sábado, agosto 30, 2008

Editorial

La apuesta de McCain

A unas horas de haber concluido la convención del Partido Demócrata, en Denver, Colorado, en la que se oficializó la candidatura presidencial de Barack Obama, el virtual abanderado republicano, John McCain, anunció que su compañera de fórmula para contender en los comicios de noviembre próximo será Sarah Palin, la gobernadora de Alaska, elegida en ese cargo hace menos de dos años.
La designación de Palin como candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos –un puesto clave en la maquinaria institucional de aquel país– reviste diversos contrastes. El más visible de ellos es que su juventud (44 años) y su corta trayectoria política es inconsistente con el discurso de campaña republicano, que justamente se ha centrado en descalificar a Obama como un candidato inviable dada su inexperiencia política.
Más allá de tales consideraciones, sin embargo, con el anuncio de ayer McCain emprende una nueva estrategia electoral orientada, hasta donde puede verse, a lograr un doble efecto. En lo inmediato, el aspirante republicano ha logrado contener el impacto mediático que tuvo la declaración de Obama como candidato presidencial demócrata y que estuvo envuelta en llamados de unidad y espaldarazos tan importantes como los de la pareja Clinton, con miras a sanear, al menos en las apariencias, las fracturas en el seno de ese partido tras las cerradas elecciones primarias. Adicionalmente, y con miras a los comicios de otoño, McCain apuesta, con el nombramiento de Palin, a granjearse las simpatías del electorado femenino y de los votantes que apoyaron a la senadora por Nueva York, Hillary Clinton, durante las precampañas. Este cálculo, por cierto, no parece descabellado si se toma en cuenta que, según sondeos recientes, cerca de un tercio de los simpatizantes de la ex primera dama planean no votar o bien hacerlo por el aspirante republicano, y no puede descartarse que la aparición de Palin en el escenario electoral refuerce esa tendencia.
Por lo demás, si bien resulta alentador desde una perspectiva de género que por primera vez una mujer forme parte de la fórmula electoral del Partido Republicano por la presidencia, no se puede pasar por alto que el perfil político de Palin es notablemente conservador: se ha manifestado abiertamente en contra del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo, y es miembro activo y vitalicio de la Asociación Nacional del Rifle, el influyente organismo de presión que defiende el libre derecho a portar armas. Tal circunstancia pudiera ayudar, por añadidura, a estrechar los vínculos entre McCain y los sectores más conservadores de la sociedad estadunidense, que constituyen la base de su partido. No deja de ser significativo al respecto lo dicho ayer por Barack Obama al enterarse del nombramiento, en el sentido de que la contendiente republicana representa “más de lo mismo”.
En suma, sin poder asegurar que la designación de Palin pueda aportar en automático para la causa republicana los votos de los simpatizantes de Hillary Clinton –que pareciera responder en alguna medida a valores sociales y políticos distintos a los que encarna la gobernadora de Alaska–, es de tomarse en cuenta la apuesta hecha por John McCain. La diferencia entre los aspirantes de ambos partidos, favorable hasta hace unas semanas para el demócrata, se ha reducido sostenidamente, y no puede descartarse que esta estrategia amplíe las perspectivas de triunfo para el republicano, con las correspondientes implicaciones que ello tendría para su país y el mundo entero: la continuidad de las políticas belicistas y la arrogancia imperial características de la administración Bush.

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