martes, agosto 26, 2008

Resultados olímpicos, indicador del país

Las medallas obtenidas en los Juegos Olímpicos de Pekín por los deportistas Guillermo Pérez, María del Rosario Espinoza (taekwondo, oro), Paola Espinosa y Tatiana Ortiz (clavados sincronizados, bronce), son producto de meritorios esfuerzos individuales que enorgullecen al país. En el encuentro deportivo que culminó ayer en la capital china, México obtuvo su mejor desempeño de los últimos 24 años, por lo que hace a las preseas doradas, en cuya tabla por países se situó en el puesto 37. Sin embargo, en la clasificación que suma el total de los triunfos, México, con sus tres medallas, alcanzó apenas el lugar 57. En ambas clasificaciones nuestro país está por debajo de estados de reciente creación, como Eslovaquia (cinco millones y medio de habitantes), Georgia (cuatro millones y medio) y Kazajstán (15 millones 340 mil), y, en el continente americano, por debajo de Jamaica (seis de oro, tres de plata y dos de bronce), de Cuba (que, con todo y la dramática caída de su desempeño olímpico, obtuvo dos preseas de oro, 11 de plata y otras tantas de bronce, para un total de 24) y de Argentina, nación con menos de la mitad de habitantes de los que tiene México. Ante tales números, resulta inevitable atribuir el avance mexicano en el medallero olímpico (en los juegos anteriores obtuvo tres medallas de plata y una de bronce) al tesón y el empeño de los deportistas galardonados y de sus respectivos entrenadores, antes que a políticas oficiales de promoción del deporte. Las instituciones correspondientes siguen sumidas en el burocratismo, la frivolidad, la insensibilidad y la corrupción, como demuestra la abultada delegación de funcionarios y acompañantes que asistió a Pekín con gastos pagados por el erario. Por lo demás, y a pesar de la alharaca mediática que pretende convertir los felicitables éxitos de cuatro de nuestros deportistas en una victoria nacional y oficial, debe señalarse que esas tres medallas no fueron obtenidas gracias a las políticas deportivas gubernamentales, sino incluso a pesar de ellas, las cuales, en los últimos años, han pasado de malas a casi inexistentes. México tiene el potencial (población, infraestructura, riqueza) para convertirse en una potencia olímpica, a condición de que quienes gobiernan empiecen a concentrarse en atender los niveles de vida y bienestar de los habitantes –es decir, educación, salud, vivienda, transporte, cultura y, por supuesto, deporte– en vez de dedicar su atención a satisfacer las exigencias de los grandes capitales, que es lo que han venido haciendo en las últimas décadas. En cuanto a los resultados de Pekín 2008, cabe felicitarse por los éxitos individuales de cuatro de nuestros deportistas, pero es vergonzoso que el desempeño general del país siga muy por debajo de naciones cuya población equivale a una décima parte o menos de la nuestra o con un PIB por habitante de un tercio del que ostenta México. Los galardones referidos no son, pues, para las autoridades ni para las instituciones deportivas del país.

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