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martes, diciembre 28, 2010

¡Pobre México, tan lejos de Argentina!

Luis Echeverría, expresidente.

Miguel Ángel Granados Chapa

MÉXICO, D.F., 27 de diciembre.- El general Jorge R. Videla, dictador argentino de 1976 a 1981, ha sido condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad. Ya había sido sentenciado a la misma pena en 1985, pero la lenidad del presidente Carlos Saúl Menem le concedió el indulto, además de aplicar en su beneficio las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida. Esas medidas fueron después anuladas por el Congreso en 2003, y esas leyes, declaradas inconstitucionales por la Corte Suprema apenas el 31 de agosto pasado. Entonces pudo llevarse de nuevo ante los tribunales a Videla, principal integrante de la Junta Militar que desató (y en cierto modo continuó la cruzada anticomunista dejada en manos de José López Rega por la presidenta Isabelita Perón, en 1975) la más descomunal represión ejercida por poder alguno contra su propia gente en la historia de América Latina, que se resume en la cifra de 30 mil desaparecidos.

Videla fue sentenciado el miércoles 22 de diciembre por el Tribunal Oral Federal Número 1 de Córdoba, como “autor mediato (…) penalmente responsable de los delitos de imposición de tormentos, agravada por la condición de perseguido político de la víctima (32 hechos en concurso real); homicidio calificado por alevosía y por el concurso de pluralidad de partícipes (29 hechos en concurso real); tormento seguido de muerte (un hecho), todo en concurso real (…) imponiéndole en tal carácter para su tratamiento penitenciario la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua, accesorias legales y costas (…) En consecuencia, ordenar su inmediato alojamiento en una unidad carcelaria dependiente del Sistema Penitenciario Federal”.

El juicio se refiere a la tortura y asesinato de 31 presos políticos recluidos en el Penal de San Martín, en la misma Córdoba donde ahora ha sido sentenciado. Los hechos ocurrieron entre el 1 de abril y el 30 de octubre de 1976, cuando Videla se estrenaba como dictador. No se le ha condenado porque se suponga que él personalmente entró en la prisión y atormentó a los presos y luego los acuchilló o disparó sobre sus cabezas. Junto con él este miércoles fueron sentenciados subordinados suyos (incluido el general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército, en cuya jurisdicción se cometieron los crímenes), la mayor parte de los cuales tuvieron injerencia directa en los homicidios y los tormentos mencionados.

Pero como autoridad suprema, como jefe del Estado (por más que usurpara el cargo) y como jefe del Ejército, Videla fue hallado culpable de ordenar o consentir esos delitos, tenidos como de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. Suerte semejante hubiera corrido su par en la Junta Militar inicial, el almirante Emilio Eduardo Massera, de no haber muerto el 8 de noviembre.

En la forma extrema de rendición de cuentas a que deben sujetarse los gobernantes, hayan sido elegidos o no, Videla pasará el resto de sus días en una prisión común. No estará allí a pesar de haber ejercido en los hechos la Presidencia de la República, sino por ello mismo, por la responsabilidad política que le corresponde al ocupante del Poder Ejecutivo.

¡Qué remota la posibilidad de que un gobernante mexicano fuera llevado a los tribunales por crímenes semejantes a los imputados a Videla! Y vaya que los ha habido, sin que el sistema judicial y la estructura política (así como sus coyunturas) permitan su enjuiciamiento.

Si a vuela pluma revisamos la historia mexicana del medio siglo reciente, encontramos hitos donde la violencia homicida del Estado contra sus enemigos (se hayan declarado así las víctimas o no) segó la vida, al margen de la ley, de innumerables ciudadanos en las más diversas circunstancias. Si hubieran sido sometidos a proceso y se les hubiera sentenciado a la pena de muerte, nadie supondría posible enjuiciar a los jefes de Estado, por más que se conociera el dominio presidencial sobre procuradores, jueces, magistrados y ministros.

Pero la represión letal ejercida por disposición directa o indirecta de los presidentes los hace responsables políticos, no ante la Constitución, sino ante la historia, de crímenes que no tendrán castigo, porque estamos lejos de poder enjuiciarlos como hicieron en Uruguay, Chile y Argentina con sus dictadores.

En una combinación de causa y efecto, muchos sucesos en que el asesinato político sería imputable al jefe del Estado son apenas conocidos, porque la lenidad social (surgida del miedo o de la inconsciencia política) pasa por alto esos crímenes. En algunos casos, como los de Luis Echeverría y Carlos Salinas, la porción de la sociedad que los detesta lo hace por su corrupción personal o por el profundo daño que infligieron a la economía, al patrimonio de la gente, a la cual suelen importarle más los bienes materiales perdidos o dejados de ganar que el respeto a la vida misma.

En 1961, a la mitad del sexenio de Adolfo López Mateos, el general Celestino Gasca, dueño de una sólida biografía de militante laborista, resolvió convocar a los Federacionistas leales a alzarse en armas. Eran una fuerza dispersa en todo el país, remanente de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (de allí su nombre) que apoyaron en 1952 la aspiración presidencial del general Miguel Henríquez Guzmán. Algunos sectores, los leales entre ellos, le imputaron traición a la causa cuando el candidato opositor se acomodó al triunfo de su adversario. Con gran ingenuidad, Gasca hizo convocatorias tan abiertas que reclutó no sólo a antiguos henriquistas sino a agentes de la Dirección Federal de Seguridad, que hicieron abortar el movimiento. Decenas de presuntos alzados, con Gasca a la cabeza, fueron aprehendidos en la Ciudad de México y pronto dejados en libertad, sin juicio. Pero un número indeterminado de personas fueron ejecutadas extrajudicialmente, aun con métodos antiguos como colgarlas de los árboles, tal como ocurrió entre otros puntos en La Ceiba, en el lindero de Hidalgo, Puebla y Veracruz.

La represión de Díaz Ordaz a la movilización estudiantil, y la de Echeverría contra los propios estudiantes disidentes, son bien conocidas, y de ellas se desprenden claras responsabilidades de ambos gobernantes. Se quiso hacer valer las que tocan a Echeverría, y el esfuerzo del Comité 68 –con Raúl Álvarez Garín y Félix Hernández Gamundi a la cabeza– consiguió la mayor aproximación de la justicia contra un presidente. A esa colocación de Echeverría en el banquillo de los acusados sirvió de modo inequívoco el papel de la fiscalía creada por Fox para investigar los crímenes de la guerra sucia, la mayor parte de los cuales ocurrieron en los años setenta, principalmente los primeros seis. Justamente el riesgo de que ahondar en las averiguaciones dejara claras responsabilidades directas de Echeverría provocó el asedio al fiscal Ignacio Carrillo Prieto y la campaña de desprestigio en medio de la cual concluyó sus funciones.

Una dependencia de esa índole debería abrirse para indagar los crímenes políticos cometidos durante el periodo presidencial de Carlos Salinas. Si bien los protomártires de esa época, Francisco Xavier Ovando y Román Gil Heráldez, cayeron en julio de 1988, antes aun de que Salinas fuera elegido, su asesinato puede ser inscrito en la represión salinista porque fueron ultimados en vísperas de los comicios. Salinas fue formalmente elegido luego de que con esos homicidios se inhabilitó la defensa legal del voto.

Creado en 1989, como resultado y concreción partidaria del Frente Democrático Nacional que había sacado avante la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, el Partido de la Revolución Democrática vio marcados con sangre su nacimiento y su vida incipiente. Especialmente en Michoacán y Guerrero, donde se efectuaron las primeras elecciones locales, la represión más cruel pareció destinada a exterminar el partido que suscitó el rencor presidencial con su permanente crítica al fraude que le permitió ser investido con la máxima autoridad del Estado.

Por supuesto, no fue Salinas quien directamente apretara el gatillo para eliminar a sus enemigos, pero permite atribuirle responsabilidad en los crímenes de esos años la impunidad de que disfrutaron los asesinos, ninguno de los cuales fue llevado ante la justicia, ni la federal que dependía directamente del presidente, ni la del fuero común, a cargo de gobernadores sujetos en los hechos a la autoridad presidencial. Quien quiera ser benévolo con Salinas y ahorrarle la acusación de autoría de 250 asesinatos de perredistas documentados por la Secretaría de Derechos Humanos de ese partido, tendrá que convenir en que fue al menos un encubridor y en que debiera ser sujeto por lo tanto a juicios como el que mantendrá para siempre en la cárcel al general Jorge R. Videla.

Ahora que la memoria histórica se adelgaza y hasta tiende a disminuir por mero olvido, no por exculpación, la crítica a Salinas, causada por su corrupción y los daños que infirió a la economía de los mexicanos (que se evidenciaron al comenzar el gobierno de su heredero Ernesto Zedillo), es hora de que la sociedad le recuerde que, llevado a tribunales internacionales, podría ser considerado perpetrador de delitos de lesa humanidad, como Videla

lunes, octubre 04, 2010

Videochat con Lorenzo Meyer y Sergio Aguayo


Un gusto saludarles.

Incluimos en mi página de internet una sección dedicada al 2 de octubre de 1968, ahí encontrarán extractos del documental de Discovery Channel llamado ¨La Masacre de Tlatelolco¨ además pongo a disposición la descarga gratuita de mi libro ¨1968, Los archivos de la violencia¨. Para visitar la sección pulsar aquí.

Les comparto que el próximo lunes 4 de septiembre a las 18:30 horas estaré en videochat junto a Lorenzo Meyer para charlar sobre el 2012, las preguntas se realizarán vía twitter, facebook y messenger, las respuestas serán en video por mi página de internet www.sergioaguayo.org y por www.comunicasiON.com

Un saludo

Sergio Aguayo

Difusión: Soberanía Popular

sábado, octubre 02, 2010

Cinito del Sábado: "Rojo amanecer"

Te invitamos a ver el "Cinito del Sábado", en esta ocasión con una película para conmemorar la matanza de estudiantes en Tlatelolco el 2 de Octubre de 1968, del director mexicano Jorge Fons, del año 1989:

"Rojo amanecer"


Sinopsis:
En un departamento del multifamiliar "Chihuahua", en el conjunto habitacional Tlatelolco de la Ciudad de México; son los días de mayor efervescencia del movimiento estudiantil de 1968; la mañana del 2 de Octubre una familia de clase media (padre burócrata, madre ama de casa, abuelo ex-militar jubilado, dos hijos preparatorianos y dos chiquillos de primaria), se prepara para un día normal; al transcurrir las horas, la familia se verá atrapada en medio de la represión política más sangrienta que ha existido en el México moderno.


Echeverría, el "inocente" de San Jerónimo

En el libro Conversaciones en San Jerónimo, basado en una serie de entrevistas hechas por el periodista Salvador del Río, Luis Echeverría vuelve a alegar inocencia en torno a la matanza de la Plaza de las Tres Culturas –cuyo 42 aniversario se cumplió este sábado 2 de octubre- , a la masacre del Jueves de Corpus, a la guerra sucia y a las desapariciones forzadas… Para el expresidente, toda la responsabilidad recae en el complot organizado en aquellos años por el comunismo internacional.

Superada la acusación penal en su contra por genocidio pero con una demanda civil en puerta, el expresidente Luis Echeverría Álvarez reclama lo imposible: la exoneración histórica.

Echeverría dio su “respuesta esperada” en el libro Conversaciones en San Jerónimo (Libros para Todos, 2009), en el que se dice ajeno a las masacres estudiantiles de 1968 y 1971, al grupo paramilitar Los Halcones, a la guerra sucia y a los desaparecidos políticos; además deslinda al Ejército de todos esos hechos.

Las víctimas fueron, según Echeverría, resultado de su propia intolerancia o de la incapacidad de las autoridades capitalinas de entonces para controlar la violencia. Las desapariciones de personas fueron cometidas por “elementos secundarios, de mínima significación” del gobierno o de plano ocurrieron porque algunos “se fueron de braceros a Estados Unidos”.

Esa es la versión con la que quiere “ir más allá de la verdad jurídica” que en marzo del año pasado lo exoneró del delito de genocidio, del que lo acusó la desparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado y por el que desde noviembre de 2006 estuvo dos años y cuatro meses en prisión domiciliaria.

Próximo a cumplir 89 años Echeverría se refiere a las “razones profundas” de la represión estudiantil de 1968 y 1971 en el libro que lleva el subtítulo Luis Echeverría: la respuesta esperada y que fue redactado a partir de entrevistas realizadas entre 2004 y 2009 por el periodista Salvador del Río.

El expresidente, sin embargo, tiene que dar otras respuestas ante los tribunales. Esta vez del orden civil.

domingo, septiembre 19, 2010

La arenga en el Grito de los Libres fue “por los de abajo”

*“¡Vivan los indígenas, vivan los obreros!”, lanzó López Obrador

*Festejó el tabasqueño en Tlatelolco el bicentenario de la Independencia

Andrés Manuel López Obrador en la Plaza de las Tres CulturasFoto Carlos Ramos Mamahua


Los potentados que tienen secuestradas las instituciones y todo lo subordinan a sus intereses confían en que mediante la teledictadura van a imponer al próximo presidente de México, alertó Andrés Manuel López Obrador la histórica noche del 15 de septiembre de 2010 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, antes de dar, ante miles de simpatizantes, el Grito de los Libres, donde exclamó: ¡Arriba los de abajo!

Después de loar los nombres de los caudillos que iniciaron y culminaron la lucha por la independencia de nuestro país, el principal dirigente opositor del México actual añadió: ¡Vivan los héroes anónimos! ¡Vivan los indígenas! ¡Vivan los campesinos! ¡Vivan los obreros! ¡Vivan los migrantes! ¡Vivan los artistas! ¡Vivan los maestros! ¡Vivan los profesionistas! ¡Vivan los sectores productivos! ¡Vivan los jóvenes! ¡Vivan las mujeres! ¡Viva la cultura! ¡Vivan los dirigentes sociales y políticos asesinados o desaparecidos por defender las causas populares!

Como músicos de una orquesta ansiosos por volver a tocar en cuanto finalice la intervención del solista, la gente esperó a que Andrés Manuel terminara de leer la larga y emotiva oración, y respondió: ¡Vivan!. El líder tabasqueño dijo en seguida: ¡Libertad a los presos políticos!, y la plaza contestó: ¡Libertad!. ¡Abajo el mal gobierno! ¡Abajo! ¡Abajo los privilegios! ¡Abajo! ¡Arriba los de abajo! ¡Arriba!

Desde el centro del escenario, al pie del histórico edificio Chihuahua –en algunas de cuyas ventanas había fotografías del presidente legítimo con la banda tricolor sobre el pecho y mensajes de apoyo al movimiento que conduce–, López Obrador culminó así: ¡Viva la nueva República! Y por tres veces consecutivas: ¡Viva México!.

López Obrador inició su discurso en punto de las 21:45 y lo concluyó a las 22:00 horas, para protagonizar el ritual del Grito. Dijo de entrada: venimos a recordar que no fueron los acaudalados los que siguieron a Hidalgo y a Morelos en su rebelión contra la tiranía. Fueron los pobres, los desposeídos, los indígenas y los peones acasillados... El pueblo tomó conciencia y supo que era más fuerte que quienes se creían amos y señores, que podía liberarse y derrotar a quienes lo oprimían.

Con ese mismo ideal de justicia y con la esperanza puesta en el despertar del pueblo, hoy, los aquí presentes, y muchos más, estamos luchando para derrotar de manera pacífica a la actual oligarquía, al régimen de corrupción, opresión y privilegios que está destruyendo al país. Después de enumerar las características más notorias del grupo dominante –no pagan impuestos, no crean empleos, imponen salarios de hambre, fomentan la migración–, subrayó que en estos tiempos de mayor sufrimiento, no sólo no hacen nada por el interés público sino que siguen lastimando con saña a la gente.

Al describir los hechos negativos más recientes, mencionó el [enésimo] aumento a la gasolina, las nuevas concesiones a Televisa, la disminución de las pensiones a jubilados, el despido de mineros, electricistas y trabajadores de Mexicana de Aviación y la [nueva] inundación de Tabasco provocada por el desfogue de las presas para favorecer a los productores privados de energía eléctrica.

En sus cálculos, prosiguió, este grupo piensa que tiene todo bajo control. Confía en su dominio de la mayoría de los medios y de la televisión para seguir manipulando al pueblo, y ahora su apuesta es imponer, mediante la teledictadura, al próximo presidente de México.

Pero, advirtió en plan desafiante: desde esta Plaza de las Tres Culturas, donde los estudiantes lucharon por la democracia y fueron sacrificados por el autoritarismo del PRI, les decimos que no les será fácil consumar una nueva felonía. Y reveló cómo, a su juicio, será posible lograrlo:

Si cada mujer y cada hombre consciente se compromete a convencer a cinco ciudadanos entre sus familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, no sólo tendremos asegurada la victoria en 2012 sino que, con esa fuerza organizada, con ese poder ciudadano, llevaremos a cabo la renovación tajante que necesita el país.

López Obrador cerró con estas palabras: Tengamos fe en que México se salvará; es cosa de que logremos evitar que nadie sea indiferente al porvenir de la patria. Tenemos de nuestro lado la razón histórica: la patria no la construyeron los héroes para que la mancillaran los ambiciosos. Es el espacio que los héroes nos legaron a nosotros, y a los que vienen, para vivir con dignidad y justicia, para soñar y ser felices.

Y feliz como vino, la gente se fue eufórica, atiborrando los vagones del Metro y cantando una clásica de Tintán, que decía: El Peje tiene... personalidad, personalidad, mientras arriba, la ciudad lucía lúgubre, fantasmagórica, apanicada, desierta.


martes, junio 22, 2010

On Mexico's Carlos Monsivais: 1938-2010


He was known as Mexico's finest chronicler, its "last public intellectual," its "conscience," and as the only literary figure around who was said to be recognized by regular folks on the street. With the death on Saturday of Carlos Monsivais, Mexico lost a voice that for nearly 50 years was considered unrivaled in his ability to cut to the core of the issues and personalities of his day.

Mourners, from high-profile politicians to everyday workers, swarmed the writer's casket at two public wakes over the weekend. People waved, cheered and chanted for the man millions knew simply as "Monsi."

Monsivais was a journalist, a critic, a cinephile, a collector of historical and pop ephemera (which led eventually to the founding of a museum) and a tireless activist for minority rights and the political left. In hundreds of articles and columns, more than two dozen books, countless appearances on television and radio, at conferences and demonstrations, Monsivais represented for many Mexicans an enormously erudite man of letters who never lost touch with ordinary people, or with the tragicomic nature of life here.

His work is characterized by its acerbic intellect, humor and wit, as well as the toughened perspective he formed in the San Simon Ticumac neighborhood in the Portales area of Mexico City, a barrio with which he is famously identified (links in Spanish).

Monsivais, born on May 4, 1938, in Mexico City, died just before 2 p.m. Saturday of lung disease. He was 72.


The writer was not well-known outside Mexico. Translation of his work is very limited. Unlike contemporaries such as Octavio Paz and Carlos Fuentes, Monsivais did not strive to address great universal themes but instead concerned himself with the politics and peculiarities of life in Mexico. And specifically, in the urban carnival that is modern Mexico City.

His first book "Dias de guardar" ("Days to Remember," 1970) chronicles the tumult and tragedy of the 1968 student movement, which culminated with the massacre at Tlatelolco. In "Amor perdido" ("Love Lost," 1977) Monsivais writes eloquently on the politicians, artists and movie stars of the moment. In "Los rituales de caos" ("Rituals of Chaos," 1995) Monsivais weaves a kaleidoscopic look at a Mexico City brimming with life under the duress of pollution, crime and overcrowding.

"In the visual terrain," the book's opening line says, "Mexico City is, above all, the too-many-people."

He also wrote numerous biographies, including volumes on artist Frida Kahlo, singer Pedro Infante and Salvador Novo, an eccentric early 20th century bohemian who is considered Monsivais' primary predecessor. He published prolifically even late into his life, producing a new set of essays on Mexico City in 2009, "Apocalipstick."

A dedicated lover of Mexican cinema and popular culture, Monsivais offered to the general public his collection of thousands of photographs, prints and other items with the formation of the Museo del Estanquillo in downtown Mexico City.

As an activist, Monsivais was a central figure in the 1968 movement and in the many social causes that followed, in a period when the Institutional Revolutionary Party, or PRI, dominated all aspects of Mexican society as an authoritarian one-party regime. He supported the 1994 Zapatista uprising in the southern state of Chiapas. In 2006, he joined the chorus of voices who called the election of President Felipe Calderon a "fraud" that denied the presidency to Andres Manuel Lopez Obrador, an ardent leftist and populist.

For years he was known as one of the sharpest critics of the neoliberal thinking that has characterized Mexican governments since the presidency of Carlos Salinas de Gortari.

"He told the story of the civil society," said John Ross, an American author who has lived in Mexico City since the 1985 earthquake, which Monsivais also covered extensively. "He was not just the cronista of the city but also the cronista of what changed the city, what gave us all a stake in the city. He was there, he saw it, and he was able to interpret it for a much wider audience."

Monsivais was also active in various gay rights issues and wrote on related topics such as homophobia. His own sexuality, however, was not something he commented on.

"Many of the achievements we have today are thanks to him, the work he did," said Lina Perez Cerqueda, director of a gay rights organization, referring to the legalization of gay marriage in Mexico City and similar measures. "I think Carlos was beyond [labels]. It was nothing he hid, and it was not something he announced. He was Carlos."

At Saturday's wake in the courtyard of the Museum of Mexico City, the first "guardians" of the writer's casket included fellow author and close friend Elena Poniatowska; anthropologist Marta Lamas; Jose Narro, rector of the national university; Elena Cepeda, the city's culture minister; and Ruben Sanchez Monsivais, a relative. Later, Mexico City Mayor Marcelo Ebrard also stood guard.

While solemn, the mood was at times celebratory. Applause broke out for long intervals, as well as the traditional "Goya" chant of the national university, known as UNAM, where Monsivais studied.

"He practically invented literary genres that did not exist," said Ricardo Hernandez Forcada, a human rights activist. "All social movements are in debt to him, women's rights, workers' rights, gay rights, human rights. He was so generous. He always had time to go support a cause."

On Sunday, Monsivais's casket was moved to the atrium of the Palacio de Bellas Artes, Mexico's Palace of Fine Arts. Mourners streamed past for three hours. The casket was covered with three flags: the Mexican national flag, the gay pride rainbow flag and the UNAM coat of arms.


Outside, people gathered to watch the casket be carried off on its final journey. His remains were cremated and were to be kept at his museum. Chants broke out of "Monsivais, amigo! El pueblo esta contigo!" ("Monsivais, friend! The people are with you!")

"The señor transcended in everything he said, in favor of us the citizens, especially during the toughest times, the earthquake, the changes in the presidency," said Carmen Ramirez, a public worker. "He spoke in our voice. There's a sadness among the citizens."

-- Daniel Hernandez in Mexico City

Photos: Top, the all-night wake for Carlos Monsivais at the Museum of Mexico City on Saturday. Credit: Daniel Hernandez / Los Angeles Times.

Middle, Monsivais. Credit: Notimex.

Bottom, mourners file past the casket at the Bellas Artes on Sunday. Credit: Daniel Hernandez / Los Angeles Times.

martes, octubre 06, 2009

Recordando Tlatelolco

Marcos Roitman Rosenmann
El Correo del Orinoco

Un dos de octubre de 1968, a las 18.10 de la tarde, en medio de un mitin donde se concentraban 15.000 personas, la casi totalidad estudiantes y profesores universitarios se cometería uno de los crímenes de Estado mas profusamente elaborados del continente. La señal para comenzar la matanza, según los relatos, fue el lanzamiento de cuatro bengalas. El ejército apostado estratégicamente cubrió todos los flancos. El uso de ametralladoras y armas de grueso calibre fueron las armas elegidas para acometer la maniobra. El secretario de Defensa, general Gracia Barragán, supervisó, conjuntamente con el Secretario de gobernación, Luis Echeverría las escaramuzas En la acción, participaron un total de cinco mil soldados y su duración se extendió por un tiempo superior a las dos horas. Allí quedaron los cuerpos sin vida de cientos de jóvenes mexicanos.

Otros miles fueron detenidos y evacuados al Campo Militar Número Uno, donde serían vejados y torturados. La cruz Roja no dio abasto. Hasta hoy bailan las cifras de muertos pero del centenar no bajan. Así se reprimía un movimiento universitario que, por primera vez en la historia de México, se enfrentaba a un gobierno cuyo presidente Gustavo Díaz Ordaz había decidido acallar a toda costa. La comunidad universitaria le plantó. Elaboró un pliego de ocho puntos aprobado un 15 de agosto en sesión extraordinaria por el Consejo Universitario.

En medio de una huelga generalizada y con el apoyo masivo de la sociedad civil, aumentaba el respeto hacia los universitarios en huelga. Entre lo demandado sobresalían 1) El respeto irrestricto a la autonomía universitaria. 2) La no intervención del ejército y otras fuerzas de orden público en problemas que son competencia exclusiva de la universidad y los centros de enseñanza superior. 3) El respeto de las garantías sociales e individuales consagradas en la constitución. 4) Libertad de los estudiantes presos y 5) El deslindamiento de responsabilidades y la sanción a las autoridades que hubiesen participado en los actos represivos.

El poder hizo oídos sordos. Desde el sillón presidencial, Díaz Ordaz dio la orden para el exterminio. Así, la plaza de las Tres Culturas quedará unida para siempre a la historia de la infamia. Los nombres de los responsables no deben caer en el olvido. Por eso recordamos y se pide justicia.

Comentario: En toda América Latina se está procesando por lo menos a algunos de los responsables de crímenes de lesa humanidad, sólo en México la impunidad es absoluta, no hay ni un sólo acto de justicia al menos para matarle el ojo al macho. En México se asesina impunemente. Nuestro país se ha convertido, en todos los órdenes, en el lugar más atrasado de Latinoamérica y parte de Africa, es decir del mundo entero. La mayoría de los mexicanos y mexicanas ¿seguirán aletargados mirando los crímenes y la impunidad? ¿Esperarán pacientemente y sin reacción alguna a que les pasen los cadáveres de sus hijos y familiares por enfrente? Sique.

viernes, abril 10, 2009

Prevalece el terrorismo de Estado: ONG



En México “prevalecen prácticas de terrorismo de Estado, tales como la desaparición forzada y tortura realizadas en contra de luchadores sociales, la criminalización de la protesta social, y la utilización de elementos militares para intimidar a la población”, aseguraron integrantes del Comité Eureka y de la agrupación Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS), quienes ayer recordaron los “asesinatos” en Torreón, Coahuila –hace 30 años– de Elín Santiago y José Luis Martínez, ambos integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), el día 9 de abril de 1979, cuando acudían a una reunión de dicha agrupación.
En una manifestación realizada a las afueras de la Casa de Coahuila, situada en el sur del Distrito Federal, en donde colgaron fotografías de varios “desaparecidos políticos, los cuales desde fines de los 60 a la fecha suman más de 570 personas y se siguen sumando”, Inti Martínez Gaytán, hijo de José Luis Martínez, señaló que actualmente “el gobierno sigue usando el terrorismo de Estado para asustar y reprimir al pueblo, especialmente en contra de los luchadores sociales y todo aquel que los incomode”.

lunes, abril 06, 2009

Luis Echeverría culpable del genocidio del 2 de Octubre


UNIÓN DE JURISTAS DE MÉXICO

BOLETÍN DE PRENSA

Ciudad de México, 2 de abril de 2009

¡LUIS ECHEVERRÍA, CULPABLE DEL GENOCIDIO DEL 2 DE OCTUBRE DE 1968, AUNQUE LOS JUECES LO EXONEREN!

La investigación histórica y el juicio popular acreditan que el ex presidente Luis Echeverria Álvarez es culpable de la comisión del delito de genocidio cometido el 2 de octubre de 1968 contra un grupo de estudiantes y pobladores que demandaban democracia y libertad para México, aunque en días pasados los Tribunales del poder judicial federal le hayan otorgado la libertad con las reservas ley. A casi 41 años del 2 de octubre de 1968, los victimarios de aquellos hechos no han sido castigados ni se ha esclarecido toda la verdad.La resolución judicial dictada por el Quinto Tribunal Colegiado y Segundo Tribunal Unitario en materia penal del primer circuito dieron otra demostración de inutilidad, al decidir que si se acredita el delito genocidio, previsto y sancionado en el artículo 149 bis del código penal federal, pero que no se acredita la responsabilidad criminal del ex presidente Echeverría Álvarez por falta de elementos de prueba, porque solamente era secretario de Gobernación. Con ello, el Poder Judicial federal abona una vez más el camino de la impunidad, al dejar de responsabilizar a funcionarios y demás miembros de la oligarquía gobernante de sus actos ilegales. La ley al servicio de los poderosos, sin importarles pasar por encima de la Constitución.No cabe duda, que en la Plaza de las Tres Culturas se dio un genocidio cuando el ejército mexicano atacó una manifestación pacifica de jóvenes que protestaban contra los encarcelamientos y la represión. El número de muertos y heridos nunca se ha precisado, pero las investigaciones históricas han comprobado fehacientemente que se trató de una acción decidida, organizada, financiada y ejecutada desde el poder. Y que, junto con el ex –presidente Gustavo Díaz Ordaz, Echeverría dirigió personalmente la represión. Así lo han revelado numerosos investigaciones, particularmente la que se coordinó precisamente desde la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), que el foxismo montó de 2001 a 2006, luego manipulo y desmanteló, dejando actualmente pendiente la deuda con el pueblo de México, de conocer la verdad y castigar a los culpables. Con ello, también se acredita el fracaso de dicha fiscalía, amén de los cuestionamientos a su dirección.La sangre inocente que se derramó en Tlatelolco no se lavará con sentencias indignas. Los magistrados y jueces son ahora cómplices de esos actos de barbarie. Con ello, no sólo dejan sin castigo a delincuentes de lesa humanidad, sino que además frustran las esperanzas de justicia de millones de habitantes de este país y pretenden con ello minimizar la gran contribución que el movimiento estudiantil popular de 1968 generó a la lucha por la democracia en nuestro país, que es un parteaguas de nuestra historia moderna.Cuando la justicia en una nación muestra sus desatinos, como es el caso, procede entonces recurrir a las instancias internacionales. En el plano interamericano y en el de Naciones Unidas, quedan todavía mecanismos para lograr el enjuiciamiento de Echeverría y de sus cómplices. Infortunadamente, tenemos que salir del país para buscar la luz de la justicia, pues en México el ambiente es oscuro amenazante; los derechos humanos van en retroceso ante el avance del autoritarismo y la militarización por efectos del “Plan Mérida”.Los juristas y defensores de los derechos fundamentales que suscribimos este boletín deploramos la vergonzosa actitud de los magistrados y jueces que exculpan a Echeverría. Declaramos que sumaremos nuestros esfuerzos a los del Comité 68, a los de las ONG, y al de tantos y tantas mexicanas que están ávidos de justicia. Insistiremos en la creación de una comisión de la verdad, haciendo patente nuestro firme propósito de continuar luchando, por los medios legales a nuestro alcance, para que se enjuicie y sancione a los criminales de lesa humanidad y nunca más se repitan los genocidios, como el de 1968, cometidos por un Estado terrorista y represor.

Atentamente:
Eduardo Miranda Esquivel, Jesús Cervantes Esparza, Cesar de León y Pablo Franco Hernández, por la Presidencia Colegiada de la Unión de Juristas de México UJM; Lauro Sol, Presidente de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos ANAD; José Enrique González Ruiz, por el Programa de Derechos Humanos de la UACM; José Sotelo Marbán, ex coordinador del informe de la FEMOSPP ¡que no vuelva a suceder!; Dip. José Alfonso Suárez del Real y Aguilera; Comité 68 y varias firmas más.

domingo, abril 05, 2009

Tlatelolco: genocidio sin culpables

Eufórico, por una victoria judicial que es una vergüenza para México, el penalista Juan Velázquez se mostró contento, satisfecho, orgulloso. Acababan de exonerar de la matanza de Tlatelolco a Luis Echeverría. El juicio más importante en la historia moderna de México”, declaró sin recato; “es la primera vez que se acusa y se apresa a un ex presidente… y por genocidio”, añadió, como diciendo: “admiren la magnitud de mi proeza”. Se refirió con socarronería a Ignacio Carrillo Prieto como “el fiscal del pasado”, y le agradeció, entre bromas y veras, y por inverosímil que parezca, el “favor” de haber sometido a su cliente a juicio, porque así, en el marco de un proceso legal, Echeverría pudo finalmente probar su inocencia.
Estos litigantes son frecuentemente miopes, eternamente encorvados sobre la letra de la ley; una especie maniquea al servicio de seres de cualquier calaña. Jamás se detienen a analizar el delito ni su impacto social, su meta es exonerar al cliente. Para Velázquez, existen ahora dos verdades sobre Tlatelolco: una, con tinte despectivo, “el dicho de la gente”, y otra “absolutamente distinta”, el fallo del tribunal.
En boca del penalista la frase “absolutamente distinta” adquiere categoría de verdad inmutable. Un edicto papal. Sólo que todos sabemos cómo y dónde se obtienen algunos fallos de nuestros venerables tribunales; las complicidades, amistades e intereses que empujan las sentencias por las inmundas cañerías del sistema; las conversaciones sotto voce en los pasillos de tribunales; los cafetines donde se fraguan acuerdos que harían palidecer a la bolsa de valores. Todos sabemos de las interpretaciones tortuosas de leyes y reglamentos que parecen redactados ex profeso para interpretarse en beneficio del mejor postor.
Velázquez pretende burlarse de la historia y de los muertos de Tlatelolco: los encierra en un archivero al que denomina despectivamente “el dicho de la gente”. La historia oficial, en cambio, parece insinuar el jurisconsulto con un gesto napoleónico, es la que él contribuyó a plasmar en un fallo inverosímil; una sentencia ignominiosa que habrá de tener implicaciones catastróficas para la democracia mexicana.
Se equivoca Velázquez, lo que hace “histórica” su sentencia no fue la exoneración del ex presidente; fue la confirmación de que 40 años después continúa vigente el mismo sistema político que permitió la matanza de Tlatelolco. Tampoco es cierto que la única verdad sea la que aparece en la letra descarnada de un fallo judicial que contradice abiertamente el modus operandi del presidencialismo absolutista de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. ¿Dónde vivió Juan Velázquez del 64 al 76? ¿Soldados que disparan contra inermes estudiantes sin autorización presidencial o anuencia de Gobernación? Cada día surgen más indicios y testimonios que fortalecen la tesis de quienes afirman que Echeverría orquestó el conflicto, y lo resolvió con el operativo que conocemos, como parte de su estrategia para llegar a Los Pinos. (Como diría el niño verde, chamaqueó a GDO.)
No cante victoria aún, licenciado Velázquez, el “dicho de la gente” no es únicamente la palabra de politólogos de café; es también la opinión de prestigiados analistas e historiadores que continúan desentrañando un suceso que cambió la historia de México y que continúa siendo un obstáculo para el avance de nuestra democracia.
De acuerdo con Milenio (27/03/09), el magistrado José Guadalupe Luna Altamirano (cuya tesis de amparo fue ratificada por el quinto colegiado en materia penal) concluyó que “no existía prueba alguna, ni siquiera indiciaria, que demostrara que Echeverría preparó, concibió o ejecutó la matanza estudiantil… en la Plaza de las Tres Culturas” (o “de las sepulturas”, como la apodó Demetrio Vallejo, o “de los sacrificios”, como la llamó Octavio Paz después de la tragedia).
El magistrado (qué digo “magistrado”: ¡mago!) logró un milagro de proporciones bíblicas: hubo genocidio, sí, pero no hubo culpable. (Debe haber sido obra de Satán.) Pretende reivindicar a los muertos (“ocurrió, sí, ese delito de lesa humanidad, y no ha prescrito”), pero se burla de los vivos, porque mata por otros 40 años (quizá para siempre) la posibilidad de que, enfrentando el pasado, encontremos por fin la vía para establecer un sistema democrático. Después, curándose en salud, este melindroso purista del derecho declaró que “su resolución se encontraba completamente exenta de todo tipo de “cuestiones sentimentales, humanitarias, ideológicas, sociales o políticas”. (Debió reconocer que también estuvo exenta de sentido histórico, compasión, altura de miras y patriotismo.) Se basó en razones “estrictamente jurídicas”. Su fallo fue obra de un robot: ¡un Terminator con inteligencia artificial impartiendo justicia! Al final, un Velázquez compasivo declaró que en ese mismo instante iría por el ex presidente. Intentaría subirlo a su coche “para darle una vuelta a la manzana como símbolo de que había logrado su libertad” (La Jornada 27/03/09). Ya lo decían los romanos: “cuán pasajera es la gloria”.
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domingo, febrero 01, 2009

Una conciencia tardía pero irreversible


Notas de la semana


Una conciencia tardía pero irreversible

El 5 y el 6 de agosto de 1945 se lanzan dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Por lo pronto, el horror generalizado, las fotos disponibles y la emergencia del hongo en el imaginario internacional, unidos al estrépito de la Segunda Guerra, ahogan el rechazo de este procedimiento. Tarda un año el primer gran reportaje sobre lo acontecido, del periodista John Hersey, al que el semanario New Yorker le dedica el número entero, sin columnas ni caricaturas.
Según el reportero Steve Rothman (en 1997), Hiroshima no es el primer trabajo sobre el etnocidio. Ya en 1946 la revista Collier’s publica un primer exposé, sobre el estallido y sus consecuencias atroces. Sin embargo, ni las revelaciones previas ni el notable reportaje de Hersey provocan una respuesta masiva, no se admiten leyes, y lo casi seguro es que el texto no tiene un impacto específico en la estrategia militar o política exterior de EU.
Sesenta años más tarde, las atrocidades del Ejército estadounidense en Abu-Ghraib y Guantánamo sí generan una respuesta internacional de gran magnitud. Los acontecimientos no son de modo alguno comparables, pero en ese lapso se ha desarrollado con fuerza la noción de los derechos humanos, y el rechazo a la barbarie es lo que señala la diferencia.
* * *
Con tardanza y no sin hipocresía a raudales se implanta la conciencia internacional de los derechos humanos, en medio de gravísimos impedimentos; por ejemplo, el veto del gobierno estadounidense al enjuiciamiento por la Corte Penal Internacional del comportamiento de sus soldados; por ejemplo, las grandes potencias que se mantienen a la expectativa mientras se consuma el “experimento” filonazi de los serbios contra los musulmanes.
Y también, con las demoras del caso se implanta la resistencia social y jurídica ante los actos de brutalidad de los cuerpos policiacos y los ejércitos. La lucha contra la tortura está en el centro de la defensa de los derechos humanos.
“Primero fusílenlo y después inician el proceso”
¿Quién da las órdenes y por qué siempre hay quienes las acatan con ferocidad y rigor? En el siglo XX se acumulan a tal grado el odio y la vileza que, paradójicamente o no, al asombro puede sucederlo el pasmo. Idim Amin en Uganda filma sus matanzas y guarda las cabezas de sus enemigos en un refrigerador; Gustavo Díaz Ordaz, con tal de recibir sin problemas a los visitantes de los Juegos Olímpicos, ordena la represión sangrienta el 2 de octubre en Tlatelolco; Augusto Pinochet concentra a los prisioneros en el estadio de Santiago; los militares argentinos se deleitan con la tortura. En la guerra sucia de México de la década de 1970, los encargados de ejecutar a guerrilleros y terroristas arrojan los cuerpos torturados al mar. En Guatemala se extermina por sistema a las comunidades indígenas. En Irán, el sha le ordena a la Savak la eliminación de sospechosos y amigos de sospechosos y vecinos de sospechosos. Y el sucesor, el ayatolla Jomeini, manda fusilar a “pro occidentales” y “delincuentes morales” (adúlteros, homosexuales, vendedores de mariguana).
En el siglo XX, a la indiferencia ante la tortura, el asesinato, el encarcelamiento injusto, no la engendra el mal en estado puro ni la impunidad de un puñado de individuos carismáticos deseosos de infligir dolor y muerte. Más bien, la operación responde a la disminución del valor de la vida humana en un mundo regido por el individualismo extremo. Y ante esto, lo declarativo —documentos de la ONU y la UNESCO, leyes de las naciones, llamados de los clérigos— suele disponer de escasa importancia, en tanto que las acciones de exterminio se sustentan en esa “ignorancia” que es miedo, es desinformación involuntaria y voluntaria y es táctica de supervivencia.
¿Quién protesta en la Alemania nazi cuando las detenciones masivas y las deportaciones de judíos, gitanos y homosexuales? ¿Por qué son tan excepcionales los clérigos, como el pastor Martín Niemoller, opuestos públicamente al Holocausto? ¿Cuántos le hicieron caso en la izquierda mundial a las denuncias sobre los procesos de Moscú, de Praga, de Budapest, de Berlín Oriental? ¿Por qué no existió en la derecha indignación moral alguna ante las atrocidades de Franco en España, de Oliveira Salazar en Portugal, de Trujillo en Santo Domingo, de Somoza en Nicaragua, de Stroessner en Paraguay? ¿Qué gobiernos boicotearon al régimen de Sudáfrica mientras duró el apartheid? La moral admite aplazamientos, y a esto también se le llama historia.

sábado, octubre 04, 2008

Cuarenta años sin olvido

De la Lámpara de Diógenes:
A cuarenta años de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el Movimiento Estudiantil de 1968 sigue vivo y más que nunca. Del Museo Nacional de Antropología, en remembranza de la marcha que de ahí salió en silencio, la columna conformada por el Comité 68 partió rumbo al Zócalo de la Ciudad de México. Ahí estaban los estudiantes, maestros y compañeros de entonces: María Fernanda Campa, Raúl Alvarez Garín, Ignacia Jiménez, Jesús Martín del Campo, Pablo Gómez, Fausto Trejo, entre otros, que también formaron parte de Consejo General de Huelga y junto con sus hijos, nietos y muchos de aquellos compañeros encaminaron sus pasos para exigir, una vez más, castigo a los responsables por los crímenes en los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.





Viejos y nuevos compañeros se reunieron a lo largo de la Avenida de la Reforma. Los contingentes de estudiantes, profesores y de organizaciones sociales que partieron de Tlatelolco y otros puntos nutrieron la histórica marcha al converger en la intersección de avenida Paseo de la Reforma con la avenida Juárez y también más adelante en el cruce con avenida Bucareli. Los "goyas" y "huelums" no faltaron como tampoco los tambores, los danzantes, chavos con atuendos extravagantes y los carteles, carteles y más carteles, algunos con pensamientos, otros con consignas, unos más elaborados que otros, pero todos expresando el más profundo sentir de su creador, en uno se podía leer: -"Como olvidar si no sólo esta en mi memoria, sigue estando en mi cotidiana historia. ¡Basta de represión!".





Durante casi todo el trayecto se escuchaba la arenga -"¡Dos de octubre no se olvida! ¡es la lucha combativa!,¡Tlatelolco no se olvida!¡es la lucha combativa!"- como un responsorio que llegaba hasta el tuétano. Como pase de estafeta a la nueva generación, se dijeron muchas de las viejas consignas que fueron lanzadas por aquellos, por la "chaviza" de entonces y a veces cambiando la alusión a Díaz Ordaz o a Luis Echeverría -"¡Ho, Ho, Ho-Chi-Minh, Calderón chin, chin, chin!" y en ocasiones para apresurar el paso, los originales del 68, en broma gritaban -"¡Vamos muchachos!" y trotando, sólo unos metros, coreaban -"¡Ché, Ché, Ché Guevara, Calderón a la chingada!"





Adelante, ya en la avenida Juárez la gente comentaba entre si señalando hacia la entrada del hotel Sheraton Centro Históríco -"Mira, cuantos policias y granaderos" le decía una mujer a otra que inmediato le respondió -"Si, antes la policía veía estudiante y se nos echaba encima, nos tenían mucho odio, ahora veo que ya no tanto, ahora hasta sus hijos están marchando con nosotros"- aseveró. El andar se detuvo, el reloj "Haste" de la Torre Latinoamericana marcaba las 6 con 10 minutos de la tarde. Ningún helicóptero sobrevoló, sonó el caracol de los danzantes y calló. Durante un minuto en solemne silencio las manos, izquierdas casi todas, se alzaron con la señal-"¡Venceremos!"- Los ojos de los sexagenarios se humedecieron. El fantasma del recuerdo se posó un momento sobre ellos.





Nuevamente la consigna -"Dos de octubre, no se olvida!"- rompió el silencio y la marcha siguió. Conforme se avanzaba hacia la calle de Madero se veían las pintas en las paredes de edificios, algunas ventanas o muebles urbanos como una forma más de manifestación y de expresión, que los jóvenes "estencileros" dejaban a su paso, mismas que inmediatamente serían borradas con pintura o gasolina por las eficientes cuadrillas de limpieza del gobierno de la Ciudad de México. Los que tampoco se salvaron de las pintas fueron algunos elementos del Cuerpo de Granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-GDF), cuyos escudos quedaron decorados con coloridas frases en pintura aerosol. En Bellas Artes tomaron precauciones, forraron con papel las bases de mármol de las esculturas de los pegasos ubicados en las esquinas frente al palacio, sin embargo ahí quedó plasmado el sentir de los actuales estudiantes a cuatro décadas de la masacre y mientras unos "graffiteaban", otros coreaban lo de antaño -"¡No queremos olimpiadas, queremos revolución!"-





Ya en Madero cientos de personas recibían a la multitud gritando lo obligado-"¡Dos de octubre, no se olvida!"- con sus puños en alto. Por lo angosto de la calle el paso fue mucho más lento pero las consignas se escuchaban con más fuerza al rebotar en los viejos palacios y edificios que tantas marchas han visto desfilar.





La emotiva llegada al Zócalo se disipó de repente por un pequeño grupo de jóvenes infiltrados que después de haber dañado algunos negocios enfrentaban violentamente a la policia capitalina. Varios oficiales fueron heridos tras resistir las agresiones que en ningún momento fueron repelidas por parte los elementos de la SSP-GDF. Los provocadores no pudieron cumplir con su cometido, porque finalmente la multitudinaria marcha en homenaje a los asesinados por el gobierno federal de 1968 se llevó a cabo en paz. Sin embargo se llevaron "la nota" en los medios comerciales de comunicación.


Muchas más fotografías de la marcha del cuadragésimo aniversario de la matanza de Tlatelolco en la Lámpara de Diógenes.