viernes, noviembre 09, 2007

El Plan México = La barbarie como política del Imperio yanqui


Por María Teresa Jardí

Quizá el bushismo es la expresión del demonio apoderándose de la tierra antes del fin del mundo que de mil maneras se anuncia. Las predicciones del Apocalipsis se tornan benévolas al lado de la barbarie que como política oficial del Imperio yanqui, está empeñado en imponerle al mundo.
Barbarie que busca convertir nuevamente en la regla para el mundo, ese Imperio maldito con el que se liga el usurpador mexicano, haciendo esfuerzos inauditos para no conjurar su paso a la historia al lado de Victoriano Huerta. Incapaz de entender Calderón que no es ligándose con lo más perverso que hoy existe en el mundo como va a matizar su ilegitimidad de usurpador canalla, legalizador del fraude.
Pero mundo tan corrupto que permite que ese Imperio dicte las reglas a sabiendas de que lo encabeza un asesino demente y torturador, de una perversidad sin límite que ruborizaría hasta a Hitler, sujeto inculto e impensante manejado por capitales exorbitantes, deshumanizados y también criminales y por un grupo de fascistas pervertidos que gozan con el sufrimiento de los que condenan a morir mientras ellos gastan en invasiones y guerras carretadas de millones de dólares que servirían para que ningún habitante del planeta muriera por falta de agua ni por no tener acceso a la comida.

Demoledor de la Constitución, como denuncia Gore Vidal, también en entrevista para La Jornada, quien afirma, refiriéndose a los EEUU: “Hemos perdido la república y nuestras instituciones (.) hemos sufrido un golpe de Estado (.) y el estado de esta nación es tan malo que tal vez ya no tiene remedio. Pocos aquí entienden este punto, pero es lo que ha ocurrido con Bush. Hasta hemos perdido el único regalo que nos dejó Inglaterra cuando nos abandonó a nuestro individualismo: la Carta Magna y el habeas corpus, todo lo que dio el tono del Siglo de las Luces a Estados Unidos”.
Mientras David Brook, corresponsal de La Jornada, nos hace saber “que en EEUU se debate si es tortura o no aplicar técnicas bárbaras de la Edad Media. El método del waterboarding ha sido rechazado históricamente, incluso por estadunidenses. Es un castigo tan brutal que obligaría a un dilema moral entre la humanidad y el odio, dice un experto. La barbarie como política oficial de Estados Unidos; ese ha sido el tema de los últimos días en este país. Las manifestaciones de la barbarie son comentadas, debatidas, afirmadas tan cotidiana y rutinariamente que tal vez pocos se den cuenta de qué tan extraordinario es que se aborde tan públicamente si la tortura debería o no ser parte de las herramientas empleadas en la llamada “guerra contra el terrorismo”. Para ningún investigador serio es sorpresa que el gobierno de este país haya empleado la tortura. Pero que exista un debate nacional sobre si está bien o mal, que sea tan explícito que prácticas denunciadas universalmente como brutales, delitos de guerra, violaciones a las normas internacionales, o sea la barbarie, sean consideradas como política oficial, tal vez no tenga precedente en tiempos modernos. Ahora todos hemos sido educados, mediante este debate, sobre una técnica de tortura en particular: el llamado “waterboarding”. Es una técnica que se ha empleado desde la Edad Media mediante la cual se ata a la víctima acostada sobre una tabla mientras se vierten litros de agua a sus pulmones a través de una manta sobre su rostro y se le abre la boca, un proceso de asfixia en cámara lenta con la sensación consciente de la víctima de que se está ahogando”.
Los mexicanos no seremos dignos ni de obtener el perdón si permitimos que el usurpador nos imponga el Plan México, expresión brutal de la barbarie del decadente Imperio, manejado por un sujeto atroz que convierte en ángel al peor de los demonios hasta ahora conocidos. Vlad Dracul, empalador de seres humanos, se convierte en ángel al lado de Bush.

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