jueves, abril 22, 2010

Que respondan las legisladoras

Beatriz Paredes, diputada por el PRI.

Sara Lovera

MÉXICO, D.F., 22 de abril (apro).- En México, como antaño en los regimenes autoritarios y de facto, crece la idea de controlar el cuerpo de las mujeres a través de legislaciones que criminalizan el aborto. Actualmente, además de que 18 entidades aprobaron dar derechos jurídicos al feto, en 8 más existen iniciativas similares que están pendientes de resolución y en la Cámara de Diputados está la propuesta del gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, para modificar en ese sentido la Constitución General de la República.

Se trata de una ofensiva orquestada desde la derecha, la jerarquía católica, las direcciones del PRI y el PAN; avanzan gracias a la vergonzosa colaboración de diputados de todos los partidos, incluso de izquierda, dependiendo del Congreso local de que se trate.

Es por ello que en diciembre pasado, cuando mujeres de varias entidades del país se habían movilizado, desgarrando su piel para contener la ofensiva, se firmó un Pacto por la Vida, la Libertad y los Derechos de las Mujeres, con participación de grupos civiles de al menos 16 entidades del país, de mujeres feministas militantes y otras libres.

La iniciativa fue vista con buenos ojos por algunas legisladoras federales que provienen del movimiento. El 4 de febrero pasado, las mujeres del Pacto acudieron a la Cámara de Diputados a solicitar su intervención para pedir que parara la ofensiva. Esta es la tarea de las legisladoras, actuar en los congresos, donde sus similares, de todos los partidos políticos se sumaron, por ignorancia, o por militancia al embate contra los derechos de las mujeres.

Las integrantes del Pacto han investigado. Encontraron que no sólo hay la modificación constitucional retrograda, sino que muchas mujeres son perseguidas, procesadas, encarceladas y castigadas.

Ahora las legisladoras podrían averiguar, vía su investidura, entre las procuradurías y la instancia nacional de procuradores ¿cuántas mujeres están en la cárcel? ¿De qué se les acusa? ¿Cómo hacer su tarea para liberarlas? No admitir ni la injusticia, ni la muerte por omisión, debido al aborto clandestino.

No obstante las legisladoras no han podido dar una respuesta. Es como si su investidura no sirviera. Las dirigencias, como la del PRI se han tratado de justificar, incluso hablando de democracia. Olvidan que otorgar un derecho no obliga y si salvaría vidas.

Sin lugar a dudas, estas representantes populares tienen problemas con sus partidos, los grupos de sus partidos, la ignorancia de sus compañeros y muchas de sus compañeras para entender los derechos de las mujeres, la urgencia de ampliar el aborto legal o, de plano, permitirlo, como en el Distrito Federal, hasta las 12 semanas de la gestación, derecho definido por la Suprema Corte, como constitucional y apegado al artículo 4 de la Carta Magna.

Lo más curioso es que se desmarcan de su responsabilidad principal y se mimetizan como ciudadanas libres, sin reconocer sus capacidades de integrantes del gobierno y del Estado.

Por respuesta, y seguramente como acción ligada a los tiempos electorales, las mujeres del Partido de la Revolución Democrática llaman a formar una red de mujeres, “para que luchen”, como si se tratara de eso, ciudadanas demandantes. Lo grave es que esa red se llama igual que el Pacto y confunde, puede hacer invisible la demanda de las mujeres; como el otrora partido de Estado, pretenden engullir a las ciudadanas libres a sus partidos o sus programas, sobre todo electorales.

Lo más complicado es que las legisladoras que pretenden actuar como ciudadanas comunes, de acuerdo con sus usos y costumbres, invitaron al gobernador de Chiapas a atestiguar su conformación. Y llamaron a que las feministas atestigüen su sesuda solución.

Pero resulta que el gobernador de Chiapas, Juan Sabines Guerrero, admitió una modificación en Chiapas que es mucho más profunda que las otras, abarca mandatos en otras leyes y reglamentos que profundizan la ofensiva contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, en la entidad donde existe el mayor número de muertes maternas, entre otras razones, por abortos clandestinos, ¿Se les va a acusar? ¿Esta es la izquierda gobernante?

Lo mismo está sucediendo en Baja California Sur. Al menos una docena de legisladores de izquierda lo han aprobado, es decir, integrantes del pacto político PRD/PT/Convergencia, sin considerar las nuevas alianzas electorales del PRD con el PAN, en algunos estados, como en Oaxaca, donde las cifras de muertes maternas también rebasan nuestra inteligencia y la pobreza es enorme. ¿Cómo estar todas juntas con estos desatinos electoreros y partidarios?

Las “pactantes” llamaron a las legisladoras a hacer el trabajo que les corresponde; se niegan a ser testigos o partícipes de otro entramado de voluntades demandante que, además, lleva el mismo nombre que el Pacto.

Reconocen las pactantes que “en esta lucha podemos y necesitamos ser aliadas contra la ofensiva derechista, pero requerimos mantener también la independencia que facilite que otros sectores se pronuncien desde sus propios espacios, sin sentirse obligados a ser parte de una representación única”.

saralovera@yahoo.com.mx

Licitaciones: mandatos de la Corte

Manlio Fabio Beltrones, senador.

Jesús Cantú

MÉXICO, D.F., 22 de abril.- Todo indica que nuevamente será imposible reformar el marco normativo de la radio y la televisión en el país. El líder de la mayoría priista, Manlio Fabio Beltrones, tiene comprometido su voto con los concesionarios y, en consecuencia, su iniciativa protege sus privilegios; mientras que legisladores del PAN y del PRD, de acuerdo con lo anunciado el miércoles 14, buscan impulsar una legislación moderna que responda a las nuevas realidades.

Sin embargo, si estas dos posiciones se consolidan, lo más probable es que no se logren los votos requeridos para aprobar la legislación en ambas cámaras. En el caso de la iniciativa de Beltrones, que ya logró la aprobación de la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía, es muy probable que ni siquiera llegue al pleno, pues todavía requiere de la aprobación del dictamen en dos comisiones del Senado, lo que no está garantizado; pero aun cuando lo consiguiera, no lograría los votos necesarios en el Pleno.

En cambio, por lo que toca a la iniciativa presentada simultáneamente en el Senado y la Cámara de Diputados por los legisladores panistas, el problema se encuentra en esta última, donde seguramente la mayoría PRI-PVEM votaría en contra, y sin su apoyo no pasa. Así, los grupos nuevamente se neutralizarán.

Son muchos los puntos en discusión, pero uno que ha acaparado la atención es la renovación de las concesiones de radio y televisión una vez que termina su vigencia. Este fue precisamente el motivo de la iniciativa presentada por Beltrones, en compañía de otros cuatro senadores priistas, el 2 de diciembre de 2008. La razón es que los concesionarios pretenden, tal como señalaron los ministros al resolver la acción de inconstitucionalidad 26/2006, con motivo de la aprobación de la llamada Ley Televisa, que se les conceda “de facto la propiedad sobre el espectro radioeléctrico”.

En aquella ocasión establecieron en el artículo 16 de la Ley Federal de Radio y Televisión: “El refrendo de las concesiones, salvo en el caso de renuncia, no estará sujeto al procedimiento del artículo 17 de esta ley”. Ahora intentan burlar la determinación de la Suprema Corte con la figura de la prórroga, que para efectos prácticos significa restablecer la práctica que la Corte descartó.

En su exposición de motivos, los cinco senadores priistas señalan que los ministros dejaron “ver que su preocupación se encontraba, más que en que el refrendo no se sometería a licitación, en que éste sería automático; en que para el otorgamiento del mismo no se contemplaba requisito alguno; y en que se generaba la posibilidad de que el Estado no recibiera contribución económica a cambio”.

Y por lo tanto, señalan, “no todo proceso de refrendo debe someterse a licitación pública, sino que para ser constitucional debe estar sujeto a diversas condiciones impuestas por la autoridad competente”. A partir de este razonamiento incluyen un procedimiento de revisión administrativo que permite a la autoridad “imponer nuevas condiciones” y “evaluar el desempeño del concesionario”, además de reconocer al Estado el derecho a recibir una contraprestación económica por la renovación. Señalan igualmente que este procedimiento es acorde con el contenido en la Ley de Telecomunicaciones.

Sin embargo, ni los senadores priistas ni Carlos Sotelo –perredista presidente de la Comisión de RTC, que defiende también la constitucionalidad de dichas disposiciones– reparan en que la sentencia de la Suprema Corte señala con todas sus letras, en la página 534: “Sin embargo, para que el refrendo de una concesión y la preferencia que se otorgue a su titular resulten apegados a la Ley Suprema, es menester que el titular de la concesión, al término de la misma, compita nuevamente, en igualdad de circunstancias, con otros interesados…”.

Y en la siguiente página precisa: “Así, la preferencia para el concesionario con motivo del refrendo sólo implica que se le prefiera cuando se presente un equilibrio total o una igualdad absoluta entre varios interesados en cuanto a su idoneidad y al cumplimiento de los requisitos exigidos para el otorgamiento de la concesión…”. Todavía más adelante, en la página 550, apunta: “La radio y la televisión son medios masivos de comunicación que tienen importancia trascendental en la vida diaria de los individuos, por lo que el Estado, al regular el uso del bien público utilizado en esa actividad, debe garantizar la igualdad de oportunidades para su acceso y propiciar un pluralismo que asegure a la sociedad el respeto del derecho a la información y la libre manifestación de las ideas”.

Así, aunque textualmente no dice que todo procedimiento de renovación tiene que someterse a una licitación, realmente no deja alternativas y, desde luego, descarta cualquier procedimiento administrativo cerrado que no permita la igualdad de oportunidades a otros interesados. Y esta igualdad de oportunidades no existe en la iniciativa de Beltrones.

En contrapartida, la iniciativa presentada por el líder de la fracción panista en el Senado, Gustavo Madero, señala en su artículo 36 que todas las concesiones de frecuencias o bandas de frecuencias para uso comercial se otorgarán mediante licitación pública; y en el 42, que “un año antes de que inicie la última quinta parte del periodo de vigencia de la concesión para uso comercial, el instituto deberá licitar las frecuencias o bandas de frecuencias objeto de la misma”. En este caso, el otorgamiento y la renovación corren la misma suerte, y simplemente la propuesta señala en el mismo artículo que, en “caso de igualdad absoluta de condiciones (…) el concesionario, por una sola vez, tendrá derecho de preferencia sobre terceros…”.

Las diferencias son evidentes: La iniciativa encabezada por Beltrones pretende otorgar de facto la propiedad del espectro a los actuales concesionarios; y la propuesta blanquiazul, brindar igualdad de oportunidades a todos los interesados.

El hijo pródigo de Atlacomulco

Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México.

José Gil Olmos

MÉXICO, D.F., 21 de abril (apro).- Más allá del espectáculo que para muchos medios ha representado el caso de Paulette Gebara Farah, la muerte de la niña ha mostrado, una vez más, las serias deficiencias que Enrique Peña Nieto tiene como gobernador y que no ha podido tapar con la millonaria campaña que ha pagado a Televisa, desde que empezó su administración, para llegar a la presidencia en 2012.

Y no es ésta la primera vez que Peña Nieto refleja su incapacidad como gobernador. No hace mucho, en febrero pasado, el municipio de Chalco se inundó por las aguas negras del canal de desagüe, afectando 500 casas de familias pobres. El gobernador mexiquense, quien pretende ser presidente de la República, tardó días en atender el problema, y cuando los hizo fue sólo para dar paliativos.

Algo similar ocurrió meses antes en el fraccionamiento residencial Valle Dorado, municipio de Tlalnepantla, que también sufrió una inundación, sin que hubiera una reacción inmediata del gobernador.

Son muchas las muestras de incapacidad de Peña Nieto como gobernante, pues ha dejado tras de si una serie de casos y problemas que no ha resuelto o les ha dado soluciones temporales.

De memoria podríamos citar las lagunas que quedaron con el caso de la muerte de su esposa Mónica Pretelini, quien no recibió a tiempo ni con urgencia la atención médica, pues fue llevada al hospital ABC en ambulancia terrestre, cuando ya nada se podía hacer para salvarla. Queda la duda de por qué no la llevo inmediatamente en el helicóptero en el que Peña Nieto viaja regularmente hasta de noche, y también por qué ordenó la incineración inmediata.

Otro caso igualmente escandaloso fue el de su antecesor Arturo Montiel, de quien se descubrieron malos manejos de los recursos públicos, mientras que sus hijos y a su exesposa Maude Vercini heredaron propiedades lujosas en México y Francia. El gobierno de Peña Nieto sólo tapó las pruebas que inculpaban a Montiel y su familia, haciendo lujo de la impunidad.

Un ejemplo más fue el asesinato de Enrique Salinas, en diciembre de 2004. Hasta el momento no se sabe quiénes lo asesinaron, y menos los motivos. Basta recordar que el cuerpo del hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari fue encontrado dentro de un automóvil estacionado en el fraccionamiento Lomas de Anáhuac, Estado de México, con varios disparos de arma de fuego.

La cabeza de Enrique Salinas tenía una bolsa de plástico, pero no murió de asfixia. Al cabo de dos años de investigación se pretendió dar como causa de muerte la extorsión de dos policías, pero fue desechada y el asesinato sigue impune hasta el momento.

Otros casos con un sello de impunidad son los de las mujeres asesinadas en el Estado de México, entidad que tiene el registro más alto de feminicidios en todo el país.

Según datos de 2009 del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), 529 mujeres y niñas fueron asesinadas en ocho estados de la República. De éstos, 173 fueron cometidos en el Estado de México, 93 en Baja California, 69 en Sinaloa, 63 en Tamaulipas, 57 en Jalisco, 38 en Nuevo León, 33 en Morelos y tres en Zacatecas.

De enero de 2007 a diciembre de 2009, el organismo documentó 2 mil 15 homicidios dolosos contra mujeres y niñas en 18 de las 32 entidades federativas de la República mexicana. Destaca el Estado de México, con 556, seguido por el Distrito Federal, con 235 casos; Sinaloa, con 179; Jalisco, 164, y Chihuahua, con 157 casos en el mismo periodo.

A pesar del crecimiento de este fenómeno, en lo que va del gobierno de Peña Nieto no se ha hecho nada para detenerlo, y la impunidad y la violencia contra las mujeres en la entidad parece no tener fin.

La campaña mediática que ha pagado a Televisa desde que fue elegido como gobernador, no logra tapar todos estos problemas que Peña Nieto trae encima sin resolverlos.

Ni se diga del caos del transporte público en toda la entidad, o de la corrupción de la policía, o bien de las obras viales de relumbrón que ha hecho, como el segundo piso en el Periférico, que en nada ha resuelto la vialidad.

En cualquier otro estado o en el Distrito Federal, un caso como el de la muerte de Paulette hubiera puesto en el filo de la renuncia a quienes gobiernan. Pero a Peña Nieto nadie lo toca, menos las dos grandes televisoras que, en lugar de señalar a los responsables, han hecho de este caso una pésima telenovela.

Cada vez que aparece en los canales de Televisa y TV Azteca, el gobernador mexiquense opina o anuncia su boda desde el Vaticano, luciéndose con la artista Angélica Rivera, en una pésima versión de la pareja francesa Nicolás Sarkozy y Carla Bruni.

Así, pues, las cartas de Peña Nieto como gobernante no son las mejores, a pesar de la millonaria propaganda y publicidad desplegada en los medios. Habría que verlo en un debate de ideas para saber qué dice, cómo define su proyecto político y cómo piensa enfrentar los múltiples retos que tiene el país y que con el paso del tiempo se agravan.

Hay que ver de qué madera esta hecho el hijo pródigo del grupo Atlacomulco, porque lo que ha mostrado hasta el momento deja mucho que desear y mucho que decir.

El tema nuclear en la agenda internacional

Barack Obama durante la Cumbre Nuclear en Washington.

Olga Pellicer

MÉXICO, D.F., 21 de abril.- Las armas nucleares son un peligro para la humanidad. Esta aseveración es inobjetable; sin embargo, no conmueve, no produce alarma, no acelera los pasos para evitar la proliferación de las mismas. No ha sido sino hasta últimas fechas que el tema ha recuperado importancia ante la opinión pública y los medios de comunicación internacionales.

Los motivos para la atención hacia el peligro nuclear en la agenda internacional son varios: la firma del acuerdo entre Rusia y Estados Unidos para reducir sus cabezas nucleares y establecer un sistema de verificación que aliente la confianza mutua y propicie, eventualmente, mayores reducciones; la Cumbre celebrada en Washington para advertir sobre el peligro del terrorismo nuclear y tomar medidas para combatirlo; la ofensiva diplomática para intensificar las sanciones a Irán y detener, quizá, su avance hacia la fabricación de la bomba nuclear; finalmente, aunque no de menor importancia, la cercanía de la Conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación, el documento más importante para evitar la proliferación nuclear.

Las acciones protagonizadas principalmente por Estados Unidos y Rusia han sido vistas con optimismo moderado. El número de cabezas nucleares eliminadas en ambos países es pequeño, comparado con el de las que permanecen activas; no se han modificado las doctrinas de defensa que otorgan importancia al armamento nuclear para la seguridad nacional; no ha cambiado la posición de países como Francia, Reino Unido o China, que saben bien cuánto importan sus arsenales nucleares, por pequeños que sean, para mantenerlos en la “élite del poder”.

Es discutible si se avanza, o no, hacia el mundo sin armas nucleares que prometió Obama hace poco más de un año en Praga. Y sin embargo, no se puede negar que lo ocurrido en las últimas semanas, aunque sea muy limitado, va en la buena dirección. Es bueno pavimentar el camino para el entendimiento entre Estados Unidos y Rusia en materia nuclear; es bueno ampliar el consenso para tratar el caso de Irán en el Consejo de Seguridad; es bueno ayudar a que se tome conciencia de la posibilidad de que materiales nucleares caigan en manos de terroristas; es bueno, en fin, que el mundo recupere la preocupación por el peligro de las armas nucleares, aun si dicha preocupación no corresponde a la profundidad de las acciones que se realizan. Todo ello es necesario, entre otras cosas, por el interés renovado en el uso pacífico de la energía nuclear.

Durante los años de la Guerra Fría, México fue un actor importante en materia de desarme, no proliferación y uso pacífico de la energía nuclear. En aquella época se inició, negoció y llevó a feliz término la negociación para el Tratado de Tlatelolco. Se convocó a una reunión de seis jefes de Estado o de gobierno, provenientes de todos los continentes, para alentar la reanudación de pláticas sobre desarme que se habían suspendido entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. México era un país muy reconocido en todas las actividades que se efectuaban en la Conferencia del Desarme o en la Asamblea General de la ONU para mantener viva la causa del desarme. En otro orden de cosas, puso en marcha la central nuclear de Laguna Verde, para la generación, por ahora, de 4% de la electricidad que se consume en el país.

Luego, todo lo nuclear fue cayendo en el olvido. Una serie de circunstancias internas y externas motivaron que se debilitaran los foros ocupados del desarme y fuese imposible detener la proliferación nuclear, como lo evidenciaron los casos de la India, Pakistán y, aun si no lo declara, Israel. Por otra parte, los terrores producidos por accidentes nucleares colocaron en segundo término la energía nuclear como fuente de electricidad.

Para México ni los peligros de las armas nucleares ni la utilización pacífica del átomo volvieron a cobrar importancia. No fue así en el resto del mundo. Desde comienzos del siglo XXI la energía nuclear fue recuperando importancia para cuestiones de seguridad o producción de energía. En el primer caso, porque el temor al terrorismo nuclear, después de los acontecimientos del 11 de septiembre, llevó a buscar mecanismos de control sobre toda instalación que tuviese materiales que pudieran ser utilizados para producir una bomba nuclear. En el segundo caso, porque la búsqueda de energías alternativas que no produzcan gases de efecto invernadero se colocó en el corazón de las políticas energéticas en la mayoría de los países.

México se ha quedado al margen de esos desarrollos. Se necesitó la reciente Cumbre convocada por Obama para que decidiese, al fin, realizar la sustitución del combustible nuclear utilizado en el Instituto de Investigaciones Nucleares, una demanda que no se había atendido desde hace casi 10 años. Otro tanto sucede con el Protocolo Adicional de Salvaguardias del OIEA, el cual da a esa organización mayores facultades para monitorear importaciones, exportaciones y utilización de materiales nucleares. Es cierto que, siendo secretario de Energía, Felipe Calderón lo firmó en 2004, pero no se ha ratificado, a pesar de múltiples presiones ejercidas por el OIEA. Todavía no se ratifica al momento de escribir estas líneas, pero seguramente oiremos muy pronto que ya entró en vigor. De algo sirve, por lo visto, el llamado que se hace desde los más altos niveles de Washington.

Los compromisos aceptados recientemente en Washington para la seguridad de las instalaciones nucleares fueron inevitables; México no se puede quedar fuera de esas corrientes internacionales. Pero se requiere algo más que decisiones forzadas; se requiere una política que coloque a México al nivel de los países que tienen el uso y la seguridad de la energía nuclear al centro de sus planes de desarrollo a largo plazo. ¿Será posible dentro del ánimo que domina la política nacional?

El tsunami de Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI en Roma.

Jenaro Villamil

MÉXICO, D.F., 20 de abril (apro).- La crisis actual de la Iglesia católica no es una “gripita”, como bien reconoció el obispo de Saltillo, Raúl Vera, ni se resuelve con manuales para detectar pederastas, mucho menos con actos de contrición poco sinceros. La crisis desatada por la ola de escándalos de agresiones sexuales de sacerdotes contra menores es un auténtico tsunami. Y a un tsunami no se le enfrenta pensando que se trata de un coletazo del “libertinaje sexual” que sólo afecta a una minoría de los sacerdotes.

La Iglesia vive una gran crisis de comunicación con sus feligreses, con sus críticos y al interior de sus filas. Es una crisis derivada de un fenómeno muy conocido entre los especialistas de este fenómeno: la disonancia cognitiva. Es decir, la incapacidad de los jerarcas y voceros del Vaticano para reconocer las dimensiones del problema, para tomar medidas reales y no discursivas, y para plantear una auténtica reforma.

La actitud reactiva, a la defensiva, del Vaticano sólo ha logrado agudizar el resquebrajamiento de una estructura de poder creada y mantenida para la obediencia y el encubrimiento, y no para ser fiscalizada y modificada por los propios creyentes.

No son rumores ni “chismorreos”, como dijo Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, lo que se ha ventilado ante la opinión pública. Se trata de una concatenación de hechos que involucran los 24 años (1981-2005) en los que el actual papa Benedicto XVI fungió como principal responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El desplegado publicado el martes 20 de abril por una serie de organismos católicos non gratos –como Católicas por el Derecho a Decidir o la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por parte de Sacerdotes Católicos-- resumen los casos que han configurado el escándalo actual:

--El Vaticano negó el encubrimiento de abuso de 200 niños sordos en Estados Unidos cometido por el sacerdote Lawrence Murphy. El diario The New York Times confirmó que tanto el papa Juan Pablo II como Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, conocieron de estos abusos y prefirieron encubrir a Murphy. El arzobispo neoyorquino Timothy Dolan prefirió atacar al mensajero. Acusó al rotativo de “formar parte de una bien aceitada campaña contra el Papa”.

--En 1990 un tribunal de la Iglesia católica confirmó que el sacerdote Michael Teta, de Arizona, abusó de menores desde 1978. Ratzinger conoció del caso y doce años después, ya como sumo pontífice, autorizó el retiro formal del cura abusador.

--En Brasil, durante los últimos 10 años, cerca de 1,700 sacerdotes han sido acusados por pedofilia. La agencia Nueva Prensa Guayana documentó estos casos, pero los obispos prefirieron tratar de mantener en secreto lo que ya era un escándalo en las comunidades eclesiásticas. A estos casos se suman muchos otros que se han convertido en la agenda de todos los medios:

--En primer lugar, el expediente de Marcial Maciel y de los Legionarios de Cristo. Las denuncias fueron públicas desde 1997. Ratzinger conoció de las investigaciones, pero prefirió posponer cualquier sanción al fundador de la Legión porque “era muy amigo del papa Juan Pablo II y le había hecho mucho bien a la Iglesia”. Trece años después, la Legión no sólo reconoció la “doble vida” de su fundador sino tuvo que admitir que se trata del peor escándalo que ha rodeado a este grupo que representa el emblema de la teología a favor de los ricos y poderosos. Ya ninguno de los empresarios que participaron en la Legión es capaz de encabezar un boicot publicitario a los medios que critiquen a Mon Pere.

--En Irlanda, en Alemania y en España se han documentado casos de abusos y agresiones sexuales de los sacerdotes contra menores. El papa pidió perdón a las víctimas en Irlanda, pero al mismo tiempo se acusó a los medios que han documentado estos casos de “tener la obvia e innoble intención de atacar a cualquier costo a Benedicto XVI y sus más cercanos colaboradores”, tal como afirmó una editorial de L’ Ossservatore Romano, periódico oficial del Vaticano.

La crisis se ha agravado por la incapacidad del Vaticano para articular un mensaje medianamente moderno. Todas las respuestas de la Santa Sede y de la mayoría de los obispos exhiben la homofobia, la sexofobia, la misoginia y hasta un antisemitismo que raya en lo arcaico.

Por ejemplo, pretenden defender el celibato sacerdotal insistiendo que no hay relación entre una prohibición y la pedofilia. Lo peor es que relacionaron el homosexualismo con la pedofilia. Esta vieja tesis que fue desmontada desde principios de siglo XX por sexólogos como Magnus Hirschfield, simplemente es ignorada por el Vaticano: una cosa es la opción sexual y otra muy distinta es la agresión sexual. Para buena parte de la jerarquía un homosexual sigue siendo un agresor de menores en potencia. ¿Cómo se explican que existan pedófilos cuya opción es la heterosexualidad?

En una maniobra discursiva altamente contraproducente, la Conferencia Episcopal Mexicana decidió acusar al sistema educativo de impulsar el “libertinaje sexual” al educar sólo en aspectos genitales y no ofrecer una “educación de valores”.

¿Por qué culpan a un sistema educativo laico de un problema que se presenta al interior de la Iglesia católica? ¿Acaso no existen universidades y centros educativos confesionales –sobre todo, los administrados por la Legión de Cristo-- en donde también se han denunciado casos de agresiones sexuales?

No es la sexualidad, sino la complicidad con los agresores el problema del Vaticano. No es el “libertinaje”, sino la franca hipocresía lo que está hundiendo a la jerarquía. Los enemigos no son los homosexuales ni las mujeres que defienden su derecho a decidir, sino los que eligen a la Iglesia para cometer delitos sexuales. No es una campaña en contra de Benedicto XVI, sino el juicio contra un ciclo conservador que proviene desde la época de Juan Pablo II.

Los medios no tratan de destruir a la Iglesia, sino de configurar lo que hasta ahora niega la mayoría de los cardenales: la milenaria institución sólo podrá sobrevivir si incorpora en su interior el derecho de acceso a la información y a la rendición de cuentas.

Blog: www.jenarovillamil.wordpress.com

Gracias, Estados Unidos, pero no, gracias

Capitolio en Washington.

Sabina Berman

1.

MÉXICO, D.F., 20 de abril.- Ahora el gigante del Norte nos mira atentamente. Según aconseja el informe del Servicio de Investigaciones del Congreso estadunidense, “el Pentágono debe ampliar su papel en la lucha contra el narcotráfico” en nuestro territorio (Proceso 1745, 11 de abril de 2010). Estados Unidos ha de enviar a México más y más sofisticadas armas, más recursos económicos, más especialistas bélicos.

Como si no hubiera quedado clara la enseñanza de estos tres años de guerra: Al escalar la violencia el Estado, sin duda el narco escalará su violencia.

2.

Así que Estados Unidos armaría aún más a las fuerzas del Estado mexicano mientras el narco se armaría aún más en las armerías de Texas, de Nevada, de Arizona. Entre armas estadunidenses y armas estadunidenses nos veremos nosotros, los mexicanos, poniendo los muertos.

3.

Hay que reconocer, se apunta en el informe con particular sensitividad, que la soberanía de México se vería comprometida. “…hay opiniones de que con ello el Departamento de Defensa (estadunidense) se transforma en el dueño del control del territorio mexicano”.

4.

Casualmente, el presidente Barack Obama anunció la semana pasada que aviones ligeros sobrevolarán nuestra frontera mutua. Usemos las palabras justas: patrullarán la frontera mutua. Es decir, será la versión aérea de ese muro de concreto y equipo virtual, ese muro impenetrable que los republicanos querían para separarse de México.

Así que armas estadunidenses se enfrentarían a armas estadunidenses; en medio caerían muertos mexicanos, y aviones patrullarían la frontera para que nadie escape.

Es una trampa previsible. No una trampa planeada con maldad. Pero previsible.

5.

El problema no es si esta es una guerra justa. Nadie defiende moralmente a los narcotraficantes. Moralmente: atendiendo al bien común. Ni siquiera ellos mismos se consideran a sí mismos héroes. El problema es qué país nos dejará la guerra.

Tampoco el problema es si se puede vencer al narco al cabo de 10 o 15 años. Las dos cifras que el presidente Calderón ha mencionado, con rara ligereza, como cálculos para vencer al narco. El problema es qué país nos quedará luego de 10 o 15 años de guerra.

Un país destrozado. Con una economía destrozada. Ya no como antaño la novena del mundo, ya no como ahora la undécima, sino la número 20, la número 40.

6.

¿Pero quién diablos cree en Estados Unidos que la solución es escalar la violencia en México? ¿Quién diablos imagina que la solución es matar a otros capos, para que por cada capo muerto cinco jefecitos luchen a muerte por esa cabecera? ¿Quién no ve ya lo evidente, que pulverizar más la estructura del narco es desorganizar más su violencia y extender el caos? ¿Y quién en su sano juicio cree que los mexicanos ansiamos 15 años de guerra para evitar que la mota, el diablo encarnado, sea fumada en los soleados jardines de California?

Los militares.

Por supuesto, para los militares la respuesta es militar. Los congresistas estadunidenses deben escucharlos, pero después deben escuchar mejores estrategias. Estrategias para achicar la guerra, no para agrandarla. Para achicarla aprovechando las ventajas operativas del Estado mexicano y del Estado estadunidense, que necesariamente incluirían congelar las finanzas del narco, parar el tráfico de armas por la frontera norte y legalizar la mariguana.

Qué curioso: las tres medidas han sido catalogadas como “difíciles” de lograr en Estados Unidos. Los mexicanos debemos alertarnos: antes de cambios de importancia en Estados Unidos, a Estados Unidos le parece más fácil “ayudarnos” aumentando los arsenales de la guerra en nuestro lado de la frontera.

7.

¿Hace cuánto los congresistas estadunidenses no leen el Cuestionario Powell? Horrorizado por el pantano de sangre en que Vietnam fue convertido, Colin Powell redactó una serie de preguntas, para que su país nunca más creara y se hundiera en otro Vietnam.

¿Es claro el objetivo de esta guerra? ¿Antes de emprenderla, se agotaron los medios pacíficos para disolver el conflicto? ¿Es una guerra ganable rápidamente? ¿La población civil desea con fervor esta guerra?

Apenas algunas de las preguntas del Cuestionario Powell. Sus respuestas, en el caso de la guerra en México, son todas negativas. Y si bien nadie habla todavía de enviar tropas estadunidenses a México, convertir a México en un pantano de sangre para los soldados y civiles mexicanos debería importar igualmente a los congresistas del norte.

8.

Los estadunidenses no quieren un nuevo Vietnam. De mayor importancia para nosotros: nosotros no queremos ser ese otro Vietnam.

Luego entonces: Gracias, Estados Unidos, pero no, gracias.

Calderón incita al crimen


MÉXICO, D.F., 19 de abril (apro).- El menosprecio de Felipe Calderón a la matanza de inocentes en su “guerra” contra el narcotráfico, que representa la más reciente prueba de que su única grandeza es la estupidez, no es sólo repudiable de suyo, sino por algo más grave: La incitación a crímenes contra adversarios políticos con impunidad garantizada.

El lenguaje belicoso de Calderón, cuyo fracaso en todos los órdenes aumenta su peligrosidad, ya tiene consecuencias en la vida cotidiana de millones de mexicanos y ha costado la vida a niños, jóvenes y mujeres ajenos a una “guerra” que lo único que no ataca es la riqueza de los capos.

Y a lo largo del territorio nacional proliferan las señales ominosas para los mexicanos, en especial aquellos que, en ejercicio de las garantías que consagra la Constitución, combaten pacíficamente decisiones arbitrarias del poder político subordinado al económico y que pueden ser computados a las bajas de los “sicarios” que, según el gobierno, suman casi 23 mil en tres años.

En este marco de discurso y acción belicista han sido ya asesinados defensores de los derechos humanos y están en la cárcel las indígenas Alberta Alcántara Juan y Teresa González Cornelio, sentenciadas a 21 años de cárcel por secuestrar, presuntamente, a seis elementos de la extinta Agencia Federal de Investigaciones (AFI), de cuyo caso se burla Juan de Dios Castro, el subprocurador general de la República, cuya hermana Rosario ha sido acusada de tener nexos con el narcotráfico.

Un caso de estos es el que tiene lugar en la región de Los Altos de Jalisco, donde un vigoroso movimiento se opone a la construcción de la presa El Zapotillo y por ello está siendo objeto de represión de parte de las autoridades federales y estatales, que incluye el uso de fuerzas policíacas, provocaciones cotidianas y amenazas de muerte.

Es preciso estar al tanto de la represión a los opositores a la construcción de la presa --que en el proyecto de la Comisión Nacional del Agua (Canagua) surtirá el líquido a los municipios de Los Altos de Jalisco y a León, Guanajuato--, porque luego podría resultar que, conforme al credo de Calderón, fueran confundidos con “sicarios”.

El propio Calderón ha sido enterado, mediante una carta, de la denuncia que se presentó, el viernes 9 de abril, en la Procuraduría General de Justicia de Jalisco, por las amenazas de muerte contra una periodista que hacía su trabajo y tres activistas que se oponen a la construcción de la presa que desaparecería los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo.

Copia de la carta, suscrita por la organización no gubernamental Centro de Derechos Humanos Coordinadora 28 de Mayo, fue enviada también al gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, así como a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), al Representante del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en México y a Amnistía Internacional.

La carta dice: “El día sábado 3 de abril del 2010, estando en el negocio de Manuel de Jesús Carvajal Jiménez, en Temacapulín, Jalisco, fueron amenazados de muerte los hermanos Manuel de Jesús y Juan Agustín Carvajal Jiménez, integrantes del Comité Salvemos Temaca Acasico y Palmarejo; Marco Joachim Von Borstel Nilsson, miembro del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (Imdec), y la periodista Jade Ramírez Cuevas Villanueva, de Medios UDG Noticias, de Radio Universidad de Guadalajara, los cuales se encontraban dando seguimiento a las actividades de Semana Santa, programadas por la comunidad y los comités en defensa de sus derechos y territorio frente a la imposición del proyecto de la presa El Zapotillo.

“Aproximadamente a las 10:15 p.m., del día 3 de abril, tres individuos no conocidos por los presentes ni el resto de la comunidad de Temacapulín, entraron al negocio de Manuel de Jesús Carvajal Jiménez (El Bombón) y amenazaron a Marco Von Borstel y a Jade Ramírez Cuevas Villanueva, lanzando una serie de improperios e insultos, diciendo: 'La presa se va hacer, no entiendo por qué siguen ahí y no respetan al gobierno'. Dijeron que eran empleados federales.

“Antes de estos acontecimientos, los individuos ya se habían acercado a Juan Agustín Carvajal Jiménez para decirle: 'tú, tu hermano el gordito (Manuel de Jesús Carvajal Jiménez, El Bombón), ella (refiriéndose a Jade Ramírez) y el del sombrero (refiriéndose a Marco Von Borstel), los cuatro, ya valieron para pura chingada, se van a morir pronto porque están alborotando la gallera'.”

En la carta dirigida a Calderón se anota: “Estos graves hechos se suman a otras acciones de amenazas y hostigamiento que las comunidades y los integrantes de los comités en resistencia han venido sufriendo durante el desarrollo del proyecto de la presa El Zapotillo”.

Aunque, en efecto, la propia Comisión Estatal de Derechos Humanos envió al gobernador la recomendación 35/2009 para que garantice el respeto y la integridad de los opositores al proyecto que a nivel federal encabeza el yunquista José Luis Luege, director general de la Canagua, a González Márquez le ha importado poco y apenas el viernes 16 ordenó un operativo de intimidación en Temacapulín.

En una reunión de pobladores afectados con 10 senadores y 16 diputados federales, así como con el excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, fue desplegado un operativo policíaco que sólo se entiende por la paranoia gubernamental:

Justo a la plaza principal de Temacapulín, donde se reunieron unas 500 personas, se colocaron 28 elementos de la policía estatal provistos de poderoso armamento, que descendieron de siete patrullas también estatales, sin placas de circulación y con los números de seria tapados con cinta.

¿Una reunión pacífica, amparada en la Constitución, merece un despliegue de esa magnitud? Para Calderón, que desprecia la Carta Magna, claro que sí.

Si en este caso Calderón desiste de su política intimidatoria, debe proceder a castigar a los tres individuos que amenazaron de muerte a los activistas y a la periodista, cuyas fotografías están anexadas a la denuncia...

Apuntes

A la fuente de la información, Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, no se le puede atribuir mala fe, quizá sólo malicia, pero tiene sus implicaciones que Joaquín Sabina haya cantado ante Felipe Calderón “Llegó borracho el borracho”, el tema que compuso e interpretó José Alfredo Jiménez… Comentarios: delgado@proceso.com.mx

Los medios o el horror banalizado

Hombre acribillado en Sinaloa.

Javier Sicilia

MÉXICO, D.F., 19 de abril.- En La tentación de la inocencia, Pascal Bruckner nos recuerda que la información y la verdad eran generalmente conocidas bajo la forma de revelaciones –es decir, develamientos, investigaciones o denuncias– y que el impacto que nos producían “provenía de la inmensa ignominia repentinamente destapada”.

Esta forma del develamiento –que en México nos recuerda escritos y experiencias de Graham Green, Julio Scherer, Monsiváis, Poniatowska y el subcomandante Marcos– seguirá existiendo porque las tiranías y los poderes mantendrán siempre en secreto sus crímenes. Sin embargo, con el desarrollo de los medios de comunicación y de la libertad de información, advierte Bruckner, se ha establecido “el reino de la sobreexposición, generador a la vez de equivalencia y de costumbre”.

En efecto, cuando Calderón desató la guerra contra el crimen organizado, los secuestrados y asesinados, los torturados y descabezados surgían en la pantalla y en los periódicos causando conmociones. La adrenalina nos ponía en estado de vértigo, alteraba nuestra percepción y nos hería e indignaba el ultraje. Desde entonces, bajo el peso de la absurdidad de esa guerra y del requisito mediático de información y originalidad, la vertiginosidad de ese tipo de noticias no ha dejado de sucederse, pero a ella se suma la vertiginosidad de otras que disipan el espanto.

No bien miramos el horror del día cuando al punto aparecen otras tomas que lo velan: los cuerpos de los estudiantes asesinados en Ciudad Juárez desaparecen inmediatamente bajo un río de noticias, de anuncios y de programas insulsos. Aún no hemos acabado de digerir esas tragedias cuando otros horrores, con sus dosis de comerciales y programas insustanciales, sustituyen a los anteriores. A los estudiantes de Ciudad Juárez suceden los del Tec de Monterrey; a los descuartizados de tal estado, el asalto a la guarida de Beltrán Leyva; a éste, la bala en el cráneo de Cabañas; a ésta, el reality show de la familia Gebara Farah, y a ésta los colgados y baleados de Morelos… “Servidas en rachas desvinculadas entre sí –explica Bruckner–, crueldades y futilezas se suceden formando una guirnalda barroca que las nivela y las anula”. Frente a la vejez y el olvido del episodio de ayer, la novedad horrible y sin esfuerzo del de hoy.

La consecuencia es la banalización del espanto. Si hace años bastaba un spot televisivo para sensibilizar nuestra conciencia y movilizarnos, hoy la saturación del horror y del divertimiento la estancan. De ese modo saturados, los seres humanos nos volvemos voyeuristas, espectadores de pornografía con derecho a mirar todo y a regodearnos –como en el caso de la niña Paulette– en la indiscreción del objetivo. Multiplicadas hasta lo insoportable, tomas, fotografías y reportajes de asesinatos, torturas, muertes y catástrofes, acompañadas de publicidad, shows y comedias, generan un saldo que, al final de la jornada, es la apatía, la monótona inalterabilidad del infierno.

La exhibición del horror, junto a la exhibición de la diversión, lejos de conmocionar, favorecen la parálisis. No la del miedo, sino la del aplastamiento. ¿Cómo asumir todas esas tragedias y responder a ellas en medio de una orgía de esparcimiento y consumo? Todas esas víctimas de una época enferma que, al parejo del jolgorio mediático, irrumpen en nuestras vidas, “nos sobrepasan –vuelvo a Bruckner– con su profusión y su diversidad (y nos gritan en la) lengua (…) de la conciencia un ultimátum terrible: ‘ocúpense de nosotros’”. Su efecto, sin embargo, frente a la desproporción de la tarea, es, como digo, el aplastamiento. Más allá de la vergüenza, de los restos de indignación que nos quedan –y que surgen intermitentes entre la escena horrible y el anuncio del coche, de la tarjeta de crédito, de la crema antiarrugas–, no sabemos qué hacer frente a esos dramas cuya desproporción supera nuestra capacidad de respuesta.

Pareciera que los medios de comunicación, por una paradoja perversa de la libertad, lejos de denunciar lo terrible de un gobierno que no sabe poner orden en su casa y pretende controlarnos con el miedo y el estado de excepción, se sumaran a él en su sobreexposición del mal y de la diversión. La presencia inmediata de cada individuo en las desgracias de nuestro entorno y en las festividades del mercado conduce directamente a la inercia y a la aceptación bovina de la policía y del Ejército en las calles. Lejos de movilizarnos, los medios logran lo que el gobierno y el crimen desean: abatirnos en un estado de catástrofe permanente y en la aceptación de que el mal sólo se combate con otro mal: el incremento de los cuerpos de seguridad.

¿Tendrían que callarse? Más bien tendrían el deber de canalizar la indignación, de abrir la puerta angosta de la resistencia. El derecho a la información tiene que ir acompañado del deber de rechazar el terror, la guerra y el miedo como métodos de gobierno y de vida civil. Pero habría que preguntarse: ¿Hay todavía en el grueso de los medios de comunicación una ambición civilizadora, o lo único que les interesa es preservarse, como nuestros gobiernos, mediante la sobreexplotación del horror y de la diversión?

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.

Las ausencias de Salud y Hacienda

Córdova Villalobos y Calderón Hinojosa.

Miguel Ángel Granados Chapa

MÉXICO, D.F., 19 de abril.- Varias veces se ha reunido el “gabinete de seguridad” con diputados y senadores. El propósito es que los legisladores conozcan, de voz de sus directos responsables, la política gubernamental en esa materia. Asisten los dos secretarios militares: el general Guillermo Galván, de la Defensa, y de Marina, almirante Francisco Saynes; el del ramo, Genaro García Luna, y el de Gobernación, Fernando Gómez Mont; así como el procurador general de la República. Desde diciembre de 2000, el ministerio de Bucareli carece de competencia en la materia, pues entonces se creó precisamente la Secretaría de Seguridad Pública. Pero el presidente Calderón ha confiado en Gómez Mont el papel de su vocero en asuntos de ese género, y eso, más que ninguna responsabilidad específica, explica su presencia en esas reuniones.

En cambio, no es explicable (o sí, por lo que diremos a continuación) la ausencia de los secretarios de Salud y de Hacienda, porque sus oficinas tienen asignadas tareas que corresponden a eslabones indispensables de la política contra el narcotráfico, el ámbito más dilatado de la delincuencia organizada. La ausencia de esos funcionarios deja vastas lagunas en la información que deben recibir senadores y diputados, aunque seguramente no pierden mucho, pues esa misma ausencia revela faltantes en la integración de las estrategias contra el crimen organizado. A Salud (si bien debe participar también el DIF) corresponde aplicar la política, si la hay, si la hubiera, contra las adicciones. A Hacienda, combatir por medios financieros el lavado de dinero. Por eso sus titulares no participan en el gabinete de seguridad: porque sus acciones, no obstante su vínculo con el narcotráfico y la delincuencia organizada, no se conciben como parte de una lucha que implica la persecución a balazos y, en un afortunado extremo, la aprehensión y procesamiento de los delincuentes.

México era hasta hace muy poco tiempo un corredor de paso desde los centros de producción y distribución, situados sobre todo en Sudamérica (Colombia, Perú, Bolivia), hasta el mayor mercado de drogas del mundo, Estados Unidos. México era también exportador, de mariguana sobre todo, y de amapola o su primer producto, la heroína.

Poco a poco, sin embargo, fue creándose un mercado de estupefacientes en México. O se amplió, mejor dicho, porque lo había, pero de reducidas dimensiones. Se consumía sobre todo mariguana. Antaño, la yerba estaba reservada para los cuarteles. La fumaban soldados, cabos y sargentos, sobre todo. Había una notoria permisividad de los mandos hacia esa práctica. Cuando se intensificó la participación militar en la destrucción de plantíos y quema de cosechas, una pequeña porción de la mariguana decomisada quedaba a salvo del exterminio, oculta por allí. Con ella se comerciaba en los pequeños núcleos de estudiantes, artistas e intelectuales que por espíritu libertario y afanes creadores chupaban carrujos para provocarse ensueños. En otros niveles de la sociedad la cocaína era el producto preferido, no en demasía, pues era muy caro.

Pero la avaricia de los mercaderes, que de ese modo pagaban los gastos de traslado, hizo que aumentara el consumo de esos enervantes. La insistencia mercadotécnica no halló valladares que la frenaran. En los años setenta Gobernación abrió unos cuantos centros contra las adicciones, pero eran dispensarios de atención directa, no focos de irradiación de una política contra las crecientes ofertas del mercado. Y así seguimos hoy, cuando el consumo local es tan cuantioso como las exportaciones. De allí que la contienda de las bandas por controlar las rutas de entrada y salida se haya acrecentado y adquirido rasgos de violencia cada vez mayor. Sin nadie que frene las adicciones (o lo haga en la medida necesaria, capaz de generar efectos), el mercado crece.

Falta asimismo atender el extremo final de la cadena. Toda la organización logística, la violencia que viene adosada al comercio mismo, tienen sólo un sentido, el de todo negocio: hacer dinero. Por tratarse de un mercado clandestino, las transacciones se consuman en efectivo. Algunos de sus montos son útiles, así, para la vida diaria, para cubrir el ostentoso tren de vida de los jefes de bandas y sus colaboradores. Pero el elevado volumen de ganancias no puede ser almacenado en un colchón. Sólo excepcionalmente, por circunstancias que no han quedado claras todavía, el empresario Zhenli Ye Gon guardó más de 200 millones de dólares en su casa de las Lomas de Chapultepec en la Ciudad de México. Es presumible que estuvieran allí sólo de paso, en espera de un pronto y mejor destino, cuando su propietario fue sorprendido. Pero, en general, se busca hacer entrar cuanto antes el efectivo en el circuito legal del dinero, donde se manejan cuentas de inversión y de depósito, desde donde se operan negocios inmobiliarios y otros que generen ganancias o parezca que las producen.

Allí las autoridades financieras deberían actuar. La Comisión Nacional Bancaria y de Valores es el órgano regulador de la intermediación financiera, donde se expiden autorizaciones para la apertura y funcionamiento de casas de cambio, instituciones bancarias y bursátiles, así como se expiden reglas para las operaciones de esos centros de negocios. Desde allí debería practicar una vigilancia puntual. Por su parte, la Secretaría de Hacienda cuenta con una unidad de monitoreo, que debiera estar al tanto de transacciones y depósitos extraordinarios, ya sea por su monto u otras características, ya sea por su origen y su destino. Allí debería ser posible poner límite al lavado de dinero, a su conversión de dinero sucio en dinero limpio.

Y sin embargo no se hace, o no se hace en la medida suficiente. Las sumas millonarias que produce el tráfico de drogas son tan notorias que deberían ser sencillamente detectables, a fin de obrar sobre ellas. Pero no es posible debido no sólo a la deficiencia gubernamental, sino a lo que no puede ser sino deliberada falta de comprensión del dato elemental de que allí debe ponerse la atención en la lucha contra la delincuencia organizada, no en las balaceras en calles y caminos…

El temor de los militares

Militares. Temor.

MÉXICO, D.F., 16 de abril (apro).- Los militares tienen temor. Marinos y soldados están cada vez más convencidos de que uno de los saldos de la “guerra contra el narcotráfico” en la que los embarcó el gobierno de Felipe Calderón será el de la presión en algunos sectores sociales para que sean investigados y juzgados por los delitos cometidos en contra de civiles.

El intenso cabildeo que los propios militares están haciendo en el Congreso para reformar la Ley de Seguridad Nacional, entre otros ordenamientos, tiene el propósito de garantizar, desde ahora, la impunidad.

Liberados de responsabilidad por los delitos de lesa humanidad cometidos, sobre todo por el Ejército, durante la “guerra sucia”, principalmente en los años sesenta y setenta del siglo pasado, los militares quieren evitar malos tiempos.

La reforma que se discute actualmente en el Senado pretende darle el marco legal a la actuación de los militares en los operativos ordenados por Calderón y garantizar su participación en futuros asuntos de orden público sin que exista el riesgo de investigaciones ulteriores en su contra.

Lejos está esa reforma de la adecuación de las Fuerzas Armadas a la vida democrática. Incluso, si se llegara a reformar el Código de Justicia Militar para que los delitos cometidos por elementos castrenses contra civiles sean juzgados por tribunales ordinarios.

Si bien los militares responsables de graves violaciones a los derechos humanos durante la “guerra sucia” no acabaron en la cárcel, el Ejército sí tuvo que enfrentarse a la eventualidad de ser sometido a investigaciones como las que ocurrieron en algunos países de América Latina al final de los regímenes dictatoriales.

Pero el gobierno de Vicente Fox prácticamente los exoneró a través de la inoperante Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado. El único caso sancionado ha sido el de la desaparición forzada del campesino Rosendo Radilla, detenido en un retén militar en 1974.

Pero esa sanción sólo fue posible fuera de México debido a la persistencia de los familiares de la víctima que lograron llevar el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y posteriormente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en noviembre pasado falló en contra del Estado mexicano por esa acción del Ejército.

La reforma a la Ley de Seguridad Nacional quiere evitar que se repita esa experiencia.

Los asesinatos de civiles a manos del Ejército durante los tres años de los operativos de Calderón quedarían con esa reforma justificados legalmente y se reducirían las probabilidades de acciones legales posteriores, sobre todo en el ámbito internacional.

Para evitarlo, el Ejército tendría que cerrar los expedientes de las víctimas que han caído en los últimos tres años por acciones de sus elementos. Declararlos cosa juzgada.

De esa manera se evitaría el establecimiento de responsabilidades no sólo de los autores materiales de los delitos, sino de sus superiores.

Con todo y lo obsoleto que es el Código de Justicia Militar, su artículo 110 establece que cuando un militar cometa un delito que implique la violación de una ley penal, como son los homicidios y la tortura, “serán responsables el superior que hubiere dictado esa orden y los inferiores que la ejecuten”.

Precisa que si la comisión del delito emanare directa y notoriamente de lo dispuesto en la orden, el que la hubiese expedido o mandase expedir será considerado como autor, y los que de cualquiera manera hayan contribuido a ejecutarla serán considerados como cómplices.

Calderón quiere cubrir la salida de las Fuerzas Armadas de los operativos para que él, como su comandante en jefe, quede también liberado de cualquier responsabilidad.

jcarrasco@proceso.com.mx

Columna Asimetrías. El (Mal) Año de los Generales





22 abril 2010
“Justicia que no es expedita es injusticia”.
Emilio Krieger.

I

Las reformas constitucionales para ampliar y, a la vez, reforzar la protección y, ergo, la defensa de los derechos humanos en México, aprobadas por el Senado de la República hace algunas semanas, fueron respuestas a realidades muy concretas.

Y esas realidades muy concretas se representan en el cúmulo espectacularmente monstruoso de violaciones a los derechos humanos de la población civil causadas por las actuaciones de las Fuerzas Armadas, en particular el Ejército Mexicano.

Esas actuaciones son incontrovertiblemente ilegales, con lo cual se quiere decir que la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles de las urbes mexicanas violan una miríada de leyes, empezando con la Constitución Política misma.

Ese hecho –el de la ilegalidad— convierte a los personeros de las Fuerzas Armadas en presuntos delincuentes, condición indigna, por impropia, de la filosofía misma que inspira, o debe inspirar, las potestades reales del garante de la soberanía nacional.

Por supuesto, las Fuerzas Armadas, enseñadas a obedecer y actuar en consecuencia con las premisas fundamentales del arte de la guerra, las de que la mejor defensa es el ataque, son también víctimas de la manipulación política de sus propios comandantes.

Éstos comandantes, en particular el supremo, un civil investido espuriamente como Presidente de la República, giran órdenes como si las Fuerzas Armadas hubiesen sido conformadas para fines políticos o de servicio a intereses ajenos al de México.

II

En esas trampas se hallan, precisamente, las Fuerzas Armadas. Expresión elocuente de esa situación coyuntural es la actual y ocurrente. El Ejército se ve forzado a actuar con arreglo a órdenes superiores como una caterva de matachines sin honor.

Esas órdenes del comandante supremo son secuela de imperativos facciosos que nada tienen que ver con la verdadera seguridad nacional, la del bienestar económico y social. Son órdenes giradas por una mafia dominante del poder político del Estado.

Usan, pues, esos facciosos instalados en la investidura presidencial a las Fuerzas Armadas, con la predecible consecuencia: desprestigio y descrédito y deshonor, degradación del concepto mismo de la defensa nacional al inspoirare terror.

La salida –como la propone el general secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván-- no es la de promulgar leyes a modo para legalizar la impunidad y neutralizar el alcance de las reformas constitucionales en materia de derechos humanos.

No. El Ejército Mexicano está en una trampa, maniatado por la obediencia ciega y su sentido del deber que, utilizado aviesamente por el comandante supremo –jefe de una facción del hampa de la política--, atenta contra la vera razón de ser de aquél: el pueblo.

La noche de los generales es una mala noche; es de pesadillas y, simultáneamente, de insomnios torturadores. Lo que hay que cambiar no es el marco jurídico, sino las trampas de la obediencia ciega, unilateral, lineal, vertical, a un comandante demente.

III

Ello plantea mucho más que reformas a las leyes que eximan a priori de responsabilidades a quienes giran órdenes demenciales y a quienes las acatan sin ponderar sus implicaciones filosóficas --morales, éticas—y, desde luego, prácticas.

Lo que plantea es revisar las trampas en las que se hallan las Fuerzas Armadas, de las que el Ejército Mexicano es el más vulnerable. Éste, si bien tiene por doctrina la de atacar por defensa, también privilegia el discernimiento filosófico del deber.
Y, en esa vena, debe reaccionar bajo las normas del espíritu público. El mejor ejército es aquél que jamás sale a la calle a combatir civiles inermes y desarmados y, por tanto, indefensos, y que discierne las palabras ocultas de sus comandantes de coyuntura.

La patria está en peligro. Más ese peligro no se conjura con soldados en la inconstitucionalidad --a la que se añaden agravantes como violar derechos humanos de la población civil--, sino atacando, políticamente, las causas de dicho peligro.

Y las causas de ese peligro –sin duda enorme, multidimensional-- no se localizan en la población civil inerme, temerosa y descontenta, sino en otros ámbitos, los de la forma de organización política y económica antisocial e incluso antiEjército.

Las Fuerzas Armadas tienen que discernir si sirven a una facción del poder político del Estado o a éste, cuyo elemento constitutivo mayor, principal y más importante es el pueblo. Y a éste se le sirve velando armas por la defensa de sus derechos humanos

Plan B. La Marina al ataque




22 abril 2010
El almirante Francisco Saynez, secretario de Marina, exigió ayer a la sociedad participar en la lucha contra el crimen organizado mediante el repudio y la denuncia, dijo que no son tiempos sólo de criticar. Y tiene razón, el problema es que su llamado no hará eco si no ofrece certeza y protección, porque la sociedad ya no se cree el discurso esquizofrénico sobre la guerra, tanta indiferencia ante la muerte no se puede resarcir con una emotiva perorata tardía, ni con peticiones que aludan a la confianza tantas veces quebrantada. Saynez hace un llamado más estratégico que simplemente moral.

Claro que si la sociedad no colabora las cosas empeorarán, de eso no le cabe duda a nadie. Sabemos que un porcentaje importante de ciudadanos está implicado, directa o indirectamente, con la delincuencia organizada, que sus familias o los protegen o los desprecian pero difícilmente los denuncian. Pero ¿qué pasa con quienes sí colaboran con la autoridad? Y ¿con qué autoridad? Porque cualquiera que haya hablado con agentes de diferentes agrupaciones sabe que la primera recomendación es no confiar en las autoridades locales. ¿Y las federales? Tres casos se han documentado en que las llamadas de emergencia a la PGR fueron escaneadas por narcos locales. Tenemos reporteras desaparecidas por cubrir casos que ninguna policía quiso mirar, a periodistas asesinados por investigar nexos entre autoridades y crimen organizado.

Sabemos que hay miles de casos en que la sociedad sí ha colaborado, y aunque algunos se han resuelto la mayoría siguen sin ser investigados y la gente siente pánico de pensar que alguien descubra quién denunció. Nadie en su sano juicio puede creer que el problema de la violencia social es responsabilidad única de la autoridad, sin la participación de millones de personas en la cadena alimenticia del crimen difícilmente sobrevivirían los malos en este país. Quienes compran productos piratas colaboran, quienes compran drogas, quienes dan mordidas, quienes venden el padrón electoral desde una instancia gubernamental, quienes desde los partidos postulan a delincuentes colaboran.

Lo cierto es que el secretario de la Marina es uno de los pocos representantes del Estado que tiene calidad moral para pedir acción ciudadana, sin embargo carece de un instrumento de protección para recibir esa ayuda, no puede esperar que la gente confíe en la PGR. Si nuestra realidad exige que sean la Marina y grupos especiales del Ejército los únicos capaces de perseguir a los altos mandos del poder criminal, entonces tendrán que reinventarse esas instituciones, aunque los legisladores harán todo por frenar la propuesta. La pregunta es si en realidad el almirante tendría el poder de arrestar y llevar a juicio a candidatos y políticos de todos los partidos, que a través de las urnas, llevan consigo la misión de las mafias. Eso se preguntaron ayer las niñas sobrevivientes de trata sexual en Veracruz, donde Saynez hizo su llamado junto a Calderón.

Detrás de la Noticia. 1984-2010

Por Ricardo Rocha




22 abril 2010
De entrada he de reconocer que soy un analfabeta digital. Con todo lo que ello implica. Por un lado, marginado de las maravillas tecnológicas que cada mes son suplidas por nuevas maravillas tecnológicas; por el otro, el disfrute de ciertos placeres elementales que algunos calificarían de silvestres y hasta primitivos.

Llevo una doble vida: no soy experto en navegación por internet ni en el messenger y jamás he chateado con nadie; me he resistido al Facebook y al Twitter y no sé comprar un boleto en la red. Ignorancia que me ha hecho sujeto de las burlas más ácidas hasta de mis amigos y parientes. Para compensar, gozo en lo íntimo mis pequeñas victorias: puedo sobrevivir cada día sin estar pegado a las computadoras; no dependo del celular para saber que existo y puedo todavía mirar además de ver, escuchar además de oír y pensar además de recibir información. Sé que soy una especie en extinción: pero todavía disfruto enormemente caminar por mi querido Barrio de La Conchita sin rumbo fijo, de amontonar libros abiertos en mi escritorio para darme una refrescadita de coco; de escuchar la voz de la gente que quiero y no sólo las letritas; de sorprenderme con el paisaje humano en un aeropuerto; de sentir en mis manos los discos de siempre; o de experimentar el placer de arrastrar el lápiz en estos textos.

Por supuesto que, de vez en cuando, me atormento preguntándome sobre el origen de mis fobias. Y creo que se debe a dos personas. Primero, mi admirado padre Juan que jamás usó una tarjeta de crédito y que como buen macho jalisciense decía que los hombres de a de veras llevan el dinero en la bolsa derecha del pantalón, ahí junto a ya saben qué; nunca lo vi tan enojado como cuando le añadí la propina a un mesero con mi recién estrenado dinero de plástico; me dijo que a ese hombre había que darle un billete para que ese mismo día pudiera llevar más pan a su casa.

En otro plano, también me marcó el estremecedor 1984 de George Orwell. Escrito en los 40, anticipaba el futuro medio siglo después. Un gobierno totalitario, una economía centralizada y un infalible sistema de observación sobre cuerpos y mentes de todos los ciudadanos. Una sociedad mediatizada y regida por un gobierno y cuatro ministerios: el de La Verdad, dedicado a las noticias, espectáculos y la educación; el de La Paz, para hacer la guerra; el del Amor, para imponer la ley y el orden; y el de Abundancia, más para unos que para otros. Pero todo ello basado en una infalible maquinaria de control, ejemplificada en pantallas que en todas partes mostraban un frío rostro que repetía una y otra vez: EL GRAN HERMANO TE ESTÁ VIGILANDO.

No sé por qué todo esto me viene a la mente ahora que me entero de que cualquier idiota corrupto es capaz de traficar no sólo con bases de datos, sino con lo que yo más aprecio: la privacía de cada uno y el derecho a vivir la vida como uno quiere y no como te la quieren imponer los demás.

Lástima. Ahora que ya me estaba animando a tomar un nuevo curso cibernético para personas de lento aprendizaje.

EDITORIAL. Truculencia: Hacer política para hacer la guerra

Año 8, número 3327
Jueves 22, abril del año 2010

Truculencia: Hacer política para hacer la guerra

Sábese que la guerra es una de las extensiones –la más traumática-- de la política. Carl von Clausewitz, militar e historiador prusiano, autor de esa célebre definición, decía a discípulos y su Estado Mayor que la ciencia militar es también ciencia política.

Y no andaba errado. Ello, precisamente, lo ha convertido en un icono influyente en la ciencia militar moderna. La vinculación dialéctica entre la política y la guerra se la explicó en 1810, como mentor, a su pupilo el príncipe de la corona de Prusia.

Ese príncipe, Federico Guillermo, sería Káiser, para quien escribió el famoso tratado “Los más importantes principios del arte de la guerra”. Fue allí, en ese documento, en el que enunció que la guerra es una de las extensiones de la política por otros medios.

Esos medios son variopintos, vistos a la luz de la aparente resistencia o desobediencia real de los Generales a cumplir las órdenes dadas por su comandante supremo de “atacar al enemigo”, uno que es invisible, que no da la cara, elusivo e inasible.

¿Estamos acaso ante un conato de rebelión? ¿De asonada? ¿Motín? ¿O simplemente una huelga de brazos caídos, la cual debería imitar la sociedad civil ante las monstruosas arbitrariedades de los personeros del poder político del Estado?

No. Estamos ante un sencillo caso clausewitziano, aunque con una variante digamos maquiavélica: los Generales hacen política precisamente para poder hacer la guerra desde una posición de ventaja no sólo estratégica, sino también táctica.

Y esa ventaja de doble alcance les otorgaría supremacía no sobre sus enemigos aparentes y formales –una fuerza armada sicaria, la de los cárteles del tráfico ilícito de psicotrópicos y estupefacientes--, sino sobre los civiles desarmados e indefensos.

Éstos tienen por protección única una pátina intangible: las reformas recientes –de hace un par de semanas— a la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de derechos humanos. Pero esa protección preocupa a los Generales.

Y como les preocupa mucho para cumplir las órdenes de su comandante supremo faenan en una intensa campaña mediática y de cabildeo –o lobbying— para que el Poder Legislativo, que no ha autorizado esa guerra, les de protección frente a los inermes.

¿Y en qué consistiría esa protección jurídica ante ciudadanos civiles inermes e inocentes y, por tanto, desprotegidos del fuego de los Generales? Que en caso de masacres de esos civiles, los generales no sean juzgados como criminales de guerra.

En uno de sus argumentaciones anónimas, los Generales –que publican en los periódicos del Distrito Federal sus tesis a favor de esa protección jurídica sin identificar autorías— afirman que su misión no es como la de la policía, disuadir, sino atracar.

Y al atacar, como diríase coloquialmente, agarran parejo o hacer tabla rasa, pues, tirándole a todo lo que se mueva o no, civiles desarmados e inocentes incluidos. Por eso, no quieren ser “juzgados como policías”. Como vulgares matachines. .

Sin embargo, persiste la duda: ¿son los Generales los que hacen política motu proprio para poder hacer la guerra o actúan subrogadamente, por órdenes superiores, las del General secretario de la Defensa Nacional o del comandante supremo Calderón?

Suponemos informadamente que no actúan motu proprio. Si la estrategia fue diseñada en Los Pinos, ¡qué pobreza moral y de ética política la de sus diseñadores! Con un fuero de guerra reforzado para los militares, se cancelarían todos los derechos humanos de la población civil.

La campaña mediática y de cabildeo es una maniobra grotesca. El comandante supremo Calderón envía a sus Generales –sin el desprestigio, aun, de aquél-- a buscar y obtener esa ventaja alevosa sobre la población civil indefensa.

¿Por qué, preguntaríase, don Felipe hace que sus Generales cabildeen y hagan política para poder hacer la guerra de él? Por que su capital político se ha desgastado del todo y su acceso al Congreso de la Unión y su influencia sobre éste han cesado de hecho.

Ejerce el poder investido en una oquedad que percíbese insondable, abisal. Sus Generales, deseosos de hacer la guerra (“no le tememos al combate”, afirman en sus escritos periodísticos anónimos) por orgullo equívoco y porque les es lucrativo.

Esa truculencia enloda a aún más a las Fuerzas Armadas, en particular al Ejército, atrapado en una vorágine de desprestigio que lo corroerá e irremisiblemente lo destruirá. El Ejército tiene ya su peor enemigo en su propio comandante supremo.

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¿Vamos a hacer de México una prostituta?

Trabajadora de la embajada de Estados Unidos elabora una visaFoto Carlos Ramos Mamahua


A mi regreso de un prolongado viaje fuera de México me enteré de una noticia que rebasó mi capacidad de asombro: la medida anunciada por la Secretaría de Relaciones Exteriores de que cualquier extranjero podrá entrar a nuestro país sin visa mexicana, con tal de que tenga una visa de Estados Unidos.

Leí ayer el atinado artículo publicado al respecto en La Jornada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, y quisiera agregar otras consideraciones.

La medida parece partir del supuesto de que, si una persona cuenta con la autorización para ingresar a nuestro vecino del norte, es porque de alguna manera ha sido lo suficientemente investigada como para merecer ese privilegio.

Se olvida la secretaría que los terroristas del World Trade Center tenían visas de residencia en Estados Unidos y que el terrorista que el año pasado tenía la misión de hacer explotar un avión estadunidense tenía una visa de entrada.

Ignora la secretaría que esta falibilidad del sistema se agudiza por el hecho de que a Estados Unidos se le dificulta, y en ocasiones se le imposibilita, negar la visa a docenas de musulmanes –algunos de ellos terroristas en potencia– que viajan por el mundo con pasaportes y nacionalidad británicos, alemanes o franceses. Y que lo hacen también sin antecedentes penales: nadie es asesino antes de que asesine por primera vez.

Lo que ahora vamos a lograr es que estos señores disfruten de unas vacaciones en Acapulco o Cancún antes de dirigirse a Estados Unidos para colocar una bomba. O quizás ya no se molesten en viajar al otro lado, cuando descubran la vulnerabilidad de los grandes intereses que los estadunidenses tienen en México y prefieren llevar a cabo, aquí, sus kamikazes. No hablo nada más de hoteles llenos de turistas gringos –o canadienses: ellos no saben distinguir. También de intereses mexicanos vulnerables como ciertas materias primas propiedad de la nación, la nuestra, a las que (el terrorista puede suponer) Estados Unidos recurriría en el curso de un conflicto bélico: esas materias primas, como el petróleo, podrían también ser blanco de esos terroristas a los que ahora vamos a ofrecer una escala turística.

Ignora también la secretaría que la visa estadunidense no garantiza, y nunca ha garantizado, el ingreso automático a Estados Unidos. Como expresó un funcionario del Departamento de Migración del aeropuerto de Nueva York, la visa es sólo un permiso de tocar a la puerta. Es sabido que todo viajero de quien se sospeche tiene la intención de llevar a cabo una acción terrorista en Estados Unidos o simplemente la de quedarse a vivir en su territorio, es objeto de un intenso –y en ocasiones despiadado– interrogatorio. ¿Estamos capacitados para llevar a cabo esos interrogatorios? ¿Para sospechar de las mismas personas de las que los funcionarios estadunidenses sospecharían? ¿O vamos a importar de Estados Unidos expertos que lo hagan? Se dirá: ¿y por qué a Estados Unidos le puede preocupar el ingreso de extranjeros a México si éstos de todos modos tendrán que pasar por una frontera –en este caso terrestre– para ingresar a su territorio?

Porque no es lo mismo que los terroristas en potencia tengan que viajar por avión miles de kilómetros desde Pakistán o Nigeria, Alemania o Palestina, para tocar la puerta de Estados Unidos en un aeropuerto estadunidense, que intentar el paso clandestino, sin necesidad de tocar la puerta, por una de las fronteras más permeables del planeta.

Si la medida tomada por el gobierno mexicano es unilateral, es estúpida. Si se adoptó con el consentimiento de Estados Unidos, es más estúpida todavía. No creo que a ese país le guste la probable existencia, en lo que despectivamente llaman su patio trasero, de terroristas en potencia que los narcos u otros delincuentes podrían introducir de contrabando de la misma manera que lo hacen –y muy eficazmente– con todos los emigrantes mexicanos que quieren irse al otro lado. Y no creo que a Estados Unidos le guste la idea de que sea México el que se encargue de constatar la autenticidad de supuestas visas estadunidenses. ¿O es que tenemos los peritos para hacerlo? ¿O los vamos a traer de Estados Unidos en secreto para que, disfrazados de mexicanos, suplanten en esta tarea a nuestros oficiales de Migración? ¿Y los aparatos necesarios? ¿Nos los va a regalar Estados Unidos? ¿O nos va a obligar a comprarlos? Y a fin de cuentas: ¿por qué tendríamos que hacer ese trabajo por ellos? ¿Nos lo van a pagar? ¿O nos va a costar a nosotros?

¿Y puede México arriesgarse a que un día, cuando ocurra un monstruoso atentado en Estados Unidos éste nos acuse de haber dejado entrar a nuestro territorio, a causa de la inexperiencia o la negligencia o la corrupción de un agente de Migración mexicano al terrorista que lo ocasionó y que después fue contrabandeado por un túnel a su territorio?

No, no creo que a Estados Unidos le guste esta medida.

Y por lo que a nosotros toca, los mexicanos, debería gustarnos menos aún. No sólo porque esto representa una vergonzosa claudicación de nuestra soberanía, sino por algo peor.

Ya vimos a quiénes Estados Unidos sí les da visa. Veamos ahora cuáles son aquellas personas a las que Estados Unidos niega más, y de manera sistématica, una visa de entrada. ¿Delincuentes fichados en su país de origen? ¿Sospechosos de terrorismo? ¿Líderes fundamentalistas islámicos? ¿Neonazis? Sí, a unos cuantos. Pero también a miles, docenas de miles de mexicanos que no son los que quieren vivir y trabajar en su territorio –ésos saltan muros, se mojan las espaldas, pagan miles de dólares para lograrlo, se mueren deshidratados en los desiertos. No, a quienes los estadunidenses les cierran la puerta en las narices es a todos aquellos mexicanos que desean visitar a uno o varios de sus seres queridos que viven al otro lado (y quienes, por su condición de ilegales, no pueden salir de Estados Unidos, donde tienen ya su vida más o menos solucionada; saben muy bien que no los dejarían regresar). En otras palabras, los estadunidense le niegan la visa a madres que no han visto a un hijo o una hija por 20 años. Al mexicano o mexicana que no ha visto a su hermana o su hermano por 30. A los abuelos que no conocen, y nunca conocerán, a sus nietos, ni serán jamás conocidos por ellos. Son, en su inmensa mayoría, mexicanos de escasos recursos que son humillados, vejados, en las oficinas consulares estadunidenses. Son mexicanos a quienes se les exige un pago previo depositado en un banco de mil 700 pesos por visa, se les dé ésta o no. Es decir, si se les niega, el consulado de todos modos se queda con su dinero. ¿Y quién los defiende? ¿Cuál es la autoridad mexicana que protesta ante esta violación flagrante de la llamada reciprocidad diplomática? Ninguna. No podemos. No nos conviene. Estados Unidos nos tiene apercollados. O en otras palabras, agarrados por el cuello. Si hacemos un cálculo muy conservador: 50 oficinas consulares estadunidenses que cada día le niegan la visa a 30 mexicanos, es decir, a mil 500 diarios, equivalente a 450 mil en un año de 300 días hábiles, resulta que al cabo de ese tiempo Estados Unidos ha expoliado a esos mexicanos un total cercano a 900 millones de pesos. Y México guarda silencio.

Pero lo más inicuo y paradójico, lo más aberrante, es que todos esos mexicanos, por no tener visa de Estados Unidos no se diferencian, en esto, de todos aquellos extranjeros que, por la misma razón, no dejaríamos ingresar a nuestro territorio.

Existe una razón económica evidente para establecer esta medida: el aumento de nuestro ingreso proveniente del turismo. Una actitud que tampoco se diferencia, tal como yo lo veo, de la que toma un individuo, hombre o mujer, y no por coacción, sino por elección, para prostituirse.

Y es que eso nos pasa a nosotros con esta decisión vergonzante: estamos haciendo de México una prostituta.

Visa estadunidense: indignidad y sometimiento



Pena y rabia da el genuflexo gobierno que anuncia con bombo y platillo que podrán entrar a territorio mexicano todos aquellos que cuenten con visa otorgada por el gobierno de Estados Unidos, visa que da el gobierno del país vecino para visitarlo, sin que le importe a ese gobierno si a quienes concede visa se dirigen, aparte de a Estados Unidos, a cualquier otra parte del mundo.

Que el gobierno de México permita o impida la entrada de extranjeros a nuestro país, está en sus facultades de gobierno; que lo haga con la documentación que como gobierno determine, es procedente. Que ceda la función de decidir quién entra o no a territorio mexicano a un gobierno extranjero, que eso es lo que representa esa medida tan aplaudida en el medio oficial, sin que medie siquiera un acuerdo al respecto, es renunciar al ejercicio de un derecho soberano, y resulta, por decir lo menos, indigno de quienes ejercen funciones y toman decisiones en nombre de la nación.

Si la actual administración del país cree que el gobierno de la nación vecina le va a rendir cuentas de a quiénes otorga visas para visitar Estados Unidos y así sabrá quién puede venir a México, está viviendo fuera de la realidad de este mundo y sus hegemonías.

Si se está, como se debiera, en favor de ampliar los derechos de la gente, tómense medidas para que se dé, a lo largo y ancho del mundo, libertad de tránsito a las personas para que vayan y vuelvan por donde les venga en gana.

Si se quiere promover el turismo hacia México, no será con la visa estadunidense como se logre (dejemos que el vecino haga lo que quiera hacer, es asunto suyo y no nuestro), sino mejorando en todos sentidos las condiciones en nuestro país, y en este asunto concreto, pequeño frente a todo lo demás, quitando el trámite de contar con la visa mexicana para visitar nuestro país, reconociendo que con el trámite de otorgamiento de la visa, documento ya anacrónico, sólo se causan innecesarios contratiempos burocráticos al turista.

Al dar validez irrestricta a la visa estadunidense para entrar a nuestro país, el gobierno de México entrega el ejercicio de su soberanía a uno que ejerce la suya, para que ejerza también la nuestra según lo decida. ¿Los funcionarios en los cargos más altos de nuestra administración se dan cuenta de lo que están haciendo? ¿Están conscientes de ello o son inconscientes de la desproporción y consecuencias de su decisión?

Grave, muy grave resultaría que quienes gobiernan nuestro país no se dieran cuenta que al dar validez irrestricta a un documento extranjero (nada más porque sí) para adquirir un derecho en nuestro país (el de entrar y permanecer en territorio nacional), están cediendo a un gobierno extranjero (el de Estados Unidos) una facultad (la de decidir a quién se le permite o no entrar a nuestro país) que debiera ser irrenunciable para quienes han aceptado desempeñar funciones de gobierno, en un país que oficialmente se declara soberano.

Más grave resultaría que esa cesión de soberanía sea un acto consciente de traición a la patria.