miércoles, agosto 22, 2007

Clero y panistas equivocaron vocación

Alvaro Cepeda Neri

Conjeturas

En la Introducción a la obra cumbre del obispo africano, Agustín de Hipona, y no me refiero a sus Confesiones, sino a La Ciudad de Dios, Giovanni Papini escribió: "La idea central es la contraposición de la Civitas Dei y la Civitas Diaboli... la primera no es propiamente la Iglesia, pero quizá se confunde con ella; la otra no es el Estado pagano, pero a menudo coincide con él". Con un concepto moderno se diría que es la separación del Estado y, de las iglesias y demás sectas religiosas (como la mexicana de la Santa Muerte y su reciente nuevo look: un pálido ángel de vestido dorado y manos extendidas, en lugar del esqueleto con la guadaña).

El asunto por el que cito a San Agustín es que estamos presenciando un intercambio de vocaciones en la opereta panista y todas sus facciones. Una vez que han llegado a los poderes del Estado, la Civitas Diaboli, han sacado a la luz pública su verdadera vocación. Les da por asistir a sus ritos haciendo alarde (porque si lo hicieran discretamente, nada tiene de censurable); comulgan, posando para los medios de comunicación; ofician, como acólitos, y es el caso de los desgobernadores de Jalisco y Guanajuato; recogen la limosna, bendicen a sus seguidores, encabezan procesiones, etc.

Ya se hartaron de ejercer los cargos de representación y los nombramientos judiciales. Esos arrebatos teocráticos, acusan que en verdad andan en busca de la Civitas Dei y gustosos, eufóricos, están dispuestos a enfundarse la sotana o el hábito para, como atinadamente les recomienda Max Weber, se vayan a un convento o un monasterio si quieren salvar sus almas. Y mientras se deciden, no dejan de intentar trastocar las virtudes cívicas, la ética democrática y los postulados republicanos, para convertir al Estado laico en la Civitas Dei.

Los curas o padres, quieren acceder a los cargos estatales y reclaman que sólo exista una religión y una Iglesia con libertad religiosa para con todo y sotanas ser integrantes de los poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo. Estos quieren la Civitas Diaboli y están dispuestos a desembarcar de la Civitas Dei.

A los panistas les seduce la vocación religiosa. Hay que verlos oficiando su fundamentalismo en público, desde las tribunas laicas del Estado. Y los ministros de esa Iglesia no dejan pasar un día que no estén, como "cuchillitos de palo" e integrantes del clero político, metiéndose en los asuntos que no son de su competencia, descuidando su misión eclesiástica. Ambos, panistas y curas, tienen los "cables cruzados".

Los que deberían vivir consagrados a la Civitas Dei quieren abjurar de esa vocación. Y los que están obligados a cumplir con sus deberes políticos en los cargos, de pronto descubren que su vocación es vivir fuera de la Civitas Diaboli. Y en esa equivocación, los panistas son los que más pierden: ya echaron por la borda un sexenio y laboran por acabar de hundir la nave calderonista.

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