lunes, octubre 29, 2007

El DF y el dilema del agua

Miguel Ángel Velázquez

Más con morbo que con esperanza, se espera que en la semana que recién inicia se anuncie lo que es, o podría ser, un milagro: el proyecto para la sustentabilidad del abasto de agua en la ciudad.

El proyecto considera una serie de acciones, hasta donde se nos ha dicho, que estarían en la línea de liberar, por fin, a esta ciudad de un fantasma que acosa a sus habitantes desde hace muchos años, quizá desde casi toda su vida: la falta de agua potable para abastecer a sus habitantes.

Se trata de evitar que los mantos acuíferos del DF se sigan sobrexplotando, pero en lugar de eso, se les recargue de tal forma que se conviertan, en serio, en el gran almacén del líquido que evite un colapso en la capital, por cualquier tipo de eventualidades.

Además ya se proyecta la construcción de grandes plantas de tratamiento de aguas residuales que hoy día son vertidas, en un buen porcentaje, en campos de cultivo del estado de Hidalgo, por ejemplo, donde los campesinos, que tienen que usarla, ven afectado su trabajo y forzada la vocación de la tierra, por la contaminación que significa el riego con ese líquido.

El proyecto es más que ambicioso, y los beneficios que traería a los habitantes de la capital harían que la administración de Marcelo Ebrard se proyectara como una de las más eficientes en la historia de ciudad, si no es que de todo el país.

Sólo que todo esto no puede ser gratis. El dinero que se requiere para una obra de tal envergadura se puede leer con muchos ceros, y parecería que el gobierno central no tendría la capacidad financiera suficiente como para responder a las urgencias que demandará tal tarea.

Y es allí donde parece que le salió la verruga a Blanca Nieves, porque hay quienes aseguran que para tal empresa, habrá concesiones de mayor importancia hacia la iniciativa privada, que estaría involucrada desde ya en el proyecto.

Mal haría el gobierno de Ebrard encadenando a los habitantes del DF con una dependencia hacia firmas nacionales o extranjeras que pudieran jugar a su gusto con una necesidad que marca la vida de un conglomerado tan importante como el de la capital.

Privatizar o semiprivatizar el manejo del agua podría convertirse en el lago donde se ahoguen todas las aspiraciones del actual jefe de Gobierno, porque la gente sabría de inmediato que para las empresas lo que menos importa es su necesidad, y con una situación de ese tipo se les arrancaría otro derecho ciudadano.

No queremos decir con esto que el proyecto sea así, que se entregue a la iniciativa privada el manejo del agua, pero hay voces que lo aseguran. De todas formas será muy interesante saber qué camino quiere recorrer el gobierno de la capital en un asunto de tanta importancia.

Por eso causa tanta expectación el anuncio que se podría dar esta misma semana. Por lo pronto se asegura que ya se han tomado en cuenta las experiencias, nada favorables, que se han sufrido en otros países donde el servicio del agua fue entregado a la IP, y se ha tomado como base la ciudad de París, donde el asunto terminó por estallar en la cara del gobierno. Pero no nos adelantemos más, esperemos el anuncio.

De pasadita

El concierto había, digamos, formalmente concluido. Serrat y Sabina habían desaparecido, momentáneamente, de la escena, en espera del clásico llamado para otra canción que se convierte en coro. Entonces se encendieron las luces del Auditorio Nacional y alguien descubrió, entre los asistentes, a uno que era o se parecía a Felipe Calderón. La supuesta presencia corrió como reguero de pólvora.

Con el descubrimiento vino la reacción, que empezó con un débil grito de “¡fraude!”, y después, esa voz popular que no perdona y no olvida siguió conlos “¡espurio!, ¡espurio!”. Las luces se volvieron a apagar, y con ellas la protesta. Saltaron los pájaros al escenario, y cuando los reflectores iluminaron de nuevo el lugar, aquella figura a la que segundos antes se repudió, ya no estaba. Decir, como nos aseguran, que se trataba de Calderón no parece muy creíble si recordamos que siempre que asiste a un acto público se montan enormes medidas de seguridad, pero si esta vez se atrevió, ya no habrá encuesta que lo pueda engañar, se topó con su realidad.

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