miércoles, octubre 10, 2012

¿Cuántos en México defenderán la venta del país?

Muchos millones sabíamos lo que representaba para el país el arribo de Peña Nieto a la presidencia, muchos más no lo saben. Los medios de comunicación están al servicio de la oligarquía nacional y extranjera de tal forma que no hay muchas esperanzas de detener la venta de nuestro país. La Reforma Laboral y la gira de Peña Nieto por América Latina en la que evitó visitar países soberanos como Ecuador, Bolivia y Venezuela están orientadas a continuar enriqueciendo a los menos y empobreciendo a lo más. Al pasar por Brasil, Peña Nieto anunció tramposamente que trataría de imitar el modelo de Petrobras para capitalizar la opinión pública de que este país ha tenido un buen crecimiento. Sin embargo, es mentira que sus negociaciones puedan imitar ese modelo por las razones que hoy Luis Linares Zapata explica en su artículo "Entreguismo priísta" en La Jornada. Pero el porcentaje de la población que está informada de todo esto es ínfima, la mayoría escucha cientos de veces diariamente que México va muy bien y que las negociaciones con los "países desarrollados" es lo que conviene.

Ahora Peña Nieto inicia su gira por Alemania, Reino Unido y Francia, es decir, se pondrá de rodillas para que estos países que mucho necesitan rescatar sus maltrechas economías puedan paliarlas en base a las negociaciones de siempre, formas de explotar y saquear nuestros recursos dejándoles ganancias a la oligarquía nacional que seguirá vendiendo al país.

Mucho me temo que quienes traten de defender a nuestra nación no sean suficientes para lograrlo, vivimos en un país de ignorancia, pobreza, desinformación e indiferencia por la patria.  Los medios de comunicación seguirán trabajando en ello, parece que estamos perdiendo al país sin remedio.

¡Contra la reforma, acción en los centros de trabajo, continuar la lucha!

Diego Torres
Rebelión

Con relación a la aprobación de la Reforma Laboral comenzamos a ver posiciones que diagnostican a la misma, pero que no dan una orientación concreta ni a las fuerzas de clase ni a las fuerzas revolucionarias de este país, lo cual equivale a claudicar y darse a la fuga en espera de “tiempos mejores”.
En primer lugar, con la agresión contra el valor de nuestra fuerza de trabajo más dura de la que tengan memoria generaciones de obreros no se puede pasar la hoja simplemente. Nosotros estamos de acuerdo con la exposición sobre política que hace Lenin en el pasaje donde dice que "Hay que captar en todo momento el eslabón especial de la cadena al que es preciso aferrarse con todas las fuerzas para sujetar la cadena entera y preparar el tránsito al eslabón siguiente, con lo que la sucesión de los eslabones, su forma, su encadenamiento, sus diferencias internas en la cadena histórica de los acontecimientos no son tan simples y faltas de sentido como en el caso de una cadena vulgar de las que fabrica el herrero" [1] . La lucha de clases no puede encerrarse en los tiempos jurídico-legislativos. Aunque ese tiempo esté agotado la Reforma laboral sigue siendo el eslabón principal, sigue siendo el tema que determina la lucha de clases en este periodo, las posteriores agresiones serán su desdoblamiento y profundización.

Lo que es cierto para la guerra lo es por extensión a la política, ninguna guerra se gana en una sola batalla. Tampoco una batalla consiste en un solo asalto, eso solo cabe en enfrentamientos donde no existe absolutamente ninguna clase de resistencia y que por tanto no pueden ser caracterizados como enfrentamientos. Stalingrado, por ejemplo, no fue nuestra victoria de un día o de dos semanas... esta será una lucha dura, cruenta y larga.

Existe la posibilidad objetiva de preparar una contraofensiva, siempre que nos peguemos al sujeto revolucionario por excelencia, a lo más avanzado, al proletariado, a los obreros industriales organizados. Que las consignas que aluden a formas de lucha, como el paro y la huelga, dejen de emitirse por sectas en la red para pasar a impregnar las mentes y corazones de miles de obreros angustiados y enfurecidos en los centros de trabajo, por subvertir en este momento con la mayor amplitud posible las cadenas de mando del sindicalismo corporativo, del charrismo.

Décadas de derrotas, errores y entregas deben remontarse, básicamente recomponer un fuerte polo clasista en el movimiento obrero que se perdió desde las décadas de los 30’s-40’s en nuestro país. Sepultar conquistas que, pese a su posterior socavamiento por un largo periodo de tiempo, costaron lucha y sacrificio puede ocasionar una reacción similar para defenderlas. Una oportunidad vital para ligar el tema de las demandas, el tema de nuestro nivel de vida al tema del poder.

Debemos admitir que, pese a grandes esfuerzos, objetivamente la correlación de fuerzas no dio para impedir la aprobación de esta agresión bárbara. Pero si podemos afirmar que el trabajo obrero que se venía realizando por parte del Partido Comunista de México se potenció al grado de trastocar el balance original, de desencadenar acciones militantes y de elevar en algún grado el nivel de conciencia entre varios destacamentos obreros.

Miles de jóvenes proletarios se sumieron en la lucha política de una semana para otra. Hemos tenido la oportunidad de platicar con muchísimos de ellos y nos comentan que están emocionados, con la "piel enchinada", al comprobar su fuerza. Los comités charros se ven forzados a citar y denostar a los obreros que se han movilizado para torpedear esfuerzos de sus bases para sumarse a la corriente de lucha.

Con la aprobación de la reforma queda atrás el momento en el que había que concentrar toda la capacidad en un solo punto contra toda la capacidad enemiga. Ese momento ha pasado, pero no basta con dar ese diagnóstico. Se han borrado de la ley conquistas, se ha quebrado la fortaleza, ahora el teatro de guerra se transforma. Continúa la lucha contra la Reforma Laboral como eslabón principal, pero el teatro de guerra es de una naturaleza diferente. Su peso se traslada a cada uno de los centros de trabajo, ver que la apliquen pasa por decenas y centenas de escaramuzas dispersas. Es tarea de los revolucionarios pasar a impedir que implementen ni uno solo de los puntos de la Reforma, o que les cueste al máximo. Saber combinar cada una de esas batallas individuales, conectarlas en una estrategia que apunte al cambio de correlación y el derrocamiento del capitalismo es el camino.

Así, se vislumbra que conforme la burguesía vaya implementando su línea de ataques salvajes estará preparando una clase obrera movilizada y en pie de guerra. Decuplicando la actual fuerza podríamos paralizar la agresión, equilibrar las fuerzas. Aumentarlas más, sentar las bases de alianzas populares, llevará a que la toma del poder deje de ser algo panfletario.

Hasta que pongamos al enemigo de rodillas, hasta que quememos esta ley y los obreros escribamos las nuevas leyes de este país, cada fábrica donde logremos organizar a los trabajadores se vuelve una trinchera. Que les cueste con protestas, que les duela con la huelga si se atreven a forzarnos a las modalidades de trabajo esclavo moderno, y aún tenemos más armas en el arsenal obrero.

No abona en estos momentos el oportunismo que plantea luchas sin sacrificios, soluciones fáciles y rápidas. Por un lado está la socialdemocracia que plantea el engaño de que entregándole más apoyos a su grupo parlamentario, a su política de solución capitalista a la crisis capitalista, se puede resolver la contradicción del trabajo con el capital, al mismo tiempo que realiza esfuerzos grandes por desactivar las luchas en todos los terrenos. Por el otro lado están grupos, hoy todavía marginales, pero que en escenarios de recrudecimiento de la lucha, como en Grecia o España, pueden recibir más atención y apoyo por parte de los medios. Hablamos de grupos que promueven nociones tales como que la acción directa de núcleos pequeños o individuos (digamos aventando piedras a un banco, grafitear un símbolo desprovisto de contenido) puede salvar la situación de bancarrota del sistema pasando olímpicamente por alto la dura labor de elevar la conciencia entre las masas obreras.

No abona el pesimismo pequeñoburgués. En estos momentos la tarea es mantener las brasas encendidas, no permitir que se pierdan las líneas de resistencia de nuestra clase para que en el siguiente asalto, que previsiblemente sea en breve, pueda acumularse aún más fuerza. No es tarea de un revolucionario ser el primero en salir corriendo en estos momentos, hasta el punto en que se huye de la realidad para refugiarse en abstracciones más placenteras.

Por último, no abona tampoco la labor de confusión. Los pasos necesarios para superar los momentos de tragedia que vive nuestra clase no pueden ser suplantados por montajes y apariencias. El hecho de que la tecnología de la información junto con los programas de diseño permita a un pequeño grupo hoy en día montar páginas bonitas en la red con el nombre que quieran no altera ni su naturaleza ni su carácter. ¿Acaso por tener una página web estos grupos sin implantación entre la clase obrera escapan de la crítica que dirigieran Marx [2] y Engels a las sectas socialistas o semi-socialistas?

Hemos de decir con franqueza que por nuestra propia casa debemos comenzar. Los desarrollos que se dieron durante las últimas semanas en el primer asalto de la Reforma Laboral deben servir ya de palpable argumento para que todos los camaradas en el país redoblen el giro industrial, sistematicen el trabajo en sus frentes de intervención y eleven la audacia de su trabajo de agitación. Una clase obrera en general movilizada, un polo clasista en el movimiento sindical, organizaciones revolucionarias dispuestas en cada centro de trabajo neurálgico, alianzas para el frente anticapitalista, antimonopolista, antiimperialista. Tales son las bases del nuevo poder.

[1] Lenin, Obras Escogidas (03), tomo 2, pág. 719

[2] Ver los artículos, resoluciones y cartas encaminados a la preparación de la Internacional. Por ejemplo en la Carta de Marx a Bolte, 1871 encontramos: “ El desarrollo del sectarismo socialista y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran siempre en proporción inversa. Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias.”

Diego Torres es el Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de México.

Chávez, los mentirosos y el Infierno de Dante

Atilio A. Boron
Rebelión

En La Divina Comedia Dante Alighieri describe con artesanal minuciosidad los diferentes círculos del Infierno. Son nueve, pero nos interesa el octavo porque es el que está destinado a castigar a los mentirosos, entre los cuales sobresalen los malos consejeros, los charlatanes y los falsarios, gentes que mienten a sabiendas y sin escrúpulo alguno. Si el gran florentino tiene razón en su descripción las recientes elecciones venezolanas sumaron una enorme cantidad de candidatos a penar para siempre en ese círculo infernal . Pocas veces nos tocó soportar tanta cantidad de mentiras como las que leímos y escuchamos en estos días. La “dictadura chavista”, “ataques a la libertad de expresión” en la República Bolivariana, el “fraude electoral” fueron algunas de las más recurrentes en el fárrago de acusaciones descargadas sobre Chávez con tal de impedir su inexorable victoria.
¿Por qué tanto odio, tanta sed de venganza que hizo que políticos y comunicadores sociales que supuestamente deberían caracterizarse por su equilibrio y sensatez se convirtieran en voceros de las peores calumnias en contra de este personaje? La razón es bien sencilla: mienten porque los intereses de clase que representan, asociados a –y articulados políticamente con- los intereses imperiales exigen borrar al chavismo de la faz de la tierra, y para ello cualquier recurso es válido. Venezuela, que encierra en sus entrañas las mayores reservas petroleras de la Tierra, es una presa que suscita los apetitos incontenibles del imperio, impaciente por reapropiarse de lo que una vez fue suyo y dejó de serlo por obra y gracia de Chávez. Como se trata de un propósito inconfesable, por ser un simple acto de latrocinio, se requiere apelar a retorcidos argumentos para que el delito aparezca como un acto virtuoso.

Por eso los mentirosos tienen que decir que el chavismo instauró una "dictadura" en un país que desde 1999 hasta ayer convocó a su población a las urnas en quince oportunidades para elegir autoridades, diputados constituyentes, miembros de la Asamblea Nacional o para refrendar con el voto popular la nueva constitución o para decidir si se le revocaba o no el mandato al presidente. De las 15 contiendas electorales Chávez ganó 14 y perdió una, el referendo constitucional del 2007, por menos del 1 por ciento de los votos, y de inmediato reconoció la derrota. Curiosa "dictadura" que obra de esa manera, como lo recordara Eduardo Galeano hace ya unos años. No sólo eso: resulta que esta "dictadura" extendió los derechos políticos (amén de los sociales y económicos) como jamás antes lo habían hecho los regímenes supuestamente democráticos que gobernaron Venezuela desde el Pacto de Punto Fijo de 1958 instaurando una insípida alternancia sin alternativas entre democristianos y socialdemócratas que murió de muerte natural en 1998. Cuando Chávez llega al poder, en Febrero de 1999, uno de cada cinco venezolanos mayores de 18 años no existían políticamente: no podían votar porque no se los inscribía en los padrones y ni siquiera poseían documentos de identidad. Hoy la "dictadura" chavista redujo esa cifra al 3.5 por ciento. Además, en la Cuarta República (1958-1998) el abstencionismo de quienes sí podían votar fluctuaba en torno al 30 o el 35 por ciento llegando, según lo afirmara Daniel Zovatto, director del Observatorio Electoral Latinoamericano, a picos del 80 por ciento en la década del sesenta. En la elección del pasado 7 de Octubre se registró la más alta tasa de participación, con una abstención de apenas el 19 por ciento. Por si lo anterior fuera poco, mientras en la “ejemplar” democracia norteamericana se vota en un día hábil (el primer martes de noviembre, año por medio) y la tasa de abstención ronda el 50 porciento, en la "dictadura" chavista se lo hace en días domingos y con transporte gratis para que todos puedan acudir a los centros de votación. Fue por eso que el ex presidente Jimmy Carter aseguró que el sistema electoral de la Venezuela bolivariana es mejor que el de Estados Unidos y uno de los mejores del mundo. Sin embargo, los condenados al octavo círculo del infierno insisten en que lo que hay es una "dictadura" y que lo que faltan son libertades.
Su servil empecinamiento se refleja también en sus constantes críticas a los supuestos límites a la libertad de expresión en Venezuela: era ridículo, y hasta daba un poco de lástima, ver a esos severos custodios de la libertad de expresión denunciando públicamente las supuestas limitaciones a tan fundamental derecho sin que nadie en Venezuela interfiriera en su labor. ¡Decían públicamente y a los gritos que no había libertad! ante la mirada entre socarrona y perpleja de venezolanos que no entendían lo que proclamaban estos energúmenos en plena calle y a la luz del día. Basta con ojear los periódicos venezolanos para comprobar el tenor de las feroces críticas y perversas difamaciones que disparan a diario en contra de Chávez y su gobierno. Por supuesto, estos santos varones (y beatas mujeres) que fueron a la patria de Bolívar a custodiar la amenazada libertad de expresión jamás se inquietaron o manifestaron la menor preocupación por los 25 periodistas asesinados por el régimen títere que el imperialismo norteamericano instaló en Honduras luego del golpe de 2009. Tampoco se toman la molestia de informar que de los 111 canales de televisión existentes en Venezuela sólo 13 son públicos, y que tienen una audiencia de apenas el 5.4 por ciento como lo demostraran Jean-Luc Mélenchon e Ignacio Ramonet en una nota reciente. Y en los medios gráficos la situación es aún peor, porque el 80 por ciento está en manos de una oposición radicalmente enfrentada al gobierno. Diarios que, como los dominantes en la Argentina, violaron la veda electoral venezolana propalando subrepticiamente versiones vía twitter en los que aseguraban el triunfo irreversible de Henrique Capriles.   Patricia Bullrich, una diputada argentina “tuiteaba”, con base en esas fuentes, “ 52.8 Capriles, 47.2 Chávez” y Federico Pinedo, otro diputado argentino, escribía alborozado “Gana @Capriles!”. Ninguno de los dos pidió perdón por haber engañado a miles de personas con tamañas falsedades. Es más, en declaraciones posteriores se enorgullecen en haber actuado como lo hicieron librando, como estaban, un duro combate en contra de la “tiranía chavista.” Contrasta con estas infames actitudes la seriedad, neutralidad y el profesionalismo del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, un organismo público con representación multipartidaria, que tal como lo había anticipado sólo comunicaría los resultados de las elecciones cuando las tendencias del voto fueran irreversibles. Así lo hizo unas pocas horas después de terminado el comicio cuando un 90 porciento de las actas confirmaba una ventaja inalcanzable a favor del presidente Hugo Chávez (con 54 por ciento de los votos), misma que se amplió hasta llegar al 55 por ciento al finalizar el escrutinio. Con una diferencia de más de 1.600.000 votos la discusión sobre el fraude tuvo que ser discretamente archivada. Mejor no pensar en lo que hubiera sido el escenario si Chávez triunfaba con por un 2 o 3 por ciento de los votos.
Desilusionados y derrotados, los voceros del imperio sacaron de la manga el nuevo tema con el cual acosar a la Venezuela bolivariana: la salud de Chávez. Las usinas del imperio se encargaron de reconfigurar la agenda, y seguramente insistirán con este asunto mientras buscan nuevas formas de desestabilizar a su gobierno. Ya antes habían aludido a esto, pronosticando como decía la presentadora de CNN, Patricia Janiot, que a Chávez le quedaban entre 9 y 12 meses de vida. Esa fue una de las hazañas del venezolano: derrotar al cáncer. La otra: sostener una enorme inversión social que cambió para siempre las condiciones de existencia -tanto objetivas como subjetivas- de las clases populares, más allá de la necesidad, reconocida por Chávez, de mejorar la gestión de la cosa pública. Derrotados en las elecciones ahora vuelven a la carga porque el líder bolivariano ha demostrado ser un formidable aglutinador de la tradicionalmente dispersa dirigencia latinoamericana, lo que le ha permitido neutralizar con eficacia la regla de oro de cualquier imperio: “ divide et impera ”, como enseñaban los romanos. Y ese sí que es un pecado imperdonable, que merece mucho más que descender al octavo círculo del Infierno para hacerle compañía a tantos pseudo-periodistas (en realidad, publicistas de grandes empresas que utilizan los medios de comunicación para facilitar sus negocios) y supuestos republicanos cuya preocupación excluyente es garantizar la continuidad de la dictadura -aunque se vista con ropajes democráticos- del capital. El pecado de Chávez, murmuran por lo bajo (y a veces lo vociferan, como lo hace el impresentable Mitt Romney) es intolerable e imperdonable, y habrá que acabar con él cuanto antes. Ignorante de las leyes que rigen la dialéctica histórica la derecha cree que la larga marcha de Latinoamérica y el Caribe hacia su segunda y definitiva independencia es la obra maléfica de algunos espíritus malignos, como Fidel, el Che y Chávez. Parafraseando aquel célebre título del discurso de Fidel en el juicio del Moncada, a la derecha imperial y sus voceros locales “la historia los condenará.”

Triunfo de Chávez: una ofrenda para el Che

José Steinsleger

En la crónica Sin olvido. Crímenes en La Higuera, los investigadores cubanos Adys Cupull y Froilán González transcribieron los apuntes del periodista inglés Richard Gott en la tarde del 9 de octubre de 1967, cuando el helicóptero que transportaba el cadáver del Che aterrizó en Vallegrande.

El corresponsal de The Guardian, escribió: “…la operación fue dejada en manos de un hombre en traje de campaña, quien –y todos los puntos convergen– era incuestionablemente uno de los representantes del servicio de inteligencia de Estados Unidos y, probablemente, un cubano”.

Cuarenta y cuatro años después, el 13 de abril de 2011, en el transcurso de un acto en homenaje a veteranos de la derrotada invasión mercenaria de Playa Girón (Cuba, 1961), la presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros-Lehtinen, se fotografió en el Capitolio de Washington con el misterioso personaje: Félix Rodríguez, el asesino del Che.

¿Cuán cierto será que las ideas del Che han sido degradadas a mera iconografía de llaveros, tacitas y playeras? Creo que la interrogante se responde sola, pues también sus enemigos se han encargado de evocar, por la negativa, su memoria.

No satisfecha con el homenaje referido, doña Ileana (a quien los cubanos de Cuba llaman con el cariñoso apodo de Loba Feroz), sufrió una crisis de histeria en septiembre pasado, cuando la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), envió un correo electrónico interno con una imagen del Che para celebrar el mes de la cultura hispana

La fotografía mostraba un carruaje de La Habana tirado por un caballo, pasando al lado de un mural con la foto del Che. Doña Ileana comentó: Sin duda, la EPA podría haber elegido la imagen de una persona hispana que realmente poseía los atributos que muestran nuestra orgullosa identidad hispana. O sea que el Che no descendería, en línea directa, del virrey de Perú José de la Serna Martínez de Hinojosa y Trujillo (1770-1832).

Dos verdades: la una, relativa a la imagen mercantilizada del Che. Y la otra, que por aparecer en los estandartes de cuanto movimiento insurgente o juvenil irrumpe en los cuatro puntos de la Tierra obligó a que en los recientes Juegos Olímpicos el gobierno inglés girase instrucciones a la policía de Londres para impedir el ingreso a los estadios a los que usaran playeras con la imagen del Che.

En 2007, con motivo del 40 aniversario de la caída del Che, escribimos que de la justicia de la comparación entre las unas y otras imágenes del guerrillero heroico, depende “…la claridad y la transparencia de la imagen”. O dicho de otro modo: ¿qué imagen nos interesa proyectar del Che?

Sin respuestas de cajón, la inquietud ofrece cierto grado de complejidad. En particular, para los que lejos del guevarismo y sus teorías, llevan al Che en sus corazones. Pacifistas y tolerantes a la carta, abstenerse: ni por asomo, aludimos a los que se regodean con la besucona dicotomía violencia/no violencia.

El legado del Che fue como el de Leonardo, aquel mago del Renacimiento que nunca finalizaba sus proyectos, dejándolos en bocetos o a medio hacer para que sus discípulos los continuaran. ¿No dijo el Che que había pulido su voluntad “…con delectación de artista”?

Los expertos en Historia del Derrotismo podrán sostener que las luchas revolucionarias de Miranda, Bolívar, Hidalgo, Morelos, Guerrero, fueron como las del Che, perdedoras. Sin embargo, habrá de repararse en que la gallardía de la que todos ellos dieron ejemplo, permitió que nuestros pueblos empezaran el siglo desempolvando sus bocetos, y poniéndolos al día con los nuevos ideales de la emancipación.

En Vallegrande, el inglés Gott apuntó que el Che “…fue quizá la única persona que tratara de encaminar las fuerzas radicales en todo el mundo, en una campaña concentrada contra Estados Unidos. Ahora está muerto, pero es difícil imaginar que sus ideas mueran con él”.

Me parece que en todo lo relativo al Che (y lamento si los inspectores de revoluciones caen en profunda depresión), habrá que revalorar el término ideas haciéndole un corte de manga al vocablo ideología, inescrutable y resbaladizo concepto de origen germano.

El legado del Che fue la continuación de nuestro propio Renacimiento político, puesto en acción por don Francisco de Miranda hace más de 200 años. Prueba de ello la encontramos en el satélite de comunicaciones que lleva su nombre (lanzado en septiembre último desde el desierto de Gobi en el marco de la cooperación China-Venezuela), que transmitió al mundo la arrolladora victoria de Hugo Chávez.

No viene al caso especular acerca de cuál hubiera sido la posición del guerrillero heroico frente a la revolución bolivariana. Pero guardo la sensación de que no bien se conocieron los resultados de los comicios presidenciales, el espíritu de Miranda se habrá dicho: … ¡qué linda ofrenda para el Che!