viernes, diciembre 21, 2007

Así son las guerras...

Julio Hernández López

El licenciado Felipe Calderón suele asumir poses de heroísmo (a buen resguardo) cuando habla de las muertes y la violencia que a lo largo del país, y de manera incesante, e incluso creciente, va generando la ex-traña y sospechosa guerra de reacomodo del narcotráfico que el mencionado Lic. ha convertido en su programa sexenal de gobierno. Ayer, reunido con miembros de la Secretaría de Marina, el Fiscal General de la Nación hizo saber a los activísimos empresarios de las drogas que con violencia cada vez mayor contestará a la que ejerzan las “organizaciones criminales”. En tal contexto acuático, el abogado militar michoacano pronunció una frase de oro (bueno, en realidad, de rojo sangre), al mencionar que esa lucha será de “largo aliento” y se llevará mucho tiempo, recursos y vidas porque… pues, hombre, porque… “así son las guerras”.

El funcionario guerrero, siempre bien protegido por un cuerpo de elite, tiene en esa alocución de tinte dictatorial una excusa que cree excelente para tratar de justificar que día a día los mexicanos sufran los excesos y abusos de cuerpos policiales formados por militares con licencia y por los propios uniformados verde olivo y que, además, se hayan instalado aceleradamente el miedo y la tensión sociales a causa de robos, asaltos, secuestros y otras expresiones delictivas. Todo cabe en el jarrito de la exculpación bélica: así son las guerras. Una guerra que no ha sido autorizada por el Congreso ni cuenta con la aprobación civil mayoritaria. Una guerra que no es sino la expresión de los apetitos de enriquecimiento que sexenalmente asaltan a quienes pretenden negociar co-misiones y repartos y, luego, cuando por incapacidad o perfidia traicionan esos tratos de palabra inquebrantable, se ven amenazados por donantes despechados, y sus espacios burocráticos son alcanzados por venganzas ejemplares.

Basta dar una ojeada a algunos puntos de la geografía nacional para ver que la tal guerra contra el narcotráfico a los primeros que ha abatido son a gobernantes del mismo partido del general Calderón. Da para una buena novela de política y crimen el expediente de Tonalá, Jalisco, y de su presidente municipal acusado de proteger el narcomenudeo y extorsionar a tenderos con maquinitas tragamonedas, y luego conspirar con otros funcionarios para asesinar a un correligionario incómodo. En San Luis Potosí, el gobernador panista Marcelo de los Santos ha convertido la tranquilidad tradicional de la ciudad ca-pital en un escenario de guerra entre zetas y chapos que causó varias muertes por bala a un par de cuadras del palacio de gobierno, el asesinato de dos jefes policiales y un ambiente de zozobra generalizada. En Celaya, de pronto se han multiplicado robos, secuestros y ejecuciones, al grado de que dos menores fueron levantados luego de salir de una fiesta escolar y luego asesinados. Todo ello ha hecho que se haya convocado para hoy una manifestación de protesta en esa ciudad guanajuatense. ¿Así son las guerras? ¿Quién, por qué y con qué facultad declaró esa guerra? O, la tal guerra, inventada, promovida, inducida, ¿es un pretexto para tomar por la fuerza física el control de un país que antes fue tomado por la vía legal (institucional) el 2 de julio de 2006?

Astillas

El síndrome de lo espurio también atacó en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRM), donde el director calderonista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alfonso de Maria y Campos, designó como directora a quien que-dó en segundo lugar de la votación de la comunidad. Miembros del plantel relatan: “hace meses, la restauradora Claudia Salgado obtuvo más de 60 por ciento de la votación total, quedando el 40 por ciento restante para otros candidatos. Nadie tenía duda de que la nueva directora sería ella, porque creíamos, igual que ahora la comunidad de la ENAH, que el ‘embajador’ y/o ‘emperador’ del INAH, De Maria y Campos, no se atrevería a pasar ‘por encima de la determinación mayoritaria, expresada en las urnas’. Para sorpresa de todos, la dirección de la escuela se le otorgó a la restauradora que ocupó el segundo lugar en la votación, por una diferencia muy, pero muy amplia. Cartas de protesta fueron y vinieron, pero la imposición se perpetró al final de la manera más arbitraria, ilegítima, injusta y antidemocrática. La impotencia nos caló hasta los huesos, y a cargar con el ‘síndrome de lo espurio’”…

Tal cual estaba programada, se realizó una manifestación de protesta frente al consulado mexicano en Nueva York contra la apertura del mercado nacional al maíz de Estados Unidos. Uno de los participantes reporta: “Estuvimos afuera del consulado por dos horas. Había mucha gente formada para hacer trámites. Cuando empezamos a hablar, había gente sorprendida de lo que escuchaba, pues no estaba enterada de lo que va a pasar a partir de enero. Una señora dijo que estaba harta de que gobierno tras gobierno todos estén llenos de rateros. Hubo quienes se refirieron al caso Lydia Cacho, diciendo que los ministros de la Corte eran unos corruptos. A la manifestación trajimos un muñeco, estilo piñata, simbolo del maíz transgénico gringo. También tiramos algunas tortillas podridas, que representaron a las hechas con maíz genéticamente modificado”…

A Ulises todo se le enreda, como queso oaxaqueño: profesores encerraron, du-rante algunas horas, en la propia sede del Congreso estatal, a 16 diputados locales, en protesta porque el gobierno local no paga lo que debe. Pero los maestros insurrectos no son de la APPO o de alguna organización izquierdista, sino todo lo contrario, es decir, son los que en meses pasados se prestaron a realizarle un servicio de esquirolaje al ingrato gobernador Ruiz, dando clases alternas, a nombre de la sección 59 del SNTE, creada especialmente por Elba Esther Gordillo para dividir al magisterio combativo, agrupado en la 22, que estaba en paro. A Ulises nada más le faltaría pelearse con su espejo… Y, mientras los diputados federales confirman que el apodo de Caballo negro no es gratuito –en todo caso, zoológicamente en un escalón superior– en Alberto Cárdenas Jiménez, ¡feliz fin de semana!

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