martes, marzo 04, 2008

Será que es marzo

Los Amorosos sienten
(en honor a mi paisano Sabines).
“Quiero decir a riesgo de sonar ridículo que los verdaderos revolucionarios están motivados por grandes sentimientos de amor” . Ernesto Guevara
Los amorosos sienten, no tienen límites. Sienten lo que a la vida dan y lo que de ella reciben. Su amor es pasión y sentir.
Los amorosos son sinceros a punto de ser groseramente francos. La sinceridad es la cualidad que más refleja su amor. Es en ella que se solazan, se capean, se revuelcan; como aves en fuentes de agua.
Los amorosos son pacientes al grado de convertirse lenta, lenta y tenazmente con el tiempo de la espera en estatuas que llenan los parques, que llenan las plazas.
Los amorosos a veces duelen pero no se dedican al dolor. Saben, que es el amor que los impulsa y a veces duelen como un mero punto de contraste que da relieve al amor que tienen dentro, que hierve adentro.
Los amorosos sobre todo aman, pues ese es el motor que los impulsa, que los lleva, que los acerca al gran vacío de su amor y su existencia pues saben que flotarán y volarán y ese vacío se tornará en el eterno e infinito universo del que disfrutan, del que se saben parte, al que imaginan completo por artes del amor mismo. Y ahí están en cualquier punto infinito de universo y su dicha es grande.
Los amorosos tienen el pecho abierto y con él comprenden y aprehenden a sus amores y lo fervoroso de su nueva vida. No piden nada, no esperan nada y sin embargo al encontrarlos los miman, los cultivan, los idolatran pues saben que en ese acto, en esa reciprocidad están las glorias infinitas de su causa. La causa que engrandece su existencia.
Los amorosos son ríos, no cauces. Son eternamente impulsados por su amor como el río se mueve por su cauce. El cauce es el amor que responde al flujo constante de su alma, al que acaricia, al que moldea y el que a su vez lo moldea y juntos, cauce y río, amorosos y amor, moldean los dos su vida plena.
Los amorosos ven nítidamente, con suprema claridad. Ven al fin del mundo. Su mirada atraviesa muros, atraviesa plomos, atraviesa almas. Y es con esa mirada que encuentran lo que ansían entre lo que les rodea.
Los amorosos son dueños del tiempo. El tiempo no se mueve para ellos secuencialmente, paso a paso, causa a efecto, no. El tiempo es para ellos una rueda, un giro que retorna una y otra y otra vez. Los amorosos detienen el tiempo y un pestañeo instantáneo podrían ser cien años. El tiempo no pasa por su alma, lo tienen todo y al tener el tiempo no hay espera larga. No hay espera. Saben que lo tienen todo.
Los amorosos buscan, no como fin en si mismo sino como arma y argumento. Buscan la ruta, buscan el modo, buscan por fin a otros amorosos con quienes caminar la hermosa vida.

Arq. Eduardo Bistráin

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