sábado, agosto 16, 2008

¿Guanajuatizar a México?

¿Qué significado encierra esta enésima desmesura del Presidente del PAN? ¿Calibró la trascendencia de su dicho? ¿Se detuvo a medir las consecuencias? ¿Se trata de alguno de sus traspiés habituales?En realidad está escenificándose la desembozada entronización del yunque dentro de ese partido. Asistimos ahora, al preludio de un claro propósito calderoniano destinado a pactar una santa alianza electoral entre el PAN y los enardecidos rescoldos del sinarquismo.Los doctrinarios del PAN y algunos grupos de la llamada derecha moderada han rendido la plaza ante los ultras extremistas, cuyos gerentes encabezan hoy la acción radicalizadora de sectores empresariales arcaicos coludidos con integristas de la época de Pedro El Ermitaño. A eso le llaman guanajuatizar a México.
El presidente del partido abre la boca y crea nuevos problemas para el Ejecutivo. Como si alguno le faltara. Provoca, además, toda clase de gracejos inspirados en trabalenguas inverosímiles: el dogmático Germán aspira a guanajuatizar a México, el guanajuatizador dogmáticopanista que lo guanajuatice, buen dogmáticopanista guanajuatizador será…
Hace unas semanas –orondo, autoasumido como vocero indeseable del PRI-- declaró de manera paladina que el PAN contaba con votos de algunos senadores priístas cooptados para sacar adelante la entonces ya malograda iniciativa de reforma energética presentada por el Ejecutivo. Y, después de suplicar sus votos en el Senado, gritó: "¡El PRI es el enemigo a vencer en las elecciones de 2009!" Y ahora irrumpe con el anuncio de una guanajuatización del país. ¿Alguien entiende a este señor?
No sale el señor Martínez de un pantano y ya se hunde en otro. Algunos panistas, interrogados por hábiles comunicadores, no supieron contestar. Uno de ellos, perplejo, aludió a no sé qué intención metafórica atribuible al verboso dirigente de su partido. Ojalá se hubiera tratado de un tropo o de una refinada alegoría oriunda de algún temperamento sensible e ilustrado, pero aquellas palabras no constituyeron una imagen literaria sino un grave error político.
Su anhelada guanajuatización de México es un llamado a la ruptura de la convivencia laica y un desafiante trompetazo anunciador de la oportunista colusión del PAN con el yunque, ese engendro de la derecha montaraz, apoderado ya de Guanajuato, Jalisco, Morelos…
Los panistas seudomoderados, en nombre de un pragmatismo utilitario que avergonzaría a Gómez Morín, han decidido echarse en brazos de Fox y de doña Martha y bendecir, de paso, el contubernio existente entre los obispos resentidos y las derechas revanchistas.
Y a todo esto ¿a qué tipo de guanajuatenses habrá aludido el señor Martínez en su homilía por la guanajuatización de México entero? Porque hay de guanajuatenses a guanajuatenses. Evoco, de entrada, a los ilustres Hidalgo y Aldama, Abasolo y Allende; Diego Rivera, Chávez Morado y García Guerrero. Pienso también en Sóstenes Rocha, Manuel Doblado o Santos Degollado. Pero es evidente: el señor Martínez no se refería a ellos sino a otros de tamaño muy menor: Medina Plascencia, Elías Villegas, Fox, Oliva, Sahagún…
El país entero recuerda cómo se encaramó Medina Plascencia en el gobierno (1991) mediante una indecorosa concertasesión violadora de la ley suprema de Guanajuato. Semejante ignominia disparó una retahíla de complicidades urdidas entre un PRI desaprensivo y un PAN que ya había claudicado de sus principios y de su vocación por la legalidad.

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