de gobernabilidad,
que transforma mayoría relativa de votos en mayoría absoluta de
escaños, tiene también un elemento arbitrario: fijar en 35% el
porcentaje mínimo de votos para su aplicación. Pero hay una manera obvia
de enderezar este aparente artilugio: el reparto plurinominal debiera
simplemente asegurar que conserva la mayoría absoluta de escaños en la
Cámara el partido que, en su caso, alcance la mayoría absoluta de
diputados de mayoría.”
Peña Nieto y su equipo de redactores del libro
México, la gran esperanza tomaron al pie de la letra los textos de
Córdoba e incluyeron en el apartado “Democracia con resultados” dos
propuestas para restablecer el modelo presidencialista que defiende el
exasesor de Salinas: eliminar la cláusula de 8% de sobrerrepresentación
de los partidos en la Cámara de Diputados (proveniente de la reforma
electoral de 1996) y “eliminar 100 diputados de representación
proporcional”.
El exasesor del salinismo no sólo pretende eliminar
100 diputados plurinominales, sino que el próximo presidente tenga
también el dominio en el Congreso para culminar las reformas económicas
que iniciaron hace más de tres décadas.
Hace más de 20 años, en 1990,
Córdoba publicó en la edición 128 de Nexos, en pleno salinismo, su
ensayo Diez lecciones de la reforma económica en México, que en su parte
medular plantea lo mismo que Aspe:
“La liberalización del comercio
es fundamental para inducir la eficiencia microeconómica y consolidar la
estabilidad macroeconómica… Acelerar el proceso de liberalización
comercial resulta conveniente para asegurar su irreversibilidad y,
también, para que las empresas introduzcan cambios necesarios e
incrementen su productividad en poco tiempo.”
Córdoba también está
interesado en acelerar la privatización del sector de energía.
“Obviamente,
estaba metido con la empresa Mexicana de Mantenimiento y Alumbrado
(MMA), de capital francés y español, filial del consorcio francés
Citelum”, señalaba Manuel Bartlett, en un artículo publicado por La
Jornada de Oriente el 21 de enero de 2004. Según el diario, el contacto
para ese nexo era Alejandro Parrodi, representante legal de la firma
Basham Ringe y Correa, S.C., accionista de Citelum. Córdoba trabajó como
cabildero para ésa y otras compañías extranjeras interesadas en el
negocio de la energía eléctrica.
El IMSS de Levy
En materia
de política social, Peña Nieto contrató los servicios de Santiago Levy,
director del Seguro Social con Vicente Fox y promotor desde 2002 del
esquema de subrogación de los servicios de guarderías del IMSS, cuyos
vicios se materializaron en el incendio del 5 de junio de 2009 en la
Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, a raíz del cual fallecieron 49
niños y 101 resultaron lesionados.
Durante su gestión Levy se
enfrentó al Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social,
encabezado por Roberto Vega Galina. En esa época perdió la confianza de
Fox por su incapacidad para mejorar el servicio del IMSS y por sus
constantes roces con el secretario del Trabajo, Carlos Abascal, recuerda
Gustavo Leal Fernández, profesor e investigador de la Universidad
Autónoma Metropolitana–Xochimilco.
Pese al desprestigio de los
tecnócratas de la era de Salinas y Zedillo, asegura Leal Fernández, Peña
Nieto está embelesado con ellos. “Está completamente embrujado por los
funcionarios de organismos internacionales, entre ellos Levy”, actual
vicepresidente del Banco Interamericano de Desarrollo, desde donde
escribe textos y recomendaciones para eliminar la pobreza.
El
proyecto de Peña Nieto recuperó su propuesta de un Sistema de Seguridad
Social Universal. En el capítulo 5 de su libro México, la gran
esperanza, cita la tesis de Levy: “La coexistencia de dos esquemas de
protección social fomenta la economía informal”:
“Para corregir esta
situación debemos construir un Sistema de Seguridad Social y Universal
que otorgue un piso de protección social básico y gratuito a todos los
mexicanos. Este sistema debe incluir cuatro elementos fundamentales:
acceso efectivo a los servicios de salud, presión para la vejez, seguro
de desempleo y seguro de riesgos de trabajo. En este sentido, la
condición de ciudadanía y no la participación en el mercado laboral debe
ser el eje del nuevo sistema de seguridad social.”
Para lograrlo, se
debe instrumentar una “reforma fiscal integral” basada en los
planteamientos de Levy. El problema, advierte Leal Fernández, “es que es
intransitable para el PRI porque implicaría elevar impuestos, sobre
todo generalizar a 16% el IVA en medicinas y alimentos y reducir
prestaciones”.