sábado, noviembre 17, 2007

Migración, una “minita de oro”

Ana María Aragonés

Se señala que “con Fox migró 8 por ciento de la mano de obra productiva… lo cual ha repercutido en el ritmo de crecimiento natural de la población, pues el éxodo está siendo mayor que el número de defunciones y explica el aumento en el envío de remesas, que es superior a 20 millones de dólares cada año…” (La Jornada, 27/10/07). Esta es una circunstancia por la que no sólo está atravesando México –el más importante exportador de migrantes–, sino otras regiones, si bien con diferencias muy destacadas. Para comprender esta situación, que puede ser considerada una de las nuevas causas del fenómeno migratorio, hay que analizar a los países desarrollados desde la perspectiva de sus dificultades demográficas, que afectan los mercados laborales y, por lo mismo, los convierten necesariamente en receptores de migrantes.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la población económicamente activa (PEA) de las naciones en desarrollo creció 2 por ciento entre 1995 y 2005, en tanto que la de las industrializadas lo hizo en 0.8 por ciento, debido principalmente al incremento registrado en Estados Unidos gracias a la migración. Sin embargo, desde 2005 dicha población ha dejado de crecer en casi todos los países de Europa y en Japón, situación que los enfrenta a enormes debilidades en sus mercados laborales y explicaría sus necesidades crecientes de trabajadores extranjeros. Se menciona que el viejo continente tendrá enormes dificultades a mediados del siglo XXI, cuando un tercio de su población tenga más de 60 años, pues les dificultará mantener un importante desarrollo tecnológico e innovaciones absolutamente indispensables para la prosperidad económica. Si bien es cierto que esa población para el año 2050 puede ser más saludable y activa, el documento de la OIT señala que no compensará la declinación de la creatividad y será muy difícil que puedan competir con los jóvenes de Estados Unidos y de China en los rubros de alta tecnología. Para detener este proceso, menciona que Europa deberá incorporar a mayor número de migrantes de lo que ha hecho hasta ahora, para lo cual será necesario flexibilizar sus políticas migratorias.

Por su parte, Estados Unidos, considerado el principal receptor mundial de migrantes, recibe un flujo de trabajadores con muy variados niveles de calificación. Por un lado, absorbe la más alta proporción de las personas con alto nivel educativo (54 por ciento), y si se toma en cuenta a Alemania, Australia, Canadá y Francia, entre todos ellos captan 93 por ciento de la migración calificada del planeta. Muchos son los países no desarrollados que están aportando población con altos grados de educación, perdiendo entre 10 y 30 por ciento de sus recursos humanos más calificados y de sus profesionistas. Es decir, que enfrentan el gravísimo problema de la llamada “fuga de cerebros”.

En el caso de América Central y México, aunque aportan recursos altamente calificados, los flujos migratorios más importantes se encuentran en niveles educativos bajos, que representan un sector muy considerable en Estados Unidos. En 2005 los asiáticos presentaron el mayor porcentaje de población con niveles que iban de licenciatura y maestría a doctorado (57.26 por ciento), seguido de los blancos (46.87 por ciento), los negros (30.23 por ciento), y los hispanos o latinos con sólo 11.33 por ciento. Esto se refleja en el nivel salarial, pues el ingreso medio semanal fue de 747 dólares, 733 dólares, 521 y 412 dólares, respectivamente, en 2005. No es de extrañar que la composición étnica y racial de la población de Estados Unidos sea ahora mucho más diversa que en ningún otro momento de su historia, sobre todo si se considera que en ese mismo año los extranjeros constituían cerca de 15 por ciento de la población, cuando 40 años antes la proporción era de sólo 6 por ciento.

Esta diversidad migratoria, aunada a los esfuerzos internos en educación hacia la población nativa, es lo que ha permitido al país vecino conservar una gran ventaja respecto del resto del mundo en materia de productividad por persona empleada. Esto quiere decir que mientras el nuevo patrón migratorio privilegia los flujos de PEA debido a las dificultades demográficas y los importantes procesos de investigación e innovación tecnológica echados a andar por los países desarrollados, los subdesarrollados, México incluido, por supuesto, dejan pasar las oportunidades para transitar hacia la nueva economía global y se conforman con recibir las remesas, que de ninguna manera justifican la pérdida de lo más importante: su población.

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