lunes, julio 16, 2007

Comunicación Social

Comunicación Social





Las deficiencias e ineficiencias de la comunicación del gobierno con la sociedad, aumentan el descrédito de aquél que, en vez de comunicarse con la ciudadanía, sólo difunde en una sola vía. Por tantas mentiras que difunde, nadie le cree aun si dijera la verdad.





Columna: Asimetrías





por Fausto Fernández Ponte

I

Las ciencias políticas y sociales definen a la comunicación como el proceso de poner en común, o intercambiar, estados subjetivos tales como ideas, sentimientos, creencias, etcétera.

Ese intercambio se realiza mediante el lenguaje, aunque también por medio de la representación visual, la imitación y, desde luego, la sugestión.

Por ello, el proceso de interacción social en los grupos humanos es insoslayablemente un proceso de comunicación. Ello ocurre mediante la palabra articulada o lenguaje.

Estas reflexiones --redundantes, tal vez, para algunos caros leyentes-- son traídas a cuento porque adviértense problemas de comunicación entre el poder formal --el Gobierno-- y la sociedad.

Y es que, en efecto, el Gobierno, cuya enorme capacidad de difusión no tiene precedente en la historia de México, no parece mantener comunicación con la sociedad o, al menos, con muchas capas sociales.

La consecuencia es la de que estamos ante un Gobierno que predica en el desierto, con un telón de fondo contrastante: mientras más difunde, menos se comunica con la sociedad. Esto, sin embargo, no es nuevo.

La incomunicación --o, en el mejor de los casos, una comunicación deficiente, entre sordos-- se remonta a varios sexenios, pero se ha agudizado en los últimos 25 años, sobre todo en los últimos siete.

II

Esa incomunicación tiene secuelas ominosas para el Gobierno: la sociedad muéstrase cada vez menos receptiva, más escéptica con respecto a la veracidad del contenido de la difusión gubernamental.

Ello configura un problema de credibilidad del poder formal que, visto al través de otros prismas, ahonda la brecha entre la percepción social acerca de Gobierno y la representatividad real de éste.

Dicho de otro jaez: la sociedad desconfía, por un lado, de los motivos e intenciones del Gobierno a la luz del desarrollo y desenlace de ciertas coyunturas, como lo emblematiza el caso de Zhenli Ye Gon.

Es, entenderíase así, un problema --si acaso-- de autoridad moral y ética. El poder formal --el Gobierno-- no proyecta autoridad moral ni ética porque, lisa y llanamente, la sociedad percibe que carece de ella.

Sin esa autoridad moral, el respaldo a cualesquier intentos y estrategias de comunicación es estéril. El Gobierno es, acudiendo a la tesis macluhaniana, el mensaje. El mensaje es, pues, pobre.

El caso del chino-mexicano es lo suficientemente conocido como para reiterar sus detalles grotescos, insertos en una trama alambicada de causas y efectos que el Poder Ejecutivo lo considera chantaje al Gobierno.

Involucra a personeros gubernamentales en esquemas de presumibles financiamientos ilegales --bajo la mesa-- a las actividades de proselitismo electoral de candidaturas de aquellos en 2006.

III

Así, para el Gobierno, este personaje chino-mexicano ha incurrido en embustes, para salir ileso de cualesquiera responsabilidades penales a resultas de sus quehaceres presuntamente delictivos. Y pudiere tener razón.

Empero, la gente duda. No le cree al Gobierno. Bien pudiere ser que está diciendo la verdad acerca de este bochornoso asunto que se niega a desaparecer de la escena pública.

Este hecho se nos manifiesta como un problema de comunicación social y, a fuer de precisos, de comunicación política y, más allá, de credibilidad. El problema es severo. Por complejo.

Y de difícil solución, en un corto plazo. El Gobierno tiene que replantearse las premisas y silogismos de sus políticas de comunicación y distinguirlas, esencialmente, de las de difusión.

Difundir no es comunicar. El Gobierno, si quiere prevalecer en los andamiajes de la credibilidad y, una vez lograda ésta, fortalecerla, tiene un monumental desafío de dificilísima superación.

¿Qué hacer? En los cenáculos del gobierno, los operadores de comunicación política parecen confusos y ello reduce su capacidad estratégica de percepción y uso de métodos y enseres comunicadores.

A ello añadiríase que los operadores de comunicación política son pocos --unos cuantos en todo el espectro-- y reducen maniqueamente el registro de su propio quehacer. Parecen entrampados. Incomunicados.

Glosario:

Macluhaniana: de Marshall MacLuhan, téórico de la difusión para las masas, autor de El medio es el mensaje, referido a la televisión y otras tecnologías difusoras.

Maniqueamente: de maniqueísmo, doctrina de Manes, teólogo persa del siglo III. Interpretación de la realidad según una valoración en la que todo es bueno o malo, sin grados intermedios.

Silogismo: argumento que consta de tres proposiciones, la última de las cuales se deduce de las otras dos.

ffponte@gmail.com

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