sábado, diciembre 15, 2012

Los primeros pasos de Enrique Peña en la presidencia: garrotazos, alianzas virtuales y buenas intenciones

Rafael de la Garza Talavera
Colectivo La Digna Voz

Los primeros pasos de la presidencia de Enrique Peña demuestran que el desgaste sufrido a lo largo de una campaña electoral repleta de irregularidades, corruptelas y desvío de recursos públicos fue considerable. A eso hay que agregar el desgaste de su partido, tanto por su larga estadía en Los Pinos como por sus conflictos cuando fue oposición. El enorme esfuerzo de las bases juveniles del #YSoy132 así como de miles y miles de habitantes del país para criticar el proceso, le abrió los ojos a muchos que se negaban a reconocer la naturaleza y el carácter de nuestro sistema electoral y en general de la democracia liberal. Las consecuencias son inocultables, a pesar del optimismo de buena parte de la opinión pública, o sea, de los medios de comunicación y sus empleados, así como de las burocracias partidistas y de los tres niveles de gobierno.

Las protestas por el intento de replicar la infame represión de Atenco en el primer día del sexenio siguen vivas y en lugar de enterrar al movimiento juvenil le han dado un nuevo impulso que lo obligará a redefinir sus objetivos y sus prácticas. Si después de los comicios las buenas conciencias empezaban a festejar el debilitamiento de #YoSoy132, con el deja vu de los halcones echeverristas tal vez (y digo tal vez porque la soberbia no contribuye a la objetividad y la autocrítica) el ocupante de los pinoles se ha dado cuenta de que los garrotazos sólo sirvieron para cimentar la identidad colectiva del movimiento y para reposicionarlo en la arena de la política extra institucional.

El ‘operativo’ policiaco que le quitó la máscara a Marcelo Ebrard -confirmó su formación priísta y su desprecio por la población que gobernó a lo largo de seis años- se propuso acabar de un solo golpe con la oposición callejera en el corazón de México. El montaje mediático para desacreditar las protestas pasó por alto que buena parte de las personas que se organizaron para protestar llevaban cámaras, teléfonos celulares, Ipad’s y demás dispositivos, desenmascarando el ‘operativo’ al grado de que los jueces encargados de legalizar la represión se negaron a aceptar como evidencia para la defensa de los detenidos los innumerables videos y fotografías donde se muestra claramente la colaboración entre los neo halcones y las fuerzas del ‘orden’.

Pero al mismo tiempo, la batalla de la Alameda inauguró la alianza política entre el partido de ‘izquierda’ y el prinosaurio, que un día después sería oficializado en la farsa llamada Pacto por México en el Palacio Nacional. Al ganar con poco más de un tercio de los votos, Peña echó mano del espíritu de cuerpo de la partidocracia para compensar su debilidad. En lugar de conformar un gabinete integrado por los miembros de las dos fuerzas políticas que se repartieron los otros dos tercios –hecho que hubiera mostrado cierta confianza de su fuerza- el presidente prefirió armar un espectáculo televisivo que difícilmente fortalecerá su gestión. En el Pacto por México se definieron varios puntos que supuestamente lo sellaban pero que más bien demostraron su falta de sustancia y debilidad frente a sus verdaderos aliados. De acuerdo con el texto de Jenaro Villamil “Cuando Enrique Peña Nieto concluyó la lectura de su 'décima decisión presidencial' y ofreció que su gobierno 'licitará dos cadenas de televisión abierta en los siguientes meses', el presidente de Grupo Televisa, Emilio Azcárraga Jean, se levantó de su asiento…”. Veinticuatro horas después la flamante decisión fue anulada.

En su afán por iniciar su sexenio a tambor batiente, el presidente se puso en evidencia y no dejó lugar a dudas que el pacto no fue más que una artimaña para tomarse la foto con los presidentes de los partidos de oposición. Inspirado por su jefe, el primer orador de la farsa, el secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong, le puso pimienta al caldo demagógico cuando sin el menor rubor dijo: “La tarea del Estado y de sus instituciones, en esta circunstancia de la vida nacional, debe ser someter, con los instrumentos de la ley y en un ambiente de libertad, los intereses particulares que obstruyan el interés nacional” La retórica priísta vuelvo por sus fueros. Para no abundar en detalles el Pacto por México confirmó que las ‘decisiones presidenciales’ -que no acuerdos consensados con los firmantes del pacto- se redactaron sobre las rodillas, buscando más el golpe mediático que una plataforma posible. Y el coscorrón no se hizo esperar, recordándole al copete ensillado quiénes son los que mandan.

A pesar del resbalón, el ahijado de Carlos Salinas siguió en la misma línea, tratando de venderse como el salvador de la patria, abriendo frentes de batalla a diestra y siniestra para afianzarse en la silla. Diez días después se vuelve a tomar la foto con toda la fauna burocrática, ahora para presentar –con el impresentable dieciocho chinchones Emilio Chuayffet– su reforma de la educación, con el objetivo manifiesto de ‘recuperar’ el control del sistema educativo nacional secuestrado por la reina del sur del magisterio, Elba Esther Gordillo. Después de haberse apoyado en ella, aunque simulando una sana distancia, ahora Peña pretende vendernos la promesa de que acabará con el monopolio sindical. Supongo que en el cálculo de la ocurrencia está la intención de cerrar filas con el sector patronal encabezado por Claudio X. González, acérrimo crítico de Gordillo y promotor de la educación como negocio.

Lo que está detrás de las buenas intenciones y promesas del gobierno priísta, como la pensión universal para adultos mayores, es la sigilosa ofensiva contra la mayoría de la población y que en se ha comentado en otro lado: aumentar impuestos y limitar derechos. Lo que el secretario de Hacienda Luis Videgaray, prepara son en sus palabras, las ‘reformas profundas’ Dichas reformas no son otra cosa que la segunda parte de las reformas neoliberales impulsadas por los gobiernos de Salinas y Zedillo. Por eso y cubierto por el circo de Peña, los tecnócratas preparan el ambiente supeditando el crecimiento a reformas que empobrecerán más a la población para llenar las arcas del estado que financien sus imposiciones democráticas y por supuesto los bolsillos de los empresarios. Todavía no se atreven a decirlo con todas sus letras (Videgaray prometió que no habría nuevos impuestos este año, pero el siguiente…) pero la trampa se está preparando para que, con el argumento de que para apoyar a los más necesitados con políticas de alcance universal, será necesario cargar el IVA a alimentos y medicinas y quitarle el subsidio a la gasolina. Las buenas intenciones, articuladas alrededor de las reformas educativa, energética y tributaria, no son más que el botín prometido por la burocracia política a sus patrones. El lobo disfrazado de cordero. Son la razón de ser de un gobierno que, al contrario de lo que grita el presidente y sus cómplices, hoy más que nunca depende del poder del dinero y de las armas para sostenerse. Pero ¿alguna vez ha sido diferente?

Fuente: http://lavoznet.blogspot.mx/2012/12/los-primeros-pasos-de-enrique-pena-en.html

La principal tarea del momento es la acumulación de fuerzas

José Luis Hernández Ayala y Rodolfo Chávez Galindo
Rebelión

Esta ponencia será presentada en el Pleno del Consejo Nacional del 15 de diciembre de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT), por miembros del Movimiento de Unidad Socialista (organización simpatizante de la IV Internacional).

 I

En el 2006 la imposición de Felipe Calderón en la Presidencia de la República se logró mediante una campaña negra en contra del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, y del vil fraude electoral (la supuesta diferencia entre el primero y el segundo fue del 0.56 por ciento). Ahora la imposición de Enrique Peña Nieto estuvo basada en la sobre exposición de medios, la compra masiva de votos, el peso del corporativismo y de otras violaciones a la ley electoral, logrando una diferencia con López Obrador del 6.5 por ciento. Aunque para nosotros cualquiera de los dos sea igual de ilegítimo, la diferencia no es asunto menor, la lucha en contra de la imposición era más sostenible en el primer caso que en el segundo. Bajo la actual correlación de fuerzas y el reflujo ocasionado por la derrota electoral es poco realista, por el momento, pensar en la posibilidad de revocar el mandato de Peña Nieto o de llamar al establecimiento de una “junta patriótica de salvación nacional”.

II

Independientemente de la nula voluntad política de la oligarquía para que por la vía electoral se dé un cambio real de gobierno, una vez más constatamos que la mayoría de la población mexicana es aún conservadora, políticamente analfabeta o le repugna el actual sistema de partidos. La participación electoral fue de un 63.14 por ciento (49,087,446 de 77,738,494), nada mal para los estándares mexicanos, los tres candidatos de la derecha obtuvieron el 61.64 por ciento de los votos (32,329,612) y el candidato de la izquierda obtuvo el 31.64 por ciento (15,535,117). Aunque López Obrador superó en 2 millones su votación del 2006, aún es necesario recorrer un largo trecho para superar la “excepcionalidad mexicana”, basada en el control corporativo de los baluartes de la clase trabajadora y de la desorganización del 90 por ciento restante. No debemos olvidar que aún con menos obstáculos que en nuestro país, los triunfos electorales de los candidatos de izquierda en Latinoamérica no se han dado en frio, han estado acompañados de grandes movilizaciones y la recuperación de las masas de sus propias organizaciones.

III

Lo más destacable de la campaña electoral de López Obrador es que sirvió de válvula de escape del enorme descontento nacional. Ayudó a que diversos movimientos sociales identificara a la oligarquía como su enemiga y los incorporó al terreno de la lucha política. Ese es el caso de los trabajadores electricistas, mineros y de otros sectores sociales entre los cuales destaca el Movimiento #YoSoy132. Este movimiento, surgido en las escuelas de paga (lo que revela el enorme descontento de la llamada “clase media”), y que luego se extendió a las universidades públicas, retomó formas de organización asambleario, reivindicó una postura claramente antineoliberal y muchas banderas del movimiento de los indignados del estado español. Por un momento pareció que por su impetuosa irrupción en las redes sociales y su rápida extensión a nivel nacional, este movimiento podría crear las condiciones para el triunfo electoral de la izquierda mexicana. Pero es imposible, en menos de dos meses, revertir todo el poder de un aparato de dominación construido durante décadas. La derrota electoral de AMLO causó enorme decepción entre su electorado y el reflujo de los diferentes movimientos sociales que lo apoyaron. La reciente aprobación de la reforma laboral, con un mínimo de resistencia por parte de las organizaciones obreras, es en parte consecuencia de lo anterior. Este reflujo no significa que el descontento social se haya transformado en un cheque en blanco para Peña Nieto. Las valientes protestas en su toma de posesión del 1 de diciembre, independientemente de las provocaciones en las que cayó el movimiento, son evidencia de que este reflujo no es de largo plazo.

IV

Conscientes de su déficit de legitimidad, el nuevo régimen priísta ha elaborado una estrategia para tratar de garantizar la gobernabilidad. Primeramente está resucitando la vieja táctica de combinar el garrote con la zanahoria. Para quienes los rechazarían en la manifestación del 1 de diciembre, se montó una provocación que les permitiría lanzar una campaña de satanización especialmente dirigida en contra del Movimiento #Yo-Soy132 y del obradorismo. Ese mismo día, con la complicidad de las cúpulas del PAN y de la dirección “chuchista” del PRD, el PRI presentó la propuesta de celebrar un “Pacto por México” a todos los actores políticos y sociales del país. Este pacto recoge algunas propuestas válidas y atendibles, pero que al mismo tiempo esconde diversas trampas. Una de ellas es la de proponer la “competitividad” en la refinación de petróleo, pero sin privatizar Pemex (¿?). Lo peor de este engaño es que intenta aislar políticamente a las organizaciones que no lo suscriban. Obviamente la OPT no puede caer en la trampa de firmar dicho Pacto, pero sí debemos analizarlo y proponer un Pacto alternativo que realmente resuelva los graves problemas nacionales, sin permitir la privatización de Pemex ni las demás reformas neoliberales propuestas.

V

Coincidimos con el compañero Guillermo Almeyra en que Morena es un partido nacionalista, electoralista, antineoliberal pero no anticapitalista, pero también es un movimiento que representa la voluntad de cambio de millones de ciudadanos que quieren ir más allá de estos objetivos. El pasado congreso de Morena reveló un partido vivo, con una amplia militancia juvenil que reivindica el socialismo, donde la base eligió libremente a sus dirigentes (entre ellos una amplia gama de honestos militantes de izquierda), donde López Obrador respetó dicha voluntad y en el que se aprobó un programa que, como nosotros, se declara listo para impedir las nuevas reformas neoliberales por la vía de la movilización. La OPT debe continuar manteniendo una relación de respeto y trabajo conjunto con dicha organización, independientemente de las diferencias programáticas que nos separan. Esta relación es muy diferente de la que debemos de tomar con el resto de los partidos de la izquierda institucional.

VI

La correlación de fuerzas nos es adversa y el escenario político es complicado, debemos actuar con prudencia pero sin dilación. La principal tarea del momento es la acumulación de fuerzas. La OPT debe emprender la tarea de luchar por su registro electoral con absoluta seriedad y dedicándole todo el tiempo necesario. Los requisitos legales son antidemocráticos, espinosos y complicados. Implican iniciar una ruta organizativa por colonia, distritos electorales, estatales y a nivel nacional. Proponemos que nuestro camarada Martín Esparza (secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas), junto con otros dirigentes sociales, inicien una gira nacional para promover congresos estatales de la OPT. Entablar pláticas con organizaciones sociales y políticas que deseen integrarse a esta iniciativa. Programar un congreso nacional que actualice nuestros documentos fundacionales, formular una ruta de trabajo para obtener el registro electoral y elegir una nueva dirección nacional integrada por la mayor cantidad de dirigentes sociales. Debemos iniciar, cuanto antes, la publicación de un órgano de prensa para avanzar en la tarea de identificarnos con el resto de la población, reclutar nuevos miembros y formar los organismos de base. Otra tarea imperiosa es la formación de cuadros políticos.

VII

Como partido de la clase trabajadora, la OPT no puede olvidar que su objetivo central es impulsar la organización de los trabajadores. La propuesta del SME, de nuestros compañeros de la combativa sección XVIII del magisterio michoacano y de otras organizaciones sindicales, de formar una nueva central de trabajadores, está ganando terreno de una manera importante. Lograr en un corto plazo la unificación del sindicalismo democrático y empezar la tarea de organizar a los trabajadores no organizados, es la mejor manera de iniciar un cambio en la correlación de fuerzas. Que la reforma laboral haya sido aprobada, no quiere decir que la aceptemos como un hecho consumado. Aún queda por delante un amplio trecho de acciones legales y políticas que debemos impulsar para combatirla. En esa dirección se está moviendo la Convención Nacional Sindical. La OPT debe apoyar este esfuerzo iniciando una campaña de información utilizando todos los medios a su alcance. Esa debe ser una de las tareas del órgano de prensa que proponemos.

Al mismo tiempo debemos participar en la formación de un amplio frente único que enfrente las reformas neoliberales que Peña Nieto tiene programadas.

México D. F. a 15 de diciembre de 2012