jueves, abril 03, 2008

Astillero

Julio Hernández López

Felipe Calderón no pudo sacar adelante por sí mismo la reforma energética a la que apostó cuanto pudo. De entrada tuvo graves errores de cálculo político, menospreciando la capacidad de respuesta que podría tener el segmento social que obviamente se opondría a esas reformas y obstinándose, en términos más pasionales que políticos, en instalar a un político de quinto nivel como jefe de la política interior y como operador, entre sabidos conflictos de intereses, de las negociaciones para abrir las puertas de Pemex a capitales privados. Todo cuanto ha sucedido era previsible, pero una infundada soberbia ha cegado a los ocupantes de Los Pinos, les ha desprovisto de los discutibles méritos de oficio político que pudieron haber tenido y les ha llevado a una situación diezmada en la que su única asidera para avanzar es el clavo ardiente del beltronismo, que practica con ellos una forma de agiotaje político.

Calderón ha sido incapaz siquiera de presentar una iniciativa de reformas legislativas sobre la materia, fugitivo de sus propias promesas, súbitamente dialogante y aparentemente reposado cuando semanas atrás creía tener una maquinaria apabullante para avanzar de un golpe en la conquista de los tesoros de aguas profundas que publicitó en medios electrónicos como urgencia inaplazable. Felipe el Silencioso podría llamársele, pues le ataca sin remedio una mudez política en cuanto un problema sube de tono: nada ha dicho respecto a su favorito, el tierno Juan Caído Mouriño y las probadas acusaciones de que ha violado las leyes al actuar en beneficio de empresas familiares desde puestos públicos; tampoco quiere enfrentar las acusaciones taimadas de sus presuntos socios del PRI que ahora le exigen que asuma los costos políticos de presentar una iniciativa de reformas en materia de energéticos y que no decline a una de sus facultades de gobernar (en días pasados, el candidato del PAN a presidir la República –sí, el tecleador ya sabe que estamos en 2008, pero el lic. F.C. todos los días se comporta como aspirante a llegar al poder– dejó saber que él no negocia con el narcotráfico, sin decir más –nuevamente mudo– respecto a esas propuestas de arreglo que le habrían hecho ¿quiénes, a través de qué conducto, en qué términos, con qué consecuencias ante un sí o un no?)

Felipe prefiere callar o, en el mejor de los casos, eludir. Ayer, por ejemplo, reunido con empresarios, señaló que “frente a la tentación de eludir los problemas para evitar los costos políticos, mi gobierno ha optado claramente por enfrentar los problemas del país y resolverlos”. No, pos sí. ¿Y la Cheyenne (la iniciativa), apá? Ante el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios también dijo que el “reto” de “fortalecer a Pemex” sólo podrá lograrse si se discuten “con objetividad, con base en datos reales” las alternativas disponibles. “Por eso es necesario que se analice con seriedad el diagnóstico (…) que se presentó el pasado domingo”, añadió.

Pero resulta que el tal diagnóstico ha resultado peor que la enfermedad. Los doctores Kessel y Reyes Heroles júnior dieron a conocer un mamotreto lleno de generalidades y recetas básicas que no levantó el ánimo ni de sus propios presentadores y que ayer mismo fue acribillado por los priístas (que han olido la sangre de la presa en fuga), quienes lo tacharon de incompleto, falso, alarmista e indigno de ser apoyado. De esa debacle documental ha emergido la egregia figura del sonorense que hoy cogobierna el país, M.F.B., quien trata de llevarse al baile al michoacano enmudecido y su banda desafinada, proponiendo “autonomía” al tal Pemex y la instauración de un consejo que defina políticas sobre hidrocarburos. El precandidato presidencial priísta ha insistido en establecer un jefe de gabinete para que el partido de tres colores asuma parte del poder que sabe no ejercen los Pet Shop Boys de Los Pinos; también ha intentado que se establezca un consejo para manejar los recursos de la política social.

Cierto es que el olor a pólvora se ha diluido ante el hecho de que los detonantes básicos han sido pospuestos: mientras no se presente la famosa iniciativa nonata, y se opta por la treta del “diálogo” y “análisis”, tampoco hay resistencia civil pacífica. Pero los apetitos desatados por el botín de la privatización no desistirán tan fácilmente; las pifias terribles del equipo calderonista están en vías de ser corregidas por el “colmillo” del priísmo legislativo (Beltrones y Gamboa) y en cuanto vuelvan a darse acuerdos (encarecidos por las circunstancias) entre el PRI usurero y el PAN menesteroso se presentarán propuestas que, se dirá, estarán bendecidas por el diálogo y el análisis que con toda calma se hubiese realizado. Lo importante, para el segmento que se ha organizado para enfrentar tales privatizaciones, será mantener unidad y capacidad de acción, tomando muy en cuenta lo que se ha logrado a pesar de las condiciones adversas, del bombardeo mediático en contra, de las divisiones del perredismo y la difusión tácticamente magnificada de sus miserias electorales. Esa movilización (las brigadas y comités) y el anuncio firme de acciones de confrontación con lo institucional y su legalidad facciosa, han dado un triunfo condicionado en la primera batalla, pero la guerra por la defensa del petróleo no ha terminado.

Astillas

El sacristán de Jalisco, Emilio González Márquez, destinará mucho más que los 90 millones de pesos originalmente anunciados para la construcción del Santo Erario (pronúnciese santuario) de los Mártires Cristeros. Con una inyección económica de 2 mil millones de pesos, el gobierno estatal pretende convencer al Vaticano de que el gobernador real, Juan Sandoval Íñiguez, debe ser mantenido en el cardenalato ejecutivo aunque haya cumplido 75 años la semana pasada y esté en condición de pasar a retiro… Y, mientras Elba Esther arregla en Los Pinos la continuidad de su cacicazgo, ¡hasta mañana, con el góber precioso viendo a uno de sus cercanos, el presidente municipal de Izúcar de Matamoros, siendo juzgado en Estados Unidos por narcotráfico!

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