martes, febrero 23, 2010
El presidente que no sabe
MÉXICO, D.F., 22 de febrero.- El presidente muestra su rostro contrariado cuando en Juárez una mujer proletaria le advierte: No, no es usted bienvenido acá. Cuando le aclara: Estuvo usted mal informado, mis hijos asesinados eran estudiantes. Cuando le explica: Acá su Ejército no ha hecho nada.
Celebramos el valor civil de la mujer. Pero no debemos de ninguna forma celebrar el rostro contrariado del presidente del país. Es raro, es inquietante, es un muy pésimo augurio para todos su contrariedad.
¿Por qué su contrariedad, si en Juárez todos y cada uno de los ciudadanos sabían todo esto desde hace años? ¿Por qué, si afuera lo supimos bien pronto los que nos interesamos por Juárez, y lo publicamos en medios nacionales, y los juarenses lo declararon a la BBC, a la CNN y al New York Times, y es consabido en todo el país y el extranjero?
Sí, el Ejército fue a Juárez a pasearse. A revisar si los automovilistas usaban cinturones de seguridad. A requisar casas para llevarse tarros de mermelada y bolsas de pan Bimbo. Cuando se avisaba de un operativo del narco, los soldados huían en sus camiones verdes, como huía la población común.
Y lentamente extralimitaron su poder sobre los civiles. Hincharon su prepotencia. Un transporte militar machucó la pierna de una niña y no se responsabilizó nadie. Tres soldados robaron una casa, y nadie los amonestó. Pronto los agravios castrenses se volvieron un azote diario, un azote añadido al del crimen organizado para los juarenses. Pero cuando los soldados avistaban un convoy de narcos, se trepaban otra vez a sus camiones verdes y escapaban.
Otra vez hay que preguntarlo: ¿de verdad, no lo sabía el presidente? Y hay que preguntar algo peor: ¿qué más no sabe el presidente?
Porque en esta guerra que vivimos, parece ser que el comandante en jefe del Ejército Mexicano, es decir, el presidente, no sabe lo mismo que los ciudadanos. ¿No sabe por ejemplo que en Juárez, como en el resto del país, “las policías están en las nóminas del narco”? Son palabras del fundador y primer titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero.
¿Y no sabe tampoco el presidente que los delitos más recurrentes y nocivos que nos aquejan a los mexicanos son el robo y el secuestro? ¿Que lo que rompe nuestra convivencia diaria es el miedo? ¿Que las calles se han vuelto el terror de las mujeres y los hombres, especialmente las quincenas, cuando llevan sus sueldos a sus casas? ¿No sabe que somos, para nuestro inmenso infortunio, el país con mayor índice de secuestros en el planeta? ¿Y no sabe lo más atroz, que en cada secuestro hay involucrado por lo menos un policía, y a menudo más de cinco?
Tan es consabido por todos esto, que el robo y el secuestro son los delitos más comunes y más devastadores para la población, y que policías suelen intervenir en ellos, que el narco ha hecho su oferta para un pacto social. Ellos, y no los policías, controlarían a los rateros y a los secuestradores, dentro y fuera de sus filas, a cambio de poder trasladar su droga por el territorio nacional.
El presidente tiene que saber de esta oferta, como lo sabemos todos. Arturo Beltrán Leyva la dejó escrita en cartones sobre los cadáveres de secuestradores que ajustició. El jefe de La Familia de Michoacán lanzó la oferta en una llamada telefónica al noticiario matutino de la televisora local. Las mantas de Los Zetas reiteran la tentadora oferta cada mes.
Y el presidente tiene que saber también que la droga para la población de a pie no es una angustia urgente. Tiene que saberlo porque tiene el último informe de su Secretaría de Salud, fechado en 2009: sólo el 5.6% de los mexicanos consumen una droga proscrita, y sólo 500 mil de ellos padecen de una adicción. Es decir, de cada 200 mexicanos solamente uno vive la tortura de la adicción a la droga.
Y mientras tanto, como si el presidente no lo supiera, la propaganda oficial nos reitera que los triunfos de esta guerra son el asesinato de un capo o requisamiento de equis toneladas de mariguana.
Esto es lo alarmante de esta guerra: que no es una guerra, que son dos guerras. Una, la que definimos y vivimos los ciudadanos; otra, la que define y vive el presidente.
En nuestra guerra, los ciudadanos tenemos como enemigos a los ladrones y los secuestradores, que irrumpen periódicamente en nuestras vidas para destrozar el bienestar que armamos cada día con más trabajo y con más temor. Los policías y el Ejército no son de ninguna manera nuestros aliados, y a menudo, enmascarados, son los mismos que nos roban y nos secuestran. Y la droga no es ni remotamente el diablo.
En cambio, en la guerra del presidente la droga es verídicamente el diablo, y los capos, los enemigos a vencer. Las policías infiltradas y el Ejército son los instrumentos, imperfectos pero irreemplazables, para combatir. Y la población es el paisaje donde suceden las confrontaciones: un bosque de seres humanos donde a veces algunos troncos caen abatidos por la metralla.
En el fondo de las palabras dolorosas y airadas de Luz María Dávila al presidente en Juárez estaba el señalamiento de este malentendido. Su guerra no es la mía, presidente. Sus enemigos no son los míos, y a su fuerza pública le tengo pavor.
Y en el rostro contrariado del presidente estaba el no saberlo. O el no querer saberlo del todo y asumir la consecuencia: redefinir su guerra.
Cinismo político y grandeza ciudadana
MÉXICO, D.F., 23 de febrero.- Es 12 de febrero. El canal televisivo Milenio muestra una imagen de la visita que, después de sus desacertadas declaraciones en Tokio, Calderón hizo a Ciudad Juárez para pedir perdón a los padres de familia de los muchachos asesinados y hablar de un replanteamiento de su política de guerra contra el narcotráfico. Afuera del Centro de Convenciones, donde se realiza la reunión, una multitud ciudadana, contenida a golpes de tolete, grita indignada. Gómez Mont, por órdenes del presidente, sale del Centro de Convenciones para hablar con ella. Entre los gritos de “¡Asesino, asesino!”, el secretario de Gobernación, siguiendo el viejo adagio priista de que la política “es el arte de tragar mierda sin hacer gestos”, permanece impávido. Habla con uno, con otro. Pero la multitud continúa coreando el mismo grito que concentra su indignación.
Desesperado, rodeado, al igual que los narcos, de “guaruras”, Gómez Mont se dirige a su camioneta. Repentinamente, una voz femenina – continuación de la de una madre de dos hijos asesinados que, dentro del Centro de Convenciones, acercándose al presidente, le espetó que no le estrechaba la mano ni le daba la bienvenida–, grita: “¡Si no puedes, renuncia!”. En ese momento, el secretario –como un signo ominoso y contradictorio de las campañas gubernamentales contra la obesidad– pierde, por fin, la compostura y se vuelve en busca de aquella voz. Si la palabra “asesino” no lo toca –Gómez Mont no conoce los pecados de omisión–, la exigencia de su renuncia, que quizá le recuerde que un día antes, por motivos oscuros, renunció a su militancia panista, lo descompone. La mierda, con la que en su carrera política se ha alimentado, comienza a provocarle agruras. Impotente, volviéndose hacia la portezuela de su camioneta, exclama: “¡Qué diálogo es este?”, y se va.
Gómez Mont, hijo de una clase que ha hecho de la vida política un negocio y una forma legal de la impunidad, olvidaba dos cosas: 1) que el grito de aquella mujer era y continúa siendo un recordatorio de lo que unos años atrás, cuando Calderón metía al país en esta guerra absurda, había dicho el señor Martí, cuyo hijo asesinado preludiaba lo que ahora, para nuestra desgracia, se ha multiplicado de manera exponencial; 2) que aquella gente no se había reunido en las afueras del Centro de Convenciones a dialogar, sino a exigir lo que una ciudadanía está obligada a exigir a sus gobernantes cuando la traicionan.
El gesto de Gómez Mont –que el canal Milenio capturó–, su azorada indignación ante los reclamos de una ciudadanía humillada, concentra el cinismo de nuestra clase política. Mientras ésta se enmascara bajo spots triunfalistas y se molesta porque nadie habla bien de México; mientras hace acuerdos para mantener el poder –alianzas innaturales y negociaciones a espaldas de la ciudadanía–; mientras, en nombre de esas abstracciones llamadas Estado y Mercado, somete a la clase trabajadora a impuestos absurdos y exenta de ellos a los grandes consorcios y a la Bolsa –México es el único país que no ha tasado con impuestos el dinero improductivo de la especulación–; mientras crea una guerra contra el narcotráfico y deja intocado el dinero que lava; mientras encarcela y trata como delincuentes a luchadores sociales, y cierra los ojos frente a los criminales de cuello blanco y las atrocidades de gobernantes indignos –como el pederasta Marín o el asesino Ulises Ruiz–; mientras corrompe al Ejército en una guerra que día con día, a pesar del triunfalismo presidencial, se pierde, la ciudadanía debe ver a sus hijos asesinados, debe vivir con miedo, debe hacer cola en busca de empleos mal remunerados, debe trabajar –como en la era del capitalismo salvaje– para la simple reproducción, debe levantarse cada día con el espectáculo atroz de cuerpos mutilados.
Durante tres años, los ciudadanos hemos tenido que soportar eso, y para advertirnos que continuará, Gómez Mont se indigna ante la exigencia de que renuncie, y el presidente insiste en que reforzará la violencia. Sus abstracciones: la guerra como método para construir un mundo mejor, sus esperanzas en las “bondades” del mercado y el poder, valen más que los muchachos asesinados y que el llanto sin consuelo de unos padres que jamás verán crecer a sus hijos porque Gómez Mont, Calderón, el Ejército, los partidos y los representantes de las Cámaras han decidido que sus abstracciones y sus luchas por el poder son más importantes que los hombres, las mujeres y los niños de este país.
Por menos que eso, en países que saben lo que la democracia significa, las renuncias no habrían dejado de sucederse. Por desgracia, el cinismo es el método de la política mexicana y, paradójicamente, del crimen: quienes creen en el poder, cualquiera que sea su justificación, construyen y autorizan el terror. Pero habrá siempre una ciudadanía –como la que se reunió en Ciudad Juárez– que se opondrá a la imbecilidad de esos cínicos enfundados en trajes de marca y, dándoles la espalda, gritándoles que hace tiempo dejaron de representarnos, construirá lentamente el proyecto y el lenguaje político que nos arrancaron.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
La represión del "cabrón irresponsable"
MÉXICO, D.F., 22 de febrero (apro).- En un país donde la clase política idolatra la mentira, valor supremo de toda componenda, decir la verdad es blasfemia.
Y eso fue lo que ocurrió con el diputado federal Manuel Clouthier Carrillo, contra quien el gobierno de Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional (PAN) activaron, en una estrategia conjunta, un desproporcionado embate para censurarlo y someterlo.
¿La razón? Denunciar públicamente, en una entrevista periodística con este reportero y publicada en el semanario Proceso, que la “guerra” contra el crimen organizado no ha llegado a Sinaloa, cuyo cártel, encabezado por Joaquín El Chapo Guzmán, goza de la protección institucional del gobierno federal:
“El gobierno federal habla de una guerra contra el narcotráfico que en Sinaloa no se ha visto. Se ha golpeado a todos los cárteles y no ha sido proporcional con el cártel de Sinaloa. ¡Eso es evidente! ¡Y si nos preguntan a los sinaloenses es más evidente!”
No sólo eso, sino que Clouthier --ajeno a los recovecos de los políticos del altiplano y con el lenguaje claridoso de los norteños-- se refirió directamente a Calderón por no atacar la “narcopolítica” en Sinaloa:
”Eso significa que nos va a costar a los sinaloenses generaciones enteras porque un cabrón irresponsable --y digo irresponsable porque es su responsabilidad-- no tuvo el tamaño de hacer lo que le correspondía por mandato.”
Aunque la revista Proceso comienza a circular la noche del sábado, para los suscriptores, el domingo comenzaron a cobrar dimensión las palabras del empresario que fue, durante tres lustros, director del diario El Noroeste, de Culiacán, Sinaloa, e hijo de Manuel Clouthier del Rincón, candidato presidencial del PAN en 1988.
Ese mismo diario sinaloense y otro de la Ciudad de México, La Razón, siguieron la información publicada por el semanario y hablaron con el legislador que ratificó, como en decenas de entrevistas más en casi todos los medios, la médula de su afirmación.
Es decir, que el crimen organizado en Sinaloa cuenta con la protección institucional, a tal punto que existe la posibilidad real de que sea gobernado por un narcotraficante, y este modelo está siendo “clonado” en otras entidades del país. Por eso, dijo, el caso Sinaloa es peor aún que el martirio de Chihuahua, particularmente Ciudad Juárez.
El aludido, lastimado en su sensibilidad por ser exhibido como un “cabrón irresponsable” por el hijo del prócer panista, montó en cólera y, desde el fortín militar que habita transitoriamente, emitió la orden de escarmentar al insolente. Y se activaron los mecanismos de represión.
Los cortesanos de Los Pinos, incluido César Nava, creyeron que con el vapuleo contra Clouthier podían, además, “matar” el escándalo por el deleznable pacto de Fernando Gómez Mont con el PRI para aumentar impuestos a cambio de la orfandad electoral del PAN, que había escalado hasta exhibir a Calderón como inepto, mentiroso y sin palabra.
La estrategia, que fundió al gobierno y al PAN en uno solo, salvó a Nava de aclarar su conocimiento y responsabilidad en el arreglo con el PRI, como afirmó Gómez Mont, y con esta lógica de facción ordenada por el déspota se llegó al extremo del ridículo.
Inició la ofensiva nada menos que el próximo exsecretario de Gobernación, quien exhibió, en una carta que envió el miércoles al semanario, un amasijo de números para dar credibilidad a su aserto de que el gobierno federal combate a todas las bandas por igual.
Le siguió la diligencia y diputación del PAN: No sólo se amenazó a Clouthier con deponerlo como diputado federal si no reculaba, sino que el CEN “desautorizó” sus declaraciones, como si se tratara de un militante, que no lo es, y desconociendo lo que establece el artículo 61 constitucional, que establece que los legisladores no pueden ser reconvenidos por sus opiniones.
La ofuscación de Calderón que activó el embate contra Clouthier ha tenido ya respuesta: El legislador no sólo no se ha desdicho, sino que inclusive ha anunciado que se reafiliará al PAN, en el que dejó de militar en 1994, “cuando tenía chiste ser panista, es decir, cuando era ir en contra de todo el establisment, cuando era un panismo generoso, de entrega, y no un panismo de oportunidad en el poder”.
De hecho, en la entrevista con el reportero, había anticipado que podría haber represión: “Si es real que se me está aplicando un castigo, se equivocan: No voy a aprender con esos castigos. Si alguien cree que con eso van a someterme, se equivocan.”
Advertía: “Primero, tengo una escuela que aplica una tesis distinta y lo decía Maquío. Habemos gentes que somos como los toros de lidia: entre más nos pican más embestimos. Segundo, gozo y amo mi independencia y mi libertad. Y tercero: soy un convencido que aun con todas mis limitantes, algo tendré que aportar.”
Y de plano anticipaba: “No sé tragar mierda sin hacer gestos. Me cuesta mucho callar.”
Apuntes
Vista la represión contra quienes disienten en el PAN, está latente la sanción que padecerá el senador Ricardo García Cervantes quien, en entrevista con Proceso, repudia el pacto de Gómez Mont con el PRI para elevar impuestos y hace responsable también a Nava, así como a Josefina Vázquez Mota y Gustavo Madero, en un arreglito igual al que hicieron Emilio Gamboa con Kamel Nacif… Otra víctima reciente de la intolerancia del PAN es la diputada local Lía Limón, hija de Miguel Limón Rojas, secretario de Educación de Ernesto Zedillo, quien no se sumó a la cruzada de Calderón asociado con el clero católico y El Yunque para atacar el derecho a los matrimonios entre personas del mismo sexo… Mientras, el PAN se regodea con la postulación de puros expriistas…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx"El Chapo" está en Honduras, según el gobierno de ese país
México D.F., 23 de febrero (apro).- El jefe del cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, se moviliza en el occidente y el norte de Honduras, principalmente en los departamentos de Colón y Copán, según publicó la prensa hondureña.
"Tenemos suficiente información de diferentes fuentes que podríamos deducir que si es cierto que El Chapo Guzmán ha pasado y ha venido a descansar en la zona de Copán y Colón", dijo el ministro hondureño de Seguridad, Oscar Álvarez, al diario La Tribuna.
Con base en dicha declaración, el perióico desplegó en su primera plana el titular: 'Peligra seguridad nacional si 'El Chapo' Guzmán está en Honduras', y le añadió una fotografía del perseguido narcotraficante mexicano en un recuadro.
"Si nosotros logramos capturarlo tendríamos que tener convenios con México para que vengan a recogerlo, porque no creo que en Honduras haya capacidad para retenerlo en un centro de seguridad", advirtió el ministro en su charla con el rotativo.
Explicó que por el momento no existen relaciones diplomáticas con México y espera que se normalicen pronto para buscar apoyo de ese país en el tema.
Las relaciones se mantienen rotas después del golpe de Estado del 28 de junio de 2009 cuando fue defenestrado el entonces presidente Manuel Zelaya, quien fue sustituido por el mandatario de facto Roberto Micheletti.
Tras un proceso electoral realizado en noviembre pasado, resultó electo el actual presidente Porfirio Lobo Sosa, quien tomó posesión el 27 de enero de este año.
Según la versión del diario, el capo mexicano posee una lujosa residencia en una comunidad de Copán y recibe protección de las autoridades locales y la policía.
El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, reveló hace un par de años a la prensa de su país que tenía información de que 'el Chapo' estaba en Honduras.
Sexo, religión y dinero...
Marcela Gómez Zalce
gomezalce@aol.com
Martín Esparza, candidato para Hidalgo
Columna Asimetrias. Evo Morales
Evo Morales.
I
El jefe del Estado Plurinacional de Bolivia, el Presidente Evo Morales, establece precedentes de colosal envergadura histórica : realiza desde el poder una revolución económica, política y social y, ergo, cultural, en lo cabal del vocablo y el concepto. Un cambio de estructuras y superestructuras.
Realiza don Evo lo que otros hombres de su talla y talante que le precedieron, como Ernesto Guevara, Che, no pudieron e incluso perecieron en el noble y loable empeño de liberar de sus opresores a los habitantes del país andino, como punto focal del centro geográfico a la periferia..
Evo, quien el domingo presidió un multitudinario mitin de simpatizantes mexicanos en Coyoacán, dijo la frase consignada en el epígrafe de la presente entrega, la cual exhibe un hondo sentido pedagógico, en particular por el telón de fondo contrastante de nuestra realidad.
Y nuestra realidad –no huelga reiterarlo— es la de que, salvo Andrés Manuel López Obrador, ningún dirigente formal o fáctico tiene apoyo social, lo cual se muestra en el hecho de los efectos de su alcance de convocatoria a movilizaciones de masas.
Felipe Calderón, visto y considerado espurio por millones de sus connacionales (por lo menos los que votaron por don Andrés Manuel en 2006 (y no pocos de los que votaron por Roberto Madrazo) ha sido ya abandonado a su suerte por aliados de otrora y partidarios y simpatizantes del antaño.
II
Así, insístase en el obvio contraste entre el señor López Obrador y don Felipe, nieto de cristeros opuestos sangrientamente al laicismo del Estado mexicano –entonces en su fase de institucionalizarse y reorientadora en lo ideológico y lo político. Es un contraste paradigmático.
Y el paradigma se encuerpa en la moraleja siguiente: si el señor Calderón hubiese tenido apoyo social real desde que “haiga sido como haiga sido” asumió de facto la investidura presidencial, sus actuaciones, por equívocas que fueren y son, podrían haber logrado sus metas.
Y sus metas son, a la luz precisamente de esas actuaciones públicas, las de consolidar una forma de organización económica –la neoliberal-- que sólo sirve a oligarcas de México y de otros países, principalmente Estados Unidos, España y Canadá. En Bolivia, don Evo eliminó ese modelo.
Los oligarcas bolivianos, como sus pares mexicanos y trasnacionales, no pensaban en el costo brutal, anti-social, anti-pueblo, que la consolidación de su agenda suele exaccionar a la población. La consecuencia: mayor desigualdad económica e injusticia social, más --mucho más— pobreza.
En la reunión en Cancún, los jefes de Estado y de Gobierno de Nuestra América –toda, excepto EU y Canadá y el rey de España-- están animados del espíritu de la anfictionía: una patria –grande, por cierto; muy grande—liberada de oligarcas locales, estadunidenses, españoles, canadienses, et al.
III
¿Por qué en Bolivia fue posible elegir un gobernante que abandera el cambio revolucionario –de fondo— que también ha ocurrido en Venezuela y Ecuador y no en México? Cada país ofrece condiciones distintas, pese a similitudes y coincidencias históricas/actuales y experiencias propias?
Las condiciones, si objetivamente discernidas, son las que indican los métodos y las tácticas a emplear para obtener el poder y, desde allí, promover y, sobre todo, realizar sin desvíos el cambio vero, el de la estructura y la superestructura, convirtiendo un Estado plutocrático en uno social.
En 1967, en Bolivia, las condiciones no eran propicias a una praxis exitosa del foquismo aplicada por el Che. El análisis guevarista de la realidad boliviana era impecable. ¿Qué faltó, pues? Había condiciones revolucionarias y pocos revolucionarios. Faltaba el detonante de conciencia de masas.
¿Y cuál fue el detonante de conciencia de masas? La gran mayoría demográfico-electoral indía. Ese no es el caso en México (aquí los indios son del diez al 15 por ciento de la población) y el grueso mestizo discrimina a aquellos y, sirve, sin saberlo, a los fines de la oligarquía.
La mera candidatura de don Evo, precedida de intensa actividad organizadora en los sindicatos indígenas, detonó el despertar de la conciencia, la cual ofreció una vía accesible, la electoral, al poder y, de allí, darle verismo al anhelo centenario de las naciones indias de Bolivia.
ffponte@gmail.com
EDITORIAL ¿Intromisión?
Las palabras de Evo Morales, el orgulloso Presidente de Bolivia originario de los Andes, a quien el haber sido alimentado por esas tierras lo llevo a amar a su Patria, a sus Montañas y a entender a su gente, resonaron fuerte en la plaza de Coyoacan el pasado domingo.
Tan fuerte, que retumbaron hasta Los Pinos, Palacio Nacional y el antiguo Palacio de Covián, donde don Fernando Gómez Mont deshoja la margarita y alista la moneda para el águila o Sol.
“Pronto México se liberará” dijo claramente el Mandatario boliviano. Lo que sirvió para que de inmediato se alzaran voces de protesta por lo que llamaron una intolerable intromisión en asuntos de Estado.
Pero no se escandalizaron cuando en su momento el onomatopéyico José María Aznar, a la sazón Presidente de España, se volcó a favor de Fox y el PAN. Ni dicen nada cuando el Cardenal Norberto Rivera y su vocero, despotrican en contra de la política de nuestra Patria.
Cuando para verse parejos, si de juzgar las declaraciones se trata, lo menos que deberían hacer es juzgar a todos con el mismo rasero.
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