Carlos Fernández-Vega
Varios países de la región crecieron a un ritmo de dos dígitos; México, rezagado
Estaba el inquilino de Los Pinos en plena fábula, presume y presume la “estabilidad económica” nacional y su “sistema financiero y bancario sólido y estable, que no ha requerido inyecciones de liquidez como ha ocurrido en todas las economías del mundo”, cuando de repente ¡zas!: en pleno micrófono golpeó, inmisericorde, el informe 2007 de la Cepal, por medio del cual ratifica que este año el ritmo de “crecimiento” económico mexicano ocupó la posición número 18 (de 19 posibles), en un cerrado empate con Haití.
Para documentar lo resultona que ha salido la economía mexicana, y la validez del discurso del inquilino de Los Pinos, la Cepal documenta (Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2007, divulgado ayer) que México cayó una posición este año con respecto a 2006 en el ranking latinoamericano, contra un ascenso de siete escalones si el comparativo se remonta a 2006-2005, aunque de cualquier suerte ocupó el mismo lugar 18 en 2005-2004, de tal forma que la economía haitiana se ha convertido en su más sólida contrincante. De ese tamaño es el éxito económico mexicano.
Y, sí, las sacudidas del norte le pegan al vecino del sur, porque contrario a lo que machaconamente transmite el micrófono oficial de Los Pinos, la Cepal subraya que la tasa de crecimiento del producto interno bruto mexicano “reflejó la desaceleración de la economía estadunidense y se redujo de 4.8 por ciento en 2006, a 3.3 por ciento en 2007. La baja de la demanda desde ese país vecino redundó en una pérdida de dinamismo de la industria manufacturera (principal proveedora de exportaciones), que de una expansión del 4.7 en 2006 pasó a una estimada en menos de uno por ciento 2007. A pesar del incremento del precio del petróleo –que dio flexibilidad al gasto público y ayudó a cumplir la meta de equilibrio fiscal–, el impulso de las exportaciones de hidrocarburos se debilitó, debido al descenso del volumen colocado. A su vez, como el dinamismo importador se mantuvo, el déficit comercial casi se duplicó”.
Además, ratifica la mediocre perspectiva económica mexicana para 2008: 3.3 por ciento de “crecimiento” (Haití obtuvo idéntico pronóstico), para redondear –en caso de que esa estimación se confirme– una tasa promedio anual de 2.56 por ciento en los últimos ochos años (el próximo incluido), o lo que es lo mismo, “cambio” con “continuidad”. Los ocho años previos (1993-2000) ese promedio anual fue de 3.42 por ciento (incluido el crack de 1995), una proporción que sin ser esplendorosa sí representa un ritmo de avance casi 34 por ciento mayor al registrado durante la estancia del panismo en Los Pinos. Entonces, qué bueno que haya estabilidad económica, es necesaria, pero no a costillas del estancamiento, del juego de los encantados.
En sentido contrario al balance mexicano, destacan los resultados de Argentina, Venezuela, República Dominicana y Panamá, con dos dígitos de crecimiento en algunos casos, aunque en 2007 todos los países de la región reportaron avances de un dígito. De cualquier forma, en los últimos cuatro años estas naciones se han turnado los tres primeros lugares.
En 2005, Venezuela ocupó la primera posición latinoamericana, con 10.3 por ciento de avance en el PIB, seguida de República Dominicana (9.3 por ciento) y Argentina (9.2). Un año después, la isla caribeña se coló a la primera posición, con 10.7 por ciento como tasa de crecimiento; el segundo peldaño correspondió a Venezuela, que repitió el 10.3 por ciento, y el tercero a Panamá, con 8.7. Para 2007, el querido país istmeño repite el primer lugar (9.5 por ciento), seguido de Argentina (8.6) y Venezuela (8.5). Este uno-dos-tres se repetiría en 2008, aunque con tasas menores (8.5, 6.5 y 6 por ciento, respectivamente).
Mención aparte requiere la economía cubana, a la que la Cepal excluye porque sus “cifras no son estrictamente comparables con las de los demás países, por los cambios metodológicos introducidos a partir de 2004, por lo que no se suman a los totales”. A pesar de ello, refiere que la economía isleña reportó, según sus propias cifras, tasas de crecimiento de 11.8, 12.5 y 7 en 2005,2006 y 2007, respectivamente.
Precisa la Cepal que de acuerdo con información de la Oficina Nacional de Estadística de ese país, la economía cubana registró un crecimiento del PIB de 7 por ciento en 2007, e igual tasa del PIB por habitante. El déficit fiscal se incrementó ligeramente, al pasar de 3.2 por ciento del producto en 2006 a 3.4 en 2007. La tasa de inflación se redujo a la mitad de la de 2006 (5.7 por ciento) y registró una variación de 2.5 por ciento. El déficit externo disminuyó levemente, debido a un mejor desempeño de las exportaciones.
En 2007, el incremento del PIB cubano obedeció principalmente al dinamismo de la agricultura, manufacturas y, en especial, servicios comunales, sociales y personales. Estos últimos, dada su alta participación en el producto global (37 por ciento), fueron responsables de 70 por ciento del crecimiento de la economía. La agricultura se recuperó con respecto al año anterior y representó el sector de mayor crecimiento en 2007. Por su parte, la construcción y el comercio, que presentaron la mayor expansión en 2006, mostraron un desempeño adverso. La construcción experimentó una fuerte caída, mientras el sector del comercio se estancó. Para 2008, las autoridades de gobierno estiman un crecimiento del PIB de 8 por ciento. Se espera que las exportaciones de bienes y servicios, así como la inversión en los sectores donde el país intentaría sustituir importaciones (los alimentos y la industria ligera), constituyan los motores de crecimiento de la economía.
Las rebanadas del pastel
Si de fábulas se trata, dice Elba Esther Gordillo que “no bebo, no mantengo un montón de amantes, ni siquiera uno, y no vendo plazas” (magisteriales). ¡Claro que no! Tampoco es millonaria, oportunista ni perversa; no hace negocios cochinos, funda partidos a modo, ni amarra alianzas en lo oscurito. Falso, también, que ya arrancó el glorioso Lupe-Reyes.
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