sábado, enero 26, 2008

TLC, menos empleo y más migración

Prólogo Político

Por Alvaro Cepeda Neri

Por impericia del gobierno federal en sus vertientes: Legislativa, Judicial y, sobre todo, de los últimos tres titulares del Poder Ejecutivo que desde 1994 fueron incapaces de maniobrar un viraje histórico, el Tratado de Libre Comercio no ha sido un tratado internacional de fines comerciales donde nuestro país hubiera participado como socio, y no como lo está siendo 15 años después, la víctima del expansionismo económico de Canadá y Estados Unidos.
El TLC es una anexión de supeditación, que en el vocabulario de la política económica, de la década de los sesenta del siglo pasado, se denominó dependencia; y, de las incorporaciones para formar parte estadounidense, la única racional ha sido la que esbozó Miguel Lerdo de Tejada, el liberal veracruzano e impulsor del libre comercio, fallecido prematuramente y quien hubiera sido el real adversario de Juárez. Los reaccionarios conservadores, desde Lucas Alamán hasta hoy no pocos de los más derechosos panistas (porque los hay liberales, si bien de derecha, pero ubicados en el centro, como Calderón y algunos calderonistas, tal vez Germán Martínez, pero no Nava ni Mouriño, etc.) quisieran que fuéramos una estrella más de la Bandera estadounidense.
El meollo del asunto es que el TLC, que penetrará de lleno a la economía, el sector laboral e industrial y arrasará con lo que resta de la agricultura, una vez que los sistemas bancarios-financieros son ingleses, españoles, británicos y estadounidenses, provocará más desempleo y con ello millones de compatriotas harán lo imposible por irse a Estados Unidos y Canadá, por vía legal e ilegal. El muro que construyen nuestros vecinos no impedirá que lo escalen. Vivimos y muy pronto sobreviviremos a lo que se anuncia ya con la escasez petrolera, pues se agotan los yacimientos y la existencia del oro negro, en el Golfo, está a profundidades que requieren la privatización de PEMEX.
Nuestro país está entrando al envejecimiento de su población, la huída de mujeres y hombres jóvenes al extranjero, la mediocridad escolar, nuestros políticos con planes para el futuro mientras olvidan el presente y la corrupción con la impunidad medrando para sumirnos en la inmoralidad política, la decadencia democrática y el colapso republicano.
El TLC, recibido con desconfianza y críticas, racionales o no, pudo ser la entrada a la modernización económica por la vía de expandir intensamente nuestro comercio, como lo han hecho estadounidenses y canadienses con nosotros; no tuvimos hombres de empresa, pero sí hombres de presa. El desempleo ha aumentado. Ni el consumo de primera necesidad creció. El narcotráfico y sus delincuencias nos invadieron como una maldita peste. Y los mexicanos preparados, los artesanos, los campesinos de largo aprendizaje y los jóvenes se van. Estamos en una crisis general, en un contexto de pesimismo y de ¡sálvese el que pueda!, a la espera (si la esperanza es lo último que está en la Caja de Pandora) de un político con voluntad de Estadista. ¿Lo hay?

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