domingo, febrero 20, 2011
Carta de Andrés Manuel López Obrador al presidente del Consejo Nacional del PRD
Pemex sí es de interés público: Vega Casillas

La respuesta de Salvador Vega Casillas es inmediata: “Por supuesto que Pemex [Petróleos Mexicanos] es un tema de interés público”. Traje oscuro, presto y sin ambages, el titular de la Secretaría de la Función Pública (SFP) sentencia:
“Pemex es un tema de interés público y de interés nacional. Cuidar que no se cometan actos de corrupción, que las empresas se comporten adecuadamente y que no generen este tipo de cosas, que los funcionarios no incurran en estos actos, no le causen daños al país, no le causen daños a la empresa petrolera es un hecho de interés público, por supuesto.”
Sentado en un sillón de piel color negro, el secretario federal abandona de pronto la parsimonia y no rehúye pronunciarse, así, respecto de la sentencia que condena a Contralínea en primera instancia por daño moral, dictada el pasado 3 de enero por la jueza 54 de lo Civil del Distrito Federal, Yassmín Alonso Tolamatl. La condena se deriva de la demanda interpuesta en 2009 por Blue Marine Technology Group, Arrendadora Ocean Mexicana, Subtec y Antonio Juan Marcos Issa en contra de este semanario y cuatro de sus colaboradores.
—En todos los actos en que hemos detectado hechos de corrupción, para nosotros, la prensa es un aliado. Muchos de estos casos en los que hemos determinado sanciones han sido primero denunciados públicamente; otros sí han sido por denuncias directas a la Secretaría, por denuncias de ciudadanos. Para nosotros, [las publicaciones de la prensa] significan un rastro a seguir. Las denuncias que se hacen en los medios son las que dan valor a la transparencia para poder combatir la corrupción. Nosotros estamos complacidos con que ustedes y los medios de comunicación denuncien este tipo de cosas, y que decidan hacerlo, para nosotros, significa también enfocar nuestro trabajo –señala, cómodo, desde su amplia oficina.
A sus 49 años de edad, el panista michoacano dice estar convencido de que la corrupción en la administración pública federal se puede erradicar por completo. Respecto de Pemex, afirma que es la empresa con mayor número de casos detectados pero que, en su mayoría, los servidores públicos son honestos.
SFP sí investiga a Marcos Issa
A Vega Casillas le gusta hablar de los casos exitosos. Asegura que entre el 90 y el 95 por ciento de los hechos que denuncia la Secretaría ante el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa se mantienen firmes. Las sanciones económicas siempre las gana la dependencia a su cargo.
Uno de ellos, dice, será el caso que involucra a las empresas Arrendadora Ocean Mexicana –propiedad de Blue Marine Technology Group– y Transportación Marítima Mexicana [TMM] en el arrendamiento de cuatro buquestanque a un sobreprecio –considerado como daño al erario– de 47 millones de dólares; esto es, lo doble de lo que originalmente informó la Función Pública el pasado 26 de enero.
—Tenemos mucha confianza en el caso porque lo construimos minuciosamente. Hicimos un trabajo de años para poder obtener todos los elementos que nos permitieran tener la certeza de que podíamos defender sin ningún problema el caso en los tribunales.
En su auditoría, la dependencia presume que Arrendadora Ocean Mexicana y TMM “se coludieron” para obtener los contratos. Por este caso, la contraloría federal inhabilitó a 14 funcionarios que “manipularon la licitación y contrataron con sobreprecio” las embarcaciones y les fijó sanciones por más de 5 mil millones de pesos en total [Contralínea 218].
—Fue una investigación bastante larga. Pemex tiene, además de la cantidad de recursos que maneja, una complejidad técnica mayor que la que tiene el resto del gobierno. Eso es lo que hace, primero, más difíciles las investigaciones: tienen que ser más concienzudas; y, segundo, los temas de corrupción, de manipulación de las licitaciones, se escudan muchas veces en cuestiones técnicas; entonces, descubrir estas cosas y documentarlas requiere de un trabajo muy largo.
—Antonio Juan Marcos Issa, accionista del Grupo Blue Marine, fue coordinador de asesores de dos directores generales de Pemex, Rogelio Montemayor Seguy y Raúl Muñoz Leos. Cuando entra Luis Ramírez Corzo a la Dirección General acuerdan que Marcos Issa se separe del cargo, porque también había trabajado en Turbina Solar. Entonces se piensa que podría demostrarse un conflicto de intereses. Él se separa, pero sus empresas privadas siguen brindando servicios a Pemex. ¿Hay responsabilidad en esto? ¿Hay algún indicio de que el principal asesor de los dos directores generales y socio del tercer director general tuviera su empresa y sea ésa exactamente la que estaba cometiendo los actos ilícitos que ustedes documentan? ¿Eso también está dentro del marco de la investigación?
—No necesariamente. Nosotros nos enfocamos mucho a la construcción de este caso. Por supuesto que, cuando empiezas a construir un caso, empiezan a salir algunos otros cabos que te conducen a otras investigaciones. Eso nos lleva a tomar la decisión o la estrategia de decir: “Cerremos, concluyamos este proceso de esta parte”, porque si no nunca acabaríamos. Cerramos uno, y después, con los indicios que tenemos, abrimos otros. Hay muchos temas que estamos todavía investigando a partir de este caso y que además nos prenden los focos de alerta del comportamiento de las empresas, del comportamiento de los funcionarios.
—Pero ¿el caso de Marcos Issa les llama la atención?
—Por supuesto.
—¿Es un foco por revisar?
—Por supuesto que sí.
—En este caso, él era asesor de los directores generales y las empresas a las que representaba obtenían contratos. Habría entonces un conflicto de intereses. ¿Esto lo sanciona la Ley de Responsabilidades?
—Sí. Lo que pasa es que hay que documentarlo.
Vega Casillas admite que es difícil probar los conflictos de intereses y el tráfico de influencias. Además, justifica que en la mayoría de casos de exfuncionarios que se emplean en la iniciativa privada no constituyen por sí tráfico de influencias: “Porque lo hacen un año después de haber salido o en áreas distintas a las que ellos habían atendido. En la mayoría de las ocasiones, hay que decirlo, los trabajadores de Pemex trabajan con la propia empresa de manera limpia y en beneficio de la paraestatal, porque mantiene la experiencia de estos trabajadores ahora como externos; pero no siempre todos lo hacen así: hay algunos que se benefician de los conocimientos para hacer y cometer actos de corrupción”.
El secretario agrega que sí han encontrado que “en muchas de las empresas que hemos sancionado están involucrados exfuncionarios de Pemex con claros nexos con los funcionarios que siguen adentro, con las áreas en las que estaban trabajando. Ahí sí se configura y de hecho les hemos presentado denuncias penales a varios como parte de la empresa”.
El caso de Arrendadora y TMM no ha terminado
—En cuanto a las empresas, que son las beneficiadas, hay una sensación de impunidad porque permanecen a salvo: no tienen problemas, siguen concursando, tienen contratos, siguen cobrando, no están inhabilitadas. Parece que hay una protección del secretario de la Función Pública a las dos compañías.
—Es que todavía estamos en el proceso. Es parte de los procesos que todavía no culminan. La parte penal y la parte de las empresas aún no las terminamos.
—¿La investigación administrativa respecto de las empresas tampoco?
—Exacto. No hemos cerrado el caso en esas áreas: ni en lo penal ni en lo administrativo de las empresas. Es decir, esto es solamente la parte administrativa que le corresponde a los funcionarios públicos. En todos los casos, nosotros buscamos, siempre, si hay involucramiento de las empresas, inhabilitarlas y cobrarles la máxima multa que nos permita la ley, presentarles denuncia penal. Si hay involucramiento de servidores públicos, inhabilitarlos, separarlos del cargo, ponerles la máxima sanción que nos permita la ley, pedirles el resarcimiento del daño, presentarles denuncia penal. Cada uno de estos actos significa un procedimiento distinto. Nos cuidamos mucho en no mandarle a la PGR [Procuraduría General de la República], por un tema mediático, una papa caliente con la cual no se pueda hacer nada. Estamos ganando el 95 por ciento de los casos en los tribunales. El mensaje que le quiero mandar a todo mundo es claro: no doy tiritos.
—En este caso, no hay funcionarios importantes.
—No son solamente [mandos] medios, hay varios de nivel de gerencia, varios funcionarios importantes que fueron los que participaron. Durante muchos años, las grandes decisiones se les dejaban a los mandos medios, y eso es lo que ha provocado muchos casos de corrupción, porque es en el nivel medio donde se deciden cantidades impresionantes de dinero y licitaciones, y como ahí se quedan las decisiones, ahí también se quedan las responsabilidades. Eso ya se está cambiando con el nuevo esquema de Pemex, que ha propiciado que muchos de estos casos de corrupción en realidad se hayan fraguado en los niveles medios de Pemex. Antes no existía un estatuto interno en la paraestatal, por lo tanto fincar responsabilidades se dificultaba mucho porque podías hacerlo prácticamente sólo contra quienes firmaban. Entonces no se podían armar casos si solamente supones que alguien estuvo enterado o que ordenó. Una de las cosas que estamos haciendo es asegurarnos que las responsabilidades que fincamos son efectivamente las que podemos sostener en los tribunales.
—En la reglamentación, los que firman son los responsables, pero ¿no hay alguna omisión o negligencia del director de Pemex Refinación o de algún subdirector?
—Nosotros analizamos las responsabilidades que existen. En muchos de los casos, lo que falla es la labor de supervisión, pero éste no es el caso. Si delegan las responsabilidades, de acuerdo con el reglamento o las disposiciones, están obligados a supervisarlos, pero hay casos en los que ni siquiera están obligados a eso y es cuando no podemos vincular los actos. Nosotros tenemos que sancionar a quien tengamos la certeza, por lo menos la presunción, y cuando hemos reunido las pruebas suficientes para poder sostener la acusación en los tribunales. Esta investigación todavía no concluye, es decir todavía tenemos varios caminos pendientes por terminar: estamos acumulando pruebas, estamos trabajando en ese asunto, que es complejo y que ya tenía mucho tiempo.
—¿Habrá acusaciones penales?
—En eso estamos trabajando. Los expedientes y los delitos penales comparados con los administrativos son distintos; es decir, las pruebas que se reúnen para comprobar lo penal son distintas a las pruebas que se reúnen para lo administrativo. Entonces, no necesariamente lo que te da una sanción administrativa te puede dar para una sanción penal. Por supuesto que estamos analizando la vertiente penal y el tema de las empresas. Sin embargo, en muchas ocasiones tenemos que hacer una serie de estrategias para combatir este tipo de casos. En algunos, vamos sólo con lo penal si lo administrativo tiene debilidades. En esta ocasión, hemos presentado primero lo administrativo, pero no descartamos y seguimos estudiando los otros aspectos.
—En la parte penal, de acuerdo con el análisis, se ve la afectación patrimonial por el sobreprecio de 23.5 millones de dólares.
—El corte que se dio de los 23.5 millones de dólares fue a la auditoría. Cuando nosotros terminamos las responsabilidades, cerramos con 47 millones de dólares, es el doble. Éste fue el daño que fincamos. Por eso la multa de 500 millones de pesos a los funcionarios, porque es para resarcir ese daño de los 47 millones. Dimos un dato parcial. Ya lo cerramos en 47 millones de dólares y por eso son las multas por 500 millones de pesos a los funcionarios que participaron en todo el proceso.
—Alguien es responsable de ese daño patrimonial y debe ser juzgado por el delito cometido.
—Efectivamente. Ésa es la parte que tenemos en estudio, porque, por política, cuando presentamos una denuncia penal no es para dar una simple noticia del asunto, sino integrar todo en una investigación que le permita al Ministerio Público proceder.
—¿Cuántos meses necesitarían para eso?
—No lo sabemos. Es un tema de revisión, de acopio de pruebas, de confrontas, de discusiones internas de si da o no da el caso y estamos en el proceso todavía. Por eso no me gusta ponerle plazos a los casos porque a veces se complican; otras veces, salen muy rápido.
—Pero es febrero. ¿Sería este año?
—Nosotros esperaríamos que sí.
Credibilidad en la SFP, la apuesta
Las palabras de Vega Casillas fluyen cautelosas. Mide sus respuestas. Nunca pierde la seriedad ni hace ademanes que molesten su blanco cabello.
—Es muy difícil construir credibilidad. Cuando investigamos algo, nos importa conocer la verdad. No le damos la vuelta a nada. Muchas veces se construye una historia y a la hora de que la vas a documentar, nos damos cuenta que no hay elementos y la gente nos critica porque ya se había creído la historia. Hay otras en las que se han construido historias que se han quedado cortas. Lo que queremos es conocer la verdad y si encontramos esto, sancionamos a quien esté. Evidentemente sí tenemos que cuidar los aspectos legales: no podemos acusar a nadie sin tener elementos. Estoy seguro que la credibilidad de la lucha contra la corrupción, que además tiene muchos detractores porque inmediatamente que sacamos un caso alguien empieza a decir que es una persecución política, la confiabilidad y la confianza solamente las vamos a poder construir si el trabajo que hacemos lo hacemos con toda seriedad. Si alguien no es responsable, pues que lo digamos también; pero si alguien es responsable, nos vayamos hasta el fondo. Es la única manera de construir toda esta confianza.
—¿El 95 por ciento que ganan se refiere también a los recursos penales? ¿En más del 90 por ciento de los casos se logra sancionar penalmente?
—Son dos vías. En la parte penal, presentamos la denuncia ante el Ministerio Público y ellos llevan su propio procedimiento ante el tribunal que les corresponda y ante los jueces. Nosotros llevamos el procedimiento ante el Tribunal Fiscal y Administrativo y es ahí, cuando defendemos nuestros casos frente al Tribunal, donde estamos siempre entre el 90 y 95 por ciento de las instancias ganadas cada mes, que son las sanciones administrativas como las multas de los 5 mil millones de pesos.
—¿Y qué pasa en el ámbito penal?
—De esa parte no llevamos el control y no tenemos los porcentajes porque nosotros no somos quienes litigamos el asunto. Tenemos un equipo de penalistas que auxilia cuando se lo solicitan al Ministerio Público para poder armar los expedientes, pero es a solicitud.
—¿No coadyuvan en todo el proceso?
—No, porque no tenemos legalmente esa participación.
—En lo que sí les toca, ¿tienen idea de cuánto dinero se resarce a las finanzas públicas respecto de las sanciones económicas impuestas?
—El procedimiento, una vez que queda firme la sanción, es que se convierte en un crédito fiscal y es la Secretaría de Hacienda quien lo cobra. De acuerdo con el Código Fiscal, Hacienda es la que hace los cobros y ellos son los que llevan todo el asunto de las recuperaciones. ¿Por qué se fincan multas tan altas? Lo que la ley prevé es que a cada uno de los funcionarios se le cargue todo el daño que causó, porque los funcionarios cuando hacen este tipo de cosas tienen más capacidad de daño que capacidad de pago. Entonces la ley dice que se les finque todo el daño que causaron porque lo que se busca es que entre todos se recupere el mayor dinero que se pueda, hasta donde les den sus bienes. Esto se vuelve un asunto ejemplar para los demás funcionarios: si cometes un acto de corrupción, no sólo vas a perder el dinero mal habido, vas a perder todo lo que tienes. Ése es el castigo y la ley lo que trata es que el Estado mexicano pueda recuperar la mayor cantidad del daño. Por supuesto que no sería aceptable que la ley dijera que sólo regresaran lo que se llevaran; eso sería un aliciente para que todos los funcionarios cometieran actos de corrupción. Se trata de que sea un asunto ejemplar.
—Pemex es la empresa más grande de México. ¿Ustedes han estimado como ente auditor cuánto o qué porcentaje de todo su presupuesto representa la corrupción o este tipo de sobreprecios que se van pagando?
—No, es muy difícil de estimar. La corrupción es un acto que se comete en secreto. La verdad es que nosotros hemos tratado de estimarlo. Hemos visto las estimaciones que se hacen en otros lados, pero no nos parece que tengan demasiada solidez. Es demasiado aventurado dar un dato de esa naturaleza, simplemente porque son actos que se cometen en secreto. Es muy difícil hacerlo. Hemos explorado algunos métodos para poder estimarlo, pero no le vemos ninguna solidez.
—¿Pemex sí es la entidad con mayores actos de corrupción?
—Por lo menos es de la que más hemos descubierto, porque también tenemos un foco especial en Pemex. Justamente por la complejidad técnica, por la cantidad de recursos que se maneja, por el tipo de operaciones, por la historia que se tiene de estos actos [de corrupción] en Pemex, por supuesto que le hemos metido un foco especial.
—En su experiencia, ¿han encontrado un modus operandi similar para cometer daños al erario?
—Sí. Sobre todo manipulación de las licitaciones. Mucha de la normatividad que se hizo para combatir la corrupción se convirtió en un instrumento de la corrupción; es decir, la Administración Pública se modernizó y la corrupción se modernizó más. Ésa es una de las cosas que estamos revisando y atacando. En el gobierno federal, ya hicimos toda una desregulación de estos temas y pusimos todo mucho más claro para poderlo revisar con más facilidad y evitar que haya oportunidades de corrupción. Además de la manipulación de licitaciones, como fue el caso [de Arrendadora y TMM], está la colusión, también manipulando las licitaciones, con las empresas. Hemos encontrado muchas empresas fantasma, de fachada, para poder hacer este tipo de cosas. Es ahí donde hemos encontrado el mayor número de actos de corrupción.
—¿El foco de atención de la Secretaría está en todas las subsidiarias y en el Corporativo de Pemex o hay alguna que se haya descuidado?
—No. Hay en todos lados. Sin embargo, cada vez que encontramos actos de corrupción lo que hacemos es ajustarnos. Lo que estamos revisando ahora: cuando vemos cómo se cometieron los actos de corrupción, las estadísticas, cómo funcionan [los esquemas de corrupción], vamos haciendo nuestros propios ajustes. Eso es lo que ha podido hacer que estemos incrementando los casos de corrupción que descubrimos, porque además estamos trabajando mucho con los órganos internos de Control para capacitarlos técnicamente. Es decir, la complejidad del tema lo que exige es que los órganos internos de control entiendan el funcionamiento perfecto de Pemex. Les damos desde cursos de capacitación en el Instituto Mexicano del Petróleo, de cómo funciona una planta, una plataforma, cómo se transporta el crudo, el tema naviero. Todos estos conocimientos técnicos que les permita detectar este tipo de actos.
—¿Cuál es la respuesta del director de Pemex ante este interés de la Secretaría?
—Este tipo de casos han sido con el apoyo total de la Dirección General de Pemex. De hecho, eso nos ha ayudado mucho para detectar este tipo de casos. Cuando tenemos sólo indicios, pero no tenemos todos los elementos probatorios de los hechos de corrupción, la propia administración de Pemex toma medidas: hay casos en que han separado de sus cargos a los funcionarios sólo por los indicios. Mucho de este trabajo se hace con la colaboración de la Dirección General de Pemex.
—¿Es directamente la relación del secretario con el director?
—Sí. Nos hemos reunido en muchos de los casos para ver cómo están. Explicamos el caso, los elementos, y él toma las medidas en esas áreas. Muchos de estos casos no hubieran podido salir sin su colaboración.
—¿En este caso de Arrendadora Ocean y TMM también?
—Sí. En este caso tuvimos mucha ayuda del director general.
Posible: a juicio por los inocentes muertos
De la contraportada del nuevo libro de Julio Scherer García:
Estas historias de muerte y corrupción tienen como protagonistas, además de los narcos, a los gobernantes, los policías, los políticos, los jueces, los soldados, los niños sicarios y los civiles caídos en la guerra –que no lucha– contra la delincuencia organizada. Estos últimos forman parte de las descarnadas estadísticas, enlistados como “daños colaterales” y, según registra fehacientemente el autor, de ellos se responsabiliza el comandante supremo de nuestras Fuerzas Armadas. Así, como primera conclusión, la respuesta a la pregunta que aquí se plantea resulta clave: ¿podría juzgarse al presidente por los inocentes muertos?
“Detrás de cada víctima –apunta Scherer– hay un nombre, un apellido, una historia, pero llegará el día del rendimiento de cuentas por parte de quienes se vieron envueltos en esta tragedia que no cesa.”
Aquí reproducimos fragmentos de Historias de muerte y corrupción,
el título de Grijalbo que ya está en librerías.
Fox, en su desventurada frivolidad, ofreció que llevaría a la cárcel a peces grandes que habían engordado a costa de todos. Nombró contralor a un norteño fuerte, alto, el ceño severo, estampa de la autoridad implacable. El último dato de su biografía –la de Francisco Barrio– lo describe: embajador en Canadá, sin compromiso, sin riesgo el buen sueldo, la posibilidad de ahorrar para lo que fuera. Su paseo por la cancillería negaría un episodio memorable a su favor.
Calderón, en su turno, desalentó desde el principio las expectativas que muchos tuvieron acerca de que él, él sí, emprendería un camino distinto al de Fox y combatiría a fondo la corrupción y su punto de apoyo, la impunidad, el cáncer más doloroso en el organismo de la nación. En un lenguaje sin explicaciones advirtió que su régimen no actuaría contra el ex presidente ni contra su esposa, ni contra los hijos de la señora Sahagún, insistentemente señalados como corruptos; tampoco actuaría contra el saqueo a Pemex. No se ocuparía de los dispendios en el aeropuerto internacional, ni de la megabiblioteca, ni de los derroches nacidos de la irracionalidad, en suma, de ninguno de los escándalos mayores o menores en los que el sexenio foxista se había visto comprometido.
Uno al lado del otro en la historia azul, Fox y Calderón han mantenido posiciones opuestas frente al crimen organizado. Uno dejó en paz a los capos y el otro ha fundado con ellos una galería de notables que, sin duda alguna, seguirá creciendo. Uno, Fox, cubrió al país con el delgado manto de una paz que no se ve por lado alguno, y el otro, Calderón, lleva al país a una guerra desdichada.
Sólo por fuera, pintados del mismo color, los mandatarios guardan un parecido. Pero de su relación política, inmensa su responsabilidad, poco a poco se va sabiendo más y más acerca de sus desacuerdos. Se habla ya, unidos los tiempos de ambos en Los Pinos, de la “decena perdida” y de un país que no encuentra su rumbo.
Sin medir la magnitud del problema que enfrentaba, Calderón se metió entero en el agua helada de un océano sin orillas. Ignoró o no fue consciente de que el narco se había infiltrado en las capas altas, medias y bajas de la sociedad a lo largo de cincuenta años de priísmo complaciente y durante el periodo del foxismo cómplice. Si Calderón había tramado una alianza emergente con las Fuerzas Armadas, los narcos habían tejido sus redes, lenta, pacientemente, que el tiempo estaba de su parte. Los narcos habían adquirido cartas de ciudadanía, visibles en la geografía de la República pueblos enteros cuya respiración la debían a la droga.
Además, cerrado a una creciente inconformidad, Calderón decidió que la guerra al narco sería su guerra y él sabría de qué manera conducirla, apoyado en las Fuerzas Armadas. En su desmedido protagonismo, vistió a sus hijos, Luis Felipe y Juan Pablo, de cuatro y ocho años de edad, con el uniforme de campaña, el verde olivo del Ejército que formó el general Joaquín Amaro allá por la década de 1920. En una foto se ve a los niños en la misma línea horizontal que su papá, flanqueado el presidente de la República por los secretarios de la Defensa y la Marina, presente también el jefe de la Fuerza Aérea.
“Son los menos”
Al dejar abiertos los cuarteles para que las Fuerzas Armadas se lanzaran contra el crimen organizado, Felipe Calderón declaró que asumiría en su integridad las consecuencias de la batalla que iniciaba. Resuelto, general de cinco estrellas, habló a la nación sobre su compromiso total en la magna batida.
Inequívoco el lenguaje, afirmó que asumiría como propios los daños colaterales de la batalla que libraba en el territorio de la nación. Los daños colaterales no podrían ser otros que las muertes de inocentes, las desapariciones, los secuestros, las mutilaciones y las mil calamidades sin remedio que trae consigo el vendaval de la violencia.
Avanzado su gobierno, en abril de 2010, afirmó que “más de noventa por ciento de las ejecuciones asociadas a la guerra contra la delincuencia obedecía al choque entre grupos del crimen”. A continuación, y al referirse a los inocentes caídos en la estrategia militar para abatir el narco, acudió a palabras difíciles de aceptar:
“Son los menos”, expresó en una frase desdeñosa. “Los menos” pueden ser miles, cientos, y aunque fueran unos cuantos, o sólo uno, “alguien” tendría que decirle a la nación qué fue de ellos. Los muertos sin culpa alguna, los inocentes, no dejaron la vida por un incendio propagado por el viento, un terremoto, el desgajamiento de un cerro o una tormenta tropical. Cayeron como resultado de una estrategia militar diseñada por el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Tocará a él, por tanto, rendir cuentas “hasta sus últimas consecuencias” de lo acaecido en los frentes abiertos en la lucha contra el narco. Porque los muertos están ahí y ahí siguen angustiosa y paradójicamente vivos.
No existe el daño abstracto en el Estado de derecho. Simplemente, no hay daño sin su correspondiente autor, así como no hay causa sin efecto ni homicidio sin homicida. En el tiempo bélico de Calderón, de “los menos” se sabe apenas que un día desdichado y sin saber por qué, la maldad los apartó del mundo.
“Al primer paso sobre el mar, me hundí”
Coordinador de los diputados panistas en la LVIII Legislatura, Felipe Calderón iba y venía por los pasillos de la Cámara, subía y bajaba de la tribuna, rebatía con encono a sus adversarios y se hacía seguir con manifiesto interés por sus correligionarios. Se le notaba desenvuelto, seguro, estampa de un joven líder.
Por esa época nos reunimos en la parte alta del restaurante La Casserole, sobre la avenida Insurgentes. No recuerdo el motivo de la cita, pero sí que yo mantenía una relación cordial con buen número de militantes de Acción Nacional. Había conocido a su fundador, que me atraía sobremanera por sus maneras exquisitas y sus ojos incendiarios.
El restaurante se encontraba semivacío y bajo una penumbra que propiciaba la conversación que atañe a los asuntos personales, Calderón y yo nos confiábamos uno al otro.
Me dijo que la parábola de Jesús bajo la tormenta, aterrorizados los apóstoles en una barca que zozobraba, la llevaba en el alma como una oración. Pensaba en los apóstoles, hombres comunes y corrientes, tanto o más que en el hijo de Dios, y a los doce los relacionaba con amigos muy queridos, complicados en problemas serios.
Palabras más, palabras menos, culminó su relato entre un fino humor y el esbozo de un drama que hiere. Recuerdo el final de su relato, visión de una imagen del pasado que en mí perdura:
“Yo también –me dijo–, resuelto a salvar a los míos, a ‘mis apóstoles’, me dispuse a dejar el lanchón y caminar sobre el agua. Sin embargo, al primer paso sobre el mar, me hundí y desperté”.
A mi vez, esbocé a Calderón mi propia crisis de fe. Educado en el Colegio Alemán Alexander von Humboldt, en el Instituto Bachilleratos, dirigido por jesuitas, y en facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), inconstante y al fin autodidacta tardío, mantenía revuelto el mundo de adentro. Ciertamente no se llevaban la dureza germana con la seducción jesuítica y la liberalidad de estudios elementales de filosofía y letras, en la UNAM. No podía creer ni dejar de creer en Dios. No me atraía el cielo ni temía al infierno, me gustaba vivir y la vida llegaba a sentirla como un inmenso vacío.
Años después, reunidos por Josefina Vázquez Mota, desayunamos en el Centro Libanés. Calderón estaba en plena campaña por la Presidencia de la República.
Hablé sin parar y conté mis agravios con Acción Nacional. El partido había olvidado a los hombres que lo formaron y a los mejores de sus seguidores. Para Manuel Gómez Morín no había una frase reciente que valiera la pena, como tampoco la había para Efraín González Luna y Miguel Estrada Iturbide, sus contemporáneos en la naciente organización política. Tampoco había una línea para los primeros diputados federales, cinco estoicos en su resistencia frente al ejército priísta que no logró aplastarlos, y al primer senador azul, histórico en su curul solitaria, habría que rastrearlo con lupa. Los diputados de partido, una innovación en el escenario camaral, pasaban inadvertidos en los órganos doctrinarios y de circulación azul, y al propio Adolfo Christlieb, en buena medida autor de la iniciativa y muchos méritos más, se le mantenía en algún escondrijo. Rafael Preciado Hernández, ideólogo, filósofo y maestro de generaciones, pasaba como figura secundaria en los hechos cotidianos del tiempo incesante. De Carlos Castillo Peraza, menospreciado por tantos, hablé largamente y con dolor.
Llegó la hora de la despedida. El monólogo me había dejado sentimientos de frustración. Quizá lo advirtió Calderón y me anunció una carta inminente.
La recibí el 17 de enero de 2006. Me llamó la atención el color del pliego, negro y anaranjado, apenas diferente del negro y amarillo del PRD. En el margen superior izquierdo de la carta se leía “Felipe Calderón”, y al lado, su figura en color naranja. En la parte superior derecha destacaba el lema de campaña: “Mano firme, pasión por México”.
El documento acusaba una falta de ortografía, mi apellido paterno sin la “c”; y mi apellido materno, que siempre me acompaña, había sido suprimido.
Sr. Julio Sherer.
Presente.
Muy querido don Julio:
Gratamente impresionado por sus convicciones y por el valor de su franqueza, le escribo estas líneas para decirle cuánto valoro su presencia en la vida pública de México a través de su trabajo diario.
Discrepo desde luego en diversos temas y percepciones, sin embargo la hondura de sus reflexiones enriquece mi visión de México y seguramente contribuirá en beneficio de la meta que me he propuesto: una vida mejor y más digna para todos.
Lo saludo con admiración y con gratitud por compartir tan generosamente su pasión sobre el destino de México.
Atentamente,
Felipe Calderón Hinojosa
Leí la carta. Lamenté su oquedad.
lll
Luis Garfias Magaña
El trámite se ventila con helada naturalidad: abatido un inocente por militares, la Secretaría de la Defensa Nacional cubre la indemnización a los deudos y se hace cargo de los gastos inherentes a la tragedia, esto es, la atención a las víctimas colaterales, los recursos para el funeral y la restitución de los bienes dañados en la trifulca.
El alcance de la indemnización lo determina la Defensa en una decisión sin réplica posible. Pero no sólo eso: del drama se apodera de manera íntegra, sin intervención alguna del Ministerio Público, inexistente la ley civil frente al fuero militar. Por lo que hace a los militares homicidas, sometidos al cuartel, resulta claro que carecen de voz al exterior.
Conversaba sobre el tema con el general de división Luis Garfias Magaña. Nos obligaban a la franqueza las imponderables razones de la vida. Estuvimos juntos en el Instituto Bachilleratos, dirigido por jesuitas, y habíamos compartido las vivencias de una juventud temprana. No me sorprendió su crítica al presidente de la República, tampoco oírle decir que podría juzgársele por su desempeño en la campaña contra el narcotráfico. Sus palabras respondían al peso de los inocentes caídos sin cargo ni cuentas con persona alguna.
Atenido al tiempo, el general, en el tono lento de una reflexión muy trabajada, dijo:
–Alguien tendrá que hablar por ellos.
–Ellos, dices. ¿Hablas de los inocentes muertos?
–Sí, de ellos hablo.
En su casa, apenas en noviembre, recordábamos Luis y yo el día aquel en que el prefecto del instituto, el padre Meza, lo había llamado a su oficina casi en secreto. Era importante el asunto que debía tratar con su discípulo. En la voz susurrante de la confidencia, el sacerdote le dijo que advertía en él los signos claros del llamado de Dios y lo invitaba a que ingresara en la Compañía de Jesús. Había que cumplir, eso sí, con el triple y sagrado compromiso que imponía la orden fundada por Ignacio de Loyola: voto de pobreza, voto de obediencia y voto de castidad.
Posesionado de su historia, platicaba Garfias:
“Me vio fijo, Julio, ya sabes cómo era Meza. No me quitaba los ojos, igual que si me hurgara. Yo tuve un momento de turbación sin saber qué hacer ni qué decir. Sin embargo, me sobrepuse y pude responderle: ‘No tengo inconveniente, padre, en cumplir con el voto de obediencia, tampoco con el voto de pobreza, pero el voto de castidad es otra cosa’”.
Conversábamos en la estancia de su casa, en la sección militar de la Segunda Colonia del Periodista, rodeado el divisionario de diplomas, condecoraciones y señaladamente dos fotografías de su padre, oficial de veras, al lado de Francisco I. Madero. Sensible, me condujo por sus memorias del Colegio Militar, libros y más libros, códigos y más códigos. Señaló a Napoleón y a los grandes generales de la historia, también a Miramón. “No se le ha hecho justicia”, comentó. En los pasos lentos del recorrido, sentí en Garfias la añoranza de una vida que se aproxima a los ochenta años.
De vuelta a la comodidad de dos sillones, volví al tema que me había llevado con el amigo de una época difícil de olvidar. Se trataba de las víctimas inocentes de la guerra que perturba al país.
“No es guerra, es campaña –me corrigió–, dolorosa, amarga”.
Pasé por alto su momentánea contrariedad e inquirí directamente por el trato que debería dársele a los deudos de crímenes infames y, en particular, las indemnizaciones otorgadas al arbitrio de la Defensa.
Grave su rostro, dijo sin ambages:
“El tema es delicado y no hay una línea en el lenguaje militar que se ocupe de asunto tan sensible. Los muertos de que hablamos, casi siempre debidos a accidentes, ocurren sobre todo entre personas humildes. A ellas habría que ofrecerles un alivio y la garantía de un derecho que no podría ser discutido”.
¿Cómo valorar una vida? No hay manera, nos decíamos, la vida es el cielo y la tierra unidos en un instante que será para siempre. Pero el problema podría aliviarse con una pensión vitalicia y digna, ajena a cualquier traba burocrática. “Expedito”, debería anotarse en el legajo que correspondiera a una muerte inicua.
Sin soltar el tema, el general Garfias siguió con el recuento de los más de treinta mil muertos que ya ha dejado la campaña en nuestro país y los relacionó con otros escenarios. La comparación resulta sencillamente brutal.
Dijo Garfias:
“En España, todas las muertes provocadas por grupos terroristas en los últimos cincuenta años, sumadas, son menos de las que ha habido en México durante los cuatro años pasados. Increíble. Si contamos todos los muertos de la ETA en España, el ERI en Irlanda, el Baader-Meinhof en Alemania, las Brigadas Rojas que mataron a Aldo Moro, Sendero Luminoso, los tupamaros, los montoneros, suman menos que los treinta mil en México”.
Visto el panorama que describía, le pregunté si se asumía como partidario de la suspensión de las garantías individuales en el territorio nacional.
“Absolutamente”, respondió, el adverbio emitido con la fuerza de una exclamación.
Sigue el general:
“No tendría sentido pensar en una suspensión de garantías que afectara a la República entera. La suspensión de garantías podría decretarse en un municipio o localidad pequeña que perdió hasta el hábito de vivir. Si el crimen se impone en la vida cotidiana o imprime hasta modos de ser y de conducta, algo hay que hacer para enfrentar semejante terror. Correspondería al presidente de la República asumir decisiones drásticas”.
–O sea, la suspensión de garantías.
–Cubiertos la letra y el espíritu de la Constitución, movilizados los poderes en un solo propósito, aprobada la iniciativa por el Congreso o, en su defecto, la Comisión Permanente, el Ejecutivo cumpliría con su deber en la época difícil que vivimos.
–En tu lógica, ¿por qué no se aplica la medida?
–Debilidad o miedo.
–Sería lo mismo. Pero ¿miedo o debilidad a qué?
–A la exhibición de una imagen negativa del país en el mundo.
–La mala imagen ya existe.
–Eso creo y no entiendo por qué estando la Constitución ahí, explícito el veintinueve constitucional*, éste no se aplica.
–Al iniciar la campaña contra el narcotráfico, el presidente declaró que sería responsable de los daños colaterales que su decisión pudiera desencadenar.
¿Qué opinión te merece el compromiso presidencial? –le pregunté.
–De haber aplicado el artículo veintinueve constitucional, que contempla la suspensión de garantías individuales, habría aliviado su responsabilidad.
–Volvamos, Luis, a los inocentes muertos. A causa de ellos, ¿podría juzgarse al presidente de la República?
–Debería juzgársele –reflexivo en el futuro el general agrega–: el asunto es muy grave, muy serio.
–Y al secretario de la Defensa, ¿debería juzgársele?
–Él recibe órdenes. Sin embargo, en el código te dicen que el militar no debe cumplir órdenes que configuren un delito.
–Luego, el secretario es cómplice.
–De alguna manera, sí.
–O sea, también debería juzgársele, como al presidente.
–Ya te dije. Sí.
* En el artículo veintinueve de la carta magna se lee: “En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, de acuerdo con los titulares de las secretarías de Estado y la Procuraduría General de la República y con la aprobación del Congreso de la Unión y, en los recesos de éste, de la Comisión Permanente, podrá suspender en todo el país o en lugar determinado las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la suspensión se contraiga a determinado individuo. Si la suspensión tuviese lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación; pero si se verificase en tiempo de receso, se convocará sin demora al Congreso para que las acuerde”.
El Diario: periodismo entre sangre
Hace un año se instituyó el programa “Todos somos Juárez”, una amplia movilización administrativa y social destinada a paliar las atroces condiciones de inseguridad que prevalecen en la ciudad de ese nombre, donde el año pasado fueron asesinadas 3 mil 100 personas, la quinta parte del total de muertes atribuibles al crimen organizado en todo el país.
El 31 de enero de 2010 fueron asesinadas 15 personas, casi todos muchachos estudiantes, en un barrio popular de aquella población, Lomas de Salvárcar. Ligero en su juicio, no obstante que carecía de información puntual puesto que se hallaba en Japón, el presidente Felipe Calderón lanzó una admonición contra las víctimas, creyéndolas delincuentes que perecieron en un ajuste de cuentas. Cuando se le enrostró su error, que añadió vituperio al agravio de la muerte misma, el presidente se vio obligado a encarar no sólo el desliz, sino la abominable realidad en que se había producido esa matanza. Viajó a Juárez el 17 de febrero para instaurar aquel programa; ha vuelto otras veces, y este jueves hizo un balance de lo realizado en este año. A pesar de que, medidas con criterios de productividad administrativa, las acciones han avanzado (¿y cómo no si el plan es invertir 3 mil 300 millones de pesos), lo cierto es que en el corto plazo la inseguridad permanece y empeora.
Para sólo citar casos aislados, ocurridos en la víspera de esta visita presidencial, en el centro de la ciudad fue atacado un vehículo sobre cuyo tripulante y su hijo de ocho años se lanzaron 39 disparos. Y en seguida el vehículo fue incendiado y las víctimas, ya muertas a balazos, quedaron calcinadas. No lejos de allí, en un enfrentamiento entre policías y matones, tres agentes quedaron heridos y dos delincuentes murieron.
Pero hubo acontecimientos más graves. En el término de 24 horas fueron incendiadas las casas de dos mujeres participantes en acciones y protestas contra la violencia. El domicilio de Malú García Andrade fue quemado, en obvia intimidación por su trabajo en la organización civil justiciera “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”. Un atentado semejante había ocurrido poco antes en la casa de la señora Sara Salazar, como brutal respuesta a su pedido público de libertad para sus hijos Elías y Malena Reyes, así como para su nuera Luisa Ornelas, quienes hace dos semanas fueron levantados sin que se sepa de ellos desde entonces. La quemazón de la casa ocurrió mientras doña Sara y su hija Marisela protestaban no sólo por la desaparición de sus parientes, sino también por el asesinato de Josefina Reyes Salazar y su hermano Rubén, hijos de doña Sara, y de su nieto Juan Manuel.
El prolongado infortunio de esta familia ha ocurrido a despecho de las estrategias para hacer segura a Ciudad Juárez. Sean militares los responsables de esa misión, sean policías federales, sean operaciones que combinan la presencia de una y otra fuerza, sea que se incluya o se excluya a la policía municipal, no hay modo de contener la violencia, que genera secuelas destructivas, como el éxodo de quienes pueden pasarse al otro lado de la frontera y la disminución de las fuentes productivas, que son a su vez causa de desempleo que propiciará la búsqueda de la supervivencia por cualquier medio.
De esta realidad material, visible, medible, y del miedo que no se ve pero se siente, da cuenta cotidianamente El Diario, un periódico fundado en 1976 que ha tenido que adaptarse a las crueles condiciones en que hoy se ejerce el oficio de informar. A sus 35 años de edad, El Diario recibió el jueves pasado la buena nueva de que el prestigiado Pen Club Internacional le ha otorgado el premio a la excelencia periodística, por practicar esa profesión en un entorno adverso.
El galardón ha de significar para los periodistas y otros trabajadores de El Diario una mínima compensación ante la desgracia que los ha dañado. En noviembre de 2009 fue asesinado su reportero Armando Rodríguez, y en septiembre siguiente el joven fotógrafo Luis Carlos Santiago, de apenas 21 años de edad, padeció la misma suerte. Hace menos de tres semanas una distribuidora de ejemplares del periódico, Maribel Fernández, fue muerta a tiros en el céntrico crucero donde entregaba a voceadores y puestos fijos la dotación de periódicos que, pese a todo, siguen siendo reclamados por los lectores. El Diario ha tenido que intensificar su esfuerzo por colocar suscripciones porque la peligrosidad callejera dificulta la venta del modo tradicional. Y ha tenido que ajustar sus finanzas porque la colocación de anuncios ha decrecido en la medida en que el pánico achica la economía, por el cierre de negocios y el enclaustramiento de la gente en sus domicilios.
Tras el asesinato de su joven fotógrafo, El Diario imprimió un estrujante llamado a quienes mandan en Ciudad Juárez, los jefes de las bandas que contienden entre sí y arrastran a la autoridad y a la gente en sus agresivas querellas. El 19 de septiembre, un editorial de primera plana preguntó a los matones: “¿qué quieren de nosotros?”, para al menos conocer las causas de que el periódico tuviera que pagar su cuota creciente de sangre. No se trató de una capitulación, sino al contrario, de una postura gallarda que buscaba entender el entorno para no deponer los instrumentos de su oficio, de nuestro oficio.
Dos meses más tarde, el personal de El Diario pudo beneficiarse de un momento de satisfacción en medio de la desdicha. Las reporteras Sandra Rodríguez y Luz Soria recibieron en Madrid el premio Reporteros del Mundo, entregado por el diario El Mundo, debido a su cobertura valiente y certera de la violencia criminal en Ciudad Juárez. Alguien tiene que hacerlo. Y hacerlo bien. Esa es la tarea de El Diario.
Enhorabuena, pese a todo.
Asesinatos En Villas De Salvacar En Ciudad Juarez 10-02-11 DEBATE DIPUTADOS
http://www.youtube.com/watch?v=NQFhFi8uSGo
http://www.youtube.com/watch?v=-USmuVvDlYA
sábado, febrero 19, 2011
Wall Street compra diputados y senadores
Las empresas que dominan Wall Street también controlan el Congreso estadunidense. Senadores y diputados reciben, cada uno, millones de dólares en “donación” de Bear Stearns, Goldman Sachs, Lehman Brothers, Merrill Lynch, Morgan Stanley, la aseguradora American International Group y los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac. Entre los beneficiarios se encuentra el exsenador y ahora presidente Barack Obama. Ésta es una investigación que censuraron los grandes medios de comunicación, rescatada por el Proyecto censurado.
Tal como lo hace Estados Unidos, muchos países han adoptado costosos planes para relanzar la economía, durante y después de la crisis financiera de 2008. Pero, como lo señala el investigador Greg Gordon, la concepción de estos planes y su aplicación en Estados Unidos fueron impuestas al Congreso por los mismos bancos que finalmente han sido los principales beneficiarios, gracias a la ayuda de los parlamentarios que han sido groseramente gratificados con dinero. Podemos identificar algunas personalidades conocidas que se han beneficiado como… Barack Obama.
Senadores y diputados responsables de supervisar la economía de Estados Unidos han recibido millones de dólares de las empresas de Wall Street.
Desde 2001, ocho de las empresas más debilitadas por la crisis han donado 64.2 millones de dólares a los candidatos del Congreso, a los candidatos presidenciales y a los partidos Republicano y Demócrata. En su calidad de senadores, Barack Obama y John McCain recibieron, entre ellos dos, un total de 3.1 millones de dólares.
Los donantes son los bancos de inversión Bear Stearns, Goldman Sachs, Lehman Brothers, Merrill Lynch, Morgan Stanley, la aseguradora American International Group y los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac.
Algunos de los beneficiarios más relevantes recibieron contribuciones de compañías que a su vez obtuvieron dinero fiscal aprobado en el paquete gubernamental de ayuda financiera Troubled Asset Relief Program (TARP), aprobado por los mismos miembros del Congreso que ocupaban cargos en los comités encargados de regular al sector financiero y de supervisar la eficacia de este programa de apoyo gubernamental sin precedentes.
En total, los miembros del Comité del Senado sobre Actividades Bancarias, Vivienda y Asuntos Urbanos, Comité de Finanzas del Senado y Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes recibieron 5.2 millones de dólares del TARP en el ciclo electoral 2007-2008.
El presidente Obama recogió por lo menos 4.3 millones de estas compañías para su campaña presidencial. Casi todos los miembros del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, que en febrero de 2009 supervisaron en audiencias públicas cómo serían gastados los 700 mil millones de dólares del TARP aprobados con urgencia, recibieron contribuciones asociadas a las corporaciones financieras durante el ciclo de elecciones de 2008.
“Podría decirse que la industria de las finanzas consiguió su dinero con el apoyo de los miembros del Congreso que estuvieron dispuestos a mirar hacia otro lado”, dijo Lawrence Jacobs, director del Centro de Estudios Políticos y Gobernabilidad de la Universidad de Minnesota.
Por ejemplo, en 2004, cuando la Comisión de Bolsa y Valores adoptó un cambio importante de la regla permitiendo a los bancos invertir decenas de billones de dólares en dinero prestado en hipotecas desvalorizadas (subprime) y otros juegos aventurados, los comités de actividades bancarias del Congreso no llevaron a cabo ninguna audiencia sobre este descuido.
La inactividad del Congreso impidió regulaciones para prevenir prácticas depredadoras de los prestamistas y también permitió que los agentes de hipotecas ganaran elevadas comisiones por la venta de préstamos hipotecarios de puerta en puerta a compradores de viviendas insolventes.
El periodista Matt Taibbi escribió, en la revista Rolling Stone, que parte de la venta más notoria del gobierno de Estados Unidos a Wall Street se concretó a fines de la década de 1990, cuando “los demócratas, cansados de morir barridos por los republicanos en la arena de la recolección de fondos, decidieron zafarse de su vieja dependencia de las uniones corporativas y grupos de interés y hacerse más amistosos hacia los negocios.
“Wall Street respondió inundando Washington con dinero, comprando aliados en ambos partidos”. De 1998 a 2008, las compañías financieras gastaron 1.7 mil millones de dólares en contribuciones para campañas federales y otros 3.4 mil millones en pagos a cabilderos o miembros de grupos de presión. Las sabias inversiones políticas de los grandes banqueros de Estados Unidos les permitieron desechar con eficacia cualquier control parlamentario significativo de la industria financiera.
En 1999, el senador republicano por Texas Phil Gramm copatrocinó una iniciativa que revocó los aspectos claves de la ley Glass-Steagall Act, que desde la Gran Depresión impedía que los bancos ingresaran al negocio de los seguros.
Al año siguiente, Gramm redactó una nueva legislación arrolladora llamada Commodity Futures Modernization Act, que hizo imposible regular los intercambios de créditos swaps (permuta financiera) y otras operaciones poco seguras.
Así se abrió la puerta para que el aventurismo en los intercambios y negociaciones de títulos de crédito a alto riesgo se imponga como cosa corriente. En 1997 y 1998 –los años iniciales de la reforma de Phil Gramm que destripó la ley Glass-Steagall–, las industrias bancarias, de agentes de bolsa y aseguradoras gastaron 350 millones de dólares en contribuciones políticas y en cabildeo.
Gramm, entonces presidente del Comité de Actividades Bancarias del Senado, recogió 2.6 millones de dólares en solamente cinco años. La ley 90-8 fue aprobada en el Senado con el apoyo de 38 demócratas, incluyendo a Joe Biden, John Kerry, Tom Daschle, Dick Durbin y John Edwards.
La ley ayudó a crear los fracasados monstruos financieros del tamaño del Citigroup, de AIG y del Bank of America, y a la vez ayudó a esas compañías a demoler lentamente a sus competidores más pequeños, dejando a las principales empresas de Wall Street con aún más dinero y poder para cabildear en favor de más desregulación adicional.
A comienzos de 2009, se inventó toda una nueva serie de operaciones del gobierno para inyectar dinero en efectivo a la economía, la mayoría de ellas bajo control totalmente reservado al sector financiero. Taibbi señaló que “mientras el resto de Estados Unidos y la mayor parte del Congreso han estado alardeando sobre el programa urgente de 700 mil millones de dólares de ayuda denominado TARP, los nuevos organismos recientemente creados en el “zoológico” de la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés) han estado bombeando discretamente, no miles de millones, sino millones de millones de dólares a favor de las empresas privadas (por lo menos, 3 millones de millones de dólares hasta ahora en préstamos, con otros tantos 5.7 billones adicionales en garantías de inversiones privadas)”.
Taibbi continúa: “Esta nueva y secreta actividad de la FED eclipsa totalmente el programa TARP en términos de su influencia en la economía… Nadie sabe quién se está llevando ese dinero o exactamente cuánto está desapareciendo a través de estos nuevos agujeros en el deteriorado casco de la solvencia de Estados Unidos.
“Por otra parte, nadie puede estar seguro de que estas nuevas instituciones sean realmente temporales o si las están poniendo como muletas permanentes del Estado para ayudar a Wall Street, diseñadas para chupar sistemáticamente malas inversiones desde los libros de prestamistas irresponsables.
“La realidad es que la fusión económica mundial y el vaciamiento que le siguió fueron juntos una suerte de revolución, un golpe de Estado. Solidificaron y formalizaron una tendencia política que se ha estado manifestando por décadas: se trata de la toma de posesión gradual del gobierno por parte de una pequeña clase de iniciados conectados, quienes utilizaron el dinero para controlar las elecciones, comprar influencia y debilitar sistemáticamente las regulaciones financieras”, concluyó Taibbi.
El fraude y la crisis continúan profundizándose y se expanden con conflictos de intereses significativos en el Congreso, en el Poder Ejecutivo y gobierno de Estados Unidos. Simon Johnson, economista, exjefe del Fondo Monetario Internacional, dijo: “La industria de las finanzas ha capturado con eficacia a nuestro gobierno”.
Actualización de Lindsay Renick Myer (de Capitol Eye)
Incluso, mientras el gobierno federal continúa inventando fórmulas para salvar al sector financiero y dar un impulso a la economía, el gobierno recibe consejos y recomendaciones de las mismas compañías que aceptaron dólares de los contribuyentes y que son, en parte, las principales responsables de la crisis actual.
Pero esto no es todo con respecto de las colectas del Congreso, que ha estado ocupado en obtener fondos del sector financiero, incluyendo a esas compañías que recibieron miles de millones de dólares en ayuda del gobierno a través del programa TARP.
Desde que se escribió este artículo en febrero de 2010, el sector financiero, por supuesto, ha continuado dando dinero a candidatos, a los comités de partidos y a los comités de acción política. Desde que comenzó 2009, Wall Street ha donado 12.6 millones de dólares, más que cualquier otro sector. Y el 58 por ciento de ese dinero ha ido a los demócratas, marcando quizás un cambio de estrategia política, pues desde el ciclo electoral de 1990, el mundo financiero, los seguros y las inmobiliarias no habían destinado más del 52 por ciento de sus donaciones totales a los demócratas, y desde 1991 a 2006, el sector financiero dio la mayor parte de su dinero a los republicanos.
Muchas de las compañías involucradas en este artículo han enviado a sus altos ejecutivos a atestiguar ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes y, sin embargo, realmente han superado sus donaciones totales en el primer trimestre de 2009 en comparación con los primeros trimestres de 2007 y 2005.
Esto incluye a JP Morgan Chase, Bank of America, Goldman Sachs (que este año ha sido la número uno en disminuir sus contribuciones, en comparación con el comienzo de 2008), Morgan Stanley, Citigroup y Wells Fargo.
Sin embargo, es importante recordar que todavía es muy temprano para el ciclo (del Congreso) y que las contribuciones para campañas generalmente comienzan a fluir con más intensidad en fechas más cercanas a una elección. Al igual que el resto de la industria, ahora estas compañías también apuntaron mayoritariamente a los demócratas como recipiendarios de sus donaciones políticas.
Por supuesto, una gran historia para conocer este año será si los legisladores sufrieron algún golpe en sus finanzas personales, como el común de los mortales de Estados Unidos, o si se beneficiaron personalmente tras sostener a las compañías de Wall Street con dinero en efectivo del contribuyente. Los casos más interesantes serán aquellos concernientes a los miembros de las comisiones encargadas de controlar las actividades bancarias y financieras.
Agencias de EU y Europa aumentan en AL
En México, Centroamérica y el Caribe, el crimen organizado acumuló más poder. Esto se manifiesta en la compra de funcionarios gubernamentales por los grupos delictivos y el auge de la violencia. En esta región, la presencia estadunidense y de las exmetrópolis, como Francia y Gran Bretaña, se manifiesta en un amplio despliegue naval y la intensa acción de sus agencias de seguridad, revela informe de la Fundación Friedrich-Ebert.
En América Latina se observa una situación preocupante por los múltiples y diversos problemas de seguridad, en los que confluyen amenazas de índole global, regional y pública. Esto pone en peligro la estabilidad interna y externa de varios países de la región, e incide especialmente en aquellos que, aunque poseen gobiernos democráticamente legítimos, son institucionalmente débiles en el ejercicio de la gobernabilidad. Así lo estima el Anuario 2010 seguridad regional en América Latina y el Caribe que difundió en enero de 2011 la Fundación Friedrich-Ebert (FFE).
La fragilidad de los sistemas democráticos en América Latina y el Caribe tiene un impacto en la seguridad de los países y, particularmente, en la sociedad civil. La conflictividad se incrementa en la subregión andina con los conflictos entre Venezuela y Colombia –que rompieron relaciones diplomáticas en julio de 2010– y los roces entre Ecuador y Colombia.
Otro factor que tensa las relaciones entre los gobiernos y atiza conflictos es el combate al narcotráfico. Las políticas internas en los países donde este fenómeno se expresa con mayor intensidad, como México y los países del triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), viven fenómenos de “militarización necesaria”, según sus gobernantes. Esto ocurre por la fortaleza de los cárteles, como en México, o por las maras, en Guatemala, Honduras y El Salvador.
La falta de capacidad de reacción y la percepción de vulnerabilidad frente a los retos de la seguridad aumentan la tendencia autoritaria en los sistemas políticos y el retroceso del estado de derecho. Al mismo tiempo, ponen en riesgo las relaciones cívico-militares y favorecen que se legitimen los esfuerzos unilaterales externos de solución. Particularmente, describe el informe, la creciente inseguridad e impunidad ponen en peligro la confianza de los ciudadanos.
El diagnóstico de la FFE, producto de las investigaciones que realizaron sus 10 oficinas en la región, estima que sólo con seguridad se promueve el desarrollo y que las diferentes crisis de seguridad no se resolverán sin la participación de los actores políticos y su cooperación con la sociedad civil. Sólo así estará preparada la región para responder a los desafíos de la seguridad en América Latina y el Caribe.
En general, durante 2009 se observó que las dinámicas geopolíticas en esta región mantuvieron las profundas diferencias ideológicas entre los países en cuanto a sus concepciones de seguridad y defensa. Asimismo, se notó que los sistemas democráticos son muy vulnerables y que el crimen organizado trasnacional es la amenaza más compleja que enfrentan los Estados.
Según el Anuario 2010 de la FFE, los conflictos interestatales tradicionales no evolucionarán a confrontaciones militares. En cambio, sí prevé que se focalicen las tensiones fronterizas, además de que en algunos países, especialmente en Suramérica, se manifieste un rearme importante. En general, el estudio sostiene que se debe fortalecer la democracia en la región y esto pasa, necesariamente, por abordar los temas nuevos y tradicionales de la agenda de seguridad y defensa.
Auge del crimen organizado
El crimen organizado trasnacional se consolida como una de las amenazas más serias a la seguridad y la defensa de América Latina y el Caribe. Aunque no se limita al narcotráfico, esta expresión es la más visible y oculta la magnitud de otros problemas, como el tráfico de migrantes que se vincula con la trata de personas. La acción del narcotráfico impacta en todos los países y, por ello, es un problema de interés inmediato para Estados Unidos.
El Anuario 2010 de la FFE aprecia que ahora, en toda América Latina y el Caribe, están en marcha procesos de alianzas criminales entre elites locales, regionales, incluso nacionales. Los actores del crimen organizado “minan o capturan a los Estados, con lo que reducen su capacidad de controlar el territorio y cumplir sus funciones de provisión de servicios públicos, así como garantizar los derechos de sus ciudadanos”.
Las propuestas viables para fortalecer las instituciones regionales son escasas. El documento cita como un caso interesante el de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), cuyo modelo de intervención de baja intensidad –desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas– partió de reconocer que el país centroamericano es un Estado débil y se debe fortalecer.
En México, Centroamérica y el Caribe, el crimen organizado acumuló más poder. Esto se manifiesta en la compra de funcionarios gubernamentales por los grupos delictivos y el auge de la violencia, cita el diagnóstico de la FFE. Por ello, los miles de muertos en México que deja la guerra entre cárteles en Ciudad Juárez, en la frontera con Texas, Estados Unidos. Esta localidad “está sitiada por las ejecuciones y hoy se considera la ciudad más peligrosa del mundo”, con homicidios que ascienden a más de 150 por cada 100 mil habitantes.
De igual forma, el estudio señala que El Salvador, Guatemala, Honduras y Jamaica están cercados por la delincuencia común y callejera, al tiempo que los gobiernos cambian las leyes para autorizar el empleo de las fuerzas armadas para combatir a las pandillas.
Narcoamenaza contra México
El apartado del Anuario sobre México describe que en la primera década del siglo XXI, la violencia desatada por los cárteles del narcotráfico se convirtió en la amenaza más importante para la seguridad de la nación y el Estado en México. Este fenómeno evidenció las debilidades del gobierno para hacer efectivo el estado de derecho y combatir con eficacia las actividades de los grandes cárteles respeto de los derechos humanos.
Aumentó el número de ciudades con alta incidencia de actividad criminal, sobre todo en el Norte del país, como Ciudad Juárez, Tijuana, Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros y Monterrey. Constantemente se descubre que funcionarios de la policía, de los sistemas de justicia y penal, y hasta autoridades políticas de alto nivel y militares están involucrados en casos de corrupción.
El combate al narcotráfico divide las opiniones en México. Hay quienes afirman que las fortalezas del Estado mexicano se impondrán sobre sus debilidades y que el éxito de la estrategia presidencial apenas comienza a verse. Para otros, el esfuerzo gubernamental es un fracaso y el auge del narcotráfico es el indicador principal de la incapacidad del gobierno en otros frentes de la gestión presidencial.
Tal diagnóstico, según el Anuario 2010 de la FFE, se hace desde la hipótesis de que la actual “guerra” es fallida” y no tiene fin. Los que comparten la idea de la “guerra fracasada” emplean como indicador fundamental la violencia entre los seis principales cárteles y el balance de más de 30 mil muertos durante la gestión de Felipe Calderón.
En este tema, es determinante la amplia y compleja agenda de seguridad que México tiene con Estados Unidos. Ambos gobiernos reconocen sus propias responsabilidades, de ahí el diseño de la Iniciativa Mérida en la que ambos países “han logrado sortear los prejuicios nacionalistas”, principalmente en sus Congresos.
Crimen organizado amenaza al Caribe
El documento de la FFE aporta una mirada a una subregión poco analizada en México: el Caribe. Sostiene que la presencia de Estados Unidos es el factor de seguridad más importante en la cuenca caribeña; ahí busca fortalecer la cooperación contra el narcotráfico con la Iniciativa Mérida, que incluye la República Dominicana y Haití.
Esta decisión se apoyó en que, según la agencia antidrogas estadunidense, detectaron que los narcotraficantes colombianos volvieron a emplear la ruta caribeña, debido al cerco naval “que se fortalece en México”, cita el Anuario.
En el Caribe, también predomina la presencia naval de Estados Unidos, que se concreta a través de la Guardia Costera y el Comando Sur. Ambos cuerpos ejercen una tutela de facto que supera la capacidad de cualquier otra fuerza armada subregional (incluidas las de Venezuela, Cuba, Colombia o México). De igual forma, en la cuenca caribeña tienen presencia flotas de guerra, desplegadas permanentemente, de otras potencias globales: Gran Bretaña, Francia u Holanda.
Entre los fenómenos de inseguridad más graves, está la ola criminal. En 2009, un reporte de The Economist señaló que la expansión del tráfico internacional de drogas institucionalizó el comportamiento criminal en los países caribeños, lo que incrementó los crímenes favorecidos por la disponibilidad de armas de fuego.
Este fenómeno afecta particularmente a Jamaica, que presenta la tercera tasa más alta de homicidios a nivel mundial, con más de 60 por cada 100 mil habitantes. Le siguen Haití, Trinidad y Tobago, Puerto Rico y República Dominicana. La debilidad de los gobiernos locales y sus limitados recursos para hacerles frente los obligan a utilizar intensivamente a las fuerzas armadas, una tendencia similar a la de América Central y México.
Esto ocurre a pesar de que existen experiencias positivas en seguridad y defensa, la mayoría de ellas en el seno de la Comunidad del Caribe, y cuyo rol se centró en atender conflictos electorales graves, así como delimitación de espacios marítimos o disputas por derechos de pesca.
Cuba es un actor fundamental en el Caribe. El Anuario 2010 describe que las fuerzas armadas de ese país permanecen con una capacidad “aceptable” de defensa, sobre todo para hacer frente a las llamadas nuevas amenazas, como el crimen organizado.
Advierte que, “en ningún documento de flujo de drogas, figura esta isla como un corredor importante” y reconoce que sus fuerzas armadas colaboran con la Guardia Costera estadunidense para el control de las drogas y de los migrantes. Sin embargo, señala que su doctrina de defensa mantiene la percepción de que la amenaza fundamental de Cuba es el “imperialismo estadunidense”.
Ingobernabilidad en Centroamérica
Las mayores amenazas a la seguridad centroamericana son la delincuencia y el crimen organizado. Estos fenómenos se expresan desde hace 10 años en la alta violencia social y delictiva, intensa inseguridad ciudadana, frágiles estados de derecho y aplicación de política de mano dura.
De acuerdo con este documento, el panorama de seguridad de Centroamérica se transformó notablemente por los cambios en el perfil de sus presidentes, así como por el golpe de Estado en Honduras (el 28 de junio de 2010).
En El Salvador, Mauricio Funes, postulado por la exguerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, ganó la Presidencia el 15 de marzo de 2009. Su política de seguridad pública se considera conservadora y continuadora de las políticas de mano dura que impulsaron los gobernantes de la Alianza Republicana Nacionalista, el partido que gobernó durante varios años.
El alarmante aumento de los índices de criminalidad llevó a Funes a anunciar la Acción Central de la Policía Nacional Civil en los municipios más importantes del país. Esa política detecta dónde se concentra la violencia y ahí despliega cuerpos combinados del ejército. El 3 de noviembre de ese año, aumentó el número de militares en la policía e instaló retenes En mayo de 2010, dispuso a elementos militares en los centros penales para eliminar “la corrupción interna y la compra de voluntades”.
La elección de Ricardo Martinelli como presidente de Panamá, el 3 de mayo de 2009, dio un giro significativo a la política exterior de ese país en las últimas décadas. Su gobierno se acercó significativamente a la política de Estados Unidos, Colombia y México en el combate al narcotráfico.
En Honduras, el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya sacudió la región y resto de América Latina. Este hecho evidenció la fragilidad de las instituciones democráticas en el conjunto del hemisferio, además de que dividió la región. Óscar Arias, de Costa Rica, apoyó en un inicio el retorno de Zelaya, pero más tarde ese país y Panamá reconocieron los resultados de la elección en la que triunfó Porfirio Lobo como presidente de Honduras. El triunfo más importante del hondureño fue la reinserción de su país en el Sistema de la Integración Centroamericana en julio de 2010.
Laura Chinchilla ganó la presidencia de Costa Rica el 7 de febrero de 2010. Considerada experta en temas de seguridad, reafirmó su compromiso para abatir la criminalidad mediante acciones preventivas y sociales. También confió en la cooperación con México y Colombia para combatir el narcotráfico.
En América Central, Guatemala es el país con más incremento en los niveles de ingobernabilidad por los constantes cambios de funcionarios del sector seguridad (principalmente el Ministerio de Gobernación). Al igual que El Salvador y Honduras, Guatemala es asolada por la violencia de las maras y la inseguridad, que se agrava frente a la creciente tasa de feminicidios y de homicidios sin precedentes.
Su frontera con México es un espacio de inseguridad en el que han penetrado los cárteles mexicanos para comerciar con la cocaína que proviene de Colombia. El informe de la FFE afirma que este corredor es cada vez más empleado por la efectividad del cerco naval que ha delimitado la Armada de México y que obliga a desembarcar los cargamentos de droga en ese territorio antes de que lleguen a las costas mexicanas.
EU pierde hegemonía
Estados Unidos ya no es la mayor influencia en la región. La política de la administración de Barack Obama hacia América Latina y el Caribe no se diferencia de la que mantuvo su antecesor. A pesar de algunos “ajustes en el estilo”, como una tendencia hacia el multilateralismo y las soluciones concertadas, los temas prioritarios de Washington hacia esta región son el narcotráfico y la migración indocumentada.
Ese interés de Estados Unidos se traduce en México en la búsqueda de mayor cooperación mediante la Iniciativa Mérida. De igual forma, para Centroamérica se traduce en la creciente preocupación de Washington por los “Estados débiles”.
Mientras la política exterior de Estados Unidos se marca con estas variantes, hacia el interior de ese país se observan ciertos indicios de flexibilidad respecto de su política de drogas: varios estados han despenalizado, en diversas medidas y niveles, la posesión y consumo de mariguana. Además, a fines de 2009 se estableció la Comisión sobre Política de Drogas en el Hemisferio Occidental para evaluar la política estadunidense frente a la reducción y prohibición de la demanda de drogas.
Futuro incierto para 2011
Catalina Niño Guarnizo, coeditora del Anuario 2010 de la seguridad regional en América Latina y el Caribe, de la Fundación Friedrich-Ebert, hace un ejercicio de prospectiva en 2011 para Contralínea. Observa que el crimen organizado –tema clave en México– probablemente se mantenga “fuerte y generando altos niveles de violencia”. Cita como ejemplo el asesinato de dos personas de alto nivel, ocurrido recientemente en Colombia. En su opinión, este hecho evidencia que el narcotráfico vuelve a tener el control en ciertas zonas de aquel país.
Esta dinámica también se presenta en Centroamérica, donde el crimen organizado y el narcotráfico “seguirán afectando a la región”, sobre todo en el triángulo del Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) y en algunas islas del Caribe. Esta situación obedece a la debilidad institucional de algunos de esos países que facilita el negocio que representa la ilegalidad, “por lo que es muy difícil romper el círculo vicioso de corrupción y narcotráfico”, aprecia Niño Guarnizo.
Para 2011, la investigadora considera que es poco probable que haya cambios significativos. Para Suramérica observa que, en términos geopolíticos, las relaciones entre Colombia, Venezuela y Ecuador se mantendrán estables. Brasil, un país con gran liderazgo político en esa zona, estará en plena consolidación, por lo que las agendas multilaterales en la región avanzarán lentamente.
Para el investigador y politólogo Pablo Celi, es evidente que uno de los efectos de la actual estrategia ha sido el incremento de la violencia, por lo cual tiene poca sostenibilidad como política de seguridad a largo plazo. Por ello, agrega que esto tendrá “efectos de desgaste en su legitimidad y un alto costo político”.
Celi describe que la relación México-Estados Unidos tiene particularidades, aunque también una regularidad en el tiempo que no son comparables con otras en la región ni inciden en otras relaciones bilaterales. Define que los parámetros de esta relación son muy estables, de ahí que sea previsible que se mantenga a pesar de cambios en los gobiernos de cualquiera de los dos países.
Apunta que las relaciones de México con Cuba y Venezuela “son prácticamente nulas”, pues carecen de ámbitos de interés común y no se perciben elementos que las modifiquen sustancialmente. En contraste, el investigador observa que aunque la actual política exterior y de seguridad de Colombia tiene elementos en común con México, actualmente se orientan más en reestructurar su inserción subregional en Suramérica.
Carrera armamentista en América Latina y Caribe
Con el argumento de la modernización de su equipo militar, los gobiernos sustentan el incremento en las adquisiciones. Con excepción de México –que ocupa el cuarto lugar–, los mayores compradores de armas son Brasil, Colombia, Chile y Venezuela, de acuerdo con el informe de 2009 del Stockholm International Peace Research Institute. Datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres indican que Venezuela, después de Chile, es el mayor comprador de armas en América Latina.
A Estados Unidos le preocupa que parte de ese armamento se desvíe hacia las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Por esa razón, vino un impasse con el gobierno de Suecia en 2009 para la adquisición de lanzacohetes por Venezuela.
Los principales proveedores de armas para esta región, según el Anuario 2010, son Estados Unidos, Alemania, España y Francia. En Suramérica, se señala a la Federación Rusa, China, Irán y Bielorrusia. Por la tendencia a diversificar su provisión de armamentos, el Anuario advierte que Venezuela desarrolla dinámicas que generan nuevas relaciones de dependencia, particularmente con Rusia.
En 2009, Venezuela cedió a Ecuador seis aviones Mirage 50 que desincorporó de su Fuerza Aérea.
También se debe considerar que en América Latina y el Caribe, hay tres procesos importantes: 1) El desarrollo de industrias militares en la región, donde Brasil es el principal proveedor; 2) La presencia creciente del tema nuclear, como la compra de submarinos de propulsión nuclear por Alemania y Brasil, así como la pretensión de Venezuela e Irán por lanzar proyectos de energía nuclear con fines pacíficos; 3) El del tráfico de armas ligeras que tiene una relación directa con la violencia urbana.
Organismos propios
El Anuario 2010 de la Fundación Friedrich-Ebert también descubre que en algunos gobiernos de América Latina y el Caribe se presenta un proceso de creación de nuevos organismos multilaterales de diálogo político, así como de seguridad y defensa sin la participación de Estados Unidos y Canadá. Tal es el caso de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y el Consejo de Defensa Sudamericano (CDS), que, atiende desde una visión multilateral, los conflictos entre los países miembros.
Hasta ahora, el CDS abordó problemas que ya trató con anterioridad la diplomacia de alto nivel, con la actuación notable de Brasil, un país “clave” para crear e impulsar la Unasur y el CDS. Sin embargo, destaca que el liderazgo de ese país suscita diferencias con Argentina y Venezuela.
Otras instituciones multilaterales que se multiplican en la región son la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, el Mercado Común del Sur, la Comunidad Andina de Naciones, el Sistema de Integración Centroamericana, la Comunidad del Caribe. En medio de ellas, la Organización de Estados Americanos es vista como un organismo que “no ha llevado realmente a una mayor integración” regional.
A futuro, es difícil pronosticar cuál será el desempeño de esos nuevos mecanismos. Algunos observadores regionales, cita el Anuario, señalan que tal proliferación parece ser un indicio de las debilidades de los procesos existentes.