martes, enero 29, 2008

Muerte, poesía y espejos

Michel Balivo
(En la fragua del tiempo)

Yo supongo que para quien lee, ve o escucha las noticias sobre el acontecer de Venezuela, Latinoamérica y el mundo en general, ha de resultar bastante confuso el interpretar tales hechos, ha de resultar bastante incierto el futuro que nos espera o hacia el cual vamos. Quiero decir en consecuencia que toda mirada es inevitablemente intencional, e interpreta aquello que cree ver objetiva e imparcialmente, como la misma realidad.
Hace un tiempo ya, en un día sumamente nublado volábamos en la avioneta de un amigo, desde la frontera de Venezuela con Brasil hacia Ciudad Bolívar, en el Estado Bolívar, cuando de repente pocos metros adelante apareció un oscuro y gigantesco tepuy. Solo la habilidad de reflejos de mi amigo logró que hoy esté contándoselos y sea una anécdota más.
Del mismo modo que volamos en un avión con destino programado y en automático, transitamos por el tiempo en pos de un objetivo premeditado de vida. Por lo cual les digo sinceramente que no me queda muy claro si avanzamos o retrocedemos, si creemos avanzar mirando en el espejo retrovisor o simplemente giramos en círculos en torno a la memoria, a lo conocido. Porque, ¿cómo avanzar hacia lo desconocido?
Creíamos avanzar hacia la felicidad, hacia una mejor calidad de vida para todos, y de repente en el espejo retrovisor apareció y ya casi nos estrellamos con el desastre climático, ambiental del ecosistema. Estalla la violencia por todas partes, disminuye la producción de alimentos y aumentan los consumidores por miles de millones en China y la India según nos dicen.
Por lo cual nos estrellaremos con hambrunas mundiales. Aparece en Venezuela un mosquito transmisor del dengue, que según nos dicen ya apareció en Cuba al principio de la revolución. Parece que ha sido genéticamente alterado en laboratorios, ya se imaginan de quién, por lo que también avanzaríamos hacia el choque frontal con pestes y muerte premeditadas.
Cuando la sombra del imperio parecía cubrir ya el mundo, como un rayito del alba surgieron nuevas alternativas en Latinoamérica, que iluminan a todo el mundo. En Venezuela creíamos avanzar hacia la reforma constitucional, para darle un nuevo marco capaz de profundizar la revolución de la igualdad, la justicia y la paz.
Pero nos estrellamos con la inseguridad y el desabastecimiento de alimentos, convirtiéndose en la agenda principal del gobierno revolucionario. Colombia parece operar como una especie de Israel latinoamericano, y termina de anunciarse el remozamiento de la cuarta flota usamericana para señorear sus propiedades del Caribe, el Pacífico y el Atlántico. Su portaaviones se llamará nada menos que Bush.
La gigantesca, impagable y sin respaldo deuda de EEUU, aumenta sin cesar mientras disminuye su productividad así como su inversión social, tambaleando crecientemente y amenazando desmoronarse su economía. En las bolsas especulativas de todo el mundo resuenan sus ecos y las economías se ralentizan a medida que el monstruoso mercado deja de tragar todo lo producido, sus pasos se hacen cada vez más débiles camino de su parálisis.
He dicho muchas veces y no me cansaré de decir, que tenemos una concepción demasiado abstracta y estática de nosotros mismos, que da espaldas a la vida. Siempre me refiero a aquél acontecimiento en Grecia, miles ha años ha, cuando siendo aún una pujante sociedad fuente de culturas, los filósofos decidieron, consensuaron que A siempre sería igual a A y jamás podría convertirse en B, fijando las bases de la lógica racional, cartesiana.
No puedo dejar de ver en aquél acto una expresión de deseos íntimos, tal vez de alejarse o amortiguar la continua movilidad, ciclicidad y transformismo del mundo que percibían, no solo en su entorno natural sino también en los procesos de su cuerpo.

Ante aquello, el “nombrar” signos abstractos, representaciones de la realidad percibida y a ella superponerlos como algo eterno y no sujeto a cambios, no podía ser sino un ingenuo deseo de neutralizar el continuo y sin fin cambio. Del mismo modo que un niño esconde su cabeza bajo las sábanas o almohadas para negar, neutralizar el temor a una nocturna presencia o pesadilla.
Algo parecido sucede cuando relatamos la historia referida a eventos externos, sin la menor relación con nuestras sensaciones y sentimientos, intereses, y decimos ser imparciales, objetivos. Como si algún hecho humano fuese inintencional, libre de intereses e interpretaciones de la realidad, cuando hasta la misma concepción de la historia lo es.
Por eso nos sorprende cuando el amor o atracción se convierte en odio o repulsión, ya que esperamos que todo continúe por siempre igual a si mismo, o al menos hacemos votos para que así sea mientras en silencio recitamos encantamientos, para exorcizar los inevitables transformismos que todo el proceso natural y humano nos testimonia, exhibe.
Desde entonces hemos creado a partir del conocimiento abstracto, (que es una especie de álbum, de colección de fotos estáticas del movimiento viviente, que la memoria va pegando según la realidad que sus intereses desean organizar y ver), muchos encantamientos y amuletos exorcisadores del cambio y transformismos de todo proceso viviente. Como la propiedad privada y el dinero en representación de la riqueza, la seguridad y la continuidad. No solo de nuestras vidas, sino de su continuidad en nuestros hijos.
Hay muchas explicaciones racionales de tales creencias y decisiones, pero ninguna está libre del impulso instintivo de evadir o luchar contra el final abrupto, que para todo el transcurrir de nuestra mentación y sueños en el horizonte temporal, significa la muerte y desaparición física. Ese imponente misterio de “ahora estoy, ahora ya no estoy”.
Sin embargo no siempre estuvimos, no siempre estuvo lo que ahora está, ya sea un hijo, un compañero de camino, de vida, ya sea una condición o estatus social, y no hay ninguna garantía de que continúe. Así como vino puede irse.
¿No es eso libertad, la que tanto declamamos y sin embargo a la que nos oponemos hasta orgánicamente en todas y cada actitud? ¿No es justamente contra esa posibilidad de cambio, que no es sino discontinuidad de lo conocido y habitual, contra la cual construimos todas nuestras imágenes posibles de vida, previniendo, intentando asegurar el temido futuro?
¿Acaso hay mejor negocio que el de asegurar contra imprevistos y hasta el de vender en cuotas, pedacitos de tierra y artísticos cajoncitos de nobles maderas para el inevitable final? ¿Acaso no pretendemos conservar en placas y mausoleos nuestra imagen y prestigio social, cuando según afirmamos racionalmente ya nada importará? ¿Por qué tanta preocupación y previsión por lo inexistente, en seres racionales y prácticos, realistas?
Seguramente muchos sentirán que exagero al poner el temor al cambio, al proceso existencial de vivir, como el motor de la gran mayoría de todos nuestros hábitos, creencias, anhelos, rituales, instituciones, que tiñen con las fuerzas conservadoras de la memoria todo posible futuro, reduciéndolo a repetición, a anticipación dolorosa o placentera del pasado, de lo ya experimentado.
Pero nadie me da explicaciones plausibles de por qué entonces somos manejados, llevados de la nariz como rebaños según los deseos de unas pocas personas, que disponen de medios audiovisuales de comunicación, haciéndonos vivir lo inexistente, virtual. ¿Cómo es entonces que creemos, experimentamos y reaccionamos indiscriminadamente a cualquier información de los medios como si fuese la misma realidad? ¿Dónde quedan entonces los seres racionales y sensatos que creemos y decimos ser?
Si miramos hacia el medioevo, las inquisiciones y exorcismos, en que los actores centrales del escenario público eran Dios, el Diablo y sus castos representantes de oscuras sotanas, (aunque aumente el boato y colorido a medida que trepan la escala), nos parece hasta normal que crucificasen a alguien o lo quemasen por el simple hecho de considerarlo hijo del diablo.
¿Y qué es lo que hacen hoy los mismos santos varones del clero, las élites que acumularon y concentraron bienes y riquezas, como resultado inevitable del mismo proceso de apropiación y herencia, cuando satanizan todo intento libertario de las leyes del juego que impusieron, en defensa de los sacrosantos valores de la propiedad privada y la democracia?

Una vez más llegamos a una foto estática de la libertad y lo bueno de la vida, para conservar la cual se justifica masacrar a los enemigos del orden y la tradición, los antisociales y terroristas. Es decir los actuales hijos del diablo. Yo me pregunto si EEUU y Europa son libres por ejemplo. ¿Se liberaron para siempre y ya? ¿De qué? ¿De quién? ¿Cuándo? ¿Cómo?
A mi me parece ver que sus libertades conquistadas decrecen aceleradamente, a medida que los capitales se concentran y la represión para evitar protestas por los derechos sociales que decrecen, aumenta. También me pregunto como se hace para sostener una democracia en que los hechos ya no son la regla de nada.
Porque antes se suponía que se votaba o castigaba una u otra opción, porque nos daba mejores o peores medios de vida. Pero si ahora cuando todo mejora sostenidamente y todos lo experimentan directamente en sus vidas, se los puede convencer de que avanzamos hacia el mismo infierno a paso de vencedores, ¿cuáles serán entonces las reglas para ser reelegidos?
¿Quién será el que gobierna, los medios y su varita mágica sugestiva o el presidente electo? ¿Hacia dónde se supone entonces que avanza y evoluciona la democracia, la humanidad, la vida? Estas preguntas están prohibidas por supuesto, son tabú, solo los hijos del diablo se las hacen. Sin embargo seguimos corriendo tras el enamoramiento y soñamos con la felicidad, ya sea revolucionaria o adquisitiva.
Pareciera pues que el espejo retrovisor nos refleja el calidoscopio de temor y violencia del cual partimos, creyendo avanzar o dejarlo atrás hace tanto tiempo ya que ni siquiera lo recordamos. Pareciera que hemos estado soñando avanzar y retroceder hacia un objetivo estático, cuando en realidad solo pretendíamos escapar, girando en círculos de violencia. Tal vez ni siquiera nos movíamos, pues el miedo a la muerte proyectado en los espejos del tiempo, de la imaginación, nos paralizaba.
Tal vez solo estemos contemplando en el espejo mental, en la proyección imaginaria del tiempo, en la bola de cristal de los adivinos y profetas, la dirección de nuestras acciones acumulándose, intensificándose.
¿Porque adónde puede conducir, cómo puede concluir una cultura y economía del temor y la violencia, que niega la intencionalidad ajena, convirtiéndolo en y tratándolo como objeto, sino a la destrucción, a la guerra, a la muerte de la cual pretendíamos escapar? ¿No es entonces la droga hasta un componente e intento evasivo inevitable, dentro de esta tortura sadomasoquista en que hemos convertido la vida?
Si como dijimos iniciando el artículo, toda mirada y lo que queremos y creemos ver es intencional e interpretativo, entonces lo que nos toca vivir y presenciar es un testimonio claro de que nuestra construcción hace agua, nuestros presupuestos son erróneos.
No hay modo de contemplar el mundo enajenando lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que nos duele y gratifica, lo que tememos, odiamos y amamos. No hay modo de separar nuestra mirada sensible del mundo, de que no lo afectemos y nos afecte. Porque es desde allí y con eso justamente, que organizamos nuestras miradas y reaccionamos a lo que creemos ver.
Y si no hay modo de eludir como soñamos e intentamos, ese proceso viviente de cambios, de nacimientos y muertes en el que nos encontramos inmersos, si no hay modo de dirigirnos hacia fotos estáticas reflejadas en el retrovisor de nuestro movimiento mental, en la memoria.
Tal vez nos toque reconocer que la muerte, no es el espantapájaros que nos espera allá al final de un camino imaginario, hacia el cual caminando por el tiempo nos acercamos. No ha de ser necesariamente por ende el temor a la muerte y su evasión, el estímulo motivador de toda imaginería y conducta popular.
La muerte interactúa aquí y ahora con la vida, con lo viviente, en cada acto temeroso, defensivo, en las erróneas cuentas del egoísmo que pretende prever y asegurar el temido futuro, fijando en fotos, en estáticas imágenes de si y el mundo, el movimiento del viviente proceso.
Actos temerosos y evasivos que se acumulan y aceleran hasta que nos chocamos, nos estrellamos con ellos en el espejo retrovisor de la mente, de las miradas, cosechando colectiva y personalmente los amargos frutos de lo sembrado. Entonces aflora la sombra que siempre estuvo presente y sentida, pero ignorada, e irrumpe la sensación de que el tiempo se agotó y el temido final del que huíamos, se hace presente tomando la conciencia.

La muerte no es sino la acción, el movimiento de la vida, observado invertido en el espejo retrovisor de nuestras creencias acerca de ella. Creencias e ilusiones que se desmoronan ante la verdad que la vida es. Modelos, concepciones de vida que chocan con la estructura íntima, esencial de la vida, y que por tanto se caen por su propio peso, por sus errores intrínsecos.
Sin embargo, pese a nuestras creencias la vida es un proceso equilibrado. Si el placer y el dolor no buscasen siempre su equilibrio, el cuerpo se desintegraría rápidamente. Por eso en el ocaso de un modelo civilizatorio que muere, arrastrando consigo necesariamente todo el sistema de creencias que lo construyó, desilusionándonos, desorientándonos, extrañándonos. También están naciendo sensibilidades y modelos, creencias alternativas. No solo en el mundo, sino también necesariamente en los cuerpos, las conductas y las conciencias.
Nos toca ahora entonces sintonizarnos con lo inherente a la vida, lo que salta sobre el abismo de la muerte, de las formas agotadas que restringen su movilidad creciente. Sintonizarnos con la transformación, la transmutación, la síntesis de complementaciones y diferencias. Para recrearnos nuevas, más dinámicas, ricas, bellas y satisfactorias formas de expresión.
En Venezuela por ejemplo, se desmorona como en todas partes, como en toda la conciencia colectiva, el modelo de una economía y cultura enraizada en el temor y la violencia, en la negación, cosificación y explotación del otro, del “no yo”. Y en sus estertores intensifica el tropismo de explotación, destrucción y muerte.
Aumentan por tanto las reacciones temerosas y egoístas, aumenta la inseguridad y el desabastecimiento alimenticio, el intento de aprovecharse del río revuelto. Todo ello se refleja magnificado en lo medios de comunicación, retroalimentando el tropismo, todo ello es mecanicidad de un sistema mental encerrado en si mismo, que mira la vida en el espejo.
Pero para quien acepta esa desilusión, ese corte abrupto de las creencias y expectativas, saliéndose del río revuelto, ampliando su mirada sensible; florecen tiernas alternativas solidarias, intentando abrirse camino más allá o a través de la tormenta mental de emociones contradictorias. Se abre entonces a la conciencia desilusionada y momentáneamente desorientada, la posibilidad de elegir sintonizarse con lo que nace o con lo que muere.
No serán ya las circunstancias externas, hijas de fantasmales temores y desesperados sueños las que condicionen y construyan caminos, sino la dirección de actos que elijo y afirmo conductualmente aquí y ahora, a cada momento, que acumulo desde la generosa solidaridad o el afiebrado egoísmo. La organización de la conciencia, el cuerpo y el mundo que esas miradas sensibles y sus hechos fieles vean y reproduzcan, construyan.
Las nuevas miradas y sus conductas consecuentes son muy simples. Todo es de todos. Por tanto las reservas y divisas en dólares por ejemplo, no son solo para importaciones de los capitales, sino que, especialmente ante la crisis alimetaria hacia la cual avanzamos, la prioridad es la seguridad y soberanía de las necesidades de la población como un todo.
Además estamos en plena Sexta Cumbre del Alba, (a la que se suma Dominica como quinta nación integrante), donde se concreta un banco y una programación común de la satisfacción de las necesidades de sus integrantes. Un banco que le presta a quien necesita, no a quien más tiene.
Claro que esta simple y efectiva mirada y ejercicio solidario, choca con las creencias y hábitos de preferencias de algunos, y con la dependencia de otros que considerándolos su única e inevitable fuente de ingresos, creen merecerse y reclaman airadamente.
Para quienes creen que reclamar, o mejor dicho asumir nuestra soberanía, nuestra libertad de elegir nuestro destino es un riesgo demasiado alto, les digo que abran sus ojos y miren a su alrededor, que sientan el movimiento del barco en el que todos navegamos y el rumbo por el cual nos lleva.
Si el temor a la muerte fue el móvil de todo este escenario, que enfrentarnos inevitablemente a el nuevamente, sirva entonces ahora para tomar las correctas decisiones. A veces un gran susto es necesario para, deteniendo la estampida y borrando de un plumazo los sueños, crear el espacio mental en que la solidaridad pueda anidar y enraizar.
En la fragua del tiempo, tarde o temprano todos los elementos han de templarse para reunirse y complementarse en nuevos compuestos, en organismos superiores. La muerte convive con y es hermana de la poesía, una sin otra se sentirían muy solas y poco inspiradas.

Muerte y resurrección interactúan aquí y ahora, en la decisión de la dirección que le daremos a cada momento presente. En la poesía del verbo que elijamos encarnar cual forma de vida. Entre la vida y la muerte tarde o temprano la verdad se abre camino, saltando sobre las fronteras que la mentira creó. La ilusión se desmorona al no tener ya lugar ni asiento en la conciencia sintonizada con la vida.
Y hablando de la verdad, no quiero terminar sin enviarle un apretado abrazo a la querida amiga Cristina Castello, (castello.cristina@gmail.com), quien como todos los que decidimos dedicar nuestras vidas a su defensa y cultivo, sufre los embates de la mentira y su vano intento de cercar y matar la irreducible verdad.
Invito a todos los amigos solidarios a que lean su artículo “Vivir peligrosamente” en http://www.viejoblues.com/Bitacora/node/4384, y le den una mano en todo lo que esté a su alcance.
Otro defensor de la verdad está siendo sometido a un falso e injusto juicio. Los que deseen adherir al pedido de absolución del amigo Jaume d'Urgell y la derogación del artículo 543 del Código Penal, pueden hacerlo en: adhesiones@libertad-de-expresion.es
Desde ya les quedo infinitamente agradecido. Aunque no hay mayor gracia que testimoniar y ser hogar de la Ver-Dad.

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