miércoles, noviembre 14, 2007

Monarquía, democracia y negocios sucios

Jesús Carrión Rabasco

Sorprende que nuestro monarca se sienta ofendido y se marche de la Cumbre Iberoamericana porque un presidente democráticamente electo como es Daniel Ortega, criticara el papel de la transnacional española Unión Fenosa en Nicaragua. Me sorprende que esta empresa se merezca la protección del Rey y del Presidente del Gobierno español. Y Ustedes se preguntarán ¿por qué te sorprende?

¿Saben que en octubre de este año Unión Fenosa ha sido juzgada por el Tribunal Permanente de los Pueblos en Managua, que la ha acusado de "contribuir al deterioro de las condiciones de vida y salud física y mental de una parte creciente de la población nicaragüense y guatemalteca, específicamente del derecho humano a un nivel de vida adecuado, contribuyendo además a mantener los niveles de pobreza"? ¿Saben que con aproximadamente 600.000 usuarios en Nicaragua, la empresa recibe unas 54.000 reclamaciones anuales? ¿Saben que ha sido multada infinidad de veces por el Instituto Nicaragüense de la Energía (INE) y no ha pagado jamás una sanción? ¿Saben que en Nicaragua desde que llegaron han despedido a más de 400 trabajadores y que en algunas de las empresas que subcontratan para dar sus servicios los trabajadores no tienen contrato?

¿Más prácticas irresponsables? En Nicaragua es normal que cada no mucho tiempo, los diarios se hagan eco de la muerte de otra persona electrocutada o la quema de una vivienda o negocio porque Unión Fenosa, no cumple con la mínima inversión necesaria para el mantenimiento de la red de distribución. ¿La solución de la empresa? Dinero y silencio.

Ahora bien, si queremos una verdad oficial, no tenemos más que ir a la página web de la empresa y ver que en 2007 el beneficio ha aumentado un 39,8% o que para el año 2008, mostrando su clara política de "responsabilidad social", el día solidario de la empresa será para Nicaragua. O ver a nuestro monarca y al presidente del gobierno español cerrar filas para defender con contundencia los intereses de nuestras transnacionales. ¿Nuestras? Mías no, gracias. Quizás sería mejor exigirles que se pongan al servicio de los ciudadanos y ciudadanas del mundo, no apliquen una doble moral y hagan respetar a las empresas españolas fuera del Estado español los derechos humanos y el medio ambiente igual que hacen aquí.

Por cierto, todo esto se lo explico, porque he estado allí.

Jesús Carrión Rabasco Observatorio de la Deuda en la Globalización

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