lunes, junio 04, 2007

Vivencia y reflexiones en Marruecos

Sique

Durante los dos días que estuve en Marruecos no pude publicar nada en este blog, estuve en un baño sauna y suni cuya experiencia quiero compartir con los lectores. Sin pretender en absoluto darles una visión objetiva y, mucho menos, conocedora de este país del que muy poco sabía cuando llegué y al regreso me he dado cuenta de que lo poco que ahora sé es todavía menos de lo que suponía al principio, les comunico lo que viví, pensé y sentí en Marraquech.


Marrakech es una de la ciudades más apreciadas de Marruecos, tercera en importancia económica y política por localizarse en el centro del país con casi un millón de habitantes.

Desde la llegada, una pareja de españoles nos advirtieron que teníamos que regatear en todo porque generalmente el primer precio es hasta tres veces mayor del valor del servicio u objeto de negociación. En efecto, el taxista que pretendía llevarnos del aeropuerto al hotel quería cobrarnos 120 dirhams y terminó en hacerlo por 40. De entrada esto suele ser muy amenazante sobre todo para personas que como nosotros son unos pendejos en eso del regateo.

Nos sumergimos en la Medina que es la ciudad vieja amurallada, principal atracción de la ciudad y comenzó el alucine, pasajes y pasajes de artesanías y productos marroquíes. Pobreza sí, miseria no. Caminar por esa ciudad de mercaderes por vericuetos protegidos del sol con techos de palmera, da la idea de que transita uno por túneles subterráneos. Esa experiencia es una especie de sueño emocionante sí, pero también temible. Caminas entre gente, bicicletas, motocicletas, carretillas, carretas jaladas por burros, y en los callejones más anchos, pueden pasar hasta carretelas jaladas por caballos, todos tienen el mismo derecho y los peatones tienen que sortearse entre todos éstos al tú por tú. Teníamos hambre y queríamos llegar a la plaza junto al Souks pero estábamos perdidos. En cuanto preguntamos, un joven llamado Mustafá (así es) se prestó a servirnos de guía, se nos estaba imponiendo, pero al mismo tiempo nosotros requeríamos de su servicio, estábamos perdidos, él no se contentaba con mostrarnos el camino sino que se instaló en guía de turistas a la fuerza. Un poco para sentirme menos pendeja y porque creo que hay algo de razón pensé: nosotros necesitamos el servicio y él está luchando por un trabajo. Pues va.

Después de caminar como dos kilómetros más por ese laberinto nos llevó a un restaurante muy elegante con decoración mozárabe en un sótano cuya temperatura fresca después de los 34 grados centígrados bajo los que caminamos fue maravilloso. No teníamos aliento para protestar porque era un lugar de lujo que no guardaba relación con nuestro presupuesto y pensamos, bueno es el primer día, tenemos hambre, ya ni modo. Para colmo como Mustafá se sentó aparte para esperarnos y nosotros nos sentimos mal pues le invitamos a comer. Couscous, comida tradicional, y tangina también, muy sabrosas. La cuenta fue carísima, eso, y una compra que hicimos, sin regatear porque no sabemos hacerlo, prácticamente se llevó el presupuesto con el que contábamos para los dos días de estancia, y no es que sea caro, es que si no regateas y si no te defiendes obviamente las cosas te salen tres veces más caras.

La pobreza es agresiva, el que te impongan un servicio por falta de empleo como ocurre en México, también es agresivo, pero peor sería que te asaltaran, pensé. Ellos están luchando para sobrevivir ofreciéndote el servicio y es evidente que lo tienen que hacer con cierta energía, imponiéndose, para que no los rechaces. Tienen razón. Ya sabrás tú que haces al respecto. Y nosotros decidimos, por cansancio, por desconocimiento y también por solidaridad humana aceptarlo. Los gobiernos y las oligarquías te engatusan de mala manera, te imponen y te roban y no es por sobrevivir, es para seguir acumulando riquezas, allá nosotros si lo aceptamos por desconocimiento o por cansancio.

Después de comer le pagamos a Mustafá el servicio, nos dejó en la Plaza principal y quedamos que al día siguiente nos recogería en el hotel para mostrarnos otras cosas de la ciudad.


La Plaza Jemaa El Fna, en el centro de la vieja ciudad, es una espacio rodeado de mercaderes, con puestos de jugo de naranja, de té de gengibre, de dátiles y de dulces marroquíes, además de puestos de carnitas como los mexicanos. El calor obliga a traer una botella de agua para no correr el riesgo de deshidratarse. El 90% de la población es musulmana, el 6% son judíos y el resto católicos. No más del 25% de quiénes estábamos en la plaza éramos turistas, el resto marroquíes y las mujeres vestían los kaftanes y el pañuelo en la cabeza; poco a poco fui sintiendo que esa indumentaria ya no tenía el mismo significado que le daba antes, hasta se me antojó vestirme así. Creo que el problema que le vemos los occidentales es que sea símbolo de sujeción y minusvalía hacia la mujer, pero que si es una elección libre es muy válido ponerse lo que a uno le dé la gana, y pensé que los países occidentales que están prohibiendo esta vestimenta en las universidades están reprimiendo la voluntad de las estudiantes que quizás hayan elegido vestirse así porque finalmente es su cultura y tan malo es imponerles una indumentaria como otra.

Como lo mencioné antes hay pobreza pero no ví la miseria que he visto en México sobre todo en los suburbios. En Marrakech no hay suburbios, la ciudad termina y sigue el campo sin casuchas de lámina o cartón que formen un cinturón de miseria. La pobreza está en el centro, y en frente de la plaza donde está el pueblo vive el rey Mohamed VI, en un sobrio aunque suntuoso palacio acorde con las construcciones del lugar. Se imaginan si el pelele viviera cruzando la calle de donde vive el pueblo. Ja...

Por la tarde muchos marroquíes se van a la plaza, ahí se llevan a cabo espectáculos callejeros, encantadores de serpientes, saltimbanquis, juglares que cuentan historias, predicadores, vendedores de pócimas, lectura de cartas y hacedores de tatuajes, pero como dije antes, el público que tienen, salvo el de los encantadores de serpientes que sí son para turistas y que por tal razón tienen poco público, es local, porque además todo es en árabe. El 50% de los marroquíes es analfabeto de tal forma las historias y leyendas se pasan vía oral a las siguientes generaciones. Hay varias mezquitas (a las que no se puede entrar si no es musulmán) que al tocar la hora de la oración se llenan de feligreses.

La vivencia en la plaza es sumamente afectiva, la gente es muy cariñosa y está de buenas. Cuando nos íbamos al hotel, muertos de cansancio, un hombre con una bicicleta empezó a sonreírnos y a cuidarnos de las bicicletas, las motos, los caballos, etc... que transitaban por el callejón que tomamos de regreso al hotel. Nos fue engatusando, poco a poco hasta que nos llevó a una tienda de artesanía berebere. Ya no traíamos un centavo. Entramos a oscuras por un pasaje y de pronto nos encendieron las luces, parecía que habíamos entrado a una cueva de tesoros: una espectacular exhibición de figuras de hierro forjado, de madera finamente trabajada, arcones, cofres, tibores, marquetería, alfombras con los más exóticos dibujos en maravillosas combinaciones de colores, kaftanes, cremas, elixhíres, botellas, de todo; era como un museo fenomenal del arte berebere. Todo el engatuse, la palabrería y las complejas negociaciones de los marchantes se topó ahora con un muro, no traíamos un centavo, después de mucho forcejear y ante una razón tan poderosa como el "no tengo dinero", los árabes cedieron, nos apagaron las luces y salimos decepcionando gravemente a nuestro amigo de la bicicleta a quien tampoco pudimos darle una propina. Nos habían despelucado desde antes y ya no teníamos nada. Pero la experiencia con todo lo que implicó desde el aspecto humano y sensible bien mereció la pena.

Sacamos dinero para el día siguiente con la firme intención de ahora sí cuidarlo y no dejarnos engatusar. Mustafá se presentó por la mañana y le dijimos que no iríamos con él. Tomamos el tour por la ciudad. Marrakech es todo ocre y rojizo, la arquitectura no varía, es toda igual, no hay edificios más altos de 8 pisos, lo más alto es la Koutubia, una de las mezquitas más importantes del mundo musulmán construida en el siglo XII que se encuentra dentro de la Medina; fuera de la Medina, está la ciudad que se construyó para los europeos, hay grandes avenidas por las que transitan los automóviles sin ningún miramiento hacia el peatón, hay pocos semáforos, para peatones casi ninguno, uno tiene que atravesar las calles sorteando los automóviles con decisión y valentía. Las zonas residenciales son sobrias y suntuosas, nada ostentosas pero de una elegancia y una cualidad estética sin par; las mansiones y los palacios entre jardines que son verdaderos vergeles muestran una riqueza ancestral. Los jardines, a donde llega el agua, es el punto en el que los humanos se reúnen con Dios. En muchas de éstas mansiones y en hoteles de gran lujo, éstos, construidos recientemente se hospedan millonarios y gente famosa del mundo occidental. Dadas las condiciones de desigualdad que hay en el mundo y estando en tierra africana no puede uno dejar de pensar y de sentir que eso no está bien, y no está bien porque esto no se revierte en beneficio del pueblo.

Como no está bien que Marruecos tenga dominado al pueblo saharaui a quien ha agredido, sujetado y esclavizado injustamente por décadas sin ortorgarle el derecho que tiene a su independecia.

Otra de las cosas que llamó nuestra atención fue el cuidado que los marroquíes sometidos a tan altas temperaturas y a las sequías del desierto tienen por el agua, y los conocimientos que han desarrollado para nutrir sus jardines de este precioso líquido a través de redes de drenaje subterráneo y con ello mantener una área que llaman El Palmeral. Las palmeras son algo así como árboles sagrados que proveen de subsistencia: da sombra, alimento (dátiles), vivienda (el tronco se utiliza para tejados), sus hojas se utilizan en ceremonias religiosas, es decir, que todo en la palmera es aprovechable.

Así como el agua que va por corrientes subterráneas nutre a las plantas que crean los jardines en Marrakech, así nuestra ideología sobre la justicia y el bien de todos tendrá que utilizar pasajes subterráneos para alimentar a la población sobre el conocimiento de sus derechos y estimularlos para que se defiendan y luchen por un mundo más justo para todos.

Marrakech es precioso.

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