miércoles, octubre 29, 2008

“El miedo no anda en burro”

Desde el frente frío

Para quienes festinaban el quiebre de la capacidad negociadora del perredismo, la coyuntura los ha obligado a improvisar. Se trata de vestir como victoria el revés sufrido por la propuesta del mejor postor neoliberal a quien se han vendido. También de diluir el papel de la cabeza visible del movimiento opositor.Tan verdadero resulta eso que apenas puede creerse su fingida alegría de cara al público al cual buscaron engatusar hasta el último momento y esa repentina “comprensión” a los reparos de la izquierda. Ha resultado una reforma energética distinta, en lo esencial, a la del “fast track” que el régimen federal pretendía, nutrida ya con las divergentes perspectivas expresadas durante los foros de consulta que tuvieron lugar en el Senado gracias al malestar popular apoyado por la Historia Patria y las plataformas políticas del priísmo y del llamado Frente Amplio Progresista –pero también las propuestas del Verde Ecologista; oposición manifestada igual en calles y plazas por Juan Pueblo y evidente tras la consulta popular escalonada liderada por el perredismo, lo cual ha quitado piso a ese entreguismo servil. El Congreso no se ha permitido el “albazo” ni el “madruguete”. Y hasta se acudió a la cortesía de recibir a los representantes de la oposición dura. La gravedad de la inminente crisis socioeconómica (riesgo financiero, desempleo, inseguridad, desabasto alimentario, etc.) que se avecina también ha tenido que ver en todo ello, ni quien lo dude. “El miedo no anda en burro”, dice la sabiduría del pueblo.Pero la campaña de descalificaciones impulsada por el oficialismo no ha cesado; muy al contrario, arrecia contra la figura visible de este encontronazo entre el México agorero del desastre (el que habla de modernidad, pero consulta a los brujos –para hacerse con el botín, cabe suponer) de los tecnócratas neoliberales y el de la esperanza (que sin renegar de su antigua raíz popular, aspira al futuro y a la libertad plena), mayoritario: Andrés M. López O.Y es que la intransigencia de aquel dirigente, excandidato presidencial del Frente Amplio Progresista (partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y Convergencia), parecerá tozuda, pero tiene que juzgarse a la luz de la desconfianza en que la funda quien, escarmentado de la ingenuidad (recuérdese el dudoso resultado de la elección presidencial, que sigue siendo cuestionado), no desea dejar resquicio abierto a las trapacerías en que el panismo es avezado y que a la postre permitirían torcer la ley aprobada. En eso los ciudadanos estamos de acuerdo. Quizá exagera en su suspicacia, pero reza la conseja coloquial que “la mula no era arisca...”Ante el júbilo ciudadano compartido (por la aprobación consensada), la situación brinda a los enemigos políticos del caudillo oportunidad de hacerle el vacío para disputarle el control del perredismo, y a sus irreconciliables adversarios panistas quienes no le perdonan haber exhibido sus corruptelas electorales y están rabiosos por el revés de la reforma, ofrece ocasión de desgastarlo desacreditándolo junto con sus seguidores. Por eso no sorprende que los vasallos mercenarios del proyecto de derecha trabajen con enjundia aplicándose en el plan desde los avorazados medios televisivos y la radio acomodaticia.Parlanchines como son, los petimetres del programa “Entre 3”, por ejemplo, descobijados ante la nueva situación se han visto en la necesidad de cubrir apariencias y apresurado a invitar al senador perredista Carlos Navarrete y al analista Jorge Zepeda Patterson para parecer abiertos. Ciertamente, no estuvo presente en la emisión el mitómano Federiquito Reyes-Heroles, quizá porque la última vez J. Zepeda Patterson (junto con Johnn Ackerman) los vapuleó y a él especialmente dejó sin habla.En sus exposiciones C. Navarrete evitó caer en el lazo tendido –varias ocasiones– por Carlos Elizondo S. haciendo declaraciones descalificatorias contra Andrés M. López, y aunque sin poder mantener el hilo de las ideas el bocaza de Jesús Silva-Herzog buscaba hacer aparecer a la izquierda mexicana como irresponsable y “desleal” a la ¿democracia?, sin ser tan aguerrido como aquella vez, ni insistir en el punto, J. Zepeda P. puso en claro que las diferencias entre los recursos del PAN (empresariado, medios de información de masas, iglesia) y los del PRD (manifestaciones y protestas proletarias) siguen siendo enormes. A pesar de su cautela, los mercenarios de la política debieran agradecer al analista formular una advertencia sombría, pero todavía oportuna, acerca de un resentimiento enconado que indudablemente crecerá durante el diluvio (de problemas) que viene con la crisis, y tratar de desactivarlo. En otras palabras: la derecha no puede hacer prédica con tan pobre autoridad moral ni pretender que “se haga la justicia en los bueyes del vecino” perredista; o pensar que los valores burgueses –que ni los burgueses respetan– sean aceptables para la mayoría pobre de México a la hora de la contienda política, pues sería demasiado cínico callar la desproporción, ni que los rija un sistema de privilegios que la derecha busca perpetuar y exacerba, donde la democracia sigue siendo una aspiración nacional. Ni hablar de “lealtad al país” cuando estos traidores buscan despojarlo y entregarlo al capital extranjero mientras siguen incubando el resentimiento por el abuso, la prepotencia e impunidad de los poderosos y la corrupción de élites que los apoyan cómplices (como los interlocutores de ese programa).Ya se ha dicho: la crispación social a que hemos llegado no es hija de generación espontánea, ¡vaya!

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