domingo, marzo 16, 2008

Predicar en el desierto

Por Gilberto Balam Pereira
¿A qué vamos a Ciudad de México?

Justa es la indignación de casi toda la nación por el despojo de que ha sido objeto de sus recursos naturales, telecomunicaciones, vías terrestres, bosques, litorales, energía eléctrica, agua, minas, pero sobre todo la succión como voraz hematofagia que POR DÉCADAS han realizado de las fuentes petrolíferas vampiros extranjeros y nacionales putrefactos.
Sin embargo, las esferas oficiales, sobre todo la priísta, acrítica y concientemente conducen demagógicamente a la población a “conmemorar la expropiación petrolera” cada 18 de marzo de la que se han sentido orgullosos los mexicanos.
Miguel de la Madrid, anunciaba que en México pronto “las estructuras sufrirían un profundo cambio” refiriéndose a la adopción del neoliberalismo como forma política y social del gobierno mexicano, siguiendo las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con todas las repercusiones depredadoras y por demás negativas entre las poblaciones medias y pobres de los países subdesarrollados.

Precisamente por esos años quedaron abiertas las posibilidades de la expoliación extranjera de los bienes energéticos. Desde entonces, en vez de “festejar” cada 18 de marzo la expropiación petrolera, el PRI debió haber asumido estrategias de defensa y conservación de Petróleos Mexicanos para beneficio de la población al plazo inmediato y mediato. Ocurrió todo lo contrario. Para cada régimen Pemex ha sido un eterno botín, un barril sin fondo de saqueo de funcionarios, políticos y sindicaleros.
El PRI nunca rindió cuentas y el PAN menos. Por tanto ¿podemos asegurar que el petróleo es de la nación? ¿A dónde van a parar los ingresos por el aumento constante del barril del crudo?
El atroz saqueo está debidamente documentado, aunque la presente atención se centra en el inmundo apátrida Mouriño. El mismo AMLO posee un vasto arsenal de pruebas contra este muñeco de cuerda que está sirviendo a un pelele ilegítimo. De modo que no es correcto enfilar exclusivamente las baterías contra este títere español, que si bien ha enriquecido a sus familiares y amigos, igual de culpables son Fecal, el cabecilla del latrocinio extranjero; César Nava, el secretario particular; Alfredo Elías Ayub, ése de la CFE; los directores, sin excepción, burócratas de las más bajas jerarquías, todos ellos, según su turno sexenal saquean impunemente los dineros del pueblo. ¡Ah! Pero no sólo del PAN. Los priístas han sido iguales o peores responsables de latrocinios de la paraestatal. ¿Por qué creen que Beltrones, Gamboa Patrón y secuaces de esa pandilla del peor tufo tricolor se volcaron a justificar los actos delictivos de Mouriño? Nada menos que como una de tantas concertacesiones con Fecal, a las que ya nos tienen acostumbrados.
Pues bien, ¿a qué vamos a la Ciudad de México el día 18? Creemos que para exigir al gobierno espurio que no venda Pemex y que castigue a Muriño por sus fechorías. La denuncia y la demanda están más que justificadas. Y deben plantearse a gritos como así será. Ya parece que Fecal con su PGR y su SFP penalizarían a tanto sabandija ladronzuelo. Pero ¿estaremos concientes de que los extranjeros ya hace tiempo que se llevaron a la paraestatal antes mexicana? Los especialistas conocedores de los recursos energéticos aseguran que todavía existen abundantes fuentes disponibles del crudo y que todavía somos ricos. Que todavía podemos recuperarnos con lo que nos queda. Y si hemos visto que más del 80% de la riqueza petrolera ya está en manos de extranjeros, ¿cuánto lograremos con el ínfimo excedente?
Otros mexicanos no comparten la idea de que todavía disponemos de caudalosas fuentes del aceite que no durarán más de 15 ó 20 años, período que abarca la gran mayoría de los contratos múltiples de operación establecidos con extranjeros.
Además de la consigna de vociferar que “PEMEX no se vende”, con lo cual estamos atrasados en información, ¿por qué no plantear desde ahora el congelamiento de las fortunas que se han amasado con el petróleo, pero además yo plantearía que debemos reflexionar y decidirnos por la lucha de la expropiación de la paraestatal tal como se hizo el 18 de marzo de 1938. ¿Qué? ¿Las generaciones anteriores tuvieron mayor pundonor que las actuales o nos han entibiado la globalización, la madernización, la comida chatarra barata y la influencia del “buen vivir gringo”? Diferenciemos lo superfluo de lo trascendente.

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