viernes, mayo 09, 2008

Graves consecuencias


María Teresa Jardí

Lo que tendrían que estar explicando la PGR, Ulises Ruiz y Sabines, es qué hacían policías chiapanecos --de quinta, es de suponer-- en Oaxaca, en medio de grave un conflicto como el oaxaqueño. Digo, para que no hagan el ridículo queriéndoles achacar la comisión de un delito de lesa humanidad que implica el desaparecer forzadamente a dos personas.

No sé si el Ejército está involucrado en la desaparición forzada de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez.
Lo más barato para México sería que se diera a conocer la verdad lisa y llanamente, por terrible que la misma sea. Verdad que de todas maneras se va a saber. Los pueblos, cuando la injusticia es la regla, se acostumbran a hacer sus propias investigaciones.
Castigar a todos los culpables materiales, pero, sobre todo, a los intelectuales --entre los que por ahora ya se sabe que destacan además de Ulises Ruiz, el perredista Sabines. ¡Ah!, claro, es que el gobernador chiapaneco es afín a “Los Chuchos” tan convenientemente domesticados-- es fundamental para no seguir la escalada de violencia y crímenes absurdos que las guerras sucias coleccionan en su haber a cambio de nada, porque con ellas nada se resuelve y en cambio empeoran la situación de violencia y de corrupción que en nuestro país ya está llegando al límite de lo tolerable, incluso por un pueblo mayoritariamente deseducado por la telecracia y por la baja educación escolarizada decida desde el poder, como medida preventiva del capitalismo, desde hace ya unas cuantas décadas.
Es inaceptable el terrorismo.
Pero…
La condena al terrorismo para que no sea meramente palabrería retórica y sobre todo para que no se quede en sólo una expresión hipócrita debe empezar por la condena al terrorismo de Estado. No importa el poder del imperio que lo encabeza ni tampoco que sea un usurpador el que busque impulsarlo en México como otra forma, poco afortunada para encubrir su ilegitimidad. No debe importar para condenarlo ni siquiera el que quien recurra al terrorismo sea un gobernante legítimamente elegido por su pueblo. Lo impulsó, contra la ETA, Felipe González en España y los españoles se lo cobraron votando por el Partido Popular. En cambio Rodríguez Zapatero le tendió la mano a ETA y a pesar de que ETA no la aceptó y de la campaña brutal de la derecha contra Zapatero el PSOE sigue en el gobierno.
Los pueblos agradecen siempre los arreglos, cansados de coleccionar los muertos que el terrorismo produce. En México no sabemos lo que es el terrorismo. No tenemos ni la más remota idea de lo que significa estar tomando un café y que explote una bomba. Solamente la mediocridad de la usurpación fecalista puede no entender lo nada despreciable que es la oferta del EPR. Claro, también tiene que ver con la corrupción como regla del sistema capitalista que a rajatabla se impone en nuestro país por un puñado de miserables que se van convirtiendo, eso sí, en los más ricos del mundo, a costillas de millones de mexicanos en pobreza extrema a los que se les cancela el futuro por el resto de sus generaciones venideras.
Y al ir bajando el análisis del terrorismo de la cabeza, que hoy está en manos del imperio gringo, repito, hasta llegar a los pies del mismo, el análisis debe ir acompañado de las causas que dan origen a ese fenómeno, inaceptable, pero con causas a veces entendibles e incluso justificables. Y la desaparición forzada de personas es una de las causas que llevan a los grupos guerrilleros a apostarle a esa vía.
No es lo mismo el terrorismo del imperio yanqui que el del pueblo palestino obligado a inmolarse, por el aliado israelí, también terrorista, del asesino imperio gringo.
Son terribles los crímenes cometidos por Sendero Luminoso. Sí, pero no son más terribles que los cometidos por el ejército peruano a nombre de gobierno peruano y con el aval del Estado peruano.
Estado que renunció a obligación que tenía de analizar las causas de los senderistas, lo que habría permitido, muy probablemente, la posibilidad de una convivencia pacífica sin miles y miles de asesinados.
Y por eso la historia, con los matices que tiene siempre la vida, no la escriben ya los Vargas Llosa. Y en cambio la empiezan a escribir, aunque sea de manera novelada, literatos como Santiago Roncangliolo. Historia escrita desde la literatura, sí, pero resultado del intento por explicar porqué “la muerte se convierte en una forma de vida”. En el caso de Sendero, entre otras cosas, a causa del fanatismo religioso impuesto a bofetada limpia por quienes no supieron, habiendo llegado a otros territorios, respetar las culturas que en ellos existían.
Aquí ya tiene largo rato, a veces como crónica, a veces como novela, que viene haciendo lo propio el escritor Carlos Montemayor con relación a nuestros pisoteados, una y mil veces, pueblos indios.
El EPR tiene razón. Son inaceptables las condiciones del usurpador. No se puede establecer ningún tipo de negociación cuando de un lado se tienen delitos de lesa humanidad y del otro, a manera de chantaje, órdenes de aprehensión sobre la mesa.
Los eperristas sabían que no iba a ser de otra manera y por eso nombraron, sensatamente, una comisión de intermediación, en la que participa, entre otros, el propio Montemayor.
Inconcebible es que la usurpación PAN/ fecalista desprecie la generosa oferta que en primer lugar a ella beneficia. Es inmoral que desconozca que merced a la lucha de Rosario Ibarra más de un desparecido ha logrado regresar con vida.
Frente al panismo usurpador el grupo elegido como intermediador es del todo respetable. Lo que nadie, sin mentir, puede decir del amigocho impuesto, por el usurpador, incluso violando la Constitución, para despachar --y despacharse con la cuchara grande por lo que a sus negocios y los de su familia toca-- como secretario de Gobernación.
No querer entender la conveniente oferta que el EPR le hace al prianismo fecalista, traerá, sin ninguna duda, graves y lamentables consecuencias para el país.

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