Néstor de Buen
El artículo 49 constitucional, en su primer párrafo indica que “El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”. Sin embargo, los tiempos están dando la razón a la vieja tesis de los factores reales de poder que recuerdo haber leído en Pablo González Casanova.
Los ejemplos abundan y hoy podríamos poner algunos. El más notable, tal vez, es el del poder absoluto de las televisoras que, tanto por su capacidad de comunicación como por su, llamémosle, solvencia económica, imponen soluciones que, por lo visto, nuestro precarios poderes Ejecutivo o Legislativo tendrán que acatar. Vivo un claro ejemplo. En estos días formulamos una denuncia ante la Secretaría de Gobernación con motivo de los espots que diariamente aparecen en Televisa y en Canal 13 injuriando a Napoleón Gómez Urrutia. La respuesta negativa se funda, entre otras razones, en que Napoleón no ha ejercido el derecho de réplica, como si fuera tan fácil contar con los servicios de las televisoras que han sido el conducto de la injuria.
El mismo día puede aparecer en diversos medios de la prensa una noticia con sentido diferente. Daría la impresión de que la prensa no tiene como objetivo principal la información de los hechos y, a través de sus comentaristas o articulistas, hacer su análisis objetivo. Por el contrario, el viejo amarillismo reina soberano sobre su contenido, con lo que se persiguen dos fines: primero, atraer a ese público, que puede ser inculto o indiferente; segundo, cumplir el mandato del gobierno, del empresario interesado o de algún partido político.
Un personaje históricamente discutible ha sido el Ejército. Nuestra historia revolucionaria pone de manifiesto su lealtad hacia las instituciones conservadoras y su ánimo represor en contra de las manifestaciones de independencia. Cananea en 1906 y ahora. Con Madero fue porfirista; con Huerta se hizo solidario de su espíritu asesino y se transformó en el enemigo a vencer por los revolucionarios. Carranza, como primer jefe del Ejército Constitucionalista, lo utilizó para reprimir la huelga del 31 de julio de 1916 y, a través de un jurado militar formado a propósito, condenó a muerte al dirigente electricista Ernesto Velasco. En tiempos relativamente más recientes, 1959, fue el instrumento de represión de Adolfo López Mateos contra los ferrocarrileros de Demetrio Vallejo, y de sobra es conocida su intervención represiva el 2 de octubre de 1968.
Ahora, reforzando las intervenciones indebidas de las autoridades laborales, sirvió de presión en contra de los trabajadores mineros este pasado miércoles en los famosos recuentos que, etimológicamente, expresan la idea de que son cuentos monumentales.
¿Quién puede dudar de que el Ejército es un factor real de poder? Su protagonismo actual es más que evidente.
Desde luego que forma parte de ese núcleo no constitucional el que representa el poder económico. Quizá, en el fondo, pero muy cerca de la superficie, es el auténtico poder definitorio de la actuación de los demás. Eso quiere referirse a la banca, la industria y el comercio, capaces de presionar al gobierno, que no necesita tampoco de presiones para tomar las decisiones que convienen al núcleo del poder económico.
En otro plano, con una fuerte dosis de subordinación a los demás, aparece el sindicalismo corporativo, formado en la enorme ficción de libertad y autonomía sindicales, que se convierte en instrumento para el logro de la mayor explotación de los trabajadores. Los sindicatos blancos han sido hechos a la medida de las necesidades de las empresas, como el de reciente constitución para enfrentar al sindicato minero.
No hay que olvidar, por supuesto, las presiones que nos llegan del norte.
Se habla de reformar la Constitución. Puedo adelantar el texto del futuro artículo 49: “El Supremo Poder de la Federación se integra, para su ejercicio, con el Ejército, la policía, los medios, la banca, la industria, el comercio y los Estados Unidos de Norteamérica y, en segundo plano, con el sindicalismo corporativo. Los denominados Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial verán en todo momento por el interés superior de los anteriores”.
Lo que sin la menor duda es lo que sucede en nuestro país.
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