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domingo, febrero 12, 2012
domingo, mayo 08, 2011
"La falsa guerra contra el narco"

Video de la presentación del periodista y analista Carlos Fazio donde expone las razones de fondo que tiene el gobierno para militarizar el pais; denuncia la militarización de México con el fin de controlar a la sociedad y apagar los movimientos sociales.
Watch live streaming video from radioamlotv at livestream.com
viernes, noviembre 19, 2010
El propagandista de Los Pinos
Carlos Fazio
A menudo, políticos, académicos y analistas señalan que la guerra de Felipe Calderón contra los malos ha fracasado y es necesario un cambio de estrategia. Suele argumentarse que es una guerra no calculada en sus alcances, sin planeación adecuada, carente de inteligencia de combate y contrainteligencia, y sin equipamiento adecuado para ese tipo de operaciones especiales basadas en la contrainsurgencia. Argumentos todos cuestionables.
Tal vez, dadas las disputas por parcelas de poder entre los jefes de las secretarías de Defensa, Marina y Seguridad Pública –encargadas de ejecutar las operaciones bélicas–, la ausencia de un mando conjunto operacional sea la crítica más acertada. Pero esa anarquía puede obedecer a un plan deliberado, cuyo objetivo es generar más caos, violencia y desestabilización, no ganar una guerra. Y al fin de cuentas, no es responsabilidad del comandante supremo, el presidente de factosurgido de un fraude de Estado, sino que obedece a una planeación exterior en las alturas de Washington, operativizada en el terreno por el embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual.Se olvida que bajo el señuelo del combate a los cárteles de la economía criminal, la guerra antiterrorista de Felipe Calderón fue diseñada por el Comando Norte del Pentágono, en el marco de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), durante la administración de George W. Bush. Y que antes de viajar a Bogotá y Washington como presidente electo, a interiorizarse de los contenidos del Plan Colombia y los aprontes de un proyecto intervencionista similar para México, Calderón había prometido un gobierno de mano dura.Después, en un acto castrense cargado de simbolismo, en la medianoche del 1º de diciembre de 2006, Calderón asumió por televisión en la residencia oficial de Los Pinos. En un ominoso desfiguro, sustituyó a las cámaras del Poder Legislativo con cámaras de televisión, y recibió la banda presidencial de un cadete militar, en lo que configuró un golpe de Estado técnico. Asimismo, en su afán por mostrarse como un presidente fuerte, se rodeó de jefes castrenses dispuestos a imponer el ejercicio de la autoridad (almirante Francisco Saynez dixit), entre ellos generales formados en la tristemente famosa Escuela de las Américas del Pentágono.En el marco de una presunta estrategia militar integral, el 11 de diciembre de ese año Calderón le declaró la guerra al hampa. Lasbatallas se iniciaron en Michoacán, adonde envió más de 5 mil marinos, soldados y policías. Después seguirían operativos similares en Sinaloa, Guerrero, Nuevo León, Tamaulipas y otros estados de la República, con la consiguiente militarización, paramilitarización y mercenarización del país, según el modelo de terrorismo de Estado practicado por Estados Unidos en Colombia y reproducido luego en Afganistán e Irak.En octubre de 2007, desbocado en su optimismo, propagandista de sí mismo, Calderón dijo que había perdido la cuenta de los delincuentes detenidos y, exhibiendo una mentalidad autoritaria propia de regímenes totalitarios y dictatoriales, se atribuyó el monopolio del poder. Sin embargo, ante las crecientes dificultades para manufacturar un consenso en torno a su guerra –en el marco de una violencia y mortandad crecientes–, en marzo de 2008 recurrió al entonces procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, para que apelara al periodismo patriótico; a la responsabilidad de los medios en la lucha anticrimen, con el argumento de que el narco usa a la prensa para intimidar a la población.Desde entonces, machaconamente, con periodos de saturación mediática, Calderón y su equipo insistirían en la matriz de opinión de que en materia de criminalidad el Estado no es el adversario, sino el aliado de la sociedad. Ergo, los malos son los narcos, no el gobierno. El 12 de mayo de ese año, durante una conferencia en Los Pinos, golpeando el atril con la mano, Calderón dijo que su expresión ¡ya basta! era una exigencia atodos los ciudadanos de no ser cómplices de la ilegalidad y demandó a los medios no compartir la estrategia de sembrar terror.En fechas cercanas, junto a sus dislates for export –en mayo de 2010 presumió en Berlín que estaba venciendo a cinco jinetes del apocalipsis: influenza, narcoviolencia, crisis económica, sequía y caída de petroprecios–, Calderón ha insistido en que en la sociedad existe un problema de percepción en cuanto a los resultados de su guerra contra unaridícula minoría. En agosto último, con el afán de fabricar un consenso esquivo para manipular los temores subconscientes, lanzó los llamados diálogos por la seguridad(verdaderos monólogos del Ejecutivo) y, molesto por la advertencia de la Suprema Corte de Justicia de que la lucha antinarco debe apegarse a la ley, dijo que le empezaban a cansar las cantaletas sobre las flagrantes violaciones a los derechos humanos por parte del Ejército.En octubre recuperó su vieja matriz maniquea de campaña: López Obrador es un peligro para México y, tras enredarse en explicaciones sobre su dicho de que ganó los comicios de 2006 “haiga sido como haigasido”, arrancó noviembre con una nueva ofensiva mediática. Desde Mérida, en un foro funcional a los intereses ideológicos y de clase que representa: la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (instancia que reúne a los dueños de los grandes diarios de América y divulga las matrices del imperio), con el mismo espíritu de cruzado y bajo la consigna conmigo o con los criminales, Calderón llamó a una alianza medios-gobierno contra el enemigo común (la delincuencia) y los conminó a informar sin hacer apología del crimen y no seguir la agenda de los malos.Por último, en declaraciones a CBS, alardeó de sus juguetes bélicos y su búnker de inteligencia supersecreto, en Reforma 265, desde donde Washington dirige su guerra.
Tal vez, dadas las disputas por parcelas de poder entre los jefes de las secretarías de Defensa, Marina y Seguridad Pública –encargadas de ejecutar las operaciones bélicas–, la ausencia de un mando conjunto operacional sea la crítica más acertada. Pero esa anarquía puede obedecer a un plan deliberado, cuyo objetivo es generar más caos, violencia y desestabilización, no ganar una guerra. Y al fin de cuentas, no es responsabilidad del comandante supremo, el presidente de factosurgido de un fraude de Estado, sino que obedece a una planeación exterior en las alturas de Washington, operativizada en el terreno por el embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual.Se olvida que bajo el señuelo del combate a los cárteles de la economía criminal, la guerra antiterrorista de Felipe Calderón fue diseñada por el Comando Norte del Pentágono, en el marco de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), durante la administración de George W. Bush. Y que antes de viajar a Bogotá y Washington como presidente electo, a interiorizarse de los contenidos del Plan Colombia y los aprontes de un proyecto intervencionista similar para México, Calderón había prometido un gobierno de mano dura.Después, en un acto castrense cargado de simbolismo, en la medianoche del 1º de diciembre de 2006, Calderón asumió por televisión en la residencia oficial de Los Pinos. En un ominoso desfiguro, sustituyó a las cámaras del Poder Legislativo con cámaras de televisión, y recibió la banda presidencial de un cadete militar, en lo que configuró un golpe de Estado técnico. Asimismo, en su afán por mostrarse como un presidente fuerte, se rodeó de jefes castrenses dispuestos a imponer el ejercicio de la autoridad (almirante Francisco Saynez dixit), entre ellos generales formados en la tristemente famosa Escuela de las Américas del Pentágono.En el marco de una presunta estrategia militar integral, el 11 de diciembre de ese año Calderón le declaró la guerra al hampa. Lasbatallas se iniciaron en Michoacán, adonde envió más de 5 mil marinos, soldados y policías. Después seguirían operativos similares en Sinaloa, Guerrero, Nuevo León, Tamaulipas y otros estados de la República, con la consiguiente militarización, paramilitarización y mercenarización del país, según el modelo de terrorismo de Estado practicado por Estados Unidos en Colombia y reproducido luego en Afganistán e Irak.En octubre de 2007, desbocado en su optimismo, propagandista de sí mismo, Calderón dijo que había perdido la cuenta de los delincuentes detenidos y, exhibiendo una mentalidad autoritaria propia de regímenes totalitarios y dictatoriales, se atribuyó el monopolio del poder. Sin embargo, ante las crecientes dificultades para manufacturar un consenso en torno a su guerra –en el marco de una violencia y mortandad crecientes–, en marzo de 2008 recurrió al entonces procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, para que apelara al periodismo patriótico; a la responsabilidad de los medios en la lucha anticrimen, con el argumento de que el narco usa a la prensa para intimidar a la población.Desde entonces, machaconamente, con periodos de saturación mediática, Calderón y su equipo insistirían en la matriz de opinión de que en materia de criminalidad el Estado no es el adversario, sino el aliado de la sociedad. Ergo, los malos son los narcos, no el gobierno. El 12 de mayo de ese año, durante una conferencia en Los Pinos, golpeando el atril con la mano, Calderón dijo que su expresión ¡ya basta! era una exigencia atodos los ciudadanos de no ser cómplices de la ilegalidad y demandó a los medios no compartir la estrategia de sembrar terror.En fechas cercanas, junto a sus dislates for export –en mayo de 2010 presumió en Berlín que estaba venciendo a cinco jinetes del apocalipsis: influenza, narcoviolencia, crisis económica, sequía y caída de petroprecios–, Calderón ha insistido en que en la sociedad existe un problema de percepción en cuanto a los resultados de su guerra contra unaridícula minoría. En agosto último, con el afán de fabricar un consenso esquivo para manipular los temores subconscientes, lanzó los llamados diálogos por la seguridad(verdaderos monólogos del Ejecutivo) y, molesto por la advertencia de la Suprema Corte de Justicia de que la lucha antinarco debe apegarse a la ley, dijo que le empezaban a cansar las cantaletas sobre las flagrantes violaciones a los derechos humanos por parte del Ejército.En octubre recuperó su vieja matriz maniquea de campaña: López Obrador es un peligro para México y, tras enredarse en explicaciones sobre su dicho de que ganó los comicios de 2006 “haiga sido como haigasido”, arrancó noviembre con una nueva ofensiva mediática. Desde Mérida, en un foro funcional a los intereses ideológicos y de clase que representa: la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (instancia que reúne a los dueños de los grandes diarios de América y divulga las matrices del imperio), con el mismo espíritu de cruzado y bajo la consigna conmigo o con los criminales, Calderón llamó a una alianza medios-gobierno contra el enemigo común (la delincuencia) y los conminó a informar sin hacer apología del crimen y no seguir la agenda de los malos.Por último, en declaraciones a CBS, alardeó de sus juguetes bélicos y su búnker de inteligencia supersecreto, en Reforma 265, desde donde Washington dirige su guerra.
lunes, julio 12, 2010
De LA JORNADA

"Ahora que declaré que iba a participar en 2012 la mafia se puso nerviosa": AMLO
Señala que no está de acuerdo con una alianza PRD-PAN para los comicios del estado de México

"Sólo se podrá con un cambio de abajo hacia arriba; sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Esto ya se pudrió, la llamada clase política está podrida, además es una mafia de 30 personas la que domina a México, no tiene llenadera, sigue robando, continúa saqueando al país", dijo en San José Iturbide, al finalizar sus reuniones con comités municipales del "gobierno legítimo" en Guanajuato.
El país requiere de un cambio en la política económica, que se erradique la corrupción, que se democraticen los medios de comunicación que están en manos de los potentados que controlan a los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI), indicó el tabasqueño.
"Con un despertar ciudadano, con una insurgencia cívica, desde luego de una manera pacífica, se va lograr la transformación que permita mejores condiciones de vida, mejores condiciones de trabajo; si no hay ese cambio las cosas no van a mejorar", sostuvo.
Diferencias con Lozano tienen bajo la lupa a Gómez Mont
El presidente Felipe Calderón Hinojosa hace una valoración de la permanencia de Fernando Gómez Mont al frente de la Secretaría de Gobernación (SG).
Fuentes consultadas señalaron que el propio funcionario pidió al jefe del Ejecutivo hacer ese análisis ante las diferencias que han surgido entre algunos integrantes del primer círculo presidencial por las alianzas electorales, la situación de seguridad pública y el conflicto con el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
De acuerdo con la versión de los informantes, Javier Lozano, secretario del Trabajo y Previsión Social (STPS), ha criticado los resultados de Gómez Mont y, con esa estrategia, pretende llenar sus aspiraciones políticas en el PAN y avanzar hacia la candidatura presidencial.
Mientras el Presidente toma una decisión al respecto, los intereses de Lozano abren, en los hechos, una contienda en el Partido Acción Nacional para determinar quién relevaría a Gómez Mont: Lozano o César Nava, dirigente del panismo, aunque se mencionó a Miguel Ángel Yunes, quien contendió por la gubernatura de Veracruz.
Leer mas...AQUIFuentes consultadas señalaron que el propio funcionario pidió al jefe del Ejecutivo hacer ese análisis ante las diferencias que han surgido entre algunos integrantes del primer círculo presidencial por las alianzas electorales, la situación de seguridad pública y el conflicto con el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
De acuerdo con la versión de los informantes, Javier Lozano, secretario del Trabajo y Previsión Social (STPS), ha criticado los resultados de Gómez Mont y, con esa estrategia, pretende llenar sus aspiraciones políticas en el PAN y avanzar hacia la candidatura presidencial.
Mientras el Presidente toma una decisión al respecto, los intereses de Lozano abren, en los hechos, una contienda en el Partido Acción Nacional para determinar quién relevaría a Gómez Mont: Lozano o César Nava, dirigente del panismo, aunque se mencionó a Miguel Ángel Yunes, quien contendió por la gubernatura de Veracruz.
El sistema electoral, "desbordado"
Periódico La Jornada
Lunes 12 de julio de 2010, p. 6
"Hay que reconstruir el sistema electoral, no creo que podamos ir a 2012 con el actual, que se encuentra desbordado", señaló el diputado por el Partido del Trabajo (PT) Porfirio Muñoz Ledo.
En entrevista, el legislador manifestó que con los excesos cometidos en las elecciones del pasado domingo 4, "resurge la idea de un gran tribunal electoral nacional, en vez del Instituto Federal Electoral (IFE), y que las controversias en segunda instancia se vayan al Poder Judicial de la Federación".
Leer mas...AQUIEn entrevista, el legislador manifestó que con los excesos cometidos en las elecciones del pasado domingo 4, "resurge la idea de un gran tribunal electoral nacional, en vez del Instituto Federal Electoral (IFE), y que las controversias en segunda instancia se vayan al Poder Judicial de la Federación".
El PRD no obtuvo ninguna ganancia de sus alianzas con el PAN, asegura Redyr
Periódico La Jornada
Lunes 12 de julio de 2010, p. 6
‘‘Es evidente que la estrategia de Nueva Izquierda (NI) y sus nuevos aliados internos es mantener artificialmente vivo al Partido de la Revolución Democrática (PRD) para seguir ofertándolo como una franquicia ganadora ante postores de la talla de César Nava (PAN), Luis Walton (Convergencia) y los que se sumen”, señaló la corriente perredista Red de Izquierda Revolucionaria (Redyr).
Para este grupo, las alianzas que construyó la dirigencia nacional del partido con el PAN no redituaron ninguna ganancia al perredismo, pues incluso "para quienes han invertido todo el potencial político, financiero y humano del partido, los resultados del 4 de julio pasado son un fracaso", citaron Pablo Franco y Luis Fortino Vargas.
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Conversaciones telefónicas de empresarios, políticos, artistas o ministros, al mejor postor
Periódico La Jornada
Lunes 12 de julio de 2010, p. 9
Las prácticas de espionaje telefónico en México afectan por igual a políticos, empresarios, ministros de la Suprema Corte, funcionarios públicos, artistas o a cualquier ciudadano común que esté bajo la mira de algún enemigo.
El único requisito es que el solicitante de la información pague la cuota respectiva, que va desde 60 mil pesos por escuchar las llamadas telefónicas que realice en una semana algún empleado de una empresa privada, hasta 400 mil por oír las conversaciones que durante siete días efectúe un gobernador, un diputado, un juez o un directivo de alguna firma trasnacional.
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Contratistas de la CFE ponen en riesgo a capitalinos, denuncia el SME
Periódico La Jornada
Lunes 12 de julio de 2010, p. 10
El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) denunció que empresas contratistas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) quemaron subestaciones como la llamada Cuauhtémoc, asimismo, por su impericia, han hecho estallar instalaciones de cables subterráneos, restauradores, interruptores y el sistema de protecciones de la zona centro del país "está en pedazos", lo que ha generado los innumerables apagones y cambios de voltaje.
Señaló que en la calle de Antonio Caso acaban de poner una línea de transmisión de 85 mil voltios, con postes de madera que desde 1940 no se utilizan en Luz y Fuerza del Centro, "porque no encuentran la falla de dos cables subterráneos de dos empalmes, y no les ha importado poner en riesgo la vida de quienes ahí habitan o transitan".
Leer mas...AQUISeñaló que en la calle de Antonio Caso acaban de poner una línea de transmisión de 85 mil voltios, con postes de madera que desde 1940 no se utilizan en Luz y Fuerza del Centro, "porque no encuentran la falla de dos cables subterráneos de dos empalmes, y no les ha importado poner en riesgo la vida de quienes ahí habitan o transitan".
Astillero
¿Peor por conocer?
Rumores en Bucareli
Acelerar el 2012
Oaxaca y la APPO
Julio Hernández López
Mucho se insiste en que ha llegado a su término la vida políticamente útil del actual secretario de gobernación, el artificialmente enflaquecido Fernando Gómez-Mont, cuyos arreglos estéticos habían sido pensados para una duración más larga, eventualmente incluso para la candidatura presidencial a la que el abogado invariablemente negaba viabilidad aunque sus nuevos posicionamientos parecían encaminarse a buscar de hecho lo que de palabra negaba. El afamado litigante carece ya de la respetabilidad política que es indispensable para dialogar y negociar con dirigentes de partidos, líderes de bancadas legislativas, gobernadores y la diversa fauna que conforma la clase política mexicana. Esa devaluación no proviene solamente de sus errores personales –que son muchos–, sino también del uso enredado y enredoso que del poder ha hecho el jefe de ese bando, Felipe Calderón, quien practica las difíciles suertes de instruir en un sentido a alguno de sus subordinados e inducir a otro a descalificar y derrotar las posiciones del anterior y de negar ante algunos lo que a otros aseguró y dejar entrampados a algunos, o a todos, en función de los zigzagueos, desconfianzas, cesiones, claudicaciones, retrocesos y contradicciones que forman el portafolio básico de acción política del licenciado Calderón.
Leer mas...AQUIMéxico SA
Contradiciendo a Newton
Gasolina, ¿a 10.20 a fin de año?
Carlos Fernández-Vega
Contrario a lo que establece la ley de gravedad, en este heroico país todo precio que sube tiende a subir aún más, y el primer aferrado en contradecir a Isaac Newton es el gobierno calderonista: por séptima ocasión al hilo aumentaron los precios de gasolinas y diesel, con el subsecuente golpe al de por sí raquítico poder adquisitivo del grueso de los mexicanos, los que si bien carecen de vehículo propio sí deben asumir, les guste o no, el impacto en toda la cadena productiva (excepto salarios), es decir, el crecimiento generalizado de precios.
Siete golpazos al hilo, el primero de ellos en diciembre pasado, de cuyas aplicaciones puntualmente ha dado cuenta no la Secretaría de Hacienda, que ya ni siquiera se toma la molestia de informar a los consumidores, sino el grupo de empresarios gasolineros asociados en la Amegas, que mensualmente divulga la mala nueva, mientras las huestes de Ernesto Cordero se mantienen en silencio. Así, a lo largo de los recientes siete meses, el aumento acumulado del precio a la gasolina Magna resulta 5.2 veces mayor que el avance oficial de la inflación; el de la Premium 2.55 veces por arriba y el del diesel 4.93 veces. Y van por más.
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Dominación de espectro completo
Carlos Fazio
En el marco de un amplio y continuado proceso de reingeniería militar y social que abarca a varios países del subcontinente latinoamericano, la administración Obama-Clinton consolida su escalada guerrerista en la región, enviando ahora 13 mil 329 soldados y civiles a la "pacífica" Costa Rica. En días pasados, la aprobación por la Asamblea Legislativa costarricense, dominada por una alianza de derecha, de la llegada de soldados del Pentágono al país, vino a consolidar el corredor militarista conformado por la dupla contrainsurgente Colombia-México, que había sido reforzado con el golpe de Estado cívico-militar en Honduras en 2009, la instalación de siete bases en territorio colombiano, la ocupación "humanitaria" de Haití y el emplazamiento de cuatro nuevas posiciones castrenses en Panamá.
Leer mas...AQUILa ley de la selva
John M. Ackerman
Las elecciones del pasado 4 de julio demostraron de forma simultánea la existencia de una ciudadanía consciente dispuesta a cobrar facturas a gobernadores corruptos y autoritarios, y la permanencia de las viejas prácticas de fraude electoral y parcialidad institucional. Veracruz, Durango y Hidalgo, en particular, demuestran la otra cara del proceso electoral. Asimismo, en Chihuahua y Tamaulipas ganó una mezcla tóxica de abstencionismo (que fue mayor a 40 por ciento) y temor generado por el narco y la ilegítima operación de la maquinaria electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Leer mas...AQUIEl origen de las guerras
Fidel Castro Ruz
Afirmé el 4 de julio que ni Estados Unidos cedería, ni tampoco Irán; “una, por el orgullo de los poderosos, y otra, por la resistencia al yugo y la capacidad para combatir, como ha ocurrido tantas veces en la historia…”
En casi todas las guerras una de las partes desea evitarla, y a veces, las dos. En esta ocasión se produciría, aunque una de las partes no lo desea, como sucedió en las dos guerras mundiales en 1914 y 1939, con solo 25 años de distancia entre el primer estallido y el segundo.
Leer mas...AQUI
En casi todas las guerras una de las partes desea evitarla, y a veces, las dos. En esta ocasión se produciría, aunque una de las partes no lo desea, como sucedió en las dos guerras mundiales en 1914 y 1939, con solo 25 años de distancia entre el primer estallido y el segundo.
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lunes, octubre 19, 2009
Un Estado antisocial
Carlos Fazio
El asalto policiaco militar contra las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro (LFC), seguido del decreto de extinción de la paraestatal y la campaña de guerra sucia mediática contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), es un paso más en la perspectiva de construcción de un Estado autoritario de nuevo tipo.
A hurtadillas como actúan los delincuentes; mediante el uso de la fuerza bruta de los federales que comanda Genaro García Luna, apoyados por 3 mil elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, en violación de los derechos constitucionales (artículos 14, 16, 27, 73, 89, 90 y 123 de la Carta Magna) y pisoteando la Ley Federal del Trabajo y normas laborales pactadas por las partes; utilizando el chantaje contra los trabajadores y jubilados del SME; con mentiras y argumentos demagógicos en el marco de una campaña de terrorismo mediático en las cadenas de radio y televisión bajo control monopólico, el régimen espurio de Felipe Calderón ha dado un paso más en su guerra larvada contra el pueblo y en beneficio de los barones del dinero.
La desfachatez y majadería del Robin Hood de Los Pinos no tiene límites y es un insulto a la razón. Dijo Calderón: Prefiero dar a 25 millones de pobres los escasos recursos con que cuenta el gobierno, que destinarlo a los privilegios de 44 mil trabajadores. A Calderón le importa un bledo el pueblo pobre. Su discurso populista y demagógico exhibe su estilo personal de gobernar, tendiente a la conformación de un Estado militarizado. Usa a los pobres y sirve al gran capital. El golpe de mano pro oligárquico contra una empresa pública de carácter social y la arremetida contra el SME pretenden culminar la ilegal privatización de la industria eléctrica. La ofensiva clasista del régimen de Calderón contra los trabajadores busca beneficiar a sus patrones nacionales y del exterior; a los que lo impusieron mediante un fraude de Estado en 2006 y hoy quieren quedarse con una de las últimas joyas de la corona: un multimillonario negocio llamado triple play, que requiere de la transmisión de energía combinada con tecnología adecuada, para cobrar por dar servicio de voz, datos y video.
No hay que dejarse engañar. La campaña de linchamiento contra el SME –por un puñado de empleados de los dueños de las cadenas de radio y televisión y otros escribidores tarifados de la prensa escrita– busca encubrir la disputa por un negociazo de 6 mil millones de dólares.
En la pasada revisión del contrato colectivo de trabajo, el SME había logrado que LFC, además de arrendadora de sus mil 100 kilómetros de fibra óptica montada en sus redes eléctricas en el centro del país (zona muy prometedora, comercialmente, por su gran concentración demográfica y el nivel de ingreso de sus habitantes), pudiera ser también concesionaria para dar el servicio de triple play gratuito a millones de usuarios. Es decir, con sólo conectar un módem a la toma corriente de las casas, mediante una nueva tecnología instalada en la red (la fibra óptica), LFC se disponía a brindar, además de electricidad, servicios de telefonía, Internet y televisión por cable. ¡Cuatro servicios en uno!
Ésa es la principal razón para la extinción de Luz y Fuerza. Se busca garantizar a particulares el usufructo de la red de fibra óptica de la paraestatal. Se pretende beneficiar a un puñado de empresas privadas de la comunicación, que pugnan por la concesión de la red. Entre ellas Televisa, Nextel, TV Azteca, Telmex y las españolas Telefónica y WL Comunicaciones S. A. de C. V., en las que están involucradas dos ex secretarios de Energía de Vicente Fox, Fernando Canales Clariond y Ernesto Martens.
El 8 de septiembre, mientras planificaba con saña el asalto policiaco militar contra LyFC, otro ex secretario de Energía del sexenio foxista, Felipe Calderón, hoy inquilino de Los Pinos, envió una iniciativa de decreto a la Cámara de Diputados para abrir a licitación de la red de fibra óptica en perjuicio del erario federal. No es casual, tampoco, que el decretazo calderonista haya previsto que la Comisión Federal de Electricidad (CFE), dirigida por el privatizador Elías Ayub, se haga cargo del servicio que proporcionaba LyFC. Las redes eléctricas y de fibra óptica de la CFE suman 30 mil kilómetros, a los que se adicionarán ahora los 1,100 kilómetros de LyFC.
Durante los gobiernos ultraconservadores de Acción Nacional, el viejo Estado cleptocrático priísta se ha refuncionalizado; el continuismo no es sólo económico-financiero. El régimen autocrático panista garantiza impunidad a los clanes, mafias y cofradías de banqueros, empresarios, tecnócratas, políticos de viejo cuño y dirigentes sindicales charros. La gansterización de la política se exhibe cada día en los medios masivos de (des)información y control social. Igual que los padrinos innombrables, los poderes fácticos hacen lo suyo. La recomposición de las alianzas en la cúpula ha dado paso a una estrategia de Estado en función de sus intereses de clase. El nuevo Estado antisocial atenta contra los derechos de las mayorías. El espacio abandonado por la responsabilidad social del Estado ha sido ocupado de manera facciosa por empresas privadas. Se trata de un Estado de los empresarios para los empresarios (Fox dixit), administrado por un gabinete al servicio de las fracciones capitalistas hegemónicas, en el marco de una democracia de baja intensidad que sume al país en una gran polarización y en el caos. Calderón es un peligro para México. Sólo la presión y movilización popular lograrán frenar a los neofascistas del PAN y sus aliados priístas, y alcanzar el nuevo pacto social que el país requiere.
El asalto policiaco militar contra las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro (LFC), seguido del decreto de extinción de la paraestatal y la campaña de guerra sucia mediática contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), es un paso más en la perspectiva de construcción de un Estado autoritario de nuevo tipo.
A hurtadillas como actúan los delincuentes; mediante el uso de la fuerza bruta de los federales que comanda Genaro García Luna, apoyados por 3 mil elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, en violación de los derechos constitucionales (artículos 14, 16, 27, 73, 89, 90 y 123 de la Carta Magna) y pisoteando la Ley Federal del Trabajo y normas laborales pactadas por las partes; utilizando el chantaje contra los trabajadores y jubilados del SME; con mentiras y argumentos demagógicos en el marco de una campaña de terrorismo mediático en las cadenas de radio y televisión bajo control monopólico, el régimen espurio de Felipe Calderón ha dado un paso más en su guerra larvada contra el pueblo y en beneficio de los barones del dinero.
La desfachatez y majadería del Robin Hood de Los Pinos no tiene límites y es un insulto a la razón. Dijo Calderón: Prefiero dar a 25 millones de pobres los escasos recursos con que cuenta el gobierno, que destinarlo a los privilegios de 44 mil trabajadores. A Calderón le importa un bledo el pueblo pobre. Su discurso populista y demagógico exhibe su estilo personal de gobernar, tendiente a la conformación de un Estado militarizado. Usa a los pobres y sirve al gran capital. El golpe de mano pro oligárquico contra una empresa pública de carácter social y la arremetida contra el SME pretenden culminar la ilegal privatización de la industria eléctrica. La ofensiva clasista del régimen de Calderón contra los trabajadores busca beneficiar a sus patrones nacionales y del exterior; a los que lo impusieron mediante un fraude de Estado en 2006 y hoy quieren quedarse con una de las últimas joyas de la corona: un multimillonario negocio llamado triple play, que requiere de la transmisión de energía combinada con tecnología adecuada, para cobrar por dar servicio de voz, datos y video.
No hay que dejarse engañar. La campaña de linchamiento contra el SME –por un puñado de empleados de los dueños de las cadenas de radio y televisión y otros escribidores tarifados de la prensa escrita– busca encubrir la disputa por un negociazo de 6 mil millones de dólares.
En la pasada revisión del contrato colectivo de trabajo, el SME había logrado que LFC, además de arrendadora de sus mil 100 kilómetros de fibra óptica montada en sus redes eléctricas en el centro del país (zona muy prometedora, comercialmente, por su gran concentración demográfica y el nivel de ingreso de sus habitantes), pudiera ser también concesionaria para dar el servicio de triple play gratuito a millones de usuarios. Es decir, con sólo conectar un módem a la toma corriente de las casas, mediante una nueva tecnología instalada en la red (la fibra óptica), LFC se disponía a brindar, además de electricidad, servicios de telefonía, Internet y televisión por cable. ¡Cuatro servicios en uno!
Ésa es la principal razón para la extinción de Luz y Fuerza. Se busca garantizar a particulares el usufructo de la red de fibra óptica de la paraestatal. Se pretende beneficiar a un puñado de empresas privadas de la comunicación, que pugnan por la concesión de la red. Entre ellas Televisa, Nextel, TV Azteca, Telmex y las españolas Telefónica y WL Comunicaciones S. A. de C. V., en las que están involucradas dos ex secretarios de Energía de Vicente Fox, Fernando Canales Clariond y Ernesto Martens.
El 8 de septiembre, mientras planificaba con saña el asalto policiaco militar contra LyFC, otro ex secretario de Energía del sexenio foxista, Felipe Calderón, hoy inquilino de Los Pinos, envió una iniciativa de decreto a la Cámara de Diputados para abrir a licitación de la red de fibra óptica en perjuicio del erario federal. No es casual, tampoco, que el decretazo calderonista haya previsto que la Comisión Federal de Electricidad (CFE), dirigida por el privatizador Elías Ayub, se haga cargo del servicio que proporcionaba LyFC. Las redes eléctricas y de fibra óptica de la CFE suman 30 mil kilómetros, a los que se adicionarán ahora los 1,100 kilómetros de LyFC.
Durante los gobiernos ultraconservadores de Acción Nacional, el viejo Estado cleptocrático priísta se ha refuncionalizado; el continuismo no es sólo económico-financiero. El régimen autocrático panista garantiza impunidad a los clanes, mafias y cofradías de banqueros, empresarios, tecnócratas, políticos de viejo cuño y dirigentes sindicales charros. La gansterización de la política se exhibe cada día en los medios masivos de (des)información y control social. Igual que los padrinos innombrables, los poderes fácticos hacen lo suyo. La recomposición de las alianzas en la cúpula ha dado paso a una estrategia de Estado en función de sus intereses de clase. El nuevo Estado antisocial atenta contra los derechos de las mayorías. El espacio abandonado por la responsabilidad social del Estado ha sido ocupado de manera facciosa por empresas privadas. Se trata de un Estado de los empresarios para los empresarios (Fox dixit), administrado por un gabinete al servicio de las fracciones capitalistas hegemónicas, en el marco de una democracia de baja intensidad que sume al país en una gran polarización y en el caos. Calderón es un peligro para México. Sólo la presión y movilización popular lograrán frenar a los neofascistas del PAN y sus aliados priístas, y alcanzar el nuevo pacto social que el país requiere.
lunes, septiembre 07, 2009
Paramilitarismo
Carlos Fazio
A la irresponsable pretensión de inducir a la población mexicana a un alineamiento orgánico, legitimador, con el Estado, la guerra reguladora sin fin que, en clave de cruzada, dice librar Felipe Calderón contra los cárteles de la economía criminal, se suma la intención encubierta de fomentar y/o permitir el accionar de grupos civiles de autodefensa armada, una salida que en países como Colombia derivó en la paramilitarización estatal. Al respecto, los casos más sonados en estos últimos meses de vértigo en México, son los de la comunidad mormona de Lebarón, en el municipio de Galeana, Chihuahua, y sendas matanzas de jóvenes desechables perpetradas por escuadrones de la muerte en Ciudad Juárez, Chihuahua, y Navolato, Sinaloa.
En julio, tras el secuestro y ejecución de dos líderes de Lebarón por un grupo de sicarios, el gobernador José Reyes Baeza anunció la creación de una policía comunitaria provista con armas largas y cortas de alto poder y equipos de radiocomunicación. Luego dio marcha atrás, pero la absurda decisión de armar a la población civil para hacer justicia por propia mano llamó la atención, porque Chihuahua es la entidad más militarizada del país y está virtualmente en estado de sitio. En ese contexto, el 1º de septiembre un comando de cuatro hombres irrumpió en el centro de rehabilitación Aliviane, especializado en adictos a las drogas en Ciudad Juárez, formó con violencia a 22 jóvenes contra una pared interior y los ultimó con ráfagas de AK-47. Cinco jóvenes están desaparecidos. Un día antes, el secretario de Seguridad Pública de Chihuahua, Víctor Valencia, había declarado que los centros de rehabilitación se han convertido en un semillero de criminales, porque los cárteles reclutan allí adolescentes considerados desechables. Según la procuradora de Justicia estatal, Patricia González, el múltiple homicidio fue parte de una guerra de exterminio.
El 29 de agosto, en el malecón de Navolato, Sinaloa, otro comando de características similares e idénticas armas, había asesinado a 10 jóvenes, entre ellos dos mujeres y tres menores. Los sicarios llegaron al tradicional punto de reunión para adolescentes los fines de semana, y sin decir palabra dispararon sus AK-47 contra el grupo. En el lugar quedaron 95 casquillos. Dos de las víctimas tenían antecedentes por robo de autos. Una semana antes, la presidenta del Frente Cívico Sinaloense, Mercedes Murillo, había denunciado que en lo que iba de 2009 habían sido localizados 35 jóvenes asesinados por escuadrones de la muerte. Para justificar sus crímenes los asesinos dejaron mensajes adheridos a las ropas de sus víctimas, calificadas de ratas.
Ambas matanzas reúnen elementos comunes. Se estaría ante el exterminio de jóvenes desechables por vengadores anónimos, lo que en Brasil y Colombia se conoce como limpieza social. Con un antecedente adicional: en mayo, un periódico capitalino entrevistó al jefe de un comando parapolicial autodenominado El Grupo, financiado por empresarios, comerciantes y profesionales. El comando de ajusticiamiento privado actúa desde hace 12 años, y habría surgido del hartazgo ciudadano ante la incapacidad del Estado para combatir a la delincuencia. ¿Su misión?, negociar con secuestradores la liberación de sus víctimas, pero también perseguir, capturar, interrogar, torturar y decidir quién muere. El Grupo recluta civiles, uniformados en activo y ex policías. Hacemos justicia donde el Estado no la aplica. Una justicia anónima, vengativa, extralegal. Según la fuente, a algunos monstruos los alcanza Dios. El método puede ser un tiro en la cabeza y hacer aparecer como que la víctima cayó en un enfrentamiento en la calle (sic). ¿Falsos positivos en México, como en Colombia?
El Grupo opera de modo clandestino, pero buena parte de sus acciones de inteligencia, rastreo de redes telefónicas, seguimiento con tomas fotográficas y operativos de captura son realizados de manera conjunta con autoridades policiales federales, estatales y municipales; mandos que saben de sus estrategias y los métodos que aplican, entre ellos, la tortura. A él se sumarían Los Linces, Los Matazetas y otros inventos. Marcela Gómez Zalce consignó que Felipe Calderón recomendó en privado a empresarios de Ciudad Juárez y Monterrey la contratación de servicios de seguridad formados por ex militares, de preferencia extranjeros, por lo que su juicio demostraría la fallida estrategia gubernamental anticrimen, y la legalización de facto del paramilitarismo. El ex diputado Alfonso Suárez del Real acusó al gobierno federal de fomentar la creación de grupos paramilitares, con lo que se estaría renunciando a una de las prerrogativas esenciales del Estado: el monopolio legítimo de la violencia.
Sin embargo, se podría estar ante un nuevo fenómeno: la colombianización de México, por la vía de la paramilitarización del país bajo protección oficial. El paramilitarismo no es, como se pretende, un actor independiente, a la manera de una tercera fuerza que actúa con autonomía propia. Es, como en la matanza de Acteal, Chiapas (1997), una estrategia del Estado ligada al Ejército y basada en la doctrina de contrainsurgencia clásica de la Escuela Francesa, asimilada y perfeccionada por el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En el caso mexicano existe una relación estructural, histórica, entre quienes practicaron la guerra sucia y los cárteles de la economía criminal. Los viejos guerreros sucios que asesinaron y desaparecieron civiles y guerrilleros en los años 60 y 70 –donde hay entre ellos muchos mandos castrenses y policiales– nutrieron la nueva generación de narcotraficantes, secuestradores y asaltantes, y hoy podrían ser refuncionalizados por el gobierno con fines de control social.
A la irresponsable pretensión de inducir a la población mexicana a un alineamiento orgánico, legitimador, con el Estado, la guerra reguladora sin fin que, en clave de cruzada, dice librar Felipe Calderón contra los cárteles de la economía criminal, se suma la intención encubierta de fomentar y/o permitir el accionar de grupos civiles de autodefensa armada, una salida que en países como Colombia derivó en la paramilitarización estatal. Al respecto, los casos más sonados en estos últimos meses de vértigo en México, son los de la comunidad mormona de Lebarón, en el municipio de Galeana, Chihuahua, y sendas matanzas de jóvenes desechables perpetradas por escuadrones de la muerte en Ciudad Juárez, Chihuahua, y Navolato, Sinaloa.
En julio, tras el secuestro y ejecución de dos líderes de Lebarón por un grupo de sicarios, el gobernador José Reyes Baeza anunció la creación de una policía comunitaria provista con armas largas y cortas de alto poder y equipos de radiocomunicación. Luego dio marcha atrás, pero la absurda decisión de armar a la población civil para hacer justicia por propia mano llamó la atención, porque Chihuahua es la entidad más militarizada del país y está virtualmente en estado de sitio. En ese contexto, el 1º de septiembre un comando de cuatro hombres irrumpió en el centro de rehabilitación Aliviane, especializado en adictos a las drogas en Ciudad Juárez, formó con violencia a 22 jóvenes contra una pared interior y los ultimó con ráfagas de AK-47. Cinco jóvenes están desaparecidos. Un día antes, el secretario de Seguridad Pública de Chihuahua, Víctor Valencia, había declarado que los centros de rehabilitación se han convertido en un semillero de criminales, porque los cárteles reclutan allí adolescentes considerados desechables. Según la procuradora de Justicia estatal, Patricia González, el múltiple homicidio fue parte de una guerra de exterminio.
El 29 de agosto, en el malecón de Navolato, Sinaloa, otro comando de características similares e idénticas armas, había asesinado a 10 jóvenes, entre ellos dos mujeres y tres menores. Los sicarios llegaron al tradicional punto de reunión para adolescentes los fines de semana, y sin decir palabra dispararon sus AK-47 contra el grupo. En el lugar quedaron 95 casquillos. Dos de las víctimas tenían antecedentes por robo de autos. Una semana antes, la presidenta del Frente Cívico Sinaloense, Mercedes Murillo, había denunciado que en lo que iba de 2009 habían sido localizados 35 jóvenes asesinados por escuadrones de la muerte. Para justificar sus crímenes los asesinos dejaron mensajes adheridos a las ropas de sus víctimas, calificadas de ratas.
Ambas matanzas reúnen elementos comunes. Se estaría ante el exterminio de jóvenes desechables por vengadores anónimos, lo que en Brasil y Colombia se conoce como limpieza social. Con un antecedente adicional: en mayo, un periódico capitalino entrevistó al jefe de un comando parapolicial autodenominado El Grupo, financiado por empresarios, comerciantes y profesionales. El comando de ajusticiamiento privado actúa desde hace 12 años, y habría surgido del hartazgo ciudadano ante la incapacidad del Estado para combatir a la delincuencia. ¿Su misión?, negociar con secuestradores la liberación de sus víctimas, pero también perseguir, capturar, interrogar, torturar y decidir quién muere. El Grupo recluta civiles, uniformados en activo y ex policías. Hacemos justicia donde el Estado no la aplica. Una justicia anónima, vengativa, extralegal. Según la fuente, a algunos monstruos los alcanza Dios. El método puede ser un tiro en la cabeza y hacer aparecer como que la víctima cayó en un enfrentamiento en la calle (sic). ¿Falsos positivos en México, como en Colombia?
El Grupo opera de modo clandestino, pero buena parte de sus acciones de inteligencia, rastreo de redes telefónicas, seguimiento con tomas fotográficas y operativos de captura son realizados de manera conjunta con autoridades policiales federales, estatales y municipales; mandos que saben de sus estrategias y los métodos que aplican, entre ellos, la tortura. A él se sumarían Los Linces, Los Matazetas y otros inventos. Marcela Gómez Zalce consignó que Felipe Calderón recomendó en privado a empresarios de Ciudad Juárez y Monterrey la contratación de servicios de seguridad formados por ex militares, de preferencia extranjeros, por lo que su juicio demostraría la fallida estrategia gubernamental anticrimen, y la legalización de facto del paramilitarismo. El ex diputado Alfonso Suárez del Real acusó al gobierno federal de fomentar la creación de grupos paramilitares, con lo que se estaría renunciando a una de las prerrogativas esenciales del Estado: el monopolio legítimo de la violencia.
Sin embargo, se podría estar ante un nuevo fenómeno: la colombianización de México, por la vía de la paramilitarización del país bajo protección oficial. El paramilitarismo no es, como se pretende, un actor independiente, a la manera de una tercera fuerza que actúa con autonomía propia. Es, como en la matanza de Acteal, Chiapas (1997), una estrategia del Estado ligada al Ejército y basada en la doctrina de contrainsurgencia clásica de la Escuela Francesa, asimilada y perfeccionada por el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En el caso mexicano existe una relación estructural, histórica, entre quienes practicaron la guerra sucia y los cárteles de la economía criminal. Los viejos guerreros sucios que asesinaron y desaparecieron civiles y guerrilleros en los años 60 y 70 –donde hay entre ellos muchos mandos castrenses y policiales– nutrieron la nueva generación de narcotraficantes, secuestradores y asaltantes, y hoy podrían ser refuncionalizados por el gobierno con fines de control social.
lunes, julio 27, 2009
Obama y el sátrapa Micheletti
Carlos Fazio
El golpe oligárquico-militar en Honduras responde a una estrategia global de la administración Obama-Clinton diseñada para hacer retroceder los avances de gobiernos electos democráticamente y mantener o consolidar el poder imperial en algunas zonas calientes del orbe. Tal estrategia opera con base en una política de varios carriles, que combina la intervención militar directa (Afganistán, Pakistán, Irak) con operaciones clandestinas de desestabilización (Venezuela, Irán, Honduras, Bolivia, Ecuador) y una diplomacia de doble vía, que busca articular los instrumentos e iniciativas heredados por la administración Bush a Barack Obama.
La asonada clasista en el eslabón más débil en América Latina estuvo dirigida a hacer retroceder al gobierno democrático de Manuel Zelaya para imponer, de facto, un nuevo régimen cliente en el patio trasero del imperio. El golpe pretende reforzar al polo conservador militarizado del Plan Puebla Panamá/Iniciativa Mérida, liderado por México y Colombia. Los avances progresistas en Honduras, Nicaragua y El Salvador complicaban los planes geopolíticos de Washington, que busca conformar una plataforma de intervención en América del Sur, con la mira puesta en los hidrocarburos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, los inmensos recursos de la Amazonia y el Acuífero Guaraní. En ese sentido fue, también, un golpe a la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba).
Para consumar la conspiración, el Departamento de Estado y el Pentágono utilizaron al alto mando militar hondureño, penetrado estructuralmente por los organismos de seguridad e inteligencia de Estados Unidos. El general golpista Romeo Vázquez y el ministro asesor del sátrapa Roberto Micheletti, Billy Joya Améndola, fundador de los escuadrones de la muerte en los años 80, fueron alumnos ejemplares de la Escuela de las Américas. En la coyuntura, los militares golpistas actuaron como un ejército de ocupación en su propio país. Pero, además, Honduras está ocupada por Estados Unidos, que controla la base militar de Soto Cano (o Palmerola), donde se encuentra la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo, compuesta por medio millar de efectivos del Pentágono y equipos avanzados de espionaje e intervención, incluido equipo aéreo de combate HU-60, Black Hawk y CH-47 Chinook.
La base es parte de la red de Puestos de Operaciones de Avanzada (FOL, por sus siglas en inglés) del Pentágono, integrada por Comalapa, en El Salvador; Guantánamo, en Cuba; Aruba y Curazao, y Manta, sobre el Pacífico ecuatoriano. Igual que el presidente Rafael Correa en Ecuador respecto a la base de Manta, Zelaya había anunciado a la Casa Blanca su intención de convertir Soto Cano en un aeropuerto comercial internacional, con financiamiento del Alba y PetroCaribe. En sustitución de Manta, el Pentágono logró que Álvaro Uribe ponga a su servicio sendas bases militares en Palanquero (Cundinamarca), Apiay (Meta) y Malambo (Atlántico), lo que convertirá a Colombia en el Israel de América Latina.
Los halcones del Departamento de Estado y el Pentágono recurrieron, también, a sus viejos vínculos con la primitiva oligarquía hondureña, que controla el Congreso y el Tribunal Supremo, y contaron con la legitimación del cardenal Óscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa. Asistimos, pues, a un golpe cívico-militar de factura estadunidense, con el consenso de los poderes fácticos.
Pero, además, el de Honduras es otro golpe mediático apoyado en una guerra de cuarta generación. Como tal, se consumó y buscó legitimidad a través de medios bajo control monopólico privado. En particular, de los periódicos hondureños La Prensa de San Pedro Sula y El Heraldo de Tegucigalpa, cuyo propietario es Jorge Canahuati, proveedor de armas y medicinas del Estado y dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), antiguo brazo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde los tiempos de la guerra fría; el diario La Tribuna de San Pedro Sula, del líder empresarial conservador Carlos Roberto Facussé, ex presidente de Honduras (1988-2002); el diario Tiempo, de Tegucigalpa, que pertenece a Jaime Rosenthal Oliva, empresario, banquero y secretario general del Partido Liberal; la red de canales de televisión de José Rafael Ferrari, y con intereses, también, en radio cadena HRN. Asimismo, el golpe contó con el apoyo de la estadunidense CNN, que desde un primer momento buscó legalizar a los putchistas e incriminar a Zelaya, y de grandes medios latinoamericanos ligados a la SIP.
La estrategia de reversión del clan Clinton y grupos del aparato institucional al servicio del complejo energético militar industrial, que presentan una política de hechos consumados para el aval de Obama, tuvo una pieza clave en el actual embajador en Tegucigalpa, el cubano-estadunidense Hugo Llorens. Vinculado al ex zar de la inteligencia John Dimitri Negroponte, y al ultraconservador Otto Reich, protector de la mafia cubano-estadunidense de Miami, Llorens coordinó la expulsión de Manuel Zelaya. Él mismo integra una red de diplomáticos nombrados en las postrimerías de la administración Bush, todos expertos en operaciones encubiertas y guerra sicológica contra Cuba y Venezuela: Robert Blau en la embajada en San Salvador; Stephen McFarland en Guatemala y Robert Callahan en Managua, Nicaragua.
Con sus ambigüedades formales, Hillary Clinton ha legitimado de hecho al nuevo régimen privatizado de Micheletti y Cia., y por conducto de Óscar Arias, viejo peón de Washington, ha impulsado una negociación-trampa para darles tiempo a los golpistas de recuperar su poder y desgastar a la heroica resistencia popular hondureña. Obama tendrá que decidirse a etiquetar la asonada como un golpe de Estado, retirando al embajador Llorens y cortando la asistencia de Estados Unidos a Honduras, o seguirá cediendo ante el ala dura del sistema imperial.
El golpe oligárquico-militar en Honduras responde a una estrategia global de la administración Obama-Clinton diseñada para hacer retroceder los avances de gobiernos electos democráticamente y mantener o consolidar el poder imperial en algunas zonas calientes del orbe. Tal estrategia opera con base en una política de varios carriles, que combina la intervención militar directa (Afganistán, Pakistán, Irak) con operaciones clandestinas de desestabilización (Venezuela, Irán, Honduras, Bolivia, Ecuador) y una diplomacia de doble vía, que busca articular los instrumentos e iniciativas heredados por la administración Bush a Barack Obama.
La asonada clasista en el eslabón más débil en América Latina estuvo dirigida a hacer retroceder al gobierno democrático de Manuel Zelaya para imponer, de facto, un nuevo régimen cliente en el patio trasero del imperio. El golpe pretende reforzar al polo conservador militarizado del Plan Puebla Panamá/Iniciativa Mérida, liderado por México y Colombia. Los avances progresistas en Honduras, Nicaragua y El Salvador complicaban los planes geopolíticos de Washington, que busca conformar una plataforma de intervención en América del Sur, con la mira puesta en los hidrocarburos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, los inmensos recursos de la Amazonia y el Acuífero Guaraní. En ese sentido fue, también, un golpe a la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba).
Para consumar la conspiración, el Departamento de Estado y el Pentágono utilizaron al alto mando militar hondureño, penetrado estructuralmente por los organismos de seguridad e inteligencia de Estados Unidos. El general golpista Romeo Vázquez y el ministro asesor del sátrapa Roberto Micheletti, Billy Joya Améndola, fundador de los escuadrones de la muerte en los años 80, fueron alumnos ejemplares de la Escuela de las Américas. En la coyuntura, los militares golpistas actuaron como un ejército de ocupación en su propio país. Pero, además, Honduras está ocupada por Estados Unidos, que controla la base militar de Soto Cano (o Palmerola), donde se encuentra la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo, compuesta por medio millar de efectivos del Pentágono y equipos avanzados de espionaje e intervención, incluido equipo aéreo de combate HU-60, Black Hawk y CH-47 Chinook.
La base es parte de la red de Puestos de Operaciones de Avanzada (FOL, por sus siglas en inglés) del Pentágono, integrada por Comalapa, en El Salvador; Guantánamo, en Cuba; Aruba y Curazao, y Manta, sobre el Pacífico ecuatoriano. Igual que el presidente Rafael Correa en Ecuador respecto a la base de Manta, Zelaya había anunciado a la Casa Blanca su intención de convertir Soto Cano en un aeropuerto comercial internacional, con financiamiento del Alba y PetroCaribe. En sustitución de Manta, el Pentágono logró que Álvaro Uribe ponga a su servicio sendas bases militares en Palanquero (Cundinamarca), Apiay (Meta) y Malambo (Atlántico), lo que convertirá a Colombia en el Israel de América Latina.
Los halcones del Departamento de Estado y el Pentágono recurrieron, también, a sus viejos vínculos con la primitiva oligarquía hondureña, que controla el Congreso y el Tribunal Supremo, y contaron con la legitimación del cardenal Óscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa. Asistimos, pues, a un golpe cívico-militar de factura estadunidense, con el consenso de los poderes fácticos.
Pero, además, el de Honduras es otro golpe mediático apoyado en una guerra de cuarta generación. Como tal, se consumó y buscó legitimidad a través de medios bajo control monopólico privado. En particular, de los periódicos hondureños La Prensa de San Pedro Sula y El Heraldo de Tegucigalpa, cuyo propietario es Jorge Canahuati, proveedor de armas y medicinas del Estado y dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), antiguo brazo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desde los tiempos de la guerra fría; el diario La Tribuna de San Pedro Sula, del líder empresarial conservador Carlos Roberto Facussé, ex presidente de Honduras (1988-2002); el diario Tiempo, de Tegucigalpa, que pertenece a Jaime Rosenthal Oliva, empresario, banquero y secretario general del Partido Liberal; la red de canales de televisión de José Rafael Ferrari, y con intereses, también, en radio cadena HRN. Asimismo, el golpe contó con el apoyo de la estadunidense CNN, que desde un primer momento buscó legalizar a los putchistas e incriminar a Zelaya, y de grandes medios latinoamericanos ligados a la SIP.
La estrategia de reversión del clan Clinton y grupos del aparato institucional al servicio del complejo energético militar industrial, que presentan una política de hechos consumados para el aval de Obama, tuvo una pieza clave en el actual embajador en Tegucigalpa, el cubano-estadunidense Hugo Llorens. Vinculado al ex zar de la inteligencia John Dimitri Negroponte, y al ultraconservador Otto Reich, protector de la mafia cubano-estadunidense de Miami, Llorens coordinó la expulsión de Manuel Zelaya. Él mismo integra una red de diplomáticos nombrados en las postrimerías de la administración Bush, todos expertos en operaciones encubiertas y guerra sicológica contra Cuba y Venezuela: Robert Blau en la embajada en San Salvador; Stephen McFarland en Guatemala y Robert Callahan en Managua, Nicaragua.
Con sus ambigüedades formales, Hillary Clinton ha legitimado de hecho al nuevo régimen privatizado de Micheletti y Cia., y por conducto de Óscar Arias, viejo peón de Washington, ha impulsado una negociación-trampa para darles tiempo a los golpistas de recuperar su poder y desgastar a la heroica resistencia popular hondureña. Obama tendrá que decidirse a etiquetar la asonada como un golpe de Estado, retirando al embajador Llorens y cortando la asistencia de Estados Unidos a Honduras, o seguirá cediendo ante el ala dura del sistema imperial.
lunes, julio 13, 2009
La guerra, el enemigo, los riesgos
Carlos Fazio
Tras los comicios intermedios del 5 de julio comienza en México otra fase de signo incierto. La debacle electoral de Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional puede entrañar el peligro de un desborde autoritario. Con 12.3 por ciento de los sufragios sobre un padrón de 77.4 millones de electores, la debilidad del administrador surgido de un fraude de Estado se acrecienta. En un país sumido en una violencia reguladora en ascenso, en recesión económica, con una crisis de legitimidad de los partidos políticos parlamentarios y en el contexto de un Estado de tipo delincuencial y mafioso, podría acentuarse el empaque autoritario de Calderón.
En sus tres primeros años de desgobierno, apoyado en las fuerzas armadas, Calderón se presentó mediáticamente como un salvador en busca de la servidumbre voluntaria de las masas. Ante la exacerbación de la violencia, inducida y potenciada por la cruzada calderonista contra la (in)seguridad, la propaganda del régimen quiso construir en torno a su figura a un líder providencial y mesiánico. En octubre de 2007 dijo que protegía al país con el monopolio del poder. Se acentuaba ya entonces su mentalidad autocrática; un autismo autoritario como forma de degradación de la ley hacia su uso arbitrario, o en el sentido de que quien la ejerce ya no representa la ley, sino que la encarna.
Desde entonces, la atribución que se dio a sí mismo del monopolio del poder estuvo basada en el uso indebido de la fuerza y la violencia estatales. En particular, de unas fuerzas armadas virtualmente privatizadas, que obedecieron sin chistar a su comandante supremo y aceptaron su nuevo papel en la vida política nacional. Mala cosa. La política no es asunto de militares, grupo corporativo, jerárquicamente estructurado (autoritario-servil). O de otra manera: cuando los militares incursionan en el ámbito político se abona el camino hacia un Estado de emergencia, con suspensión gradual, formal y real de garantías.
El larvado proceso de militarización del país ha estado asociado a la guerra intramafias desatada por Calderón por el control del territorio y el mercado de la ilegalidad. La generalización del concepto de guerra y el aumento de la violencia oficial bajo el calderonismo se han dado en detrimento de valores éticos y morales, de las garantías civiles y los derechos humanos. En realidad, la violencia reguladora de Calderón es una operación del crimen organizado en las alturas del poder y busca imponer un proyecto clasista autoritario de nuevo tipo.
Hannah Arendt decía que el engaño, la falsificación deliberada y la mentira pura y simple son empleados como medios legítimos para lograr la realización de objetivos políticos.
Cabe añadir en ese contexto, según la famosa frase de Karl von Clausewitz, que “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una realización de la misma por otros medios (…) el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra es el medio”. Idea que, por cierto, estuvo en la base del nacionalsocialismo.
El mariscal Clausewitz sostenía que la guerra es una extraña trinidad constituida por el odio, la enemistad y la violencia primitiva. La guerra es un acto de fuerza física para imponer la voluntad al enemigo. El enemigo es el objetivo, y no hay límite para la aplicación de dicha fuerza. El problema es determinar quién es el enemigo. Bajo un régimen de excepción –verbigracia la Honduras actual de los golpistas o Coyuca de Catalán en la sierra de Guerrero, bajo asedio castrense–, la laxitud del concepto de enemigo suele ser muy amplia. Pero conviene tomar en cuenta que, en general, para un régimen cívico-militar de signo conservador, la razón de ser del instituto armado es destruir al enemigo. Aniquilarlo.
Los grupos de comportamiento sectario –o de masas artificiales, como llamaba Freud al Ejército y la Iglesia– tienen determinadas características. La formación militar modela para jerarquizar, homogeneizar y uniformizar; para separar a sus miembros de la sociedad civil y convertirlos en engranajes de una maquinaria corporativa. El objetivo primero es la obediencia sin cuestionamiento al superior. El superior siempre tiene la razón, nunca se equivoca. Es una obediencia a la autoridad, no a la ley. Es la obediencia debida. Se obedece porque se lo ordenan, no por estar de acuerdo. En su interior se inculca la pertenencia ciega al grupo. Y se funciona a partir de consignas tales como la patria, la bandera, la democracia, aunque no tengan ningún contenido o su significado esté tergiversado. Entre el deber moral y la obediencia, el miedo a la autoridad induce a obedecer sin cuestionar la conducta.
Conviene recordar, además, que el Ejército tiene armas. Y que las armas son para matar. Específicamente, para matar seres humanos. Y dado que el objetivo es la destrucción del enemigo, las armas son el medio. Pero además, el objetivo primario de las fuerzas armadas, al que se deben subordinar todos los demás, es ganar la guerra por cualquier procedimiento. Si para ello hay que violar la Constitución y la ley, la guerra lo legitima. Para la consecución de ese fin, un sentimiento común del soldado es la indiferencia frente al semejante. Se considera al otro como no humano. Una cosa. Un número. Un elemento. El enemigo es desprovisto de toda personalidad y humanidad. La preocupación es de índole administrativa y no ética. Los valores morales se desprenden de las necesidades técnicas. Del éxito de la guerra.
Como organismo grupal de procedimiento sectario, el Ejército está provisto de una moral que prohíbe todo tipo de cuestionamiento a la cadena de mando. Por esa vía, las más de las veces se legitiman el crimen, la tortura, el terror, la violación, el robo de niños, el genocidio. Ejemplos sobran. Y tales riesgos, en el México actual, están presentes.
Tras los comicios intermedios del 5 de julio comienza en México otra fase de signo incierto. La debacle electoral de Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional puede entrañar el peligro de un desborde autoritario. Con 12.3 por ciento de los sufragios sobre un padrón de 77.4 millones de electores, la debilidad del administrador surgido de un fraude de Estado se acrecienta. En un país sumido en una violencia reguladora en ascenso, en recesión económica, con una crisis de legitimidad de los partidos políticos parlamentarios y en el contexto de un Estado de tipo delincuencial y mafioso, podría acentuarse el empaque autoritario de Calderón.
En sus tres primeros años de desgobierno, apoyado en las fuerzas armadas, Calderón se presentó mediáticamente como un salvador en busca de la servidumbre voluntaria de las masas. Ante la exacerbación de la violencia, inducida y potenciada por la cruzada calderonista contra la (in)seguridad, la propaganda del régimen quiso construir en torno a su figura a un líder providencial y mesiánico. En octubre de 2007 dijo que protegía al país con el monopolio del poder. Se acentuaba ya entonces su mentalidad autocrática; un autismo autoritario como forma de degradación de la ley hacia su uso arbitrario, o en el sentido de que quien la ejerce ya no representa la ley, sino que la encarna.
Desde entonces, la atribución que se dio a sí mismo del monopolio del poder estuvo basada en el uso indebido de la fuerza y la violencia estatales. En particular, de unas fuerzas armadas virtualmente privatizadas, que obedecieron sin chistar a su comandante supremo y aceptaron su nuevo papel en la vida política nacional. Mala cosa. La política no es asunto de militares, grupo corporativo, jerárquicamente estructurado (autoritario-servil). O de otra manera: cuando los militares incursionan en el ámbito político se abona el camino hacia un Estado de emergencia, con suspensión gradual, formal y real de garantías.
El larvado proceso de militarización del país ha estado asociado a la guerra intramafias desatada por Calderón por el control del territorio y el mercado de la ilegalidad. La generalización del concepto de guerra y el aumento de la violencia oficial bajo el calderonismo se han dado en detrimento de valores éticos y morales, de las garantías civiles y los derechos humanos. En realidad, la violencia reguladora de Calderón es una operación del crimen organizado en las alturas del poder y busca imponer un proyecto clasista autoritario de nuevo tipo.
Hannah Arendt decía que el engaño, la falsificación deliberada y la mentira pura y simple son empleados como medios legítimos para lograr la realización de objetivos políticos.
Cabe añadir en ese contexto, según la famosa frase de Karl von Clausewitz, que “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una realización de la misma por otros medios (…) el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra es el medio”. Idea que, por cierto, estuvo en la base del nacionalsocialismo.
El mariscal Clausewitz sostenía que la guerra es una extraña trinidad constituida por el odio, la enemistad y la violencia primitiva. La guerra es un acto de fuerza física para imponer la voluntad al enemigo. El enemigo es el objetivo, y no hay límite para la aplicación de dicha fuerza. El problema es determinar quién es el enemigo. Bajo un régimen de excepción –verbigracia la Honduras actual de los golpistas o Coyuca de Catalán en la sierra de Guerrero, bajo asedio castrense–, la laxitud del concepto de enemigo suele ser muy amplia. Pero conviene tomar en cuenta que, en general, para un régimen cívico-militar de signo conservador, la razón de ser del instituto armado es destruir al enemigo. Aniquilarlo.
Los grupos de comportamiento sectario –o de masas artificiales, como llamaba Freud al Ejército y la Iglesia– tienen determinadas características. La formación militar modela para jerarquizar, homogeneizar y uniformizar; para separar a sus miembros de la sociedad civil y convertirlos en engranajes de una maquinaria corporativa. El objetivo primero es la obediencia sin cuestionamiento al superior. El superior siempre tiene la razón, nunca se equivoca. Es una obediencia a la autoridad, no a la ley. Es la obediencia debida. Se obedece porque se lo ordenan, no por estar de acuerdo. En su interior se inculca la pertenencia ciega al grupo. Y se funciona a partir de consignas tales como la patria, la bandera, la democracia, aunque no tengan ningún contenido o su significado esté tergiversado. Entre el deber moral y la obediencia, el miedo a la autoridad induce a obedecer sin cuestionar la conducta.
Conviene recordar, además, que el Ejército tiene armas. Y que las armas son para matar. Específicamente, para matar seres humanos. Y dado que el objetivo es la destrucción del enemigo, las armas son el medio. Pero además, el objetivo primario de las fuerzas armadas, al que se deben subordinar todos los demás, es ganar la guerra por cualquier procedimiento. Si para ello hay que violar la Constitución y la ley, la guerra lo legitima. Para la consecución de ese fin, un sentimiento común del soldado es la indiferencia frente al semejante. Se considera al otro como no humano. Una cosa. Un número. Un elemento. El enemigo es desprovisto de toda personalidad y humanidad. La preocupación es de índole administrativa y no ética. Los valores morales se desprenden de las necesidades técnicas. Del éxito de la guerra.
Como organismo grupal de procedimiento sectario, el Ejército está provisto de una moral que prohíbe todo tipo de cuestionamiento a la cadena de mando. Por esa vía, las más de las veces se legitiman el crimen, la tortura, el terror, la violación, el robo de niños, el genocidio. Ejemplos sobran. Y tales riesgos, en el México actual, están presentes.
lunes, junio 01, 2009
El Presidente valiente
Carlos Fazio
Cuando todavía no se disipaban los temores ante los estragos letales de la temporada causados por el virus A/H1N1, todo México volvió de golpe a la normalidad por decreto oficial. Y tras el shock de (des)información que inoculó miedo y terror en la población, reaparecieron las aristas más visibles de la cotidianidad. En particular, la violencia criminal y los escándalos del poder, con sus redes colusivas y su estela de simulación, cinismo, corrupción e impunidad, que desnudan a la narcomafia política nacional, con su jefe de jefes, sus famiglias, cofradías y grupos de protección. Tras unos días de escándalos literarios y mediáticos, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Vicente Fox quedaron exhibidos, y con ellos el agotamiento del actual régimen político cleptocrático, delincuencial y mafioso. Las antiguas reglas de la omertà priísta quedaron rotas, profanadas y evidenciadas. Y como dijo De la Madrid a Carmen Aristegui: la impunidad es necesaria para que funcione la maquinaria del sistema.
México vive un acelerado proceso de refeudalización política del Estado que lleva implícita en su seno la privatización de lo público y la clandestinización de lo privado. Pero esto no empezó ayer. Hace un tiempo que las luchas clandestinas por el reparto entre las cúpulas oligárquicas y políticas se convirtieron en sistema. Y debemos recordar, con Giulio Sapelli, que el elemento fundamental de la corrupción son las empresas. Para los grupos mafiosos, la forma-empresa es instrumental para sus fines ilícitos. Pero existe también un vínculo estrecho entre los mercados económico y político. Cada oligopolio se referencia en un grupo político, en una estructura poliárquica (dominada por clanes). Y ocurre a veces que en la competencia entre empresarios, para las transacciones de mercado, cuando se rompe la jerarquización funcional entre el centro regulador criminal y los empresarios ilegales, se recurre a formas intimidatorias y métodos violentos. Cobra auge entonces el uso del asesinato; las purgas se convierten en norma. Y de ese modo, el crimen llega a convertirse en un elemento orgánico del sistema.
De allí que, en rigor, podríamos estar asistiendo a un parteaguas. Es decir, que ante la nulidad de legalidad y la ruptura de los pactos interclanes, Felipe Calderón y los grupos que lo respaldan quieran alcanzar el liderazgo de la ilegalidad. Sólo que ante la atomización de la representación y la proliferación de los gobiernos privados, en esa guerra de todos contra todos por el control de los territorios y mercados secretos, ilícitos y criminales, los poderes invisibles y sus administradores en turno quieren arrastrar al país hacia un nuevo régimen de excepción militarizado y paramilitarizado, que con el tiempo reproduzca un nuevo pacto mafioso. Igual que en Colombia.
En ese sentido, si la estrategia de medios (propaganda) es parte esencial de la trama, el uso de las fuerzas armadas, en flagrante violación de la Constitución, es la otra cara de la moneda. Diseñado por asesores estadunidenses y españoles, el libreto intenta hacer aparecer al Presidente valiente, Calderón, como una suerte de Cid Campeador en un mar de violencia y corrupción. Sólo que, como dijo Andrés Manuel López Obrador, si existiera una real intención de combatir a la delincuencia organizada habría que empezar por la residencia oficial de Los Pinos, ya que allí se encuentra la banda más peligrosa del país.
Calderón está jugando con fuego. Después del experimento de control de población maquinado en torno a la epidemia de influenza –cuando logró acuartelar a millones de mexicanos en sus casas, mientras la televisión sembraba miedo y reproducía la ideología dominante–, las ilegales y anticonstitucionales incursiones de militares y policías de elite en Morelos y Michoacán contra alcaldes, funcionarios gubernamentales y agentes del orden develan que está haciendo un uso faccioso y selectivo de su guerra antinarco. Con independencia de los nexos entre políticos, funcionarios y narcotraficantes, el doble rasero en el discurso y la acción gubernamentales, junto al timing político y la partidización de los golpes a los malos, exhibe la intención de aprovechar de manera oportunista la situación.
Mientras el país se le deshace entre las manos, no sólo por el baño de sangre de la violencia reguladora, sino también por la agudización de la parálisis económica, lo más paradójico del caso es que Calderón pretenda gobernar desde los medios, en su afán por monopolizar el poder político para ponerlo al servicio de clanes familiares y grupos de ultraderecha vinculados con los intereses de corporaciones trasnacionales. Para ello necesita imponer al PAN en las elecciones parlamentarias de julio y disciplinar al PRI, lo que intenta garantizar mediante golpes quirúrgicos y propaganda negra, sin descartar que, como ocurrió en los comicios presidenciales de 2006, se esté fraguando otro megafraude de Estado.
En ese contexto, cabe recordar que Calderón envió al Congreso una iniciativa de ley que contiene una nueva figura denominada declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior. Ergo, un estado de excepción disfrazado. Sólo que él impulsó la violencia reguladora y desestabilizadora, y ahora, con el michoacanazo y la guerra sucia mediática, pretende convencer a los mexicanos de que todos los políticos son corruptos (lo cual en buena medida es cierto), y que su partido, Acción Nacional, es la única opción electoral. Falso. El PAN forma parte de la cadena de corrupción-simulación-impunidad. En buen romance, pues, la vía elegida por la cleptocracia en el poder es la de una militarización del país que, en un clima de caos y confusión, haga posible un virtual estado de sitio, como forma de garantizar los intereses del grupo dominante.
Cuando todavía no se disipaban los temores ante los estragos letales de la temporada causados por el virus A/H1N1, todo México volvió de golpe a la normalidad por decreto oficial. Y tras el shock de (des)información que inoculó miedo y terror en la población, reaparecieron las aristas más visibles de la cotidianidad. En particular, la violencia criminal y los escándalos del poder, con sus redes colusivas y su estela de simulación, cinismo, corrupción e impunidad, que desnudan a la narcomafia política nacional, con su jefe de jefes, sus famiglias, cofradías y grupos de protección. Tras unos días de escándalos literarios y mediáticos, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Vicente Fox quedaron exhibidos, y con ellos el agotamiento del actual régimen político cleptocrático, delincuencial y mafioso. Las antiguas reglas de la omertà priísta quedaron rotas, profanadas y evidenciadas. Y como dijo De la Madrid a Carmen Aristegui: la impunidad es necesaria para que funcione la maquinaria del sistema.
México vive un acelerado proceso de refeudalización política del Estado que lleva implícita en su seno la privatización de lo público y la clandestinización de lo privado. Pero esto no empezó ayer. Hace un tiempo que las luchas clandestinas por el reparto entre las cúpulas oligárquicas y políticas se convirtieron en sistema. Y debemos recordar, con Giulio Sapelli, que el elemento fundamental de la corrupción son las empresas. Para los grupos mafiosos, la forma-empresa es instrumental para sus fines ilícitos. Pero existe también un vínculo estrecho entre los mercados económico y político. Cada oligopolio se referencia en un grupo político, en una estructura poliárquica (dominada por clanes). Y ocurre a veces que en la competencia entre empresarios, para las transacciones de mercado, cuando se rompe la jerarquización funcional entre el centro regulador criminal y los empresarios ilegales, se recurre a formas intimidatorias y métodos violentos. Cobra auge entonces el uso del asesinato; las purgas se convierten en norma. Y de ese modo, el crimen llega a convertirse en un elemento orgánico del sistema.
De allí que, en rigor, podríamos estar asistiendo a un parteaguas. Es decir, que ante la nulidad de legalidad y la ruptura de los pactos interclanes, Felipe Calderón y los grupos que lo respaldan quieran alcanzar el liderazgo de la ilegalidad. Sólo que ante la atomización de la representación y la proliferación de los gobiernos privados, en esa guerra de todos contra todos por el control de los territorios y mercados secretos, ilícitos y criminales, los poderes invisibles y sus administradores en turno quieren arrastrar al país hacia un nuevo régimen de excepción militarizado y paramilitarizado, que con el tiempo reproduzca un nuevo pacto mafioso. Igual que en Colombia.
En ese sentido, si la estrategia de medios (propaganda) es parte esencial de la trama, el uso de las fuerzas armadas, en flagrante violación de la Constitución, es la otra cara de la moneda. Diseñado por asesores estadunidenses y españoles, el libreto intenta hacer aparecer al Presidente valiente, Calderón, como una suerte de Cid Campeador en un mar de violencia y corrupción. Sólo que, como dijo Andrés Manuel López Obrador, si existiera una real intención de combatir a la delincuencia organizada habría que empezar por la residencia oficial de Los Pinos, ya que allí se encuentra la banda más peligrosa del país.
Calderón está jugando con fuego. Después del experimento de control de población maquinado en torno a la epidemia de influenza –cuando logró acuartelar a millones de mexicanos en sus casas, mientras la televisión sembraba miedo y reproducía la ideología dominante–, las ilegales y anticonstitucionales incursiones de militares y policías de elite en Morelos y Michoacán contra alcaldes, funcionarios gubernamentales y agentes del orden develan que está haciendo un uso faccioso y selectivo de su guerra antinarco. Con independencia de los nexos entre políticos, funcionarios y narcotraficantes, el doble rasero en el discurso y la acción gubernamentales, junto al timing político y la partidización de los golpes a los malos, exhibe la intención de aprovechar de manera oportunista la situación.
Mientras el país se le deshace entre las manos, no sólo por el baño de sangre de la violencia reguladora, sino también por la agudización de la parálisis económica, lo más paradójico del caso es que Calderón pretenda gobernar desde los medios, en su afán por monopolizar el poder político para ponerlo al servicio de clanes familiares y grupos de ultraderecha vinculados con los intereses de corporaciones trasnacionales. Para ello necesita imponer al PAN en las elecciones parlamentarias de julio y disciplinar al PRI, lo que intenta garantizar mediante golpes quirúrgicos y propaganda negra, sin descartar que, como ocurrió en los comicios presidenciales de 2006, se esté fraguando otro megafraude de Estado.
En ese contexto, cabe recordar que Calderón envió al Congreso una iniciativa de ley que contiene una nueva figura denominada declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior. Ergo, un estado de excepción disfrazado. Sólo que él impulsó la violencia reguladora y desestabilizadora, y ahora, con el michoacanazo y la guerra sucia mediática, pretende convencer a los mexicanos de que todos los políticos son corruptos (lo cual en buena medida es cierto), y que su partido, Acción Nacional, es la única opción electoral. Falso. El PAN forma parte de la cadena de corrupción-simulación-impunidad. En buen romance, pues, la vía elegida por la cleptocracia en el poder es la de una militarización del país que, en un clima de caos y confusión, haga posible un virtual estado de sitio, como forma de garantizar los intereses del grupo dominante.
lunes, mayo 18, 2009
Influenza, recesión y teoría del shock
Carlos Fazio
Durante el pasado cuarto de siglo, México ha sido considerado un laboratorio de la mundialización neoliberal. País tercermundista, tierra de pobres hambrientos, desde la fraudulenta imposición de Felipe Calderón se sumaron la guerra y las muertes violentas en clave ascendente, y ahora llegó el flu mexicano, rebautizado por razones de imagen política como virus A/H1N1.
Hoy que la crisis sanitaria desapareció de los medios de difusión masiva con la misma celeridad con la que había llegado, algunas cosas van quedando claras. Por ejemplo, que luego de dos semanas de una demagogia oficial atemorizante y de saturación, a ratos triunfalista o chauvinista, que incluyó la manipulación de cifras, el engaño, la distorsión informativa y una campaña de rumores apocalípticos, afloró, bajo la influenza, el miedo. Un miedo pánico paralizador, fragmentador, desmovilizador de toda acción colectiva y de la solidaridad social.
Con el apoyo de las principales cadenas de radio y televisión bajo control monopólico, que en la coyuntura volvieron a actuar como dispositivo de poder de la actual estructura de dominación de clase, el gobierno logró sacar a millones de mexicanos del espacio público y los acuarteló en sus casas, presas pasivas del duopolio televisivo y sus papagayos. En otra clara acción de terrorismo mediático, los forjadores de opinión volvieron a sembrar alarmismo, temor y desolación, y ayudaron a construir en el imaginario colectivo la idea de un nuevo enemigo devastador oculto.
En ese ambiente manufacturado, la dictadura sanitaria de Calderón –como la llamó uno de sus apologistas– logró cuajar de facto, sin aprobación del Congreso (en abierta violación del artículo 29 constitucional), sin toque de queda formal ni tanques en las calles, una extraordinaria experiencia de control de población y disciplinamiento social. Entre otras medidas, el Estado de excepción sin fecha de caducidad decretado por Calderón permite el allanamiento de morada por la policía y el ejército, sin orden de cateo de alguna autoridad judicial, en flagrante violación de las garantías individuales.
Con el paso de los días y nuevas informaciones de especialistas y gobiernos extranjeros queda la sensación de que Calderón y su entorno exageraron la reacción a la influenza, y en un exceso de ortodoxia con la medicina amarga dieron otro golpe brutal al aparato productivo. Y ahora que se vuelve a la normalidad por decreto y reaparece la devastadora crisis económica global que ha sumido en la pobreza y el paro a millones de hombres y mujeres concretos, el saldo, en México, es el reforzamiento, desde arriba, en clave de lenguaje de guerra, de la violencia y el miedo, dos núcleos duros explotados por los medios para generar más inseguridad y fragmentación social.
Superada la crisis epidemiológica y sanitaria, tras el anuncio oficial de que pese a los programas contracíclicos gubernamentales México ya había entrado en recesión luego de dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo –información que se retrasó de manera deliberada–, se consolida el escenario propicio para la “teoría del shock”.
Creada por el monetarista Milton Friedman, padre de los Chicago boys que introdujeron a sangre y fuego el neoliberalismo en el cono sur en los años 70, dicha doctrina es la historia no oficial del libre mercado. Un programa de ingeniería social y económica que Naomi Klein identifica como el capitalismo del desastre. Se basa en la aplicación de eventos violentos o traumáticos para infundir miedo, temor y pánico a los individuos, con el fin de debilitarlos y doblegarlos, y, en el contexto de la crisis, introducir impopulares medidas de choque económico, que pueden llegar acompañadas de represión en un estado de excepción.
El virus A/H1N1 existe. Su epicentro fue Perote, Veracruz, y el gobierno lo ocultó. Pero como dice el epidemiólogo Marc Siegel, el virus más poderoso es el miedo. Por otra parte, más allá de teorías comparativas, todos esos elementos de la doctrina del shock están presentes en México. Incluida la terapia de choque económico, según las palabras utilizadas la semana pasada en Estados Unidos por el titular de Hacienda, Agustín Carstens. Ante el Consejo de las Américas, en presencia de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el secretario dijo que la terapia de choque funcionó durante la emergencia del flu mexicano, y que el gobierno prepara reformas estructurales adicionales para la segunda parte del año.
A confesión de parte, relevo de pruebas. Después de las elecciones de julio –otros comicios de miedo– vendrá lo peor. Incluido, tal vez, un oportuno rebrote del virus A/H1N1. Nuestro Al Qaeda de ocasión. Habrá que ver cuánto de ese miedo nocivo que ha sido inoculado desde las instancias oficiales a través de los medios, se quedará en el fondo de la sensibilidad social y por cuánto tiempo. Es difícil saberlo ahora.
No obstante, a pesar de la fatalidad inducida en la hora, existen opciones para desplazar la guerra mediática manipuladora reproductora de la ideología dominante y llevarla al terreno de lo público. A los espacios comunes, a la calle, los parques, los foros abiertos y las universidades. Y, como dice Robinson Salazar, dado que el verdadero pavor reside en la subjetividad de los que mandan –en los grandes financistas, banqueros, empresarios y sus administradores de turno–, temerosos de la movilización popular y los sujetos rebeldes y libertarios, la mejor estrategia para romper con las ataduras mediáticas y los espantos engañosos de moda son la contrainformación, la organización y la participación, con un sentido de cambio profundo de las injustas estructuras. Por cierto, ¿qué habrá querido decir Fidel Castro con eso de que Calderón suspendió un viaje que ya había suspendido?
Durante el pasado cuarto de siglo, México ha sido considerado un laboratorio de la mundialización neoliberal. País tercermundista, tierra de pobres hambrientos, desde la fraudulenta imposición de Felipe Calderón se sumaron la guerra y las muertes violentas en clave ascendente, y ahora llegó el flu mexicano, rebautizado por razones de imagen política como virus A/H1N1.
Hoy que la crisis sanitaria desapareció de los medios de difusión masiva con la misma celeridad con la que había llegado, algunas cosas van quedando claras. Por ejemplo, que luego de dos semanas de una demagogia oficial atemorizante y de saturación, a ratos triunfalista o chauvinista, que incluyó la manipulación de cifras, el engaño, la distorsión informativa y una campaña de rumores apocalípticos, afloró, bajo la influenza, el miedo. Un miedo pánico paralizador, fragmentador, desmovilizador de toda acción colectiva y de la solidaridad social.
Con el apoyo de las principales cadenas de radio y televisión bajo control monopólico, que en la coyuntura volvieron a actuar como dispositivo de poder de la actual estructura de dominación de clase, el gobierno logró sacar a millones de mexicanos del espacio público y los acuarteló en sus casas, presas pasivas del duopolio televisivo y sus papagayos. En otra clara acción de terrorismo mediático, los forjadores de opinión volvieron a sembrar alarmismo, temor y desolación, y ayudaron a construir en el imaginario colectivo la idea de un nuevo enemigo devastador oculto.
En ese ambiente manufacturado, la dictadura sanitaria de Calderón –como la llamó uno de sus apologistas– logró cuajar de facto, sin aprobación del Congreso (en abierta violación del artículo 29 constitucional), sin toque de queda formal ni tanques en las calles, una extraordinaria experiencia de control de población y disciplinamiento social. Entre otras medidas, el Estado de excepción sin fecha de caducidad decretado por Calderón permite el allanamiento de morada por la policía y el ejército, sin orden de cateo de alguna autoridad judicial, en flagrante violación de las garantías individuales.
Con el paso de los días y nuevas informaciones de especialistas y gobiernos extranjeros queda la sensación de que Calderón y su entorno exageraron la reacción a la influenza, y en un exceso de ortodoxia con la medicina amarga dieron otro golpe brutal al aparato productivo. Y ahora que se vuelve a la normalidad por decreto y reaparece la devastadora crisis económica global que ha sumido en la pobreza y el paro a millones de hombres y mujeres concretos, el saldo, en México, es el reforzamiento, desde arriba, en clave de lenguaje de guerra, de la violencia y el miedo, dos núcleos duros explotados por los medios para generar más inseguridad y fragmentación social.
Superada la crisis epidemiológica y sanitaria, tras el anuncio oficial de que pese a los programas contracíclicos gubernamentales México ya había entrado en recesión luego de dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo –información que se retrasó de manera deliberada–, se consolida el escenario propicio para la “teoría del shock”.
Creada por el monetarista Milton Friedman, padre de los Chicago boys que introdujeron a sangre y fuego el neoliberalismo en el cono sur en los años 70, dicha doctrina es la historia no oficial del libre mercado. Un programa de ingeniería social y económica que Naomi Klein identifica como el capitalismo del desastre. Se basa en la aplicación de eventos violentos o traumáticos para infundir miedo, temor y pánico a los individuos, con el fin de debilitarlos y doblegarlos, y, en el contexto de la crisis, introducir impopulares medidas de choque económico, que pueden llegar acompañadas de represión en un estado de excepción.
El virus A/H1N1 existe. Su epicentro fue Perote, Veracruz, y el gobierno lo ocultó. Pero como dice el epidemiólogo Marc Siegel, el virus más poderoso es el miedo. Por otra parte, más allá de teorías comparativas, todos esos elementos de la doctrina del shock están presentes en México. Incluida la terapia de choque económico, según las palabras utilizadas la semana pasada en Estados Unidos por el titular de Hacienda, Agustín Carstens. Ante el Consejo de las Américas, en presencia de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el secretario dijo que la terapia de choque funcionó durante la emergencia del flu mexicano, y que el gobierno prepara reformas estructurales adicionales para la segunda parte del año.
A confesión de parte, relevo de pruebas. Después de las elecciones de julio –otros comicios de miedo– vendrá lo peor. Incluido, tal vez, un oportuno rebrote del virus A/H1N1. Nuestro Al Qaeda de ocasión. Habrá que ver cuánto de ese miedo nocivo que ha sido inoculado desde las instancias oficiales a través de los medios, se quedará en el fondo de la sensibilidad social y por cuánto tiempo. Es difícil saberlo ahora.
No obstante, a pesar de la fatalidad inducida en la hora, existen opciones para desplazar la guerra mediática manipuladora reproductora de la ideología dominante y llevarla al terreno de lo público. A los espacios comunes, a la calle, los parques, los foros abiertos y las universidades. Y, como dice Robinson Salazar, dado que el verdadero pavor reside en la subjetividad de los que mandan –en los grandes financistas, banqueros, empresarios y sus administradores de turno–, temerosos de la movilización popular y los sujetos rebeldes y libertarios, la mejor estrategia para romper con las ataduras mediáticas y los espantos engañosos de moda son la contrainformación, la organización y la participación, con un sentido de cambio profundo de las injustas estructuras. Por cierto, ¿qué habrá querido decir Fidel Castro con eso de que Calderón suspendió un viaje que ya había suspendido?
lunes, mayo 04, 2009
El aprendiz de brujo
Carlos Fazio
México vive una profunda crisis general: económica, financiera, política, cultural, de seguridad. Lo extraordinario tiende a convertirse en ordinario. La política económica de Felipe Calderón, continuadora de los cuatro anteriores gobiernos neoliberales, ha conducido al país al caos y la miseria. Como nunca, por encima de partidos, clases y estamentos, esa política es rechazada por la mayoría de la población.
¿Adónde va el desgobierno de Calderón? El engaño marcha acompañado de la torpeza. No fue sólo el engaño con fines electorales en 2006. Fue también un engaño para reincidir, sin imaginación y sin grandeza, en el error. Y para acentuarlo, con el consiguiente efecto acumulativo del mal. El gobierno tiene la responsabilidad de gobernar; pero gobernar no se reduce a ocupar puestos de mando, tampoco es acallar ni reprimir. Menos militarizar el país con la excusa de pacificarlo. Nunca las medidas de emergencia fueron solución para las crisis. No lo será tampoco la iniciativa de reforma a la Ley de Seguridad Nacional presentada al Senado por Felipe Calderón. De golpe o gradualmente, la fuerza trae la fuerza; es su ínsita lógica avasalladora. Cuando un gobierno cree o simula creer que el disgusto generalizado es obra de agitadores profesionales a los que identifica como peligros para México, o cuando potencia la criminalidad y la violencia para justificar la fuerza desmedida del Ejército, en un afán por encubrir su propia debilidad e ilegitimidad cae, de manera indeludible, en una sucesión de paroxismos. Calderón confunde energía con amenazas y palos de ciego.
¿Hasta qué extremos será llevada la militarización del país? ¿La legalización de la práctica anticonstitucional de encargar la seguridad pública a las fuerzas armadas, impondrá de facto un estado de excepción que, a la postre, se convertirá en permanente? ¿En verdad se justifica la suspensión de garantías básicas como la libertad de asociación, de expresión y libre tránsito, así como la arrogación de poderes discrecionales por el Ejecutivo, con el fin de asegurar la seguridad y la paz nacionales? ¿No hay nadie en el entorno cercano de Calderón que le exija un mínimo, nada más que un mínimo, de lucidez? ¿La necesaria para cambiar el rumbo, antes de que la maquinaria que ha puesto en marcha lo haga su prisionero y lo triture? ¿Antes de que el país se vea afrontado a la desesperación o la servidumbre?
Dictadura, dice el diccionario, es el gobierno que, invocando el interés público, se ejerce fuera de las leyes constitucionales del país. Los diccionarios no marchan siempre de par con la semántica. Las técnicas se afinan y los hechos no se compadecen con las palabras. El arte de gobernar no es el arte del boxeo. Ni siquiera en tiempos de pánico y sensacionalismo mediático inducidos por una influenza humana benigna como cortina diversionista fraudulenta. Existen ya signos ominosos. Un documento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos exhibe la recurrencia de la tortura como método de interrogatorio, aplicada por militares en el contexto de la guerra contra las drogas de Calderón. A lo que se agrega el anuncio formulado por el secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, Monte Alejandro Rubido, de que el Ejército seguirá en las calles hasta 2013.
El régimen de Calderón pretende ocultar su total incapacidad tras la fuerza. Es la lógica interna del actual modelo de dominación clasista. Pero quienes gobiernan y disponen de la fuerza están más obligados que los gobernados a dominar el impulso de recurrir a la violencia. Resulta fastidioso tener que recordar verdades tan simples: que la violencia engendra más violencia. Y no hay que ser adivino: detrás de la militarización de algunos vendrá la de los demás. A propósito, cabe recordar una vez más el viejo apotegma de que las bayonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas. Conviene agregar que las bayonetas tampoco sirven para obligar a hacer lo que no se quiere hacer. La fuerza militar no impedirá la resistencia. Y lo que es peor: la fuerza impotente y burlada puede enloquecer. Ser cada vez más fuerza desvalida y hundirse en la violencia. Esa historia ya la conocemos. Incluidos los prestamos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo como complemento de una militarización made in USA, que llega ahora en clave de ASPAN e Iniciativa Mérida, santiguada por el bueno de Barack Obama.
No habrá pacificación mientras la crisis continúe. De manera transitoria, el garrote podrá imponer la paz. Pero será la paz de los cementerios y de las cárceles, a la postre foco inagotable de estallidos. Es verdad, sí, que la iniciativa calderonista en materia de seguridad nacional abona el camino hacia el golpismo. Por decisión propia, Calderón se ha adentrado en un tembladeral y la alternativa es inequívoca: o la violencia o el diálogo nacional. Pero el régimen no ha manifestado ninguna voluntad para dialogar o enmendar el rumbo. El inquilino de Los Pinos se considera el dueño absoluto de la fuerza y de la verdad. De a ratos practica un maniqueísmo inquisitorial. Con él está todo el país sano y quienes no están con él están contra él y son los agentes del caos y la anarquía. El gobierno quiere mandar, imponer, someter; para él la pacificación es amansamiento. El Estado soy yo; la ley soy yo; la justicia soy yo.
Después de haber montado la maquinaria, Calderón se considera obligado a echarle más y más combustible. Pero pronto, él y los parlamentarios que se han dejado ganar por la parálisis de la complicidad, descubrirán que el monstruo en marcha se les vendrá encima. ¿Y después? Ninguna noche de San Bartolomé ha logrado erradicar de la faz de la Tierra a esa peste que son o somos los que protestan. Después, los gobernantes de la hora, que marchan a contramano de la historia, comprobarán también que han sido otros tantos aprendices de brujo.
México vive una profunda crisis general: económica, financiera, política, cultural, de seguridad. Lo extraordinario tiende a convertirse en ordinario. La política económica de Felipe Calderón, continuadora de los cuatro anteriores gobiernos neoliberales, ha conducido al país al caos y la miseria. Como nunca, por encima de partidos, clases y estamentos, esa política es rechazada por la mayoría de la población.
¿Adónde va el desgobierno de Calderón? El engaño marcha acompañado de la torpeza. No fue sólo el engaño con fines electorales en 2006. Fue también un engaño para reincidir, sin imaginación y sin grandeza, en el error. Y para acentuarlo, con el consiguiente efecto acumulativo del mal. El gobierno tiene la responsabilidad de gobernar; pero gobernar no se reduce a ocupar puestos de mando, tampoco es acallar ni reprimir. Menos militarizar el país con la excusa de pacificarlo. Nunca las medidas de emergencia fueron solución para las crisis. No lo será tampoco la iniciativa de reforma a la Ley de Seguridad Nacional presentada al Senado por Felipe Calderón. De golpe o gradualmente, la fuerza trae la fuerza; es su ínsita lógica avasalladora. Cuando un gobierno cree o simula creer que el disgusto generalizado es obra de agitadores profesionales a los que identifica como peligros para México, o cuando potencia la criminalidad y la violencia para justificar la fuerza desmedida del Ejército, en un afán por encubrir su propia debilidad e ilegitimidad cae, de manera indeludible, en una sucesión de paroxismos. Calderón confunde energía con amenazas y palos de ciego.
¿Hasta qué extremos será llevada la militarización del país? ¿La legalización de la práctica anticonstitucional de encargar la seguridad pública a las fuerzas armadas, impondrá de facto un estado de excepción que, a la postre, se convertirá en permanente? ¿En verdad se justifica la suspensión de garantías básicas como la libertad de asociación, de expresión y libre tránsito, así como la arrogación de poderes discrecionales por el Ejecutivo, con el fin de asegurar la seguridad y la paz nacionales? ¿No hay nadie en el entorno cercano de Calderón que le exija un mínimo, nada más que un mínimo, de lucidez? ¿La necesaria para cambiar el rumbo, antes de que la maquinaria que ha puesto en marcha lo haga su prisionero y lo triture? ¿Antes de que el país se vea afrontado a la desesperación o la servidumbre?
Dictadura, dice el diccionario, es el gobierno que, invocando el interés público, se ejerce fuera de las leyes constitucionales del país. Los diccionarios no marchan siempre de par con la semántica. Las técnicas se afinan y los hechos no se compadecen con las palabras. El arte de gobernar no es el arte del boxeo. Ni siquiera en tiempos de pánico y sensacionalismo mediático inducidos por una influenza humana benigna como cortina diversionista fraudulenta. Existen ya signos ominosos. Un documento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos exhibe la recurrencia de la tortura como método de interrogatorio, aplicada por militares en el contexto de la guerra contra las drogas de Calderón. A lo que se agrega el anuncio formulado por el secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, Monte Alejandro Rubido, de que el Ejército seguirá en las calles hasta 2013.
El régimen de Calderón pretende ocultar su total incapacidad tras la fuerza. Es la lógica interna del actual modelo de dominación clasista. Pero quienes gobiernan y disponen de la fuerza están más obligados que los gobernados a dominar el impulso de recurrir a la violencia. Resulta fastidioso tener que recordar verdades tan simples: que la violencia engendra más violencia. Y no hay que ser adivino: detrás de la militarización de algunos vendrá la de los demás. A propósito, cabe recordar una vez más el viejo apotegma de que las bayonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas. Conviene agregar que las bayonetas tampoco sirven para obligar a hacer lo que no se quiere hacer. La fuerza militar no impedirá la resistencia. Y lo que es peor: la fuerza impotente y burlada puede enloquecer. Ser cada vez más fuerza desvalida y hundirse en la violencia. Esa historia ya la conocemos. Incluidos los prestamos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo como complemento de una militarización made in USA, que llega ahora en clave de ASPAN e Iniciativa Mérida, santiguada por el bueno de Barack Obama.
No habrá pacificación mientras la crisis continúe. De manera transitoria, el garrote podrá imponer la paz. Pero será la paz de los cementerios y de las cárceles, a la postre foco inagotable de estallidos. Es verdad, sí, que la iniciativa calderonista en materia de seguridad nacional abona el camino hacia el golpismo. Por decisión propia, Calderón se ha adentrado en un tembladeral y la alternativa es inequívoca: o la violencia o el diálogo nacional. Pero el régimen no ha manifestado ninguna voluntad para dialogar o enmendar el rumbo. El inquilino de Los Pinos se considera el dueño absoluto de la fuerza y de la verdad. De a ratos practica un maniqueísmo inquisitorial. Con él está todo el país sano y quienes no están con él están contra él y son los agentes del caos y la anarquía. El gobierno quiere mandar, imponer, someter; para él la pacificación es amansamiento. El Estado soy yo; la ley soy yo; la justicia soy yo.
Después de haber montado la maquinaria, Calderón se considera obligado a echarle más y más combustible. Pero pronto, él y los parlamentarios que se han dejado ganar por la parálisis de la complicidad, descubrirán que el monstruo en marcha se les vendrá encima. ¿Y después? Ninguna noche de San Bartolomé ha logrado erradicar de la faz de la Tierra a esa peste que son o somos los que protestan. Después, los gobernantes de la hora, que marchan a contramano de la historia, comprobarán también que han sido otros tantos aprendices de brujo.
jueves, marzo 19, 2009
CONVOCATORIA FORO "VÁYANSE O LOS SACAMOS"
Adjuntamente les estamos enviando el Poster-Convocatoria al Foro de Análisis, Organización y Discusión ¡VÁYANSE O LOS SACAMOS! convocado por la Regional La Otra Huasteca-Totonacapan y La Otra Campaña en el sur de Tamaulipas para llevarse a cabo los días 28 y 29 de marzo del presente año en el La Guarda Teatro de la Sombras de Tampico, Tamaulipas.El texto de la Convocatoria se los enviamos en un siguiente correo, sirva éste para iniciar los trabajos preparatorios del Foro y para iniciar los registros de participantes que deberán hacerse al correo: laotratamaulipas@gmail.com.Con el texto de la convocatoria haremos llegar recomendaciones y propuestas para tod0s los participantes. Esperamos también sus comentarios, propuestas y sugerencias. Reciban nuestros saludos solidarios y los esperamos.
Porque no hay de otra, más que La Otra....
La Otra Campaña
Sur de Tamaulipas
Comisión de Enlace
Ana María, Ángel, José, Víctor
domingo, marzo 15, 2009
En El Salvador se puede conformar un gobierno progresista
El columnista del diario La Jornada Carlos Fazio, consideró que de resultar electo el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Mauricio Funes, El Salvador se podría unir a los procesos progresistas de la región latinoamericana. Igualmente, precisó que desde el punto de vista "más allá de lo simbólico, de una guerrilla en el Gobierno, implicaría la consolidación de una alianza de gobiernos de corte nacionalista, progresista o izquierdista, según los países que se nuclean hoy alrededor del ALBA (Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América)".
"Tenemos que recordar que Arena es el partido que ha sido sindicado como el asesino intelectual de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, ex arzobispo de El Salvador", dijo Fazio.
En vísperas de las elecciones presidenciales de El Salvador a realizarse el venidero domingo 15 de marzo, el periodista y analista internacional del diario La Jornada, Carlos Fazio, precisó este viernes que el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Mauricio Funes, de resultar electo, podría unirse a los procesos progresistas latinoamericanos.
"A los sandinistas, al proceso en Ecuador con (Rafael) Correa, a la integración del Gobierno de Evo Morales en Bolivia, con la Venezuela de Hugo Chávez, y con Cuba, siempre ahí en este entendimiento de fuerzas progresistas", dijo.
Fazio ofreció en entrevista exclusiva a TeleSUR desde México, su visión en torno al tema. A continuación, presentamos la entrevista íntegra:
- ¿Cuál es la importancia de estas elecciones en El Salvador, por qué podemos considerarlas históricas?
Esta elección es histórica en El Salvador porque por primera vez, con casi certeza, una antigua guerrilla, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional está al borde de acceder por la vía eleccionaria a la posición del Gobierno. Es decir, la elección enfrenta dos enemigos históricos de la Guerra Fría: el Partido Arena (Alianza Republicana Nacionalista), que es el que después de las negociaciones de paz en el Castillo de Chapultepec entre el Gobierno y la guerrilla de El Salvador, se consolidó durante varios años en el poder.
Tenemos que recordar que Arena es el partido que ha sido sindicado como el asesino intelectual de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, que justamente unos días antes de que lo mataran había pedido a las Fuerzas Armadas que no dispararan contra el pueblo y por eso lo mataron.
Entonces bueno, ese es el significado histórico después de años de una guerra civil en el marco de la Guerra Fría, hoy la antigua guerrilla, que llegó incluso a controlar barrios de la periferia de El Salvador, en una guerra que no ganó simplemente por el apoyo millonario en dólares que cada día suministraban las administraciones de (Ronald) Reagan y (George) Bush padre a los gobiernos salvadoreños de la época.
- ¿Qué implicaciones tiene que una ex guerrilla, ahora partido político, pueda acceder a la presidencia de El Salvador? ¿Qué significa para América Latina?
El tema es que una guerrilla luego de unos acuerdos de paz se volcó a la vida civil digamos, en los carriles institucionales, si se puede hablar de institucionalidad en países como El Salvador. Pero se da en el marco de una serie de procesos similiares en América Latina.
Tenemos por ejemplo, en Bolivia un vicepresidente que también fue guerrillero y estuvo preso por ser guerrillero, ya vemos en el caso del Frente Amplio de Uruguay que obtuvo el Gobierno hace 4 años y la fuerza principal dentro del Frente Amplio es el MPP, Movimiento de Participación Popular, que es el brazo, digamos más amplio en esta etapa.
Del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro en la antigua guerrilla, y hoy precisamente en Uruguay, en el momento que está teniendo esta elección el domingo en El Salvador, José Pepe Mujica, uno de los fundadores de los Tupamaros de Uruguay, está primero en las encuestas y dentro de la interna del Frente Amplio para ser el candidato a la presidencia en noviembre en Uruguay.
Entonces, es como que las antiguas guerrillas, convertidas hoy en organismos civiles e integrada a procesos de coalición más amplio, están disputando por la vía legal el Gobierno dentro de la institucionalidad.
- En este sentido, habría la posibilidad de que el FMLN tuviera un resultado adverso, ¿se está jugando con el miedo?, ¿y cuáles serían los obstáculos entonces, digamos la contraparte?
Es natural que en la coyuntura previa a los comicios del domingo, el partido Arena, como partido de ultraderecha que es, al igual que la derecha latinoamericana, asusten a los electores con el fantasma del miedo. Incluso han llegado a hablar de que (Mauricio) Funes podría sumarse a la iniciativa del presidente (Hugo) Chávez de Venezuela por un Socialismo del Siglo XXI, es decir, están intentando asustar a la población.

En vísperas de las elecciones presidenciales de El Salvador a realizarse el venidero domingo 15 de marzo, el periodista y analista internacional del diario La Jornada, Carlos Fazio, precisó este viernes que el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Mauricio Funes, de resultar electo, podría unirse a los procesos progresistas latinoamericanos.
"A los sandinistas, al proceso en Ecuador con (Rafael) Correa, a la integración del Gobierno de Evo Morales en Bolivia, con la Venezuela de Hugo Chávez, y con Cuba, siempre ahí en este entendimiento de fuerzas progresistas", dijo.
Fazio ofreció en entrevista exclusiva a TeleSUR desde México, su visión en torno al tema. A continuación, presentamos la entrevista íntegra:
- ¿Cuál es la importancia de estas elecciones en El Salvador, por qué podemos considerarlas históricas?
Esta elección es histórica en El Salvador porque por primera vez, con casi certeza, una antigua guerrilla, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional está al borde de acceder por la vía eleccionaria a la posición del Gobierno. Es decir, la elección enfrenta dos enemigos históricos de la Guerra Fría: el Partido Arena (Alianza Republicana Nacionalista), que es el que después de las negociaciones de paz en el Castillo de Chapultepec entre el Gobierno y la guerrilla de El Salvador, se consolidó durante varios años en el poder.
Tenemos que recordar que Arena es el partido que ha sido sindicado como el asesino intelectual de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, que justamente unos días antes de que lo mataran había pedido a las Fuerzas Armadas que no dispararan contra el pueblo y por eso lo mataron.
Entonces bueno, ese es el significado histórico después de años de una guerra civil en el marco de la Guerra Fría, hoy la antigua guerrilla, que llegó incluso a controlar barrios de la periferia de El Salvador, en una guerra que no ganó simplemente por el apoyo millonario en dólares que cada día suministraban las administraciones de (Ronald) Reagan y (George) Bush padre a los gobiernos salvadoreños de la época.
- ¿Qué implicaciones tiene que una ex guerrilla, ahora partido político, pueda acceder a la presidencia de El Salvador? ¿Qué significa para América Latina?
El tema es que una guerrilla luego de unos acuerdos de paz se volcó a la vida civil digamos, en los carriles institucionales, si se puede hablar de institucionalidad en países como El Salvador. Pero se da en el marco de una serie de procesos similiares en América Latina.
Tenemos por ejemplo, en Bolivia un vicepresidente que también fue guerrillero y estuvo preso por ser guerrillero, ya vemos en el caso del Frente Amplio de Uruguay que obtuvo el Gobierno hace 4 años y la fuerza principal dentro del Frente Amplio es el MPP, Movimiento de Participación Popular, que es el brazo, digamos más amplio en esta etapa.
Del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro en la antigua guerrilla, y hoy precisamente en Uruguay, en el momento que está teniendo esta elección el domingo en El Salvador, José Pepe Mujica, uno de los fundadores de los Tupamaros de Uruguay, está primero en las encuestas y dentro de la interna del Frente Amplio para ser el candidato a la presidencia en noviembre en Uruguay.
Entonces, es como que las antiguas guerrillas, convertidas hoy en organismos civiles e integrada a procesos de coalición más amplio, están disputando por la vía legal el Gobierno dentro de la institucionalidad.
- En este sentido, habría la posibilidad de que el FMLN tuviera un resultado adverso, ¿se está jugando con el miedo?, ¿y cuáles serían los obstáculos entonces, digamos la contraparte?
Es natural que en la coyuntura previa a los comicios del domingo, el partido Arena, como partido de ultraderecha que es, al igual que la derecha latinoamericana, asusten a los electores con el fantasma del miedo. Incluso han llegado a hablar de que (Mauricio) Funes podría sumarse a la iniciativa del presidente (Hugo) Chávez de Venezuela por un Socialismo del Siglo XXI, es decir, están intentando asustar a la población.
Lo que sí es que desde el punto de vista más allá de lo simbólico, de una guerrilla en el Gobierno, implicaría la consolidación de una alianza de gobiernos de corte nacionalista, progresista o izquierdista, según los países que se nuclean hoy alrededor del ALBA (Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América), esta coalición que, entre economías que si no son del todo iguales, están planteando formas de entendimiento distintas a las que por separado cada país tenía normalmente con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el Banco Mundial, con el Banco Interamericano de Desarrollo.
Es decir, el significado es que vendría a sumarse el FMLN a los sandinistas, al proceso en Ecuador con (Rafael) Correa, a la integración del Gobierno de Evo Morales en Bolivia con la Venezuela de Hugo Chávez, y con Cuba, siempre ahí en este entendimiento de fuerzas progresistas.
Es decir, el significado es que vendría a sumarse el FMLN a los sandinistas, al proceso en Ecuador con (Rafael) Correa, a la integración del Gobierno de Evo Morales en Bolivia con la Venezuela de Hugo Chávez, y con Cuba, siempre ahí en este entendimiento de fuerzas progresistas.
"Tenemos por ejemplo, en Bolivia un vicepresidente que también fue guerrillero y estuvo preso por ser guerrillero, ya vemos en el caso del Frente Amplio de Uruguay que obtuvo el Gobierno hace 4 años y la fuerza principal dentro del Frente Amplio es el MPP, Movimiento de Participación Popular, que es el brazo, digamos más amplio en esta etapa."
martes, marzo 10, 2009
Los marines llegaron ya

Finalmente, Estados Unidos tiene a México donde quería: en la fase de colombianización. Es decir, al borde de una intervención larvada y por etapas del Pentágono. Pasaron 13 años desde que el entonces secretario de Defensa estadunidense William Perry dijera ante 10 mil soldados y cadetes y la plana mayor de las fuerzas armadas mexicanas, en el Campo Militar No. 1, que la seguridad nacional entre su país y México era el “tercer vínculo” sobre el que ambas naciones cimentarían una relación unida, ya, por lazos políticos y económicos. Desde entonces, la “sana distancia” que había prevalecido en las relaciones entre los ejércitos de Estados Unidos y México comenzó a acortarse, y los últimos residuos de nacionalismo castrense cedieron paso a una remozada doctrina contrainsurgente de cuño estadunidense, que tomó como el “enemigo interno” al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y al Ejército Popular Revolucionario (EPR), y en años recientes a los ejidatarios de Atenco y La Parota y los pueblos de Oaxaca.
Con la coartada de la soberanía limitada y la “seguridad democrática”, valiéndose de eufemismos tales como la “cooperación militar” y las “acciones mancomunadas” de las fuerzas armadas de ambos países contra los cárteles de la droga, el intervencionismo bueno del Pentágono no será ahora con bombas, misiles y proyectiles, sino con asesores, agentes encubiertos y mercenarios (que bajo la fachada de “contratistas privados de seguridad” serán los encargados del trabajo sucio en la “guerra” de Felipe Calderón contra los malos).
Todo eso ya existe, claro. Pero se intensificará con la “ampliación” de la llamada Iniciativa Mérida, que al final resultó que era el Plan México disfrazado, símil del fracasado Plan Colombia, según reveló sin aspavientos Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos. Y cosa curiosa: Mullen, el militar de más alto rango de la administración de Barack Obama, cuyo comando había identificado a México como un Estado fallido próximo a un “colapso rápido y repentino”, y por tanto sujeto de una intervención militar de Estados Unidos, no acaparó las primeras planas a su paso por México.
La razón es obvia: ya había hecho su tarea. La guerra de intoxicación mediática que arreció en vísperas y tras la asunción de Obama en la Casa Blanca en enero pasado, en la que participaron el presidente saliente, George W. Bush (“México, primera línea de guerra”), el jefe del Pentágono, Robert Gates, y los titulares de los principales organismos de seguridad e inteligencia de la administración demócrata (CIA, FBI, DEA, Seguridad Interna) lograron construir la noción de México como Estado fallido, para el aterrizaje suave, ahora, de la “ayuda invasora” (Javier Ibarrola dixit) que salvará a México de los malos.
Como en la ex Yugoslavia –balcanizada en siete pequeñas naciones por la alianza occidental comandada por Estados Unidos–, y después del 11 de septiembre de 2001 en Afganistán, Irak, Pakistán, Irán, Venezuela, Cuba, Bolivia y otros puntos calientes del orbe, Washington libra una guerra asimétrica contra México, con apoyo de sus alfiles locales. La “guerra infinita” de Bush contra el terrorismo –un “enemigo sin fronteras”– fue impuesta a Canadá y México por conducto de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN, 2005), y ante los fracasados intentos por fabricar una narcoguerrilla creíble, bajo el calderonismo adquirió la forma de una “guerra” a los cárteles de la droga, como elemento idóneo para la construcción social del caos y el miedo.
En ello han venido trabajando, sin éxito aparente por ahora, expertos en detonar desenlaces sociales y políticos mediante operaciones de guerra sicológica orientadas a direccionar y controlar la conducta social masiva.
La guerra asimétrica o de cuarta generación es descentralizada, dispersa y utiliza escenarios combinados sobre un territorio. En su desarrollo se borran las fronteras entre el soldado y los civiles, entre los campos de batalla y la seguridad urbana, y adquiere la forma de una violencia social extrema y sin orden aparente de continuidad. Elementos que están presentes en el México actual, un día en Ciudad Juárez, otro en Uruapan o Reynosa, otro más en Cancún o La Marquesa.
Dado que el empleo planificado de la propaganda y el uso de tácticas y estrategias de control social mediante la manipulación informativa y la acción sicológica le son consustanciales, en este tipo de guerra los medios de difusión masiva son los nuevos ejércitos de conquista. El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático. Las consignas y las imágenes sustituyen a las armas de destrucción masiva. Sólo que las consignas de Calderón en pro de una “cruzada” masiva contra los malos (“vamos ganando por goleada”, “negociar con el narco, idea estúpida”, “sin esta guerra el próximo presidente sería narcotraficante”) y las imágenes con montañas de decapitados desnudos y otras expresiones de violencia extrema, así como la “operación limpieza” de malos funcionarios (impuesta por el Congreso bipartidista de Estados Unidos para liberar los fondos del Plan México) y los llamados a los comunicadores a ejercer un “periodismo patriótico” no prenden todavía en las audiencias objetivo del mensaje.
En el fondo, se busca anular la capacidad de pensar. Son consignas dirigidas a destruir el pensamiento reflexivo (información-procesamiento-síntesis) y a sustituirlo por una sucesión de imágenes sin resolución de tiempo y espacio (alienación controlada). El objetivo es que la gente no piense información (el qué, por qué y para qué de cada noticia), sino que consuma órdenes sicológicas direccionadas, de manera acrítica y pasiva. Cuando los medios bombardean a Bin Laden o Al Qaeda, se están consumiendo consignas de miedo asociadas con el “terrorismo islámico”. Igual ocurre con Los Zetas y otras fabricaciones en México. Sólo que aquí es una guerra de malos contra malos en un Estado fracasado. Y para que México no colapse, Obama ya enviará a sus marines. A eso vino el almirante Mullen.
Con la coartada de la soberanía limitada y la “seguridad democrática”, valiéndose de eufemismos tales como la “cooperación militar” y las “acciones mancomunadas” de las fuerzas armadas de ambos países contra los cárteles de la droga, el intervencionismo bueno del Pentágono no será ahora con bombas, misiles y proyectiles, sino con asesores, agentes encubiertos y mercenarios (que bajo la fachada de “contratistas privados de seguridad” serán los encargados del trabajo sucio en la “guerra” de Felipe Calderón contra los malos).
Todo eso ya existe, claro. Pero se intensificará con la “ampliación” de la llamada Iniciativa Mérida, que al final resultó que era el Plan México disfrazado, símil del fracasado Plan Colombia, según reveló sin aspavientos Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos. Y cosa curiosa: Mullen, el militar de más alto rango de la administración de Barack Obama, cuyo comando había identificado a México como un Estado fallido próximo a un “colapso rápido y repentino”, y por tanto sujeto de una intervención militar de Estados Unidos, no acaparó las primeras planas a su paso por México.
La razón es obvia: ya había hecho su tarea. La guerra de intoxicación mediática que arreció en vísperas y tras la asunción de Obama en la Casa Blanca en enero pasado, en la que participaron el presidente saliente, George W. Bush (“México, primera línea de guerra”), el jefe del Pentágono, Robert Gates, y los titulares de los principales organismos de seguridad e inteligencia de la administración demócrata (CIA, FBI, DEA, Seguridad Interna) lograron construir la noción de México como Estado fallido, para el aterrizaje suave, ahora, de la “ayuda invasora” (Javier Ibarrola dixit) que salvará a México de los malos.
Como en la ex Yugoslavia –balcanizada en siete pequeñas naciones por la alianza occidental comandada por Estados Unidos–, y después del 11 de septiembre de 2001 en Afganistán, Irak, Pakistán, Irán, Venezuela, Cuba, Bolivia y otros puntos calientes del orbe, Washington libra una guerra asimétrica contra México, con apoyo de sus alfiles locales. La “guerra infinita” de Bush contra el terrorismo –un “enemigo sin fronteras”– fue impuesta a Canadá y México por conducto de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN, 2005), y ante los fracasados intentos por fabricar una narcoguerrilla creíble, bajo el calderonismo adquirió la forma de una “guerra” a los cárteles de la droga, como elemento idóneo para la construcción social del caos y el miedo.
En ello han venido trabajando, sin éxito aparente por ahora, expertos en detonar desenlaces sociales y políticos mediante operaciones de guerra sicológica orientadas a direccionar y controlar la conducta social masiva.
La guerra asimétrica o de cuarta generación es descentralizada, dispersa y utiliza escenarios combinados sobre un territorio. En su desarrollo se borran las fronteras entre el soldado y los civiles, entre los campos de batalla y la seguridad urbana, y adquiere la forma de una violencia social extrema y sin orden aparente de continuidad. Elementos que están presentes en el México actual, un día en Ciudad Juárez, otro en Uruapan o Reynosa, otro más en Cancún o La Marquesa.
Dado que el empleo planificado de la propaganda y el uso de tácticas y estrategias de control social mediante la manipulación informativa y la acción sicológica le son consustanciales, en este tipo de guerra los medios de difusión masiva son los nuevos ejércitos de conquista. El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático. Las consignas y las imágenes sustituyen a las armas de destrucción masiva. Sólo que las consignas de Calderón en pro de una “cruzada” masiva contra los malos (“vamos ganando por goleada”, “negociar con el narco, idea estúpida”, “sin esta guerra el próximo presidente sería narcotraficante”) y las imágenes con montañas de decapitados desnudos y otras expresiones de violencia extrema, así como la “operación limpieza” de malos funcionarios (impuesta por el Congreso bipartidista de Estados Unidos para liberar los fondos del Plan México) y los llamados a los comunicadores a ejercer un “periodismo patriótico” no prenden todavía en las audiencias objetivo del mensaje.
En el fondo, se busca anular la capacidad de pensar. Son consignas dirigidas a destruir el pensamiento reflexivo (información-procesamiento-síntesis) y a sustituirlo por una sucesión de imágenes sin resolución de tiempo y espacio (alienación controlada). El objetivo es que la gente no piense información (el qué, por qué y para qué de cada noticia), sino que consuma órdenes sicológicas direccionadas, de manera acrítica y pasiva. Cuando los medios bombardean a Bin Laden o Al Qaeda, se están consumiendo consignas de miedo asociadas con el “terrorismo islámico”. Igual ocurre con Los Zetas y otras fabricaciones en México. Sólo que aquí es una guerra de malos contra malos en un Estado fracasado. Y para que México no colapse, Obama ya enviará a sus marines. A eso vino el almirante Mullen.
sábado, marzo 07, 2009
Fazio y Álvaro Delgado en la col. Postal
Sábado 7 de marzo
el Círculo de Estudios Buzón Ciudadano tiene el honor de invitar a los excelentes periodistas y analistas políticos
CARLOS FAZIO y ÁLVARO DELGADO
con el tema "La Derecha en México"
11.30 AM
Parque de la Colonia Odessa, col. Postal
(entre las calles de Ahorro Postal y Estafetas)
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