viernes, enero 20, 2012
Un mundo sin Guantánamo
Diez años después de su apertura, miles de imágenes emergen al mencionar Guantánamo: hombres con lentes vestidos de overol anaranjado, encapuchados y esposados, alineados bajo el implacable sol del Caribe; jaulas como de zoológico, a la intemperie, sin nada más que cubos que funcionan como baños; áreas secretas del recinto penitenciario donde se pusieron a prueba "técnicas mejoradas de interrogatorio"; algún prisionero que es privado del sueño e inyectado a la fuerza con líquidos que provocan hinchazón; hombres que son encontrados colgados en sus celdas.
¿Cómo sería el mundo sin Guantánamo? Aunque no lo parezca, es una pregunta doble. Primero, uno debe imaginar un mundo donde el complejo penitenciario nunca abrió sus puertas. Y, con menos fantasía, un mundo en el que el complejo ya dejó de operar.
Para empezar, es bueno recordar lo que ha sido Guantánamo y lo que significa hoy en día.
Desde un inicio, la prisión militar estadounidense establecida en la Bahía de Guantánamo, en Cuba, fue presentada públicamente como un lugar de contención para reclusos de inimaginable maldad. La Casa Blanca y funcionarios militares insistieron en que los prisioneros que estaban ahí eran "lo peor de lo peor".
En alguna ocasión, Richard Myers, el ex jefe del Estado Mayor, describió a los reclusos casi como superhombres capaces de "roer las tuberías hidráulicas" del avión que los condujo a esas instalaciones.
El ex presidente George W. Bush dijo más de una vez que no se utilizaba la tortura como método de interrogación, hasta el día en que transportó a 14 prisioneros al campamento y emitió un anuncio en el que explicaba el valor que tenía para la seguridad nacional interrogar a los detenidos con técnicas radicales. Jueces, funcionarios de seguridad nacional, fiscales y funcionarios del poder legislativo argumentaron que el sistema de Estados Unidos (EU) era demasiado débil para manejar a ese tipo de hombres terribles.
El gobierno del presidente Barack Obama ha estado de acuerdo. Esto se reflejó cuando pospuso la fecha del cierre de Guantánamo, y vaticinó que todavía le queda larga vida al afirmar que unos 48 detenidos serían trasladados a esa prisión en "detención indefinida".
Simbólicamente, Guantánamo siempre ha tenido un poder que va más allá de su misión de acoger a los prisioneros de la guerra contra el terrorismo. Para sus detractores y defensores de las libertades civiles, el complejo representa la violación de derechos en que incurrió Estados Unidos en nombre de esa guerra, sobre todo en lo que respecta a su tolerancia de las "detenciones abiertas".
Para quienes lo defienden, Guantánamo marca la voluntad de Washington de quitarse los guantes. A nivel internacional, es un símbolo de la humillación estadounidense.
Guantánamo es una invitación para que otros puedan decir: "¿Ven? EU es igual que el resto de nosotros, incapaz de resistirse a ir al lado oscuro cuando es atacado".
Guantánamo representa lo que está por debajo de la superficie del EU civilizado, es una ventana de atracción a lo brutal en tiempos de confusión y un recordatorio de la olvidada disciplina que requiere la democracia constitucional.
Pero, sobre todo, Guantánamo es el lugar donde EU ha decidido concentrar el universo de asuntos morales post-9/11 que confunden a los políticos, las leyes y las personas. En caso de duda o ignorancia, o cuando simplemente sea cuestionado por la complejidad de los dilemas de seguridad nacional, envíe los problemas a Guantánamo.
¿No sabe qué hacer con los prisioneros capturados en el campo de batalla de la guerra contra el terrorismo? Envíelos a Guantánamo. ¿Tiene dudas sobre la capacidad de los tribunales de EU para juzgar a los terroristas? Mándelos en Guantánamo. ¿Preocupado por la inquietante realidad de que la tortura salga a la luz pública? Mantenga a quienes fueron torturados en Guantánamo.
¿Qué pasa si borramos todo eso?
Sin Guantánamo, no habría ningún punto focal que trajera a la memoria el papel de EU en la guerra contra el terrorismo. No habría un lugar que encapsulara el viaje errante que inició la nación a raíz del 9/11, la sorprendente desviación de la ley y los procesos de lo que antes se identificaba como una nación segura, justa y respetuosa de la ley.
La ausencia de Guantánamo, ese término que evoca tantas cosas, habría significado que EU no escogió la salida fácil. Si no hubiera existido Guantánamo, EU habría tenido que enfrentar problemas que todavía lo acechan: la capacidad de la Constitución para hacer frente a los enemigos del siglo 21, las fortalezas y debilidades de sus servicios de inteligencia, la incertidumbre de saber quién es un enemigo y quién no.
Los líderes de EU tendrían que haber creado políticas de dudosa legalidad que no nos habrían llevado a un estado de limbo perpetuo codificado hoy por el Congreso y apoyado por el presidente en la forma de detenciones por tiempo indefinido y arrestos militares para sospechosos de terrorismo extranjero.
Sin Guantánamo, todavía habría muchas cosas que le causarían problemas a EU: la guerra en Iraq y las mentiras que lo llevaron ahí, las pérdidas en Afganistán, la extralimitación de la seguridad del Estado al monitorear las conversaciones, tanto virtuales como de otro tipo. Pero no habría una insignia evidente de la vergüenza, ni tampoco un símbolo de la disposición del país a permitir que la seguridad nacional pasara por encima del Estado de derecho. Sin Guantánamo, nuestra brújula moral no habría sido secuestrada de manera tan visible.
Obama ha seguido utilizando Guantánamo como una caja para coleccionar los dilemas de seguridad nacional prioritarios. Ha intensificado el papel de la prisión como un cajón de sastre para meter ahí toda la confusión de seguridad post-9/11, como si por cada celda vacía de un ser humano, se llenara otra con un problema: el uso del método de tortura "waterboarding", el deseo de detener a personas por asociarse con un grupo terrorista, la necesidad de contar con un sistema secundario de justicia, el atractivo político de prometer al Congreso que los enemigos de EU no podrán ingresar a su territorio.
Pero si se cierra Guantánamo –la caja de Pandora de lo que se hizo mal después del 9/11–, se pondría fin a toda una era, y con ello a la furia, la frustración y la pérdida de fe en el gobierno y los tribunales, que ha perdurado una década. Desaparecería la ignorancia que persiste acerca de quiénes están recluidos ahí y el peligro real que representan. Quedaría atrás la decepción de los legisladores que usaron Guantánamo como un recordatorio de que EU se ve acosado por las amenazas y así mantiene vivo el miedo. También quedaría atrás la castración de los tribunales de EU como un lugar viable para tratar los casos de terrorismo.
¿Podría el cierre de Guantánamo resolver la confusión moral y legal que desató la guerra contra el terror, o será simplemente en un remedio fallido? La respuesta está en cómo se haga. No se puede clausurar Guantánamo de manera silenciosa. Más que dejar que se marchite sola, cubierta de excusas de restricciones políticas y complejidades jurídicas, la prisión debe ser cerrada con una clara declaración de los aciertos y errores.
Las detenciones indefinidas están mal. No pasar por los tribunales está mal. Sucumbir al miedo hasta que domine a la ley, está mal.
En última instancia, ya que Guantánamo es un depósito no sólo de presos sino también de la confusión de EU, su clausura debe marcar un momento de claridad y una renovada confianza en el Estado de derecho. Al cerrar Guantánamo, se cierra también la caja de los pecados que desató la guerra contra el terror, la que nos convirtió en una nación como todas los demás, en lugar de ser una nación excepcional.
Al cerrar Guantánamo, se enterrarían los males de la última década, se cerrarían las puertas de un estado de incertidumbre y confusión, y la verdadera excepcionalidad de Estados Unidos podría prosperar una vez más.
(C) The Washington Post Service
miércoles, mayo 18, 2011
Un mundo más inseguro
MÉXICO, D.F., 18 de mayo.- Refiriéndose a la captura y ejecución de Bin Laden, Barack Obama declaró con entusiasmo: “El mundo es ahora más seguro”; desgraciadamente, tales palabras no son convincentes. Hay al menos tres motivos para argumentar que el mundo enfrenta ahora más inseguridad. Primero, la posibilidad de actos terroristas planeados como represalia por la muerte del iniciador de Al Qaeda; segundo, la abierta tensión que se ha creado en la relación entre Estados Unidos y Paquistán; tercero, el nacionalismo exaltado que ha resurgido en Estados Unidos, mismo que recuerda más los años de Bush que los compromisos con la paz de la primera etapa del gobierno de Obama.
La muerte de Bin Laden no significa necesariamente la desaparición de Al Qaeda, un movimiento que encontró eco en numerosos grupos islámicos organizados en células que se han distribuido a través del mundo. El fanatismo religioso que los inspira no es fácil de eliminar. De hecho, esos grupos se han mantenido activos y multiplicándose a pesar de que, desde el 11/09, Bin Laden se encontraba escondido. Es difícil prever si ocurrirán actos de represalia y cuándo se producirían; el peligro está latente y nada invita a bajar la guardia.
Una de las primeras reacciones al conocerse la muerte de Bin Laden fue imaginar que ésta ofrecía la justificación para acelerar la salida de tropas extranjeras de Afganistán. La búsqueda del terrorista más peligroso del mundo era uno de los argumentos para que dichas tropas estuvieran allí, a pesar de lo impopular de esa guerra, tanto en las filas del Partido Demócrata de Estados Unidos como en amplios sectores de la opinión pública europea.
Sin embargo, es difícil separar lo que ocurra en Afganistán de la situación en Paquistán, país vecino con el que se comparten grupos étnicos, religión, familia y organizaciones políticas. Ahora bien, la tensión y la desconfianza entre Estados Unidos y Paquistán es una de las consecuencias más inquietantes de la captura y ejecución de Bin Laden.
No puede haber dudas sobre la complicidad de las autoridades paquistaníes que permitieron la construcción de un refugio, de proporciones y comodidades visibles, a unos cuantos kilómetros de la capital y rodeado de casas habitadas por la alta cúpula militar del país. Tampoco puede haber dudas sobre las enormes dificultades que enfrentan los dirigentes estadunidenses para confrontarse abiertamente con Paquistán.
Son muchas las razones que obligan a la cautela en la política de Estados Unidos hacia Paquistán. Entre ellas se encuentran la extrema sensibilidad de sus habitantes hacia las políticas de Estados Unidos, su papel clave en la geopolítica de Asia y, sobre todo, que posee armamento nuclear. No se puede olvidar que a pesar de la pobreza y atraso de gran parte de su territorio, los dirigentes paquistaníes tienen un poder de disuasión en dicho armamento. Pasará algún tiempo antes de que se redefina la relación entre los dos países; en todo caso, ésta siempre expresará un frágil compromiso entre la desconfianza y la necesidad de simular amistad.
El impacto mayor de la captura de Bin Laden ha ocurrido al interior de Estados Unidos al elevar considerablemente la popularidad del presidente Obama en momentos en que inicia la campaña para su reelección el próximo año. De acuerdo con las encuestas, existe ahora una imagen muy positiva de su capacidad para combatir el terrorismo y defender la seguridad nacional de Estados Unidos. Persisten las dudas sobre su habilidad para manejar la economía, pero lo cierto es que el dirigente demócrata ha recuperado un gran apoyo entre la ciudadanía que no era previsible hace unas cuantas semanas.
Es pronto para opinar si el presidente ya tiene la reelección asegurada. La pregunta clave es hasta donde seguirá operando a su favor el golpe contra Bin Laden. La respuesta conduce hacia un Obama más guerrero y menos preocupado con la legalidad internacional de lo que se había proyectado en la época en que se le otorgó el Premio Nobel de la Paz.
Al hacer de la captura de Bin Laden un asunto de orgullo nacional, fundamental para la recuperación de la confianza ciudadana en la capacidad del gobierno para combatir el terrorismo, Obama ha revivido los momentos que siguieron al 11/09. Es una manera de cohesionar a la sociedad a su favor, pero también es un momento de reafirmar la convicción de que no hay cortapisas al derecho del gran poder estadunidense para combatir a los enemigos.
Al exaltar la exitosa acción de la CIA, Obama ha cuidado dejar fuera aspectos que puedan sembrar dudas. Por ejemplo, el escaso respeto por principios jurídicos internacionales al haber desconocido las normas del derecho penal internacional que exigían un juicio y una condena pública, así se tratara del terrorista más peligroso del mundo. Así mismo, ha ignorado las sospechas sobre el uso de la tortura para obtener la información que permitió, finalmente, conocer las coordenadas de donde se encontraba Bin Laden.
El enemigo está muerto, los estadunidenses lo festejan y celebran al líder que lo hizo posible reviviendo, al mismo tiempo, el estilo y los ánimos del poder imperial. Una situación comprensible que cambia, sin embargo, la imagen de quien construyó su popularidad prometiendo el cierre de Guantánamo, condenando la tortura y asegurando que se pondría fin a un capítulo de arrogancia frente a las instituciones jurídicas internacionales.
Por todos los motivos anteriores, es difícil creer que “el mundo es ahora más seguro”. Las situaciones de riesgo en el ámbito internacional y los nuevos matices en el discurso de quien posiblemente será reelegido presidente de Estados Unidos en 2012 hablan de un futuro en el que la paz es más incierta y los peligros son más evidentes.
viernes, enero 14, 2011
La principal ONG de DDHH de EEUU exige a Obama que cumpla su compromiso de cerrar Guantánamo
WASHINGTON, 13 Ene. (EUROPA PRESS) -
La principal y más antigua organización estadounidense de defensa de Derechos Humanos, la Asociación Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), ha advertido al presidente Barack Obama de que "aún no es demasiado tarde" para que cumpla su compromiso de cerrar el centro de detención de Guantánamo.
"En su primer día de mandato, el presidente Obama firmó una orden ejecutiva para cerrar, en el plazo de un año, el centro de detención de la bahía de Guantánamo, en Cuba", afirmó ACLU con motivo del noveno aniversario de los primeros traslados de prisioneros a Guantánamo, que se cumplió el pasado martes.
"Ahora, casi dos años después de que el presidente prometiera el cierre de Guantánamo y nueve años después de la apertura del centro de detención, alrededor de 170 reclusos permanecen detenidos de forma indefinida", prosiguió.
"Es necesario que el presidente Obama sepa que aún no es demasiado tarde para hacer buena su promesa inicial de cerrar Guantánamo y para acabar con las políticas antiamericanas e ilegales que encarna", aseguró ACLU.
"En todo el mundo, Guantánamo simboliza la injusticia y sigue siendo una mancha para la reputación de Estados Unidos", añadió la organización, fundada en 1920 y que cuenta en la actualidad con más de 500.000 miembros y simpatizantes.
RECLUSIÓN INDEFINIDA
Según ACLU, Obama está estudiando la posibilidad de emitir otra orden ejecutiva que permita mantener en régimen de reclusión indefinida a los actuales prisioneros de Guantánamo, aunque estableciendo un proceso periódico de "revisiones administrativas".
"La realidad es que esa orden ejecutiva sólo sería una ventana abierta para que continuasen las detenciones indefinidas", advirtió ACLU. "Si el Gobierno tiene pruebas suficientemente creíbles que justifiquen la reclusión indefinida de un detenido, lo que debe hacer es utilizar esas pruebas para acusarlo ante un tribunal federal", manifestó.
"Las revisiones administrativas no pueden servir para sustituir los cargos criminales, los juicios a los presos contra los que haya evidencias, ni la liberación y repatriación del resto", advirtió la organización.domingo, julio 12, 2009
Guantánamo, el dilema de Obama

Los detenidos
Actualmente, en la base militar de Guantánamo hay 240 detenidos por el presunto delito de ser integrantes de grupos terroristas asociados con Osama Bin Laden y Al Qaeda. La Casa Blanca anunció el 15 de mayo que 13 de ellos serían procesados por Comisiones Militares, pero desde entonces la cifra aumentó a 24 prisioneros, quienes serían enjuiciados por medio de este proceso militar al que Sullivan bautiza como de segunda clase, en términos judiciales, porque fue diseñado “para garantizar que la sentencia o castigo se haga con mayor celeridad y sin contratiempos, pues no requiere el mismo nivel de evidencias que se exigen en una corte civil, y para encubrir los abusos de derechos humanos cometidos por el Pentágono y por la CIA”.Las Comisiones Militares –cuyo fortalecimiento jurídico no ha sido divulgado por la Casa Blanca– no son una corte marcial que se guía bajo los estándares internacionales para procesar a personas acusadas de crímenes de guerra. No es el caso de los 240 detenidos de Guantánamo, quienes extraoficialmente están catalogados por Estados Unidos como “combatientes enemigos”.Moen, integrante del bufete de abogados Fredrikson and Byron, de Minneapolis, Minnesota, que representa a Zemiri, sostiene que “los detenidos deben ser enjuiciados en una corte federal civil, punto; sólo si se comprueba que alguien de los detenidos es altamente peligroso, pero con las evidencias en la mano, el acusado debería ser procesado por una corte marcial, no por esas Comisiones Militares que tienen otros propósitos”, subraya en entrevista telefónica.De acuerdo con el testimonio de Sullivan y Moen, quienes han estado presentes durante la celebración de audiencias a cargo de las Comisiones Militares, el proceso es evidentemente violatorio de los estándares internacionales para el caso de cualquier persona que enfrente a jueces o fiscales militares.Las Comisiones Militares poseen una “guía jurídica”, según Sullivan, diseñada por alguna agencia de inteligencia de Estados Unidos cuya identidad se niega a revelar el Pentágono.“La guía se coloca del lado derecho del militar que preside la comisión durante la audiencia que se celebra en un salón al cual no se le permite la entrada a los defensores legales del acusado”, detalla Sullivan. “A los abogados se les coloca en otro cuarto aledaño, separado por un cristal polarizado, desde donde se puede observar y escuchar el proceso”, añade la especialista de Human Rights Watch.Lo irónico, y que es además la evidencia más fehaciente de que las Comisiones Militares están diseñadas para encubrir los abusos cometidos por la CIA y el Pentágono, es que “cuando el acusado comienza a declarar que fue sometido a tortura cuando fue interrogado, el que preside la comisión oprime un botón que también está colocado de su lado derecho para cortar el audio que llega a la sala donde están los abogados del detenido”, dice.La abogada del argelino preso en Guantánamo y la especialista de Human Rights Watch se mofan del argumento de la Casa Blanca de que las cortes federales civiles no tienen la capacidad jurídica para procesar a los detenidos de Guantánamo.Desde marzo de 2002, según las dos entrevistadas, las cortes federales civiles de Estados Unidos han procesado a más de 100 personas acusadas de terrorismo; en el mismo período, las Comisiones Militares sólo han encausado a dos detenidos.Por cuestiones de seguridad nacional, el Pentágono se niega a revelar la identidad de los 24 detenidos en Guantánamo que serán sometidos a juicio por las Comisiones Militares. Lo mismo ocurre para el caso de las dos personas que estuvieron detenidas en Guantánamo y que ya fueron puestas en libertad, pero que reincidieron en sus actividades terroristas, una de las razones por las que el Departamento de Defensa se opone a los juicios civiles para los detenidos en esa base militar de Guantánamo.Los dos presuntos terroristas reincidentes son un kuwaití, quien supuestamente el año pasado llevó a cabo un ataque terrorista suicida con un carro bomba en Irak. El otro es un saudita que, según el Pentágono, después de haber sido liberado se reintegró a las filas de Al Qaeda en Yemen. Por las celdas de Guantánamo han pasado más de 800 personas acusadas presuntamente de terrorismo; hoy sólo quedan 240 detenidos en la base militar, lo cual quiere decir que más de 550 acusados han sido liberados o repatriados a su país de origen.Las propuestas que hacen los especialistas para solucionar el limbo jurídico de los detenidos en Guantánamo se basa en el hecho de que 99 de los 240 detenidos son ciudadanos de Yemen, país que se está transformando en un nuevo Afganistán, porque el gobierno del país no tiene el control de su territorio y la nación es refugio de terroristas y un centro de operación de Al Qaeda.“Obama debe negociar con Yemen la creación de un programa de rehabilitación para los detenidos en Guantánamo que deben ser puestos en libertad, y a los que se determine que son peligrosos se les debe enjuiciar con evidencias irrevocables para ser sentenciados y encarcelados en prisiones seguras”, sugiere Sullivan.Los otros 141 presos en Guantánamo deben ser procesados por una corte federal civil, o por una corte marcial si se tienen evidencias claras y creíbles contra los acusados de que cometieron crímenes de guerra.El pasado martes 9 de junio, el gobierno de Obama dio una señal de que podría someter a juicio civil a la mayoría de los detenidos en Guantánamo, al ordenar la transferencia de la base militar a la corte federal del distrito sur de Manhattan, Nueva York, de Ahmed Ghailani, acusado de participar en el ataque terrorista a las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania en 1998, delito por el cual puede ser castigado con la pena capital si es declarado culpable de los cargos que le imputan.Sobre ese gesto de Obama, Sullivan dice que las organizaciones defensoras de los derechos humanos “le damos el beneficio de la duda”. Pero tampoco se confía:“Hay un dato más que ilustra por qué el Pentágono y la CIA se oponen a los procesos civiles”, enfatiza Sullivan: “Ante una corte federal civil, no tiene validez la acusación de cualquier delito contra una persona que se inculpó porque fue sometida a tortura durante su interrogatorio, y todos los presos de Guantánamo fueron torturados de alguna manera por la CIA y el Pentágono”.
viernes, mayo 22, 2009
Guantánamo, el centro de la disputa
Más que los planes de reactivación económica y de las políticas de seguridad social, el centro de la disputa política en Estados Unidos es el viraje que el presidente Barack Obama desea emprender, con respecto a la administración pasada, en materia de estrategias de seguridad nacional y de derechos humanos.
En los primeros días del mandatario demócrata en la Casa Blanca pareció que éste podría deslindarse sin grandes obstáculos de las prácticas atroces y contraproducentes establecidas por la presidencia de George Walker Bush en esos ámbitos. Sin embargo, en los tres meses recientes se ha evidenciado que, pese al desprestigio universal cosechado por Washington como consecuencia de las conductas bárbaras, anómalas y delictivas empeñadas en la guerra contra el terrorismo, el poder fáctico –expresado en lo político, lo propagandístico, lo legislativo y lo judicial– del complejo industrial-militar de la nación vecina ha sobrevivido a la derrota de los republicanos en la elección presidencial de noviembre pasado y es capaz de resistir a directivas presidenciales tan razonables y de obvia necesidad como el cierre del campo de concentración montado por Bush en la base militar de Guantánamo, y cuya permanencia se ha convertido en el símbolo de la pugna política.
De esta manera, diversas instancias judiciales han fallado en contra de la posibilidad de investigar y sancionar a altos funcionarios de la administración pasada por los abusos cometidos en el contexto de la persecución contra los sospechosos de integrismo islámico, y no hay ni siquiera una perspectiva en cuanto a esclarecer los crímenes de lesa humanidad perpetrados por Bush y su equipo en la aplicación de una supuesta estrategia de seguridad nacional que ha sido, en realidad, un proyecto neocolonialista de reposicionamiento geoestratégico global. En el ámbito legislativo, hace un par de días la bancada senatorial del propio Partido Demócrata propinó un revés a su presidente al recortar parte de los fondos que se requieren para el cierre de Guantánamo y el traslado de los secuestrados –a la vista de su inexistente estatuto legal, no cabe llamarlos de otro modo– allí recluidos a prisiones regulares en territorio estadunidense.
Lo más preocupante de la circunstancia es que, en el contexto de la reacción del establishment conservador y belicista, Obama ha dado marcha atrás en algunas de sus promesas de campaña, como el desmantelamiento de los tribunales militares irregulares que operan contra los acusados recluidos en Guantánamo y el fin de la censura gubernamental a los documentos relativos a las violaciones a los derechos humanos por las fuerzas militares estadunidenses. Es poco probable que con esas concesiones el mandatario nacido en Hawai consiga aplacar a los halcones de Washington, inequívocamente encabezados y azuzados por Dick Cheney, ex vicepresidente de Bush; en cambio, es seguro que en los ámbitos liberales, progresistas y humanistas que se extienden más allá del Partido Demócrata y que fueron fundamentales para llevar a Obama a la Casa Blanca, semejantes retrocesos generen desaliento y frustración y se traduzcan, en esa medida, en un aislamiento del presidente con respecto a sus bases y en un retroceso del respaldo popular del que goza, lo que reduciría dramáticamente su margen de maniobra ante la clase política de Washington.
En lo inmediato, el primer mandatario no caucásico en la historia del país vecino ha decidido dar la pelea por el cierre del Guantánamo, y ayer pronunció ante abogados militares un discurso enérgico y significativo, en el que se manifestó por transferir a los sospechosos retenidos en ese enclave a los órganos ordinarios de la justicia y a las cárceles regulares de alta seguridad.
La contienda prosigue y la moneda está en el aire. El resultado de la confrontación dirá mucho sobre las posibilidades reales de Obama de restituir la legalidad en Estados Unidos, severamente quebrantada durante las administraciones de Bush, y por emprender un viraje general en el gobierno de su país. Cabe esperar, por el bien de la comunidad internacional y de los mismos estadunidenses, que salga victorioso.
Difícil que el gobierno estadounidense acepte cerrar Guantánamo cuando su política es dar refugio a terroristas como a Luis Posada Carriles que se da la gran vida en Miami y apresar a los antiterroristas como han hecho con los cinco héroes cubanos a quienes mantienen en la cárcel sin que se les haya comprobado mayor delito que el de justamento desmontar planes terroristas. Y es que Estados Unidos necesita de terroristas para sus políticas belicistas. Muchos de los presos de Guantánamo están ahí sin que se les pueda comprobar delito alguno pero seguirán ahí porque dicen que son "peligrosos". Recientemente un argelino al que se le comprobó su inocencia fue liberado después de siete años de haberlo tenido en esa inhumana prisión.
lunes, abril 27, 2009
Expertos alertan sobre guerra biológica y negocio de Donald Rumsfeld con la "gripe porcina"

Un revelador trabajo de investigación del Informativo Pacífica, elaborado por el colectivo periodístico con base en California Pueblos Sin Fronteras, plantea varias interrogantes que los medios hegemónicos de comunicación han obviado, en su afán por generar terror entre la población. ¿Cuál es el origen del nuevo virus que ya ha matado a más de cien personas en México? ¿A quién beneficia esta epidemia? ¿Qué otras noticias está sepultando? ¿Para qué se está utilizando la emergencia en México? El reporte de Fernando Velázquez menciona un artículo de la investigadora Lori Price en el sitio web Globalresearch.ca , titulado "La gripe acaba con los memos de la tortura", en el que ésta señala que la influenza porcina, fabricada probablemente en laboratorios militares de Estados Unidos, ha acabado con la noticia de los memos sobre la tortura ordenada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra prisioneros en Guantánamo, Abu Ghraib, y cárceles secretas. El artículo mencionado señala que un investigador de biodefensa indonesio declaró el año pasado que Estados Unidos ya podía fabricar armas biológicas en el laboratorio de Los Álamos, usando muestras de la gripe aviar enviadas por Indonesia a la Organización Mundial de la Salud. Detalles sobre el tema aparecen en el libro "Es tiempo de que cambie el mundo: manos divinas detrás de la gripe aviar", escrito por el ministro de Salud indonesio.
Lori Price subraya que la actual histeria provocada por el virus porcino podría dar grandes ganancias a Donald Rumsfeld. El ex secretario de Defensa de Bush es directivo desde hace 20 años del laboratorio Gilead Sciences, Inc. la firma con sede en California que fabrica y tiene los derechos de "Tamiflu", el supuesto remedio contra la influenza que aterroriza al mundo.
Fernando Velázquez también entrevistó para su reporte al periodista Ralph Schoenman, productor del programa radial "Taking Aim" (Apuntando) que se transmite en la emisora WBAI de Nueva York. Schoenman afirma que los laboratorios militarizados a lo largo de Estados Unidos han estado perfeccionando armas biológicas con los virus porcino, aviar, el asiático y otras enfermedades para las que no hay respuesta inmunológica. "En laboratorios de nivel 4 y 5 en todo el país las enfermedades más virulentas han sido alteradas de tal forma que no hay defensa contra ellas, y han sido arrojadas en varias partes del mundo. Se han dispersado en África, y han sido monitoreadas por militares estadounidenses", afirma Schoenman. Velázquez también menciona en su reporte el libro "Clouds of Secrecy" (Nubes de secretos), del profesor de políticas de Salud Pública Leonard Cole, quien documenta que por 40 años el Pentágono ha estado esparciendo billones de vacilos I en el metro de Nueva York, en las escuelas públicas de Minneapolis y Saint Louis y, en particular, en la bahía de San Francisco. En esa ciudad, los efectos fueron un incremento en un 10% de meningitis de la espina dorsal. El número de personas impactadas por el vacilo I asciende a 10 millones. Velázquez recuerda el libro "Matando la esperanza", donde William Bloom describe que en 1971 la central de inteligencia proveyó a exiliados cubanos con un virus que causa fiebre porcina africana. Seis semanas después, un brote de la enfermedad obligó al gobierno cubano a sacrificar a medio millón de puercos. Diez años después la población fue atacada por una epidemia de dengue transmitida por mosquitos, que se extendió por la isla enfermando a más de 300 mil personas y matando a 158 (de los que más de un centenar eran niños menores de 15 años). Reporta también Fernando Velázquez que documentos desclasificados en 1956 y 1958 revelan que el ejército estadounidense crió grandes cantidades de mosquitos en La Florida y en Georgia para ver si los insectos podían ser usados como armas diseminando enfermedades, y que en 1969 más de 500 estudiantes de 36 países se graduaron en cursos sobre guerra epidemiológica en la escuela de química del ejército en Fort McClellan en Alabama.
Roche anunció que hará llegar a la OMS hasta tres millones de dosis de Tamiflu.
Zurich.- Las acciones de la compañía farmacéutica suiza Roche se dispararon hoy en la bolsa ante los crecientes casos de gripe porcina registrados sobre todo en México.
El medicamento contra la gripe Tamiflu, fabricado por Roche, es considerado un medio eficaz Contra la enfermedad y su uso fue recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) tras detectarse el brote.
A la apertura de la bolsa en Zúrich, las acciones de Roche subieron un 4,6 por ciento, mientras que pocos minutos habían aumentado hasta el 4,6 por ciento, a 147 francos suizos (128 dólares).
Roche anunció que hará llegar a la OMS hasta tres millones de dosis de Tamiflu. DPA
El Dr Manuel Servin nos envio un tip, darle al Google estas dos palabras.....Fort Detrick + Swine Fluy wow....resulta que se perdio una cepa de este virus de este Fuerte considerado el mas tenebroso, pues esta dedicado a la experimentacion biogenetica, se especula que de ahi salio el SIDA y de ahi salieron las cepas de Antrax que quisieron asesinar a los Senadores opositores a Bush, despues del 11 de septiembre del 2001
sábado, marzo 21, 2009
El peor Guantánamo: Isla «Diego García», embrión de muerte
Por Cristina Castello
Es una prisión secreta que se levanta en tierras que fueron robadas a los habitantes originarios del lugar. De su pista de vuelo despegaron los bombarderos de los USA, para invadir Camboya, Afganistán e Irak, a fuego, crímenes e impiedad; para controlar el Oriente medio y... hay más, ya se verá.
«Diego García» es un embrión de la muerte. Es la cueva que eligieron los bárbaros —con la excusa de un supuesto «terrorismo» — para mejor torturar. Es un verdadero tesoro para Norteamérica y el Reino Unido. Es la base militar más importante que el Imperio tiene, para vigilar el mundo; y junto a sus pares — las bases de Guam y Ascensión— son claves para el invasor. Es un sitio ideal para acoger misiles de la ojiva nuclear, aunque estén prohibidos por los tratados internacionales. Pero, ¿acaso esto importa a los bárbaros?
Los bárbaros no viven en el océano Índico, donde está «Diego García», ese atolón que nació con destino de oasis y se convirtió en el infierno mismo. No. Los bárbaros dan las órdenes a bárbaros de la CIA norteamericana, apoyados por Gran Bretaña y por la Unión Europea, que tan bien sabe callar cuando es el Poder la causa del terror.
«Diego García», es el enclave justo, por si a los bárbaros se les ocurriera una acción sangrienta contra Irán. Es el lugar donde la tortura exhibe su mayor sofisticación. Es una suerte de patíbulo —la muerte en vida—, y el primer escalón, la antesala, para merecer el alivio de pasar a Guantánamo: ese cadalso con el que Barack Obama prometió terminar. A «Diego García» nadie la nombra y no figura en las agendas presidenciales, a pesar de ser peor aún que Guantánamo. Está dicho: «peor». Pero comparar dos horrores no arroja claridad: ¿Quién es peor, Drácula o Frankestein?
La tierra del planeta no ha sido suficiente para el Poder imperial. Los Estados Unidos del norte surcan los mares del mundo con entre diecisiete y veinte barcos- «prisiones flotantes». En ellas fueron detenidas e interrogadas bajo suplicio, miles de personas. Pero casi nadie informa sobre esto. No, de eso no se habla.
Habla, sí, y actúa por la justicia, la ONG londinense de derechos humanos «Reprieve», que representa a treinta detenidos no procesados de Guantánamo, a los presidiarios que esperan condenas y a los acusados de supuesto «terrorismo».
Fue en 1998, durante la presidencia de Bill Clinton y la vicepresidencia de Al Gore —Premio Nobel de la Paz— cuando empezaron las detenciones fuera de toda ley y sentido de la existencia humana. Y George Bush los fomentó en progresión geométrica. Cuando todavía era presidente, admitió la existencia de al menos 26.000 personas en prisiones flotantes; pero según los sondeos de «Reprieve», la cifra de quienes pasaron por ellas, es de 80..000, a contar desde 2001. ¿A quién creer? La opción es clara.
Castrar la isla
«Sin miramiento, sin pudor, sin lástima Altas y sólidas murallas me han levantado en torno» Constantino Kavafis
Los 44 kilómetros de «Diego García», huelen a ausencia. Bajo su cielo, la gran ausente es la sacralidad de la existencia humana.
La isla es un territorio británico de ultramar, situado en el archipiélago de Chagos, en el océano Índico. En 1966 se produjo un maridaje perfecto entre los bárbaros.. El lugar —tan bello, que parece una sonrisa de la naturaleza— fue ofrecido por Inglaterra a Norteamérica, que lo quería para instalar esta base militar. Fue un canje ignominioso: el alquiler por cincuenta años de tierras inglesas, a cambio de catorce millones de dólares y misiles del submarino nuclear «Polaris». ¡Que siga la música, Maestro!
Pero —eso sí, había una premisa a respetar— en aquel momento, más temprano que tarde, había que impedir «problemas de población». Había que desinfectar de seres humanos, el archipiélago. Castrar la isla. Cortarle las raíces, clausurar la vida. Manos a la obra de inmediato, el Reino Unido le bloqueó toda entrada de alimentos. La vieja y maléfica bruja —el hambre—, hizo sonar un concierto de estómagos vacíos, al mismo tiempo que los habitantes empezaban a irse... o a ser echados. El destino de los desterrados fue, y es, las villas de miseria de la Isla Mauricio.
Allá, a más de 200 kilómetros de la tierra que los vio nacer, los desterrados sueñan tanto con comer, como con volver a su patria despatriada..
Salvajemente los 2.000 habitantes nacidos en la isla, fueron expulsados. Un caso, que sintetiza muchos similares, fue el de Marie Aimee, nacida y criada en «Diego García», quien en 1969 llevó a sus hijos a Port Louis (Mauricio), para un tratamiento médico. El gobierno británico nunca le permitió subir al barco para regresar y nunca más pudo volver.
Su marido, quedó dos años en la isla y después llegó a reunirse con su esposa, sólo con una bolsa y en un estado lamentable. Había sido arrojado de su tierra. Las historias de los otros miles de isleños abandonados, es escalofriante; desterrados y humillados, fueron reunidos en conventillos, donde vivían en cajas o chozas de hojalata. De muchos se habían librado, con mentiras de vacaciones gratis, en lugares de ensueño. Había que barrerlos de la isla: esterilizarla de la presencia de los paisanos.
La gran mayoría de los chagosianos fueron detenidos, expulsados de sus hogares, literalmente «empacados» y depositados en las bodegas de las embarcaciones, entre gritos y llantos; antes, habían visto exterminar a sus animales domésticos y a su ganado. Así, podían bombardear más fácilmente Vietnam, Laos y Camboya; amenazar a China cuando la Revolución Cultural, para seguir con el Golfo Pérsico, Afganistán, Irak, y... hay mucho más. Estos bárbaros no tienen corazón.
¡Y vaya que no! Muchos murieron de tristeza, se suicidaron, o se hicieron alcohólicos, mientras soñaban con la tierra prometida. Pero nadie abandonó la idea de volver a su isla de corales y palmeras; a la isla que —hasta que ellos la vieron— no estaba contaminada por armas ni maldad. En el «Times» de Londres del 9 de noviembre de 2007, una de las lugareñas sintetizó: «Era el paraíso, éramos como aves libres, y ahora estamos igual que en una prisión».
La Alta Corte británica primero, y la Corte de Apelaciones después, sentenciaron que la expulsión fue ilegal y dieron a la población el derecho a regresar; pero ningún gobierno quiso cumplir esas sentencias. Y la Oficina de Asuntos Internos e Internacionales del Reino Unido, en cambio, dijo que no habría población indígena. El único derecho a ciudadanía se concedía a las gaviotas.
Hoy, de los 2000 expulsados originariamente, conservan la vida menos de 700. ¿Juegan los bárbaros a la extinción final?
Los USA alquilaron la isla hasta 2016. Y hasta entonces, y después, ¿qué?
Drácula, Frankestein y los eufemismos
«¡Ay, cuando levantaban las murallas, cómo no me di cuenta!/Pero nunca oí ruido ni voces de albañiles. Desde el mundo exterior –y sin yo percibirlo- me encerraron» Constantino Kavafis
¿Y qué, con la prisión de «Diego García»? «Diego García» es el mayor centro de torturas —les llaman eufemísticamente «interrogaciones»— para los presos considerados más «importantes» por el Imperio. Fue allí que el prisionero Ibn Al-Sheikh Al-Libi tuvo que mentir, pues no resistía el suplicio a que era sometido. Dijo, para evitar que siguieran lacerándolo, que Saddam Hussein era aliado de Al-Qaeda, y que tenía las famosas armas destrucción masiva, de las cuales tanto se ha hablado.
Por cierto que se demostró que esas armas no existían. Pero eran los argumentos que George W. necesitaba, para la guerra del petróleo: la que el lanzó, hambriento de dólares, con la excusa del «terrorismo»; como si hubiera sido un salvador del mundo, al que aniquilaba y por lo cual hoy se intenta juzgarlo. Desde todo el planeta, se levantan cada vez más voces que demandan, precisamente, llevarlo frente a la justicia como un reo que cometió crímenes contra la humanidad.
La mazmorra de «Diego García» se conoce como «Campamento de Justicia». Seguimos con los eufemismos. Y las seis mil bases militares mundiales de los USA, se mencionan como «huellas» en la jerga castrense estadounidense. Entre ellas, «Diego García» tiene un nombre que suena a burla: «Huella de la libertad». Las palabras perdieron su significado.
Mientras tanto, los traslados de prisioneros drogados, encapuchados, y fuertemente torturados, desde allí hasta Guantánamo, ha sido lo habitual. Personas cautivas trasladadas de un horror, a otro. De «Diego García» a Guantánamo.. De Drácula a Frankestein, estaba dicho.
Los 2.000 soldados yanquis destinados permanentemente en el lugar, son la población central de «Diego García ». La tortura necesita vigilancia, ¡caramba! Ironías de la vida, son 2.000 también los desterrados: las armas reemplazan a la vida.
Los bárbaros niegan todo, pero las evidencias y pruebas existen. Por ejemplo, las de ex prisioneros que, por algún milagro lograron la libertad, y cuentan cómo fueron trasladados a Guantánamo, así como el espanto de las torturas, imposibles siquiera de imaginar por cualquier mente humana.
Por ejemplo, el testimonio fundamentado del historiador británico Andy Worthington, autor de «The Guantánamo files: the stories of the 774 detainees in America's illegal prison» (Los archivos Guantánamo: las historias de los 774 detenidos en la prisión ilegal de América). Worthington relata que «una honrada persona con acceso a información privilegiada», Barry McCaffrey, general norteamericano en retiro y profesor prestigioso de estudios de Seguridad internacional, reconoció en dos oportunidades que en «Diego García» se retienen personas acusadas de terrorismo; de la misma manera, aceptó que lo mismo ocurre en Bagram, Guantánamo, por cierto, e Irak.
Por su parte, Clive Stafford Smith, director de la ONG «Reprieve», de cuya seriedad nadie duda, aseguró a «The Guardian» que es categóricamente cierta la existencia de los prisioneros en la isla.
También el senador suizo Dick Marty, confirmó en 2006 las «entregas extraordinarias» de detenidos, desde allí hacia Guantánamo. En un informe que entregó al «Consejo de Europa», certificó que los USA, bajo la responsabilidad legal internacional del Reino Unido, utilizaron este atolón del Índico como prisión secreta para «detenidos de alto valor». El relator especial sobre la Tortura de la ONU, Manfred Novak, lo ratificó.
Guantánamo parece ser prioridad en la agenda de Barack Obama. ¿Y «Diego García»? Es verdad que el flamante presidente de la Casa Blanca tiene demasiados desafíos, rompecabezas y crisis a resolver, así como una oposición conservadora que no le hace fácil gobernar. Pero, ¿tiene la voluntad política para terminar con esta abyección? ¿Podrá —y sobre todo querrá— ir contra la siembra de muerte de los bárbaros?
La libertad, la justicia y los desterrados de «Diego García» esperan su palabra y la de la Unión Europea. Esperan, «como cuerpos bellos de muertos que no han envejecido/ y los encerraron, con lágrimas, en una tumba espléndida/ —con rosas en la cabeza y en los pies jazmines» (Constantino Kavafis).
martes, marzo 10, 2009
PERIODISMO FARSANTE
Dos deportistas cubanos dejan su país y la prensa neoliberal los usapara pontificar sobre la “libertad”
Se ha hablado de decenas y decenas de vuelos secretos llevando a“sospechados de terroristas” a la base-prisión que EE.UU. tiene en Guantánamo, violando desde hace años- la soberanía del territorio cubano, en un incesante acto de provocación y arrogancia imperial.
Se ha comprobado que, al menos catorce países europeos tienen una indisimulable relación con la existencia de cárceles clandestinas dependientes de la CIA- en las que, por indicaciones del gobierno de EE.UU., en la etapa Bush, se torturó, se desapareció temporariamente-¿y también de manera definitiva?- a gentes por el sólo hecho de ser árabes. Atroz.
Se sabe que en EE.UU. más de sesenta millones de personas viven en la pobreza, que cuarenta millones de esos sesenta millones no tienen asistencia de salud, y que de ellas aproximadamente treinta millones no tienen con qué garantizarse una comida al día, a pesar de que a cambio de una paga miserable hacen lo que ahora, en el nuevo lenguaje de la explotación, algunos llaman “contra prestación de servicios”. Humillante.
Millones y millones de mujeres, hombres y niños de Europa del Este sufren la condena de “vivir” en un infierno económico-social, ahondado por la actual crisis del capitalismo neoliberalismo global-, luego que se les prometiera que con la caída de la Unión Soviética irían al paraíso. Desastre.
Crímenes y hambre, promovidos por el neoliberalismo, se expanden.
Muestran al capitalismo en su estado salvaje, programando y reprogramando violencias. Y muestra a sus medios y periodistas protegiendo, con su accionar, los bienes de los ricos, abocados a salvar el pellejo. Se multiplican la crisis, matanzas y caos que trituran a millones y millones de seres humanos y, en tal escenario, la noticia y la nota de los periodistas neoliberales es: Cuba.
Existe un holocausto global, promovido desde hace más de treinta años por los maestros y discípulos del neoliberalismo y, sin embargo, la noticia y la nota es que dos deportistas cubanos se fueron de Cuba a vivir a Uruguay. Como contrapartida vale recordar que millones deniñas y niños en Cuba realizan actividades deportivas ajustadas a planes de atención integral de la salud, como ocurre en muy pocos países del mundo.
Marcelo Longobardi es un periodista argentino, neoliberal, amante del libre mercado, que trabaja entre otros medios- en C5N, un canal de televisión de la Argentina, que, con gusto especial, golpea a la Revolución cubana sistemáticamente.
En esta ocasión, Marcelo Longobardi convocó a los telespectadores poniéndole a la entrevista con los dos deportistas cubanos Aguelmis Rojas, corredor de media y larga distancia y Rafael Díaz, entrenador-un título extravagante: “Viaje a la libertad”. ¿La entrevista?:pobrísima. Con el agregado de un tal Roberto (sin apellido), también cubano, quien hacía el discurso político contra-revolucionario, al estilo de un “gusanito” de Miami, un poco burdo y bastante contradictorio.
Frente a tal ejercicio periodístico, más de una pregunta se caen de maduras: ¿Dónde está la libertad? ¿En los países que han sido utilizados para montar centros clandestinos de tortura, al servicio de la locura guerrerista de EE.UU.? ¿En EE.UU. convertido en una caldera en la que se hambrea a millones de seres humanos, se rescata de la crisis a estafadores y se ejecutan controles agobiantes a la vida laboral y social de las personas? ¿Dónde está la libertad? ¿En EE.UU.,donde, en medio de la crisis global del neoliberalismo-capitalismo, se rescata al banco más grande de ese país -y del mundo- el Citibank,famoso durante décadas por ser una institución vinculada al lavado de dinero, proveniente de todas las áreas “sucias” de la economía?
¿Dónde está la libertad? ¿En Europa del Este, donde crece la desesperación frente a innumerables y gravísimas privaciones económicas y sociales? ¿Es que, acaso, hay libertad y bienestar en todos los lugares por donde pasó la epidemia neoliberal, la peste neoliberal, el holocausto contra diversos pueblos del mundo?
En Uruguay, lugar elegido por los deportistas mencionados para continuar sus vidas, todavía se procura saber dónde están los desaparecidos por la dictadura militar, que en la década del setenta respondía, al igual que otras dictaduras en otros países de Latinoamérica, al catecismo económico, social, político y cultural, impuesto a tiros por las bestias neoliberales tipo Ronald Reeagan yMargaret Tatcher. Ambos, líderes de las políticas de libre mercado y socios o mandantes- de dictaduras militares sanguinarias que, como en el caso de Uruguay, crearon las bases para la instalación de un modelo de exterminio predominantemente mafioso. Más de treinta años de oprobio neoliberal; un holocausto global contra la humanidad toda, yla noticia, vaya inmundicia periodística, es “dos deportistas cubanos abandonaron Cuba”. Farsantes.
Hoy se siguen viendo y viviendo las consecuencias de aquél festival de muertes, estafas, desocupación, miseria, atomización y violencia social. ¿Esa es la libertad? ¿La libertad de unos pocos, sobre los cadáveres y las ruinas de los más, es la libertad? ¿Es libertad el consumismo alienado de las grandes masas y el miedo paralizante de esas mismas masas cuando todo huele a desempleo, desalojos,despedazamiento familiar y a enfermedades de la miseria?.
Dos deportistas cubanos se marchan de Cuba. Millones de gentes entre ellas deportistas participantes de las más exigentes competencias olímpicas y mundiales- se quedan en Cuba. Estudian, crecen y defienden su dignidad y la de su país. ¿Cuál es la noticia? ¿Qué se entiende por“viaje a la libertad”?
Contar con el poder de los medios de comunicación es una ventaja. Es verdad. Aunque eso no será garantía sin fecha de vencimiento para el abuso periodístico. Ya mismo, hoy, también en nuestra región, se viven experiencias que demuestran que correr con ventaja mediática no lo estodo. La lucha por un nuevo periodismo, al igual que la lucha de ideas y por una nueva sociedad, no ha concluido, ni mucho menos. El neoliberalismo, y los neoliberales tienen demasiadas cuentas pendientes con la sociedad mundial, demasiados crímenes en su haber.La impunidad no les será eterna.
Juan Carlos Camaño es presidente de la Federación Latinoamericana dePeriodistas (FELAP).
Fuente: Rebelión
martes, febrero 10, 2009
"Europa colaboró con Bush para crear Guantánamo"
Daniel Basteiro
Público
La perseverancia de este fiscal le valió reconocimiento internacional en 2006 por hallar pruebas sobre las prisiones secretas de la CIA en países del Este europeo
En 14 años de experiencia como fiscal , Dick Marty (Sorengo, Suiza, 1945) aprendió a investigar concienzudamente. Su perseverancia le valió reconocimiento internacional en 2006 por hallar pruebas sobre las prisiones secretas de la CIA en países del Este europeo como Polonia y Rumanía. "Ese trabajo me ha cambiado mucho: ahora veo de manera más crítica la acción de los gobiernos: cada vez se esconden más en el secreto de Estado para ocultar sus vergüenzas".
¿Debe la Unión Europea acoger a los presos?
Europa tiene el deber moral de ayudar a los EEUU, por ser un país aliado que hace esfuerzos por volver a ser un Estado de Derecho. También porque colaboró con la Administración de Bush para crear Guantánamo. Bien activamente o por no querer saber sobre los vuelos hacia la prisión, que jamás quisieron controlar.
Por España han pasado algunos de esos vuelos.
"Obama debería hacer una comisión de investigación"
En España, en Italia... Esos vuelos han pasado por casi toda Europa. Y es curioso que, en vez de esclarecer la verdad, gobiernos de izquierda y derecha invocan el secreto de Estado para esconder actos ilegales que además se sometieron a debate en organizaciones como la OTAN. Al final, nos enteramos siempre por otras fuentes.
El ministro Moratinos dice comprender que el Gobierno del PP aceptara esos vuelos por ignorar lo que acabaría siendo Guantánamo.
Un Gobierno nunca se puede contentar diciendo que no sabe. El Gobierno de España es, como los demás, responsable de lo que pasa en su territorio. El problema es cuando no se quiere saber y se hace todo lo posible para mirar hacia otro lado. Política y moralmente está al mismo nivel de los países que, siendo conscientes, no hicieron nada por evitarlos.
Diversos países pudieron haber acogido presos antes y no lo hicieron. ¿Por qué?
EEUU lleva tiempo deseando deshacerse de los presos contra los que no hay cargos. Los franceses volvieron a Francia hace cuatro años. El problema está en los que no se sabe a dónde enviar. Los chinos ya han anunciado que harán un proceso a los presos uigures que conducirá a penas de muerte. Yemen ha dicho que los va a reeducar, y creo que sabemos a qué se refieren.
Otros países parecen haber cambiado ahora de opinión.
Suiza rechazó a tres presos de Guantánamo cuyo asilo había sido avalado por Amnistía Internacional. Sólo tres días después de ser investido Obama, ese Gobierno dio marcha atrás y habló de contribución humanitaria. Otro caso: el ministro de Exteriores alemán, Walter Steinmeier, impidió la liberación de Murat Kurnaz, con permiso de residencia en Hamburgo, pese a la disposición de EEUU. Steinmeier dijo "no" y Kurnaz pasó dos años más de vacaciones en Guantánamo.
Tras el cierre, ¿cuál es el siguiente paso?
El primer paso es decir la verdad y después... quizás perdonar. Hay que reconocer que se han cometido errores y hablar con las víctimas. Me gustaría que Obama formase una Comisión de la Verdad y que comparecieran Cheney o Rumsfeld, pero no creo que pueda llegar a tanto. Lo que sí puede hacer es ingresar en la Corte Penal Internacional. Clinton propuso su ratificación parlamentaria en su último día de mandato, cuando se sabía que Bush no tenía intención de respetar la decisión.
¿Dará Obama ese paso?
No podemos pretender todo y muy rápido de Obama. Por ejemplo, él no está en contra de la pena de muerte. Lo que necesitamos es una presión social, mediática, de las ONG e intelectuales. Es imprescindible que la sociedad civil demuestre que no se puede vivir con la mentira de Estado. Obama ha hecho con Guantánamo una elección ética. Algo así deberíamos hacer en Europa sobre las prisiones secretas y los vuelos para no tener que enterarnos dentro de unos años por el New York Times.
Habla de presión social, pero Bush fue reelegido.
Bush explotó políticamente el miedo, como lo explotan nuestros sistemas legales contra ciudadanos del Este o árabes. Así nació Guantánamo. Tras el 11-S, la Casa Blanca explotó de una manera vergonzosa un hecho histórico dramático: la caída de las Torres Gemelas. De ahí llegamos después a la guerra de Irak, con ayuda de la prensa que unánimemente la apoyó. Esa misma prensa y la sociedad civil han hecho una autocrítica y han votado a un presidente que cree que gobernando sólo en función de las emociones podemos llegar al desastre.
Usted ha sido testigo en el proceso de Milán sobre el secuestro del imán Abú Omar y su envío a Egipto, donde fue torturado.
En todo este proceso, lo que más me preocupa es la actitud europea. Los norteamericanos hicieron una elección, que se demostró dramáticamente equivocada, pero nunca se escondieron. Obama reconoce ahora el error. No se puede secuestrar a gente y hacer el trabajo sucio en países sin justicia. Eso es deslocalizar la tortura y hacer gala de una gran hipocresía. "En suelo estadounidense no torturamos, pero dejamos que sean, por ejemplo, los egipcios quienes lo hagan".
Usted compara la crisis económica y Guantánamo.
Comparten la pérdida profunda de valores. Con Guantánamo comenzamos a defender la justicia y el derecho, pero no para los terroristas. "Es una guerra", pensamos, y ni siquiera respetamos las leyes que prohiben las detenciones secretas como la Convención de Ginebra. En las finanzas, la ausencia de normas casi destruyen al propio sistema. Parece que en los últimos años, quien hablaba de valores éticos, estaba loco. No es por casualidad que, tras un cambio de conciencia en EEUU, Obama sea su nuevo presidente.
lunes, enero 26, 2009
Obama, Guantánamo y el terror
Las órdenes ejecutivas firmadas por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para cerrar el campo de concentración de Guantánamo y acabar con la tortura, las cárceles secretas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y los traslados de prisioneros de guerra a regímenes autoritarios clientes, van en la dirección correcta. Pero quedan aún muchas dudas. La principal: si Obama dará luz verde para que Bush, Cheney, Rumsfeld, Powell, Rice, Negroponte y otros sean juzgados por crímenes de guerra.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Camp Five (antes X-Ray y Campo Delta) de Guantánamo –esa daga estadunidense clavada en el centro de la cubanía donde todavía permanecen cerca de 250 prisioneros– se convirtió en el “no lugar” de la justicia mundial. Pero no era el único símbolo del terrorismo de Estado a escala planetaria practicado por la administración de Bush. Incluso antes de Abu Ghraib, símbolo de la capucha y el sadismo sexual como herramientas de tortura, y de los campos de concentración de Whitehorse, Cropper, Qaim y Samarra, todos en Irak, ya habían sido asesinados, mediante tormentos, detenidos afganos en la base aérea de Bagram, cerca de Kabul.
Asimismo, decenas de “combatientes enemigos”, que durante años permanecieron en un limbo legal como rehenes de Washington al margen de las convenciones de Ginebra para los prisioneros de guerra, fueron trasladados en vuelos secretos de la CIA, a “sitios negros” o “prisiones fantasmas” que formaron un Gulag americano (Al Gore dixit) desparramado por 40 países, 14 de ellos de Europa (incluidos España, Alemania, Rumania, Polonia, Portugal) y a barcos-prisión fondeados cerca del territorio británico de Diego García, una isla en el océano Índico.
En nombre de la orwelliana “guerra al terrorismo” –un enemigo al que no se puede vencer porque es sólo una forma de violencia política, y que fue creado para generar miedo paranoico en función de la guerra permanente de Bush necesaria para la construcción del “imperio americano del siglo XXI”–, la Casa Blanca autorizó el uso de la tortura en esos apartheid de la legalidad y la justicia, por medio de documentos secretos emitidos por el Departamento de Justicia cuando el fiscal general era Alberto Gonzales. Ya antes, el fascista Donald Rumsfeld había dado la orden: “Atrapen a quien deban. Hagan con ellos lo que quieran”. Entonces, junto a nuevos métodos de experimentación humana para probar el aguante al sufrimiento y la “conversión” de la víctima, reaparecieron la picana eléctrica, el submarino (waterboarding o asfixia simulada), el pentotal sódico y los perros de ataque. La tortura como estrategia de gobierno, exhibida mediáticamente para amedrentar a la población dominada. Y también los secuestros, las desapariciones forzosas y los asesinatos selectivos. Al respecto, George W. Bush se ufanó en varias ocasiones de “haber sacado de circulación a unos 3 mil terroristas”.
Como dijo en septiembre de 2006 Gideon Levy a propósito de las matanzas en Gaza por los ocupantes israelíes, “que nadie diga yo no sabía”. Igual que en la Alemania nazi, los horrores de Guantánamo, Bagram, Abu Ghraib y el archipiélago de cárceles clandestinas de la CIA estuvieron siempre expuestos para quien quisiera ver y entender.
Los demócratas Barack Obama y Hillary Clinton sabían. Como recordó James D. Cockcroft, ambos aceptaron la guerra al terrorismo y votaron en el Congreso en favor de los presupuestos de guerra de Cheney/Bush, incluido el espionaje interno, la tortura y otras violaciones de derechos civiles.
Prisionero del clintonismo, rodeado de halcones guerreros como Zbigniew Brzezinski y el ex asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Anthony Lake, quien en 1993 proclamó el nuevo paradigma del enlargement (ampliación) que modificó el mapa geopolítico de Europa central, Obama prometió ahora renovar la guerra global contra el terror.
Parece obvio, pero no hay que olvidar que Obama llega a la jefatura de un país imperialista, que se encuentra en el cenit de su poderío militar y no va a cambiar su esencia ni su lógica expansionista depredadora por un cambio de hombres en la Oficina Oval. Como Bush padre y Clinton, quienes sostuvieron las políticas esenciales del reaganismo, de manera más astuta y sutil Obama/Clinton continuarán la diplomacia de guerra de Washington.
Cabe aclarar que en 1996, con el Acta Antiterrorista de Janet Reno, Bill Clinton se anticipó y allanó el camino a la Ley Patriótica de John Ashcroft y Alberto Gonzales. Es previsible, pues, que la nueva fase de militarización imperial adoptará un “rostro más humano”.
No más tortura y nadie por encima de la ley, dijo Obama. Bien. Pero para ello su gobierno deberá derribar el andamiaje seudo-legal construido por Bush y compañía para amparar la tortura y el asesinato al margen de las normas del derecho internacional. A su vez, la práctica de la tortura anula cualquier posibilidad posterior de enjuiciar a los detenidos, ya que las pruebas obtenidas de esa forma no resisten el filtro de legalidad de Estados Unidos y las convenciones de Ginebra que, según Obama, recobrarán ahora plena vigencia. Sin embargo, el cierre de campos de concentración en el plazo de un año representa un auténtico embrollo o quebradero de cabeza jurídico: ahora los únicos responsables son aquellos que permitieron o coadyuvaron a la existencia de esa red, aplicaron aberrantes métodos de coacción física y generaron la impunidad para dichas acciones.
Al final, la gran paradoja es que si el antiterrorismo tenía como objetivo acabar con el terrorismo yihadista –lo que no se logró–, existen ahora pruebas legalmente válidas que servirán para enjuiciar a quienes participaron directa e indirectamente en las más atroces prácticas del terrorismo de Estado bushista. Y como dijo el Nobel Paul Krugman en “¿Perdón y olvido?” (The New York Times, 20/1/09), si se encubre a quienes durante ocho años rompieron la ley sin remordimientos, se garantizará que vuelva a suceder.
viernes, enero 23, 2009
Guantánamo, ¿y ahora qué?
Público
La medida de Obama de cerrar Guantánamo en el plazo de un año –que no la de poner fin a las detenciones, porque ninguna excarcelación ha sido anunciada– representa una buena pero insuficiente señal sobre el futuro comportamiento de la Administración norteamericana. Sin embargo, esa medida genera, por una parte, un alivio moral y, por otra, un auténtico quebradero de cabeza jurídico que habrá de resolverse al amparo de las normas internacionales y tendrá consecuencias de difícil justificación, cuyos únicos responsables son aquellos que han querido tomar atajos en la lucha contra el terrorismo.
La creación de Guantánamo ha sido uno más de los errores –si es que en este caso no estamos abiertamente ante un delito– de George Bush y sus asesores, porque, si lo que se pretendía era realizar una lucha eficaz contra el terrorismo yihadista internacional, lo único que se ha conseguido es la creación de un pseudo sistema jurídico para amparar el secuestro y la tortura, anulando cualquier posibilidad posterior de enjuiciar a los allí detenidos, ya que las pruebas obtenidas de esa forma no resisten el filtro de legalidad de ninguna nación civilizada y tampoco el de la legalidad de Estados Unidos.
En nuestro Derecho, el artículo 11.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece: “No surtirán efecto las pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los derechos o libertades fundamentales”. Esta norma existe también en los diversos ordenamientos comparados, lo que impide que cualquier prueba obtenida en ese limbo jurídico pueda ahora surtir efecto en ningún procedimiento penal que se intente en contra de quienes allí se encuentran o se han encontrado. A este respecto se pronunció recientemente nuestro propio Tribunal Supremo, que anuló una increíble sentencia condenatoria de la Audiencia Nacional dictada en contra de un ciudadano español que estuvo allí encarcelado.
A estas alturas, discutir lo que realmente ha sucedido en Guantánamo o la viabilidad jurídica de las pruebas que allí se hayan podido obtener es tanto como discutir la existencia de Papá Noel en una reunión de jubilados. Si abrir Guantánamo fue una tarea compleja, porque fue necesario crear al andamiaje jurídico que permitiera esa aberración, cerrarlo debería parecernos sencillo –y así debe serlo–, sin embargo, lo complejo es asumir las consecuencias no del cierre, sino de la existencia de esa antesala del patíbulo.
Básicamente, debemos tener en cuenta que llevamos años escuchando que allí se encuentra un grupo importante de los más relevantes y peligrosos terroristas yihadistas del mundo y, ahora, como consecuencia del cambio de Administración y de la asunción de las normas internacionales en materia de derechos humanos, veremos cómo esa misma gente tendrá que quedar en libertad sin cargo alguno porque las pruebas que se hubiesen podido obtener en su contra son nulas de pleno derecho. En el fondo, la existencia de ese campo de torturas sólo ha servido para generar un amplio margen de impunidad para aquellos que realmente hayan participado en actividades terroristas y para el infinito sufrimiento de muchos que, seguramente, ni saben los motivos por los cuales fueron llevados allí.
Para desmontar Guantánamo, el Gobierno de Obama deberá dictar nuevas normas que dejen sin vigor aquellas en las cuales se han venido amparando para llevar a cabo esa ignominiosa labor en dicho territorio –acción legislativa– y, como consecuencia de la derogación de dicho ordenamiento, tendrá que asumir la repatriación de los rehenes a sus respectivos países de origen o a aquellos Estados amigos que estén en disposición de acogerlos, pero con todas sus consecuencias, entre otras, la de la impunidad y el desconocimiento absoluto sobre la realidad de las personas que acojan.
Si los que han estado secuestrados en Guantánamo eran o no culpables de algún delito es algo que ya nunca más sabremos, porque si a ellos se les ha privado de sus más fundamentales derechos, a nosotros –la sociedad en su conjunto– se nos ha privado de la posibilidad de conocer la verdad y saber, realmente, quiénes eran y a qué se dedicaban antes de ser encarcelados. La verdad política –si eso existe– impedirá obtener una verdad jurídica, es decir, la brutalidad ha triunfado sobre el Derecho.
En todo caso, lo relevante no son tanto las consecuencias, sino las lecciones que de tan ilegal experiencia se pueden sacar y, una vez más, queda demostrado que los atajos en materia de seguridad nacional o internacional sólo llevan a situaciones aberrantes como la planteada, y la exigencia de responsabilidades penales –que las hay– a quienes no sólo han permitido o coadyuvado a su existencia, sino también a aquellos que han ayudado a su creación, porque tan responsable es el que tortura como el que genera la impunidad para dichas acciones.
La paradoja es que, al final, con el cierre del centro y si las normas que lo amparan se derogan, las únicas pruebas legalmente válidas con las que contaremos para enjuiciar a alguien serán aquellas que permitan la imputación de graves delitos –perseguibles universalmente– en contra de los planteamientos de quienes han creado las leyes que han permitido la existencia misma de Guantánamo, así como de las personas que han participado directa e indirectamente en las más atroces vulneraciones de los derechos humanos cometidas en ese campo de concentración.
En resumidas cuentas, la creación de Guantánamo tenía como finalidad confesada acabar con el terrorismo yihadista –objetivo no alcanzado–, pero podemos conformarnos con que sirva, al menos, para perseguir el terrorismo de Estado, que es justamente lo allí realizado.
Gonzalo Boye Tuset es Abogado
Por tanto, mientras no se finquen responsabilidades y se proceda penalmente contra quienes cometieron semejante injusticia, mientras no se devuelva Guantánamo al país que pertenece y mientras no se cambien las políticas terroristas de Estados Unidos, pues de nada sirve que ahora distribuyan a los presos a pequeños guantanamitos en diversos países europeos, la medida aunque buena no deja de ser cosmética.
Guantánamo: cierre, avance y pendientes
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, firmó ayer –en su tercer día de gobierno– las órdenes ejecutivas para el cierre definitivo, en “un lapso no mayor de un año”, del centro de detención de la bahía de Guantánamo, Cuba, y emitió instrucciones para que, en tanto la clausura se concrete, los sospechosos de terrorismo ahí recluidos sean tratados de conformidad con las directrices consagradas en la Convención de Ginebra.
Con esta decisión, anunciada a unas horas de que el propio Obama suspendiera los procesos judiciales que se siguen en esa prisión, el nuevo mandatario estadunidense cumple con una de sus principales promesas de campaña y debe celebrarse que así sea: ante el desastre humanitario provocado por la era de George W. Bush; el rosario de agravios y crímenes de lesa humanidad cometidos en el marco de la “guerra contra el terrorismo”, y el profundo deterioro que esto provocó en la imagen internacional de Estados Unidos, la administración entrante tiene la responsabilidad de actuar con prontitud y tomar las medidas necesarias para avanzar en la restitución de la legalidad internacional, y para reparar, en alguna medida, la catástrofe política y moral en que fue sumida la nación más poderosa del mundo. Para esto último, sin embargo, no basta con el cierre de la cárcel de Guantánamo: es imprescindible que el presidente estadunidense haga lo mismo con prisiones similares como las de Abu Ghraib, en Irak, y Bagram, en Afganistán; que avance en la investigación puntual de los delitos cometidos en esos centros y en otras partes del planeta, y que se sancione ejemplarmente a los responsables.
Desde otro ángulo, el cierre de Guantánamo vuelve a poner en perspectiva el carácter insostenible de la presencia militar de Estados Unidos en territorio cubano. A más de un siglo de la cesión de esa bahía a Washington, como parte de un acuerdo de corte colonialista, el día de hoy anacrónico, es claro que la permanencia de la base naval estadunidense representa un factor adicional de discordia entre ambos países.
Las de por sí conflictivas relaciones entre Washington y La Habana sufrieron una escalada de tensión durante la administración Bush con la aplicación de medidas intervencionistas dirigidas hacia Cuba: el fortalecimiento de las transmisiones radiales y televisivas de propaganda contra el régimen castrista; el empeño en obstaculizar las remesas a la isla y el recrudecimiento del infame embargo comercial que Estados Unidos mantiene contra la nación caribeña desde hace décadas.
En el momento presente, sin embargo, cuando lo que se necesita es una reconfiguración del papel de Washington en todos los terrenos, incluido el diplomático, es deseable y necesario que el gobierno de Obama muestre un cambio de postura hacia la isla y emprenda medidas como la devolución de la bahía de Guantánamo a Cuba y la finalización del bloqueo económico contra esa nación, un castigo inhumano, injusto, ilegal y estéril contra el conjunto de la población cubana y que es objeto de una condena casi unánime en el ámbito internacional. Tales medidas, además de actos de elemental justicia, serían por demás positivas para las perspectivas de un acercamiento entre ambos países, y un paso importante con miras a la normalización de las relaciones de Estados Unidos con otras naciones de América Latina.
Durante la campaña electoral, Barack Obama, entonces aspirante demócrata a la Casa Blanca, se dijo dispuesto a dialogar con el régimen cubano. Cabe esperar que el hoy mandatario estadunidense mantenga esa disposición y actúe en consecuencia.
jueves, enero 15, 2009
Siete años de torturas y mentiras
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Hace siete años, el 11 de enero de 2002, cuando las fotos de los primeros detenidos vestidos de naranja llegando a la prisión apresuradamente levantada en la Bahía de Guantánamo (Cuba) estuvieron a disposición del mundo de los medios, el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, reaccionó ante el extendido sobresalto que se produjo a la vista de los hombres arrodillados, con grilletes, encapuchados, con gafas opacas y audífonos que completaban su aislamiento sensorial, afirmando que “probablemente era algo desafortunado” que esas fotos hubieran visto la luz.
Como tantos otros pronunciamientos de Rumsfeld, no fue sencillo entender bien lo que quiso decir. Parecía estar concediendo que periódicos de derechas británicos como el Daily Mail, que adornaron su portada con la palabra “tortura”, tenían una razón válida para hacerlo así, pero lo que realmente quiso decir en aquel momento fue que no era afortunado haber publicado las fotos porque eso había llevado a que se criticaran las políticas antiterroristas de la administración.
Rumsfeld procedió a dejar claro que no tenía dudas sobre el significado del traslado de los prisioneros a Guantánamo, ni de que el trato que se les daba no tuviera precedentes. Resumiendo, que formaban parte de un experimento novel en las tareas de detención e interrogatorio que implicaba que no eran detenidos como prisioneros de guerra ni como sospechosos criminales sino como “combatientes enemigos”, a los que se podía mantener prisioneros sin acusación ni juicio. Además, estaban también privados de las protecciones de las Convenciones de Ginebra con objeto de que pudieran ser coercitivamente interrogados y para que después, si no facilitaban la información de inteligencia que la administración pensaba que debían facilitar, fueran –como el muy crítico informe del Comité de Servicios Armados del Senado concluyó el pasado mes- sometidos a técnicas de tortura china, aprendidas en las escuelas militares estadounidenses para entrenar al personal estadounidense a que resistieran los interrogatorios en caso de ser capturados.
Pero nada de esto le importaba a Donald Rumsfeld. “Esa gente son terroristas confirmados”, declaró el 22 de enero de 2002, en la misma conferencia de prensa en la que habló sobre las fotos. “Les estamos manteniendo fuera de la calle y fuera de las líneas aéreas y fuera de nuestras plantas nucleares y fuera de nuestros puertos en todo el país y en otros países”. En una visita que realizó a Guantánamo cinco días después, describió a los prisioneros como “los más peligrosos, los mejor entrenados, los asesinos más viciosos sobre la faz de la tierra”.
Siete años después de que se abriera Guantánamo, debería ya estar muy claro que ni Rumsfeld ni el Vicepresidente Dick Cheney, ni el Presidente Bush ni ninguno de los otros apologistas de Guantánamo, que se permitieron parecidas e histéricas retóricas, tenían idea alguna de lo que estaban hablando.
La administración hizo cuanto estuvo en su poder para impedir que nadie de fuera del ejército estadounidense ni de los servicios de inteligencia pudiera examinar las historias de los hombres (ni siquiera que averiguara quiénes eran) para ver si había algo de verdad en sus afirmaciones, pero los detalles fueron poco a poco apareciendo en los largos años que siguieron, dejando claro que al menos el 86% de los prisioneros no habían sido capturados en los campos de batalla de Afganistán, como el gobierno defendía, sino que fueron capturados por los aliados de los estadounidenses en Afganistán –y también en Pakistán- en una época en que los pagos de recompensas, que alcanzaban los 5.000 dólares por cabeza, estaban muy extendidos.
Además, apareció asimismo que se había ordenado al ejército que no celebrara tribunales en campo de batalla (conocidos como “tribunales competentes”) bajo el artículo 5 de la III Convención de Ginebra, que habían venido realizándose de forma próxima al momento y lugar de la captura en todos los conflictos militares desde Vietnam para separar a los soldados de los civiles capturados en el caos de la guerra, y que altos cargos del ejército y los servicios de inteligencia que supervisaron las listas de prisioneros desde una base en Kuwait, a partir de la información del Pentágono, habían ordenado que todos los árabes que estuvieran bajo vigilancia estadounidense fueran enviados a Guantánamo.
No importa, pues, que muchos de esos hombres no tuvieran información de inteligencia útil o “procesable” que ofrecer a sus interrogadores en Guantánamo, y lo espantoso que fue, por tanto, descubrir las técnicas de tortura que se habían implementado en una atroz recuperación de la caza de brujas del siglo XVII para unos prisioneros que aseguraban no tener conocimientos sobre al Qaida o sobre el paradero de Osama bin Laden, y que no se les consideraba hombres inocentes capturados por error, o soldados de a pie reclutados para ayudar los talibanes a combatir una guerra civil entre musulmanes que empezó mucho antes de los ataques del 11-S, que no tenían nada que ver con la pequeña y secreta red terrorista de bin Laden y que no eran operativos de al-Qaida entrenados para resistir los interrogatorios.
Resulta fácil ver los frutos de esas torturas en el copioso número de acusaciones no comprobadas –y a menudo contradictorias e ilógicas- que desmienten las supuestas pruebas del gobierno contra los prisioneros pero, como han mostrado los recientes informes del Weekly Standard y de la Brookings Institution, todos aquellos que asumieron las afirmaciones del gobierno sin cuestionarlas acabaron endosando el tipo de retórica soltada por Donald Rumsfeld cuando se abrió la prisión, ignorando a otros comentaristas cuyas opiniones eran considerablemente menos estridentes.
Entre estos últimos están los funcionarios de la inteligencia que explicaron, en agosto de 2002, que las autoridades no habían pescado a “ningún pez gordo” en Guantánamo, que los prisioneros no eran “tipos de interés” que pudieran saber algo sobre al Qaida que ayudara a los oficiales del contra-terrorismo a desentrañar sus secretos, y que algunos de ellos “no sabían, literalmente, ni que el mundo era redondo”; así como las declaraciones del Teniente General Michael E. Dunlavey, comandante operativo de la prisión en 2002, que viajó a Afganistán para quejarse de que estaban enviando a Guantánamo demasiados prisioneros “Mickey Mouse”.
En el séptimo aniversario de Guantánamo, el desafío a que se enfrenta Barack Obama, mientras se prepara para cumplir su promesa de cerrar la prisión, es tener que desenmarañar esta red de confesiones falsas, separar a los hombres inocentes y a los soldados talibanes de a pie de los auténticos terroristas, deshacer el vilipendiado sistema de juicios de la Comisión Militar que establecieron Dick Cheney y su consejero legal (y ahora jefe de estado mayor) David Addington, y trasladar a los sospechosos de tener vínculos auténticos con al Qaida al territorio continental estadounidense para que sean juzgados por tribunales federales.
Si no se hace así, el prestigio moral estadounidense seguirá empañado. Además, es una misión que no debe sufrir retrasos innecesarios. Como se ha visto claro en los últimos días, al menos treinta prisioneros –en su mayoría yemeníes, que ahora suponen el 40% de la población de la prisión- han emprendido recientemente huelgas de hambre en Guantánamo. Están indignados, y es comprensible, de que Salim Hamdan, conductor de Osama bin Laden, fuera repatriado en noviembre para cumplir la magra sentencia recibida tras el juicio celebrado por la Comisión Militar del pasado verano, mientras que ellos, que no han sido nunca acusados de nada, siguen encarcelados y no hay forma de saber si alguna vez van a ser liberados.
Con Associated Press anunciando que Hamdan ha sido ya liberado y que se ha reunido con su familia, debe admitirse que los huelguistas de hambre tienen razón y que siete años sin recibir justicia es un tiempo impresentablemente largo.
Andy Worthington es un historiador británico y autor de “The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America’s Illegal Prison”, publicado por Pluto Press. Su página en Internet es: www.andyworthington.co.uk . Puede contactarse con él en: andy@andyworthington.co.uk .
Enlace con texto original:
http://www.counterpunch.org/worthington01122009.html